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boletín 


SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


A 


boletín 

TOMO  m 

MARZO  1895  Á  FEBRERO  1896 
MADRID 

Imprenta.— Pasaje  de  la  A'hamhra.   i. 


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A/ 


BOIvKTlN 


DE  LA 


SOCIEDAD  ESPAiOLA  DE  EICÜRSIOIS 


AÑO  III 


nVCadrid  Í-°   de   l^^Carzo   de   1895 


I 


NÜM.  25 


EXCURSIONES 


FORTALEZAS  Y  CASTILLOS 

r)E  Iva:  A-GiXTEiD^A.  -^  eso  A.Lo:isr.A. 


I    . 
Maqueda. 

L  estudio  de  la  arquitectura  mili- 
tar en  la  Edad  Media  ofrece  en  Es- 
paña singular  atractivo,  entre  los 
numerosos  asuntos  que  constitu- 
yen la  arqueología  de  esa  época,  no  sólo 
por  su  importancia  intrínseca,  general- 
mente reconocida ,  sino  que  también  por 
el  carácter  peculiar  que  distingue  á  las 
construcciones  militares  musulmanas  y 
cristianas  de  aquel  tiempo,  en  España,  y 
por  la  escasez  de  especulaciones  artísti- 
cas y  técnicas  de  que  han  sido  objeto. 

Si  la  contemplación  de  esos  inválidos 
testigos  de  la  memorable  epopeya  de  la 
Reconquista  y  de  las  contiendas  civiles, 
eternas  en  nuestra  patria,  embarga  el 
ánimo  del  ferviente  arqueólogo,  no  le  ab- 
sorbe menos  la  resolución  del  intrincado 
problema  cronológico  que  en  cada  ejem- 
plar le  presentan  los  desmochados  muros 
y  los  ruinosos  torreones ,  en  cuyos  recin- 
tos y  al  pie  de  cuyos  adarves  se  desarro- 
llaron los  innúmeros  dramas,  por  tan  grá- 
fico estilo  relatados  en  las  interesantes 
crónicas  generales  y  particulares. 

Entre  las  muchas  ruinas  de  fortificacio- 
nes que  aún  perduran  en  España,  las  de 
las  fortalezas  y  castillos  de  Escalona  y 
Maqueda  presentan  especial  dificultad  á 
la  investigación,  aquí,  como  en  otros  mu- 
chos casos,  hostigada  por  el  interés  histó- 
rico que  guardan  en  sus  desmantelados 
T.  m 


recintos,  inexpugnables  y  nunca  forza- 
dos, vastos,  poblados  y  extraordinaria- 
mente fortalecidos  en  otros  tiempos,  iner- 
mes, yermos  y  asolados  al  presente. 

No  ofrecen,  pues,  á  los  ojos  del  excur- 
sionista un  objetivo  de  gran  bulto  los  es- 
cuetos muros  torreados  que  restan  del 
castillo-palacio  del  Comendador  mayor 
de  León,  construido  en  Maqueda  durante 
los  primeros  años  de  la  segunda  mitad 
del  siglo  XV,  de  una  parte;  la  antigua 
torre  de  la  Vela  y  la  puerta  maestra  de 
la  fortaleza,  únicos  vestigios  de  la  cons- 
trucción mucho  más  antigua,  de  otra. 
Enteramente  desprovistos  de  todo  deta- 
lle de  esos  que  comúnmente  se  llaman 
artísticos  y  que,  como  vulgarmente  se 
dice,  llenan  el  ojo,  sólo  al  aficionado  al 
estudio  de  las  construcciones  militares  ó 
al  que  se  complace  en  la  contemplación 
de  cualquiera  reliquia  arquitectónica  de 
la  Edad  Media  pueden  interesar. 

Debieron  constituir  el  poblado  y  forta- 
leza de  Maqueda  '  una  de  las  más  pode- 
rosas defensas  de  la  línea  del  Tajo  en  to- 
das épocas ,  por  su  situación  próxima  á 
una  de  las  grandes  vías  militares,  reco- 
rrida ya  por  Aníbal  en  su  primera  inva- 
sión, reparada  luego  por  los  romanos,  y 
más  tarde  por  el  amir  Yussuf  el  Fehri 
en  746.  Más  próxima  todavía,  pues  acaso 
pasase  por  el  pie  de  sus  muros,  tenía  la 
vía  de  segundo  orden,  que  guiaba  direc- 
tamente desde  Toledo,  dejando  á  su  de- 
recha el  Guadarrama  y  el  Alberche,  á  los 
pasos  de  la  sierra  de  Cadalso  que  más 
acortaba  el  camino  del  NO.  de  la  Penín- 


1  No  fué  villa  hasta  el  siglo  xiv  muy  entrado. 

I 


boletín 


sula,  eterno  objetivo  de  todos  los  pue- 
blos invasores,  que  codiciaron  las  fabulo- 
sas riquezas  metalúrgicas  de  aquella  re- 
gión, de  que  tan  asombrosas  noticias  nos 
han  dejado  los  historiadores  de  la  anti- 
güedad clásica  ',  y  de  cuya  explotación 
perduran  pruebas  tan  memorables  como 
la  desviación  del  río  Sil  en  Monte  Fura- 
do,  atribuida  á  algún  pueblo  anterior  al 
romano. 

Que  las  razas  primitivas,  de  quienes 
no  se  ha  podido  escribir  historia  alguna, 
dejaron  rastros  de  su  vivienda  en  estas 
tierras  de  Toledo,  lo  prueban  las  aras  de 
Almorox,  los  toros  que  existían  en  la  sie- 
rra de  San  Vicente  en  1576  y  los  sepul- 
cros encontrados  en  muchos  puntos, 
como  Maqueda,  donde  existían  descu- 
biertos y  notados  en  la  segunda  mitad 
del  siglo  XVI.  Más  memorias  se  conser- 
van en  toda  esta  tierra  y  en  la  propia 
villa,  de  la  dominación  romana;  pero  sólo 
por  inducción  puede  decirse  que  en  su 
época  debió  ser  atendida  Maqueda  como 
plaza  fuerte,  defensora  de  vías  importan- 
tes y  de  un  país  llano  y  rico,  sabiendo 
que  en  sus  inmediaciones  debió  librarse 
alguna  gran  batalla,  según  exploraciones 
verificadas  en  el  siglo  xvi. 

Y  así  seguiría  hasta  la  invasión  aga- 
rena.  Los  primeros  amires  atendieron  á 
la  reparación  y  reconstrucción  de  las  nu- 
merosas é  importantes  obras  etruscas  y 
románicas  que  aún  quedaban  en  la  Pe- 
nínsula, y  se  apresuraron  á  fortificar  las 
plazas  que  habían  de  asegurarles  la  po- 
sesión del  rico  país  en  que  tan  á  gusto 
se  iban  estableciendo,  así  las  salvajes 
hordas  africanas,  como  las  tribus  que, 
procedentes  de  Siria,  de  Egipto,  de  Ara- 
bia, traían  una  civilización  tan  diversa  de 
la  romana  y  visigótica.  En  761  se  hallaba 
ya  Toledo  muy  íortalecida,  con  muros  y 
torreones  de  nueva  fábrica ,  y  es  verosí- 
mil que  lo  mismo  sucediera  en  todo  su 
territorio  -.  Más  adelante  Abderahmán  II 
encargaba  á  Giafar  ben  Muhasin  Saheb- 
alehnia,  ó  jefe  de  los  arquitectos,  la  repa- 
ración de  las  fortalezas  y  murallas  de 
Mérida,  y  en  981  el  arquitecto  Fatho  ben 


Ybraim  el  Omeya,  célebre  por  su  saber 
y  por  sus  numerosos  viajes  á  Oriente, 
fortifica  ó  aumenta  las  fortificaciones  de 
Maqueda,  ante  las  cuales  era  vencido  y 
hecho  prisionero,  en  una  gran  batalla  en 
1013,  el  ví^alí  de  Toledo,  Obeidala,  rebe- 
lado contra  el  rey  de  Córdoba,  Hixen. 
Integra  debió  llegar  á  poder  de  las  hues- 
tes de  Alfonso  VI,  cuando,  apoderadas 
ya  de  Madrid,  fueron  dominando  su  terri- 
torio y  el  de  Toledo  antes  de  rendir  á  la 
gran  metrópoli;  y  nada  nos  dicen  las  his- 
torias acerca  de  asedios,  escaladas  ni  des- 
trucciones de  las  numerosas  plazas  fuer- 
tes que  defendían  el  país.  Hay,  pues,  fun- 
dadas razones  para  dar  como  seguro  que 
estas  plazas  fueron  ocupadas  por  los  al- 
caides cristianos  sin  que  necesitasen  nue- 
vas obras  de  defensa  ';  y  como  de  épocas 
posteriores  tampoco  consta  que  Maqueda 
fuese  desmantelada  en  poco  ni  en  mucho, 
puede  afirmarse ,  con  visos  de  certidum- 
bre ,  cuál  sea  la  filiación  cronológica  de 
las  obras  que  hasta  nuestra  época  han 
llegado  y  de  las  que  adelante  nos  ocupa- 
remos. 

Maqueda  se  entregó  á  Alfonso  VI  en  la 
campaña  de  1083  con  todo  el  territorio 
comprendido  entre  Talavera  y  Madrid, 
campaña  que  continuaba  la  que  el  año 
anterior  había  llevado  á  cabo  felizmente, 
entrando  por  los  puertos  de  la  sierra  de 
Guisando  y  apoderándose  de  Escalona  y 
de  Talavera,  principales  plazas  fuertes 
al  Norte  y  á  Poniente  de  Toledo  y  que 
con  la  posesión  de  Maqueda,  que  no  debía 
ceder  en  importancia  estratégica  á  las 
mencionadas ,  aseguraba  á  los  cristianos 
el  dominio  de  la  región  fronteriza.  Otra 
prueba  de  la  importancia  militar  de  Ma- 
queda es  que  no  figura  entre  los  pueblos 
con  que  Alfonso  VI  dotó  á  la  iglesia  de 
Toledo  á  raíz  de  la  conquista,  debiendo 
quedar  en  el  dominio  real ;  y  si  bien  en 
1115  doña  Urraca  y  Alfonso  VII  le  dona- 
ban Maqueda  y  Alfamín  y  en  1127  otorga- 
ba el  Papa  Honorio  la  bula  de  donación  ó 
constitución  de  la  diócesis,  era  esto  cuan- 
do ya  se  hallaba  relativamente  consolida- 
da la  posesión  de  entrambas  riberas  del 


1  Y  los  arábigos.  V.  Al-Makari. 

2  Al-Makari  lo  afirma  concretamente. 


1  Así  lo  afirma  la  Crón.  del  Anónimo  de  Córdoba 
coetánea  y  la  arábiga  del  Embajador  de  Marruecos. 


DK    LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


Tajo.  Esa  importancia  resulta  asimismo 
en  el  hecho  de  aparecer  tres  vecinos  de 
Maqueda  confirmando  el  fuero  concedido 
á  los  muzárabes,  castellanos  y  francos  de 
Toledo  en  1118  *  por  el  emperador.  Ase- 
gúrase que  también  figura  esa  confirma- 
ción al  pie  del  fuero  primitivo  de  Madrid; 
y  cuando  Alfonso  VIH  exigió  á  los  "ba- 
rones principales  del  reino,  gobernado- 
res, ciudades,  al  maestre  de  Calatrava 
con  sus  freyles,  al  comendador  de  Lacles 
con  sus  hermanos,  al  arzobispo  de  Tole- 
do y  obispos,,  juramento  y  promesa  de 
recibir  á  Conrado  de  Suevia,  hijo  del  em- 
perador de  Alemania  y  entregarle  por 
mujer  á  la  infanta  doña  Berenguela,  hija 
de  Alfonso  VIII  y  "dar  el  reino  á  la  mis- 
ma mujer  suya  y  á  Conrado  de  Suevia 
con  ella,,,  Maqueda  aparece  confirmando 
al  pie  de  la  escritura  de  contrato  que  pre- 
cedió al  matrimonio  de  la  infanta,  y  al 
lado  de  Toledo,  Madrid,  Talavera,  Gua- 
dalajara,    Cuenca,   Plasencia ,  Trujillo, 
Escalona,  Huete ,   Cuéllar,   Coca,  Por- 
tillo, Pedraza ,  Hita,   Talamanca,  Uze- 
da  y  Buytrago.  Del  texto  de  esta  escri- 
tura deduce  el  marqués  de  Mondéjar  que 
en  esta  época  concurrían  á  las  Cortes  ge- 
nerales de  Castilla,  no  sólo  las  ciudades 
del  reino,  sino  que  también  los /«¿"«r^s 
tnds  señalados  suyos.  Y  esto  se  prueba 
por  cierto,  andando  el  tiempo,  por  ia  con- 
testación que  dan  los  regidores  de  Ma- 
queda, á  una  de  las  sesenta  y  dos  pregun- 
tas que  constituyen  la  Instrucción  en- 
viada por  Felipe  II  á  las  ciudades  y  villas 
de  España,  para  la  formación  del  censo 
general  que  proyectó.  En  1177  D.  Alfon- 
so Vil  había  donado  la  villa,  fortaleza  y 
castillo  de  Maqueda  á  la  Orden  de  Cala- 
trava en  recompensa  de  sus  muchas  y 
valiosas  hazañas  en  la  frontera. 

Maqueda,  como  Toledo  y  Talavera,  re- 
sistían en  1197  la  acometida  del  rey  de 
los  almohades  lusuf,  quien  tuvo  que  re- 
troceder fugitivo. 

Y  este  es  el  último  hecho  de  armas  de 
importancia  general  en  que  mencionan  á 
Maqueda  las  historias  de  la  Edad  Media, 
no  apareciendo  ya  en  los  siglos  posterio- 


res sino  como  uno  de  tantos  alcázares 
fortificados,  que  cambiaba  de  dueño  con 
las  peripecias  de  las  contiendas  civiles, 
amparando  ya  á  monarcas  niños  secues- 
trados por  sus  propios  subditos,  ya  á  re- 
yes fugitivos  de  su  propia  corte ,  ya  sir- 
viendo de  cárcel  y  lugar  de  suplicio  de 
poderosos  magnates,  como  el  maestre  de 
Calatrava  D,  Juan  Núñez  de  Prado,  de- 
gollado en  la  fortaleza  de  Maqueda,  no 
por  orden  de  D.  Pedro  I,  como  han  su- 
puesto algunos,  sino  por  la  del  maestre 
que  le  sucedió  D.  Diego  García  de  Padi- 
lla, quien  castigó  en  él  muchas  traiciones 
y  su  odio  á  la  familia  de  los  Padillas. 

Perteneció  Maqueda  por  donación  de 
Alfonso  VII  á  la  Orden  de  Calatrava, 
constituyendo  con  la  villa  y  castillo  de 
San  Silvestre  y  sus  términos  una  de  sus 
encomiendas,  hasta  el  año  1435,  en  que  el 
condestable  D.  Alvaro  de  Luna  trató  con 
la  Orden  y  su  maestre  y  el  comendador 
de  Maqueda  "que  le  trocasen  la  villa  y  á" 
San  Silvestre  por  los  lugares  de  Arjona 
y  Arjonilla,,,  que  había  comprado  al  con- 
de de  Luna  y  que  constituyendo  el  du- 
cado de  Arjona,  en  la  provincia  de  Jaén, 
le  había  sido  transmitido  por  D.  Juan  II 
tiempo  atrás  "y  después  de  muchos  dares 
y  tomares  se  vinieron  á  concertar  y  po- 
ner tasadores  por  la  una  parte  y  por  la 
otra,  y  al  fin  se  vinieron  á  concertar  y  ha- 
cer el  dicho  trueco„  con  doce  mil  mara- 
vedís que  agregó  el  Condestable  á  sus 
dos  nombrados  lugares  ',  y  según  Sando- 
val,  entrando  en  la  negociación  además 
las  villas  de  Ximena  y  Recena  y  la  escri- 
banía mayor  de  Ciudad  Real. 

Las  razones  políticas  y  de  propia  con- 
veniencia que  á  D.  Alvaro  pudieron  su- 
gerir este  trueque  serán  expuestas  al 
tratar  de  Escalona.  Por  ahora  nos  basta 
consignar  que  la  importancia  de  Maque- 
da  no  debía  haber  disminuido,  sino  antes 
aumentado,  cuando  valía  el  cambio  con 
dos  lugares  y  dos  villas  importantes  y 
una  pingüe  renta. 

En  la  accidentada  historia  del  malaven- 
turado Condestable  figura  Maqueda  como 
uno  de  los  baluartes  inexpugnables  de  su 


1  Hasta  1169  no  obtuvieron  asiento  en  las  Cortes  los 
concejos.  (T.  i,  Códs.  esp.,  pág.  250,  2.") 


1  Relaciones  pedidas  á  las  ciudades  y  villas  de  Es- 
paña de  orden  de  Felipe  II. 


boletín 


poderío.  En  la  conjuración  que  en  el  año 
1441  tramaron  contra  él  las  reinas  de 
Castilla  y  de  Navarra,  el  infante  D.  En- 
rique de  Aragón  y  varios  grandes,  fueron 
á  provocarle  en  sus  estados  con  gran  co- 
pia de  gente,  y  aunque  el  Condestable  les 
salió  al  encuentro  en  Maqueda  y  aceptó 
el  reto,  nada  pudieron  contra  él  ni  en  esta 
plaza  fuerte  ni  en  campo  abierto,  pero 
harto  fortalecido  como  adelante  vere- 
mos. 

Más  triste  papel  desempeñaba  la  invic- 
ta fortaleza  algunos  años  después.  Tenía- 
la por  el  Condestable  Fernando  de   Ri- 
vadeneyra,  uno  de  sus  más  fieles  amigos 
y  servidores,  y  quien  á  su  lado  estuvo  en 
Burgos  hasta  los  últimos  momentos...  "y 
ya  después  de  degollado  el  Maestre,  él 
se  va  derechamente  para  aquella  villa- 
dice  la  Crónica  de  D.  Alvaro— con  pro- 
pósito de  la  defender  por  su  señor  contra 
todas  laspersonas  del  mundo,  e  barréala, 
e  fortalesce  la  misma  villa  e  la  fortaleca 
della  lo  mejor  que  puede.  E  por  mas  se 
enfortalesger,  fase  quemar  e  derribar  un 
grand  numero  de  casas,  que  estavan  en 
cave  la  cerca;  e  aun  a  vueltas  dellas  fas- 
Qe  derribar  unas  dos  Eglesias  por  cabsa 
de  lo  qual  el  se  vido  después  en  assaz  tra- 
bajo por  aver  absolución  del  excesso  e 
crimen  que  cometió  en  las  fascer  derri- 
bar, e  espendió  sobre  ello  assaz  suma  de 
su  fascienda,  fasta  aver  la  tal  absolución. 
El  rey  e  los  que  con  él  iban  se  apossen- 
tan  por  las  casas  de  fuera  como  mejor 
pudieron.  De  la  fortaleza  lanzaban  pie- 
dras con  mandrones  e  lanzaban  passado- 
res  con  ballestas  fuertes  '.  Los  de  fuera 
ponen  sus  anteparas  por  sus  possadas,  de 
puertas  e  de  tablas ,  e  de  otros  amparos 
contra  los  tiros  que  se  langaban,  e  por  las 
calles  andaban  cercanos  e  arrimados  á 
las  paredes  por  se  guardar  e  defender  de 
los  tales  tiros.  El  rey  estovo  allí  algu- 
nos dias ,  e  Fernando  de  Ribadeneyra  e 
los  que  con  él  eran  se  defendieron  recia- 
mente, fasta  tanto  que  el  rey  e  los  de  su 
Consejo,  veyendo  ser  complidero  que  lo 
que  por  armas  non  se  podia  acabar  se 
acabase  con  vozes  e  con  palabras,  e  por 


los  actos,  que  para  en  tales  cosas  é  ca- 
sos están  ordenados  por  las  leyes  de  las 
Partidas  e  Ordenamientos  del  reyno, 
acordaron  que  raandasse,  segund  que  lo 
mandó  el  rey  fascer  dar  pregones  e  fascer 
processo  contra  el  Fernando  de  Ribade- 
neyra e  contra  los  que  con  él  estaban, 
para  fascer  estrado  de  luto  e  los  dar  por 
traydores.  El  Fernando  de  Ribadeneyra 
como  era  cauallero  de  prez  e  de  valor  e 
persona  que  amaua  mucho  su  honor  e  su 
fama;  e  como  sea  otrossi  que  todas  las 
personas  son  más  obligadas  á  sí  mismas 
que  á  otro  alguno...  convínole  de  entre- 
gar la  villa  e  la  fortaleza  al  rey  e  final- 
mente que  lo  entregó  todo  essenta  e  li- 
bremente...,, 

En  virtud  de  las  leyes  que  regían  lass 
relaciones  político-militares  entre  el  rey 
y  sus  magnates,  y  que  rara  vez  se  cum- 
plían sin  lucha  y  transacciones,  la  fortale- 
za y  castillo  de  Maqueda  se  rindió  al  mo- 
narca, tan  solamenteen  el  concepto  de  res- 
tarlos á  la  familia  y  criados  del  Condesta- 
ble. Mediaron  pactos  entre  Fernando  de 
Ribadeneyra  y  el  rey:  éste  nombraría  al- 
caide suyo  que  se  incautase  de  la  plaza, 
pero  quedando  ésta  de  propiedad  del 
conde  de  Santisteban,  hijo  de  D.  Alvaro, 
á  quien  compró  la  villa  y  sus  defensas  el 
arzobispo  de  Toledo,  D.  Alonso  Carrillo, 
el  cual  la  dio  luego  á  un  sobrino  suyo. 
Carrillo  también.  De  éste  la  adquirió  por 
fin  el  comendador  mayor  de  León,  don 
Gutierre  de  Cárdenas  ',  el  célebre  conta- 
dor mayor  del  rey  D.  Fernando  el  Cató- 
lico y  de  la  reina  Isabel,  "á  quien  sirvió  de 
maestresala,, — según  dice  Salazar  y  Men- 
doza—"y  fué  mucha  parte  para  que  se 
efectuase  su  casamiento  con  el  rey,,.  Tuvo 
tanta  mano  en  el  gobierno  destos  reinos, 
como  dice  la  copla: 

«Cárdenas  y  el  Cardenal 
Chacón  y  fray  Montero 
traen  la  corte  al  retortero. „ 

Obtuvo  D.  Gutierre  el  señorío  de  Ma- 
queda con  título  de  duque,  por  merced  de 
los  reyes,  viniendo  así  á  ser  el  postrero 
señor  de  Maqueda  y  quien  la  elevó  á  gran 
esplendor,  reconstruyendo  el  castillo-pa- 


1  Y  ¡iros  de  pólvora ,  según  el  bachiller  Fernán 
Gómez  de  Cibdareal. 


1  Compró  además  al  cabildo  catedral  de   Toledo 
las  villas  de  Torrijos  y  de  Alcabón. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


5 


lacio  y  reparando  sus  defensas  ,  aumen- 
tando hospitales  y  otras  fundaciones,  bien 
ajeno  de  que  la  incuria  de  sus  sucesores 
había  de  dejar  en  breve  tiempo  yermo, 
asolado  y  desierto  el  que  había  sido  por 
tantos  siglos  uno  de  los  más  firmes  ba- 
luartes del  reino  de  Castilla. 


Escasísimos  son,  con  efecto,  los  restos 
que  de  esa  pasada  y  prepotente  grandeza 
quedan  en  Maqueda,  pero  miserables  y 
t  abatidos  como  subsisten  todavía,  repre- 
sentan muy  característicamente  á  los  dos 
pueblos  que,  en  las  últimas  etapas  de  su 
historia  militar,  tuvieron  en  ella  una  de 
sus  mejores  fortalezas.  La  alta  torre  de 
la  vela,  cuya  gallarda  altivez  aún  no  han 
abatido  ni  las  dentelladas  del  año ,  ni  la 
codicia  del  hombre;  la  puerta  maestra 
de  la  fortaleza,  nos  hablan  de  los  arqui- 
tectos militares  de  Yusuf-el-Fehri,  de 
otros  anteriores  y  de  los  primeros  califas. 
El  desmantelado  alcázar  que,  á  40  me- 
tros de  altura  sobre  el  llano ,  le  domina 
por  Oriente  y  Mediodía ,  aún  ostenta  so- 
bre su  puerta  los  blasones  de  los  Cárde- 
nas y  nos  presenta  la  época,  harto  diver- 
sa, de  la  terminación  de  la  Reconquista;  y 
estos  dos  puntos  extremos:  puerta  y  al- 
cázar, limitan  el  eje  mayor  del  plano 
poligonal  de  la  fortaleza,  de  la  villeta, 
como  se  designaba  en  el  siglo  xvi,  por  lo 
que  de  vasto  campo  atrincherado  y  copio- 
samente fortalecido  tuvo  siempre,  como 
tantas  otras  en  la  Península. 

Debió  tener  Maqueda,  como  hemos 
apuntado,  gran  importancia  estratégica 
en  todas  épocas,  como  la  más  importante 
defensa  en  la  orilla  derecha  del  Tajo,  y 
avanzada  de  las  artificiales  y  naturales 
que  cortaban  el  paso  á  los  invasores  en 
las  vías  que ,  desde  la  región  meridional, 
se  dirigían,  por  la  línea  más  corta  y  prac- 
ticable, al  centro  y  Noroeste  de  la  Pe- 
nínsula, por  sus  vastas  llanuras. 

Era,  asimismo,  la  principal  avanzada 
en  el  sistema  defensivo  de  la  línea  del 
Tajo,  comprendido  entre  este  río  y  las 
sierras  de  Cadalso,  al  Norte,  y  de  San  Vi- 
cente al  Poniente,  dominando  la  conñuen- 
cia  de  la  vía  que,  desde  el  Mediodía,  por 


Toledo,  llevaba  á  la  región  central  de 
ultra  puertos,  por  el  Portachuelo  de  Pa- 
redes y  por  Almorox,  camino  directo  á 
las  llanuras  castellanas,  con  la  que,  desde 
el  Nordeste ,  se  dirigía  á  Extremadura  y 
Portugal,  por  Talavera. 

Tuvo  fuertes  avanzados  en  San  Silves- 
tre, á  una  legua,  con  castillo  y  fortaleza 
al  Oriente,  y  á  Quismondo  al  Nordeste 
que,  con  la  importante  fortaleza  de  Alfa- 
min  y  la  Torre  de  Esteban  Ambrán,  se 
apoyaban  en  la  orilla  izquierda  del  Al- 
berche;  á  Noves  y  Caudilla,  pueblo  aquél 
rico  y  con  casas  fuertes  de  los  González 
de  Mendoza  y  Pérez  de  Ayala,  patria  de 
Juan  de  Padilla  y  de  Juan  Bravo,  á  una 
legua  al  Oriente;  fuerte  atrincherado  el 
segundo  á  igual  distancia  hacia  el  Medio- 
día, y  comprendiendo  entre  ambos,  que 
distan  dos  kilómetros  uno  de  otro ,  la 
atalaya  de  Noves ,  fuerte  destacado  que 
vigilaba  los  caminos  de  Toledo  á  Maque- 
da  y  San  Silvestre,  y  que  continuaban 
la  línea  defensiva  del  Sudeste,  hasta  rasar 
con  el  Tajo,  teniendo  á  Val  de  Santo  Do- 
mingo, Alcabón  y  Santa  Olalla,  y  algunos 
otros  fuertes  destacados,  como  eslabones 
dependientes  de  la  jurisdicción  militar  de 
Maqueda,  hasta  enlazar  con  el  castillo  de 
Montalbán  en  el  meridiano  de  Escalona, 
avanzada  extrema  del  llano,  al  amparo 
del  Alberche  y  del  Tajo. 

Aún  tuvo  Maqueda  mayor  población  en 
su  territorio,  y  precisa  tenerlo  en  cuenta, 
pues,  dada  la  organización  social  y  militar 
de  pasadas  épocas,  sobre  todo  de  la  Edad 
Media,  aldeas  y  lugares  podían  conside- 
rarse, aun  no  teniendo  defensas  de  impor- 
tancia, ya  como  fuertes  destacados,  ya 
como  simples  acuartelamientos  de  los 
que,  en  momentos  de  peligro  y  á  la  señal 
de  una  ahumada  ó  de  una  almenara  he- 
cha desde  la  plataforma  de  una  atalaya, 
como  la  de  Noves,  acudían  á  concen- 
trarse en  el  fuerte,  castillo  ó  fortaleza 
designados  los  ballesteros  y  lanceros  de 
nómina. 

Con  efecto,  en  1576  quedaban  vestigios 
que  demostraban  haber  existido  en  torno 
á  Maqueda,  los  lugares  ó  aldeas  de  Jaén, 
Carmena,  Don  Andrés,  la  Fuente  de  Doña 
Guiomar,  San  Juan  de  la  Higuera  y  el 
Torrejón  del  Retamal,  que  sería  proba- 


boletín 


blemente  otra  atalaya  ó   fuerte  desta- 
cado '. 

De  todo  esto  resulta  que  Maqueda  debió 
ser  un  campo  atrincherado  de  dos  recin- 
tos: la  villa,  cercada  y  torreada,  la  for- 
taleza, con  más  fuertes  muros  y  más  po- 
derosas torres,  y  con  un  gran  reducto  de 
seguridad  en  su  sólido  y  bien  situado  cas- 
tillo, dominando  un  extenso  y  despejado 
territorio  muy  poblado  y  abastecido  de 
defensas  de  todas  las  categorías,  necesa- 
rias en  un  completo  plan  de  fortificación. 

Aun  en  la  época  en  que  se  había  ini- 
ciado su  decadencia,  era  Maqueda  pobla- 
ción de  cierta  importancia,  puesto  que 
en  1575  tenía  quinientos  hogares  y  unos 
quinientos  cincuenta  vecinos,  con  reli- 
quias de  haber  sido  mucho  mayor  en  ex- 
tensión. Contaba  veinte  casas  de  hijos- 
dalgo, guardábala  una  cerca  torreada, 
cuyas  cortinas  y  cubos  de  argamasa  de- 
nunciaban su  fábrica  indígena  muy  anti- 
gua, pues  en  esta  época  estaban  ya  muy 
decrépitas  *,  y  desde  el  centro  de  la  villa, 
donde  hoy  se  levanta  aún  el  rollo ,  se  su- 
bía á  la  villeta,  cuya  puerta  principal  es 
uno  de  los  restos  que  han  quedado  de  la 
antigua  fortaleza.  Desde  aquí,  extendién- 
dose á  derecha  é  izquierda  hasta  unirse 
con  el  alcázar,  corría  un  fuerte  muro  de 
cal  y  canto  "con  vnas  torres  muy  anti- 
guas, á  manera  de  flautas ',  de  cinquenta  e 
noventa  pies,,,  dentro  de  las  cuales  había 
"algunas  casas,,.  Tenía  la  villeta  dos 
puertas,  defendidas  una  de  ellas  por  un 
verdadero  baluarte  avanzado  de  planta 
pentagonal,  y  la  otra  por  la  torre  del  ho- 
menaje, con  más  la  puerta  que  subsiste 
hoy,  sobre  la  cual  se  alzaba  "otra  torre 
fuerte,,.  Todas  estas  defensas  eran  de  cal 
y  canto  y  ladrillo. 

Estas  noticias  que  nos  suministra  la  mi- 
nuciosa Relación  extendida  en  7  de  Fe- 
brero de  1576  por  los  alcaldes  honorarios 
en  la  dicha  villa,  que  nombraba  el  ilus- 
trísimo  Sr.  D.  Bernardino  de  Cárdenas, 
duque  de  Maqueda,  en  cumplimiento  de 


1  De  la'antigüedad  y  prodigioso  número  de  estas 
atala^-as  existentes  en  la  Península,  nos  habla  Plinio 
en  el  libro  citado  más  adelante,  de  su  Natnralis  Hi. 
sto}  iae,  y  los  cronistas  y  geógrafos  arábigos  copiados 
por  Al-Makarí,  el  moro  Rasís,  etc. 

2  Véase  adelante  la  cita  que  hago  de  Plinio. 

3  Torres  de  planta  semicircular. 


la  cédula  real  expedida  por  Felipe  II,  para 
la  confección  del  censo  de  sus  reinos,  in- 
dican cuál  era  todavía  en  el  siglo  xvi  la 
importancia  de  Maqueda  y  el  estado  de 
sus  fortificaciones,  hoy  en  tan  gran  parte 
arrasadas.  Colacionados  estos  auténticos 
datos  con  las  plantas  y  estructura  de  la 
torre  y  puerta  existentes,  comprueban 
la  fortaleza  de  aquellas  defensas ,  que 
eran  numerosas,  sobre  todo  las  torres, 
por  lo  que  dice  en  otro  lugar  la  citada  Re- 
lación. 

Con  efecto,  la  que,  por  su  situación  y 
altura,  no  hemos  vacilado  en  llamar  to-  \ 
rre  de  la  vela,  atalaya  dominante  del  re- 
cinto, principalmente  para  la  campaña  del 
Norte,  Nordeste  y  Noroeste,  vigilaba  una 
extensión  de  más  de  30  kilómetros  ha- 
cia el  arco  del  horizonte  señalado  por  la 
sierra  de  San  Vicente  al  Poniente ,  la  de 
Guisando  ó  Cadalso  al  Norte,  y  hasta  las 
últimas  estribaciones  de  la  de  Guadarra- 
ma al  Nordeste,  que  constituía  el  frente 
de  más  cuidado  para  la  plaza,  desde  la 
época  de  su  construcción  hasta  el  fin  de 
su  ocupación  por  los  musulmanes.  Por  la 
parte  meridional  aún  dominaba  mayor 
extensión,  por  ser  todo  terreno  llano  has- 
ta los  límites  del  horizonte.  Podían,  pues, 
los  vigías  percibir  desde  las  plataformas 
de  la  torre  los  avisos  de  alarma  que  en 
ahumadas  ó  almenaras  daban  las  nume- 
rosas atalayas  y  los  fuertes  destacados, 
diseminados  por  toda  la  campaña,  así 
como  los  castillos  atrincherados  de  San 
Silvestre,  de  Caudilla  y  otros  que  han 
desaparecido;  distinguir  á  largas  distan- 
cias el  centelleo  de  los  bruñidos  bacinetes 
y  capellinas,  los  destellos  de  los  acicala- 
dos hierros  de  las  lanzas,  mudos  delato- 
res de  toda  fuerza  armada;  empardecerse 
la  campaña  con  las  nubes  de  polvo  que 
levantaban  caballos  y  peones,  señalando 
por  entre  los  olivares  el  camino  que  se- 
guían los  tropeles  de  amigos  que  venían 
en  auxilio,  ó  de  adversarios  que  acudían 
al  ataque,  con  mucho  más  tiempo  del  ne- 
cesario para  apercibirse  á  la  defensa. 

Es  la  estructura  de  esta  torre  con  ex- 
tremo interesante,  por  cuanto  ofrece  el 
único  ejemplar  de  su  época  y  estilo,  y 
casi  integro,  que  conozco.  Semejante  en 
su  aparejo,  en  los  cinchos  ó  plintos  de 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


ladrillo  que  señalan  la  línea  de  sus  dos 
pisos  superiores,  y  en  su  planta  á  algunas 
de  las  que  en  los  muros  de  Toledo  y  de 
Talavera  se  reputan  muy  fundadamente 
como  de  la  primera  época  musulmana, 
presenta,  sobre  todo  en  la  disposición  de 
los  dos  órdenes  de  ventanas  de  sus  adar- 
ves cubiertos,  un  carácter  oriental  de  in- 
discutible originalidad,  que  confirman  da- 
tos gráficos  tan  auténticos  como  la  minia- 
tura del  códice  Vigilano  ,  conservado  en 
la  Biblioteca  Escurialense,  que  nos  re- 


TORRE  DE  LA  VELA  EN  LA  FORTALEZA 
DE    MAQUEDA 


presenta  una  imagen  detallada  de  los  mu- 
ros, puertas  y  torres  de  Toledo,  tales 
cuales  eran  á  mediados  del  siglo  x  y  tal 
cual  se  conservan,  aunque  tapiadas  las 
ventanas ,  en  la  Puerta  Vieja  de  Bisagra 
y  la  de  la  Almofala  y  la  torre  de  planta 
rectangular  inmediata  á  la  Puerta  Nueva 
de  Bisagra,  entre  otras. 

Son  estas  ventanas,  en  las  torres  sobre 
todo,  uno  de  los  accidentes  característi- 
cos de  las  fortificaciones  del  extremo 
Oriente  y  hay  indicios  vehementes  para 
afirmar  que  fué  esta  una  de  las  modifica- 
ciones que  introdujeron  en  la  fortifica- 
ción los  arquitectos  caldeos  y  asirlos,  des- 


de que  se  percataron  de  que  el  objetivo 
primordial  de  las  máquinas  de  tiro  del 
sitiador  eran  los  merlones  del  adarve, 
destrozados  los  cuales  quedaban  sin  am- 
paro los  arqueros  que  contenían  el  apro- 
che  de  los  buzones  y  gatas  del  enemigo.  Y 
esos  indicios  nos  los  dan  las  numerosas 
reproducciones  de  asedios  de  plazas  y  de 
fortificaciones  de  todos  los  grados,  que 
se  ven  en  los  relieves  asirlos  5'  en  los  mo- 
numentos egipcios,  recogidos  y  guarda- 
dos en  los  Museos  del  Louvre  y  Británi- 
co, ó  reproducidos  en  obras  monumenta- 
les *.  Casi  todos  ofrecen  ese  detalle  de  las 
ventanas  correspondientes  á  uno  ó  dos 
pisos  inmediatamente  inferiores  á  las  pla- 
taformas de  las  torres  ó  al  suelo  del  adar- 
ve en  los  muros,  por  donde  podía  conti- 
nuarse la  defensa  aun  después  de  destro- 
zado el  clatel  de  almenas.  Esas  mismas 
reproducciones  presentan  éste,  formado 
por  merlones  triangulares  unas  veces, 
semicirculares  otras,  como  se  ven  en  el 
Códice  Vigilano,  dentellados  ó  de  esca- 
lones otras,  como  quedan  en  monumen- 
tos subsistentes  en  la  Península.  Estas  y 
otras  enseñanzas,  que  adelante  expondré, 
me  han  hecho  adquirir  la  convicción  de 
que  no  es  tan  descabellada  la  asevera- 
ción de  los  escritores  rabínicos  antiguos, 
que  aseguraron  el  origen  hebreo  de  las 
villas  de  Escalona  y  Maqueda,  cuyas  ho- 
mónimas existieron  en  Siria  ^,  así  como 
que  los  pueblos  de  origen  semita  que  en 
Egipto,  Arabia,  Siria  y  otras  regiones 
habían  recibido  las  tradiciones  de  las  an- 
tiguas civilizaciones  caldea  y  asiría ,  tra- 
jeron en  su  invasión  de  la  Península  ibé- 
rica muchos  de  sus  gérmenes,  si  no  de 
sus  frutos  sazonados.  Sabido  es,  además, 
que,  como  otros  muchos  sabios  cordobe- 
ses anteriores,  Fatho  ben  Ibrahim  el  Ome- 
ya,  acaso  el  que  perfeccionó  las  defensas 
de  Maqueda ,   viajó  mucho  por  Oriente 
antes  de  acometer  muchas  obras  de  forti- 
ficación en  el  territorio  del  califato.  Mu- 
chos datos  podría  aducir  para  la  confir- 
mación del  origen  asiático  de  no  pocos 


1  Monuments  of  Nineveh ,  por  Mr.  Layand,  entre 
otras  muchas. 

2  No  es  de  este  lugar  explanar  algo  este  punto,  que 
trato  con  más  extensión  en  mi  monografía  acerca  del 
Gran  Condestable  D.  Alvaro  de  Luna, 


boletín 


detalles  relativos  al  arte  militar  de  la 
Edad  Media  en  España;  pero  tendría  que 
apartarme  demasiado  del  asunto  de  estos 
apuntes,  y  extenderme  con  exceso  imper- 
tinente. 

Todavía  en  el  siglo  xvi  pudo  ser  esta 
una  de  las  torres  "que  tenían  casas,,  den- 
tro, según  expresa  la  Relación  citada, 
pues  ho}^  se  ven  claramente  sus  dos  pisos 
superiores  á  una  altura  de  veinticinco 
metros  por  lo  menos,  y  esto  indica  que 
en  sus  cuerpos  inferiores,  por  donde  es- 
tuviera unida  al  muro,  hubo  de  tener 
construcciones  de  mayor  planta,  que  con 
ella  formasen  edificios  de  importancia. 

No  creo  aventurarme  gran  cosa  al  afir- 
mar que  toda  la  evolución  del  arte  del 
arquitecto  militar  se  encuentra  en  las  épo- 
cas de  que  trato,  supeditada  al  sucesivo 
desenvolvimiento  de  las  armas  de  tiro 
manuables;  el  arco,  la  ballesta  de  mano  y 
la  ballesta  de  muro.  De  los  pueblos  orien- 
tales antiguos  no  sabemos  que  empleasen 
sino  el  primero,  y  á  juzgar  por  el  resul- 
tado de  las  exploraciones  en  Oriente  rea- 
lizadas con  tanto  resultado,  su  alcance  de- 
bía ser  de  unos  veintisiete  metros ,  pues 
esta  es  la  distancia  que  separaba  las  to- 
rres en  las  cortinas  de  los  muros.  An- 
dando el  tiempo,  aparece  la  ballesta  de 
muro  y  de  mano  (scorpio,  arcubalista) 
entre  los  ejércitos  romanos,  quienes  la  to- 
maron de  otros  pueblos  que  no  se  nom- 
bran; pero  ni  entonces,  ni  hasta  mucho 
después  debía  ser  grande  su  alcance,  y 
el  arco  debía  seguir  siendo  la  poderosa 
defensa  opuesta  desde  los  adarves  á  los 
zapadores  de  los  muros.  Así  se  ve  que 
entre  los  egipcios,  caldeos,  asirlos  y  de- 
más pueblos  del  Oriente,  por  excepción 
se  ven  torres  de  planta  curvilínea  ó  mix- 
ta (semicircular  ó  paralelográmica-semi- 
circular),  cuya  adopción  en  posteriores 
tiempos  acusa  un  progreso  en  la  arqui- 
tectura militar,  ó,  mejor  dicho,  una  nece- 
sidad de  adaptación  al  progreso  evolutivo 
de  la  artillería  de  sitio,  y  á  la  adopción  de 
la  arcubalista  y  de  la  balista  de  muro, 
de  efecto  más  cierto  y  eficaz  que  el  arco, 
pero  de  más  corto  alcance  en  sus  prime- 
ros tiempos.  Y  mientras  en  la  época  de 
Vitrubio  se  preconiza  ya  por  este  autor 
como  más  ventajosa  la  planta  poligonal 


y  paralelográmico-semicírcular  ',  pero 
prefiriendo  aún  la  planta  rectangular,  que 
copiaron  de  los  griegos,  como  éstos  la 
habían  tomado  de  los  pueblos  del  Asia, 
los  persas,  á  quienes  se  atribuye  la  in- 
vención de  la  ballesta  y  muchos  otros 
perfeccionamientos  en  el  arte  militar,  lle- 
vaban á  Egipto ,  á  Arabia,  á  Siria,  etc., 
nuevos  procedimientos  y  nuevas  prácti- 
cas, que  fueron  asimilándose  las  razas 
de  quienes  salieron  los  ejércitos  musul- 
manes, conquistadores  de  la  Península 
ibérica. 

Débense  contar  entre  estos  perfeccio- 
namientos las  torres  de  gf an  elevación  y 
cara  exterior  convexa,  el  aparejo  mixto 
ó  de  solo  ladrillo  y  los  adarves  de  venta- 
nales cubiertos.  Con  la  estructura  semi- 
circular se  aumentó  mucho  el  ñanqueodel 
recinto  adyacente;  se  obtuvo  mayor  re- 
sistencia en  la  obra  contra  la  artillería 
de  zapa  y  tiro,  con  la  supresión  de  esqui- 
nas y  la  sustitución  del  aparejo  de  ladri- 
llo al  mediano  de  sillarejos  ó  de  mam- 
puestos -.  Los  dobles  adarves  con  clatel 
de  almenas  en  la  plataforma  y  ventanas 
ballesteras  en  el  piso  inmediato ,  ya  usa- 
das anteriormente  en  Asiría,  completa- 
ron la  torre  perfeccionada  de  esta  época. 

Al  tomar  posesión  de  Toledo  y  de  su 
territorio,  debieron  considerar  los  mu- 
sulmanes la  línea  del  Tajo  como  la  más 
formidable  defensa  central  de  sus  nuevos 
dominios ,  y  así  se  lo  confirmaron  los  su- 
cesos durante  cerca  de  cuatro  siglos. 
Nada  de  extraño  tiene,  pues,  que  extre- 
masen su  defensa  en  ambas  orillas  del 
Tajo,  hasta  las  sierras,  como  atestiguan 
los  numerosos  restos  de  fortificación  que 
aún  se  encuentran,  y  los  datos  estadísti- 
cos del  siglo  XVI. 

Estas  construcciones  militares  de  los 
primeros  amires  y  califas  tienen  un  ca- 
rácter muy  determinado,  que,  diferen- 
ciándolas esencialmente  de  las  que,  se- 
gún Plinio  ',  y  posteriormente  los  cronis- 
tas arábigos  de  la  invasión  *,  existían  de 


1  Lib.  I,  cap.  V,  De  Arqtiitecluya.  De  fundamentis 
nnirorum  et  turriura. 

2  Véase  el  incidente  del  asedio  de]  castillo  de  Gi- 
braltar  en  tiempo  de  Alfonso  XI,  entre  otros  muchos 
casos  que  podría  citar. 

3  iVatnralís  Historiae  ,  xxxv  ,  48. 

4  Citados  por  Al-Makari. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


tiempos  muy  antiguos  en  la  Península, 
delatan  su  origen  asiático  perfectamente 
justificado,  no  sólo  por  la  presencia  de 
gentes  persas,  sirias  y  egipcias  en  los 
ejércitos  de  Muza,  sino  que  también  por 
las  constantes  relaciones  que ,  hasta  la 
época  de  Abderrhaman  III  sobre  todo, 
mantuvo  el  califato  con  Oriente.  Es  sabi- 
do, además,  que  este  califa  llevó  le  gue- 
rra á  Egipto  y  Siria.  Seguramente  las 
huestes  musulmanas  trajeron  á  la  Penín- 
sula los  procedimientos  y  sistemas  de 
fortificación  empleados  en  aquellas  re- 
giones, del  mismo  modo  que  los  cruzados 
llevaron  á  Palestina  los  suyos  y  sus  ar- 
quitectos, dejando  allí  las  numerosas  cons- 
trucciones que  aún  perduran,  y  portan 
magistral  estilo  ha  estudiado  y  reprodu- 
cido M.  G.  Rey  ',  confirmando  las  noti- 
cias de  los  muchos  documentos  coetá- 
neos registrados  en  las  historias  de  las 
Cruzadas,  en  nuestra  Gran  conquista 
de  Ultramar ,  etc. 

Más  evidente  aún,  si  cabe,  que  en  la  to- 
rre de  Maqueda,  aparece  esa  tradición 
oriental  en  la  ya  nombrada  puerta  de  su 
fortaleza.  En  ambas  construcciones  pre- 
domina el  ladrillo ,  elemento  caracterís- 
lico  de  los  monumentos  civiles  y  milita- 
res de  los  persas ,  de  quienes  tanto  toma- 
ron los  musulmanes  de  Oriente,  á  quie- 
nes copiaron  luego  los  africanos  del  Norte 
y  de  quienes  es  otro  auténtico  vestigio, 
así  los  merlones  dentados  de  la  cerca  y 
muros  déla  Mezquita  de  Córdoba,  de  la 
antigua  convertida  en  Iglesia  de  Santa 
María  del  Águila  en  el  centro  de  la  forta- 
leza de  Alcalá  de  Guadaira,  y  en  el  to- 
rreón del  patio  de  los  Naranjos  de  la  ca- 
tedral de  Sevilla,  como  los  merlones  de 
sillarejos  escalonados  que  adoptaron  los 
arquitectos  cristianos  y  se  conservan  en 
las  torres  de  la  catedral  de  Sigüemza,  en 
la  Puerta  Baja  de  Daroca ,  en  la  de  San 
Vicente  de  Avila,  etc. 

Fueron  siempre  éstas  en  las  villas  y 
fortalezas  orientales  construcciones  en 
cierto  modo  independientes  de  los  recin- 
tos, según  han  revelado  á  los  modernos 
exploradores  las  fortalezas  aún  existentes 


en  Siria  *  y  Persia,  y  las  ruinas  de  Pteria 
en  Capadocia,  las  del  puesto  ó  avanzada 
militar,  campo  atrincherado  más  bien,  de 
Abydoss  en  Egipto.  Ni  los  griegos,  ni  los 
romanos,  ni  los  bizantinos,  ni  francos,  ni 
españoles  de  la  Edad  Media,  creyeron 
conveniente  adoptar  en  sus  construccio- 
nes nuevas  este  sistema,  mientras  los 
musulmanes  lo  practicaban  estrictamen- 
te aun  en  el  siglo  xiv,  al  levantar  la  mag- 
nífica puerta  del  Juicio  en  la  fortaleza  de 
la  Alhambra,  siguiendo  las  prácticas  em- 
pleadas al  levantar  la  de  las  Torres  Ber- 


'^^^ 


PUERTA  PRINCIPAL  DE  LA  FORTALEZA 
DE    MAQUEDA 


mejas ,  la  de  los  Siete  Suelos ,  y  antes  en 
el  recinto  de  la  Alcazaba  Cadima,  en 
tiempos  mucho  más  antiguos,  las  de  El- 
vira, la  del  Estandarte,  la  Siyada,  la 
Monaita,  ó  de  las  Banderas  y  la  del  Al- 
baicín.  En  Carmona,  en  Sevilla  (la  de 
Triana),  en  Málaga,  en  Almería,  en  Ron- 
da, en  Alcalá  de  Guadaira  y  aun  otras 
muchas  plazas  de  Andalucía,  en  la  puer- 
ta de  Vieja,  de  Bisagra  y  en  la  cabeza  de 
Puente  denominada  Baños  de  la  Cava,  y 
en  Talavera,  con  otras  del  reino  de  To- 
ledo, que  no  cabe  en  los  límites  de  estos 
ligeros  apuntes  detallar,  ni  reproducir, 


1  Monuments  de  l'arcltitecttire  milituire  des  Croi- 
sées. 

T.  III 


1  Una  de  las  más  elocuentes  es  la  Puerta  Judicia- 
ria  en  Jerusalén. 

2 


boletín 


puede  estudiarse  este  sistema  de  defensa 
eficacísima  aplicado  al  ingreso  principal, 
constituyendo  un  baluarte,  no  avanzado, 
sino  constituyendo  obra  integrante^ del 
recinto. 

Tuvieron  en  todo  tiempo  entre  los 
orientales  gran  importancia  estas  puer- 
tas defensivas.  La  de  la  ciudad,  demás  de 
su  destino  natural  de  guardar  suficiente- 
mente su  entrada,  fué  siempre  y  en  cierto 
modo  lo  que  el  agora  para  las  ciudades 
griegas  y  el  foruin  en  las  de  Italia.  "Se- 
guramente—dice M.  Perrot  '  —no  habían 
servido  como  las  plazas  públicas  del  mun- 
do greco-romano  de  teatro  para  los  de- 
bates políticos  y  judicia'es,  pero  las  so- 
ciedades asiáticas  jamás  conocieron  la 
vida  municipal  moderna...  no  necesitaron 
un  amplio  espacio  donde  levantar  una 
tribuna  y  emitir  el  voto  popular...  Basta- 
ba un  sitio  para  reunirse,  para  comuni- 
carse las  noticias,  donde  los  ancianos,  ro- 
deados por  un  círculo  de  conciudadanos 
encuclillas,  pudiesen,  después  de  haber 
escuchado  á  las  partes,  pronunciar  aque- 
llas sentencias  arbitrales  que  son  la  for- 
ma más  antigua  de  la  justicia  ^.  Ningún  lu- 
gar más  apropiado  á  este  destino  que  la 
puerta  de  la  ciudad  fortificada  ó  de  la  for- 
taleza de  extenso  recinto.  Abierta  en  el 
espesor  del  grueso  muro,  resguardaba  en 
invierno  del  cierzo  á  los  que  se  sentaban 
en  los  bancos  adheridos  á  sus  paredes; 
en  verano  les  facilitaba  esa  media  luz  y 
esa  fresca  umbría  que  constituyen  en  los 
países  cálidos  el  mayor  de  los  solaces. 
Por  allí  pasaban  yentes  y  vinientes ;  pa- 
rábanse para  charlar  un  momento  antes 
de  partir  para  la  labranza  ó  para  la  gue- 
rra, allí  se  detenía  todo  rumor  antes  de 
penetrar  en  la  ciudad  ó  en  la  fortaleza,  y 
allí  pasaba  una  gran  parte  del  tiempo  en 
conversación  ó  en  esa  semi-somnolencia 
á  que  tan  inclinados  son  los  orientales, 
aquellos  á  quienes  su  edad  ó  su  posición 
social  dispensaban  del  trabajo  ó  de  la 
guerra.,, 

¿No  se  está  viendo  aquí  la  Puerta  del 
Juicio   de  la  Alhambra?  Que  esto  era 


además  la  Puerta;  sala  del  tribunal,  co- 
mo puede  verse  en  muchas  páginas  del 
libro  que  con  más  sincera  fidelidad  des- 
cribe las  antiguas  costumbres  de  Oriente 
en  gran  parte  por  el  pueblo  hebreo,  de 
los  antiguos  imperios  asiáticos  *.  Así  lo 
relatan  las  crónicas  árabes  y  las  mismas 
castellanas,  pues  esta  costumbre  orien- 
tal, como  tantas  otras,  hubo  de  trascen- 
der á  los  reinos  cristianos. 

Constituía  pues,  la  puerta  maesfa  ó 
principal,  en  las  fortalezas  musulmanas, 
un  cuerpo  de  edificio  de  cierta  importan- 
cia, independiente  de  los  muros  y. consti- 
tuyendo una  avanzada  fortificada.  En 
Carmona,  en  Alcalá  ie  Guadaira  y  en  la 


BARBACANA  DE  LA  PUERTA  PRINCIPAL 
DE  LA  FORTALEZA 


Puerta  del  Juicio  de  la  Alhambra  se 
puede  hoy  estudiar  más  especialmente 
(entre  otras  muchas)  lo  que  fué  la  de  Ma- 
queda,  cuya  planta  hemos  tratado  de  re- 
construir para  que  se  vean  los  obstácu- 
los que  se  oponían  al  ataque  directo  por 
el  frente,  por  medio  de  los  buzones,  ga- 
tos y  picos  al  amparo  de  gatas  y  mantas, 
y  el  frecuente  medio  del  incendio  que  tan 
gráficamente  describe  el  Obispo  D.  Pe- 
dro, cronista  presencial  de  las  campañas 


1  L'Art  Aticien,  t.  ii,  Clialdée  et  Assyyie. 

2  El  Tribunal  de  las  aguas  en  la  Puerta  de  la  Ca- 
tedral de  Valencia  conserva  íntegra  esta  costumbre 
oriental. 


1  No  pudiendo  extendernos  en  justificar  nuestros 
asertos,  remitimos  al  lector  que  sienta  curiosidad  á 
los  siguientes  libros  de  la  Biblia:  Gen.,  xxiii,  10; 
Deut.,  XVII,  5,  8;  xxi,  19;  xxii,  15;  Josué,  xx,  4;  Ruth, 
IV,  1  y  2;  Rej'es,  xviii,  33;  Esther,  ii,  21;  iii,  2  y  3;  iv, 
2  y  6;  Ps  ,  cxxvi,  5;  Prov.,  xxxi,  23;  Jer.,  xxvi,  10. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


de  Alfonso  VI,  tratando  del  ataque  al 
castillo  de  San  Servando  por  las  huestes 
de  Almohait  Yaya  en  1099. 

Amparados  por  paveses,  gatas  y  otras 
defensas ,  los  sitiadores  amontonaban 
materias  combustibles  al  pie  de  la  puer- 
ta ',  y  luego  con  flechas  incendiarias  les 
prendían  fuego  desde  lejos. 

Nada  de  esto  se  podía  hacer  ante  la 
puerta  de  Maqueda,  amparada  en  primer 
término  por  la  barbacana  transversal,  to- 
rreada y  aspillerada,  que  ocultaba  el  in- 
greso al  frente  de  ataque,  y  cuya  planta 
baja  estaba  cimentada  en  un    firme  de 
roca  de  algunos  metros  de  altura  sobre 
el  nivel  de  la  plaza  de  armas  exterior  que 
era  la  plaza  de  la  villa.  De  suerte  que  ni 
picos,  ni  buzones,  ni  el  fuego,  podían  em- 
plearse contra  ella.  Había  que  tomar  el 
flanco  izquierdo,  en  pendiente,  de  la  bar- 
bacana, único  acceso  á  ella  *,  y  arrostrar 
así  los  tiros  del  adarve  del  muro  por  el 
flanco,  y  los  del  adarve  de  la  torre  de  la 
barbacana  por  el  frente,  sin  contar  con  la 
fuerza  que  pudiera  mantenerse  en  el  cen- 
tro de  la  planta  baja  de  esta.  Rechazada 
la  defensa,  y  apoderado  el  sitiador  de  la 
barbacana,  tenía  que  enfilar  el  pasadizo  de 
la  puerta  largo  y  estrecho,  en  el  cual  se 
le  oponían  unos  fuertes  batientes  barrea- 
dos de  hierro  (en  el  punto  señalado  con 
la  letra  b  en  el  plano)  luego  el  peine,  ras- 
trillo ú  órganos  (en  c),  un  pozo  descu- 
bierto ó  claraboya  abierta  en  el  piso  del 
adarve,  desde  donde  podían  llover  sobre 
el  enemigo  piedras ,  flechas ,  agua  hir- 
viendo, etc.  (entre  b  y  d)\  y  por  fin,  otra 
puerta   que   abrir  en  d.    Forzada   esta 
puerta,  hallábase  el  sitiador  ante  un  re- 
cinto aspillerado  al  frente  y  al  flanco  iz- 
quierdo, abierto  por  arriba  y  almenado 
(e),  y  sin  más  salida  que  la  puerta  f  por 
donde  se  pasaba  á  la  primera  plaza  de 
armas  ó  compás  de  la  fortaleza,  cuyo 
arco  de  herradura  y  obra  de  ladrillo  es 
hoy  el  de  la  nave  de  la  epístola  de  la 
iglesia. 
Constituye  el  detalle  más  importante 


de  esta  defensa  la  barbacana  de  través 
de  enfilada  y  torreada  de  que  no  he  visto 
indicios  sino  en  esta  puerta  y  en  la  lla- 
mada del  Castillo  en  la  villa  de  Escalo- 
na, entre  los  numerosos  ejemplares  de 
construcciones  militares  que  he  estudia- 
do. No  debía  ser  raro,  sin  embargo,  pues 
he  encontrado  frecuentes  referencias  á 
torres  construidas  sobre  puertas,  en  las 
crónicas,  pero  debía  ser  obra  peculiar  de 
los  ingenieros  musulmanes  y  cristianos 
de  la  Península,  porque  tampoco  se  en- 
cuentra referencia  alguna  ni  ejemplar,  ni 


1  o  desencajaban  sus  hojas  con  fuertes  palancas 
como  en  el  asedio  de  Cuenca,  por  Fernán  Ruiz  en 
1106. 

2  Por  error  aparece  en  el  plano  abierto  el  flanco 
derecho. 


PLANTA  DE   LA    PUERTA  PRINCIPAL 
DE  LA  FORTALEZA 


restos  de  construcción  que  la  acusen,  ni 
en  tratados,  ni  en  monumentos  de  otros 
países,  así  europeos  como  asiáticos. 

De  esta  barbacana  de  Maqueda  sólo 
restan  los  dos  cinchos  de  ojiva  que  soste- 
nían la  bóveda  sobre  que  se  extendía  la 
plataforma  del  adarve.  La  abertura  del 
ángulo  curvilíneo  de  estos  cinchos  lo  de- 
latan como  de  los  principios  del  sistema 
ojival,  por  lo  que  puede  asignársele  como 
época  de  su  construcción  el  promedio  del 
siglo  XII,  y,  por  tanto,  ser  una  de  tantas 
obras  que  se  iban  agregando  á  las  cons- 
trucciones militares,  á  medida  de  los  ma- 
yores perfeccionamientos  de  las  armas 
de  tiro  ó  de  los  mayores  recursos  ó  nece- 
sidades de  defensa  del  señor  de  la  plaza. 


boletín 


Donadas  la  fortaleza  y  villa  de  Maqueda 
á  la  orden  de  Calatrava  por  Alfonso  VII, 
en  1177,  en  recompensa  de  sus  hazañosos 
hechos  en  la  frontera,  nada  de  aventura- 
do me  parece  que  tiene  el  suponer  que 
esta  obra  se  debiera áiniciativa  del  maes- 
tre en  aquella  época,  dado  que,  no  obs- 
tante hallarse  asegurada  al  parecer  la 
reconquista  de  la  línea  del  Tajo,  no  era 
prudente  descuidar  la  mayor  fortifica- 
ción posible  en  todas  las  numerosas  de- 
fensas de  su  territorio.  Así  se  ven  en  ellas 
multitud  de  obras  de  esta  época,  aumen- 
tadas á  las  torres  y  espolones  musulma- 
nes y  á  los  muros  de  diversas  épocas, 
poco  ó  nada  discernibles  en  muchos  casos 
por  la  larga  persistencia  que  ciertos  apa- 
rejos han  guardado  al  través  de  los  si- 
glos. 

Esta  era,  pues,  la  entrada  principal  de 
la  villeta,  de  la  fortaleza  de  Maqueda, 
que  en  vasta  y  no  muy  áspera  pendiente 
en  plano  pentagonal,  se  extendía  al  Orien- 
te de  la  villa,  dominándola  por  Occidente 
y  amparándola  por  el  Norte,  pues  en  la 
época  anterior  á  la  Reconquista,  esto  es, 
durante  la  dominación  musulmana,  debió 
tener  mucha  extensión,  á  juzgar  por  los 
restos  de  sus  murallas  y  de  habitaciones 
de  los  arrabales  que  en  el  siglo  xvi  se 
conservaban,  Laadvocaciónde5rtw/!aJ/a- 
rla  de  los  Alcázares  que  ha  conservado 
la  iglesia  parroquial,  construida  en  el  so- 
lar del  que,  como  sucede  en  Carmona, 
tenía  indudablemente  como  aledaño  de- 
fensivo la  Puerta  que  hemos  descrito, 
demuestra  que  había  más  de  uno  dentro 
del  recinto  de  la  villeta. 

Si  entre  las  plantas  de  las  puertas  de 
las  ciudades  y  fortalezas  griegas,  roma- 
nas y  modernas  (Edad  Media)  y  las  orien- 
talesy  musulmanas  de  todas  épocas  exis- 
te una  radical  diferencia,  no  sucede  lo 
mismo  con  los  planos  de  las  fortalezas. 
En  los  de  las  de  Atenas,  Mycenas  y  Tyrin- 
tho  en  Grecia;  los  de  muchas  de  Caldea, 
Asiría,  Siria,  Judea  y  Palestina,  y,  por 
último,  las  musulmanas  de  la  Península, 
hay  una  completa  similitud.  Pueden  aún 
estudiarse  muchos  ejemplares  de  ellas 
en  el  reino  de  Andalucía,  entre  las  que 
citaré  como  más  determinadas,  la  de  Al- 
calá de  Guadaira,  la  de  Málaga  (Alcaza- 


ba), la  de  Antequera  y  la  de  la  Alhara- 
bra,  como  más  conocidas.  Cerrábala  un 
fuerte  y  alto  muro  almenado  y  torreado 
en  la  corona  del  cerro  ó  en  lo  alto  de  la 
pendiente,  en  que  se  extendía  la  villa  ó 
ciudad  que  defendía.  Dentro  de  este  re- 
cinto fortificado  se  levantaba,  en  el  punto 
estratégico  conveniente,  la  alcazaba,  al- 
cázar ó  castillo,  fuerte  reducto  de  seguri- 
dad de  la  fortaleza  y  de  la  población,  y  en 
la  extensión  de  aquel  había  algunos  ó 
muchos  edificios,  ya  en  los  grandes  to- 
rreones del  muro,  ya  aislados,  el  alcázar 
del  señor,  los  cuarteles  para  la  guarni- 
ción, mezquita  ó  iglesia,  y  diversas  vi- 
viendas, quedando  aún  espacio  amplio 
para  campamento  y  refugio  de  la  pobla- 
ción inválida  ó  inepta  para  la  guerra,  en 
el  caso  de  un  asedio  estrecho  ó  de  la 
toma  de  la  villa  por  el  enemigo,  délos 
mismos  rebatos,  en  fin,  en  contiendas  civi- 
les, entre  señores  y  vasallos,  tan  comu- 
nes en  todas  épocas. 

El  origen  de  esta  disposición  topográ- 
fica en  las  fortalezas  es  tan  antiguo,  que 
se  encuentra  en  todas  las  épocas  de  la 
historia,  hasta  en  aquellas  que  se  mantie- 
nen todavía  en  las  nebulosidades  de  lo 
escasamente  conocido;  pero  de  que  dan 
fe  en  muchos  países  las  altas  y  vastas 
mesetas  calcáreas  donde  hubo  habitacio- 
nes, como  en  Cuenca  y  Burgos,  donde  se 
conservan  sepulcros  y  otros  restos  en 
Gayangos.  Las  acrópolis  de  Troya,  My- 
cenas, Tyrintho  y  Atenas,  las  oppida 
etruscas,  los  castros  romanos,  no  fueron 
otra  cosa  que  campos  atrincherados  con 
reductos  de  seguridad  de  mayor  ó  menor 
importancia,  como  casi  todas  las  fortale- 
zas musulmanas  de  España  y  muchas  de 
las  cristianas  posteriores. 

Como  ya  he  dicho,  por  entrambos  flan- 
cos de  la  puerta  descrita  se  extendía  el 
muro  torreado  de  la  villeta  ó  fortaleza, 
aislándola  de  la  villa,  levantándose  á  plo- 
mo sobre  la  cortadura  del  terreno  por  el 
Mediodía  y  dominando  el  río,  que  corre 
por  su  pie,  hasta  enlazar  con  el  castillo  ó 
alcazaba  que  en  todos  tiempos  debió  ocu- 
par el  sitio  culminante  de  la  pendiente. 
Por  el  lado  opuesto,  después  de  seguir  la 
línea  del  frente,  en  cuyo  centro  se  abría 
la  puerta  principal,  formaba  ángulo  en  el 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


13 


punto  en  que  hoy  se  levanta  una  torre  de 
campanas  de  poca  altura  y  cuya  base  de- 
bió ser  la  misma  del  torreón  de  esquina 
del  muro,  y  desde  allí  por  el  flanco  N.  tre- 
paba á  enlazar  con  la  torre  que  he  des- 
crito y  otras  desaparecidas,  hasta  cerrar 
con  la  barbacana  de  la  alcazaba,  recons- 
truida en  el  castillo  moderno  del  siglo  xv. 
Como  fuerte  reducto  de  seguridad  pue- 
de contemplarse  este  hoy,  y  en  su  aspec- 
to exterior  es  uno  de  tantos  ejemplares 
como  se  encuentran  todavía  en  la  Penín- 
sula. Es  su  planta  paralelográmica,  y  tie- 
nen sus  fuertes  muros  de  cal  y  canto  un 
espesor  de  quince  pies  por  una  altura  de 


quince  á  diez  y  ocho  metros,  según  el 
desnivel  del  terreno,  y  una  extensión  de 
sesenta  y  cinco  metros  en  los  lados  ma- 
yores, y  de  sesenta  en  los  menores.  Re- 
fuerzan tres  de  sus  cuatro  ángulos  sólidos 
torreones  de  planta  circular,  también  de 
compacta  mampostería,  con  saeteras  en 
su  zócalo,  y  corta  en  dos,  en  su  centro,  al 
lienzo  de  poniente  fronterizo  á  la  villeta, 
por  el  frente  más  llano,  otro  torreón  de 
igual  planta  y  alzada  que  los  de  esquina. 
Consérvase  en  toda  su  integridad  este 
recinto,  y  sin  menoscabo  notable  su  cu- 
rioso adarve,  que  merece  especial  men- 
ción. Señala  en  el  paramento  exterior  el 


CASTILLO    DE    LA    FORTALEZA    DE    MAQUEDA. 


nivel  de  sú  piso  una  faja  de  dientes  de  sie- 
rra comprendida  entre  cuatro  filetes,  todo 
de  ladrillo  esmeradamente  cortado ,  y 
puesto  en  obra  con  mucha  corrección, 
plinto  que  produce  un  efecto  artístico 
muy  agradable  como  base  del  clatel  de 
almenas.  La  disposición  de  éstas,  que  en 
el  adjunto  dibujo  con  escrupulosa  fideli- 
dad calcado  de  una  fotografía  puede  ver 
el  lector,  es  para  mí  cosa  nunca  vista  has- 
ta entonces,  en  fortaleza  ni  plaza  fuerte 
de  la  Edad  Media;  y  no  sólo  por  sus  es- 
beltos y  elegantes  perfiles  cuanto  por  la 
sabia  disposición  táctica  con  que  se  con- 
cibió su  alzada,  juzgólas  por  las  más  per- 
fectas y  eficaces.  Sin  semejanza  ni  prece- 
dentes en  las  fortificaciones  anteriores  ni 
coetáneas,  bien  puede  decirse  que  el  maes- 
tro á  quien  D.  Gutierre  de  Cárdenas  en- 


comendó la  reconstrucción  de  este  casti- 
llo, tuvo  una  verdadera  inspiración  al 
concebir  y  ejecutar  este  coronamiento  del 
muro  y  torres,  parte  la  más  esencial  en 
las  defensas  de  la  Edad  Media,  lograda  y 
asegurada,  por  de  contado,  la  solidez  y 
fortaleza  de  torres  y  muro. 

Con  efecto,  aunque  dada  la  situación  de 
este  castillo,  poco  ó  nada  tenían  que  te- 
mer de  la  artillería  balística  los  merlo- 
nes,  construyólos  de  fuerte  mampostería, 
terminándolos  con  ladrillo  y  coronándo- 
los con  un  copete  prismático,  cubierto  de 
baldosas,  con  lo  cual  consiguió  preser- 
varlos de  los  estragos  de  las  aguas  y  que 
se  hayan  conservado  hasta  el  día,  caso 
rarísimo  en  estas  construcciones.  Dejólos 
reforzados  en  su  base  con  un  sillar  de 
unos  setenta  centímetros  de  alto  por  cua- 


H 


boletín 


renta  de  ancho,  abriendo  en  su  centro  la 
saetera  que  sólo  para  ballestas  de  pasar, 
ó  para  ballestas  fuertes,  y  para  culebri- 
nas, dado  que  en  el  piso  del  adarve  no 
había  espacio  para  situar  bombardas,  ni 
truenos.  Digo  esto,  para  demostrar  la  in- 
exactitud con  que  muchos  han  afirmado 
con  harta  ligereza,  que  las  saeteras  de  la 
forma  que  afectan  estas  de  Maqueda  son 
señal  cierta  de  haberse  hecho  para  arti- 
llería de  fuego.  Observaciones  hechas  y 
planos  tomados  en  Alcalá  de  Guadaira, 


en  Trujillo,  en  Carmena,  y  otros  puntos 
me  permiten  asegurar  que  estas  saeteras 
que  se  llamaban  también  buitreras  '  cuan- 
do están  abiertas  en  los  zócalos  ó  en  los 
cuerpos  bajos  de  muros  y  torres,  no  ser- 
vían sino  para  las  armas  de  fuste  y  cuer- 
da ó  de  fuste  y  muelle  citadas. 

Lo  más  original  de  este  clatel  de  alme- 
nas es  el  doble  merlón  reforzado  y  traba- 
do por  un  sillar  grande  con  aspillera  para 
atalayar.  De  unos  dos  metros  de  alzada  y 
de  un  espesor  de  más  que  medio  metro, 


.J>sr-*^^ 


EXTERIOR    DEL    ADARVE    DEL    CASTILLO. 


ofrecía  al  ballestero  ú  hondero  un  ampa- 
ro cómodo  y  fuerte  contra  los  tiros  del 
sitiador,  quedando  perfectamente  oculto, 
de  suerte  que  en  caso  necesario  podía 
estar  guarnecido  de  defensores  todo  el 
adarve,  sin  que  desde  la  campaña  se  viese 
á  ninguno  de  ellos,  lo  cual  no  era  posible 
en  ninguno  de  todos  los  otros  sistemas  de 
almenaje.  En  la  cerca  de  Torrijos  se  em- 
pleó una  imitación  de  aquél,  pero  sólo 
como  simple  remate  decorativo  de  ella, 
pues  nunca  tuvo  aspiraciones  á  villa  for- 
tificada. 

Una  puerta  y  un  portillo  facilitaban  el 
ingreso  y  la  salida  á  este  castillo.  La  prin- 
cipal, situada  en  el  ángulo  N-0.,  estaba 
amparada  por  una  torre  de  planta  cua- 
drada y  obra  antigua,  resto  de  la  primiti- 
va alcazaba  seguramente,  cuyo  aparejo 


era  el  hormazo,  mencionado  por  Plinio  y 
los  cronistas  arábigos  de  la  invasión  mu- 
sulmana y  que  muchos  escritores  moder- 
nos no  vacilan  en  nombrar  hormigón 
árabe,  con  sobrada  inexactitud.  Tiene 
esta  puerta  todos  los  caracteres  peculia- 
res de  los  vanos  de  los  primeros  tercios 
del  siglo  XV.  Arco  semicircular  de  gran 
dovelaje,  recuadro  de  sarta  de  perlas  en- 
tre filetes,  y  como  confirmación,  el  escudo 
del  Comendador  mayor  de  León,  D.  Gu- 
tierre de  Cárdenas,  por  quien  fué  manda- 
do reconstruir  este  castillo.  Un  matacán 


1  Debió  dárselas  este  nombre  porque  por  ellas  se 
tiraba  al  aguardo  á  los  buitres  cebados  en  las  in- 
mundicias ó  cadáveres  que  abundaban  en  los  fosos  ó 
en  la  campaña,  En  las  crónicas  de  D.  Alvaro  de  Luna 
y  de  D.  Juan  II,  se  encuentran  interesantes  referen- 
cias á  estas  buitreras. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


de  tres  ménsulas  domina  el  ingreso  desde 
el  adarve.  Abierto  el  portón  se  encuentra 
todavía  la  verja  de  hierro  machihembra- 
da que  á  guisa  de  rastrillo  reforzaba  la 
puerta,  girando  sobre  goznes. 

En  el  interior  nada  se  conserva.  Lo  que 
fué  alcázar  fuerte,  mansión  de  los  alcai- 
des de  la  fortaleza,  residencia  pasajera  de 
infantes  y  de  reyes,  sólo  abriga  hoy  á  una 
prolífica  familia  de  conejos.  En  el  ángulo 
N-E.  se  conservan  restos  de  habitaciones 
que  debieron  constituir  la  nombrada  To 
rre  de  los  Palasuelos,  vieja  ya  en  1575, 
donde,  según  se  aseguraba  entonces  en 
la  villa,  "se  criaron  las  infantas,  hijas  del 
rey  Don  Juan  „. 

En  el  ángulo  S-E.  al  pie  de  la  torre  y 
en  el  lienzo  de  Oriente  á  una  altura  de 
veinte  metros  ó  más  sobre  el  llano,  se 
abre  el  portillo,  de  arco  ojivo  que  de- 
muestra por  su  hechura  ser  acaso  cons- 
trucción más  antigua  que  las  del  Comen- 
dador mayor  de  León ;  por  tanto  que 
éste  debió  utilizar  gran  parte  de  los  mu- 
ros y  torreones  del  alcázar  anterior  al 
castillo  actual.  Constituían  estos  portillos 
excusados,  y  siempre  abiertos  en  puntos 
estratégicos  medio  ocultos,  un  carácter 
peculiar  de  todas  las  construcciones  mili- 
tares de  la  Edad  Media.  Abríase  ó  abrían- 
se, porque  según  la  extensión  del  recinto 
eran  uno  ó  varios,  en  puntos  de  él  opues- 
tos á  la  entrada  principal  y  facilitaban  la 
fuga  en  momentos  de  supremo  apuro. 
Generalmente  aparecía  condenado  para 
la  guarnición  del  castillo,  de  quien  siem- 
pre era  prudente  desconfiar,  y  sólo  el  al- 
caide, el  señor  ó  persona  de  su  absoluta 
confianza,  tenían  conocimiento  de  que  era 
practicable  aquella  salida  y  del  sitio  don- 
de se  guardaban  las  llaves.  Estos  detalles 
se  encuentran  indicados  por  relaciones  y 
crónicas,  así  como  que  cuando  se  enseña- 
ban los  castillos  y  alcázares  á  personajes 
extraños  se  cuidaba  mucho  de  no  exhibir- 
les ciertos  detalles  y  recursos  de  ellos, 
como  la  situación  de  tales  portillos.  La 
experiencia  acreditaba  frecuentemente 
el  peligro  de  que  fuesen  conocidos.  Este 
de  Maqueda  se  abre  sobre  la  tela  exterior, 
la  que  llaman  algunos  camino  de  ronda 
(á  la  francesa)  y  denominan  algunas  cró- 
nicas albacara  (á  lo  arábigo)  que  era  el 


espacio  descubierto  comprendido  entre  el 
primer  contramuro  ó  barbacana  y  el  pie 
del  muro.  Aquí  este  contramuro  que  es- 
taría almenado  se  levantaba  á  plomo  so- 
bre el  corte  del  terreno  en  asperísima 
pendiente. 

De  esta  suerte,  examinados  con  deteni- 
miento estos  escasos,  pero  elocuentes 
restos,  puede  llegar  á  formarse  una  idea 
aproximada,  de  lo  que  pudo  ser  una  de  las 
fortalezas  más  importantes  y  curiosas  del 
llano  de  Toledo  que  por  su  situación  to- 
pográfica hubo  de  ser  creada  enteramen- 
te por  el  estudio  y  esfuerzos  de  los  maes- 
tros en  arquitectura,  sin  auxilio  alguno  de 
los  accidentes  naturales  que  en  otros  pun- 
tos tanto  les  ayudaban. 

Felipe  B.  Navarro. 


EXCURSIÓN  A  SAN  FRANCISCO  EL  GRANDE 


L  día  10  de  Enero  fué  el  señalado 
para  excursión  de  tanto  interés,  y, 
á  pesar  de  una  violenta  lluvia,  te- 
mible para  quien  no  tuviera  viví- 
simos deseos  de  recrear  una  vez  más  los 
ojos  en  las  maravillas  del  citado  monu- 
mento, se  reunió  una  comisión,  compues- 
ta de  los  Sres.  Serrano  Fatigati,  Herre- 
ra, Poleró,  Alvarez  Sereix,  Fernández 
de  Haro,  y  Puente,  quienes  fueron  reci- 
bidos en  el  atrio  de  San  Francisco  por  el 
tan  amable  como  ilustrado  rector  del  mis- 
mo, Sr.  de  Paz,  el  cual,  sin  darse  punto 
de  reposo,  fué  mostrando  á  los  excursio- 
nistas los  tesoros  artísticos  allí  reunidos, 
mientras  sazonaba  sus  eruditas  explica- 
ciones con  recuerdos  personales  llenos 
de  interés  relativos  al  tiempo  en  que  tan 
activa  parte  hubo  de  tomar  en  el  embe- 
llecimiento del  templo. 

Ocioso  parece  recordar  los  orígenes  de 
este  á  nuestros  entendidos  lectores.  La 
primitiva  fundación  se  atribuye  al  Será- 
fico Padre  en  los  comienzos  del  siglo  xiii; 
pero  la  historia  artística  de  la  iglesia  co- 
mienza con  Carlos  III,  cuando  aquel  mo- 
narca, tan  protector  de  la  arquitectura, 
y  de  cuya  época  procede  la  mayor  parte 
de  las  construcciones  notables  de  Ma- 
drid, hizo  levantar  el  actual  edificio;  fae- 
na comenzada  en  1760  y  terminada  en 
1784. 

Muchos  recordarán  también,  y  esto  co- 
mo testigos  presenciales,  la  traslación  á 
San  Francisco  de  los  restos  mortales  de 
Rodríguez  y  Villanueva,  los  famosos  ar- 
quitectos; de  Juan  de  Mena,  Garcilaso, 


i6 


boletín 


Calderón,  Ercilla  y  Quevedo;  del  Gran 
Capitán,  de  Lanuza  y  otros  hombres  ilus- 
tres. Las  fiestas  con  las  cuales  se  trató 
de  convertir  el  templo  en  Panteón  nacio- 
nal, fueron  quizá  las  menos  marcadas  con 
el  sello  de  la  pasión  política;  mas  en  esto, 
la  obra  de  1869  no  prevaleció,  y  cinco 
años  después,  las  cenizas  de  artistas, 
guerreros  y  políticos  hubieron  de  volver 
á  sus  primitivas  tumbas,  menos  suntuo- 
sas; pero  más  piadosamente  guardadas. 
En  1881  se  comenzó  la  restauración  con 
fondos  de  la  Obra  pía  de  Jerusalén,  y  la 
esplendidez  del  ministerio  de  Estado 
permitió  no  reparar  en  gastos  y  repartir 
el  trabajo  entre  los  más  afamados  artis- 
tas y  artífices  de  España,  naciendo  así 
una  poderosa  muestra  de  la  facundia  ar- 
tística de  la  época  presente. 

Para  los  siglos  venideros  será  San 
Francisdo  el  Grande  el  sitio  donde  mejor 
puedan  apreciarse  las  artes  de  fines  del 
siglo  XIX.  Para  nosotros  hay  allí  un  mu- 
seo moderno  lleno  de  interés;  pero,  ¿nos 
atreveremos  á  decirlo  ?  ¿  Será  quizá 
aprensión  la  idea  de  que  en  el  templo  se 
respira  un  ambiente  profano?  ¿Habrá  un 
vicio  de  origen,  debido  á  que  la  frialdad 
administrativa  no  ha  sabido  subordinar 
tamas  bellezas  allí  reunidas  al  primordial 
fin  de  enaltecer  el  sentimiento  religioso? 
Lo  cierto,  lo  innegable,  es  que  San 
Francisco  resulta  una  verdadera  joya  y 
que  el  describir  todas  las  piedras  precio- 
sas en  ella  engarzadas  sería  insoporta- 
ble tarea  para  los  lectores,  pues  sabido 
es  cuan  impotente  resulta  el  lenguaje 
para  reproducir  las  creaciones  de  las  ar- 
tes plásticas,  y  aun  circunscribiéndonos 
á  una  sencilla  enumeración,  habrá  ésta 
de  encerrarse  en  ciertos  límites  para  no 
caer  en  las  pesadeces  de  un  catálogo. 

Ya  en  el  atrio  nace  la  admiración  de- 
lante de  las  hermosas  puertas,  obra  del 
malogrado  restaurador  de  las  esculturas 
del  claustro  de  San  Juan  de  los  Reyes, 
Antonio  Várela,  cuyas  figuras  y  adornos 
tallados  en  bien  sentido  estilo  de  nuestro 
renacimiento,  quedan  recuadrados  por 
accesorios  ojivales  finos,  delicados  y  dig- 
nos de  los  imagineros,  cuya  rica  labor 
embellece  la  construcción  de  Juan  Guas. 
También  hay  sobre  las  puertas  centrales 
unos  bajo  relieves  notables  de  Molinelli  y 
Algueró;  pero,  antes  de  penetrar  en  el 
templo,  aún  se  ve  algo  digno  de  aten- 
ción: los  herrajes,  labrados  en  los  talle- 
res de  Asins,  capaces  de  darle  fama  si 
él  no  la  tuviera  bien  conquistada  desde 
tiempo  atrás. 

Al  trasponer  los  umbrales,  la  variedad 
de  obras,  la  continuidad  esplendorosa  de 
magnificencias  artísticas  embota  el  crite- 
rio, como  deslumhraría  la  vista  una  ince- 
sante cascada  de  perlas  á  cual  más  bella. 


La  más  severa  de  las  tres  hermanas, 
la  escultura,  ostenta  desde  luego  las  pi- 
las de  agua  bendita  con  pedestales  for- 
mados por  grupos  de  angelones  de  bron- 
ce debidos  á  Vancells,  Algueró  y  Zaldo, 
y  siguen  después  los  doce  apóstoles  en 
mármol  de  Carrara,  firmados:  Santiago 
el  Menor  y  Santo  Tomás,  por  Elias  Mar- 
tín; Santiago  el  Mayor,  por  Valmitjana; 
San  Juan,  por  Samsó;  San  Andrés  y  San 
Bartolomé,  por  los  Bellver;  San  Pedro  y 
San  Pablo,  por  Suñol;  San  Tadeo,  por 
Candarías;  San  Mateo,  por  Benlliure;y 
San  Felipe  y  San  Simón,  por  Moltó. 

Parece  que  estamos  recordando  nom- 
bres ilustres  de  los  laureados  de  todas 
las  exposiciones.  ¿No  es  cierto?  Pues  si 
echamos  de  menos  á  Molinelli  y  Sanmar- 
tí,  presto  los  hallamos  al  contemplar  sus 
cuatro  estatuas  de  los  Evangelistas  sen- 
tadas sobre  pedestales  de  mármol  negro 
y  talladas  en  madera  bronceada,  y  aún 
queda  el  tabernáculo  del  altar  mayor, 
del  arquitecto  Cachavera,  y  los  pulpitos, 
del  arquitecto  Amador  de  los  Ríos,  y  la 
puerta  del  tabernáculo  de  la  Pasión  cin- 
celada en  plata  por  Martin,  y  todavía  co- 
metemos omisiones  tan  involuntarias 
como  sensibles. 

Pero  lo  más  sorprendente  es  que  tales 
obras  escultóricas  ni  resulten  perjudica- 
das por  la  inmediata  presencia  de  la  si- 
llería del  coro  del  monasterio  del  Parral, 
preciosa  obra  del  renacimiento,  ni  por 
las  dos  traídas  del  Paular,  del  renaci- 
miento la  una  y  ojival  la  otra,  restaura- 
das por  Guirao ,  ni  por  la  reproducción 
del  San  Francisco  de  Alonso  Cano,  ni 
perjudiquen  á  su  vez  á  estas  maravillas 
de  tan  distinta  época  y  carácter  que  la 
primera,  y  al  revés  de  lo  que  suele  suce- 
der en  pintura,  donde  lo  moderno  y  lo 
antiguo,  aun  tratándose  de  obras  maes- 
tras, se  repelen  y  hacen  desmerecer. 
*  Si  pasamos  á  admirar  las  obras  de  los 
pintores,  hallamos  nombres  tan  afama- 
dos en  el  extranjero  como  en  la  patria 
misma:  Silvela  y  Germán  Hernández, 
Amérigo  y  Contreras,  Rivera  y  Ferrant, 
Muñoz  Degrain  y  Martínez  Cubells,  Ca- 
sado, Plasencia,  Domínguez  y  Moreno 
Carbonero,  cuyo  Sermón  de  la  Montaña 
de  la  capilla  bizantina  suscitaba  en  el 
digno  rector  escrúpulos  de  ortodoxia  por 
la  ñora  del  paisaje  y  la  indumentaria  de 
las  humildes  oyentes  de  Jesús. 

Poco  adecuado  era  día  tan  obscuro  y 
lluvioso  para  apreciar  tanto  portento  de 
dibujo,  colory  composición,  y  aun  cuando 
todos  éramos  fervorosos  amantes  de  las 
bellas  creaciones  allí  acumuladas,  y  no 
las  veíamos  por  vez  primera,  necesitá- 
bamos contemplarlas  á  medias  con  el  re- 
cuerdo y  con  los  ojos. 

De  Ferrant  son  los  reyes  y  profetas  del 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


17 


arranque  de  la  bóveda  y  las  profetisas 
de  los  segmentos  de  la  cúpula  mayor;  la 
aparición  de  Cristo  y  la  Virgen  á  San 
Francisco  y  la  confirmación  del  jubileo 
por  Honorio  III,  de  la  capilla  principal. 

Plasencia  pintó  Nuestra  Señora  de  los 
Angeles  y  los  evangelistas  San  Mateo  y 
San  Juan  en  la  cúpula  mayor  y  la  apoteo- 
sis celeste  de  la  Orden  de  Carlos  Ili  en 
la  capilla  de.  este  nom^bre.  Domínguez, 
los  doctores  de  la  Iglesia;  una  alegoría 
de  la  villa  de  Asís  y  la  Virgen  del  Car- 
men entregando  un  escapulario  al  funda- 
dor de  la  Orden. 

Rivera  se  reservó  toda  la  capilla  de 
Nuestra  Señora  de  las  Mercedes,  toman- 
do como  asunto  de  su  decoración  el  amor 
divino  y  la  candad  cristiana.  Casado  re- 
presentó, en  la  capilla  de  las  Ordenes  mi- 
litares la  batalla  de  Clavijo  ganada  por 
Ramiro  I  con  el  auxilio  del  apóstol  San- 
tiago. Hernández  Amores  nos  dejó  un  Cal- 
vario en  la  capilla  de  la  Pasión ;  Contre- 
ras,  un  San  Juan  bautizando  en  la  de  las 
Ordenes,  y  Martínez  Cubells  los  evange- 
listas San  Lucas  y  San  Marcos. 

Aun  después  de  esta  relación,  ¡cuántas 
obras  notables  modernas  omitimos ! ,  re- 
cordando aun  de  paso,  entre  las  muchas 
buenas  antiguas,  un  cuadro  de  Goya, 
cuyo  asunto  es  la  predicación  de  San  Ber- 
nardino  de  Sena  ante  la  corte  de  Alfonso 
de  Aragón. 

Parece  agotada  la  serie  de  maravillas, 
y.  sin  embargo,  faltan  por  mencionar:  un 
zócalo  de  azulejos  traídos  del  palacio 
levantado  en  Cadalso  de  los  Vidrios  por 
D.  Alvaro  de  Luna,  y  completados  hasta 
el  número  necesario  de  un  modo  insupe- 
rable, porZuloaga,  en  los  hornos  de  la 
Moncloa,  y  no  hemos  hablado  aún  de  las 
vidrieras  de  colores  pintadas  según  car- 
tones de  Amérigo  y  Laplaza;  ni  de  los 
repujados  de  la  puerta  del  Sagrario  del 
altar  mayor;  ni  de  la  alfombra  de  éste, 
tejida  en  la  Real  fábrica  de  tapices,  ni  de 
ricos  ornamentos  de  Iglesia  sacados  de 
sus  suntuosas  cajoneras  ante  nuestros 
embelesados  ojos  por  el  solícito  cuidado 
de  nuestro  guía. 

Sólo  haremos  mención  especial  de  una 
caprichosa  pintura  del  Bosco,  puesta  en 
la  escalera  del  coro.  Como  hechura  es 
notable;  mas  por  cima  de  ésta  descuella 
la  picaresca  intención  del  autor  compla- 
ciéndose en  pintar  las  tentaciones  de  San 
Antonio,  á  quien  distrae  de  su  atención 
ver  cómo  los  frailes  invaden  el  campo, 
en  cuyo  centro ,  una  fantástica  represen- 
tación de  la  mujer  sirve  de  base  á  un  mo- 
lino de  viento.  ¿No  es  cierto  que  no  era 
San  Francisco  el  Grande  sitio  donde  pu- 
diera esperarse  hallar  tales  manifesta- 
ciones de  humorismo? 

La  arquitectura,  cual  huésped  que  vo- 


luntariamente se  oscurece  para  dejar 
brillar  por  completo  á  sus  invitados ,  casi 
no  aparece  con  personalidad  propia  en  la 
restauración  del  edificio,  dejando  campar 
ala  pintura  y  la  escultura,  á  las  cuales 
prepara  lienzos  y  espacios ,  de  cuya  ex- 
tensión da  una  idea  la  cifra  de  la  mayor 
altura  interior,  que  llega  á  33  metros. 
Aun  asi,  en  los  detalles  escultóricos  ya 
mencionados  y  en  el  resto  del  templo  se 
ven  los  notables  trabajos  de  arquitectos 
tan  llenos  de  mérito  como  Avalos,  Ama- 
dor de  los  Ríos,  Cachavera  y  Farrés. 

El  señor  Rector  nos  obsequió  por  fin 
conduciéndonos  á  su  morada,  digna  de 
un  inteligente  aficionado,  en  la  cual  toda- 
vía pudimos  admirar  algo,  aun  después 
de  ver  tanto  bueno. 

Tan  agradable  expedición  terminó  como 
los  desafíos  al  uso,  reuniéndonos  todos 
ante  una  mesa  del  hotel  de  Rusia,  donde 
entre  plato  y  plato  se  continuaron  las  ala- 
banzas al  talento  de  los  artistas  y  á  la 
bondad  de  nuestro  respetable  cicerone, 
pero  uno  y  otra  son  tan  del  dominio  pú- 
blico,  que,  como  de  cosa  juzgada,  no 
hay  que  hablar. 

El  nuevo  triunfo  logrado  por  Felíu  y 
Codina  con  su  Miel  de  la  Alcarria,  naci- 
da en  una  de  las  excursiones  de  la  Socie- 
dad, estaba  muy  reciente,  y  se  acordó  es- 
cribirle un  mensaje  de  felicitación.  La 
elegante  pluma  de  Alvarez  Sereix  le  re- 
dactó, todos  le  sentimos  y  firmamos  y 
después...,  después,  desde  las  serenas 
regiones  del  arte,  donde  nos  habíamos 
mecido  unas  horas ,  volvimos  á  caer  en 
las  arideces  de  los  asuntos  cotidianos. 
Gerardo  de  la  Puente. 

SECCIÓN  DE  CIENCIAS  HISTÓRICAS 


epigrafía  arábiga 


Lápida  conmemorativa  del  Castillo  de  Tarifa 

ESTiMOXio  evidente  de  la  progenie 
muslímica  de  su  primitiva  fábrica, 
guarda  y  conserva  á  modo  de  mar- 
ca ó  sello  el  histórico  castillo  de 
Tarifa,— de  tan  singular  renombre  por  el 
heroico  Alonso  Pérez  de  Guzmán,  el 
Bueno ,— un  epígrafe  arábigo,  colocado 
sobre  una  de  sus  puertas.  Excita  allí  la 
curiosidad,  y  nadie,  que  sepamos,  ha  in- 
tentado hasta  ahora  su  lectura,  ni  su  con- 
texto era  conocido  por  los  doctos,  á  pesar 
de  la  importancia  que  á  sus  declaraciones 
eran  generalmente  atribuidas. 
Noticiosos  nosotros  de  la  existencia  de 


i8 


boletín 


este  monumento  epigráfico,  por  las  indi- 
caciones de  nuestro  buen  amigo  el  inge- 
niero de  montes  D.  Luis  Heraso  y  Piza- 
rro,  no  vacilamos  en  solicitar  del  exce- 
lentísimo Sr.  Ministro  de  la  Guerra,  para 
la  colección  epigráfica  del  Museo  Ar- 
queológico Nacional,  una  reproducción 
en  yeso  del  referido  monumento ;  y,  defi- 
riendo galantemente  á  nuestros  deseos, 
el  general  Sr.  López  Domínguez  hubo  de 
acceder  á  ellos,  proporcionándonos  la  re- 
producción solicitada. 

Es  para  nosotros  desconocida  la  mate- 
ria en  que  el  epígrafe  está  tallado,  bien 
que  todo  hace  presumir  que  lo  fué  en  una 
tabla  de  mármol  blanco ,  la  cual  debe  me- 
dir, á  juzgar  por  la  reproducción,  0,m  73 
de  alto  por  0,^  55  de  ancho.  Consta  la 
lápida  de  once  líneas  de  inscripción  en 
caracteres  cúficos,  faltos  de  elegancia,  de 
corrección  y  de  gallardía  en  el  dibujo,  y 
de  estas  once. líneas,  la  última  ocupa  so- 
lamente breve  espacio  en  el  centro  del 
epígrafe.  Efecto  sin  duda  de  la  intempe- 
rie, no  todas  las  líneas,  por  desgracia, 
resultan  igualmente  legibles,  y  aun  en 
aquellas  que  pueden  ser  entendidas,  es 
necesario  hacer  reiterados  esfuerzos  para 
leerlas,  existiendo  palabras  escritas  in- 
correctamente, y  otras,  ya  muy  borra- 
das, de  reducción  é  interpretación  impo- 
sibles. Así  y  todo,  el  epígrafe,  que  es  de 
cierta  importancia  histórica,  dice  de  esta 
suerte,  según  la  reproducción  á  que  nos 
referimos: 

^^;yl^\        ^UL       J.-»^'»       (2)       J^        ¿)JJ'\ 

^ — « — ^j — i\    J.^    ¿>S)\    J^>o:    , «\ 

slX>   <í^_LJ\   JLL\   ^^;,.^^\  ^^^\ 


En  el  nombre  de  Alláh,  el  Cletnente, 
el  Misericordioso! 

Alabado  sea  Alláh,  Señor  del  Uni- 
verso! La  bendición 

de  Alláh  sea  sobre  Mahoma,  sello 
de  los  Profetas  [\)! 

Mandó  el  siervo  de  Alláh  Ab-er- 

Rahmán, 
5      Amir  de  los  muslifnes  {/prolongue 
Alláh  sus  días!) 

construir  este  castillo  [¿y  se  con- 
cluyó?] 

en  la  luna  de  Ssafár  del  año 

nueve  y  cuarenta  y  trescientos  (2) 

bajo  la  dirección  del  Guasir 

Abd-er-Rahmán  ¿ben-Hayyán? 
11  

Corresponde,  pues,  el  monumento  á  la 
categoríadelosí:o«;?z^wo;'rt//í;os^ypor  él 
se  atestigua  que  Abd-er-Ruhmán  III  man- 
dó edificar  ó  construir  aquel  castillo  de 
Tarifa  en  el  mes  de  Abril  de  960  de  nues- 
tra era,  resultando,  por  consiguiente,  el 
único  de  que  aún  quedan  restos, — bien  que 
trastornados  por  las  vicisitudes  políticas 
de  España  desde  la  segunda  mitad  del  si- 
glox, — elcualseapor  modo  auténtico  obra 
y  producto  de  la  arquitectura  militar  del 
Califato ,  concepto  en  el  que  bien  merece 
ser  con  toda  detención  estudiado  por  los 
entendidos. 

Era  ocasión  aquella  en  la  cual  las  re- 
vueltas ocasionadas  en  León  por  la  repo- 
sición de  Sancho  el  Craso  en  el  trono, 
habían  obligado  á  Abd-er-Rahmán  III  á. 
suspender  la  guerra  que  en  África  soste- 
nía con  los  Fathimitas,  enviando  al  servi- 
cio del  monarca  leonés  el  ejército  desti- 
nado para  combatir  á  aquéllos,  y  con 
cuyo  auxilio ,  mediado  ya  el  año  %0 ,  las 
Asturias,  que  habían  sido  el  último  refu- 
gio de  Ordoño  IV  el  Malo,  se  entregaban 
en  poder  del  rey  don  Sancho. 

Momento  de  tregua  en  la  lucha  crude- 
lísima  y  accidentada  trabada  con  los  arro- 
gantes Fathimitas ,  aprovechado  era  por 
An-Nássir  para  fortificar  las  costas, 
mientras  él,  en  Marzo  de  aquel  año ,  caía 


1  Por  ^_5J-o 

2  Por  ^ 

3  Por  ^JO    ,^_ylj: 


1  Es  decii :  el  último,  y  por  consiguiente  el  más 
caracterizado  y  perfecto. 

2  Del  2  al  30  de  Abril  inclusives  del  año  960 


\ 

^ 


PORTAP^iZ  DE  SANTIAGO    DE   UCLÉS 
blGLO  {X\'  l ' 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


'9 


en  Córdoba  gravemente  enfermo,  de  una 
pulmonía  que  hizo  temer  por  su  exis- 
tencia. 

Conocidos  estos  hechos,  que  consignan 
á  la  par  los  cronistas  cristianos  y  los 
muslimes,  ocurre  preguntar  si  en  la  anti- 
gua Mellaría,  á  que  dio  en  710  nombre  el 
explorador  Thárif-Abú-Zara,  no  existían 
defensas,  si  éstas  eran  escasas,  ó  si  ya 
los  normandos  en  el  siglo  ix,  ya  los  Fathi- 
mitas  en  los  días  de  An-Nássir,  pudieron 
destruirlas,  cuando  este  glorioso  Califa  se 
veía  en  la  precisión  de  edificar  de  nueva 
planta  aquel  castillo.  Los  escritores  ára- 
bes aseguran  que  Abd-er-Rahmán  III  lle- 
vó sus  armas  al  África,  donde  no  siem- 
pre le  fué  devota  amiga  la  fortuna;  hablan 
de  diversas  expediciones,  realizadas  con 
más  ó  menos  éxito,  contra  Maád-ben-Is- 
maíl ,  señor  de  África ,  en  346 ,  347  y  348 
(957,  958  y  959  de  J.  C),  y  hacen  mérito 
especial  de  la  en  que,  al  mando  del  al- 
caide Ahmed-ben-Yila,  incendiaron  los 
cordobeses  á  Mers-al-harez,  y  devastaron 
los  alrededores  de  Susa  y  de  Tabarca. 

No  hacen  alusión  alguna  á  ningún  de- 
sastre; mas  quizá  no  estaría  grandemente 
seguro  Abd-er-Rahmán  111  de  la  suerte 
de  sus  armas  en  la  guerra  africana,  cuan- 
do fortificaba  á  Tarifa,  disponiéndola  para 
eficaz  defensa,  ó  acaso  los  Fathimitas  hu- 
bieran logrado,  á  despecho  de  Ceuta,  in- 
festar de  piratas  el  Estrecho,  dando  algún 
tiento  á  Tarifa  en  cualquiera  de  sus  co- 
rrerías ,  cuando  el  Califa  disponía  seme- 
jante obra  de  fortificación,  que  nada  ha- 
bría justificado  en  aquella  fecha,  á  haber 
sido  siempre  vencedor  de  sus  irreconci- 
liables enemigos  los  africanos. 

Como  quiera  que  sea,  según  compren- 
derán los  lectores ,  la  declaración  expre- 
sa de  este  monumento  epigráfico,  desco- 
nocido hasta  el  día,  bien  merece  que  los 
entendidos  fijen  en  ella  la  atención,  y  acla- 
ren este  punto  interesante  de  la  historia 
del  Califato  de  Córdoba,  invitándoles  por 
nuestra  parte  á  ello. 

Rodrigo  Amador  de  los  Ríos. 


ORFEBRERÍA 


-Jarro  del  Pilar 


Porta-paz  de  Santiago  de  Uclés. 
de  Zaragoza. 

N  los  comienzos  del  siglo  xvi  lle- 
garon á  España  multitud  de  orfe- 
bres procedentes  de  Alemania,  Ita- 
lia y  Francia.  Conducíales  la  segu- 
ridad de  obtener  la  protección  de  muchos 
magnates  que  ,  haciendo  acertado  uso  de 
sus  riquezas,  fomentaban  las  artes  y  se 
enorgullecían  con  enriquecer  las  iglesias 
de  sus  patronatos  y  sus  fastuosas  mansio- 
nes, que  á  veces  competían  en  esplendor 
y  gala  con  los  alcázares  soberanos. 

La  influencia  de  aquellos  maestros  dio 
gran  vuelo  á  la  industria  de  la  platería 
nacional,  cuyos  productos  se  veían  gene- 
rosamente recompensados,  obteniendo  in- 
mediata acogida,  así  en  las  casas  de  los 
poderosos,  como  en  las  iglesias  y  monas- 
terios. 

Entre  éstos  figuró  en  primera  línea, 
por  el  poderío  de  sus  jefes  y  su  significa- 
ción é  importancia  histórica  y  política,  la 
Casa  conventual  de  Santiago  de  Uclés. 

En  ella,  y  con  otras  muchas  alhajas  no- 
tables, se  hallaba  el  porta-paz  de  plata 
dorada,  con  esmaltes,  que  nuestro  gra- 
bado reproduce,  y  hoy  pertenece  al  Ca- 
bildo prioral  de  las  Ordenes  militares  de 
Ciudad  Real. 

Ocupa  el  centro  un  bajo  relieve  labrado 
en  serpentina,  que  tiene  por  asunto  la  re- 
surrección de  Lázaro.  Por  la  colocación 
de  las  figuras,  el  plegado  de  los  paños  y 
la  tosquedad  de  la  ejecución,  revela  el 
carácter  romano-bizantino  del  último  pe- 
ríodo, y,  por  consiguiente,  fecha  muy 
anterior  á  la  del  trabajo  de  orfebrería  que 
le  sirve  de  marco. 

Los  regulares  y  correctos  cuerpos  ar- 
quitectónicos que  componen  esta  pieza 
son  notabilísimos,  y  presentan  toda  le  ele- 
gancia y  fausto  del  estilo  plateresco,  que 
tantas  maravillosas  obras  produjo  en 
nuestra  patria. 

Columnas  en  forma  de  cariátides;  deli- 
cadas estatuitas  de  San  Pedro,  San  Pa- 
blo, Santiago  y  San  Juan  Bautista,  en  las 
hornacinas  de  ambos  lados;  pequeñas  y 
finas  imágenes  de  los  cuatro  Evangelis- 
tas, colocadas  en  los  netos  de  las  bases  y 


boletín 


frisos  de  la  cornisa;  diminutas  figuras  re- 
presentando la  batalla  de  Clavijo,  ocu- 
pando todo  el  friso  superior;  el  medallón 
del  coronamiento  con  la  imagen  de  la  In- 
maculada Concepción ,  rodeada  de  ánge- 
les: las  Virtudes  cardinales  que  completan 
el  decorativo  conjunto  y  la  esmaltada  es- 
tatua del  Salvador,  que  terminan  la  obra, 
son  todas  armónicas  partes  de  un  armo- 
nioso conjunto  que  demuestra  la  pericia 
del  autor  de  tan  prodigiosa  5^  perfecta  j  oy  a. 
No  es  menos  notable,  ni  en  nada  desme- 
rece, por  cierto,  de  este  bellísimo  todo, 
el  asa,  que  representa  una  quimera  alada, 
hecha  tan  gallarda  y  briosamente  como 
pudo  soñar  la  creadora  fantasía  del  ar- 
tista, reverso  de  la  alhaja,  por  sí  solo  su- 
ficiente para  hacerla  digna  de  la  admira- 
ción de  los  inteligentes. 

El  carácter  perfectamente  definido  del 
Renacimiento  español  que ,  inspirándose 
en  las  suntuosidades  de  Pavía  creó  ei 
estilo  llamado  plateresco;  el  hallarse  de- 
dicado el  porta-paz  al  convento  de  Uclés, 
y  llevar  las  emblemáticas  insignias  de  la 
Orden,  las  tradicionales  conchas,  la  ima- 
gen de  Santiago  y  el  recuerdo  de  Clavijo, 
bastarían  para  que  no  pudiera  dudarse  de 
que  esta  obra,  que  compite  con  los  más 
acabados  productos  del  arte  de  la  orfe- 
brería, es  de  procedencia  nacional;  mas 
por  fortuna  no  se  necesita  acudir  para 
asegurarlo  á  presunciones  más  ó  menos 
fundadas,  pues  una  de  las  marcas  que 
conserva,  revela  haber  sido  construido 
en  Cuenca,  por  tener  sus  blasones  y  la 
palabra  Cuen  '. 

Otros  tres  punzones  se  hallan  en  el 
porta-paz,  pero  hasta  ahora  no  se  han 
descifrado.  Tal  vez  sea  alguno  de  ellos 
del  famoso  Cristóbal  Becerril ,  que  en 
aquella  ciudad  labró  el  precioso  osculato- 
rio  que  se  guarda  en  El  Escorial,  y  la  cus- 
todia de  Alarcón,  ó  de  alguno  de  sus  her- 
manos, que  con  aquél  hicieron  la  de  la 
catedral  de  Cuenca,  y  que  por  cierto  tiene 
por  coronamiento,  como  el  porta-paz  de 
que  nos  ocupamos,  una  pequeña  estatua 
del  Salvador. 


1  Debemos  esta  noticia  A  la  señora  doña  Adela 
Croocke  de  Osma  ,  tan  competente  en  semejante  gé- 
nero de  investigaciones. 


El  jarro  de  la  iglesia  del  Pilar  de  Zara- 
goza que  el  grabado  representa,  aunque 
de  otro  orden,  es  también  una  pieza  no- 
table. Labrado  en  plata ,  con  gran  profu- 
sión de  relevados  adornos,  recorridos  á 
cincel,  corresponde  al  mismo  estilo  del 
Renacimiento  italiano,  é  indica  en  su  cons- 
trucción los  últimos  años  del  siglo  xv,  por 
el  empleo  de  elementos  decorativos  per- 
tenecientes al  estilo  ojival. 

Conocíase  vulgarmente  en  la  heroica 
ciudad  con  la  denominación  de  El  jarro 
de  D.  Jaime  el  Conquistador,  mas  basta 
verle  para  comprender  lo  infundado  de 
semejante  atribución. 

Ofrece,  además  de  su  valor,  el  grandísi- 
mo interés  de  llevar  la  marca  del  contras- 
te de  Zaragoza,  con  el  león  heráldico  y  la 
inscripción  Cces-aug.  Mide  22  centímetros 
de  alto  y  13  de  ancho,  y  pesa  47  onzas. 

Ambas  piezas  son  buena  prueba  de  la 
riqueza  y  perfección  que  alcanzó  en  Es- 
paña el  arte  de  la  platería  durante  un 
largo  período. 

Enrique  de  Leguina. 

se<sí(síIOK_OHI<gIHii 

La  Sociedad  de  Excursiones  en  Marzo. 

La  Sociedad  Española  de  Excursiones 
realizará  una  á  Segovia  en  los  días  23  y 
24  del  corriente,  con  arreglo  á  las  condi- 
ciones siguientes: 

Salida  de  Madrid  (Estación  del  Norte) 
el  sábado  23  á  las  7*^  15'  de  la  iiañana. 
Llegada  á  Segovia,  11''  23' mañana.  Sali- 
da de  Segovia  el  24  á  las  6''  44'  tarde.  Lle- 
gada á  Madrid,  10''  20'  noche. 

Montimeiitos  que  se  visitarán. — Acue- 
ducto romano,  iglesias  románicas  de  San 
Martín,  San  Esteban  y  San  Millán;  monjas 
del  Corpus-Cristi,  catedral,  Santa  Cruz, 
el  Parral,  Alcázar,  en  restauración,  etc. 

Cuota. — Treinta  y  siete  pesetas,  en  las 
cuales  se  incluye  el  viaje  de  ida  y  vuelta 
en  segunda  clase,  coche  entre  la  estación 
y  la  ciudad,  almuerzo,  comida  y  habita- 
ción el  23;  desayuno,  almuerzo  y  cena 
de  fiambres  en  el  tren  el  24;  gratificacio- 
nes, etc.,  etc. 

Para  las  adhesiones  á  esta  excursión 
dirigirse  de  palabra  ó  por  escrito,  hasta 
el  día  22,  á  las  3  de  la  tarde,  acompañan- 
do la  cuota,  al  Sr.  Presidente  de  la  Co- 
misión ejicutiva,  D.  Enrique  Serrano 
Fatigati,  calle  de  las  Pozas,  17,  segundo 
derecha. 

Madrid,  1.'^  de  Marzo  de  1895.  El  Secre- 
tario general,  Vizconde  de  Palasuelos. — 
V.°B."    EWresiáenle,  Serrano  Fatigati. 

K)03—  A.  AVRIAL,  impresor.— San  Bernardo,  92 


^c 


t,B    flAUSEBY  JUbNBT.-J^ÍAO 


JARRO   DEL  PILAR   DE  ZARAGOZA 
(SIGLO  XV) 


BOLETÍN 


DE  LA 


SOCIEDAD  ESPAIOLA  DE  EXWIOIS 


AÑO  III 


t 


IVIadrid  1-°  ele  -A-laril  de  1895 


)^         NOM.  26 


EXCURSIONES 


FORTALEZAS  Y  CASTILLOS 

IDE  lvfl:A.GiXJEID  A.  -^  ESC-A-LOIST-A. 


ESCALONA 

E  olvidadizo  y  hasta  de  ingrato  pe- 
K)l\  (,^j-j^  gj  ^i  presentar  aquí  mis  lige- 
ros apuntes  de  la  divertida  excur- 
sión realizada  á  orillas  del  río  Al- 
berche  no  consignase  la  parte  principal 
que  en  su  atractivo  tuvo  la  cordial  fran- 
queza y  alegre  expansión  de  las  personas 
que  la  realizaron. 

Era  en  cierto  modo  nuestro  viaje  una 
peregrinación  por  los  lugares  que  fueron 
teatro  de  interesantísimos  episodios  de  la 
historia  accidentada  de  nuestra  patria,  y 
entre  ellos,  ninguno  tan  dramático  como 
el  de  los  últimos  actos  de  la  tragedia  en 
que  el  gran  condestable  de  Castilla  don 
Alvaro  de  Luna  fué  protagonista  y  vícti- 
ma voluntaria.  Conocida  por  todo  el  que 
haya  leído  siquiera  en  las  escuelas  las 
historias  compuestas  por  los  dómines  de 
antaño,  ¿cómo  no  había  de  ser  entendida 
á  fondo  por  nuestro  activo  y  entusiasta 
vicepresidente  D.  Adolfo  Herrera;  por 
nuestro  simpático  y  eruditísimo  secreta- 
rio señor  vizconde  de  Palazuelos,  ilustre 
vastago  de  los  López  de  Ayala,  apegados 
á  la  historia  de  Toledo  en  toda  la  Edad 
Media,  y  que  en  este  viaje  parecía  hacer- 
nos los  honores  de  la  tierra;  por  el  exper- 
to jurisconsulto  y  distinguido  escritor  don 
Marcelo  Cervino,  hábil  investigador  di- 
plómata;  por  el  respetable  maestro  en  arte 
Sr.  Poleró ,  más  joven  de  espíritu  y  entu' 
siasmo  artístico  que  ningún  otro  délos  ex- 
T.  lu. 


cursionistas,  y  por  fin  del  joven  oficial  del 
ejército  Sr.  Ibáñez  Marín,  digno  sucesor  de 
escritores  militares  como  el  autor  de  los 
Diálogos  del  Soldado,  y  de  aquellos  ofi- 
ciales de  Flandes  que  escribían  la  relación 
de  la  batalla  de  San  Quintín  al  alcance  de 
las  baterías  francesas?  Declaro  con  since- 
ridad que  si  la  contemplación  de  las  reli- 
quias monumentales  y  de  los  pintorescos 
paisajes  que  atesora  el  llano  y  sierra  de 
Toledo,  los  suculentos  refrigerios  ofreci- 
dos con  esplendidez  y  franqueza  verda- 
deramente castellanas,  el  néctar  escaló- 
nense del  vino  de  sol,  á  ningún  otro  com- 
parable, con  que  en  la  antigua  corte  del 
Condestable,  nos  obsequió  el  Sr.  Blanco, 
no  hubiesen  constituido  ya  suficiente  é 
intenso  solaz  para  el  espíritu  y  el  cuerpo, 
la  sabrosa  y  enciclopédica  plática  soste- 
nida entre  tan  discretas  é  ilustradas  per- 
sonas hubiese  bastado  para  hacernos  per- 
der la  noción  del  tiempo. 

Salimos  de  Maqueda  sugestionados  ya 
por  la  sombra  del  Condestable,  y  al  reco- 
rrer el  camino  que  conduce  á  Escalona, 
probablemente  el  mismo  que  seguirían  sus 
implacables  enemigos  cuando  fueron  á  si- 
tiar su  palacio  y  fortaleza,  nuestro  ánimo 
se  encogía  y  apesadumbraba  recordando 
aquella  enorme  sucesión  de  felonías  que 
terminó  por  tan  cruel  é  injusta  suerte  en  la 
Plaza  del  Ochavo  de  Valladolid.  Llegá- 
bamos por  fin  á  orillas  del  Alberche  cuan- 
do empezaba  á  cerrar  la  noche,  y  en  aquel 
instante  parecíanos  ver  en  su  orilla  dere- 
cha, acampada  ante  la  imponente  forta- 
leza, cuyo  aspecto  en  aquella  hora  tan 
gráficamente  ha  descrito  en  artículo  an- 
terior nuestro  distinguido  consocio  señor 

4 


boletín 


Cervino,  la  hueste  real  rodeando  el  pa- 
lenque donde  en  suntuosas  tiendas  que 
vemos  fielmente  representadas  en  la  Sala 
de  Batallas  del  Escorial,  se  cobijaba  aque- 
lla taifa  de  desaforados  jueces,  por  dere- 
cho que  á  sí  propios  se  habían  otorgado, 
para  ver  y  fallar  en  familia  la  suerte  del 
malaventurado   D.   Alvaro,  no   de  otro 
modo  por  ellos  condenado  que  como  sen- 
tenciaron tantas  veces  los  bandidos  á  sus 
víctimas  secuestradas.  De  allí  partió  la 
sentencia  de  muerte,  sin  la  cual  no  espe- 
raba el  rey  que  se  le  entregase  la  villa  y 
la  fortaleza  y  los  tesoros  en  ella  guarda- 
dos por  el  Condestable,  no  para  sí,  sino 
para  las  necesidades  de  aquel  rey  mente- 
cato, y  las  más  legítimas  del  reino;  y  al 
tender  la  vista  por  aquella  ribera  yerma 
y  seca,  y  levantarla  luego  ala  imponente 
masa  de  la  que  en  torreadas  ruinas,  aún 
amenaza  su  bulto,  no  podíamos  por  me- 
nos de  recordar  cuál  han  llegado  hasta 
nosotros  las  memorias  de  la  víctima  y  del 
inconsciente  verdugo:  la  del  rey  por  los 
suelos,  la  del  Condestable  por  las  nubes. 
No  es  posible  sustraerse  al  atavismo 
romántico  que  todo  español  lleva  infiltra- 
do en  sus  circonvoluciones  cerebrales,  al 
extraviarse  por  los  meandros  de  la  his- 
toria de  su  patria.  Si  el  racionalismo  lite- 
rario imperante  lo  tacha  de  cursi,  el  ca- 
lor del  alma  española  lo  acoge  siempre  á 
su  pesar,  y  yo  pido  perdón  al  lector  de 
este  extravío  que  de  cierto  le  parecerá 
impertinente;  pero  que  el  recuerdo  de  los 
queridos  amigos  nombrados  y  de  aquella 
excursión  inolvidable  me  ha  impuesto  por 
ineludible  sugestión. 

Cedió  á  Escalona  Alíhamin  la  impor- 
tancia de  capitalidad  militar  de  la  zona 
defensiva  del  Norte  del  Tajo,  desde  que 
el  califato  realizó  la  constitución  del  te- 
rritorio y  sus  wazires  entendieron  que  la 
vía  de  la  orilla  derecha  de  los  ríos  Gua- 
darrama y  Alberche  era  más  fácil  y  se- 
gura que  la  de  la  izquierda  para  el  paso 
á  las  climas  del  Norte.  Conservó  Alfha- 
min  mezquita  catedral,  mezquita  parro- 
quial, palacio  y  castillo,  pero  sólo  fué  ya 
con  sus  frondosos  bosques  y  placentera 
situación  más  bien  sitio  de  solaz  para  los 
wazires  toledanos,  mientras  que  en  Esca- 
lona se  aumentaron  las   fortificaciones, 


constituyendo  la  plaza  más  fuerte  de  la 
zona. 

¿Para  qué  entretener  al  lector  en  dis- 
quisiciones acerca  de  su  antigüedad?  Su 
nombre,  antiguo  (Ascalona)  como  el  de 
Maqueda  ó  Maceda  ',  Noves,  Aceca,  Ye- 
pes  y  algún  otro,  iguales  á  los  de  otras 
ciudades  de  la  Siria  y  Palestina,  prueban 
que  hetheos,  hebreos  ó  árabes  sirios  de- 
bieron dárselos,  y  que  en  épocas  más  ó 
menos  remotas,  enincursiones  anteriores, 
en  mil  ó  más  años  anteriores  á  nuestra 
era,  quizá,  debieron  fundarse  poblaciones 
en  estos  sitios.  No  hay  para  qué  divagar. 
La  historia  consigna  la  naturaleza  beli- 
cosa de  los  hetheos  anteriores  á  los  he- 
breos en  la  tierra  de  Canaam  y  en  la  Pe- 
nínsula ibérica  como  en  otras  muchas  re- 
giones; las  crónicas  arábigas  registran  el 
auxilio  que  los  judíos  prestaron  á  los  mu- 
sulmanes en  su  invasión,  facilitándoles  la 
sumisión  ó  entrega  de  todas  las  plazas; 
pudieron,  pues,  Escalona  y  Maqueda,  y 
Noves  y  Aceca  ser  habitadas  por  he- 
breos ^  y  por  ellos  entregadas  sin  lucha 
á  los  agarenos.  El  testimonio  subsisten- 
te, vivo,  de  la  antigüedad  de  Escalonai 
existe  en  sus  muros,  en  los  restos  de  vía 
romana  hallados  en  la  villa,  en  los  toros 
de  indefinida  procedencia  del  Real  de  San 
Vicente,  en  las  aras  y  sepulcros  etruscos 
de  los  montes  vecinos,  en  el  plano  de  la 
villa,  en  la  situación  topográfica  de  su  for- 
taleza. 

Con  efecto,  en  estos  dos  últimos  datos 
se  encuentra  la  tradición  de  las  poblacio- 
nes y  fortalezas  que  cartagineses  y  roma- 
nos encontraron  en  tan  gran  número  y 
tan  fortificadas,  como  concretamente  nos 
dicen  los  historiadores  y  geógrafos  de  la 
antigüedad  clásica ',  consignando  la  exis- 


1  Así  la  nombra  Juan  de  Mena. 

2  Como  las  que  cita  El-Edrissi  en  la  primera  mitad 
del  siglo  XII,  y  como  el  fuerte  castillo  de  Tudela  en- 
tregado á  la  custodia  de  los  judíos  por  D.  Sancho  el 
Mayor  en  1170,  y  los  de  Funes  y  Estella,  y  como  las 
fortalezas  de  Or  y  Celorigo,  encomendadas  á  los  mis- 
mos por  D.  Alfonso  VIII  en  1174,  y  el  castillo  de  Ma- 
yorga  en  1206  por  D.  Alfonso  VII.  Es  de  recordar 
asimismo  la  importancia  que  á  los  judíos  \  conversos 
concede  D.  Alfonso  VII  en  el  fuero  de  Escalona. 

3  Polibio:  libros  iii,  viir.  Appiano,  iv.  Strabon,  iii,  iv. 
Frontino,  Strategematicon,  libros  i,  ii ,  iv.  Es  notable 
lo  que  dice  este  último  en  el  cap.  iii  de  su  primer  li- 
bro acerca  de  Scipión,  cuando  "no  queriendo  detener- 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


23 


tencia  de  fuertes  destacados  ó  atalayas, 
campos  atrincherados  y  fortalezas  en  los 
tiempos  anteriores  á  las  colonizaciones 
fenicias  y  griegas.  En  las  relaciones  de  las 
campañas  de  Aníbal  aparecen  ya  los  pue- 
blos carpetanos  como  indomables  guerre- 
ros, que  con  olcades  y  vacceos  "en  nú- 
mero de  100.000  hombres:  invicta  acies  si 
aequo  diinicaretur  canipo„ ,  pusieron  en 
grave  aprieto  al  célebre  general  cartagi- 
nés, á  orillas  ó  en  las  cercanías  del  Tajo, 
quiza  en  los  pasos  de  la  sierra. 

Todas  las  noticias  que  abundantemente 
recogieron  los  historiadores  de  la  con- 
quista de  la  Península,  ponen  de  manifies- 
|0  que  ya  al  abordar  Scipión  en  Sagunto, 
se  encontró  en  ella  con  una  perfecta  y  po- 
derosa organización  militar. 

Debió  haber,  pues,  en  esta  meseta  arci- 
llosa que  domina  el  paso  del  Alberche  que 
atravesaba  la  vía  antigua,  una  población 
y  un  fuerte;  en  el  plano  actual  de  Escalo- 
na, conservado  por  su  muro  y  en  la  posi- 
ción topográfica,  parece  encontrarse  la 
tradición  etrusca,  que  es  á  la  que,  en  mi 
concepto,  hay  que  atribuir  todas  esas  for- 
tificaciones y  ciudades  de  que  nos  hablan 
los  citados  historiadores. 

Aunque  los  vados  del  Alberche  fueron 
siempre  peligrosos  y  casi  impracticables 
por  lo  movedizo  y  blando  de  su  seno  du- 
rante la  mayor  parte  del  año ,  en  los  que, 
como  este  de  Escalona,  eran  muy  frecuen- 
tados, se  tendía  un  vaden  de  fuerte  enlosa- 
do cuando  no  se  podía  ó  no  convenía  cons- 
truir un  puente.  Aquí  se  ha  creído  en  al- 
guna ocasión  encontrar  restos  de  uno 
romano  en  lo  que  fueron  reliquias  del  an- 
tiguo vaden. 

Era,  pues,  indispensable  la  defensa  de 
este  paso,  y  sobre  él,  á  plomo,  debió  le- 
vantarse el  primitivo  reducto  de  seguri- 
dad del  campo  atrincherado,  oppidiun, 
arx,  castellwn,  que  desde  tiempos  remo- 
tísimos fué  necesario  allí,  y  cuya  cimenta- 
ción sostiene  acaso  aún  al  presente,  la 
explanada  y  torreón  de  la  vela  de  la  for- 
taleza actual. 
Aparte  de  la  vía  antigua  que,  ó  bien 


se  en  el  asedio  de  muchas  plazas  (plnrium  oppidum). 
hizo  volver  sus  tropas  á  cuarteles  de  invierno „  (año 
217  antes  de  Jesucristo'. 


atravesaba  la  villa  de  Sur  á  Norte,  ó  bien 
la  rodeaba,  y  cuyo  punto  de  acceso  desde 
el  río  no  es  fácil  descubrir  hoy,  un  sende- 
ro abierto  en  la  escarpadísima  pendiente 
sobre  que  se  asienta  el  muro  de  la  villa 
era  el  único  acceso  á  ésta,  paralelo  á  él  y 
dando  frente  al  torreón  de  la  vela,  espo- 
lones y  muros  de  la  fortaleza.  El  aparejo 
de  estos  muros  es  propiamente  indígena, 
esto  es,  de  tradición  ibérica,  enteramen- 
te diverso  del  hormazo  de  que  habla  Pli- 
nio  como  usado  en  la  región  Noroeste  de 
África  y  Mediodía  de  España,  y  propio  de 
algunas  villas  y  ciudades  ribereñas.  Ciu- 
dad Rodrigo  y  León  (ésta  en  una  gran 
parte  de  sus  murallas),  entre  otras,  lo  tie- 
nen igual.  Constituyelo  una  fuerte  arga- 
masa de  arena  pura,  cantos  rodados  que 
nuestros  ríos  ofrecen  en  abundancia  en  la 
proximidad  de  las  sierras  y  cal  tan  hi- 
dráulica que  ha  resistido  incólume  las 
constantes  heladas  de  muchos  centenares 
de  inviernos.  No  es  posible  calcular  ni 
aun  aproximadamente  la  fecha  de  su 
construcción,  pues  como  en  otros  apare- 
jos se  observa,  el  procedimiento  ó  receta 
de  su  confección  se  ha  transmitido  al  tra- 
vés de  los  siglos  inalterable ,  como  su 
consistencia.  Ni  se  encuentra  mención  de 
él  en  los  tratados  de  Vegecio  y  de  Vitru- 
vio,  ni  se  ha  hallado  en  ninguna  de  las  nu 
merosas  ruinas  de  construcciones  milita- 
res exploradas  y  minuciosamente  estudia- 
das en  Asia  menor,  Egipto,  Grecia,  Si- 
ria, etc.,  ni  en  las  construcciones  maurita- 
nas tan  cercanas  á  la  Península,  ni  en  el 
Mediodía  de  ésta,  donde  predominó  el  ver- 
dadero hormazo,  ni  en  lo  que  se  conoce 
de  Europa,  en  fin,  á  no  ser  en  las  ruinas 
de  algunos  fuertes  de  montaña  de  la  Sie- 
rra de  Estrella  en  Portugal,  se  encuentra 
tampoco. 

Creo,  pues,  que  hay  algunos  indicios 
que  permiten  afirmar  fuese  esta  obra 
peculiar  de  algunas  de  las  regiones  cen- 
trales de  la  Península  y  que  los  sahib- 
alebnia  de  los  primeros  amires  del  cali- 
fato de  Damasco  pudieron  aprovechar  los 
muros  así  construidos  en  plazas  como  la 
de  Escalona,  donde  encontrarían  proba- 
blemente dos  grandes  espacios  atrinche- 
rados por  simples  cercas:  la  villa  antigua 
de  planta  casi  cuadrangular  y  el  arx  con 


24 


boletín 


su  gran  recinto  que  podía  resguardar  á 
más  de  mil  hombres. 

Y  no  es  extraño  que  aquellos  arquitec- 
tos musulmanes  conservasen  estos  mu- 
ros ,  cuya  destrucción  por  el  pico  y  la 
zapa,  únicos  medios  á  su  alcance,  era 
muy  difícil  y  costosa,  y  cuya  reconstruc- 
ción hubiese  sido  de  resultados  inferio- 
res. Recientes  eran  y  harto  conocidos  he- 
chos como  los  que  relata  uno  de  los  cro- 
nistas arábigos  del  Achbar  Machmua  *, 
relativos  á  las  operaciones  de  sitio  de  Se- 
villa y  de  Mérida,  en  los  comienzos  de  la 
invasión  musulmana,  en  los  que  nada  pu- 
dieron lograr  contra  la  laxamaxa  de  los 
muros  las  barras,  ni  los  "picos,  que,  á  lo 
sumo,  con  mucho  tiempo  y  trabajo  y  pe- 
ligro conseguían  encentarla ,  pero  en 
manera  alguna  perforar  la  base  del  muro 
para  ponerlo  en  cw^«/c»s (apuntalarlo),  y 
poniendo  fuego  después  á  estos,  conseguir 
el  derrumbamiento  de  un  trozo  de  cortina 
y  la  brecha  para  el  asalto,  como  con  los 
aparejos  de  mampuestos,  de  sillería,  ó 
mixtos  se  consiguió  en  numerosas  oca- 
siones. 

Los  arquitectos  musulmanes  reforza- 
ron mucho  esta  antigua  y  sencilla  fortifi- 
cación, que,  por  las  razones  indicadas, 
volvió  á  adquirir  la  gran  importancia  que 
tuvo  en  antiguos  tiempos ,  y  que  durante 
los  tres  siglos  de  dominación  visigótica 
hubo  de  amenguar.  Levantaron  los  ro- 
bustos y  bien  obrados  espolones  que  por 
el  frente  N-E.  y  N-0.,  no  sólo  consti- 
tuyeron unos  poderosos  traveses  de  des- 
entilada, con  arcos  de  comunicación  sobre 
la  tela  exterior,  sino  que  contrarrestaron 
los  empujes  del  muro,  reforzado  interior- 
mente en  la  extensa  línea  de  estos  dos 
frentes  con  un  grueso  paramento  de  mam- 
postería  con  que  se  constituyó  el  andén 
del  adarve ,  dejando  convertido  en  fuerte 
muro  torreado  de  diez  metros  de  altura  y 
tres  de  ancho  lo  que  era  antes  simple  cer- 
ca. Proveyeron  á  la  defensa  de  este  ca- 
mino de  ronda  exterior  con  una  barrera 
ó  contramuro  almenado,  de  mampuesto, 
en  el  borde  de  la  escarpa,  revestida  con 
grandes  losas,  fuerte  revestimiento  que 
se  conserva  íntegro  en  toda  la  extensión 


1  Pág.  29. 


del  foso  exterior  é  interior,  pues  también 
lo  tiene  el  alcázar,  así  como  en  la  con- 
traescarpa. 

Tanto  esta  cresta  de  combate,  baja,  con 
su  foso  ancho  y  perfecto,  como  siete  de  los 
ocho  espolones  mencionados,  creólos  obra 
musulmana.  Lejos  de  deberse  reputar  por 
obra  exclusivamente  moderna  los  taludes 
de  barreras,  muros  y  torres,  son  tan  an- 
tiguos, que  los  arquitectos  musulmanes 
procedentes  de  Asia  y  de  Egipto,  habían 
podido  verlos  y  estudiarlos  en  obras  mi- 
litares de  la  décima  dinastía  nada  menos, 
como  la  fortaleza  de  Senneh,  ó  en  Asia 
menor,  en  Pteria  y  otros  puntos.  Lo  mis- 
mo sucedía  con  los  espolones,  torres  de 
planta  paralelográmica  de  gran  través, 
que  constituían  por  sí  solos  pequeños 
fuertes  del  recinto ,  cuyo  flanqueo  domi  - 
naban  interior  y  exteriormente  por  su 
gran  elevación  sobre  el  muro.  El  aparejo 
de  estos  espolones  es  el  mismo  que  el  de 
algunas  de  las  torres  de  Talavera  (cuyos 
espolones  tienen  la  misma  disposición  es- 
tratégica que  los  de  Escalona),  igual  al 
de  la  Puerta  Vieja  de  Bisagra  y  otras  del 
recinto  de  Toledo;  al  de  las  torres  más  an- 
tiguas de  la  Alcazaba  en  Alcalá  de  Gua- 
daira;  la  del  torreón  del  Puente  de  Alcán- 
tara ;  las  construcciones  primitivas  de 
Granada  en  la  Alcazaba;  en  otras  muchas 
construcciones  que  sería  prolijo  enume- 
rar, y  que  todas  son  de  origen  reconoci- 
damente musulmán. 

Este  enipleción  de  cajones  pequeños  de 
mampuestos  separados  entre  sí  por  ma- 
chos y  verdugados  de  ladrillo,  con  ma- 
chos de  mayor  á  menor  de  ladrillo  en  las 
aristas,  es  peculiar  de  algunos  puntos  de 
la  región  meridional  y  no  debió  trasponer 
la  Sierra,  pues  apenas  se  encuentra  al 
Norte  de  ella  alguna  reliquia  de  esa  clase 
de  construcción,  por  caso  raro,  como  su- 
cede con  el  arco  deSan  Basilio  en  Cuéllar. 
Las  construcciones  militares  cristianas 
de  estas  épocas  no  pueden  confundirse 
con  las  musulmanas;  pues  desde  el  último 
tercio  del  siglo  xi,  en  que  Alfonso  VI  im- 
primió nuevo  rumbo  á  la  sociedad  caste 
llana,  todas  aquellas  construcciones  se 
sujetan  á  los  planos  y  procedimientos 
usados  en  los  países  europeos ,  y  aun  por 
los  mismos  musulmanes  en  Sicilia.  Segó- 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


via  y  Avila,  principalmente,  nos  facilita- 
rían todos  los  datos  necesarios  para  com- 
probar nuestro  aserto,  si  fuera  esta  oca- 
sión de  explanar  el  asunto. 

La  planta  de  los  espolones,  sus  aristas 
de  ladrillo  y  su  aparejo  todo,  demuestran 
además  pertenecer  á  una  época  en  que  en 
la  Península,  por  lo  menos,  eran  poco  ó 
nada  usadas  las  máquinas  grandes  de 
tiro,  que,  en  el  caso  de  esta  fortaleza  so- 
bre todo,  eran  de  imposible  aproche  por 
tres  de  sus  frentes  y  muy  difícil  por  el 
cuarto.  En  suma,  la  absoluta  faha  de  mata- 
canes y  de  huecos  y  canes  ó  ménsulas  en 
el  paramento  exterior  á  la  altura  del  an- 
dén del  adarve  para  la  construcción  de 
andamios,  cadahalsos  ó  camaranchones 
con  que  se  armaban  ó  barboteaban  las 
crestas  altas  de  combate  en  tiempo  de 
guerra,  y  la  carencia  de  saeteras  bajas, 
por  fin,  demuestran  la  confianza  que  se 
tenía  en  la  solidez  de  los  cimientos  y  base 
de  los  muros,  y  en  la  imposibilidad  del 
aproche  de  los  mineros  y  zapadores,  prin- 
cipal recurso  del  sitiador  contra  muros  de 
sillería  ó  mampostería,  como  hemos  di- 
cho. Constituye  además  esta  falta  de  ele- 
mentos preventivos  un  dato  cronológico 
irrefutable  que  confirma  la  deducción  de 
la  fecha  de  estas  construcciones;  y  de- 
muestra evidentemente  ser  la  construc- 
ción de  los  espolones  posterior  á  la  del 
muro  de  la  fortaleza,  la  circunstancia  de 
advertirse  claramente  haber  sido  incrus- 
tada la  obra  de  aquéllos  en  la  de  éste  sin 
aquella  unión  en  los  ángulos  entrantes 
que  ostenta  toda  obra  hecha  sin  solución 
de  continuidad  en  el  aparejo,  ni  en  el 
tiempo. 

Es  otro  dato  también  digno  de  tenerse 
en  cuenta,  el  de  que  pudieron  estudiar  los 
árabes,  sirios  y  egipcios  el  sistema  de 
construcción  empleado  por  las  razas  an- 
teriores, en  Siria  sobre  todo,  y  seguido 
por  los  bizantinos  en  el  N.  de  África, 
en  las  numerosas  fortificaciones  de  Nu- 
midia  y  Byzacena,  casi  todas  construidas 
á  mediados  del  siglo  vi  por  Solomón,  el 
gobernador  de  África,  por  Justiniano, 
y  en  las  que  se  habían  seguido  las  tradi- 
ciones griegas  y  romanas,  empleando  ex- 
clusivamente la  sillería  y  los  planos  y 
perfiles  antiguos:  no  obstante,  constru- 


yeron unas  fortalezas  y  reconstruyeron 
otras  romanas,  en  la  Península,  con  suje- 
ción á  las  formas  y  procedimientos  pura- 
mente orientales. 

Si  en  los  dos  frentes  inmediatos  .á  la 
villa  quedó  la  fortaleza  tan  perfectamente 
defendida,  por  el  opuesto,  que  en  línea 
quebrada  enlaza  el  ángulo  N-E.  con  el 
torreón  de  la  vela  al  M.,  era  verdade- 
ramente inexpugnable.  El  río  Alberche, 
con  una  anchura  de  ciento  cincuenta  á 
doscientos  metros,  sirve  de  foso  al  ce- 
rro sobre  que  se  asienta  la  fortaleza,  casi 
vertical  sobre  la  orilla,  á  una  altura  de 
unos  treinta  y  cinco  metros.  Al  pie  del 
muro,  y  en  el  último  lado  de  esta  línea 
quebrada,  frontero  á  Levante,  avanza 
sobre  el  terreno  en  declive  una  explana- 
da sobre  fortísimo  muro  de  contención, 
torrea  io  con  sólidos  cubos  en  las  esqui- 
nas ,  de  alto  y  poco  oblicuo  talud  y  de 
unos  ocho  metros  de  altura.  Otras  obras 
inutilizaban  ó  imposibilitarían  la  escala- 
da por  este  lado;  barreras  de  desenfilada 
y  de  través  bajaban  hasta  la  misma  orilla 
y  cruzaban  todo  el  frente;  revestimientos 
de  losas  y  mampuestos  solaban  la  pen- 
diente en  líneas  descendentes,  y  vénse 
aún  restos  de  refugios  para  la  ballestería, 
fuera  de  las  barreras ,  ocupando  así  todo 
el  frente  del  río  una  completa  serie  de 
defensas,  pues  el  resto  de  la  pendiente 
hasta  el  ángulo  N-E.  de  la  fortaleza, 
es  un  perfecto  derrumbadero,  de  todo 
punto  inaccesible,  como  lo  demuestra  el 
no  haberse  reforzado  en  este  último  tre- 
cho la  primitiva  cerca. 

Estas  obras  debieron  ser  perfecciona- 
das por  D.  Alvaro  de  Luna  sobre  las  an- 
tiguas del  primitivo  castillo  ó  arx,  y  en 
la  explanada  descrita  tendría  emplazadas 
las  lombardas  que,  de  ser  cierto  el  cúmu- 
lo de  imputaciones  formuladas  contra  él 
en  la  carta  á  las  ciudades  que  los  impla- 
cables enemigos  del  Condestable  hicie- 
ron firmar  al  rey,  se  dispararon  contra  el 
real.  De  todos  modos,  bueno  es  tener  en 
cuenta  que  el  alcance  de  estos  primitivos 
cañones  no  era  tanto  que  pudiese  causar 
gran  daño  ni  acaso  llegar  al  real. 

No  tiene  ni  tuvo  la  fortaleza  de  Escalo- 
na, mientras  verdaderamente  fué  plaza 
fuerte,  más  ingreso  que  una  puerta  en  el 


26 


boletín 


centro  del  frente  N-0.,  flanqueada  por  el 
gran  espolón  que  comunica  con  el  alcázar 
por  encima  del  adarve  del  muro,  en  el  flan- 
co izquierdo  y  en  el  derecho  por  un  doble 
torreón  de  planta  rectangular  que  cierra 
el  paso  directo  de  la  tela,  la  cual  rodea 
el  perímetro  del  torreón,  quedando  así  la 
puerta  sin  más  aproche  abierto  que  el  del 
flanco  izquierdo.  Debió  ser  esta  reforma 
de  la  época  del  infante  D.  Manuel,  en  el 
siglo  XIII  ó  XIV,  como  parece  demostrarlo 
el  aparejo  de  gruesa  cantería  y  un  signo 
lapídeo ,  monograma  más  bien ,  de  algún 


maestro  cantero,  en  uno  de  los  sillares  de 
una  arista.  Por  la  parte  interior  de  la  for- 
taleza se  ven  aún  restos  del  ediñcio  que 
debió  haber  al  pie  del  adarve  y  de  este 
torreón,  que  no  era  ciego,  sino  que  debía 
constituir  refugio  y  acuartelamiento  para 
la  guarnición  de  este  cuerpo  de  la  forta- 
leza, que  constituye  la  mitad  próxima- 
mente de  su  recinto  total. 

La  tela  que  antes  seguiría  al  través  del 
primitivo  espolón,  rodeó  el  perímetro  del 
nuevo  torreón,  defendida  siempre  por  la 
barrera  almenada  y  el  foso ,  con  dos  co- 


CORACHA    Y    ESPOLÓN    QUE    DEFIENDEN    LA    PUERTA    DE    LA    FORTALEZA 


rachas  *  bajas,  emplazadas,  una  delante 
de  la  esquina  N.  de  aquel  y  otra  írente  á 
la  puerta  de  la  fortaleza,  constituyendo 
parte  de  la  barbacana,  que  completaría  la 
defensa  de  esta  puerta. 

Pasado  el  espolón  del  flanco  izquierdo 
y  arrimado  á  su  lienzo  meridional,  se  en- 
cuentra el  paso  que,  desde  la  tela,  comu- 
nicaba la  fortaleza  con  la  villa  por  un 
puente  que  se  conserva,  con  tablero  leva- 
dizo sobre  el  foso.  El  muro  de  la  villa  se 


1  "...como  las  barbacanas  y  corachas  de  la  cava...,, 
— Memoria  de  lo  que  Francisco  de  Salamanca  ha  de 
hacer  en  Simancas.  Doc.  publicado  por  Ceán,  t.  u. 


alza  en  el  borde  de  la  contraescarpa  de 
éste  y  en  toda  su  extensión,  rebasando  en 
una  gran  distancia  los  límites  del  períme- 
tro de  la  fortaleza  por  este  lado,  con  una 
altura  de  nueve  metros.  El  ancho  foso  de 
sesenta  pies,  con  su  escarpa  y  contraes 
carpa  revestidas  de  grandes  losas,  es  una 
de  las  mejores  obras  de  esta  fortaleza,  y 
se  conserva  en  perfecto  estado  de  inte- 
gridad. Por  él  esparcía  sus  aguas  el  arro- 
yo Tordillos,  que  venía  desde  la  Sierra  á 
desembocar  en  el  Alberche. 

Es  por  demás  curioso  é  interesante  ob- 
servar cómo  en  el  trazado,  alzada,  planta 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


27 


y  perfiles  de  este  completo  sistema  de  for- 
tificación, se  encuentran  todos  los  precep- 
tos que,  descontadas  las  modificaciones 
impuestas  por  la  diversidad  entre  las  ar- 
mas de  tiro  modernas  y  las  de  la  época 
del  califato ,  registran  obras  como  la  del 
general  Brialmont,  los  notables  comenta- 
rios á  ella  del  distinguido  oficial  de  inge- 
nieros Sr.  Lallave,  estudios  como  el  que 
acerca  de  los  fuertes  de  montaña  publicó 
el  Memorial  de  Ingenieros,  y  otras  mu- 
chas. Precisa  hacer  un  estudio  compara- 
tivo de  estos  tratados  y  aquellas  obras 
antiguas,  para  convencerse  de  que,  no  ya 
sólo  en  esta  época,  sino  en  las  de  Vege' 
ció  y  Vitruvio,  el  arte  importantísimo  de 
la  fortificación  ha  tenido  en  todas  épocas 
una  misma  base,  entendida  en  sus  lineas 
generales  de  una  manera  casi  igual. 


Al  penetrar  en  el  primer  recinto  de  la 
fortaleza,  se  entra  en  un  vasto  patio,  pla- 
za de  armas  ó  compás,  de  planta  penta- 
gonal irregular,  cuyo  eje  mayor  mide 
ciento  diez  metros  por  cincuenta  el  me- 
nor y  en  el  cual  cómodamente  puede 
evolucionar  un  nutrido  batallón.  Bien  se 
comprende  á  su  aspecto  lo  lucido  que  se- 
ría aquel  famoso  simulacro  de  combate 
entre  dos  tropeles  de  lujosos  hombres 
de  armas  caballeros,  que  describe  la 
crónica,  las  justas,  las  fiestas  de  toros 
y  de  cañas  con  que  el  Condestable  ob- 
sequiaba todos  los  años  al  rey  D.  Juan 
en  las  frecuentes  estancias  que  en  aquel 
suntuoso  alcázar  hacía.  Rodea  á  este 
compás  en  tres  de  sus  frentes  el  muro  y 
cerca,  viéndose  en  el  ángulo  izquierdo  la 
escalera  que  daba  acceso  desde  el  suelo 


^.yU^-"-- 


MITAD    DEL    RECUADRO    DE    LA    PUERTA    DE    INGRESO    A    LA    PLANTA    BAJA    DE    LA    SALA    RICA 


al  torreón  abaluartado  de  la  esquina  N-0., 
y  desde  allí  al  adarve  y  espolones.  En 
el  centro  un  aljibe  de  los  tres  con  que 
cuenta  la  fortaleza,  en  cuyo  fondo  que- 
dan bóvedas  c¡ue  acusan  la  existencia  de 
un  manantial.  Al  lado  derecho  se  alza  im- 
ponente la  fachada  del  alcázar  construi- 
do por  D.  Alvaro  de  Luna  entre  1435  y 
1437,  con  la  suntuosidad  de  que  dan  fe  do- 
cumentos del  archivo  de  Escalona,  las 


descripciones  de  la  Crónica  del  Condes- 
table, las  cartas  del  bachiller  Fernández 
Gómez  de  Cibdarreal  y  las  excelentes 
descripciones  que  de  él  hicieron  nuestros 
queridos  consocios,  D.  Marcelino  Cervi- 
no en  uno  de  los  números  anteriores  de 
este  BoLETÍx;  y  en  el  diario  El  Heraldo 
de  20  de  Mayo  de  1894  D.  José  Ibáñez  Ma- 
rín. Defiende  la  puerta  principal  un  to- 
rreón almenado  y  aspillerado  en  el  cen- 


28 


boletín 


tro  de  una  barrera  almenada  que  sigue 
el  perfil  de  la  fachada,  con  puerta  y 
puente  levadizo  sobre  un  foso  con  escar- 
pa y  contra  escarpa  enlosadas,  que  con- 
tinúa la  línea  hasta  la  cerca.  Otra  cerca 
transversal  corta  por  delante  de  este  foso 
el  recinto  total,  desde  la  torre  cuadrada 
del  ángulo  del  Alcázar  hasta  la  cerca  ex- 
terior, dejando  otro  compás  interior  ante 
la  fachada  N-0.,  de  aquél.  La  princi- 
pal está  coronada  por  un  corredor  que 
estuvo  cubierto  y  constituía  un  perfecto 
adarve  en  todo  el  coronamiento  del  al- 
cázar, con  su  voladizo  de  matacanes  al 
uso  del  siglo  XV,  de  poca  salida,  y  su  gran 
ladronera,  á  plomo  sobre  la  puerta.  La  to- 
rre cilindrica  de  la  derecha  de  la  puerta 
comunicaba  por  el  corredor  con  el  espo- 
lón exterior. 

Cerraba  el  compás  interior  otro  muro 
al  través  y  á  él  se  salía  desde  el  Alcázar 
por  una  puerta  defendida  por  barbacana. 
Este  compás  y  el  patio  interior  claustra- 
do del  Alcázar  tenían  sendos  aljibes. 

Ante  la  fachada  posterior  quedaba  un 
espacio  que  debió  estar  ocupado  en  parte 
por  construcciones  que  constituían  el  al- 
cazarejo  ó  castillete  del  ángulo  S-E., 
donde  queda  el  torreón  de  la  vela  y  algu- 
nos otros  restos;  y  sobre  el  río  la  expla- 
nada, separada  del  recinto  por  el  muro 
torreado  y  con  puerta  en  él  defendida  por 
barbacana.  De  esta  manera,  el  alcázar 
podía  quedar  completamente  aislado  en 
caso  de  invasión  del  primer  recinto,  y  con 
suficientes  defensas  para  aguantar  un 
asedio. 

En  los  tres  patios  interiores  debieron 
estar  los  magníficos  naranjales,  arbola- 
dos y  jardines  que  tanto  encanto  presta- 
ban á  la  suntuosa  mansión,  y  aun  de  mu- 
chas de  sus  esencias  quedan  ejemplares 
en  la  viciosa  vegetación  que  por  doquier 
ha  invadido  estas  ruinas. 

La  villa.— A\  acercarse  á  ella  por  el  ca- 
mino de  Maqueda,  sólo  se  ve  un  fuerte  mu- 
ro almenado  que  parece  continuación  de  la 
fortaleza,  extendiéndose  hacia  el  Medio- 
día, de  una  altura  de  nueve  metros  y  un 
espesor  de  dos  y  medio,  tras  del  cual  se 
oculta  por  completo  la  población  cuyos 
edificios  no  alcanzan  á  su  altura.  En  cier- 
tos sitios  se  han  notado  al  pie  de  esta  mu- 


ralla en  algún  tiempo  vestigios  de  otra 
más  antigua  aún,  y  parte  del  pavimento 
de  las  vías  llamadas  romanas  aunque 
sean  anteriores  á  los  romanos.  Esta,  y 
los  restos  del  vaden  que  continuaba  por 
el  río  la  calzada  antigua,  son  las  reliquias 
más  antiguas.  Tuvo  ancho  íoso  desde  el 
de  la  fortaleza,  continuado  por  el  barran- 
co del  Salto;  con  esta  defensa  por  la  par- 
te de  la  sierra  y  la  del  río  Alberche  que 
cierra  el  paso  de  N-E.  á  S-0.  y  la  fortale- 
za por  el  lado  N-E.,  la  villa  quedaba  per- 
fectamente aislada  y  sin  más  acceso 
abierto  que  el  del  N-0.,  adonde  va  á  des- 
embocar el  camino  de  los  puertos  y  en 
cuyo  centro  se  abre  la  puerta  llamada 
del  Castillo  (por  el  que  tuvo  sobre  ella), 
y  del  que  conserva  algún  vestigio  la  to- 
rre de  la  actual  iglesia  parroquial.  Esta 
puerta,  de  arco  ojivo  y  muy  bajo,  estuvo 
defendida  por  una  barbacana  semejante 
á  la  que  hemos  descrito  al  tratar  de  la 
fortaleza  de  Maqueda  y  á  que  allí  nos  re- 
ferimos. Así  lo  demuestra  el  arranque  de 
la  bóveda  transversal  que,  como  de  fuer- 
te sillería,  se  ha  conservado  en  el  para- 
mento del  muro.  A  las  otras  dos  puertas, 
la  del  Río  y  la  de  San  Vicente,  de  arco 
ojivo  y  bajo  también,  se  sube  á  la  prime- 
ra por  el  áspero  y  sinuoso  sendero  de 
que  ya  he  hablado,  hasta  que  se  abrió  la 
carretera  Maqueda  á  Almorox;  y  la  se- 
gunda, situada  en  sitio  algo  más  llano, 
también  tiene  acceso  por  un  camino  en 
cuesta  pegado  á  la  muralla. 

El  plano  de  la  villa  ofrece  asimismo 
pruebas  de  la  esmerada  previsión  conque 
se  atendió  á  reunir  cuantos  elementos 
estratégicos  pudieran  allegarse.  Una  vas- 
ta plaza  paralelográmica,  de  sesenta  y 
dos  metros  por  treinta  y  seis ,  inmediata 
á  la  fortaleza,  con  la  que  se  comunicaba 
por  una  calle  que  desembocaba  estraté- 
gicamente en  aquélla  por  uno  de  sus  án- 
gulos, como  todas  las  antiguas,  consti- 
tuían á  esta  villa  en  un  vasto  campo 
atrincherado,  que  es  lo  que  sería  en  sus 
primitivos  tiempos.  Todas  las  calles,  es- 
trechas y  tortuosas,  hacían  muy  difícil 
el  aproche  del  enemigo  apoderado  de  al- 
guna de  las  dos  puertas  ó  de  ambas,  por 
el  lado  más  débil  y  una  fuerza  agrupada 
en  la  plaza  podía  impedir  fácilmente  su 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


29 


invasión  por  pequeños  grupos  aislados, 
que,  con  frentes  de  cuatro  hombres  á  lo 
más,  podían  desembocar  en  ella.  Por  otra 
parte,  las  comunicaciones  de  la  guarni- 
ción con  la  fortaleza,  no  eran  de  fácil  in- 
terrupción. De  este  modo,  la  villa  era  una 
avanzada  vasta  y  fuertemente  atrinche- 
rada de  la  fortaleza,  la  cual,  sin  embar- 
go, tenía  adoptadas  suficientes  precau- 


ciones para  que ,  dominada  aquélla  poY  el 
enemigo,  no  pudiese  atacarla  fácilmente, 
defendida  como  estaba  por  el  propio  mu- 
ro de  la  villa,  el  foso  y  la  barrera  con  co- 
rachas de  la  fortaleza.  La  antigüedad  de 
estas  fortificaciones,  muy  anteriores  á  la 
época  de  D.  Alvaro  de  Luna,  demuestra 
la  importancia  que  tuvo  siempre  esta  de- 
fensa del  paso  del  Alberche,  y  que  Justi- 


PLANO  DEL  CASTILLO  DE  ESCAL©NA 


fican  los  documentos  que  consignan  la 
existencia  de  la  fortaleza  en  la  época  de 
su  repoblación  • ,  la  inducción  de  haber 
permanecido  en  el  dominio  real  hasta  que 
D.  Fernando  III  la  donó  á  su  hijo  el  Infan- 
te D.  Manuel  *,  cuyo  hijo  D.  Juan  Manuel 


1  Véase  el  fuero  de  Escalona  otorgado  en  1118  y  no 
en  1130  como  parece  resultar  del  único  ejemplar  que 
existe  en  el  Archivo  de  aquella  villa. 

2  Salazar  de  Mendoza  así  lo  añrma. 

T.  III. 


nació  en  esta  villa,  volviendo  al  dominio 
real  después  de  las  traiciones  del  hijo  de 
éste  contra  D.  Alfonso  XI,  hasta  que  en 
tiempos  de  D.  Juan  I,  quizá  se  consti- 
tuyera con  otras  villas  y  fortalezas  de 
este  territorio  el  estado  del  Condestable 
de  Castilla,  pues  consta  que  si  no  Esca- 
lona, otras  pertenecían  á  D.  Ruy  Ló- 
pez Dávalos  al  tiempo  de  su  caída.  Re- 
cibióla por  fin  D.  Alvaro  de  Luna,  y  no 

5 


boletín 


decreció  su  importancia,  puesto  que  si- 
guió después  de  su  muerte  siendo  sitio 
real  y  en  él  parece  que  se  educaron  y 
criaron  el  príncipe  D.  Alfonso  y  la  infan- 
"ta  Doña  Isabel,  y  que  en  Escalona  estaba 
esta  princesa  cuando  fué  á  la  célebre  en- 
trevista con  su  hermano  D.  Enrique  IV, 


en  las  cercanías  de  la  vecina  villa  de  Ca- 
dalso de  los  Vidrios. 

A  riesgo  de  resultar  machacones,  he- 
mos de  terminar  con  algunos  datos  topo- 
gráficos que  atestigüen  la  importancia 
militar  que  tuvo  Escalona  en  los  últimos 
siglos  de  la  Edad  Media,  pues  ya  en  las 


CASTILLO  DE    ESCALONA 


revueltas  del  reinado  de  D.  Alfonso  XI, 
era  el  gran  reducto  de  seguridad  de  don 
Juan  el  Tuerto  y  sus  turbulentos  secua- 
ces, continuadores  y  antecesores  de  aque- 
lla codiciosa  é  insaciable  bandada  de  bui- 
tres carniceros  de  la  monarquía  y  del  te- 
rritorio, que  unas  veces,  las  más,  se  re- 
partían y  gozaban  el  botín  arrancado  á 


la  corona,  otras  eran  cazados  y  destruí- 
dos  por  caracteres  enérgicos  como  Don 
Alfonso  XI  y  su  hijo  D.  Pedro  I,  pero  que 
siempre  dejaron  prolífica  ralea,  que  acu- 
mulaba desastres  sin  cuento ,  cual  los  que 
registran  las  crónicas  de  los  tristes  rei- 
nados de  los  Trastamaras. 
No  obstante  los  grandes  medios  de  go- 


bÉ  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DÉ  EXCURSIONES 


3í 


bierno  con  que  contaba  Alfonso  Xí,  su  in- 
domable energía  y  sus  procedimientos 
justicieros,  nada  pudo  contra  Escalona, 
cuando  se  presentó  á  que  se  le  rindiera,  y 
tuvo  que  retirarse  furioso  y  avergonzado. 

Los  documentos  del  archivo  de  la  casa 
del  Infantado ,  á  la  que  vinieron  á  parar 
los  estados  del  Condestable  D.  Alvaro  de 
Luna,  las  noticias  de  las  crónicas  de  su 
época,  con  el  estudio  del  terreno  y  los 
datos  de  las  Relaciones  del  siglo  xvi,  que 
he  utilizado  en  mi  artículo  anterior,  per- 
miten reconstituir  en  cierto  modo,  cómo 
fueron  los  estados  del  infortunado  Maes- 
tre de  Santiago,  quien  perfeccionó  por 
asombroso  estilo  la  constitución  militar  de 
esta  siempre  importante  zona  estratégi- 
ca. Aquí  solo  trataré  del  estado  toledano. 

Situada  Escalona  en  su  centro  y  rodea- 
da inmediatamente  de  las  defensas  natu- 
rales y  artificiales  que  he  tratado  de  des- 
cribir, tenía  á  su  rededor  en  líneas  pa- 
ralelas campos  atrincherados  y  fuertes 
destacados  en  Alhamín,  la  Torre  de  Es- 
teban Ambrán ,  Santa  Cruz  del  Retamar 
y  el  descrito  territorio  de  Maqueda,  en  la 
orilla  izquierda  del  Alberche  y  derecha 
del  Tajo ,  confinando  con  los  estados  del 
Arzobispado  de  Toledo,  que  durante  la 
prelacia  de  su  hermano  de  madre,  don 
Juan  de  Cerezuela  (muerto  en  1442),  au- 
mentaron considerablemente  sus  recur- 
sos defensivos  contra  los  enemigos  in- 
testinos del  reino.  Al  Mediodía  hasta  el 
Tajo  otras  villas  y  fuertes  destacados,  en 
cuyas  orillas  se  levantaban  Hormigos, 
Nombela  y  otros ,  con  el  fortalecido  cas- 
tillo de  Montalván,  una  de  las  defensas 
del  camino  de  Portugal,  cuya  frontera 
logró  al  fin  tener  en  guarda  completa, 
cuando,  obtenido  el  maestrazgo  de  San- 
tiago y  con  esta  suprema  dignidad  las 
poderosas  fortalezas  de  Trujillo,  Albur- 
querque,  Montánchez  y  otras,  eslabonó 
la  línea  de  fortificaciones  con  la  Sierra 
de  San  Vicente  al  S-0.  y  O.  del  Estado 
de  Escalona,  donde  tuvo  la  villa  y  Castillo 
de  Vayuela.  De  los  documentos  á  que  me 
he  referido,  resulta  que  esta  fortaleza 
(situada  á  legua  y  media  al  S-0.  de  Es- 
calona), Maqueda  y  Montalván,  figuraban 
entre  las  más  importantes  de  las  del  Con- 
destable. 


Pero  donde  mayor  número  de  defenso- 
res procuró  tener  fué  en  los  pasos  de  las 
sierras,  lo  cual  se  explica  perfectamente, 
dado  que  el  camino  desde  Toledo  á  Avi- 
la, Arévalo,  ValladoUd  y  Burgos,  donde 
en  su  tiempo  andaba  de  continuo  la  corte, 
como  en  reinados  anteriores,  y  de  conti- 
nuo bullían  las  intrigas  y  conspiraciones 
en  contra  suya,  pasaba  por  delante  de 
Escalona  y  se  bifurcaba  hacia  Almorox 
y  hacia  el  Portachuelo  de  Paredes. 

Es  curioso  el  estudio  de  los  viajes  que 
durante  la  Edad  Media  hacían  reyes  y 
magnates  al  través  de  la  Península,  su 
rapidez  poco  conocida,  la  resistencia  que 
se  necesitaba  para  salvar  en  dos  jorna- 
das la  distancia  de  más  de  treinta  y  cinco 
leguas  que  separa  á  Valladolid  de  la 
Puebla  de  Montalván,  como  hizo  D.  Pe- 
dro I,  corriendo  en  posta  de  muías  de 
paso,  con  tres  solos  acompañantes,  y  ha- 
ciendo una  sola  noche  en  Pajares  al  Me- 
diodía de  Arévalo.  Este  viaje,  que  cito 
como  ejemplo,  entre  otros  muchos,  sólo 
podía  hacerse  por  el  camino  de  Almorox, 
y  así  en  esta  época  como  en  la  de  D.  Al- 
fonso XI  y  las  posteriores,  este  fué  el  ca- 
mino obligado  desde  Andalucía  á  Castilla 
la  Vieja. 

Castillos  y  fortalezas  ó  villas  más  ó 
menos  estratégicas  tuvo,  pues,  Don  Al- 
varo al  N-0.  y  N.  de  Escalona  en  Are- 
nas ,  Cebreros ,  Higuera  de  Dueñas ,  Ca- 
dalso de  los  Vidrios,  Hontanares,  San 
Martín  de  Valdeiglesias,  Villa  del  Prado, 
el  Quejigar,  la  Adrada,  el  Tiemblo,  Vi- 
llalba,  con  otros  xuMchosJtiertes  de  tnon- 
taña,  castillos  roqueros  aislados  en  la 
sierra  y  hasta  riscos  fortificados  por  la 
misma  naturaleza,  como  la  enorme  Peña 
de  Cadalso,  á  dos  kilómetros  de  esta 
villa,  y  que  desde  tiempos  muy  antiguos 
constituyó  una  fortaleza  natural. 

Así  se  comprende  que  los  enemigos  del 
señor  de  Escalona  excusasen  en  ciertas 
ocasiones  el  paso  por  este  territorio,  com- 
pletamente ocupado  por  sus  alcaides  y 
los  numerosos  caballeros  de  su  casa,  que 
de  él  tenían  acostamiento  y  en  todas  esas 
villas,  casas  fuertes  y  másómenosíawá^as 
de  nómina.  En  1353  debía  ser  del  patrimo- 
nio real,  y  cuando  D.  Juan  Alfonso  de  Al* 
burquerque  partió  en  demanda  del  rey  fu- 


32 


boletín 


gitivo  del  tálamo  nupcial,  y  no  obstante, 
llevar  1.500  hombres,  temiendo  con  razón 
las  iras  de  D.  Pedro  y  las  órdenes  que  hu- 
biese podido  dar  á  los  alcaides  de  la  tie- 
rra, dio  un  gran  rodeo  para  no  pasar  la 
sierra  de  Cadalso,  llegando  A  Santa  Ola- 
lla por  Fuensalida. 

En  1441  el  infante  de  Aragón  y  los 
grandes  confederados  contra  D.  Alvaro 
de  Luna  tampoco  se  atrevieron  á  pasar 
con  su  hueste  por  el  Berrocal,  y  vinieron 
á  Maqueda  por  el  camino  del  Guada- 
rrama. 

Por  esto  hicieron  venir  á  D.  Juan  II  á 
asentar  su  real  al  pie  de  la  fortaleza  de 
Escalona,  á  la  orilla  izquierda  del  Alber- 
che  los  que  pretendían  juzgar  al  Condes- 
table, preso  ya  en  su  propia  fortaleza  de 
Portillo,  y  allí  consumó  su  ruina,  olvida- 
do de  que  en  los  suntuosos  salones  de 
aquel  alto  y  espléndido  alcázar  había  pa' 
sado  largas  y  frecuentes  temporadas ,  allí 
donde  había  materia  sobrada  para  inspi- 
rar al  cronista  estas  reflexiones  tratando 
de  las  delicias  de  aquella  mansión  casi  re- 
gia, puesto  que  casi  nunca  la  disfrutó  don 
Alvaro  sino  en  compañía  del  Rey  :  "Por 
cierto  menester  fuera  en  este  passo  aquel 
en  escrebir  abundante  Ovidio  Nasso ,  para 
que  segund  él  en  sus  Metamorphoseos  e 
ficiones  escribe  e  designa  la  casa  del  sol, 
e  los  adornamientos,  e  polidezas,  e  arreos, 
e  los  edeficios  de  aquella,  escribiera  con 
verdad  e  con  realidad  del  fecho,  los  pala- 
cios de  mucho  frescor,  los  altos  olorosos  e 
perfumes  de  suave  olor,  los  jardines,  los 
naranjales,  los  exquisitos  e ingeniosamen- 
te invencionados  modos  de  humanas  de- 
ley  taciones,  que  el  noble  Maestre  e  Con- 
destable en  aquellos  dias  que  el  Rey  su 
Señor  estovo  en  aquella  su  villa  le  sopo 
administrar  e  administro.  „ 

De  tanta  previsión,  de  tanta  fortifica- 
ción y  magnificencia  que  dieron  á  alcá- 
zar y  fortaleza  fama  de  ser  los  mejores 
de  Castilla,  ¿qué  ha  dejado  la  incuria  de 
sus  últimos  señores,  la  indiferencia  de  las 
nunca  bastante  zaheridas  comisiones  de 
monumentos,  el  descuido  del  propio  inte- 
rés de  los  vecinos,  que  así  dejan  hundirse 
una  joya  arqueológica  que,  bien  conser- 
vada, hubiese  podido  producirles  los  be- 
neficios que  A   otras  poblaciones  mejor 


inspiradas  les  rinden  las  suyas?  El  fuerte 
muro  íntegro,  con  sus  contrafuertes  y 
defensas ,  los  fuertes  espolones  á  los  que 
no  falta  sino  el  almenaje;  casi  toda  la  ba- 
rrera con  sus  dos  corachas,  el  torreón  de 
la  vela,  la  explanada.  El  alcázar  de  Don 
Alvaro,  como  obra  más  moderna  y  ligera? 
es  la  parte  más  arruinada;  en  el  presente 
invierno  se  ha  derrumbado  una  parte  del 
muro  moderno;  proseguirá  la  obra  de 
destrucción  más  ó  menos  lenta,  y  quizá 
no  tarde  la  ocasión  en  que  puedan  hacér- 
sele á  la  fortaleza  de  Escalona  las  exe- 
quias que  el  gran  Quevedo  hacía  al  cas- 
tillo de  Joray  en  aquel  romance  que  dice: 

"  Son  las  torres  de  Joray 
Calaveras  de  unos  muros 
En  el  esqueleto  informe 
De  un  castillo  ya  difunto. 

Hoy  las  esconden  guijarros, 

Y  ayer  coronaron  nublos; 
Si  dieron  terror  armadas, 
Precipitadas  dan  susto. 

Las  dentelladas  del  año  , 
Grande  comedor  de  mundos  , 
Almorzaron  sus  almenas 

Y  cenaron  sus  trabucos. 


Donde  admitió  su  homenaje 
Hoy  amenaza  su  bulto; 
Fué  fábrica...  y  es  cadáver  ; 
Tuvo  alcaides...  tiene  buhos. 

Como  herederos  monteses 
Pájaros  le  hacen  nocturnos 
Las  exequias:  y  los  grajos 
Le  endechan  los  contrapuntos. 

Sobre  un  alcázar  en  pena 
Un  baluarte  desnudo,* 
Mortaja  pide  A  las  hierbas, 
Al  cerro  pide  sepulcro. 

F.  B.  Navarro. 


SAN  JUAN  DE  ORTEGA 


Recuerdos  de  una  excursión. 

||UANDo  la  Sociedad  Española  de  Er- 
cursiones  vaya  aumentando  en  im- 
portancia, y  se  piense  formalmen- 
^[  te  en  establecer  hijuelas  de  ella  en 
nuestras  principales  ciudades,  como  ya 
en  alguna  existen  si  no  estoy  mal  infor- 


'^' 


MONASTERIO  DE  SAN  JUAN  DE  ORTEGA 
(Burgos) 

SEPULCRO  DEL  SANTO  FUNDADOR 


DE   LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


33 


mado,  habrá  seguramente  de  ser  Bur- 
gos una  de  las  capitales  que  con  maj'or 
razón  y  derecho  pida  y  establezca  un 
centro  excursionista,  de  que  en  verdad  se 
halla  necesitado. 

Pocas  tierras  como  aquella  vieja  tierra 
castellana  pueden  atraer  á  los  artistas,  ;'i 
los  arqueólogos,  á  los  que  se  complacen 
viendo  nuestras  antiguas  joyas,  y  aun  á 


los  que  se  contentan  con  contemplar  las 
admirables  maravillas  que  la  naturaleza 
ha  fabricado. 

Desda  los  mismos  muros  de  la  ciudad 
hasta  los  más  apartados  confines  de  la 
dilatada  provincia  puede  decirse  que 
cada  palmo  de  terreno  brinda  con  porten- 
tos dignos  de  admirarse,  con  paisajes  ex- 
cepcionales de  risco,  sierras  y  montes,  y 


SAN    JUAN    DE    ORTEGA 


con  gloriosos  recuerdos  de  tiempos  que 
pasaron;  la  Cartuja  de  Miraflores,  mara- 
villa ojival  del  último  período;  San  Pe- 
dro de  Cárdena,  lugar  de  la  escena  de 
tantos  romances;  Santo  Domingo  de  Si- 
los, tan  ilustre  por  sus  memorias  como 
por  su  arquitectura;  Lerma,  con  su  co- 
legiata famosa;  Bisjueces,  rica  en  glorio- 
sísimos recuerdos;  Covarrubias,  de  anti- 
güedad venerable;  Pancorbo,  con  sus  ci- 


clópeas montañas  y  sus  agudos  picos; 
Briviesca,  donde  se  reunieron  Cortes; 
Fresdelval,  con  su  portentoso  claustro; 
Medina  de  Pomar,  con  sus  iglesias  in- 
signes; San  Pedro  de  Arlanza,  de  que  ya 
en  estas  columnas  se  ha  hablado;  la  cole- 
giata de  San  Quírice;  la  cueva  maravillosa 
de  Atapuerca;  cien  y  cien  cosas  más  que 
harían  esta  relación  interminable,  convi- 
dan al  aficionado  con  sus  encantos  y  pi- 


34 


BOLETÍN 


den  á  voces  que  no  se  oyen,  la  creación 
de  un  centro  excursionista  '. 

Pídelo  no  menos  que  todo  lo  citado  el 
desconocido  y  olvidado  monasterio  de  que 
he  de  hablar  hoy  á  los  lectores,  y  hacia  él, 
en  un  hermoso  día  de  Agosto  del  pasado 
año,  dirigímonos  con  varios  forasteros 
unos  cuantos  burgaleses  entusiastas,  so- 
cios de  la  de  Excursiones  algunos,  capita- 
neados por  el  presidente  de  ésta,  D.  Enri- 
que Serrano  Fatigati,  y  por  el  delegado  de 
ella  en  Burgos,  D.  Isidro  Gil,  de  cuyas  do- 
tes artísticas  ya  de  antiguo  conocidas  por 
los  lectores  de  este  periódico,  dan  gallar- 
da muestra  los  dibujos  que  ilustran  el 
presente  artículo  y  que  á  su  lápiz  son  de- 
bidos; componíase  el  resto  de  la  expedi- 
ción de  artistas,  periodistas,  algún  cate- 
drático del  instituto,  un  diputado  provin- 
cial, varios  individuos  de  la  Comisión  de 
Monumentos  y  algunas  otras  personas, 
entre  ellas  varios  aficionados  al  arte  de 
Daguerre,  que  no  perdieron  tampoco  el 
tiempo,  y  de  cuyos  trabajos  pueden  tam- 
bién juzgar  los  lectores  por  la  fototipia 
que  á  este  artículo  acompaña  y  que  está 
tomada  de  una  fotografía  debida  á  don 
Juan  Albarellos,  director  del  Diario  de 
Burgos,  y  tan  buen  periodista  como  fotó- 
grafo, ó  tan  buen  fotógrafo  como  perio- 
dista, que  quizá  esté  mejor  dicho.  Fui 
por  voto  unánime,  y  con  el  visto  bueno 
del  Presidente,  nombrado  cronista  de  la 
excursión,  sin  duda  teniendo  en  cuenta 
que  siempre  es  el  secretario  el  de  menor 
edad  y  de  menores  méritos,  y  ahí,  al'cabo 
de  tantos  meses,  van  ahora,  antes  que  se 
borren  las  pocas  notas  de  lápiz  y  que  se 
acaben  de  olvidar,  las  impresiones  reco- 
gidas, lo  que  merece  contarse  de  la  expe- 
dición y  del  momento. 

En  el  abandono  general  de  los  conven- 
tos todos,  al  tiempo  de  la  exclaustración 
ocurrido,  tengo  para  mí  que  ninguno  su- 
frió tantos  daños,  ó  tan  pronto  cayó  en  el 
olvido  como  el  de  San  Juan  de  Ortega; 
hundiéronse  otros  al  cabo  de  algún  tiem- 
po ,  pero  se  hundieron  con  estruendo ,  si 
así  puede  decirse;  olvidáronse  muchos, 


1  Acerca  de  las  excursiones  que  desde  Burgos  pue- 
den }'  deben  hacerse  por  los  aficionados,  véase  el  her- 
moso libro  de  D.  Víctor  Balaguer,  Añoransas,  ha 
bien  poco  publicado. 


pero  no  se  olvidaron  tanto  que  algún  es- 
critor, de  más  ó  menos  competencia,  no 
dejase  inmortalizado  su  nombre  en  letras 
de  molde;  fueron  saqueados  casi  todos, 
pero  de  ninguno  dejó  de  conservarse  al- 
gún objeto  en  museo  público  ó  en  propie- 
dad particular;  desaparecieron  bibliote- 
cas y  archivos,  pero  no  tan  por  completo 
que  de  ellos  no  se  salvase  papel  ni  libro 
alguno,  y  en  San  Juan  de  Ortega,  cuya 
fábrica  no  fué  de  las  más  castigadas,  pasó 
todo  lo  contrario ;  perdióse  por  completo 
su  recuerdo,  desaparecieron  sus  alhajas, 
olvidóse  su  nombre,  jamás  fatigáronse 
las  prensas  imprimiéndole,  y  hoy,  al  que- 
rer hablar  algo  de  lo  que  de  él  se  conser- 
va ,  si  tengo  la  satisfacción  de  ser  el  pri- 
mero que  le  saca  á  colación  en  lo  que  va 
de  siglo,  tengo  también  la  mala  fortuna 
de  no  contar  apenas  con  otros  documen- 
tos y  otros  datos  que  los  que  su  vieja  fá- 
brica pueda  comunicarnos. 

"En  lo  que  va  de  siglo,,,  he  dicho,  que 
antes  dos  escritores  (dos  tan  sólo,  que  yo 
sepa),  el  P.  Enrique  Flórez,  en  su  Espa- 
ña Sagrada,  y  el  P.  Bernardo  de  Pala- 
cios, en  su  manuscrito  inédito  Historia 
de  la  ciudad  de  Burgos,  ya  otra  vez  por 
mí  citado  en  estas  columnas,  hablaron  de 
el  monasterio  de  San  Juan  de  Ortega  en 
el  siglo  pasado,  aunque  por  desgracia 
cuidando  más  de  referirnos  los  milagros 
obrados  por  su  fundador  que  de  describir- 
nos los  objetos  de  arte  que  allí  existiesen 
dignos  de  ser  recordados.  Relatan  estos 
escritores  que  fué  San  Juan  de  Ortega 
natural  de  aquella  tierra,  y  pueblo  de 
Quintana  Ortuño,  en  donde  nació  por  los 
años  de  1080,  y  que,  dado  desde  muy  joven 
á  las  prácticas  religiosas ,  tras  una  expe- 
dición á  Tierra  Santa,  volvió  á  la  suya,  y 
en  acción  de  gracias  á  San  Nicolás,  á  cu- 
ya intercesión  atribuyó  el  haberse  salvado 
de  un  naufragio,  fundó  en  el  país  llamado 
Urtica  (por  ser  espeso  en  maleza,  dice  Fló- 
rez) una  iglesia  y  una  mansión  donde  se 
retiró  á  vivir,  limpiando  con  su  ejemplo 
de  bandidos  aquellos  contornos ,  y  favo- 
reciendo á  los  peregrinos  que  por  allí 
habían  de  pasar  cuando  caminaban  á  San- 
tiago; unióse  para  todo  esto  con  dos  so- 
brinos suyos ,  á  quienes  hizo  profesar  la 
Orden  de  San  Agustín ;  consiguió  que  el 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


35 


Papa  Inocencio  II  aprobase  la  fundación 
en  1138;  hizo  su  testamento,  que  Flórez 
trae,  y  en  el  que  se  hallan  curiosas  noti- 
cias, fechándolo  en  Nájera  en  1152,  y  mu- 
rió en  la  casa  que  había  fundado,  en  2  de 
Junio  de  1163,  dejando  ya  la  iglesia  bas- 
tante adelantada,  y  la  comunidad  y  hos- 
pital en  floreciente  estado,  favorecida  por 
donaciones  de  todas  clases,  principal- 
mente reales,  hasta  el  punto  de  poderse 
apellidar  el  santo  Señor  de  Ortega,  en  su 
testamento  ya  citado. 

Más  tarde  fué  decayendo  su  fundación, 
vino  muy  á  menos  el  convento,  y  en  vista 
de  esto,  en  los  tiempos  del  ilustre  obispo 
de  Burgos,  literato  insigne  y  famoso  con- 


verso, D.  Pablo  de  Cartagena  y  Santa- 
maría, en  la  primera  mitad  del  siglo  xv, 
dióse  la  casa  á  la  orden  de  San  Jerónimo, 
establecióse  que  dependería  en  lo  sucesi- 
vo del  monasterio  de  Fresdelval,yalmuy 
poco  tiempo,  ganando  de  día  en  día  en  im- 
portancia, se  la  declaró  independiente  por 
la  autoridad  apostólica  en  1442  en  que  go- 
bernaba la  diócesis  el  ilustre  hijo  de  don 
Pablo,  D.  Alonso  de  Cartagena. 

Y  basta  de  historia;  hacia  esta  olvidada 
y  vieja  fundación,  que,  como  se  ha  visto, 
data  no  menos  que  del  siglo  xii,  nos  en- 
caminamos aquella  hermosa  mañana  de 
Agosto  por  la  recta  y  cuidada  carretera, 
atravesando  los  áridos  campos  que  por 


CAPITEL  HISTORIADO    DE    LA    IGLKSIA    DE    SAN    JUAN    DE    ORTEGA 


aquél  lado  conducen  á  la  ciudad  cercana: 
no  bien  nos  fuimos  separando  de  ella,  el 
paisaje  mejoraba  por  momentos,  rom- 
piendo la  monotonía  del  horizonte  las 
elevadas  cimas  de  la  cercana  sierra  que 
empezaban  á  distinguirse. 

Pasado  ya  Zalduendo,  que  no  justifica 
el  allí  vulgar  dicho  de  "entrar  de  prisa  y 
salir  corriendo,,,  abandonamos  la  carre- 
tera para  llegar  por  no  muy  mediano  ca- 
mino vecinal  al  pueblo  de  Santo  venia  ,  y 
desde  allí,  atravesando  un  extraño  puente 
de  un  solo  arco,  y  siguiendo  un  rato  por 
monte  bajo  y  raquítico,  á  la  villa  de  San 
Juan  de  Ortega,  pequeñísima  reunión  de 
casas  (36  edificios  con  73  habitantes,  se- 
gún el  último  censo),  perteneciente  al 


ayuntamiento  de  Barrios  de  Colina,  cuya 
capital  que  lleva  este  nombre  se  encuen- 
tra á  bien  corta  distancia,  y  en  la  que  se 
halla  enclavado  el  monasterio,  que  casi 
puede  decirse  que  en  su  totalidad  forma 
la  villa,  que  sólo  se  compone  de  lo  que  en 
otro  tiempo  fueran  dependencias  de  la 
casa. 

Queda  hoy  de  ésta,  abandonada  y  en 
detestable  estado,  la  iglesia  conventual, 
que  en  otro  tiempo  debió  ser  hermosa 
según  lo  denuncian  sus  proporciones  y 
arquitectura,  que  corresponden  á  la  época 
de  transición  anterior  al  período  ojival, 
comprobándose  así  la  exactitud  de  los 
datos  de  Flórez,  que  la  da  por  empezada 
á  construir  en  vida  del  santo  fundador, 


36 


BOLETÍN 


según  queda  expresado;  no  hay  en  ella  ya 
imágenes,  ni  apenas  retablo  ninguno,  por 
más  que  los  restos  de  uno  de  ellos,  que  en 
deplorable  estado  se  conservan,  merecen 
fijar  la  atención  de  todos,  como  la  merece 
también,  sin  duda,  siendo  casi  el  único  de- 
talle arquitectónico  digno  de  mencionar- 
se en  el  interior  del  templo,  el  capitel  his- 
toriado de  esmeradísima  labor,  cuyo  dibu- 
jo acompaña  á  estas  líneas,  y  que  repre- 
senta, al  decir  de  algunos  de  los  más 
competentes  expedicionarios,  pasajes  de 
la  vida  de  la  Virgen,  no  siendo  el  que 
menos  pueda  extrañar  entre  ellos  aquel 
en  que  el  ángel  Gabriel  anuncia  á  María 
que  será  pronto  madre ,  por  la  peregrina 
invención  del  artista,  que  ideó  poner  con 
una  cruz  en  la  mano  al  enviado  del  Se- 
ñor. Fuera  de  esto,  como  digo,  poco  ó 
nada  puede  llamar  la  atención  en  la  igle- 
sia, que  consta  de  tres  naves  y  tiene  el 
carácter  general  de  todas  las  de  su  épo- 
ca, con  las  anchas  bases  de  las  columnas 
casi  enterradas  en  el  suelo  hoy  por  la  ele- 
vación que  se  ha  debido  dar  al  pavimento, 
razón  por  la  cual  no  resultan  tan  airosas 
como  otras  de  este  mismo  estilo,  las  de  la 
catedral  vieja  de  Salamanca,  por  ejemplo. 

El  exterior  del  templo  no  tiene  tampoco 
nada  digno  de  llamar  la  atención  como  no 
sea  el  ábside  muy  característico  de  la 
época  y  que  puede  verse  en  el  dibujo  que 
encabeza  este  trabajo. 

Si  sólo  quedase  del  monasterio  la  igle- 
sia, no  merecería  la  pena  de  hacer  la 
larga  excursión;  mas,  por  fortuna,  gra- 
cias á  haberse  dedicado  á  parroquia  del 
pueblo,  resta  algo  más  que  atrae  y  entu- 
siasma al  viajero,  como  le  atraen  y  en- 
tusiasman siempre  las  joyas  del  arte,  mu- 
cho más  si,  como  ésta,  se  hallan  casi  del 
todo  ignoradas  y  ocultas  en  apartados  y 
desconocidos  rincones.  Me  refiero  á  lo 
que  se  llama  la  capilla  del  Santo,  primo- 
rosa obra  de  estilo  ojival  florido,  á  que  se 
llega  pasando  por  el  feo  claustro  de  fines 
del  pasado  ó  principios  del  corriente  siglo. 

Parece  ser,  según  cuentan  las  piadosas 
historias,  que  fué  San  Juan  de  Ortega  abo- 
gado contra  la  esterihdad,  y  que  cuantas 
mujeres  de  los  contornos  deseaban  hijos 
y  no  conseguían  tenerlos,  acudían  devo- 
tamente al  convento  para  pedir  tan  seña- 


lado favor  por  conducto  del  santo,  á  quien 
se  atribuyó  esta  virtud  por  haber  naci- 
do cuando  ya  sus  padres  llevaban  largo 
tiempo  de  matrimonio  y  habían  perdido 
toda  esperanza  de  tener  herederos.  Si- 
guiendo esta  devota  práctica  (cuenta  el 
Padre  Palacios),  y  hallándose  también 
largo  tiempo  sin  hijos  la  reina  Isabel  la 
Católica,  acudió  asimismo  al  santo,  ob- 
tuvo, según  parece,  lo  que  apetecía,  y  en 
acción  de  gracias  fabricó  esta  suntuosa 
capilla,  que  consta  de  una  sola  nave  de 
esbeltísima  arquitectura,  en  la  que  se 
ostenta  repetido  diversas  veces  en  las 
claves  de  la  bóveda  el  escudo  de  España 
en  tiempo  de  los  Reyes  Católicos,  dándo- 
se por  él  á  entender  á  quién  fué  debida 
la  obra. 

En  el  centro  de  esta  capilla,  que  tiene 
en  su  fondo  un  altar  de  no  muy  esmerada 
labor,  y  á  cuyo  medio  se  eleva  una  fuer- 
te reja  que  divide  la  parte  destinada  al 
pueblo  de  la  reservada  á  los  sacerdotes, 
álzase  el  galano  é  ideal  sepulcro  ó  tem- 
plete ó  baldaquino,  si  así  puede  decirse, 
en  que  el  santo  fundador  reposa.  La  ver- 
dadera imposibilidad  de  describirle  me 
veda  entrar  en  detalles  que  requerirían 
mucho  espacio  para  referir,  aunque  sólo 
fuese  á  la  ligera,  las  admirables  escultu- 
ras, las  artísticas  estatuas,  las  caladas  la- 
bores y  cresterías  que  la  adornan,  y  que 
aun  malamente  destrozadas  con  una  ri- 
dicula capa  de  pintura  de  colores  chillo- 
nes ,  aún  admiran  y  asombran  á  cuantos 
le  contemplan:  mejor  que  con  la  descrip- 
ción, desde  luego  deficiente,  que  yo  aquí 
pudiera  hacer,  daránse  cuenta  de  su  mé- 
rito los  lectores  por  la  fototipia  que  á  este 
número  acompaña,  y  en  la  que  con  exac- 
titud pueden  apreciarse  todos  los  primo- 
res de  ejecución  que  le  avaloran.  En  la 
parte  inferior  del  sepulcro  en  que  descan- 
sa la  estatua  de  hermosa  labor  (y  que  no 
puede  verse  en  la  lámina),  hallánse  fiel- 
mente reproducidos  por  un  cincel  de 
maestro  varios  episodios  de  la  vida  del 
santo  y  varios  de  los  milagros  que  se  le 
atribuyen;  así  se  ve  en  uno  de  los  relieves 
al  santo  en  una  barca  cuando  de  vuelta  de 
Jerusalén  pide  protección  á  San  Nicolás 
para  que  le  libre  de  la  tempestad  que  le 
amenaza;  en  otro  al  mismo  santo  en  ora- 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


37 


ción  junto  á  un  hombre  yacente  á  quien 
resucita;  curando  á  un  enfermo  en  otro, 
y  así  hasta  el  número  de  ocho,  llevando 
como  única  inscripción  el  sepulcro,  que 
se  halla  decorado  con  muchos  escudos  de 
diversas  familias  que  debieron  contribuir 
á  su  construcción,  estas  tres  palabras  la- 
tinas 

Spes  lumen  splendor 

y  coronando  el  todo,  que  se  eleva  arro- 
gante sobre  la  esbelta  nave,  airosa  creste- 
ría de  gusto  original  y  exquisito.  El  P.  Fló- 
rez,  poco  aficionado  á  dar  detalles  de  las 
obras  de  arte,  después  de  relatar  los  tra- 
bajos que  se  hicieron  para  trasladar  el 
cuerpo  del  santo  desde  el  lugar  en  que  se 
hallaba,  que  es  el  mismo  en  que  en  la  ac- 
tualidad se  encuentra,  al  centro  de  la  igle" 
sia,  trabajos  que  resultaron  inútiles  por 
tropezarse  siempre  con  grandísimos  obs- 
táculos que  bien  á  las  claras  demostraron 
que  el  santo  no  quería  moverse  *,  dice  sim- 
plemente :  "  se  acabó  de  sentar  el  taber- 
náculo que  tiene  hoy  el  mausoleo  del  cuer' 
po  santo  en  su  capilla,  bien  hermoseado, 
con  cuatro  culumnas  en  los  ángulos,  en  el 
día  23  de  Mar  so  del  año  1474„.  Aun  con 
decir  tan  poco,  no  es  de  pequeña  utilidad 
el  dato  de  la  fecha  exacta  de  la  construc- 
ción de  este  admirable  monumento,  que 
me  atrevo  á  creer  único  en  su  clase  en 
nuestra  nación,  y  aun  quizá  primero  de  su 
clase  en  el  mundo,  pues  son  posteriores 
en  bastantes  años  los  pocos  de  igual  gé- 
nero que  en  el  extranjero  se  hallan,  entre 
los  cuales  descuella,  en  lugar  preeminen- 
te, el  sepulcro  de  Margarita  de  Austria 
en  la  iglesia  del  Brou,  obra  ya  del  si- 
glo XVI,  de  que  he  tenido  ocasión  de  ver 
una  fotografía  en  la  magnífica  colección 
de  uno  de  los  que  á  esta  expedición  asis- 
tieron, el  Sr.  Serrano  Fatigati. 

Rodea  al  sepulcro,  como  puede  verse, 
una  hermosa  verja  de  hierro  ricamente  la- 


1  Cuéntase  que  queriendo  en  una  ocasión  verificar 
esta  traslación,  acudieron  varias  personas  que  le- 
vantaron la  tapa  del  sepulcro  del  que  salió  un  suavísi- 
mo olor  exquisito,  pero  del  que  también  empezaron  á 
salir  blancas  abejas,  que  escarmentaron  para  siempre 
con  sus  aguijones  á  los  que  trataban  de  mover  el  cuer. 
po  de  San  Juan.  Un  pintor,  cuyo  nombre  por  íortuna 
se  ha  perdido,  ha  representado  en  detestables  cuadros 
que  ornan  las  paredes  de  la  capilla  este  y  otros  mu- 
chos milagros  del  santo  que  en  ella  yace. 

T.  III 


brada,  en  la  que  se  ven  dos  cartelas,  una 
de  las  cuales  dice: 

Diego  de  Vargas  secretario  del  Rey, 

y  la  otra: 

la  mandó  hacer  año  156 1. 

Después  de  contemplar  una  y  otra  vez 
á  sabor  este  sepulcro,  después  de  ver, 
tan  bien  como  fué  posible  una  arca  sepul- 
cral que  se  encuentra  bajo  él,  pero  que  no 
tiene  punto  de  vista  ninguno,  pudiéndose 
apenas  adivinar  gracias  á  unos  estrechos 
orificios,  que  es  obra  del  siglo  xii  según 
todas  las  probabilidades,  y  que  debe  estar 
adornada  de  un  apostolado,  como  lo  están 
no  pocas  del  convento  de  las  Huelgas,  por 
citar  cosa  del  mismo  país,  y  tantos  otros; 
después  de  ver  las  ricas  cornucopias  de 
dorada  talla  que  decoran  las  paredes  de  la 
capilla,  y  en  la  sacristía  una  tabla  gótica 
que  debió  ser  de  gran  mérito,  pero  que  se 
encuentra  en  deplorabilísimo  estado,  y  al- 
gunas hermosas  ropas  de  iglesia  que  tam- 
poco se  hallan  en  muy  bueno,  pudo  dar- 
se nuestra  expedición  artística  por  termi- 
nada. 


Comenzaba  á  caer  la  tarde,  y  tras  un 
breve  vistazo  á  la  parroquia  de  Santove- 
nia,  que  nada  digno  de  mención  encierra, 
y  unos  apretones  de  manos  al  digno  pá- 
rroco del  pueblo,  que  nos  había  acompa- 
ñado con  la  mayor  cortesía,  subimos  al 
carruaje  para  de  nuevo  encaminarnos  á 
la  antigua  Caput  Caslellae ;  apenas  si  el 
sol  ya  doraba  las  altas  cumbres  que  más 
allá  de  Burgos  se  distinguían,  con  sus 
postreros  rayos;  la  calma  del  día  de  estío, 
en  que  ni  una  ráfaga  de  aire  movía  las 
mieses;  el  silencio  sepulcral  de  aquellos 
campos,  la  monotonía  del  paisaje,  apenas 
de  cuando  en  cuando  rota  por  alguna  to- 
rre de  no  muy  esbelta  traza,  ó  por  algún 
lugarejo  pardo  y  triste  casi  oculto  entre 
los  terrenos  de  labor;  lo  que  habíamos 
contemplado  durante  el  día,  todo  convi- 
daba á  la  reflexión  y  al  ensimismamiento; 
sólo  de  cuando  en  cuando  alguna  discu- 
sión histórica  ó  algún  recuerdo  que  se 
evocaba,  hacía  hablar  un  instante  á  los 
que  ocupaban  el  interior  del  coche :  nos- 

6 


38 


boletín 


otros  (los  Sres.  Gil,  Casado,  Sama  y  quien 
esto  escribe),  subidos  en  la  imperial,  con- 
templábamos perderse  en  las  tintas  del 
crepúsculo  el  campo  castellano,  triste, 
seco,  árido;  mirábamos  como  recuerdo 
de  otros  tiempos  las  torres,  las  casas,  los 
mismos  aldeanos,  que,  vestidos  de  paño 
pardo,  montados  en  sus  burras,  ó  tras  de 
su  yunta,  ó  en  su  pesada  carreta  de  bue- 
yes, cruzaban  con  nosotros,  y  pensába- 
mos sin  duda,  ó  pensaba  yo  al  menos, 
cuan  poco  el  progreso  moderno  y  la  mo- 
derna vida  se  deja  sentir  en  nuestros  cam- 
pos, donde  las  carretas  que  andan  por  los 
caminos  se  sujetan  á  igual  modelo  que  las 
en  el  sepulcro  de  San  Juan  de  Ortega  es- 
culpidas ha  cuatro  siglos,  y...  ¿quién  sabe? 
tal  vez  por  dentro  deseábamos  que  todo 
siguiese  lo  mismo  para  encanto  de  los  afi- 
cionados á  lo  bello,  y  tal  vez,  como  yo  to- 
dos, al  acercarse  á  la  vieja  Burgos,  des- 
pertaran impresionados  tristemente  de  un 
sueño  dulce  y  agradable  al  oir  el  sonar 
de  las  trompetas  que  tocaban  retreta  en 
los  cuarteles ,  y  al  ver  el  brillante  alum- 
brado de  calles  y  paseos  por  donde  á 
aquella  hora,  bulliciosos  y  alegres,  tras 
los  trabajos  del  día  caluroso,  tomaban  el 
fresco  y  esparcían  el  ánimo  los  buenos  y 
pacíficos  burgaleses. 

Paramos  en  seco  á  la  entrada  del  Espo- 
lón, radiante  de  luz  y  henchido  de  gente; 
abandonamos  el  coche;  perdímonos  unos 
de  otros,  y  unas  de  otras  también  se  sepa" 
raron  las  impresiones  de  aquel  hermoso 
día,  los  sueños  de  aquel  agradable  ere» 
púsculo  que  hoy  sólo  pueden  recordarse 
como  lo  que  fueron,  como  sueños  momen- 
táneos, como  pasajeras  ilusiones,  de  las 
cuales,  transcurrido  un  día,  apenas  si 
queda  remembranza  allá  en  el  fondo  del 
alma,  donde  se  revuelven  y  confunden 
tantas  cosas  distintas,  agradables  unas, 
tristes  otras,  consoladoras  pocas,  y  don- 
de lucha  con  ellas  la  imagen  viva  del  po- 
bre lugarejo  de  San  Juan  de  Ortega,  solo, 
triste  y  abandonado,  allá  en  "campo  alto 
y  despoblado,  que  forman  las  faldas  del 
monte  Idubeda,  llamado  hoy  de  Oca,,, 
como  decía  el  P.  Flórez. 

Eloy  García  Concellón. 


SECCIÓN  DE  CIENCIAS  HISTÓRICAS 

CniSMEEAS  DE  FLOIIO  HISTORIADO  ' 


N  el  lamentable  descuido  en  que  te- 
nemos los  españoles  la  historia  de 
las  artes  industriales  inñuye ,  con 
otras  causas,  la  pobreza  de  los  ma- 
teriales de  que  se  sirvieron  aquellas  artes, 
tan  dignas  de  estimación  y  de  estudio. 
Las  fastuosas  vidrieras  pintadas,  los  áu- 
reos recamados,  los  brillantes  colores  de 
los  esmaltes,  la  cincelada  labor  de  bron- 
ces y  hierros,  las  bien  pintadas  porcela- 
nas, las  formas  artísticas  ó  el  interés  his- 
tórico de  las  piedras  esculpidas,  de  los 
yesos  modelados  y  de  los  barros  cocidos 
son  excepciones  muy  notables;  pero,  en 
cambio,  ¿qué  interés  han  despertado  has- 
ta aquí  los  muebles,  los  hierros,  el  plomo 
y  el  estaño,  la  cera,  la  loza,  el  vidrio  y 
otros  materiales,  cuando  no  están  embe- 
llecidos con  los  primores  de  la  escultura 
y  de  la  pintura? 

Consecuencia  de  esto  es  que  la  penuria 
de  datos  acerca  de  nuestra  historia  indus- 
trial sea  verdaderamente  escandalosa. 
Apenas  si  sabemos  más  que  lo  que  escri- 
bió Larruga  desde  el  punto  de  vista  eco- 
nómico, sin  que  los  mismos  eruditos,  fue- 
ra de  algunos  dignos  de  loa,  hayan  fijado 
su  atención  en  las  noticias  que  se  refieren 
á  la  industria  no  esencialmente  artística. 
De  otra  manera  proceden  los  extranje- 
ros. Asombrados,  por  ejemplo,  los  erudi- 
tos franceses  ante  muchos  objetos,  al  pa- 
recer despreciables,  rotos  y  resquebraja- 
dos, que  salieron  de  entre  las  capas  de 
escombro  y  légamo  extraídos  del  Sena 
cuando  se  hicieron  las  obras  de  canaliza- 
ción de  este  río  en  su  trayecto  por  París, 
recogieron  cuidadosamente  aquellos  ob- 
jetos, los  estudiaron  y  los  colocaron  en 
lugar  preferente  en  colecciones  tan  im- 
portantes como  las  del  Hotel  de  Cluny, 
Víctor  Gay  y  otros,  no  obstante  que  gran 
parte  de  esos  objetos  eran  de  plomo  y  de 
estaño. 

En  España  se  han  despreciado  los  obje- 
tos de  naturaleza  tan  pobre,  si  no  es  que 
con  el  uso  se  han  perdido  obras  de  mate- 
rias tan  poco  consistentes.  Por  eso  se  en- 
cuentran muy  pocos;  por  eso  cuando,  con 
motivo  de  la  Exposición  Histórico-Eu- 
ropea,  examiné  los  tesoros  y  sacristías 
de  muchas  de  nuestras  catedrales,  mo- 


o 

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DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


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nasterios  é  iglesias ,  sólo  encontré  y  sólo 
pudieron  venir  al  inolvidable  certamen 
cuatro  vinajeras  y  dos  cálices  de  plomo, 
con  escudos  y  adornitos  en  ellos  impre- 
sos, y  que ,  aun  cuando  en  el  catálogo  no 
se  supo  ó  se  olvidó  señalar  su  época,  pue- 
de asegurarse  que  pertenecen  alsiglo  xiv, 
al  que  también  corresponden  los  dos  cá- 
lices de  la  misma  materia  que  existen  en 
las  colecciones  de  la  Academia  de  la  His- 
toria. 

Cualquier  objeto,  pues,  que  se  encuen- 
tre en  nuestra  España  con  caracteres  de 
ser  obra  del  arte  nacional,  merece  singu- 
lar estimación,  Y  si  á  sus  formas  artísti- 
cas junta  una  decoración  profusa,  artísti- 
ca y  de  mucho  carácter,  mayor  será  el 
interés  que  ofrezca,  porque  los  plomos  y 
estaños  con  figuras  ó  historiados,  consti- 
tuyen una  verdadera  orfebrería,  tanto 
más  cuanto  que  imitan  y  reproducen  á  su 
manera,  aunque  con  materiales  pobres, 
las  formas  y  ornamentación  de  los  traba- 
jos más  delicados  de  los  plateros  de  la 
Edad  Media  y  del  Renacimiento.  Por  su 
resistencia  y  calidades  se  presta  á  ello 
mejor  el  estaño  que  el  plomo;  por  eso 
mismo  son  más  comunes  y  más  ricas  las 
obras  de  aquel  metal  que  las  de  éste,  cu- 
yos productos,  precisamente  por  esta  ma. 
yor  rareza,  son  más  dignos  de  aprecio. 

Ofrecemos  á  los  lectores  la  representa- 
ción de  uno  de  los  objetos  de  plomo  histo- 
riado más  notables,  si  no  es  el  principal, 
que  se  conserva  en  España  y  que  es,  sin 
duda  alguna,  obra  de  artífice  español.  Es 
una  caja  de  crismeras,  desprovista  de  es- 
tas, que  conforme  á  la  liturgia  serían  de 
plata,  y  que  se  han  perdido.  Hallólo  en  un 
pueblo  de  la  provincia  de  Guadalajara  y 
de  la  diócesis  de  Toledo,  y  creo  que  me- 
rece ser  descrito  para  completar  el  estu- 
dio que  el  grabado  permite.  Consta  de  dos 
cuerpos,  formados  por  delgadas  planchas 
de  plomo  recubiertas  al  exterior  de  ador- 
nos de  relieve  de  poco  realce ,  casi  plani- 
relie  ve.  El  cuerpo  principal  ó  interior  cons- 
ta de  cuatro  lados  formando  ángulos  rec- 
tos, con  su  base  ó  fondo  liso  y  la  tapa  ho- 
rizontal, donde  se  abren  tres  orificios 
circulares,  en  los  que  encajaban  los  tres 
vasos  ó  ampollas  argénteas  de  los  santos 
óleos.  Los  ángulos  están  adornados  y  re- 
forzados por  pilastrillas  góticas,  y  la  cara 
del  frente  y  las  dos  laterales  llevan  como 
coronamiento  una  elegante  crestería  oji- 
val. 
Las  superficies  exteriores  de  las  cuatro 


caras  están  tan  adornadas,  que  apenas 
queda  campo  para  que  no  se  confundan 
los  adornos.  Desde  luego  corre  por  las 
cuatro  caras,  á  manera  de  zócalo,  una 
franja  con  inscripciones  góticas  entre  dos 
listeles,  de  los  que  el  inferior  remata  en 
una  labor  de  dientes  de  sierra. 
Describamos  estos  adornos: 
Cara  principal.  En  el  centro,  sobre  la 
zona  de  la  inscripción  y  bajo  tres  arcos 
de  ese  estilo  que  en  las  obras  de  orfebre- 
ría anuncia  el  paso  del  ojival  al  renaci- 
miento y  que  merece  el  nombre  de  plate- 
resco con  que  algunos  le  llaman,  se  ven 
tres  imágenes,  vestidas  de  largas  y  am- 
plias ropas,  plegadas  con  mucha  torpeza. 
Lo  grosero  del  dibujo,  el  poco  realce  del 
relieve  y  el  estar  algo  borroso,  no  nos 
permite  decir  lo  que  estas  tres  figuras 
representan.  A  uno  y  otro  lado  de  ellas 
se  ve  el  escudo  del  Cardenal  Cisneros. 
La  inscripción  de  la  faja  inferior,  dice  en 
caracteres  góticos  de  fines  del  siglo  xv: 
OLEVM  I  CRISMAS  |  OLEVM  |  LV. 
Indudablemente  el  IN  final  es  principio 
de  la  palabra  infirtnorum. 

El  lado  izquierdo  representa  en  dos 
arcos  del  mismo  carácter  que  los  ya  men- 
cionados la  imagen  nimbada  de  San  Die- 
go, según  demuestra  por  su  traje  de  frai- 
le y  por  leerse  en  la  inscripción  de  deba- 
jo: S  I  D;  y  la  de  un  santo  obispo  funda- 
dor, porque  tiene  en  la  mano  izquierda 
un  edificio.  Aunque  debajo  se  lee  S  |  O, 
yo  creo  que  es  San  Agustín,  y  que  el  artí- 
fice trazó  equivocadamente  en  el  molde 
la  O  en  vez  de  la  A. 

En  el  lado  opuesto  á  este,  ó  sea  el  de- 
recho, y  bajo  la  misma  ordenación  arqui- 
tectónica, están  las  imágenes  de  Santa 
Catalina  y  de  Santa  Bárbara,  con  sus 
atributos  tradicionales  y  muy  conocidos 
de  la  rueda  y  la  espada  aquélla,  y  de  la 
torre  y  la  palma  ésta.  Debajo  se  leen  res- 
pectivamente estas  iniciales:  S  I  KyS  I  B. 
El  lado  posterior  no  lleva  imagen  al- 
guna, sino  una  especie  de  elegante  im- 
bricación, formada  por  series  horizonta- 
les y  entre  sí  combinadas  con  gusto,  de 
conchas,  flores  de  lis  y  rosáceas  de  cua- 
tro pétalos.  La  inscripción  de  la  zona  in- 
ferior dice  así:  O  MATER  |  DEI  |  ME. 
La  tapa  de  este  primer  cuerpo,  en  la 
que  se  abren  los  huecos  para  los  tres  va- 
sitos  de  los  óleos,  no  tiene  más  ornato 
que  dos  inscripciones  á  lo  largo,  con- 
teniendo entre  ellas  dichos  huecos,  y  re- 
piten la  incripición  de  la  cara  anterior,  y 


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boletín 


aquí  con  más  motivo,  porque  servían 
para  distinguir  los  distintos  usos  de  los 
tres  vasitos. 

A  manera  de  tapa  ó  cubierta  de  este 
primer  cuerpo,  dando  al  objeto  todo  el 
carácter  arquitectónico  de  las  cajas  de 
reliquias  de  la  Edad  Media,  y  como  te- 
chumbre artística  de  cuatro  vertientes, 
se  levanta  el  segundo  cuerpo  de  este  her- 
moso vaso  sagrado,  rematando  en  una 
doble  crestería  gótica,  más  fina  y  menuda 
que  la  del  inferior.  De  entre  ambas,  y 
en  el  centro,  se  levantaba  una  crucecilla 
que  ya  no  existe ,  pero  cuya  basa  aguje- 
reada indica  su  primitiva  existencia. 

La  cara  delantera  está  dividida  en  tres 
compartimientos,  bien  señalados  por  sus 
correspondientes  arcos  conopiales  de 
crestería  y  sus  pilastras  góticas,  que  se 
prolongan  en  agudos  pináculos,  con  hojas 
zarpadas  que  los  embellecen.  En  el  arco 
central  se  representa  á  nuestro  Salva- 
dor, casi  desnudo,  mirando  de  frente  y 
con  las  míanos  juntas  sobre  el  pecho;  á 
su  derecha  el  Bautista,  vestido  de  pie- 
les, en  actitud  de  bautizar  al  Señor,  y  á 
la  izquierda  un  ángel.  Encima,  y  sobre  el 
arco,  el  sol  y  la  luna.  En  el  arco  de  la 
derecha  una  mujer  arrodillada,  que  creo 
sea  la  Virgen,  y  en  el  opuesto  un  án- 
gel que  tiene  en  la  siniestra  mano  un  ob- 
jeto indefinido,  quizá  un  ramo  de  ñores. 
En  este  caso,  el  ángel  y  la  Virgen  cons- 
tituyen, aunque  rota  por  la  representa- 
ción central,  la  escena  de  la  Anuncia- 
ción. 

Las  dos  caras  laterales  y  triangulares 
de  la  techumbre  muestran  cada  una  un 
ángel  con  una  especie  de  aureola  de  ro- 
sáceas  ,  y  el  ángel  con  un  incensario. 

La  cara  posterior  de  la  cubierta  tiene 
la  misma  ornamentación  de  rosáceas ,  li- 
ses  y  conchas  que  la  correspondiente 
del  cuerpo  principal  del  vaso. 

Las  dos  planchas  mayores  de  esta  cu- 
bierta ofrecen  una  circunstancia  que  pue- 
de referirse  al  modo  de  su  elaboración. 
La  plancha  de  la  cara  principal  tiene  en 
su  interior  las  mismas  escenas  del  Bau- 
tismo y  la  Anunciación.  Si  fuera  obra  de 
repujado  ó  relevado,  como  ahora  se  dice, 
renovando  una  palabra  castiza,  á  los  re- 
saltos exteriores  corresponderían  rehuri. 
didos  interiores,  y  viceversa.  Pero  no  es 
así;  de  tal  modo,  que  dentro  la  figura  de 
San  Juan  y  la  de  la  Virgen,  que  están  á 
la  derecha,  aparecen  en  la  misma  dispo- 
sición en  el  interior  de  la  placa.  Esta, 


pues,  debió  ser  fundida  entre  dos  plan- 
chas matrices  iguales. 

En  cambio,  en  la  placa  posterior  de  la 
cubierta,  que  en  la  parte  de  afuera  lleva 
las  imbricaciones  de  lises,  conchas  y  ro- 
sáceas, por  dentro,  como  si  dijéramos  en 
la  espalda,  presenta  unos  dibujos  quizá 
hechos  á  la  punta,  á  manera  de  grafitos, 
representando  á  Cristo  triunfante,  senta- 
do, en  actitud  de  bendecir ,  con  un  ángel 
á  la  izquierda  de  sus  pies.  No  correspon- 
de, pues,  la  labor  interior  con  la  exterior, 
y  lo  mismo  sucede  en  las  dos  caras  late- 
rales y  triangulares ,  donde  están  los  án- 
geles incensando. 

Esto  nos  hace  creer  que  las  placas  de 
este  cuerpo  superior,  como  las  del  infe- 
rior, se  fundieron  separadamente,  y  aque- 
llas entre  dos  moldes  ó  placas  de  piedra, 
probablemente  de  asperón,  de  pizarra  ú 
otra  substancia  semejante.  Quizá,  digo,  de 
asperón,  porque  el  interior  de  las  placas 
presenta  una  granulación  ó  aspereza  que 
el  artífice  borró  en  las  caras  exteriores. 
Lo  notable  es  que  las  placas,  que  en 
sus  bordes  están  soldadas  por  el  proce- 
dimiento ordinario  de  aquella  época,  son 
de  un  espesor  insignificante,  de  milíme- 
tro y  medio.  La  fundición  exigía,  pues, 
mucho  esmero  y  habilidad,  y  debía  com- 
pletarse con  algún  toque  de  buril  y  un 
ligero  pulimento. 

La  altura  vertical  de  la  caja  de  crisme- 
ras es  de  0m,13,  el  eje  mayor  de  0,14  y  el 
eje  menor  de  0,07.  Es  de  plomo,  como  he 
dicho,  mezclado  con  una  pequeña  canti- 
dad de  estaño,  que  se  le  añadió  quizá 
para  darle  más  consistencia. 

Su  arte  es  tosco  y  tosco  el  dibujo,  por- 
que la  condición  del  material  y  el  poco 
relieve  de  las  figuras  y  líneas  no  con- 
sienten otra  cosa.  El  estaño  ha  permitido 
hacer  obras  muy  notables,  semejantes  por 
su  labor  fina  y  delicada  á  las  obras  per- 
fectas de  orfebrería,  y  famosos  son  los 
los  estañeros  de  Augsburgo  y  Nurem- 
berg,  en  Alemania,  como  Gaspar  Ender- 
lein,  y  en  Francia  el  muy  celebrado  Fran- 
cisco Briot.  Pero  el  plomo  no  puede  ser 
objeto  de  trabajos  muy  delicados  y  así 
como  el  estaño  remedó  la  plata  y  el  oro, 
aquel  metal  es  á  su  vez  un  imitador  del 
plomo. 

Pero  yo  creo  que  estañadores  y  plate- 
ros eran  unos  mismos.  Nuestro  erudito 
Capmany  dio  algunas  noticias  del  gremio 
de  estañeros  de  Barcelona,  y  es  seguro 
que  no  faltarían  en  Castilla. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


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A  ellos  debiéronse  las  crismeras  que 
examino.  Los  datos  que  tengo  para  creer- 
lo así  son:  I.*'  que  los  santos  representa- 
dos son  muy  populares  en  Castilla;  2.°,  las 
armas  del  cardenal  Cisneros  que  como 
marca  de  procedencia  tiene  dicho  vaso; 
3.°,  que  perteneció  á  un  pueblo  de  la  dió- 
cesis toledana;  4.°,  que  he  visto  en  otros 
dos  pueblos  de  la  misma  crismeras  se- 
mejantes, aún  muy  destrozadas,  con  la 
circunstancia  de  que  una  de  ellas,  la  más 
completa,  tiene  en  blanco  el  escudo  del 
insigne  Cardenal,  si  bien  en  todo  lo  de- 
más son  iguales  á  estas  que  describo  y 
que  son  de  mi  propiedad;  5.°,  que  en  in- 
ventarios del  siglo  XVI  de  algunas  igle- 
sias de  la  Orden  de  Santiago,  enclavadas 
en  dicha  diócesis,  como  sucede  con  la  de 
Mohernando,  he  visto  citadas  crismeras 
de  plomo, 

Es  posible  que  aquel  ilustre  arzobispo, 
que  llevó  su  generosidad  y  previsión 
hasta  el  punto  de  hacer  magníficas  edi- 
ciones, impresas  en  Alcalá  y  en  perga- 
mino, de  los  libros  de  coro  y  de  rezo  más 
necesarios  en  las  parroquias,  para  rega- 
lárselos á  las  que  eran  pobres,  hiciese  lo 
mismo  con  algunos  vasos  sagrados,  y 
por  tanto,  que  costease  una  que  pudiéra- 
mos llamar  edición  de  crismeras  de  plo- 
mo para  las  iglesias  más  necesitadas  del 
arzobispado.  Al  menos,  las  tres  que  yo 
conozco,  no  pertenecieron  sino  á  parro- 
quias de  humildes  aldeas  *. 

Juan  Catalina  García. 

m-M-m- 

EPIGRAFÍA  ARÁBIGA 


Lápida  conmemorativa  descubierta  en  Toledo.'^ 

ON  ocasión  de  ciertas  obras  ejecu- 
tadas no  ha  mucho  tiempo  en  la 
notable  Capilla  que,  bajo  la  advo- 
cación de  Santa  Catalina,  fundó 
á  ñnes  del  siglo  xv,  en  la  Parroquia  del 


1  Por  no  hacer  demasiado  extenso  este  articulo, 
no  he  hablado  de  los  procedimientos  técnicos  del  arte 
del  plomero,  ni  tampoco  de  los  monumentos  más  no- 
tables que  se  refieren  á  esta  industria  en  la  antigüe- 
dad, en  la  Edad  Media  y  en  el  Renacimiento.  Los 
catálogos  de  los  museos  franceses,  alemanes  é  ingle- 
ses, donde  estos  objetos  se  han  recogido,  la  esce- 
lente  obra  de  Germán  Bapst  L'etain,  el  Glossaire 
de  V.  Gay,  las  revistas  arqueológicas  é  industriales, 
los  boletines  de  las  sociedades  arqueológicas  y  cien 
obras  más,  pueden  servir  de  guía  al  lector  que  desee 
conocer  la  historia  de  los  estaños  y  plomos  historia- 
dos  y  de  imaginería...  en  el  extranjero. 


Salvador,  Ferrando  Alvarez  de  Toledo, 
Secretario  de  los  Reyes  Católicos,  apare- 
ció allí,  empotrada  en  restos  de  la  fábrica 
primitiva,  pequeña  lápida  arábiga,  talla- 
da en  mármol,  que  medía  0m,58  de  alto 
por  0ni,42  de  ancho. 

La  singularidad  del  fortuito  invento,  y 
el  natural  deseo  de  conocer  las  declara- 
ciones contenidas  en  el  epígrafe,  hubieron 
de  mover  discretamente  al  Excmo.  Señor 
Conde  de  Cedillo,  patrono  de  dicha  Ca- 
pilla, y  por  cuya  orden  las  obras  eran  eje- 
cutadas, á remitir  un  calco  déla  inscrip- 
ción al  Sr.  Codera  y  Zaidín,  quien  se  apre- 
suraba á  publicar  la  versión  de  la  lápida 
en  el  Boletín  de  la  Real  Academia  de  la 
Historia  '.  Cerca  de  un  año  después,  y 
con  el  noble  propósito  de  enriquecer,  sin 
duda,  la  interesante  colección  de  epigra- 
fía arábiga  reunida  por  nosotros  en  el 
Museo  Arqueológico  Nacional,  hacía 
donación  á  este  científico  Establecimiento 
de  una  reproducción  en  yeso  del  monu- 
mento mencionado,  el  cual,  por  su  fecha, 
figura  en  la  referida  colección  el  séptimo. 

Corresponde  la  lápida  á  la  clase  de  las 
conmemorativas,  y  consta  de  doce  líneas 
regulares  de  caracteres  cúficos  de  resal- 
to, desarrolladas  dentro  de  un  rectángu- 
lo trazado  en  el  mármol,  y  que  le  sirve 
como  de  marco  ú  orla,  según  uso  y  cos- 
tumbre general,  en  toda  suerte  de  epígra- 
fes mahometanos.  Los  signos  hállanse 
dibujados  y  tallados  en  forma  vulgar  y 
corriente,  sin  exorno  de  ningún  género, 
y  repartida  la  leyenda  no  con  gran  con- 
cierto, y  sin  que  el  lapidario  hubiera  an- 
tes hecho  el  debido  tanteo  en  el  mármol, 
para  impedir  el  que,  mientras  en  las  seis 
primeras  líneas  la  escritura  se  aprieta  y 
aún  amontona,  en  las  otras  seis  restantes, 
y  principalmente,  á  partir  de  la  octava, 
se  espacie  y  ensanche  más  de  lo  natural, 
á  fin  de  que  la  línea  ocupe  el  espacio  re- 
gular de  las  otras,  advirtiéndose  algunas 
omisiones  en  la  redacción  del  epígrafe, 
faltas  de  ortografía,  y  cierta  inconexión 
en  las  últimas  oraciones,  circunstancia 
esta  última  que,  con  otras  de  que  habla- 
remos, obscurece  el  sentido,  y  natural- 


1  Tomo  xxni,  pág.  434. 


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ÍNDICE  DE  MATERIAS 


mente   impide  la  interpretación  exacta 
del  monumento. 
Dice,  pues,  éste  de  la  siguiente  forma: 

^^^'^\  ^Usw^¿\  ,^^-^.aaL.o  ^JO  ,^_5L: 


a 


Xl_Jí._J\oi      ¿^~ 


^_.«_i.l_Sl_J\     ^j 


3    ¿— JÍ 'O     g — > 

<._ ^\      ¿^ — 2 


£"w  el  nombre  de  Alláh^  el  Clemente, 
el  Misericordioso'  hiié  construida 

esta  nave,  can  beneplácito  de  Alláh 
y  su  protección, 

bajo  la  dirección  de  los  dos  adminis- 
tradores de  los  Habises  constitui- 
dos con  donaciones, 

Ab  er-Rahmán-ben-Mohdmmadben 
Al-Bero... 
5...  la  y  Cásim-ben-Kahldn,  en  la  luna 

de  Récheb  del  año  dos  y  treinta  y 
cua... 
...  trocientos  {\).  Apiádese  Alláh  .lega- 
tario 

de  esto ,  de  quien  ha  cuidado  de  su 
ejecución, 

de  quien  haga  oración  en  este  lu- 
gar,  y  de  quienes  se  congreguen 
10    en  él,  amén/  /Oh,  Señor  del  Uni- 
verso f 

La   bendición  de  Alláh  sea  sobre 
Mahoma  , 
último  de  los  Projetas!  Salud! 

Por  el  contexto  del  epígrafe,  viénese, 
pues,  en  conocimiento  deque  la  mezquita, 
emplazada  antes  del  año  1040  de  Jesucristo 
en  el  área  donde  probablemente  en  el  si- 
glo XIV  fué  erigida  la  Parroquia  del  Sal- 
vador, no  era  acaso  en  aquella  fecha  su- 
ficiente para  el  número  de  vecinos  del 
barrio  al  cual  correspondía,  y  que  con  el 
producto  de  las  mandas  piadosas  y  de  las 

(1)  Récheb  de  432  H.— Del  9  de  Noviembre  al  8  de 
Diciembre  inclusives  del  año  J040  de  Jesucristo. 


donaciones  hechas  por  los  fieles  á  aquel 
templo,— mandas  y  donaciones  que  cons- 
tituían los  Habises,  — í\xé  conveniente- 
mente ampliado,  añadiéndole  una  nave 
más,  sobre  las  que  ya  desde  su  fundación 
contaba,  si  no  es  que  por  su  antigüedad, 
por  su  abandono,  ó  por  otras  causas  difí- 
ciles de  ser  hoy  señaladas,  se  hallaba  la 
indicada  mezquita  en  parte  ruinosa,  y  ne- 
cesitada por  tanto  de  urgente  reparación, 
y  de  la  reconstrucción  de  la  nave  á  que 
en  la  lápida  se  alude. 

Aunque,  á  haber  sido  ésta  la  causa  de 
la  obra  ejecutada,  y  conmemorada  en  el 
epígrafe  transcripto,  es  más  que  probable 
se  hubiera  en  él  expresamente  consigna- 
do, según  fué  á  no  dudar  costumbre,  y 
conforme  acontece  en  la  hermosa  lápida 
que  todavía  subsiste  empotrada  en  la  to- 
rre de  la  iglesia  del  Salvador  de  Sevilla, 
en  la  cual  se  declara  que  el  famoso  Al- 
Mótamid  mandó  construir  la  parte  supe- 
rior de  dicha  torre,  por  haberse  destruido 
á  consecuencia  de  los  terremotos  que  añi- 
gieron  á  la  indicada  ciudad  el  año  472  de 
la  Hégira  (1079  á  1080  de  J.  C.) ',— algo  pa- 
rece indicar  en  sentido  semejante  el  em- 
pleo del  verbo  ^\a  en  sustitución  del  nom- 
bre o^r*-íi  usado  siemprey  sin  excepción, 
en  todas  las  lápidas  conmemorativas  de 
que  hasta  aquí  tenemos  conocimiento, 
circunstancia  que  es  digna  de  ser  repara- 
da, y  que  da  cierto  carácter  de  singulari- 
dad al  monumento  cuyo  estudio  preten- 
demos de  presente. 

De  cualquier  modo  que  sea,  sin  embar- 
go, es  indiscutible  que,  ya  fuere  de  amplia- 
ción, ya  de  reconstrucción  ó  de  restaura- 
ción la  obra  ejecutada  en  el  templo  toleda- 
no, fué  llevada  á  cabo  sin  la  intervención 
oficial  ni  extraoficial  del  régulo  que  á  la 
sazón  obtenía  aquel  pequeño  reino,  á  ex- 
pensas sola  y  únicamente  de  los  Habises, 
—legados  especiales,  distintos  del  asaque 
ó  tributo  con  que  todos  los  fieles  contri- 
buían para  el  sostenimiento  del  culto,  he- 
chos aquellos  por  sus  donadores  para  fines 
piadosos,  unas  veces  mortis  causa  y  ex 


1  Véase  la  transcripción  y  la  traducción  de  este  epí- 
grafe, publicadas  por  el  Sr.  Gayangos  en  el  tomo  n 
del  Memorial  histórico  español,  pág.  396,  é  insertas 
en  nuestras  Inscripciones  árabes  de  Sevilla,  pá- 
gina 104. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


43 


testamento,  por  voto  otras,  y  otras  sim- 
plemente ínter  vivos,— y  por  iniciativa  y 
bajo  la  dirección  y  la  inspección  inmedia- 
tas del  administrador  de  los  bienes  refe- 
ridos, quien  recibía  el  nombre  de  (_-..í».Uo 
j_^Ua.'^\,  con  que  era  designado,  persua- 
diendo de  ello  la  circunstancia  de  que  si 
hubiese  ocurrido  de  otra  suerte,  por  modo 
forzoso  habría  sido  consignado  en  el  epí- 
grafe, por  medio  de  la  frase  sacramental 
que  sucede  siempre  á  la  invocación  reli- 
giosa, y  que  en  este  caso  hubiera  sido: 
mandó  Al-Mámun-dsu-l-machdain-ben- 
Adh-Dháfir-dsu-r-rayastain  construir 
esta  nave ,  bajo  la  ¡iirección  de...  etc., 
ya  que  á  los  días  de  Al-Máraun  corres- 
ponde la  fecha  del  epígrafe. 

Constituye,  pues,  éste,  á  causa  de  cir- 
cunstancia semejante,  una  variedad  digna 
de  estima  de  los  epígrafes  conmemorati- 
vos, no  ofreciendo  hasta  aquí  duda  algu- 
na su  interpretación;  pero  sí  llama  la 
atención  en  él  el  hecho  de  que,  teniendo 
cada  mezquita  sus  bienes  propios,  consti- 
tuidos por  los  legados  y  las  donaciones 
piadosas  (habises),  y  siendo  estos  bienes 
administrados  en  cada  templo  por  un  solo 
individuo  apellidado  j_^L^s^^i\  >_^.o».Lo, 
cual  queda  insinuado  arriba,  y  cual  pa- 
tentiza con  los  léxicos  la  lápida  del  Sal- 
vador de  Sevilla,  esculpida  por  el  mar- 
molista Abú-Ibrahim-ben-Afláh  bajo  la 
inspección  del  amir,  j_^'u.js^^)\  v_-'.i».Lo, 
Ahmed-ben-Hixém,— en  la  lápida  de  la 
capilla  de  Santa  Catalina  en  la  Parro- 
quia del  Salvador  de  Toledo,  aparez- 
ca clara  y  distintamente  el  dual  ^^-..^sJ.^ 
(no  .^Vo^  como  se  ha  leído),  y  en 
vez  "de  un  solo  nombre,  el  de  Abd-er- 
Rahmán-ben-Mohámmad-ben-Al-Berola, 
y  el  de  Cásim-ben-Kahlán,  detrás  escrito. 

Como  uno  y  otro  personaje  son  por 
completo  desconocidos,  pues  no  hacen 
al  primero  relación  ostensiblemente  ni 
Aben-Baxcual  ni  Adabbí,  citados  por  el 
Sr.  Codera,  vése  éste  obligado  á  suponer, 
por  la  existencia  del  dual  citado  y  por 
los  dos  nombres  escritos  en  la  lápida, 
que  ambos  eran  meros  empleados  con- 
junta y  simultáneamente  en  los  habises, 
viniendo  "'quizan  á  demostrar  "la  exacti- 
tud de  esta  versión,....  la  palabra  siguien- 
te de  la  inscripción,  ^-*-U-<^^\,  los  dos 


amines,  los  dos  hermanos  mayores  ó 
priores  de  la  cofradía  ó  corporación, 
en  cuya  acepción  se  emplea  mucho  hoy 
la  palabra  ¿^-y«\.,i 

Por  desventura,  demás  de  que  la  tra- 
ducción de  tal  vocablo,  según  expresa  el 
primer  ilustrador  de  este  monumento 
epigráfico  toledano,  "ofrece  alguna  difi- 
cultad por  la  vaguedad  de  dos  modismos 
árabes,  y  por  los  significados  de  la  pala- 
bra ^.^^í\,„  el  dual  ^;^_;yUxi^J\ ,  cuya  lectu- 
ra ya  ofrecía  dudas  al  Sr.  Codera,  no  es 
la  voz  escrita  al  final  de  la  tercera  línea 
del  epígrafe.  Muéstrase  algún  tanto  bo- 
rrosa; y  examinada  con  todo  detenimien- 
to, por  el  dibujo  de  sus  signos  y  por  otras 
señales,  bien  visibles,  viénese  en  conoci- 
miento deque  no  existen  allí  ni  el  ^  i^) 
ni  el  primer  ^  ( .^  \  ni  hay  espacio  tam- 
poco para  tales  signos;  y  comparando 
la  primera  letra  que  sigue  al  lam-alif 
con  el  8  inicial  de  \3ob  y  el  de  medio 
de  o'iUai',— letra  cuyo  dibujo  en  la  escri- 
tura cúfica  de  los  siglos  iii,  iv,  v  y  vi  de 
la  Hégira  no  varía  por  el  lugar  que  en  la 
palabra  ocupa,  según  sucede  en  la  escri- 
tura nesji,  ajricana,  mogrebina  ó  cursi- 
va,—adquiérese  la  convicción  de  que  la 
voz  esculpida  en  aquel  sitio  es  el  plural 
regular  del  nombre  de  acción  ¿L-.*  de  la 
raízt^^ofcj,  que  significa  don,  presente, 
regalo,  y  que  por  tanto,  á  lo  que  nos  es 
dado  entender,  sólo  viene  á  expresar  por 
superabundancia  la  naturaleza  graciosa 
de  los  habises,  y  no  la  condición  de  co- 
hermanos mayores  ó  co-priores  de  nin- 
guna cofradía,  de  los  dos  administrado- 
res mencionados  en  el  monumento. 

Dada  la  preeminencia  de  condición  .que 
supone  el  participio  ,^^:í.Lo  ,  según  la 
cual  los  árabes  llaman  ^L\  ,^o».Lo ,  Se- 
ñor de  la  verdad  á  Dios,  y  por  extensión 
á  su  profeta  verdadero  Mahoma,  t_^s».l-o 
^y.¿L-^\ ,  señor  del  ejercito ,  al  general  ó 
jefe  que  lo  conduce  y  guía,  ¿Lo  jJ=\  ^_-^^Lo, 
al  jefe  superior  de  la  ciudad,  7Aj¡L\  ^_.^5».Lo 
al  recaudador  del  impuesto  ó  contribu- 
ción de  aquel  nombre,  etc.,  no  pare- 
ce natural  que  hubiese ,  para  los  bienes 
propios  de  la  mezquita  en  la  cual  se  prac- 
ticaba la  obra,  dos  jefes  de  igual  catego- 
ría al  mismo  tiempo,  tanto  más  cuanto 
que  el  ejemplo  de  lo  que  ocurría  en  Sevi- 


44 


boletín 


lia  y  pone  de  relieve  la  citada  lápida  del 
Salvador  de  esta  ciudad,  en  que  no  se 
menciona  sino  un  solo  administrador  ó 
prefecto  de  los  habises  de  aquella  mez' 
quita ,  ^_^U^'^\  ,_^2^Lo  ,  parece  demos- 
trar de  cierto  semejante  exclusiva  pre_ 
eminencia,  cuando  no  hay  causa  justifica- 
da por  la  cual  se  acredite  que  los  toleda- 
nos se  hubieran  apartado  de  los  usos  y 
de  las  costumbres  seguidos  en  las  demás 
regiones  musulmanas. 

Del  empleo  del  dual  y  de  la  consigna- 
ción de  los  dos  nombres,  débese,  pues,  in- 
ferir como  natural  y  de  todo  punto  vero- 
símil, que  la  obra  de  reparación,  recons- 
trucción ó  ampliación  de  la  mezquita 
toledana,  comenzó  ó  tuvo  principio  sien- 
do ^\..^^^\  u-^o^UsAbd-er-Rahmán-ben- 
Mohámmad-ben-Al-Berola,  si  éste  es  su 
último  nombre;  pero  que  muerto  ó  sepa- 
rado de  tal  cargo  por  cualquier  motivo, 
hubo  de  reemplazarle  Cásim-ben-Kahlán, 
quien  era  j_^-Uía."^\  ;_..^l.^  al  terminar  los 
trabajos,  momento  en  el  cual  fué  escul- 
pida y  colocada  para  perpetua  memoria 
la  lápida  en  la  obra  cuya  ejecución  se 
hallaba  concluida ,  y  que  se  había  inau- 
gurado por  iniciativa  ó  por  las  gestiones 
de  Abd-er-Rahmán-ben-Mohámmad,  cuyo 
nombre  debía  ser  y  era  por  gratitud  con- 
signado en  el  epígrafe. 

No  menos  notable  que  por  la  singulari- 
dad marcada,  lo  es  asimismo  éste  por 
las  frases  con  que  termina,  después  de  la 
fecha,  la  primera  de  las  cuales  es  para 
nosotros  por  extremo  vaga,  pues  siendo 
^_v^^s.^\  participio  pasivo  de  la  segunda 
forma,  lo  mismo  puede  significar  el  le- 
gado ó  la  donación  hechos  para  obras 
pías,  que  el  legatario,  es  decir,  aquel 
á  quien  se  hace  el  legado  ó  la  donación;  y- 
siendo  nombre  de  lugar  (  ^,— ^^\ ) ,  de 
igual  manera  puede  entenderse  por  la 
mezquita,  si  en  ella  se  efectuaban  las  do- 
naciones de  esta  naturaleza,  que  el  edificio 
donde  estaba  la  oficina  en  que  tales  do- 
naciones se  verificaban,  si  no  se  hacían 
en  el  templo.  Si  lo  primero,  debe  enten- 
derse, á  nuestro  juicio,  que  el  legatario  es 
Alláh,noel  que  destina  su  donativo  á 
obras  piadosas,  ni  el  que  dedica  la  ejecu- 
tada á  fines  religiosos;  si  lo  segundo, 
debe  interpretarse  por  el  templo  mismo. 


y  en  este  caso,  se  pide  la  misericordia 
divina  para  el  edificio,  con  objeto  de  que 
no  se  destruya,  y  se  conserve  bajo  su 
protección  y  amparo,  preservándole  de 
todo  daño  y  peligro. 

Clara  aparece  la  última  palabra  de  la 
línea  9,  ^_5i^LaJ\  plural  irregular  de  o^^i 
y  natural  su  empleo  en  la  inscripción, 
pues  al  azalear  los  musulmanes,  leen 
los  versículos  del  Koran,  y  no  había  ne- 
cesidad de  repetirlo,  habiéndolo  dicho  en 
la  misma  línea;  pero  son  de  advertir  la 
supresión  de  la  partícula  U  en  la  frase 
invocativa  ¡Oh,  señor  del  universo/ j  la. 
inconexión  de  la  frase  siguiente ,  y  las 
faltas  de  ortografía  cometidas  en  la  pa- 
labra J.^  por  j^Lo  y  ¿^:^.^\  por  ^^^^^^.^^.^l, 
donde  se  ha  suprimido  el  ^  final  de 
la  primera ,  y  uno  de  los  de  la  segunda, 
defecto  sin  embargo  nada  extraño,  de 
que  adolecen  otros  muchos  epígrafes  de 
esta  época  y  de  las  anteriores  y  posterio- 
res, y  de  que  da  abundante  ejemplo  la 
lápida  conmemorativa  de  Tarifa,  délos 
días  de  Abd-er-Rahmán  III,  publicada 
en  el  número  precedente.  Sería  exigencia 
injusta  la  de  pedir  que  los  lapidarios  mu- 
sulmanes fueran  por  tal  modo  cultos  y 
doctos  como  para  no  incurrir  en  faltas  de 
este  género,  cuando  tan  acostumbrados 
estamos  en  nuestros  días  á  letreros  é  ins- 
cripciones en  los  cuales,  no  sólo  se  olvida 
sensiblemente  la  sintaxis,  sino  la  orto- 
grafía, que  debiera  ser  conocida  de  todos, 
supuestos  los  medios  que  existen  para 
ello,  y  que  no  existirían  de  seguro  entre 
los  muslimes. 

Rodrigo  Amador  de  los  Ríos. 

se<s!@ioi:?_oEíi@ije;]a 

La  Sociedad  de  Excursiones  en  Abril. 

La  Sociedad  realizará  una  á  Illescas  el 
28  de  Abril,  con  arreglo  á  las  condiciones 
siguientes:  Salida  por  la  estación  de  las 
Delicias,  8^52'  de  la  mañana.— Llegada 
á  Illescas,  IQi^S'  de  la  mañana.  — Salida 
oh  32'  tarde.— Llegada  á  Madrid,  ó^  45'  tar- 
de.—Se  visitará  el  Hospital  de  la  Caridad 
franciscana,  Iglesia  con  torre  mudejar, 
Posada  en  que  paró  Francisco  I,  restos  de 
puerta. — Cuota.— Trece  pesetas. 

Para  las  adhesiones  dirigirse  hasta  el 
día  26,  acompañando  la  cuota,  al  señor 
Presidente  D.  Enrique  Serrano  Fatigati, 
Pozas,  17  segundo  derecha. 

Madrid  1.°  de  Febrero  de  1895. 


1.038.— Establecimiento  tipográfico  de  AgTistía  Avrial,  5.  Bernardo,  92.  — TeléU  3.09  4. 


BOLBTÍN 


DE  LA 


SOCIEDAD  ESPAIOLA  DE  EXCÜRSMES 


DIRECTOR: 
EL  VIZCONDE  DE  PALAZUELOS,  Secretario  general  de  la  Sociedad. 


AÑO  III 


nVEadrid.  1.°  de  ]VEayo  de  1895 


NÚM.  27 


ADVERTENCIA.— Por  acuerdo  unánime  de  la  Comisión  ejecutiva,  desde  el 
presente  número  vuelve  á  encargarse  de  la  dirección  del  Boletín  de  la  Socie- 
dad Española  de  Excursiones,  el  Secretario  general  de  la  misma,  Sr.  Vizcon- 
de de  PalüBiielos. 


EXCURSIONES 


POR  TIERRA  DE  SEGüVIA 


Excursión  á  La  Losa,  Navas  de  Riofrío 
y  Revenga. 

^?  o  por  muy  repetido  y  asendereado 
J  es  menos  cierto.  Los  españoles,  en 
I  [W/  tanto  que  solemos  buscar  en  extran- 
-^i^  jero  suelo  emociones  é  impresiones 
de  todo  género,  sin  excluir  las  artísticas, 
desconocemos  en  gran  parte  nuestra  pa- 
tria, cuando  no  desdeñamos  los  aún  abun- 
dantes restos  que,  á  despecho  del  tiempo 
y  de  la  mano  del  hombre,  nos  muestran 
con  sus  elementos  propios  fases  harto  in- 
teresantes del  arte  ó  de  la  historia  nacio- 
nal. A  destruir  aquellas  rutinarias  prác- 
ticas ha  de  tender,  como  uno  de  sus  prin- 
cipales fines,  la  Sociedad  Española  de 
Excursiones,  cuyos  individuos,  ora  en 
expediciones  colectivas,  ora  en  las  de  ín- 
dole privada  é  independiente,  deben  aspi- 
rar al  conocimiento  del  país'  que  les  dio 
por  patria  la  Providencia.  Al  examinar 
los  monumentos,  mayormente  si  son  des- 
conocidos, al  hacerlos  objeto  de  un  estu- 
dio detenido,  al  reproducirlos  por  medio 
del  dibujo  ó  de-la  fotografía,  al  investigar 
su  origen  y  circunstancias  históricas, 
T.  III. 


aportando  más  tarde  cuantos  datos  alle- 
garon al  caudal  que  intenta  reunir  nues- 
tra Sociedad,  prestan  un  servicio  útilísimo 
á  la  patria  y  á  la  general  cultura;  tan  útil 
dentro  de  su  esfera,  como  el  del  que  en  la 
suya  respectiva  emplea  su  actividad,  por 
ejemplo,  en  los  estudios  financieros  ó  en 
los  problemas  sociales.  Por  este  camino, 
que  no  por  otro;  procediendo  de  lo  parti- 
cular á  lo  general,  se  llegará  á  la  forma- 
ción del  verdadero  y  circunstanciado  in- 
ventario monumental  de  España,  base  de 
nuestra  historia  artística,  que  en  grandí- 
sima parte  está  por  escribir. 

Queden  á  un  lado  ya  consideraciones 
que  llevan  demasiado  lejos;  y  predicando 
con  el  ejemplo,  procedo  á  dar  cuenta  de 
un  paseo  más  que  viaje  artístico  llevado 
á  cabo  no  ha  mucho  á  través  de  tierra 
segoviana,  único  objeto  del  presente  ar- 
tículo. 

Si  el  excursionista  ocupa  el  tren  que 
conduce  á  Segovia,  deteniéndose  en  la 
estación  inmediatamente  anterior  á  aque- 
lla ciudad  (La  Losa— Navas  de  Riofrío), 
podrá  examinar  á  costa  de  poco  trabajo 
apreciables  restos  correspondientes  á  dos 
distintas  civilizaciones  artísticas,  por  na- 
die hasta  hoy  reproducidos,  descritos  ni 
aun  citados.  Tales  son  la  iglesia  parro- 

7 


46 


boletín 


quial  de  La  Losa  y  la  ermita  del  Soto  de 
Revenga.  Cuanto  á  la  iglesia  de  las  Na- 
vas de  Ríofrio,  hace  algún  tiempo  la  di  á 
conocer  y  describí  por  lo  menudo  * ,  á 
pesar  de  lo  cual  he  de  volver  ahora  sobre 
ella,  por  lo  que  se  enlazan  naturalmente 
en  una  sola  excursión  aquellos  tres  pue- 
blos. 

A  dos  kilómetros  á  la  izquierda  de  su 
estación  sobre  la  vía  férrea,  hállase  si- 
tuado el  lugar  de  La  Losa,  que  cuenta 
con  unos  ochenta  vecinos.  Su  importan- 
cia relativa ,  si  alguna  tuvo,  debióla  á  la 
industria  y  al  ganado  lanar,  antaño  fuente 
principalísima  de  riqueza  para  la  provin- 
cia de  Segovia;  y  aún  se  conserva  en  pie, 
aunque  vetusto  y  destartalado,  el  gran 
cason  ó  rancho,  antigua  propiedad  de  la 
familia  de  Sesma  y  Horcasitas,  donde  se 
verificaba  el  esquileo  de  su  ganadería, 
una  de  las  más  importantes  y  renombra- 
das de  la  comarca  segoviana. 

Otra,  fue )ite  (en  el  sentido  recto  y  en  el 
figurado)  de  prosperidad,  hoy  en  día  más 
positiva,  podría  tener  La  Losa,  á  no  estar 
en  España,  donde  es  añejo  achaque  el 
desperdiciarse  los  dones  con  que  brinda 
la  naturaleza.  Me  refiero  al  rico  manan- 
tial de  agua  sulfurosa  que  brota  á  media 
legua  del  lugar,  sólo  conocido  y  disfru- 
tado en  pocos  kilómetros  á  la  redonda;  á 
bien  que  fuera  imposible  otra  cosa,  no 
existiendo,  como  no  existe  allí,  estableci- 
miento, hospedería  ó  casa  de  cualquier 
género  donde  aguardar  á  pie  firme  el 
efecto  terapéutico  de  las  aguas. 

En  el  pueblo  debe  visitarse  la  iglesia 
(San  Juan  Evangelista),  buen  ejemplar  de 
templo  rural,  construido  en  el  siglo  xv. 
Es  de  granito,  dispuesto  en  bien  labrada 
sillería,  y  conserva  el  exterior  é  interior 
todo  el  carácter  de  la  época  en  que  se  le- 
vantó. La  portada,  que,  según  frecuentí- 
sima práctica,  mira  á  Poniente,  puede 
apreciarse  por  el  adjunto  diseño,  tomado 
del  natural,  como  los  demás  que  acom- 
pañan á  este  artículo,  por  nuestro  conso- 
cio D.  Manuel  López  de  Ayala.  La  serie 
de  rebajados  arcos,  los  pilarillos  con  pe- 
queños zócalos  y  base  común,  la  decora- 


1  Navas  de  Ríofrio. —  Un  monumento  del  arte  ro- 
mánico. Artículo  inserto  en  el  Boletín  de  la  Real 
Academia  de  la  Historia,  tomo  xvii,  pág.  200. 


ción  de  florones  y  perlas  ó  medias  esfe- 
ras de  los  capiteles,  intercolumnios  y  do- 
velas; el  arco  canopial  de  la  parte  alta; 
los  elegantes  pináculos  y  la  cornisa  con 
adorno  de  bolas  que  entre  ellos  corre  en- 
cuadrando la  portada,  acusan  bien  el  úl- 
timo período  del  arte  ojival,  presentando 
visualidad  agradable.  Lástima  es  que  los 
tres  florones  que  coronan  el  arco  canopial 
sean  excesivamente  grandes  y  despro- 
porcionados: testimonio  viviente  de  la 
decadencia  que  se  había  operado  en  el 
arte  franco-germánico. 

Rodeando  exteriormente  el  templo,  ha- 
llamos los  siguientes  accidentes,  vista  ya 
la  portada  é  imafronte,  que  termina  en 
forma  de  frontón.  Tanto  en  la  fachada 
del  Norte  como  en  la  del  Mediodía,  re- 
fuerzan la  fábrica  cuatro  proporcionados 
contrafuertes  que  terminan  en  plano  obli- 
cuo, y  sobre  los  cuales  y  bajo  la  línea  del 
tejado  anima  la  desnudez  del  muro  una 
cornisa  con  adorno  de  perlas.  Entre  los 
contrafuertes  segundo  y  tercero  de  la  fa- 
chada meridional ,  vese  tapiada  hoy  y 
medio  oculta  entre  malezas  una  pequeña 
portada  igualmente  gótica;  constitúyen- 
la  un  arco  de  medio  punto  formado  por 
grandes  dovelas  y  una  moldura  de  resalto 
que  la  encuadra,  matizada  de  semiesfe- 
ras.  A  esta  misma  fachada  adosaron  un 
cuerpo  hecho  también  de  piedra  sillar, 
que  corresponde  á  la  sacristía. 

El  ábside  es  de  forma  pentagonal;  lleva 
cuatro  contrafuertes  análogos  á  los  de 
las  fachadas  laterales  y  tuvo  idéntica  cor- 
nisa con  adornos  de  forma  semiesférica, 
hoy  destruida. 

Igual  disposición  y  decoración  que  la 
del  Mediodía  presenta  la  fachada  del 
Norte,  salvo  que  entre  el  segundo  y  ter- 
cer contrafuerte  se  ostenta  una  muy  lin- 
da ventana  con  arcos  y  pilarillos  góticos. 
Por  último,  entre  esta  fachada  y  el  ábside 
hállase  adosada  la  cuadrada  torre,  obra 
de  sillería  y  mamposteria,  posterior  en 
su  construcción  al  templo  y  en  la  que 
nada  se  repara  digno  de  atención. 

El  interior  de  la  iglesia  es  también,  des- 
de el  punto  de  vista  artístico,  digno  de 
una  visita.  Tras  un  á  manera  de  atrio, 
desprovisto  de  carácter,  que  quedó  por 
concluir,  penetrase  en  la  proporcionada 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


47 


nave,  cubierta  por  tres  hermosas  bóve- 
das ojivales  de  piedra  de  sillería.  Airosa 
y  agradable  á  la  vista  es  la  línea  de  las 
ojivas;  variada  la  disposición  de  los  ner- 
vios, que  siendo  sencilla  es  dintinta  en  las 
tres  bóvedas.  Los  arcos  torales  y  forme- 
ros descansan  en  ménsulas  adornadas 
con  perlas.  El  conjunto,  en  fin,  recibe  la 
luz  de  dos  claraboyas  circulares  abiertas 


en  el  muro  meridional,  de  la  ventana  del 
lado  del  Norte  y  de  otra  ventana  sin  ca- 
rácter alguno  que  se  abrió  sobre  la  puer- 
ta de  ingreso. 

En  el  presbiterio,  elevado  una  grada 
sobre  el  resto  de  laiglesia,  osténtase  el  re- 
tablo principal ,  obra  del  Renacimiento, 
corintio,  dorado  y  no  despreciable,  aun- 
que tocado  de  decadencia,  sobre  todo  en 


PORTADA  DE  LA  IGLESIA  PARROQUIAL  DE  LA  LOSA  (SEGOVIA) 


la  labor  de  los  intercolumnios.  En  estos 
hay  algunos  lienzos  sin  mérito,  y  en  lo 
alto  del  retablo  un  Calvario  de  estimable 
talla,  con  las  imágenes  de  Cristo  cruci- 
ficado, la  Virgen  y  San  Juan. 

Varios  retablos  diseminados  por  el  tem- 
plo ahuyentan  la  vista  del  espectador  por 
su  exceso  de  barroquismo.  Pero  no  ocu- 
rre lo  propio  con  otro  retablo  gótico  ado- 
sado al  muro  izquierdo  y  notable  por  su 
carácter  de  época.  Va  circunscrito  por  un 


recuadro  que  apoya  en  exornadas  mén- 
sulas y  por  cuya  longitud  se  mueve  y  cu- 
lebrea gracioso  vastago.  Encerrado  en 
un  marco  muy  laboreado  de  talla  moder- 
na, aparece  el  retablo,  ó  más  bien  relie- 
ve, que  es  de  piedra  y  muy  lindo.  La  es- 
cena que  parece  haber  representado  el 
escultor  fué  del  especial  agrado  de  los  ar- 
tistas del  último  período  de  la  Edad  Me- 
dia y  del  Renacimiento,  quienes  la  repro- 
dujeron muchas  veces  :  el  Papa  y  Doctor 


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boletín 


San  Gregorio  Magno  celebrando  el  santo 
sacrificio  de  la  Misa.  Aquí  aparece  el 
episodio  acompañado  de  accidentes  y  ac- 
cesorios que  le  dan  cierto  carácter  de  can- 
dido realismo. 

Vése  en  el  altar  á  Jesucristo  resucita- 
do con  una  cruz  en  la  mano.  Nótanse  allí 
también,  siempre  en  relieve,  cáliz,  misal, 
candelabros  y  vinajeras.  Ante  el  altar,  el 
santo  eleva  la  Hostia  consagrada;  y  le 
ayudan  y  sostienen  las  vestiduras  dos 
acólitos,  de  los  que  uno  está  de  rodillas 
y  otro  de  pie.  Sobre  estos  personajes  nota 
en  el  aire  un  ángel  que  sostiene  un  escu- 
do de  armas;  y  cobijando  todo  el  relieve, 
á  manera  de  doselete,  divísase  un  lindo 
calado  de  entrelazos  y  pinas  que  reposa 
en  dos  columnas,  en  cuyos  laboreados 
fustes  y  capiteles,  que  recuerdan  el  orden 
corintio,  nótase  la  época  de  transición. 

El  retablo  fué,  pues,  sin  duda,  costeado 
por  la  devoción  particular,  como  lo  acre- 
dita el  heráldico  escudo.  Y,  en  efecto, 
bajo  el  propio  retablo  léense  las  siguien- 
tes palabras  en  caracteres  germánicos 
minúsculos  de  relieve : 

Este  retablo  mando  aser  iullo  imero 
a  su  costa  e  asentóse. 

En  el  centro  del  epígrafe  hay  otro  es- 
cudo en  que  se  ostentan  las  cinco  san- 
grientas llagas  de  San  Francisco. 

Junto  al  retablo  antes  descrito  está  el 
pulpito,  de  gusto  ojival  florido,  aunque 
afeado  por  moderna  enjalbegadura.  En 
sus  seis  caras  ó  lados  vense  arcos  cano- 
piales,  trilobulados  y  reentrantes;  jun- 
quillos, columnillas,  pináculos,  florones 
y  otras  labores  del  propio  arte.  El  torna- 
voz es  moderno  y  de  madera.  Sobre  el 
pulpito  repítese  el  escudo  con  las  llagas; 
y  bajo  él  enunciase  abreviadamente  la 
salutación  angélica  en  letras  góticas,  y 
en  esta  forma :  aue  tna  gra  plena. 

Tal  es  la  iglesia  parroquial  de  La  Losa. 
Cuanto  al  pueblo,  sólo  agregaré  que,  co- 
mo los  de  sierra  de  la  comarca  segovia- 
na,  es  muy  pintoresco  y  abundante  en 
aguas  y  arbolado. 


Media  legua  de  accidentado  y  agrada- 
ble terreno  separa  á  La  Losa  de  las  Na- 


vas de  Riofrío.  Esta  aldea,  conocida  en  el 
país  con  el  abreviado  nombre  de  Las  Na- 
villas,  hállase  situada  á  dos  kilómetros 
del  real  palacio  de  Riofrío,  famosa  funda- 
ción de  la  reina  doña  Isabel  Farnesio,  en 
cuyo  examen  no  es  mi  objeto  entrar  por 
el  momento.  Pocos  pueblos  de  la  provin- 
cia aventajan  en  verdad  á  dicha  aldea  por 
su  emplazamiento  y  risueña  naturaleza. 
Al  pie  de  una  alta  sierra,  rodeada  de 
frondoso  arbolado  y  deleitosas  praderas, 
provisto  su  suelo  de  excelentes  pastos  y 
surcado  por  murmuradores  arroyuelos 
de  cristalinas  aguas ,  destácase  poética  la 
aldehuela,  con  la  cuadrada  torre  de  su 
iglesia  y  las  escasas  viviendas  que  en 
torno  suyo  se  agrupan ,  cual  bello  cuadro 
en  su  adecuado  y  conveniente  marco  '. 

La  iglesia ,  que  á  través  de  los  siglos  ha 
sufrido  mudanzas  que  la  han  transformado 
casi  por  completo,  sólo  ofrece  de  notable 
al  exterior  la  antes  citada  torre,  sólida  y 
sencilla  fábrica  de  piedra  de  sillería,  que 
consta  de  tres  cuerpos  superpuestos  que 
van  retallando  sucesivamente  y  no  al- 
canzan gran  altura.  En  el  último  ábrense 
cuatro  arcos  semicirculares  que  cobijan 
las  campanas,  modernas  en  su  mayoría, 
pues  la  más  antigua  fué  fundida  en  el  si- 
glo XVII. 

Lo  que  en  realidad  caracteriza  al  tem- 
plo es  su  linda  portada  románica,  harto 
curiosa  por  lo  bien  conservada  y  por  las 
singulares  labores  de  que  se  adorna.  Pro- 
tégela un  pobre  é  impropio  atrio  moder- 
no, y  según  una  costumbre,  no  por  muy 
frecuente  menos  censurable,  está  actual- 
mente embadurnada  de  pintura  amarilla. 


1  Las  Navas  de  Riofrío  forma  ayuntamiento  en 
unión  con  La  Losa.  Nunca  ,  como  pueblo,  tuvo  impor- 
tancia ,  (5  si  alguna  tuvo,  habíala  ya  perdido  en  la  se- 
gunda mitad  del  siglo  xvi,  según  se  desprende  de  su 
pequeño  archivo  parroquial,  por  mí  examinado,  y 
cuyo  más  antiguo  libro,  que  es  el  de  matrimonios, 
arranca  del  año  1588.  En  lo  eclesiástico  dependió,  al 
igual  que  La  Losa  y  Revenga,  de  la  Abadía  de  la 
Santísima  Trinidad  del  Real  Sitio  de  San  Ildefonso, 
y  hoy  corresponde  A  la  diócesis  de  Segovia.  Es  aldea 
de  unas  quince  ó  veinte  casas,  siendo  la  principal  de 
ellas  la  que,  en  tiempo  de  la  riqueza  lanera  de  Sego- 
via ,  hoy  desaparecida,  fué  esquileo  y  gran  lavadero 
de  lanas ,  propiedad  de  una  familia  de  la  capital  de  la 
provincia,  y  casi  único  elemento  de  vida  de  las  Na- 
villas.  Como  á  medio  kilómetro  del  lugar,  en  direc- 
ción al  S-0.,  existen  aún  las  ruinas  de  La  GranjiUa, 
sitio  y  casa  de  recreo  que  fué  de  la  Comunidad  de 
Jerónimos  del  Parral  en  Segovia. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


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A  continuación  transcribo,  en  parte,  la 
descripción  que  ya  hice  de  esta  portada 
en  el  artículo  antes  citado,  inserto  en  el 
Boletín  de  la  Real  Academia  de  la  His- 
toria: 

"Consta  la  portada  de  tres  arcos  decre- 
cientes de  medio  punto.  Las  dovelas  del 
más  interior  aparecen  adornadas  en  toda 
su  extensión  con  una  labor  de  vegetales 
formando  círculos  ó  figuras  semejantes  á 
la  circular.  La  archivolta  carga  sobre  dos 
sencillas  jambas  provistas  de  una  im- 
posta corrida,  que  llega  por  ambos  la- 
dos hasta  lo  más  exterior  de  la  portada, 
y  muestra  dibujos  análogos  á  los  de  la 
archivolta.  Sobresaliendo  con  relación  á 
ésta  hay  otra  archivolta  ,  cilindrica  y 
sencilla,  que  corresponde  á  dos  colum- 
nas, cuyos  fustes  y  basas  nada  ofrecen  de 
particular;  cada  uno  de  los  capiteles,  por 
lo  contrario,  presenta  esculpidas  dos  aves 
de  bastante  tamaño,  colocadas  frente  á 
frente,  siendo  de  notar  que  las  del  capi- 
tel izquierdo  se  muerden  á  sí  propias  una 
de  las  alas. 

„Más  notable,  por  último,  es  el  exte- 
rior y  tercer  arco,  asentado  en  dos  ro- 
bustas jambas  desnudas  de  todo  ornato. 
En  su  extensión  toda  está  bordado  de  ex- 
traños relieves  y  símbolos  de  apariencia 
semioriental  y  muy  torpe  ejecución,  dig- 
nos de  atento  examen. 

„La  archivolta  va  exteriormente  ceñi- 
da de  un  estrecho  ajedrezado,  y  en  am- 
bos puntos  de  arranque  de  la  misma  hay 
esculpidas  varias  estrellas  ó  flores  ence- 
rradas en  círculos.  Dejados  aparte  estos 
adornos  secundarios,  nótanse  en  ella 
veinte  divisiones  ó  espacios  ocupados  por 
las  figuras  á  que  antes  hice  referencia. 
Que  todas  ellas  ó  casi  todas  tienen  un 
sentido  simbólico  ó  enigmático  me  parece 
fuera  de  duda,  teniendo  en  cuenta  la  ín- 
dole y  tendencia  del  arte  romano-bizan- 
tino, hijo  y  heredero  por  varios  concep- 
tos de  la  civilización  oriental.  Ahora  bien; 
varios  de  estos  símbolos  escapan  á  nues- 
tra penetración,  y  esto  es  debido,  ora  á  la 
imperfección  con  que  el  artista  medio- 
eval llevó  á  cabo  su  obra,  ora  también  á 
la  distinta  manera  con  que  en  aquella 
remota  época  solían  representarse  esce- 
nasy  personajes conrelación  á  la  nuestra. 


„He  aquí  ahora  las  figuras  encerradas 
en  los  veinte  espacios,  procediendo  de 
izquierda  á  derecha.  En  el  primero  ve- 
mos representado  un  ciervo  de  rara  traza 
ó  animal  monstruoso  dotado  de  astas  cer- 
vunas. Recuérdame  por  su  factura  el  as- 
pecto de  algunas  representaciones  asi- 
rías. En  el  segundo  nótase  una  especie 
de  ibis  matando  al  parecer  una  serpiente, 
figura  que  trae  á  la  memoria  el  contenido 
de  algunos  bajorelieves  egipcios. 

„Un  personaje  humano,  desnudo  de 
medio  cuerpo  y  muy  toscamente  escul- 
pido, aparece  en  el  tercero.  En  el  cuarto 
espacio  figúrase  ala  luna;  en  el  quinto 
vese  á  dos  personajes  imberbes,  iguales 
ó  muy  parecidos,  con  la  cabeza  descu- 
bierta y  ataviados  con  mantos  plegados 
de  arcaica  manera.  Ocupa  el  sexto  espa- 
cio un  centauro  ó  sagitario;  el  séptimo 
una  gran  serpiente  enroscada,  emblema 
probable  de  la  del  Edén,  y  el  octavo  un 
ave  ó  pájaro. 

„E1  relieve  noveno  es  el  peor  conserva- 
do de  todos,  hasta  el  punto  de  no  poderse 
decir  con  certeza  lo  que  representa;  paré- 
cerne, sin  embargo,  que  en  él  se  observan 
las  trazas  de  un  personaje  sentado.  El  es- 
pacio que  le  sigue  encierra,  en  pequeño, 
un  verdadero  cuadro,  en  esta  forma:  un 
personaje  dormido,  vistiendo  traje  talar, 
y  á  su  derecha  un  tosco  árbol ,  en  cuya 
copa  hay  un  pájaro.  Debe  figurarse  en  él 
el  sueño  místico  y  visión  profética  de 
Adán,  en  relación  con  el  cuadro  séptimo. 

„E1  undécimo  espacio  corresponde  á  la 
clave  del  arco,  y  se  presta  á  muy  diver- 
sas interpretaciones.  En  él  se  observan 
tres  personajes  bastante  semejantes,  si- 
tuados paralelamente,  y  de  los  cuales  los 
de  los  extremos  parecen  enlazar  ó  ade- 
lantar mutuamente  sus  manos. 

„En  el  espacio  duodécimo  se  ve  á  un 
obispo  con  su  mitra  y  báculo.  Puede  figu- 
rar á  algún  santo  prelado,  y  más  proba- 
blemente al  que  ocupaba  la  silla  segovia- 
na  en  la  época  en  que  se  labró  la  portada. 
El  relieve  decimotercero  es  también  de 
confusa  interpretación.  En  él  aparece 
una  figura  femenina,  de  pie,  cogiéndose 
con  ambas  manos  una  toca  que  lleva  en 
la  cabeza. 

„Las    representaciones    ornitológica^ 


50 


boletín 


parecen  haber  sido  muy  del  agrado  de 
los  escultores  románicos;  y  por  lo  que 
hace  á  esta  portada,  aves  hemos  visto  en 
ambos  capiteles  y  en  las  casillas  segun- 
da, octava  y  décima  de  la  archivolta  ex- 
terior. En  la  décimacuarta  vemos  aún 
otra  ave  de  extraña  forma,  con  la  cabeza 
vuelta  hacia  la  espalda;  en  la  décima- 
quinta,  una  paloma  bien  determinada;  en 
la  décimasexta,  otra  ave  de  análoga  for- 
ma y  en  idéntica  posición  que  la  del  es- 
pacio catorce,  y  sobre  la  cual  hay,  al  pa- 
recer, una  hoja;  en  la  décimaoctava,  un 
gallo  perfectamente  conservado;  y  en  la 
vigésima,  un  ave  vuelta  hacia  la  derecha, 
con  varias  hojas  por  cima  de  ella. 

„Por  último,  ocupa  el  espacio  décimo- 
séptimo,  la  representación  del  sol ;  y  el 
decimonono,  un  corazón  atravesado  por 
dos  flechas. 

„Tal  es  esta  singular  portada,  por  de- 
más típica  entre  sus  congéneres.  Por  sus 
representaciones  simbólicas,  que  más 
recuerdan  el  arte  bizantino  que  el  romá- 
nico, y  por  la  tosquedad  de  sus  ornatos, 
no  puede  considerársela  como  uno  de  los 
sazonados  frutos  que  brotaron  de  aquella 
escuela  arquitectónica  corriendo  adelan- 
tada la  duodécima  centuria;  y  más  bien 
recuerda  á  algunas  otras  de  la  segunda 
mitad  del  siglo  xi  ó  de  muy  á  principios 
del  XII.,, 

He  creído  de  interés  para  el  excursio- 
nista la  transcrita  descripción  (aunque 
quizá  peca  de  difusa),  en  gracia  á  lo  des- 
conocido del  monumento.  Por  lo  demás, 
el  interior  de  este  humilde  templo  de  al- 
dea no  corresponde  actualmente  á  la  por- 
tada. Las  múltiples  reformas  que  en  el 
transcurso  de  los  siglos  ha  venido  su- 
friendo, le  han  destituido  de  todo  carác- 
ter de  época.  Ni  la  pobre  techumbre  de 
madera  que  le  cubre,  ni  los  insignifican- 
tes altares  y  retablos  que  le  adornan, 
ofrecen  el  menor  interés  ante  el  arqueó- 
logo ó  el  artista.  Sólo  en  la  pila  del  agua 
bendita,  formada  por  un  capitel  románico 
de  no  escaso  tamaño,  se  recuerda  el  esti- 
lo que  campea  al  exterior. 


Siguiendo  esta  rápida  excursión,  hálla- 
se en  dirección  al  Nordeste,  media  legua 


más  lejos  de  las  Navas,  el  pueblo  de  Re- 
venga, apartado  un  kilómetro  á  la  dere- 
cha de  la  carretera  que  conduce  desde  el 
real  sitio  de  Rio  frío  al  de  San  Ildefonso. 

Revenga  cuenta  con  setenta  vecinos, 
y  con  una  iglesia  parroquial  (San  Sebas- 
tián) muy  capaz  y  adecuada  á  sus  nece- 
sidades *.  De  sólida  construcción,  hoy 
muy  renovada,  sólo  conserva  de  la  época 
ojival  el  presbiterio  cubierto  por  bóveda 
de  gótica  tracería;  mostrándose  también 
aquel  arte  al  exterior  en  el  pentagonal 
ábside,  reforzado  por  contrafuertes. 

Mas  interés  ofrece  la  ermita  de  Nues- 
tra Señora  del  Soto  (ó  de  Santa  María  la 
Mayor,  verdadero  título  suyo),  patrona 
del  lugar  desde  hace  muchos  siglos,  y  si- 
tuada á  un  kilómetro  de  aquel,  á  pocos 
pasos  de  la  carretera  ya  citada  antes.  Es 
un  pequeño  edificio  rectangular,  en  gran 
parte  de  sillería,  cubierto  por  tejado  con 
vertiente  á  dos  aguas.  Sensible  es  que  el 
estado  de  conservación  de  este  lindo  mo- 
numento románico  deje  mucho  que  de- 
sear; á  pesar  de  lo  cual,  aún  son  dignos 
de  atención  los  restos  que  de  aquel  arte 
se  manifiestan  al  exterior  y  al  interior  de 
la  ermita. 

Al  exterior  queda  en  la  fachada  de  Oc- 
cidente, que  corresponde  á  los  pies  del 
pequeño  templo,  un  arco  hoy  enjalbega- 
do, con  varias  molduras  cóncavas  y  con- 
vexas, de  románica  contextura,  que  cons- 
tituye uno  de  los  dos  ingresos.  En  el  áb- 
side, sencillo  y  semicircular ,  nada  resta 
de  su  antigua  decoración;  pero  hacia  su 
arranque,  junto  al  muro  del  Norte,  aún 
se  divisan  tres  modillones,  y  entre  ellos 
adornos  de  entrelazos ,  apareciendo  por 
cima  parte  de  una  cornisa  en  que  se  dis- 
tinguen varias  flores  inscritas  en  círculos. 

El  principal  punto  de  ingreso  á  la  er- 
mita es  por  la  fachada  del  Mediodía,  don- 
de radica  la  portada,  hoy  muy  deteriora- 
da en  sus  ornatos.  De  regulares  propor- 
ciones, algo  tosca  y  no  de  gran  relieve, 
hállase  enclavada  en  un  cuerpo  cuadran- 


1  El  archivo  parroquial  carece  de  importancia.  El 
libró  de  ofrendas  y  limosnas  á.  Nuestra  Señora  del 
Soto,  de  que  más  adelante  hablamos,  sólo  arranca  de 
1702;  el  de  la  cofradía  de  la  Vera-Cruz,  instalada  en 
la  iglesia,  empieza  en  168b;  y  el  más  antiguo  libro  de 
bautizos,  en  3  de  Agosto  de  1588. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


51 


guiar  que  sobresale  del  muro.  Dos  co- 
lumnas de  lisos  fustes  y  capiteles  que, 
aunque  muy  destrozados,  ostentan  restos 
de  decoración  zoomórfica,  sustentan  una 
imposta  ó  abaco,  en  que  se  aprecian  en- 
trelazos  geométricos ,  círculos ,  óvalos  y 
grandes  flores  cuadrifolias  y  puntiagudas. 


Quizá  el  tímpano,  hoy  dado  de  yeso, 
ostentó  algún  relieve  decorativo.  En  tor- 
no suyo  desarróllanse  varias  archivol- 
tas.  En  la  clave  de  la  más  interior  es  de 
observar  la  dovela  central,  en  que  apa- 
rece una  mano  benedicente,  figurando  en 
las  dovelas  restantes  una  curiosa  combi- 


PORTADA  DE  LA  ERMITA  DE  REVENGA  SEGOVIA 


nación  de  entrelazos,  hojas  y  líneas.  La 
estrecha  archivolta  siguiente  presenta 
una  serie  de  círculos  en  que  se  encierran 
flores.  Sigue  una  moldura  convexa.  Más 
exteriormente,  en  las  dovelas  de  otra  ar- 
chivolta, descúbrense  vestigios  de  hojas, 
de  flores,  animales  y  otros  motivos  de  or- 
namentación, hoy  casi  del  todo  perdida. 


y  cierra  la  serie  un  nuevo  arco  ó  moldura 
con  labor  de  ajedrezado.  La  portada,  en 
su  conjunto,  á  más  de  ser  completamente 
románica,  es  de  sabor  local  muy  acen- 
tuado; en  ella  se  adivina  la  mano  de  los 
arti.stas  segovianos,  que  poblaban  de  mo- 
numentos su  ciudad  en  todo  el  curso  del 

siglo  XII. 


52 


boletín 


El  interés  del  interior  de  la  ermita  se 
concentra  en  las  cuatro  columnas,  adhe- 
ridas dos  á  dos  á  los  lados  del  presbite- 
rio, siendo  todas  del  más  puro  carácter 
románico.  Los  fustes  son  lisos  y  esbel- 
tos, y  las  basas,  semejantes  á  las  áticas, 
asientan  sobre  un  zócalo  ó  plinto.  Entre 
los  capiteles  hay  dos  arcos  de  resalto,  sin 
que  nada  se  haya  librado  de  la  manía  del 
blanqueo,  excepción  hecha  de  dichos  ca- 
piteles, que  son  historiados  y  muy  curio- 


sos y  estimables  por  su  factura  y  buena 
conservación.  He  aquí  los  motivos  de 
decoración  que  ostentan.  De  los  dos  más 
próximos  al  altar,  en  el  de  la  derecha  hay 
cuatro  aves  con  cabeza  de  mujer  y  ade- 
más varias  pinas.  En  el  de  la  izquierda 
(reproducido  en  el  grabado),  dos  guerre- 
ros á  caballo  acométense  lanza  en  ristre, 
dejando  apreciar  muy  bien  los  detalles  de 
sus  arreos  é  indumentaria,  tales  como  la 
túnica  ó  perpunte,  el  escudo,  casco,  espue- 


CAPITEL  DE  LA  ERMITA  DE  REVENGA  (SEGOVIA) 


las,  etc.;  y  en  los  lados  del  capitel  vese 
una  figura  mujeril  con  toca  en  la  cabeza, 
y  otra  de  hombre,  llevando,  al  parecer, 
un  cabrito  á  cuestas. 

De  los  dos  restantes  capiteles ,  descú- 
brese en  el  izquierdo  un  obispo  revestido 
de  pontifical,  con  mitra  y  báculo  y  en  ac- 
titud de  bendecir;  en  el  centro,  y  á  un 
lado  y  otro,  sendos  y  fieros  leones  cu- 
yas cabezas  ocupan  los  ángulos.  El  capi- 
tel derecho  y  último,  en  fin,  el  menos 
tosco  de  todos,  ofrece  cuatro  animales 
fantásticos  y  alados  con  cuerpo  de  cua- 


drúpedo y  cabeza  de  ave,  mordiéndose 
sus  propias  alas. 

Fuera  de  estos  restos,  la  ermita  nada 
encierra  digno  de  atención,  pues  la  efigie 
de  la  Virgen  y  su  retablo  son  obras  mo- 
dernas desprovistas  de  mérito.  Por  lo  de- 
más, la  ermita  llamada  del  Soto,  hállase 
efectivamente  situada  en  un  soto  amení- 
simo, matizado  por  verdes  praderas  y  po- 
blado de  corpulentos  álamos,  fresnos  y 
encinas.  Cuando  por  el  mes  de  Mayo  la 
nauraleza,  ya  vestida  con  sus  mejores  ga- 
las, brinda  al  hombre  con  las  delicias  del 


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DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


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campo,  celébrase  la  romería  de  la  Virgen 
del  Soto,  y  acuden  á  la  ermita  los  habi- 
tantes de  los  pueblos  y  aldeas  vecinas  y 
aun  gentes  de  Segovia. 

El  excursionista  que  se  decida  á  visitar 
estas  ignoradas  migajas  del  arte  patrio, 
puede  restituirse,  tras  una  hora  escasa 
de  fácil  marcha  por  buen  terreno,  desde 
el  Soto  de  Revenga  á  la  estación  de  La 
Losa,  desde  donde  el  tren  le  tornará  al 
punto  de  partida  de  su  excursión. 

El  Vizconde  de  Palazuelos. 


'<S'<iJb-V'<ii>  *>*^ 


SECCIÓN  DE  CIENCIAS  HISTÓRICAS 


SELLO  DE  DON  ALFONSO 

DUQUE  DE   GANDÍA 

L  hermoso  sello  que  reproducimos 
en  lámina  suelta  llamará  sin  du- 
da la  atención  de  los  lectores  del 
Boletín,  no  sólo  como  obra  de  ar- 
te y  por  el  lejano  período  histórico  á  que 
pertenece,  sino  también  por  correspon- 
der á  un  personaje  harto  conocido  en  su 
tiempo,  y  que,  á  pesar  de  haber  sido  con- 
siderado como  extranjero  en  Castilla,  in- 
fluyó poderosamente  en  un  gran  suceso 
histórico  de  este  antiguo  reino. 

Lo  que  constituye  en  realidad  el  sello, 
ó  sea  su  imprimación,  es  de  cera  colora- 
da, y  mide  66  milímetros  de  diámetro, 
pero  tiene,  de  cera  amarilla,  un  tosco 
cerco  y  un  reverso,  sobradamente  abul- 
tado y  convexo ,  parecido  á  los  usados  en 
Francia  en  tiempo  de  Luis  el  Joven,  y  en 
cu3'a  parte  culminante  se  empezó  á  es- 
tampar un  blasón. 

D.  Pedro  IV  de  Aragón,  siguió  tam- 
bién esta  costumbre,  que  tenía  por  objeto 
evitar  falsificaciones  y  engaños  por  me- 
dio de  traslaciones  de  estos  signos  de  au- 
tenticidad desde  unos  documentos  á  otros. 
En  comprobación  de  la  exactitud  de  este 
propósito,  se  cita  el  ejemplo  de  un  obispo 
de  Winchester  que  hizo  grabar  en  su  con- 
trasello esta  inscripción:  "Swm  cusios  et 
testis  sigill¿.„ 

El  sello  que  estamos  examinando  está, 
sin  embargo,  desprovisto  de  semejante 
T.  lu. 


contrasello,  por  más  que  plásticamente 
afecte  la  figura  de  los  que  suelen  tenerlo. 
Corre  á  lo  largo  de  su  orilla  una  cinta 
circular  con  su  acostumbrada  leyenda, 
circunscrita  por  dos  cordones  concéntri- 
cos ,  el  menor  de  los  cuales ,  que  lleva  por 
dentro  una  decoración  lobulada ,  aprisio- 
na un  campo  flordelisado  y  losangeado. 
En  su  centro  se  destaca  un  soberbio  es- 
cudo casi  rectangular,  cuartelado  en  so- 
tuer, donde  figuran  las  barras  de  Ara- 
gón alternando  con  lises,  cargadas  á  su 
vez  con  un  lambel. 

Descansa  sobre  dicho  escudo,  que  cae 
inclinado  hacia  la  derecha,  un  yelmo  ce- 
rrado y  coronado,  desde  cuyo  vértice  se 
levanta  enhiesta  la  famosa  cimera  del 
dragón  alado,  que  sirvió  de  materia  á  otro 
modesto  trabajo  que  tuvimos  la  honra  de 
publicar  el  año  pasado  en  este  Boletín. 

En  la  orla  exterior,  á  que  antes  nos  he- 
mos referido,  figura  la  siguiente  inscrip- 
ción, escrita  en  valenciano  con  caracteres 
góticos  minúsculos:  5.  (Segell)  de  D.  Al- 
fonso duch  de  Gandía. 

De  seguro  que  instintivamente,  como 
nos  ocurrió  á  nosotros,  habrán  pensado 
nuestros  lectores,  al  leer  el  ilustre  título 
de  duque  de  Gandía,  que  se  trataba  de 
algún  personaje  perteneciente  á  la  tan 
conocida  alcurnia  de  los  Borjas,  señores 
durante  siglos  de  tan  soberbio  feudo.  Em- 
bargados por  este  prejuicio,  y  sin  fijarnos 
en  detalles  principalísimos  del  sello,  an- 
duvimos buscando  en  el  largo  catálogo 
de  duques  de  Gandía  el  nombre  de  Al- 
fonso, al  que  pudiera  referirse  la  inscrip- 
ción que  hemos  copiado;  pero  estéril  fué 
nuestro  trabajo,  inútiles  las  investiga- 
ciones practicadas,  por  cuanto  desde  que 
los  Reyes  Católicos  concedieron  en  1485 
dicho  ducado  á  D.  Pedro  Luis  de  Borja 
hasta  principios  del  siglo  xvii,  en  que  lo 
poseía  D.  Carlos  segundo  de  este  nom- 
bre, no  hemos  hallado  un  solo  duque  que 
llevara  el  nombre  de  Alfonso  '. 

No  procedimos  más  adelante  en  nues- 
tras investigaciones,  porque  tratándose 
de  un  objeto  con  caracteres  marcada- 
mente ojivales,  no  podíamos  suponerle 


1  He  aquí  los  nombres  de  los  duques  contenidos  en 
el  período  á  que  nos  referimos:  Pedro  Luis ,  Juan  1, 
Juan  II,  Francisco  I,  Carlos  I,  Francisco  II,  Carlos  II. 

8 


54 


boletín 


ejecutado  en  el  siglo  xvii  ó  siguientes;  y 
si  comprendimos  en  nuestras  pequisas 
el  XVI,  en  que  brillaba  ya  con  todo  su  es- 
plendor el  Renacimiento,  fué  porque  en 
los  Estados,  que  constituían  el  reino  de 
Aragón,  se  conservan  varios  monumen- 
tos ojivales  edificados  ó  terminados  en 
dicho  siglo. 

Cerrado  el  camino,  que  ligeramente  ha- 
bíamos err.p rendido,  volvimos  á  exami- 
nar el  sello  con  más  detenimiento,  y  ob- 
servamos que  los  cuarteles  del  blasón 
descrito  no  correspondían  en  manera  al- 
guna al  linaje  de  los  Borjas.  Es  verdad 
que  la  famosa  Lucrecia  Borja  se  casó  en 
terceras  nupcias  con  un  Alfonso  de  Ara- 
gón, duque  de  Biseglia  é  hijo  natural  de 
Alfonso  II  de  Ñapóles,  y  que  Juan  ÍI  de 
Borja  contrajo  matrimonio  con  Juana  de 
Aragón ,  nieta  de  los  Reyes  Católicos; 
pero  ni  Lucrecia  fué  jamás  duquesa  de 
Gandía,  ni  por  lo  tanto  su  marido  pudo 
intitularse  duque  de  aquellos  estados,  ni 
Juan  II  de  Borja,  por  el  mero  hecho  de 
llamarse  Juan,  puede  confundirse  con  el 
duque  Alfonso  que  figura  en  el  sello.  Las 
barras  de  Aragón,  que  ostenta  éste,  no 
se  refieren,  pues,  á  ninguna  de  las  dos 
individualidades  de  la  prosapia  de  los 
Borjas  enlazadas  con  la  casa  real  de 
Aragón. 

¿Quién  será,  pues,  el  noble  vastago  de 
la  misma  á  quien  pudo  pertenecer  y  re- 
presentar este  céreo  documento? 

Registremos  olvidados  y  polvorientos 
cronicones,  donde  acaso  podamos  descu- 
brir la  incógnita  que  se  ofrece  á  nuestra 
vista. 

Refiere  Escolano  en  sus  Décadas  de  la 
Historia  de  Valencia,  que  Gandía  fué 
dada  en  el  año  1296  por  el  rey  D.  Jaime  II 
á  su  tía  doña  Constancia,  emperatriz  de 
Constantinopla,  y  que,  muerta  aquella, 
volvió  á  la  corona  real.  Más  tarde  el  mis- 
mo D.  Jaime  hace  cesión  de  aquel  Estado 
á  su  hijo  segundo  D.  Pedro,  conde  de  Ri- 
bagorza,  que  lo  poseyó  durante  su  vida, 
y  á  su  muerte  pasa  á  su  primogénito  don 
Alfonso. 

Este  D.  Alfonso  fué  uno  de  los  infantes 
de  Aragón  que  fueron  á  Castilla  duran- 
te la  fratricida  lucha  de  D.  Enrique  II 
contra  D.  Pedro  I  y  que  más  se  distin- 


guieron en  favor  del  primero  de  los  dos 
contendientes,  por  cuyo  motivo  trabóse 
entre  el  pretendiente  y  el  infante  una 
amistad  sincera  y  profunda  desde  1356  en 
que  D.  Pedro  IV  de  Aragón  llamó  al  de 
Trastamara,  que  estaba  en  Francia  acau- 
dillando mesnadas  castellanas.  En  testi- 
monio de  esa  amistad  y  por  agradeci- 
miento á  la  eficaz  ayuda  que  le  prestaba, 
D.  Enrique,  en  el  acto  de  su  coronación 
en  Burgos  (Marzo,  1366),  creó  en  favor  de 
D.  Alfonso  el  marquesado.de  V^illena,  que, 
si  no  mienten  las  historias,  fué  el  primero 
que  se  instituyó  en  Castilla.  Esta  esplén- 
dida merced  le  originó  muchos  sinsabo- 
res por  las  rivalidades  y  envidias  que 
despertó  entre  la  nobleza  castellana,  la 
cual  no  paró  en  sus  intrigas  hasta  conse- 
guir que  se  anulara  aquella  gracia  y  se 
creara  un  ducado  de  Mllena  en  favor  de 
la  infanta  doña  María ,  hija  de  Enrique  III. 
Antes,  sin  embargo  (en  6  Julio  1382),  ha- 
bía conseguido  D.  Alfonso  otra  esplén- 
dida merced  de  parte  de  D.  Juan  I  de  Cas- 
tilla. 

Hallábase  este  monarca  en  1382  delante 
de  Ciudad  Rodrigo  preparando  la  inva- 
sión de  Portugal  con  motivo  del  derecho 
que  creía  tener  á  la  soberanía  de  aquel 
Estado,  y  para  dar  una  muestra  del  alto 
aprecio  en  que  tenía  al  infante  aragonés, 
instituyó  para  él  la  condestablía  de  Cas- 
tilla, á  imitación  de  lo  que  se  había  hecho 
en  el  vecino  reino,  cuya  posesión  codicia- 
ba. Pocos  años  después  (en  1393  ?),  duran- 
te la  menor  edad  de  Enrique  111,  también 
una  conjuración  de  sus  émulos  le  arre- 
bataba esta  dignidad,  con  que  consiguió 
engalanarse  D.  Pedro  Henríquez,tío  bas- 
tardo del  rey.  D.  Alfonso,  como  es  de  su- 
poner, asistió  á  la  desdichada  batalla  de 
Aljubarrota  en  compañía  de  su  hijo  don 
Pedro,  que  perdió  la  vida  después  de  ha- 
ber hecho  prodigios  de  valor.  Tales  son 
los  rasgos  principales  del  infante  de  Ara- 
gón D.  Alfonso  durante  su  permanencia 
en  Castilla.  Veamos  ahora  la  importancia 
que  tuvo  en  su  patria  y  las  honras  con 
que  fué  distinguido. 

Ya  sabemos,  en  cuanto  á  su  nacimien- 
to, que  fué  hijo  del  infante  D.  Pedro, 
conde  de  Ribagorza  y  de  Denia,  y  nieto 
de  D.  Jaime  II.  Sabemos  también  que  en 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


55 


calidad  de  heredero  de  su  padre  poseía 
los  estados  de  Gandía,  donados  por  el  re- 
ferido D.  Jaime  al  relatado  D.  Pedro; 
pero  esos,  estados  constituían  á  la  sazón 
tan  sólo  un  señorío  no  revestido  de  dig- 
nidad titular,  hasta  que  con  motivo  de  la 
coronación  en  Zaragoza  (13  de  Abril  de 
1399)  de  D.  Martín  el  Humano,  este  mo- 
narca elevó  dicho  señorío  á  ducado,  con- 
cediéndoselo á  su  deudo  D.  Alfonso,  re- 
sultando, por  lo  tanto,  este  esforzado  in- 
fante el  primer  duque  de  Gandía  que 
registran  los  anales.  Hallándose  éste  de 
una  edad  avanzada,  presenció  la  muerte 
de  su  real  favorecedor  (J410),  y  por  ha- 
ber quedado  dudosa  la  legitimidad  de  la 
sucesión ,  se  presentó  el  infante  al  Parla- 
mento de  Caspe,  alegando  preferente  de- 
recho á  la  corona.  Antes,  sin  embargo, 
de  que  se  pronunciara  el  memorable  fallo 
por  el  cual  se  elevó  al  trono  aragonés  á 
D.  Fernando  de  Antequera,  la  Providen- 
cia dispuso  de  la  larga  y  azarosa  vida 
(1410-12)  del  que  tanto  se  distinguió  en 
Castilla  y  Aragón. 

Con  presencia  de  estos  antecedentes 
históricos,  consideramos  que  ha  llegado 
ya  el  momento  de  determinar  la  atribu- 
ción del  sello  que  nos  ocupa. 

La  inscripción  que  rodea  al  mismo  se 
refiere  á  un  D.  Alfonso,  duque  de  Gan- 
día, cuyo  nombre  y  título  coinciden,  como 
ven  nuestros  lectores,  con  la  noble  per- 
sonalidad que  acabamos  de  historiar.  Los 
cuarteles  preferentes  del  escudo  son  las 
barras  de  Aragón,  que  tan  bien  cuadran 
á  nuestro  personaje,  puesto  que  era  in- 
fante de  ese  reino,  y  lo  propio  podemos 
afirmar  de  los  otros  dos  cuarteles  por  la 
razón  que  vamos  á  exponer. 

Sabido  es  que  D.  Jaime  II  contrajo  ma- 
trimonio con  Blanca  de  Ñapóles,  nieta  de 
Carlos  de  Anjou,  el  cual  era  hermano  á 
su  vez  del  santo  rey  de  Francia  Luis  IX. 
Carlos,  por  tanto,  podía  y  debía  usar  el 
blasón  flordelisado  como  miembro  de  la 
dinastía  de  los  Capetos,  y  por  su  carácter 
de  segundón  debía  también  distinguir  su 
escudo  del  que  correspondía  al  rey,  su 
hermano,  por  medio  de  la  figura  heráldi- 
ca llamada  lambel,  que  tiene  precisa- 
mente esta  significación  y  objeto.  Con  ob- 
servar que  tanto  la  flor  de  lis  como  el 


lambel,  que  aparecen  claramente  en  di- 
chos cuarteles,  pertenecían  á  la  abuela 
de  D.  Alfonso,  resulta  evidenciado  que 
los  cuatro  cuarteles  que  hemos  examina- 
do separadamente  son  aplicables  al  in- 
fante de  Aragón,  del  cual  venimos  ocu- 
pándonos. 

Por  otra  parte,  si  consideramos  el  sello 
en  cuestión  bajo  el  punto  de  vista  mera- 
mente arqueológico,  preciso  es  convenir 
en  que,  tanto  su  factura  como  sus  atribu- 
tos, la  forma  del  escudo  y  singularmente 
el  carácter  de  la  cimera,  revelan  una 
obra  artística  de  últimos  del  siglo  xiv  ó 
principios  del  xv,  fecha  en  que  D.  Alfon- 
so de  Aragón  obtuvo  precisamente  el  du- 
cado de  Gandía. 

En  virtud,  pues,  de  todo  el  cúmulo  de 
datos  que  preceden,  nos  consideramos 
autorizados  para  afirmar  resueltamente 
que  el  sello  de  que  tratamos  pertenece  á 
D.  Alfonso  de  Aragón,  conde  de  Riba- 
gorza  y  de  Denia,  duque  de  Gandía,  mar- 
qués de  Villena  y  almirante  de  Castilla. 

El  Barón  de  las  Cuatro  Torres. 


-^-M-i 


FRONTAL  DE  ESTILO  FLAMENCO 
en  la  catedral  de  Valencia. 


El  frontal  que  representa  nuestro  gra- 
bado figuró  con  el  número  14  en  la  sala 
octava  de  la  memorable  Exposición  His- 
tórico-europea  de  Madrid,  y  fué  expuesto 
por  el  Excmo.  Cabildo  Metropolitano  de 
Valencia. 

Sobre  oro  y  sedas  aparecen  en  el  fron- 
tal representadas  varias  escenas  de  la 
Pasión  y  muerte  de  Jesús,  desde  que  con 
la  cruz  á  cucí  tas  salió  de  Jerusalén  hasta 
que  fué  colocado  en  el  sepulcro. 

Los  convencionalismos  del  arte  fla- 
menco se  dejan  ver  desde  la  colocación 
de  la  cruz  sobre  los  hombros  del  Salva- 
dor hasta  en  la  sangre  que  sube  en  el  col- 
gante brazo,  en  la  sepultura.  Es  claro 
que  se  falta  á  la  propiedad  en  el  paisaje, 
en  la  indumentaria  y  en  lo  relativo  al  se- 
pulcro. Sigúese  la  tradición  de  no  haber 
sido  clavados  los  ladrones. 

Pero  aparte  de  lo  que  entonces  no  po- 
día exigirse  en  cuanto  á  la  técnica  del 


56 


boletín 


bordado,  la  catedral  de  Valencia  po- 
see una  maravilla  con  los  dos  frontales 
que  conserva,  de  los  cuales  es  uno  el  que 
nos  ocupa;  dominan  los  colores  amarillo, 
verde  y  rojo  aparte  del  oro;  y  nadie  pue- 
de dudar  de  que  proceden  ambos  fronta- 
les de  talleres  flamencos  allí  existentes 
en  los  siglos  xv  y  xvi. 

Respecto  de  lo  demás,  el  frontal  por  sí 
mismo  habla  bien  claramente. 


X. 


■  >•>>»>«:<  o- 


SECCIÓN  DE  LITERATURA 


LA  CAJA  DE  PANDORA 

FRAGMENTO  DE  UNA  OBRA  DRAMÁTICA 


El  Olimpe. — En  el  centro  la  caja  de  Pando- 
ra.—A  un  lado  de  la  escena  un  montón  de 
arcilla. 

Júpiter  sentado  en  su  trono;  colocados  en  hemici- 
clo Venus,  las  Gracias,  Minerva,  Apolo,  Mercurio, 
VuLCANO,  Plutón,  Neptuno,  Marte,  Eolo  j^  demás 
dioses. 

MERCURIO 

Ya  en  tu  presencia  congregados,  Júpiter, 
De  la  mansión  olímpica  los  dioses 
A  tu  mandato  están:  tu  acento  esperan 
Gual,  tembloroso,  en  el  callado  monte 
Espera  el  árbol  que  Euros  le  acaricie 
O  implacable  sus  ramas  Bóreas  tronche. 
Habla,  por  fin,  y  que  tu  voz,  rasgando 
La  dura  capa  en  que  envolviste  al  orbe, 
Desde  el  trono  inmortal  en  que  te  sientas 
Llegue  á  la  inmensa  pequenez  del  hombre. 

JÚPITER  (con  voz  atronadora). 

Iras  vertiendo  y  rebosando  enojos. 
Como  rugiente  mar  que  de  sus  bordes 
Se  befa  y  hierve  y  espumante  avanza 
Y  el  llano  inunda,  contemplad  á  Jove. 
(Los  dioses  se  inclinan  aterrados.) 
Pero  la  frente  erguid.  No  es  el  Olimpo 
Quien  hoy  el  dique  de  mi  encono  rompe; 
Sobre  otro  ser  mi  diestra  se  levanta , 
Que  el  rayo  vengador  en  ella  pone. 
Brille  para  vosotros  mi  sonrisa  ; 
Mas,  si  veis  que  fugaz  luce  y  se  esconde. 
Pensad  que  es  el  destello  fugitivo 
De  errante  estrella  en  tormentosa  noche. 


MINERVA 

Nuestra  j  asta  ansiedad  calma,  y  permite, 
Padre  y  Señor,  que,  la  que  al  rudo  golpe 
Del  hacha  formidable  de  Vulcano 
Salió  de  tu  cerebro,  te  interrogue. 
¿Quién,  atrevido,  al  que,  mirando,  abarca 
Del  mundo  los  extremos  horizontes 

Y  límites  da  al  mar,  luz  al  espacio. 
Vida  al  reptil  é  inteligencia  al  hombre. 
Osa  ofender  sin  que  sobre  él  del  cielo 
La  inmensa  pesadumbre  se  desplome? 
Si  mortal,  que  tu  rayo  le  aniquile; 
Pueblo,  que  sobre  él  vayan  tus  legiones; 
Sin  gloria  semidiós,  caiga  vencido, 

Y  dios...  si  es  dios,  que  tu  perdón  le  otor- 

gues, 

JÚPITER 

Oidme  atentos.  De  Japet  y  Themis 
Prometeo,  hijo  audaz,  en  las  regiones 
De  la  apartada  Escitia,  la  soberbia 
De  su  padre  el  titán  purga  y  esconde. 
Libre  de  males,  de  la  vida  el  piélago 
Cruza  risueño  con  tranquilo  porte. 
Cual  blanca  nave  que  la  mar  columpia, 
La  brisa  impele  y  á  sus  lares  corre. 
Mas  ¡ay!  un  día  en  que  amoroso  Febo, 
De  hojas  ceñido  y  odorantes  flores. 
Como  lluvia  de  luz  baja  á  la  tierra 
Pintando  valles  y  vistiendo  bosques  , 
El  osado  titánide  una  estatua 
Formar  de  limo  inmundo  se  propone, 

Y  miembro  á  miembro  sus  contornos  bro- 
Del  rígido  cincel  al  rudo  choque.        [tan 
Ebrio  la  admira;  mas  de  pronto  anublan 
De  sus  ojos  la  luz  negros  crespones. 
Cual  de  Apolo  y  Selene  al  casto  beso 

Se  apaga  el  mundo  en  prematura  noche. 

Y  es  que  el  mortal,  á  quien  al  cielo  plugo 
Dotar  benigno  con  tan  ricos  dones. 

El  sacro  jugo  de  la  vida  intenta 
Vaciar  soberbio  en  el  inerte  molde. 
Rompiendo  el  éter,  el  Olimpo  escala, 
Camina  artero,  el  hálito  recoge, 
Acecha,  roba  el  fuego,  huye,  desciende, 

Y  el  barro  anima...  Pero  juro,  ¡oh  dioses! 
Por  Rea  y  Cronos  que  su  ser  me  dieron 
Y,  ved  mi  enojo,  hasta  de  Estigia  en  nom- 

[bre. 
No  más  néctar  libar  sin  que  venganza 
Olímpica  y  feroz  Júpiter  tome. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


57 


MARTE 

Manda  y  verás  al  que  á  Peloro  un  día 
De  la  empinada  cumbre  del  Rodofe 
Despeñado  arrojó  sobre  la  tierra 

Y  en  sangre  tinto  de  su  lanza  al  bote, 
Vestir  al  punto  la  ferrada  cota, 
Cabalgar  sobre  Notos  y  Afeliotes 

Y  desde  el  antro  en  que  el  raptor  se 

[oculta, 
Gritar:  "¡Oh  Padre:  te  vengó  Mavorte!,, 

VULCANO 

Si  de  mis  fraguas  el  metal  candente 
Quieres  que  al  hijo  del  titán  devore. 
Yo  á  las  bocas  del  Líparis  y  el  Etna 
Diré  que  en  hipo  abrasador  lo  arrojen. 

APOLO 

Nuevo  Faetón  que,  calcinando  al  mundo. 
Tostó  la  faz  del  africano  etiope, 
Del  carro  de  Hiperión  yo  á  los  corceles 
La  suya  haré  que  con  la  crin  azoten. 

NEPTUNO 

Yo  irritaré  los  mares. 

PLUTÓN 

Yo  á  Leteo, 

A  Flegetón,  Cocito  y  Aqueronte, 
Las  puertas  abriré  porque  del  Tártaro 
Parcas,  furias  y  euménidas  desborden. 
iVenganza! 

TODOS 

Sí,  venganza. 

JÚPITER 

• 

En  mis  oídos 
Más  sonoras  resuenan  vuestras  voces 
Que  de  Castalia  y  de  Hipocrene  el  canto 
Con  que  á  Helicón  refieren  sus  amores. 
Mas...  tortura  ambiciono  y  no  exterminio. 
Que  vengarse  matando  es  breve  goce; 
La  muerte  acaba,  el  sufrimiento  dura: 
Las  horas  el  dolor  las  cuenta  dobles. 
Héfestos:  De  ese  limo  que  los  campos 
Flégreos  tapizó,  tus  manos  formen 
Ser  tan  perfecto,  que  Minerva,  Juno 
y  Venus  misma  su  belleza  adoren. 


VULCANO 

(Vulcano  se  pone  á  modelar  el  montón 
de  barro  que  hay  en  la  escena.) 

Pandora  ha  de  llamarse,  porque  todos 
El  presente  le  haréis  de  ricos  dones 
Con  que,  amor  inspirando  á  Prometeo, 
De  ventura  sus  sueños  emponzoñe. 
Y  esa  mujer,  que  el  mundo  la  primera 
Con  su  planta  va  á  hollar,  nuevas  pa- 

[siones 
Lleve  tras  sí,  que  fecundantes  leguen 
A  sus  hijos  los  hijos  de  los  hombres. 

(Los  dioses  se  acercan  al  litno  y  tienden 
la  mano  como  para  otorgar  un  don.) 

VENUS 

El  arte  de  agradar  y  la  belleza 

De  Venus,  ¡oh  Pandora!,  ten  en  dote. 

EGLÉ 

Eglé,  Talia  y  Pitho  te  conceden 
El  don  de  seducir. 

MINERVA 

Palas,  de  nobles 
Paños  te  viste  que,  á  indiscretos  ojos, 
La  estatua  acusen  y  la  virgen  roben. 

MERCURIO 

Recibe  de  Mercurio  la  elocuencia. 

APOLO 

Preste  á  tu  voz  mi  lira  sus  acordes. 

JÚPITER 

El  ser  toma  de  mí. 

(Nace  Pandora  del  limo.) 

VULCANO 


Padre,  ¿la  admiras? 


¿Tus  deseos  llené? 


JÚPITER 

(Extasiado.)  No,  los  transpones; 

Porque  es  tan  bella,  que,  al  perderla,  ig- 

[noro, 
Quién  se  venga  de  quién,  si  el  dios  ó  el 
Inútil  vacilar.  A  Prometeo  [hombre. 

Condúcela,  Mercurio,  y  ese  cofre 
Con  Pandora  le  da.  Todos  los  males 
En  su  fondo  encerré;  y  apenas  ose 


58 


boletín 


El  tiLáníÍ2  abrirle,  por  la  tierra 
Su  eterno  germen  sembrarán  veloces, 
Quedando  en  él  tan  sólo  la  esperanza, 
El  mañana  sin  hoy  de  los  dolores. 
Parte  por  fin...  Mas  sus  contornos  puros 
De  nuevo  contemplar  dejadme,  ¡oh  dioses! 
Aléjate...  Detente...  Parte...  Espera... 
(Fluctuando.) 


TODOS      ' 


iVenffanza! 


JÚPITER 

¡Oh!  Sí.  Venganza,  y  tiemble  el  orbe. 
Enrique  Gaspar. 


SECCIÓN  DE  BELLAS  ARTES 


EL   RETRATO  EN   ESPAÑA  ^'^ 

L  calificativo  de  maniático  que 
vulgarmente  se  aplica  á  aquel, 
que,  persiguiendo  una  idea,  se 
dedica  sin  descanso  ni  sosiego  á 
coleccionar  objetos  de  arte  y  de  otras 
clases,  envuelve  notoria  injusticia  para 
quien ,  por  el  contrario,  es  merecedor  del 
aplauso ,  estima  y  consideración. 


1  Anticipamos  á  nuestros  lectores  este  estudio,  ex- 
traído de  una  notable  y  monumental  obra  inédita,  á 
que  nuestro  consocio,  el  distinguido  artista  Sr.  Pole- 
ró,  ha  consagrado  gran  parte  de  la  labor  de  su  vida. 
El  titulo  de  la  obra  es:  El  traje  en  España.  Apun- 
tes iconográficos  sacados  de  los  monumentos  délos 
siglos  VIII  al  XVII,  con  texto  biográfico  descripti- 
vo, por  D.  Vicente  Poleró. 

Las  materias  de  que  tratan  los  ocho  volúmenes  de 
que  consta  el  trabajo  son  como  sigue: 

I.— Iluminaciones  de  códices  y  libros  manuscritos 
de  los  siglos  vjii  al  xvi. 

II.— Pinturas  murales,  vidrieras  y  cuadros  al  tem- 
ple, de  los  siglos  XI  al  xvi. 

I il. -Estatuas  conmemorativas,  imágenes  sagra- 
das, arcas  de  reliquias  y  bajo-relieves,  de  los  si- 
glos IX  al  XVI. 

IV.— Bultos  sepulcrales  de  reyes,  príncipes  é  in- 
fantes del  siglo  X  al  xvi, 
V  y  VI. -Cenotafios  y  bultos  sepulcrales  de  gran- 
-  des  prelados  e'  insignes  capitanes,  caballeros,  escrito- 
res y  damas  ilustres  del  siglo  xiii  al  svii. 

Vil. — Retratos  de  personajes  ilustres,  desde  el  si- 
glo XV  al  XIX. 

VIH.— Alhajas  de  oro,  plata  y  piedras  preciosas, 
del  siglo  XV  al  XIX. 

(N.  DE  LA  R.) 


A  esos  seres  llenos  de  entusiasmo  y 
actividad  deben  las  artes,  las  ciencias, 
la  literatura  y  la  industria  sus  adelantos 
y  sus  triunfos. 

La  historia  del  trabajo  humano,  como 
resultado  de  los  esfuerzos  hechos  en  di- 
ferentes épocas,  clasificando  con  buen 
orden  y  concierto  sus  adelantos,  presta 
á  los  estudiosos  en  cualquiera  de  los  ra- 
mos del  saber  señalados  servicios,  que 
vienen  á  refluir  en  bien  de  la  sociedad  en 
general. 

El  estudio  de  la  indumentaria  é  icono- 
grafía; la  estatuaria  y  la  pintura  en  sus 
variadas  manifestaciones,  la  primera,  por 
sus  obras  decorativas  y  sepulcrales;  y  la 
segunda,  por  sus  códices,  pinturas  mura- 
les y  cuadros ,  dan  á  conocer  cumplida- 
mente las  diferentes  formas  que  el  lujo, 
el  capricho  ó  la  necesidad  han  venido 
revistiendo  desde  muy  antiguo. 

Las  colecciones  de  retratos  de  hombres 
eminentes  en  las  ciencias  y  las  letras,  tu- 
vieron principios  desde  el  siglo  xvi  en  ade- 
lante en  los  monasterios ,  universidades 
y  otros  centros,  cuyo  ejemplo  siguieron 
muy  en  breve  varios  imitadores  de  la 
grandeza,  artistas  y  hombres  de  letras, 
como  Argote  de  Molina,  Francisco  Pa- 
checo, en  Sevilla,  y  Lastanosa  en  Hues- 
ca, á  los  que  siguieron  en  tan  laudables 
propósitos,  después,  en  nuestros  días, 
los  marqueses  de  Santa  Cruz,  príncipe 
de  Anglona,  duques  de  Medinaceli^  Osu- 
na, Alba,  ln!antado,Villahermosa,  condes 
de  Altamira,  Bornos  y  duque  de  Pastra- 
na,  con  los  Sres.  D.  José  de  Madrazo, 
D.  Valentín  Carderera,  D.  Carlos  Ortiz 
de  Taranco ,  D.  Pedro  Jiménez  de  Haro 
y  D.  Serafín  de  la  Huerta  ,  cuyo  camino, 
en  materia  de  retratos,  tahibién  procuró 
imitar  el  Excmo.  Sr.  Conde  de  Toreno, 
que  siendo  ministro  de  Fomento  dispuso 
la  formación  de  una  Pinacoteca  ó  colec- 
ción de  retratos  de  españoles  ilustres  en 
el  Museo  Nacional  de  pintura,  para  sub- 
sanar el  abandono  ó  descuido  anterior. 

Compréndese  bien  que  sólo  un  Museo 
costeado  por  la  nación  puede  llegar  á 
reunir  obras  capitales,  pues  á  un  particu- 
lar no  le  es  dado  coleccionar  retratos  de 
Tiziano,  Sánchez  Coello,  Moro,  Veláz- 
quez.  Ribera,  Murillo,  Zurbarán,  Reñí- 


DE    LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


59 


brandt,  Rubens,  Van  D3^ck  y  otros  iníini- 
tos  artistas  eminentes;  pero  en  su  defecto, 
hay  muchos  pintores  de  segundo  orden 
que  en  este  género  han  conseguido  justa 
reputación,  entre  los  cuales  deben  seña- 
larse, Pantoja  de  la  Cruz,  Sebastián  Mu- 
ñoz, Antonio  Arias,  Juan  Bautista  del 
Mazo,  Juan  de  Pareja,  Amonio  Pereda, 
JuanCarreño,  Bartolomé  González,  Clau- 
dio Coello,  el  P.  Maino,  Hidalgo  y  Juan 
Alfaro,  á  los  que  deben  agregarse,  en 
nuestros  días ,  D.  Francisco  Goya,  Don 
Vicente  López,  D.  Leonardo  Alenza  y 
D.  Federico  de  Madrazo,  con  otros  mu- 
chos, gloria  de  la  pintura  contempo- 
ránea. 

Siguiendo,  pues,  esta  progresión,  en- 
tendemos que  deben  considerarse  como 
de  interés  relativo  las  copias  de  retratos 
de  varones  ilustres  hechas  por  artistas 
desconocidos  en  épocas  posteriores,  cuan- 
do no  se  conocen  ó  no  se  tienen  noticias  de 
en  dónde  se  hallan  los  originales  como  su- 
cede con  los  del  Gran  Capitán,  Cristóbal 
Colón  y  Pizarro,  que,  entre  otros  varios 
de  grandes  capitanes  y  personajes  ilustres, 
si  bien  presentan  por  lo  general  grandes 
defectos  y  censurables  libertades  alte- 
rando ó  modificando  los  trajes  y  algunos 
de  sus  accesorios,  no  dejan  de  ser  de 
sumo  interés,  por  no  existir  otros  más 
auténticos  '. 


1  El  de  Gonzalo  de  Córdova  se  sabe  que  lo  hizo 
el  Giorgione  en  Italia,  y  en  la  colección  de  retratos 
que  Paulo  Jovio  formó  de  hombres  ilustres  se  regis- 
traba, no  sabiéndose  actualmente  su  paradero.  Los 
que  hoy  se  conocen  aparecen  de  perfil,  y  son  copias 
todas  más  ó  menos  antiguas ,  teniéndose  como  los 
más  auténticos  el  que  se  publicó  en  el  siglo  xvi  para  la 
obra  de  Coito  capitaiti  ilitstri,  y  los  que  copia  Car- 
derera  en  su  Icoiio?.rafia  española.  Lo  mismo  deci- 
mos con  respecto  al  del  eminente  político  Cardenal 
Cisneros,  que  también  en  la  citada  Iconografía  puede 
verse. 

Iguales  dudas  asaltan  con  relación  á  Cristóbal  Co- 
lón, pues  todos  los  que  de  este  célebre  hombre  se  die- 
ron como  del  célebre  genovés  y  estuvieron  al  público 
en  la  Exposición  Hisiórlco-Europea ,  dejan  mucho 
que  desear  y  aumentan,  por  consiguiente,  la  incerti- 
bre.  Si  alguno  de  ellos  revela  algo  de  su  fisonomía, 
como  todos  parecían  copias  de  copias,  será  siempre 
muy  dudoso  el  parecido  con  el  original,  incluyendo  el 
que  existe  en  la  Biblioteca  Nacional.  Con  relación  al 
del  Conquistador  de  Méjico,  el  que  tal  vez  sea  más 
auténtico,  aunque  no  de  buen  artista,  es  el  que  se 
conserva  ,  según  se  sabe,  en  la  iglesia-hospital  de  Alé- 
jico,  fundación  de  aquel   gran  capitán  j-  político. 


En  todas  épocas  fué  considerado  el  re- 
trato y  tenido  en  gran  estima  de  padres  á 
hijos,  mas,  por  lo  general,  al  desaparecer 
aquéllos,  sus  herederos  no  participan  á 
las  veces  de  tan  noble  sentimiento,  suce- 
diendo al  desdén  la  indiferencia,  la  cual 
tanto  más  se  aumenta ,  cuanto  más  va 
alejándose  el  recuerdo  de  los  seres  un 
tiempo  queridos  y  respetados. 

La  nobleza  y  el  clero,  por  interés  de 
clase  la  primera  y  respetuoso  recuerdo  el 
segundo,  han  conservado  hasta  el  adve- 
nimiento de  las  nuevas  ideas,  las  colec- 
ciones que  ya  menguadas  han  llegado 
hasta  nosotros  en  castillos,  casas  de  recreo 
y  palacios,  á  los  que  añadieron  los  retra- 
tos de  capitanes  ilustres  copiados  de  otras 
colecciones. 

La  dispersión  de  los  retratos,  no  ya  sólo 
en  España,  sino  en  Francia  é  Italia,  se 
presta  á  tristes  reflexiones,  sin  que  tenga 
disculpa  el  represensible  abandono  de  al- 
gunos, permitiendo  arrancar  de  los  muros 
délos  antiguos  solares  los  nobles  y  ve- 
nerables recuerdos  de  sus  antepasados. 

No  sólo  la  indiferencia  ó  descuido  fue- 
ron las  causas  de  esto,  pues  deben  consi- 
rarse  otras  muy  poderosas  que  no  hubo 
medio  de  contrarrestar;  tales  fueron  las 
repetidas  emigraciones,  la  exclaustración 
de  Ordenes  religiosas ,  las  interminables 
discordias  civiles,  las  luchas  emanadas 
de  los  partidos  políticos  y  ciertas  ideas 
modernas  que  con  la  alteración  de  las 
costumbres  han  ido  borrando  las  huellas 
del  recuerdo  y  el  noble  patriotismo  de 
nuestros  mayores. 

En  cuanto  á  las  demás  clases  sociales, 
apenas  á  medio  siglo  llega  la  conserva- 
ción del  recuerdo  por  el  retrato,  pues 
desde  la  familia  á  los  extraños  pasando  de 
una  á  otra  mano,  vienen  á  dar  los  más  en 
las  prenderías  ó  en  el  Rastro ,  y  de  aquí 
se  explica  que  algunos  ,  ya  por  modestia, 
y  son  los  menos,  ó  por  vanidad  excesiva, 
rehusan  el  ser  retratados  por  no  verse  en 
vida  expuestos  á  las  censuras  ó  burlas 
de  algunos. 

Al  variar  las  épocas,  se  cambian  por  lo 
regular  las  costumbres. 

Los  caprichos  de  la  moda ,  diosa  en- 
cargada desde  lejanos  tiempos  de  alterar 
el  juicio  aun  á  las  personas  más  sensatas, 


6o 


boletín 


contribuyen  en  gran  parte  á  que  el  vatici- 
nio anterior  se  cumpla. 

A  este  avasallador  impulso  responde 
el  que,  en  los  primeros  años  del  siglo  ac- 
tual, los  cuadros  estorbando  y  los  retra- 
tos pareciendo  ridiculos,  aquéllos  cedie- 
ran el  puesto  al  papel  pintado  y  éstos 
fueran  relegados  al  olvido,  en  los  grane- 
ros, desvanes  y  guardillas,  si  no  es  que 
se  cambiaron  por  detestables  y  ridiculas 
estampas  de  Átala  y  Chactas  ,  asuntos 
de  la  historia  antigua  romana  ó  célebres 
batallas  de  Napoleón  I. 

Por  relación  de  testigos  presenciales 
sabemos  que,  en  la  citada  época,  cuando 
se  vendía  un  cuadro  en  doscientes  reales, 
se  consideraba  como  un  gran  negocio  (á 
tal  extremo  había  llegado  la  afición  y  en- 
tusiasmo por  las  artes)  y  la  persona  que 
lo  realizaba  era  considerada  feliz  como 
la  más. 

A  estas  causas  se  debe  la  formación  de 
escogidas  colecciones  de  celebrados  ar- 
tistas que  han  salido  del  reino,  y  que  un 
día  fueron  el  regocijo  de  las  familias, 
desde  el  siglo  xvi,  sirviendo  de  principal 
adorno  en  los  estrados  de  las  casas  seño- 
riales '. 

Únese  á  esto  también  la  desamortiza- 
ción y  las  poco  acertadas  medidas  de  los 


1  Ya  en  la  época  de  Felipe  IV ,  comenzó  la  extrac- 
ción de  pinturas  en  España,  siendo  el  príncipe  de  Ga- 
les, después  Carlos  I,  el  que  á  su  vuelta  á  Inglaterra, 
por  no  haberse  concertado  su  enlace  con  la  infanta 
doña  María,  se  llevó  á  Inglaterra  muchos  cuadros 
que  le  fueron  regalados  por  el  monarca  y  los  gran- 
des, con  otros  que  adquirió  en  las  almonedas  del  con- 
de de  Villamediana,  y  de  Pompeyo  Leoni.  Desde  el 
siglo  XVI  data  en  España  la  afición  á  coleccionar 
obras  de  arte,  formándose  las  del  almirante  de  Cas- 
tilla, marqués  de  Leganés,  conde  de  Benavente,  prín- 
cipe de  Esquilache,  marqués  de  Medina  de  las  To- 
rres, conde  de  Monterrey,  marqués  de  Villanueva 
del  Fresno,  D.  Jerónimo  de  Villafuerte,  D.  Rodrigo 
de  Tapia,  D.  Suero  de  Quiñones,  D  Francisco  de  Mi- 
ralles,  D.  Jerónimo  de  Alvis,  D.  Francisco  Manuel, 
D.  Francisco  Antonio  Calamata,  Mateo  Montañés, 
D.  Jerónimo  Fures,  Butilio  Gaxi,  D.  Gaspar  Galcerán 
de  Castro  y  Pinos,  conde  de  Guimerá,  que  fué  uno  de 
los  más  doctos,  en  el  siglo  xvi,  en  antigüedades,  y, por 
último,  D.  Martín  de  Aragón,  duque  de  Villahermosa, 
que  en  Pedrola  reunió  una  colección  de  estatuas,  mo- 
nedas y  medallas.  D.  Vicente  Juan  de  Lastanosa,  que 
en  Huesca  reunió  una  muy  escogida  colección  de  cu- 
riosidades ,  dando  origen  á  decir  por  entonces  (si- 
glo XVII),  que  "quien  va  á  Huesca  y  no  visita  la  casa  de 
Lastanosa,  no  ve  cosa„;  formábanla  una  selecta  libre- 
ría, notable  monetario,  curiosa  y  rica  armería,  anti- 
guas estatuas  y  gran  numero  de  pinturas  al  óleo  y  en 
miniatura,  con  no  pocos  selectos  grabados. 


gobernantes  con  el  mal  desempeño  de  las 
comisiones  nombradas  para  la  incauta- 
ción, y  se  comprenderá  el  poco  esfuerzo 
que  costaría  la  formación  de  muchas  co- 
lecciones que  hemos  conocido,  tales  como 
las  de  D.  José  de  Madrazo,  D.  Valentín 
Carderera ,  D.  Pedro  Jiménez  de  Haro, 
D.  Serafín  de  las  Huertas,  y  después,  don 
J.  Puig  y  Bautista,  La  Portilla,  Calvo, 
Carriquiri,  Peleger,  Bueno,  Araujo,  mar- 
qués de  Remisa,  Salamanca,  conde  de 
Adanero  y  D.  Isidoro  Urzaiz,  á  las  que 
fueron  agregándose  multitud  de  curiosi- 
dades arqueológicas  de  todas  clases, 
guardadas  un  tiempo  religiosamente  en 
monasterios ,  conventos  y  santuarios. 
Procedentes  de  este  sitio  y  también  de 
particulares,  eran  expuestos  á  la  venta 
pública  toda  clase  de  muebles  y  objetos 
de  arte,  en  plazas,  plazuelas,  calles  y  por- 
tales de  la  coronada  villa  y  corte  de  Ma- 
drid, todos  los  años  el  21  de  Septiembre. 

Esta  acumulación  de  trastos  de  todas 
especies  y  épocas,  á  las  que  cada  cual 
pagaba  el  tributo  de  su  particular  afición, 
produjo  un  movimiento  inusitado  de  ex- 
traordinaria actividad,  dando  ocasión  á 
que  desconocidos  individuos  de  humilde 
clase,  se  diesen  á  recorrer  los  pueblos  sin 
descanso  ni  sosiego,  poniendo  á  las  veces 
de  manifiesto,  sin  conciencia  de  ello,  va- 
liosos é  importantes  objetos  arqueológi- 
cos. 

Solía  suceder  en  ocasiones  al  res- 
taurador, que,  de  la  limpieza  de  un  cua- 
dro devoto,  cuyo  mérito  no  correspon- 
día al  interés  de  conservarle,  quedaba 
de  manifiesto  haber  sido  pintado  sobre 
un  retrato  y  éste  á  las  veces  sobre  otro 
asunto  mejor  desempeñado.  En  muchos 
cuadros  se  vieron  tan  singulares  trans- 
formaciones y  hasta  en  el  Museo  real 
de  pinturas  se  ofrecieron  casos  si  no 
iguales,  parecidos,  á  cuj'as  profanaciones 
se  prestaron  sin  titubear,  profesores  res- 
petables de  la  época  de  Fernando  VII, 
obedeciendo  órdenes  emanadas  de  la  rei- 
na Amalia,  que  no  podía  transigir  con  las 
desnudeces  presentadas  por  Rubens,  Ze- 
gers,  Tiziano,  Tintoretto  y  Veronés  *, 


i 


1  Entre   otros,   citaremos  los  cuadros  que  siguen: 
Aitt/as  perseguidas  por  sátiros  (Rubens),  Jesús  en 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


6i 


A  las  anteriores  causas  se  debe,  saber  el 
verdadero  nombre  de  un  héroe  ó  perso- 
naje histórico  y  la  firma  del  autor  de  la 
obra,  siendo  frecuente,  hallarse  tres  le- 
treros diversos,  correspondientes  á  otros 
tantos  sujetos.  Lo  que  sucedía  con  las 
inscripciones,  era  más  frecuente  con  los 
trajes  y  las  personas,  no  siendo  menos 
los  retratos  con  nombres  supuestos,  atri- 
buyéndoles títulos  que  no  tuvieron  y  haza 
ñas  que  jamás  realizaron ,  llegando  por  lo 
tanto,  un  Juan  Lanas,  á  ser  un  duque, 
marqués,  varón  ilustre  ó  bien  un  célebre 
general. 

Este  singular  medio  de  alterar  la  histo- 
ria á  voluntad,  haciendo  que  un  individuo 
del  siglo  xvii  representase  otro  del  si- 
glo XIII  ó  el  XV,  es  tanto  más  censurable  y 
ridículo,  cuanto  que  ni  el  que  lo  mandó 
hacer,  ni  el  que  se  prestó  á  ello,  sabían 
que  las  trusas,  los  gregüescos,  la  capa 
corta  y  el  chambergo,  no  fueron  prendas 
por  entonces  llevadas.  Esta  manía  y  el  po- 
co conocimiento  de  los  estudios  iconográ- 
ficos é  indumentarios,  dan  ocasión  á  que 
una  cabeza  pintada  en  el  siglo  xvii  por 
autor  italiano,  se  diga  hoy  con  el  mayor 
aplomo  ser  D.  Alfonso  el  Sabio,  sólo  por 
estar  su  nombre  puesto  en  el  lienzo ,  sin 
tener  en  cuenta  que  por  entonces  ni  se  pin- 
taba al  óleo  ni  se  utilizaban  las  telas  para 
el  caso,  siendo  además  la  forma  de  la  letra 
tan  diversa  en  aquella  época.  Un  retrato 
que  se  decía  encontrado  en  Sevilla  ó  Car- 
mona,  con  su  letrero  correspondiente  de 
D.  Pedro  I  de  Castilla,  fué  prueba  suficien- 
te para  acreditarle  como  del  siglo  xiv, 
siendoeste  yelanteriorno  más  queproce- 
dentes  de  los  que  solían  pintarse  como 
decoración  en  los  frisos  y  artesonados  de 
los  salones  de  casas  solariegas  ó  palacios 
del  siglo  XVI. 

Otro  retrato  hecho  al  oleo  y  con  corres- 
pondiente inscripción  de  la  misma  manera 
pegado  en  tabla,  encontrado  en  una  anti- 
gua casa  del  Albaicín  de  Granada,  y  que 


casa  de  Marta  y  Alarla  (Zegers),  Ofrenda  á  Baco 
(Caballero  Máximo),  Andrómeda  (Escuela  flamenca) 
y  Alegoría  (Sebastián  Bourdón);  habiéndose  afor- 
tunadamente librado  de  ser  repintadas  ó  tal  vez  des- 
truidas las  Fe«ws  (Tiziano),  guardadas  en  la  Aca- 
de  mia  de  San  Fe  i  nando,  como  también  la  que  se  ha- 
llaba en  el  palacio  de  El  Escorial,  que  fué  destruido. 

T.  III. 


no  es  más  ni  menos  que  una  cabezota  de 
moro  con  una  gruesa  cadena  al  cuello ,  re- 
corte de  un  antiguo  escudo  nobiliario,  noá 
chamarileros  ó  rebuscadores  de  oficio,  sino 
á  personas  distinguidas  hemos  oído  ase- 
gurar con  la  mayor  seriedad  ser  retrato  de 
Boabdil,  último  rey  de  Granada.  Hasta  el 
desgraciado  príncipe  de  V'iana,  antes  San 
Bartolomé,  pintado  al  temple  y  fondo  do- 
rado, que  en  el  siglo  xv  compuso  parte 
con  otros  Apóstoles  de  un  retablo  del  si- 
glo XV,  procedente  de  una  iglesia  de  Borja 
en  Aragón,  pasa  hoy  en  una  casa  de  la  aris- 
tocracia como  la  vera  efigie  de  aquel  des- 
dichado príncipe  de  Navarra.  Si  esto  su- 
cede actualmente  que  tan  conocidos  son 
los  estudios  arqueológicos  y  que  de  todo 
se  duda  menos   de  aquello  que  halaga 
nuestro  amor  propio,  ¿que  no  ocurriría  en 
el  siglo  anterior,  cuando  íué  tan  desatina- 
da la  manía  de  linajudas  procedencias, 
embargando  tanto  la  vanidad  de  los  seño- 
res de  chupa  y  casacón,  que  para  enalte- 
cer su  origen  y  acreditar  sus  apellidos,  no 
se  paraban  en  barras,  mandando  pintar 
colecciones  enteras  de  retratos ,  desde  el 
rey  godo  D.  Rodrigo  hasta  Carlos  III,  sin 
cuidarse  de  la  exactitud  de  los  trajes  y 
traeres  correspondientes  á  la  época  en 
que  brillaron? 

Esto,  en  cuanto  á  los  retratos  de  nuevo 
cuño,  porque  tratándose  de  aprovechar 
otros,  poniendo  su  sobrescrito,  pronto  sa- 
lían del  paso  sin  parar  mientes  en  más 
pormenores. 

Merced  á  tan  ridiculas  pretensiones,  se 
han  hallado  retratos  de  varones  ilustres 
en  las  armas  y  las  letras  cuya  falta  se  la- 
mentaba, siéndonos  ya  conocidos  el  céle- 
lebre  secretario  de  D.  Juan  de  Austria, 
D.  Juan  de  Escobedo  ' ;  Fr.  Gabriel  Téllez 
(Tirso  de  Molina),  Medinilla,  poeta  y  ami- 
go de  Lope  de  Vega;  el  marqués  de  Villa- 
mediana  y  Juan  Mateos,  ambos  célebres 
en  el  reinado  de  Felipe  IV  ;  doña  Brianda 
de  Cárdenas,  condesa  de  la  Puebla  *;  Don 
Pedro  de  Cárdenas  y  Villalobos,  secreta- 
rio que  fué  de  los  tres  Felipes  ^  Fr.  Alon- 
so Chacón,  Nicolás  Miranda,  Diego  Va- 


1  Hoy  lo  posee  D.  Enrique  Leguina. 

2  Id.  el  conde  de  la  Puebla. 

3  Id.  D.  Segismundo  Moret  y  Quintana. 


62 


boletín 


lentín  Díaz  y  Francisco  Barrios,  artistas 
pintores;  Juan  Solórzano  Pereyra,  céle- 
bre jurisconsulto,  comentador  de  las  leyes 
de  Indias  (siglo  xvii).  El  conde  de  Gages, 
D.  Juan  Buenaventura  Dumont;  la  mar- 
quesa de  Mansilla,  una  de  las  heroínas  del 
segundo  sitio  de  Zaragoza;  D.  José  Joa- 
quín Ferrer,  célebre  astrónomo  y  distin- 
guido matemático;  D.Juan  Bautista  Crha- 
mer,  insigne  músico  ' ;  el  marqués  de  Ga- 
moneda*;  D.  Fernando  de  Valenzuela, 
ministro  de  Carlos  II ';  el  cardenal  Bellu- 
gal,  el  marqués  de  Mirabel  ■*;  la  marquesa 
de  Peña  Flor  ^ ;  la  de  Águila  Fuente  ®; 
una  hija  de  Hernán  Cortés  ';  y  el  segun- 
do conde  de  Tendilla,  D.  Iñigo  López  de 
Mendoza,  con  otros  más  de  menos  impor- 
tancia, todos  ellos  con  letreros  supuestos 
y  algunos  alterados  y  repintados  sus  tra- 
jes, pudiendo  servir  de  ejemplo  lo  dicho, 
y  no  es  bastante,  para  dar  carta  de  natu- 
raleza sin  otros  antecedentes  á  cualquier 
retrato  dudoso,  sin  un  detenido  y  maduro 
examen  ®. 

La  pintura  de  adorno  ó  iluminación  por 
la  aguada,  en  sus  primeros  ensayos,  des- 
pués de  extinguido  el  recuerdo  de  lo  que 
había  sido  en  su  origen,  comenzó  de  nue- 
vo á  dar  muestras  muy  incorrectas,  en 
los  siglos  viii  y  IX,  y  en  el  X  ya  preten- 
dió representar  la  figura  humana,  pero 
tan  deficiente  y  con  tan  groseras  formas, 
que  apenas  da  razón  de  lo  que  quiere  sig- 
nificar. En  el  siglo  xi,  los  adelantos  se 
acentúan  y  el  colorido  toma,  especial- 
mente en  los  trajes,  algunos  visos  de 
verdad,  como  lo  demuestran  las  curiosas 
pinturas  del  importante  códice  de  los  Tes- 
tamentos de  D.  Alfonso  el  Casto,  conser- 
vado en  el  Archivo  de  la  Catedral  de 
Oviedo,  sin  que  pueda  darse  nombre  de 
retratos  á  las  diferentes  figuras  con  le- 
treros que  contiene  este  precioso  monu- 
mento. 


1  Todos  los  señalados  desde  el  núm.  4  hasta  la  nota 
■5.*,  los  posee  el  marqués  de  Santa  Marta. 

2  Id.  D.  Manuel  Salvador  López. 

3  Id.  el  marqués  de  la  Fuensanta. 
-    4  Id.  id.  de  Mirabel. 

5  Id.  id.  de  Peñaflor.    ■ 

6  Id.  id.  de  Águila  Fuente. 

7  Id.  id.  de  Vjllavieja. 

8  Gran  auxiliar  para  el  caso  es  la  colección  de  re- 
tratos que  hoy  posee  la  Biblioteca  nacional,  proceden- 
tes de  la  colección  Carderera. 


Por  estas  miniaturas  y  las  notabilísimas 
que  decoran  y  embellecen  los  códices 
de  los  siglos  XII  al  xiv,  se  viene  en  cono- 
cimiento que  el  retrato  no  pudo  alcanzar 
las  necesarias  condiciones  para  formar 
juicio  exacto,  ni  menos  aproximado,  de 
los  personajes  que  se  pretendía  repre- 
sentar •. 

La  escultura,  por  el  contrario,  aunque 
ejercida  desde  el  siglo  x  al  xiii  por  sim- 
ples imagineros,  fué  acercándose  poco  á 
poco  al  natural,  hasta  llegar  á  reprodu- 
cirle con  marcada  naturalidad  desde  el 
siglo  XIII  en  adelante;  considerándose  ya 
las  obras  de  estas  centurias,  como  nota-, 
bles  obras  escultóricas,  y,  por  lo  tanto, 
con  todas  las  condiciones  precisas  en  un 
retrato,  ó  por  lo  menos  con  semejanza 
completa  del  natural  ^. 

Los  bultos  sepulcrales  que,  ya  en  vida 
ó  poco  después  del  fallecimiento  del  fun- 
dador de  un  monasterio  ó  capilla  se  hi- 
cieron desde  mediados  del  siglo  xii  en 
adelante,  en  cuyo  número  nación  alguna 
nos  superó ,  demuestran  los  esfuerzos 
que  sus  autores  hicieron  para  conseguir 
acierto  en  las  facciones  de  las  personas 
que  figuraban  en  sus  lechos  sepulcrales. 

Registran  algunas  crónicas  y  manus- 
critos antiguos,  varios  retratos  pintados 
al  temple,  que  hasta  los  primeros  años 
del  presente  siglo  se  han  conservado,  se- 
ñalándose especialmente  el  de  D.  Alfon- 
so VIII  que  había  en  el  Hospital  del  Rey 
cerca  de  Burgos;  el  de  doña  Berenguela, 
hija  de  aquél,  en  el  real  monasterio  de  las 
Huelgas  ^;  los  de  D.  Jaime  I  y  sus  hijos 
que  sobre  un  muro  fueron  pintados  en 
una  antigua  capilla  de  San  Jorge,  hoy 


1  Los  iluminadores  y  miniaturistas  de  que  tenemos 
noticia  en  el  siglo  x  fueron  Vigila,  Sarracino  y  Gar- 
cía; en  el  siglo  xm  Pedro  Pamplona;  en  el  xiv  Gar- 
cía Martínez  y  en  el  xvi  F.  Felipe,  Luis  Sánchez, 
Alonso  Vázquez,  Bernardino  Candamo  con  otros 
varios  que  hasta  el  siglo  xviii  trae  Cean  Bermúdez 
en  su  curioso  Diccionario  de  Profesores  de  Bellas 
Artes. 

2  Consideramos  como  retratos  muchos  de  los  bul- 
tos sepulcrales  de  reyes,  príncipes  é  infantes  y  otros 
varones  ilustres  en  las  armas  y  las  ciencias  délos 
siglos  xiii  al  XV,  y  así  lo  consignamos  en  sus  respec- 
tivos artículos. 

3  Estos  retratos  con  multitud  de  curiosidades  y 
alhajas  artísticas,  desaparecieron  del  monasterio 
cuando  las  tropas  de  Napoleón  ocuparon  á  Burgos 
durante  la  guerra  de  la  Independencia. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


63 


convento  de  monjas  que  en  Valencia 
fundó  dicho  Monarca;  los  de  tres  prioras 
de  apellido  Carnol,  pintadas  de  cuerpo 
entero  sobre  las  cajas  de  madera  que  con- 
tienen sus  restos,  en  el  monasterio  real 
de  Sixena;  otro  de  doña  Sancha,  en  el 
mismo  cenobio,  y  por  último,  el  curiosí- 
simo de  una  infanta,  hija  de  D.  Jaime  el 
Conquistador,  que  existe  en  el  lado  del 
Evangelio  de  la  capilla  mayor  de  la  Seo 
de  Zaragoza,  obras  todas  ellas  de  los  si- 
glos XIII  y  XIV. 

Algunos  otros  retratos  pudieran  citar- 
se pintados  al  temple  que  han  formado 
asuntos  de  historia  sagrada,  pertenecien- 
tes á  la  época  de  D.  Enrique  II  y  III  de 
Castilla,  con  otros  que  aún  existen  en  al- 
gunos altares  de  las  iglesias  de  Navarra, 
Aragón,  Cataluña  y  Valencia '. 

A  mediados  del  siglo  xv,  el  retrato,  por 
haber  alcanzado  el  arte  grandes  adelan- 
tos, puede  considerarse  con  grandes  vi- 
sos de  verdad,  como  lo  demuestra  el  fa- 
moso cuadro  votivo  de  los  Reyes  Cató- 
licos y  sus  hijos,  que  procedente  del  su- 
primido convento  de  Santo  Tomás  de 
Avila,  se  encuentra  hoy  en  el  Museo  del 
Prado,  catalogado  bajo  el  número  2184, 
y  otros  que  se  ven  en  una  curiosa  ^abla, 
del  primer  auto  de  fe  celebrado  en  Avila 
existentes  también  en  dicho  Museo. 

El  grabado,  por  otra  parte,  que  ya  antes 
del  siglo  XV  había  dado  muestras  de  exis- 
tencia por  medio  de  los  Nidos  ó  impron- 
tas sacadas  por  los  plateros,  origen  aca- 
so del  descubrimiento  de  la  Imprenta  y 
contemporáneo  de  la  pintura  al  óleo, 
fué  de  gran  provecho,  ya  haciendo  retra- 
tos para  las  obras  que  se  comenzaron  á 
publicar,  ó  bien  reproduciéndolos  por  se- 
parado, cuyos  trabajos  en  muchas  oca- 
siones han  ayudado  y  sirven  de  compro- 
bantes, para  los  que,  á  falta  de  letreros, 
fueron  pintados  desde  el  siglo  x  vi  al  xviii*. 

Vicente  Poleró. 
(Continuará.) 


LA  SOCIEDAD  DE  EXCURSIONES  EN  ACCIÓN 


1  Entre  otros,  deben  citarse  el  del  marqués  de  San- 
tillana  en  una  capilla  fundada  por  dicho  señor  en 
1457  en  Buitrago;  el  de  D.  Avaro  de  Luna,  en  la  de 
Santiago  de  la  catedral  de  Toledo,  y  el  de  mossén  En- 
rique Cribell,  de  últimos  del  siglo  xiv,  que  poseyó 
D.  Valentín  Carderera. 

2  Hasta  mediados  del  siglo  xvi  no  se  hicieron  retín 


Velada  en  el  Ateneo  de  Madrid.— Excursiones 
realizadas  á  Segovia  é  lllescas. 


.^■^  RiLLANTÍsiMO  aspecto  ofrccía,  la  no- 
che del  2  del  pasado  Marzo,  el  ele- 


T);  ¡j  gante  salón  de  actos  del  Ateneo  de 
Madrid:  se  conmemoraba  con  una 
velada  el  segundo  aniversario  de  la  fun- 
dación de  la  Sociedad  Española  de  Ex- 
cursiones, que  cada  día  cuenta  con  mayor 
número  de  simpatías  en  la  opinión,  y  á 
cada  momento  ve  engrosar  sus  filas  con 
valiosas  personalidades;  y  un  público  tan 
numeroso  como  selecto,  poblaba  los  esca- 
ños de  la  docta  casa,  ocupando  en  total 
sus  localidades  del  salón  y  tribuna ;  hace 
tiempo  que  no  veíamos  concurrencia  tan 
escogida  en  el  Ateneo,  por  lo  que  la  co- 
misión organizadora,  merece  plácemes 
entusiastas. 

Dio  principio  la  velada  leyendo  el  se- 
ñor Alvarez  Sereix,  con  notable  entona- 
ción, y  de  la  manera  que  el  sólo  sabe  ha- 
cerlo, una  oda,  del  eximio  poeta  Sr.  Gon- 
zalo de  Castro,  que  el  público  aplaudió 
entusiasmado,  por  los  hermosos  pensa- 
mientos que  á  cada  paso  cautivan  la  aten- 
ción del  que  saborea  tan  hermosa  poesía: 
está  dedicada  Al  Siglo  XIX,  y  en  ella  se 
cantan  las  valiosas  conquistas,  los  es- 
fuerzos inauditos  llevados  á  cabo  por  el 
hombre,  para  avanzar  más  y  más  en  el 
camino  del  progreso.  Contento  puede  es- 
tar el  autor,  pues  el  Sr.  Sereix,  hizo  re- 
saltar las  bellezas  todas  de  la  oda,  leyén- 
dola magistralmente. 

Dieron  á  conocer  también  sus  produc- 
ciones, escritores  tan  reputados  como  los 
Sres.  Palacio  (D.  Manuel),  Palau,  Feliu 
y  Codina  y  Vahamonde:  el  primero  cau- 
tivó al  auditorio  con  sus  chispas,  peque- 
ños poemas  diríamos  nosotros ,  en  que  la 
luz  centellea,  en  que  van  envueltos  en 
medio  de  frases  ingeniosas,  pensamien- 
tos profundos,  tristes  reflexiones  y  ense- 
ñanzas provechosas;  el  público,  que  oía 


tos  de  cuerpo  entero;  Vassari  dice  que  el  retrato  que 
Tiziano  hizo  de  D.  Diego  Hurtado  de  Mendoza,  de 
cuerpo  entero,  dio  motivo  á  ponerse  en  práctica  el 
uso  de  los  retratos  de  esta  clase. 


64 


boletín 


con  delectación  tan  hermosos  versos, 
pedía  más  y  más,  y  el  bueno  de  D.  Ma- 
nuel, que  se  remoza  en  tales  momentos, 
se  mostró  galante  con  el  concurso,  ha- 
ciendo oir  lo  mejor  de  su  repertorio  tan 
extenso  como  escogido. 

Palau  dio  á  conocer  fragmentos  de  un 
poema,  varios  sonetos,  y  su  oda  Al  carbón 
de  piedra,  composición  que  pudiéramos 
llamar  del  género  científico,  que  con  tan- 
ta fortuna  cultiva  el  ilustre  ingeniero. 

Felíu  y  Codina  recitó  admirablemente 
su  precioso  romance  La  Tuna,  en  el  que 
describe  de  modo  maravilloso  escenas 
estudiantiles,  de  los  tiempos  en  que  Al- 
calá de  Henares  era  emporio  de  la  cien- 
cia; dicha  composición,  en  cuyo  elogio 
sólo  hemos  de  decir  que  es  digna  de  la 
fama  del  autor  de  La  Dolores  y  de  Miel 
de  la  Alcarria,  forma  parte  del  Álbum 
de  Alcalá,  que  por  iniciativa  del  Sr.  Don 
Lucas  del  Campo  pronto  verá  la  luz  pú- 
blica. 

Fernández  Vahamonde  declamó  su  her- 
mosa leyenda  La  Abadía,  composición 
del  género  romántico,  que  fué  escu- 
chada con  grandes  muestras  de  agrado 
por  parte  del  público  y  aplaudida  des- 
pués ruidosamente.  El  Sr.  Vahamonde 
irá  lejos,  si  continúa  trabajando  y  des- 
echa ese  temor  que  otros  con  menos  mé- 
ritos que  él  hace  tiempo  perdieron. 

Y  tócanos  ahora,  para  terminar,  ocu- 
parnos en  la  parte  más  simpática  de  la  ve- 
lada; nos  referimos  ala  intervención  que 
en  la  misma  tuviéronlas  señoritas  María 
Ángulo,  Luisa  Garín  y  Matilde  Torija. 

La  primera  ,  elegantemente  vestida, 
cantó  de  manera  inimitable  un  aria  de  la 
ópera  Carmen  y  la  de  Margarita  de  Me- 
fistofele;  en  ambas  demostró  su  exce- 
lente educación  musical  y  buen  gusto, 
premiando  el  público  con  estrepitosos 
aplausos  su  trabajo  y  pidiendo  la  repeti- 
ción del  aria  de  Margarita,  que  por  mo- 
destia exagerada  de  la  señorita  Ángulo, 
nos  vimos  privados  de  volver  á  oir. 

Luisa  Garín  cantó  el  aria  de  la  ópera 
vascongada  Pudente  y  el  rondó  final  de 
Sonámbula ,  demostrando  sus  buenos 
conocimientos  artísticos  y  sus  grandes 
facultades  como  tiple  ligera:  fué  aplau- 
didísima. 


Matilde  Torija  cautivó  por  su  hermo- 
sura y  su  manera  de  tocar  el  piano  :  eje- 
cutó, Una  página  de  Heller ,  y  Legge- 
ressa,  demostrando  en  ambas  su  pasmo- 
sa ejecución  y  exquisito  gusto,  que  para 
sí  quisieran  otros  maestros  que  hemos 
oído  en  el  Ateneo. 

Dio  término  tan  agradable  fiesta  con  la 
Tarantella  de  Gotschalk  ,  ejecutada  á 
cuatro  manos  por  las  señoritas  Torija  y 
Ángulo,  que  fué  maravillosamente  toca- 
da; el  público  tributó  una  gran  ovación  á 
las  dos  señoritas,  que  á  su  gran  distin- 
ción reúnen  conocimientos  más  propios 
de  maestros  que  de  aficionadas. 

Los  individuos  de  la  Sociedad  de  Ex- 
cursiones siempre  guardarán  gratitud 
para  cuantos  tomaron  parte  en  fiesta  tan 
agradable.  Reciban  el  testimonio  de  la 
misma  los  Sres.  Feliu ,  Palacio ,  Gonzalo 
de  Castro,  Vahamonde  y  Palau,  así  como 
las  señoritas  Torija,  Garín  y  Ángulo,  es- 
pecialmente estas  últimas,  que  fueron  el 
mayor  atractivo  de  la  velada. 

Pecaríamos  de  injustos  si  no  hiciéra- 
mos mérito  de  la  comisión  organizadora, 
y  especialmente  del  alma  de  la  misma, 
Sr.  Alvarez  Sereix,  que  con  su  incansa- 
ble actividad,  lo  dispuso  todo  de  modo 
que  la  fiesta  resultara  tan  brillante,  como 
pudieron  apreciar  cuantos  á  ella  asis- 
tieron. 

La  Sociedad  de  Excursiones  adquie- 
re cada  día  mayor  importancia,  debido  á 
la  labor  incesante  de  su  ilustre  presidente 
el  Sr.  Serrano  Fatigati,  y  no  tardará  en 
llegar  el  día  en  que,  vencidas  las  peque- 
ñas dificultades  con  que  hoy  lucha  para 
su  amplio  desarrollo ,  los  socios  de  la 
misma  puedan  visitar  á  poca  costa,  y  lo 
más  cómodamente  posible,  los  mil  monu 
mentos  é  ignoradas  preciosidades  artís- 
ticas que  por  todos  sus  rincones  guarda 
nuestra  querida  España,  signos  de  otras 
edades,  en  las  cuales  el  arte  y  la  ciencia 
estaban  más  atendidos  que  lo  están  hoy, 
que  tanto  blasonamos  de  progreso. 

F.  Calatraveíño. 

El  domingo  24  de  Marzo,  en  el  último 
tren  de  la  noche,  regresó  de  Segovia  y  La 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


65 


Granjalacomisiónexpedicionaríade  nues- 
tra Sociedad,  compuesta  de  su  Presidente 
Sr.  Serrano  Fatigati  y  los  Sres.  Bosch 
(D.  Pablo),  González  Revilla,  Mediavilla, 
Navarro  Amandi  y  Rosell,  viniendo  agra- 
decidos todos  sus  individuos  á  las  delica- 
das atenciones  que  con  ellos  han  tenido 
los  sabios  ingenieros  Sres .  Breñosa  y 
Castellarnau,  delegado  éste  último  de  la 
Sociedad  en  Segovia. 

Los  viajeros  estudiaron  el  hermoso 
acueducto,  la  iglesia  de  San  Millán,  los 
pórticos  de  San  Martín  y  San  Esteban,  la 
torre  elegantísima  de  éste  último  templo, 
el  alcázar  y  sus  trabajos  de  restauración, 
la  catedral  y  su  claustro,  la  antigua  sina- 
goga del  Corpus  Christi,  la  Vera  Crus, 
el  Parral,  el  Tanto  Monta,  las  casas  del 
comunero  Bravo ,  marqués  de  Alpuente 
y  la  llamada  de  los  Picos  y  el  famoso 
Santo  Cristo  perteneciente  á  la  Sra.  Mar- 
quesa viuda  de  Lozoya,siemprebenévola 
y  bondadosa  con  los  forasteros. 

El  cronista  de  la  excursión  dará  cuenta 
en  breve  en  el  Boletín  del  resultado  de 
sus  trabajos. 


También  el  28  del  pasado  mes  de  Abril 
se  verificó  la  anunciada  excursión  ala  villa 
de  Illescas  (Toledo),  á  que  concurrieron 
el  Presidente  y  Vocal  de  la  Sociedad,  se- 
ñores Serrano  Fatigati  y  Herrera,  y  los 
Sres.  Bochs,  Florit,  Foronda,  Mediavilla, 
Stuyck  y  \'argas.  Acompañados  nues- 
tros consocios  por  las  autoridades  civiles 
y  eclesiásticas  de  aquella  villa  y  por  va- 
rios señores  particulares,  examinaron  los 
monumentos  y  curiosidades  que  encierra, 
regresando  á  la  corte  satisfechos  y  agra- 
decidos á  las  finas  atenciones  de  que  fue- 
ron objeto. 


-c^-<^'-eKi.<bJ!^«).«y?>  o^-i  • 


NUEVA  SOCIEDAD  EXCURSIONISTA 


LA  SOCIEDAD  PORTUGUESA  DE  EXCURSIONES 

*N0  de   nuestros   más  entusiastas 
compañeros,  cuyas  anuales  ex- 
cursiones veraniegas  al    vecino 
Reino  le  han  proporcionado   in- 
equívocas muestras  de  afecto  por  parte 


de  las  más  distinguidas  personalidades 
lusitanas ,  tuvo  el  verano  último  la  feliz 
idea  de  dar  á  conocer  nuestra  Sociedad  al 
Excmo.  Sr.  D.  Alvaro  Rebello  Valente. 
Este  distinguido  caballero,  cuyas  aficio- 
nes artísticas  son  bien  notorias,  como  lo 
demuestra  el  constante  estudio  de  los  más 
notables  y  menos  conocidos  monumentos 
arquitectónicos  de  Portugal ,  cuyas  foto- 
grafías obtiene  con  rara  habilidad  y  gran 
sentimiento  de  arte,  recordando  que  allá 
ensus  años  juveniles  había  formado  parte 
en  Italia  de  una  de  estas  análogas  Socie- 
dades, oyó  con  singular  complacencia 
cuanto  á  la  Española  de  Excursiones  se 
refería,  y  entrando  á  formar  parte  de  la 
misma,  concibió  desde  luego  el  proyecto 
de  constituir  en  Porto  una  Sociedad  ex- 
cursionista bajo  bases  análogas  á  las  que 
á  la  nuestra  informan. 

Satisfacción  grande  nos  produjo  el 
ingreso  en  la  Sociedad  del  Sr.  Rebe- 
llo Valente,  á  quien  manifestamos  al 
punto  nuestras  simpatías  invistiéndole 
con  el  cargo  de  delegado  nuestro  en 
Porto. 

Así  las  cosas,  hemos  recibido  un  nú- 
mero del  notable  periódico  portuense  O 
Prirneiro  de  Janeiro ,  correspondiente 
al  22  de  Marzo  próximo  pasado,  dándo- 
nos la  agradable  noticia  de  la  constitu- 
ción en  Porto  de  la  Sociedad  portuguesa 
de  excursio}ies,no\.\c\di  que  era  ya  imposi- 
ble dar  á  nuestros  consocios,  no  sólo  por- 
que el  día  en  que  tan  grata  nueva  reci- 
bimos se  hallaba  en  prensa  el  número  de 
nuestro  Boletín,  correspondiente  all."  de 
Abril,  sino  también  porque  consideramos 
el  suceso  de  tanta  importancia  que  no  po- 
díamos limitarnos  á  darle  á  conocer  sin 
dedicarle  algunas  frases  que  reñejaran  la 
simpatía  en  que  acogemos  á  nuestra  her- 
mana Portuguesa,  los  votos  que  hacemos 
por  su  prosperidad,  y  las  seguridades  que 
abrigamos  de  los  grandes  servicios  que 
ha  de  prestar  á  la  ciencia  y  á  las  artes 
una  corporación,  que,  al  iniciarse,  cuenta 
ya  en  su  seno  con  el  apoyo  y  cooperación 
de  personajes  tan  ilustrados  como  distin- 
guidos. 

Pero  dejemos  á  O  Primeiro  de  Janeiro 
el  relato  de  tan  importante  aconteci- 
miento ; 


66 


boletín 


"Sociedad  Portuguesa  de  Excursiones. 

Con  esta  denominación,  y  con  ramifica- 
ción en  diferentes  comarcas  de  nuestro 
país,  trátase  de  crear  en  Porto  una  Socie- 
dad cuyo  objeto  es,  según  el  proyecto  de 
sus  Estatutos,  el  estudio  de  nuestro  país 
bajo  los  puntos  de  vista  científico,  histó- 
rico, literario,  artístico  y  pintoresco. 

A  este  fin  se  reunieron  anoche  en  el  sa- 
lón de  nuestro  estimado  colega  Commer- 
cio  do  Porto,  los  señores : 

D.  Benito  Carqueja,  distinguido  botáni- 
co; el  Director  de  la  Escuela  de  Medicina; 
Consejero  D.  Wenceslao  de  Lima,  profe- 
sor de  mineralogía  y  geología  en  la  Aca- 
demia Politécnica;  el  Dr.  Gómez  Ferrei- 
ra,  ilustradísimo  director  del  Comercio 
de  Oporto;  los  ingenieros  Teixeira,  Le- 
ranjeira,  profesores  de  la  Academia  Poli- 
técnica; D.  Manuel  de  Alburquerque,  bo- 
tánico distinguido,  y  D.  Francisco  de  Al- 
burquerque; el  Médico  doctor,  D.  íuanBa- 
rreira ,  eximio  escritor  ;  el  arqueólogo 
D.  Alfredo  Alvés;  el  agricultor  y  anticua- 
rio insigne  D.  Manuel  S.  Romao;  D.  Alva- 
ro Rebello  Valente,  delegado  de  la  Espa- 
ñola de  Excursiones;  el  Sr.  Roha  Peixoto, 
arqueólogo  naturalista;  D.  Joaquín  Pa- 
checo, copropietario  del  Comrnercio  do 
Porto,  y  otros. 

Leído  el  proyecto  de  Estatutos  presen- 
tado por  el  Sr.  Rebello  Valente,  ferviente 
y  entusiasta  iniciador  de  la  Sociedad,  fué 
aprobado  por  unanimidad  con  ligeras  al- 
teraciones, propuestas  por  los  Sres.  Gó- 
mez, Teixeira,  Lima  y  Carqueja.,, 

Una  de  las  disposiciones  del  proyecto  de 
Estatutos  es  la  siguiente: 

"La  sociedad  se  divide  ¡en  cuatro  sec- 
ciones, á  saber:  a)  Ciencias  naturales, 
b)  Ciencias  históricas,  c)  Literatura,  d) 
Bellas  artes.,, 

Dispone  también  el  proyecto  que  "  en 
cualquier  localidad  donde  exista  un  cierto 
número  de  socios,  podrá  ser  constituida 
una  delegación  administrativa  de  la  Co- 
misión central.,, 

"La  cuota  anual  de  los  socios  es  de  3.000 
reis.„ 

Respecto  á  excursiones,  el  proyecto  de 
Estatutos  dispone  lo  siguiente: 
"Todos  los  años  habrá  una  excursión  or- 


dinaria y  las  excursiones  extraordinarias 
que  la  Comisión  ejecutiva  juzgue  conve- 
niente organizar.  „  "Cuando  la  Comisión 
ejecutiva  lo  juzgue  conveniente,  organi- 
zará conferencias  científicas  y  literaria.s 
en  los  puntos  donde  tenga  lugar  la  excur- 
sión.„ 

Se  acordó  gestionar  la  inmediata  aproba- 
ción de  los  Estatutos  por  la  autoridad  com- 
petente, para  que  pueda  quedar  en  breve 
y  definitivamente  constituida  la  Sociedad 
y  dirigir  circulares  en  la  capital  y  en  pro- 
vincias con  objeto  de  admitir  adhesiones. 

De  esperar  es  que  esta  idea  tenga  bri- 
llante acogida  y  que  contribuya  á  des- 
arrollar entre  nosotros  el  gusto  por  el  gé- 
nero de  excursiones  que  la  sociedad  se 
propone  realizar,  como  sucede  en  otros 
países,  y  señaladamente  en  España,  don- 
de existe  una  floreciente  sociedad  de  esta 
clase.,, 

Reciba,  pues,  nuestra  ilustre  hermana 
al  más  cariñoso  saludo ;  reciba  nuestro 
digno  delegado,  Sr.  Rebello  Valente,  las 
más  sinceras  felicitaciones ,  á  las  cuales 
se  unirán  las  de  todos  cuantos  por  el  pro- 
greso de  la  ciencia,  las  artes  y  las  letras 
se  interesen,  porque  de  seguro  con  nada 
podría  haberlas  prestado  mayor  servicio 
que  con  la  creación  de  un  cuerpo  ilustre 
que,  llevando  á  los  pueblos  que  recorra 
en  sus  excursiones  el  convencimiento  de 
que  la  conservación  de  aquellos  monu- 
mentos, resto  hoy  de  las  pasadas  grande- 
zas de  que  fueron  testigos ,  es  una  de  las 
mayores  muestras  de  cultura  que  la  edad 
presente  puede  ofrecer  á  la  venidera. 

Si  en  los  últimos  tiempos  hubieran  exis- 
tido sociedades  de  esta  índole,  no  lamen- 
taría Portugal,  ni  lamentaría  España,  la 
desaparición  de  tantas  y  tantas  riquezas 
como  la  piqueta  demoledora  de  la  revo- 
lución y  la  más  demoledora  aún  de  la  ig- 
norancia han  destruido. 

Adelante,  pues,  en  tan  noble  empresa  y 
hagamos  votos  porque,  en  día  no  lejano, 
nos  hallemos  ambas  sociedades  reunidas 
en  una  de  esas  conferencias  de  que  habla 
el  proyecto  de  estatutos,  y  en  la  cual  can- 
temos fraternalm.ente  las  excelencias  de 
nuestras  respectivas  arquitecturas  na- 
cionales la  mudejar  y  la  manuelina  en 
los  ricos  idiomas  de  Camoés  y  Cervantes. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


67 


De  hoy  para  siempre,  sepa  la  Sociedad 
Portuguesa  de  Excursiones  que  hallará 
en  nosotros  la  más  leal  y  afectuosa  co- 
rrespondencia, y  que  los  individuos  de 
aquélla  que  nos  honren  con  su  visita,  se- 
rán, por  el  solo  hecho  de  formar  parte  de 
la  Sociedad  Portuguesa,  recibidos  y  con- 
siderados cual  si  nuestros  propios  con- 
socios fueran. 

La  Redacción. 

SQ<§@lOXt  OHI©lflJa 


BIB]i,IO@ElflH,TH 


La  Sociedad  de  Excursiones  en  IVIayo. 

La  Sociedad  Española  de  Excursiones 
realizará  una  á  las  villas  de  Ocaña  y  Ye- 
pes  (Toledo)  en  los  días  18  y  19  de  Mayo, 
con  arreglo  á  las  condiciones  siguientes: 

Salida  de  Madrid  (estación  de  Atocha), 
el  18  á  las  7h  15'  de  la  mañana. 

Llegada  á  Ocaña,  á  las  lOíi  31' mañana. 

Salida  de  Ocaña  para  Madrid,  el  19  á 
las  llh  47  de  la  mañana. 

Llegada  á  Madrid,  á  las  4^  25'  tarde. 

Monumentos  que  se  visitarán.  —  En 
Ocaña:  iglesias  de  Santa  María,  San  Pe- 
dro, San  Juan  y  San  Martín;  restos  del 
castillo,  etc. 

En  Yepes,  la  magnífica  colegiata. 

Cuota.  —  Treinta  pesetas,  en  que  se 
comprende  el  billete  de  segunda  clase  de 
Madrid  á  Ocaña  y  viceversa,  asiento  de 
coche  á  Yepes,  manutención  y  gratifica- 
ciones. 

Para  las  adhesiones  á  esta  excursión, 
dirigirse  de  palabra  ó  por  escrito  hasta  el 
día  17  á  las  7  de  la  tarde,  acompañando 
la  cuota,  al  Sr.  D.  Enrique  Serrano  Fa- 
tigati,  Presidente  de  la  Sociedad,  calle  de 
las  Pozas ,  núm.  17.  Los  Sres.  Socios 
adheridos  deberán  estar  en  la  estación 
quince  minutos  antes  de  la  salida  del  tren. 

Madrid  1.°  de  Mayo  de  1895.— El  Secre- 
tario general,  Vizconde  de  Palazuelos. 
— V.^  B.°  El  Presidente,  Serrano  Fati- 
gati. 


Juventud. 

Si  conoces,  carísimo  lector,  á  Federico 
Degetau,  si  has  entretenido  tu  imagina- 
ción con  la  ingeniosa  trama  de  El  Secre- 
to de  la  Domadora,  ó  si  has  meditado  al- 
gún momento  en  los  profundos  problemas 
expuestos,  bajo  forma  amena  é  intere- 
sante, en  la  colección  de  cuentos  titula- 
dos Para  el  viaje;  no  necesito  decirte 
más,  sino  que  el  epígrafe  que  sirve  de 
encabezamiento  á  estas  líneas ,  figura  en 
la  portada  de  una  nueva  obra  del  referi- 
do autor,  que  verás  expuesta  estos  días 
en  los  escaparates  de  todas  las  librerías. 
Mas  si  por  acaso  no  hubieras  entablado 
aún  relaciones  literarias  con  el  distingui- 
do escritor  puerto-riqueño,  si  el  género 
que  cultiva  te  fuese  desconocido,  enton- 
ces permíteme  que  dedique  unos  cuantos 
renglones  nada  más  á  su  última  produc- 
ción. 

Juventud,  es  un  volumen  en  8.°,  de  cer 
ca  de  400  páginas,  elegantemente  impre- 
so, que  revela  en  todos  sus  detalles  tipo- 
gráficos el  cuidadoso  esmero  con  que  De- 
getau atiende  á  presentar  los  hijos  de  su 
ingenio  pulcramente  acicalados  ante  las 
miradas  del  público.  No  se  crea,  sin  em- 
bargo, por  lo  que  dicho  queda,  que  la 
bondad  del  papel  y  los  primores  de  la 
impresión  son  las  cualidades  distintivas 
de  la  novela  que  me  ocupa,  porque  esto 
equivaldría  á  decir,  que  bajo  una  brillan- 
te capa  se  esconde  un  mal  bebedor,  cuan- 
do justamente  es  todo  lo  contrario,  por- 
que la  obra  de  Degetau,  aun  impresa  en 
el  peor  papel  posible  y  en  la  imprenta 
más  pésima  de  Madrid ,  resultaría  siem- 
pre, en  mi  humilde  concepto,  una  novela 
de  buena  casta,  digna  de  ser  leída  por 
toda  persona  de  buen  gusto  artístico. 

No  hay  que  buscar  en  Juventud  trage- 
dias espeluznantes,  crímenes  á  granel  ó 
descripciones  pornográficas  de  esas  que 
tan  frecuentes  son  en  las  producciones 
contemporáneas  á  título  de  estudios  del 
documento  huniano,  que  con  tal  motivo 
resulta  con  efecto  un  documento,  pero 
recogido  en  las  carretillas  de  los  barren- 
deros, con  todas  las  máculas  propias  de 


b8 


boletín 


los  papeles  que  á  tan  desdichado  extre- 
mo vienen  á  parar.  El  documento  estu- 
diado por  Degetau  es  limpio  y  decente. 
Lo  mismo  el  fondo,  delicadísima  trama 
entretejida  con  singular  primor,  que  la 
forma  correcta  y  trabajada  á  conciencia 
hacen  al  libro  presentable  y  admisible  en 
todas  partes,  sin  dejar  por  ello  de  ser 
atractivo  en  alto  grado. 

Algo  tal  vez  pudiera  suprimirse  en  la 
novela,  que  por  su  carácter  episódico  dis- 
trae algún  tanto  la  atención  en  el  último 
tercio  de  la  narración;  pero  hay  que  tener 
en  cuenta  que  Degetau  es,  ante  todo,  un 
profundo  pensador,  preocupado  muchas 
veces  con  las  más  graves  cuestiones  so- 
ciales, y  que  esto  ha  de  conocerse  forzo- 
samente en  sus  obras,  sobre  todo  cuando 
acontece  como  en  el  caso  de  que  se  trata, 
en  el  que  la  acción  de  la  novela  se  rela- 
ciona directamente  con  problemas  tan  pa- 
vorosos como  la  abolición  de  la  pena  de 
muerte;  con  todo  lo  cual,  y  en  último  ex- 
tremo, nada  va  perdiendo  el  lector. 

Por  lo  demás,  los  caracteres  están  estu- 
diados del  natural  á  la  perfección  y  en  to- 
dos sus  detalles.  Lo  mismo  el  tipo  her- 
mosísimo de  Pepe,  el  protagonista  de  la 
obra,  que  personifica  la  juventud  con  to- 
dos sus  entusiasmos,  que  las  delicadas 
figuras  de  la  criolla  Suncha  y  de  su  ma- 
dre; las  personalidades  simpáticas  del 
Dr.  Sánchez  y  de  doña  Angeles,  y  las  pi- 
carescas de  la  condesa  de  Arete  y  del  pe- 
riodista Emilio,  revelan  un  profundo  es- 
píritu de  observación  y  un  .dominio  de  los 
recursos  literarios,  que  dan  por  resultado 
el  gran  interés  que  inspiran  los  persona- 
jes que  intervienen  en  la  acción,  aun  los 
más  secundarios,  todos  ellos  dibujados  de 
mano  maestra.  La  parte  descriptiva  no  le 
va  en  zaga,  y  páginas  enteras,  arrancadas 
del  libro  de  Degetau,  podrían,  sin  incon- 
veniente alguno,  intercalarse  entre  las  de 
las  novelas  de  nuestros  más  ilustres  es- 
critores contemporáneos. 

En  resumen ,  Juventud  es  una  pfoduc- 
ción  que  honra  á  la  literatura  patria,  y 
abrigo  la  esperanza  que,  de  ser  conocida 
como  se  merece,  si  no  proporciona  á  su 
autor  los  grandes  rendimientos  que  obras 
de  esta  índole  alcanzan  en  el  extranjero, 
por  lo  menos  obtendrá  la  consideración  y 


el  aplauso  de  todos  los  amantes  de  lo  ver- 
dadero, de  lo  bello  y  de  lo  bueno. 

A.  D.  J. 


*  * 


Apuntes  de  sigilografía  española  ó  estudio  de  los 
sellos  que  autorisan  los  documentos  antiguos  de 
España ,  precedidos  de  unas  nociones  de  carácter 
general ,  por  Manuel  Fernández  Mourillo,  Archive- 
ro-bibliotecario, Licenciado  en  Derecho.— Madrid, 
Avrial ,  1895.  En  8.°,  96  páginas. 

El  libro  del  Sr.  Mourillo,  á  más  del  pre- 
liminar, que  bien  pudiera  llamarse  Intro- 
ducción al  estudio  de  la  sigilografía,  está 
dividido  en  "Parte  general,,  y  "Parte  es- 
pecial,,. 

En  la  primera  trata  en  términos  gene- 
rales de  los  sellos,  sus  nombres,  historia, 
clasificación,  maneras  de  adherir  los  se- 
llos á  los  documentos,  tamaños,  materias 
empleadas  en  los  mismos  y  medios  de 
conservarlos,  figuras,  tipos  y  leyendas. 

En  la  segunda  parte  se  ocupa  de  los  se- 
llos españoles  por  regiones  y  por  épocas, 
así  de  los  de  reyes  y  príncipes ,  como  de 
los  de  reinas,  infantes,  nobleza  y  corpora- 
ciones; dedicando  la  última  sección,  ó  sea 
la  quinta,  á  los  sellos  eclesiásticos. 

Las  descripciones  están  bien  detalla- 
das, y  revelan  conocimiento  de  la  ciencia 
heráldica  y  de  todos  los  diferentes  ramos 
de  la  arqueología. 

Las  inscripciones  y  leyendas  que  con- 
tienen los  sellos  están  copiadas  con  mu- 
cho esmero. 

El  libro  del  Sr.  Mourillo  es  de  suma 
utilidad  á  cuantos  se  dedican  al  estudio 
de  las  ciencias  históricas.  Le  faltan  las 
láminas  á  tan  importante  obra;  pero  el 
autor  excusa  esta  omisión  en  su  prelimi- 
nar: "Bien  comprende  el  que  esto  escri- 
be, que  su  trabajo  queda  incompleto  sin 
un  álbum  ó  láminas  que  facilitasen  el  co- 
conocimiento  gráfico  de  los  sellos  descri- 
tos; pero  dificultades  de  diversa  índole  le 
impiden,  al  presente,  realizar  sus  propó- 
sitos en  este  punto.  „ 


1.081.  Establecimiento  tipográfico  de  Agustín  Avrial, 
San  Bernardo,  92.— Telé/.  3074 


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^L. 


BOIvBTlN 


DE  LA 


SOCIEDAD  ESPAiU  DE  EXCÜRSIOIS 


DIRECTOR: 
EL  VIZCONDE  DE  PALAZUELOS,  Secretario  general  de  la  Sociedad. 


AÑO  III 


nvtadria  1-°  de   jrvuiio   de  189S 


NÜM.  28 


EXCURSIONES 


EXCURSIÓN  PARTICULAR 


A    LA    factoría    DE    MATAGORDA 


N  la  hermosa  bahía  Gaditana,  fren- 
te al  muelle  y  fuerte  de  Punta- 
les, álzase  una  naciente  población 
obrera,  que,  si  bien  menor  en  ex- 
tensión que  sus  hermanas,  las  antiguas 
y  alegres  ciudades  de  Cádiz,  San  Fer- 
Tiando,  Puerto  Real  y  Puerto  de  Santa 
María,  que  pueblan  la  extensa  bahía,  no 
por  ello  deja  de  ser  menos  bulliciosa  que 
aquéllas,  gracias  á  la  industria  y  labo- 
riosidad de  sus  moradores.  Tal  pobla- 
ción conócese  con  el  nombre  de  Facto- 
ría de  Matagorda,  y  está  constituida  ex- 
clusivamente con  obreros  y  empleados 
de  la  Compañía  Trasatlántica. 

La  excursión  á  ella  verificada  en  el  pa- 
sado mes  de  Abril,  fué  de  cuantas  he 
realizado  desde  la  fundación  de  la  Socie- 
dad, una  de  las  que  mejores  y  más  agra- 
dables recuerdos  ha  dejado  en  mi  memo- 
ria. 

Recorriendo  aquellos  grandes  y  orde- 
nados talleres,  donde  cada  uno  tiene  su 
puesto;  contemplando  el  hermoso  dique 
seco  y  visitando  las  extensas  dependen- 
cias, ensánchase  el  ánimo,  y  la  alegría 
renace  en  el  corazón  de  todo  buen  espa- 
ñol, al  admirar  aquel  adelanto  y  activi- 
dad, aquella  gran  maquinaria,  aquellos 
almacenes,  y  finalmente,  aquel  orden  que 
T.  III. 


en  todo  reina,  á  que,  por  desgracia  nues- 
tra, tan  poco  acostumbrados  estam.os  los 
españoles.  Obsérvase  en  el  Astillero  un 
esmero  y  cuidado  en  todo  lo  que  se  refie- 
ra á  amparar  y  proteger  á  la  clase  traba- 
jadora, que  no  parece  sino  que  una  ma- 
dre atenta  y  cariñosa  vela  por  ella.  Allí 
tiene  el  obrero  iglesia  donde  poder  cum- 
plir con  los  deberes  religiosos,  asilo  para 
huérfanos,  escuela  de  niños  y  niñas,  tea- 
tro para  distraerse  los  días  festivos,  bi- 
blioteca popular  donde  encontrar  sana  é 
instructiva  lectura,  farmacia  y  asistencia 
médica  gratuita ',  cocina  económica,  en 
una  palabra,  todo  cuanto  pueda  contri- 
buir á  amparar  y  proteger  á  los  numero- 
sos y  honrados  operarios;  pues  á  ellos, 
que  con  sus  esfuerzos  é  inteligencia  con- 
tribuyen al  desarrollo  y  engrandecimien- 
to de  la  Compañía,  debe  ésta,  y  tal  es  la 
teoría  sustentada  por  su  digno  presiden- 
te el  Sr.  Marqués  de  Comillas,  consagrar 
una  gran  parte  de  su  capital. 


En  un  cuarto  de  hora  escaso  hácese  la 
travesía  desde  el  muelle  de  Cádiz  á  los 
Astilleros.  Al  irse  aproximando,  y  antes 
de  atracar,  nadie  puede  suponerse  la  acti- 
vidad y  movimiento  que  allí  reinan,  ocul- 


1  Llegando  la  generosidad  de  la  Compañía  hasta 
costear  los  gastos  al  obrero  que  por  prescripción  fa- 
cultativa necesita  aguas  minerales. 


70 


boletín 


to  como  está  por  los  numerosos  barcos 
que  en  espera  de  carena  ó  recomposición 
hállanse  fondeados  en  la  ensenada. 

Saltamos  al  muelle,  y  lo  primero  que 
nos  llama  la  atención  es  el  dique  seco. 
Mide  156  metros  de  eslora  por  27  de  man- 
ga, y  7,70  de  calado.  Empezó  á  cons- 
truirse en  Agosto  de  1872,  y  se  inauguró 
en  Julio  de  1878  con  la  entrada  del  vapor 
correo  Guipúscoa. 

Las  compuertas  son  metálicas  y  las 
bombas  de  desagüe  tardan  tres  horas  so- 
lamente en  hacer  el  achique  de  tan  in- 
menso depósito. 

El  antedique  ó  dársena  tiene  más  de 
8.000  metros  cuadrados  de  superficie,  y 
dos  muelles  laterales,  provistos  de  vía 
férrea  en  comunicación  directa  con  la 
red  de  ferrocarriles  andaluces.  Además, 
gran  número  de  grúas,  una  cabria  de  ar- 
bolar de  60  toneladas  de  fuerza,  movida 
á  vapor,  y  un  material  completo  de  fe- 
rrocarril de  vía  estrecha ,  facilitan  el 
buen  servicio  del  Astillero. 

En  la  grada  grande,  de  145  metros  de 
eslora  por  19,5  de  manga,  álzase,  ya  pró- 
ximo á  ser  lanzado  al  agua,  el  casco  de  un 
vapor  que  con  destino  á  una  Compañía 
naviera  de  Filipinas  construye  la  Tras- 
atlántica. 

Siguiendo  por  el  lado  derecho,  confor- 
me desembarcamos,  se  llega  al  taller  de 
herrería  de  ribera,  donde  entre  ensorde- 
cedor estrépito,  se  trabajan  y  ajustan  las 
planchas  que  han  de  formar  el  casco  de 
las  embarcaciones.  A  continuación  está 
el  taller  de  botes  y  embarcaciones  meno- 
res, y  después  el  de  mecánica  y  carpin- 
tería. En  estos  extensos  talleres  se  cons- 
truyen desde  las  obras  más  finas  y  deli- 
cadas como  el  modelito  del  Joaquín  del 
Piélago,  que  figuró  en  la  Exposición  de 
Chicago,  hasta  las  más  toscas  y  ordina- 
rias obras  de  carpintería,  como  bancos 
de  pino,  piezas  de  arboladura,  etc.,  etc. 

Conista  este  edificio  de  dos  pisos;  el 
bajo,  en  que  se  cortan,  labran  y  ajustan 
las  maderas,  y  el  alto,  en  que  está  instala- 
da la  sala  de  trazados  y  las  de  barniz  y 
tapicería.  Vi  en  dichos  talleres  tres  útiles 
inventos,  debidos  al  estudioso  jefe  de  di- 
chos talleres,  Sr,  García  Cabezas.  Uno  de 
ellos  es  un  banco  que,  colocado  sobre  Ki 


cubierta  de  un  barco ,  se  transforma  en 
un  momento,  por  medio  de  sencillo  me- 
canismo, en  bote  salvavidas  '.  Otro  es 
una  balsa  que,  plegada,  ocupa  reducido 
espacio,  y  en  caso  de  necesidad  puede 
sostener  gran  número  de  náufragos,  y, 
por  último,  el  tercero  lo  contituye  un  ca- 
jón muy  manejable  que,  con  gran  facili- 
dad se  transforma  en  altar,  sirviendo 
al  mismo  tiempo  para  guardar  los  orna- 
mentos sagrados. 

En  la  parte  izquierda  del  Astillero  están 
los  talleres  de  forja,  ajuste  y  calderería, 
los  de  maquinaria,  electricidad,  galvano- 
plastia, almacenes  de  modelos,  tahona, 
farmacia,  oficinas,  casa  de  bombas  y  ma- 
terial de  incendios,  etc.,  etc.  Últimamente, 
en  la  parte  central  correspondiente  á  la 
cabeza  del  dique,  está  el  almacén  de 
maderas,  el  de  excluidos,  el  laboratorio 
químico  y  el  almacén  general,  donde,  per- 
fectamente ordenado  y  pronto  para  utili- 
zarlo, se  halla  todo  cuanto  puede  necesi- 
tarse en  un  barco,  tanto  para  su  manejo 
y  mantenimiento  como  para  el  servicio 
del  pasaje  y  tripulación. 

Hay  además  en  la  Factoría  de  Mata- 
gorda  un  completo  material  de  salva- 
mento de  buques,  con  escafandras  y  de- 
más aparatos  modernos  á  tal  uso  desti- 
nados; un  depósito  de  5.000  toneladas  de 
carbón  Cardiff,  al  que  pueden  atracar  los 
buques  directamente;  agua  dulce;  gran 
número  de  piezas  de  respeto  para  recom- 
posición de  máquinas  y  calderas;  depósi- 
tos de  motonería,  jarcias  y  demás  pertre- 
chos de  aparejo;  en  fin,  todo  cuanto  pueda 
necesitar  un  barco  para  estar  listo  y  ha- 
cerse á  la  mar. 

Rodeados  de  jardines,  contribuyendo 
así  á  dar  un  bello  y  alegre  aspecto  al 
Astillero,  al  mismo  tiempo  que  eleva  los 
altos  fines  que  la  Compañía  se  propone, 
álzanse  los  siguientes  edificios.  Una  igle- 
sia de  estilo  bizantino  construida  según 
los  planos  y  bajo  la  dirección  del  Sr.  Gar- 
cía Cabezas,  y  á  los  lados,  como  comple- 
mento, una  escuela  y  un  asilo  de  huérfa- 
nos. Además  hay  un  teatro  que,  aun  cuan- 
do hecho  de  madera ,  por  exigirlo  así  la 
proximidad  del  fuerte  de  Matagorda,  ya 


1  S:  usa  ya  en  algunos  vapores  trasatlánticos, 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


71 


lo  quisieran  algunas  capitales  de  pro- 
vincia. 

En  medio  de  todo,  y  como  presidiendo, 
está  colocado  el  monumento  dedicado  al 
fundador  de  la  Compañía,  D.  Antonio  Ló- 
pez. Alzase  su  estatua,  fundida  en  bron- 
ce, sobre  un  pedestal  de  piedra  cuyas  cua- 
tro caras  representan  alegóricamente  los 
cuatro  puertos  principales  de  Cádiz,  Bar- 
celona, Santander  y  la  Habana,  donde  la 
flota  Trasatlántica  hace  sus  escalas. 

Hecha  esta  ligera  reseña  de  cuanto  vi 
en  mi  excursión,   réstame   únicamente 
dar  las  gracias  á  los  Sres.  Salvador  Ma- 
ristani ,   Gil  y  García  Cabezas,  por  su 
atención  y  amabilidad  al  enseñarme  todo 
cuanto  digno  de  verse  hay  en  la  Factoría, 
y  especialmente  á  este  último,  que  me 
acompañó  durante  las  tres  horas  que  du- 
ró la  visita.  Y  como  dato  para  que  los 
lectores  puedan  juzgar  de  la  utilidad  y 
beneficios  que  á  la  clase  obrera  reporta 
la  Com_pañía  Trasatlántica,  haré  constar 
que  la  suma  pagada  anualmente  en  con- 
cepto de  pensiones  á  individuos  inutiliza- 
dos ó  envejecidos  en  el  servicio  ó  á  las 
familias  de  los  muertos  en  el  cumplimien- 
de  su  deber,  excede  de  setenta  y  cinco 
mil  pesetas  ;  y  que  lo  satisfecho  en  con- 
cepto de  sueldos  y  material  por  la  Dele- 
gación de  Cádiz,  pasa  un  año  con  otro,  de 
diez  millones  de  pesetas. 

Pelayo  Quintero. 


—^■¥>i-^- 


SECCIÓN  DE  CIENCIAS  HISTÓRICAS 

LA  ESTACIÓN  PREHISTÓRICA 

DE 


I 


UCLÉS  PREHISTÓRICO 

pCLÉs  ha  sido  estudiado  bajo  varios 
aspectos.  Celebrada  fué  por  los 
entomólogos  la  riqueza  y  varie- 
'^^¡^  dad  de  su  fauna;  cantaron  los  poe- 
tas las  hazañas  de  sus  caballeros;  repeti- 
das veces  los  historiadores  vinieron  á  ho- 


jear las  páginas  tan  gloriosas  de  su  histo- 
ria: hoy  día,  aquí  lo  mismo  que  en  otros 
puntos  de  la  Península  y  demás  partes 
del  mundo,  sopló  el  viento  ala  prehistoria. 
¿Quién  podrá  conjeturar  cuántos  teso- 
ros arqueológicos  hubiera  de  entregar- 
nos el  atento  estudio  de  este  suelo  cuyas 
riquezas  con  pie  indiferente  ó  distraído 
hace  catorce  años  vamos  pisando?  Por  lo 
alto  de  los  collados,  dentro  del  desecado 
lecho.de  los  torrentes,  en  la  superficie  de 
los  labrados  campos,  hasta  mezclados  con 
el  polvo  de  los  caminos,  no  es  raro  en- 
contrar vestigios  de  un  arte  primitivo, 
bosquejados  productos  de  la  naciente  in- 
dustria humana:  hachas  de  pedernal,  pun- 
tas de  flechas  (fig.  1),  instrumentos  de  pie- 
dra (fig.  2),  punzones  de  hueso  (fig.3),con- 


Fig-.  I.*'— Punta  de 
flecha. 


Fig.  2.^— Instrumento  de 
piedra. 


chas  horadadas  (fig.  4),  fragmentos  de  una 
cerámica  rudimentaria  (fig.  5). 

Poseen  la  mayor  parte  de  los  pueblos 
vecinos  gran  número  de  hachas  pulimen- 
tadas, las  cuales  consideran  todavía  mu- 
chos como  preciosos  amuletos  contra  el 
rayo.  Los  romanos  y  griegos  las  llama- 
ron ceraimias;  los  franceses,  pierres  du 
tonnerre;  aquí  las  apellidan  rayos  ó  cen- 
tellas. 

En  Alcásar  del  Rey  me  entregó  D.  Luis 
Valdecabras,  diputado  provincial  de 
Cuenca,  tres  de  los  dichos  instrumentos, 
en  cuyo  número  se  encontraba  una  mag- 
nífica de  fibrolita,  la  más  hermosa,  según 
parece,  de  las  que  hasta  ahora  se  han  en- 
contrado en  España.  En  Almendros  reco- 
gí unas  sesenta  y  varias  en  otros  puntos 
de  la  región. 

Sin  embargo ,  en  ninguna  parte  apare- 
cieron más  abundantes  que  en  Segóbriga 
los  restos  de  las  primeras  civilizaciones 


1-^ 


boletín 


que  fuéronse  desarrollando  en  este  país. 

Segóbriga  es  una  antigua  ciudad  roma- 
na asentada  en  la  orilla  del  Giguela^  ria- 
chuelo afluente  del  Guadiana. 

Un  anfiteatro  medio  rellenado,  las  rui- 
nas de  un  templo  y  numerosos'  edificios 
públicos,  gigantescos  pedazos  de  mura- 


cerro  de  Cabeza  del  Griego,  ora  en  las  se- 
pulturas visigóticas. 

Nadie,  sin  embargo,  sospechó  hasta  es- 
tos últimos  tiempos  que,  á  poca  distancia 
de  la  ciudad,  existiese  una  cueva  profun- 
da é  inexplorada,  en  cuyas  tortuosas  ga- 
lerías yacían  sepultados  muchos  restos 
de  la  edad  neolítica  y  de  la  del  cobre  puro. 


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Fig,  4.* — Fragmento  de  concha  horadado. 

En  1892  un  guarda  bosque  de  D.  Gre- 
gorio Alonso  y  Grimaldi,  al  levantar  una 
piedra,  tropezó  con  esa  gruta  cerrada 
desde  tantos  siglos;  pero  no  atreviéndose 
á  penetrar,  la  señaló  á  D.  Pelayo  Quinte- 
ro y  Ataurí,  quien  se  sirvió  indicármela 
y  bajar  á  ella  para  que  después  fuésemos 
á  hacer  detenidas  excavaciones;  lo  que 
comenzamos  á  verificar  en  Octubre  del 
mismo  año;  pero  habiendo  tenido  mi  ami- 
go que  marchar  á  Madrid,  no  por  esto 
quise  dejar  de  seguir  el  emprendido  tra- 
bajo. 

Duraron  las  excavaciones  desde  Octu- 
bre 1892,  hasta  Septiembre  1893,  pero  no 
sin  repetidas  interrupciones.  EnSeptiem- 


Fig.  3.*— Punzón  de  hueso. 

lias,  he  ahí  lo  poco  que  ha  sobrevivido  de 
la  antigua  magnificencia  de  la  que  fué  ca- 
pital de  la  Celtiberia  durante  la  domina- 
ción romana  y  cabeza  de  una  diócesis  en 
tiempo  de  los  visigodos. 

Al  revolver  unas  y  otras  veces  los  es- 
combros amontonados  en  su  recinto,  sa- 
lieron á  luz  vestigios  no  despreciables  de 
una  civilización  prehistórica.  Délas  trein- 
ta ó  cuarenta  hachas  entregadas  al  Mu- 
seo de  Madrid  por  D.  Román  García  y 
Soria,  siete  ú  ocho  fueron  recogidas,  ora 
en  el  anfiteatro ,  ora  en  la  vertiente  del 


Fig.  5.*— Fragmento  de  vasija. 

bre  de  1893,  salió  en  el  Boletín  de  la  Real 
Academia  de  la  Historia  una'  primera 
memoric',  en  la  que  resumí  los  descubri- 
mientos hechos  hasta  el  mes  de  Junio  del 
citado  año. 

La  extensa  relación  de  todas  nuestras 
exploraciones  ha  comenzado  á  publicar- 
se con  el  número  2.°  del  tomo  xxiii  de  los 


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NUESTRA  SEÑORA  DEL  CLAUSTRO 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


73 


Anales  de  la  Sociedad  española  de  la 
historia  natural  y  continuará  en  la  mis- 
ma revista.  Pero  como  el  estudio  deteni- 
do del  yacimiento  de  Segóbriga,  por  ser 
el  primero  de  la  edad  neolítica  encontra- 
do en  la  parte  central  de  la  Península,  ne- 
cesita otro  estudio  comparativo  y  de  mu- 
cho aliento  de  las  demás  civilizaciones  de 
la  misma  época  descubiertas  en  otros 
puntos  de  Europa,  me  he  decidido,  á  rue- 
gos del  Sr.  Quintero,  á  escribir  un  com- 
pendio que  dé  á  conocer  brevemente  los 
resultados  más  importantes  de  las  exca- 
vaciones efectuadas. 

P.  Eduardo  Capelle. 
(Continuará) 


'm-^M-m- 


ARQUETA  DE  LA  CATEDRAL  DE  ASTORGA 


Wli.  A  arqueta  que  reproduce  nuestra 
'^J  fototipia  debe  contarse  entre  los 
objetos  que  figuraron  en  primera 
^^*  línea  en  la  celebrada  Exposición 
Histórico-Europea  de  Madrid  (Sala  vi, 
número  52).  Contribuyen  al  interés  que 
despierta  semejante  joya  arqueológica 
su  auténtica  y  respetable  antigüedad,  sus 
caracteres  artísticos  y  su  significación 
histórica,  como  enlazada  que  está  con 
aquel  gran  monarca  asturiano,  Alfon- 
so III  el  Magno  y  su  esposa  Jimena. 

Es  de  madera  chapeada  de  plata;  su 
forma  es  prismática,  terminando  en  pirá- 
mide truncada,  y  tiene  por  dimensiones 
30  centímetros  de  longitud  por  20  de  an- 
chura y  17  de  altura. 

De  las  dos  caras  principales,  en  la  de- 
lantera aparecen  dos  órdenes  superpues- 
tos de  á  seis  arcos  de  medio  punto  y  filia- 
ción latino-bizantina,  correspondiendo  el 
orden  inferior  al  cuerpo  de  la  arqueta  y 
el  superior  á  la  tapa;  son  de  notar  en 
unos  y  otros  la  labor  en  zig-zag  y  las  pie. 
dras,  ora  rectangulares,  ora  romboidales 
y  redondas,  que  aparecen  en  las  archi- 
voltas,  pilastras  y  enjutas.  Los  arcos  su- 
periores cobijan  formas  vegetales,  y  los 
inferiores  seis  ángeles  vestidos  y  alados, 
de  tan  rudimentaria  y  torpe  factura  como 


corresponde  al  estado  de  las  artes  en  los 
siglos  IX  y  X.  La  cara  contrapuesta  á  la 
ya  descrita  fué,  sin  duda,  análoga  á  ella, 
si  bien  sus  adornos  han  desaparecido.  En 
las  dos  caras  laterales  nótase  también  la 
labor  de  arcos. 

La  pirámide  truncada  en  que  consiste 
el  remate  de  la  cubierta  excede  en  interés 
al  resto  de  la  arquilla;  y  por  no  permitir 
el  grabado  gozar  de  su  vista  íntegra,  des- 
cribimos detalladamente  los  adornos  y 
leyendas  que  la  acompañan.  De  las  cua- 
tro caras  trapezoidales  á  que  da  lugar  la 
forma  de  este  remate,  la  posterior  está 
hoy  falta  de  su  guarnición  de  plata.  En  la 
anterior,  como  puede  observarse  por  el 
grabado,  aparecen,  cual  representacio- 
nes simbólicas  de  dos  Evangelistas,  el 
buey  y  el  águila,  alados,  destacándose 
bajo  ellas  los  nombres  L VCAS  y  lOHAN. 
Es,  pues,  seguro  que  en  el  trapecio  con- 
trapuesto figurarían  igualmente  las  re- 
presentaciones de  los  Evangelistas  San 
Marcos  y  San  Mateo. 

En  los  trapecios  laterales  divísanse 
ángeles  muy  parecidos  entre  sí  y  acom- 
pañados de  las  palabras  ANGELVS  (iz- 
quierda) y  GABRIEL  (derecha).  El  rec- 
tángulo superior,  que  corona  el  arco, 
muestra  en  su  centro  un  cordero  con  la 
cabeza  vuelta  hacia  la  izquierda,  y  sos- 
teniendo una  cruz  griega  con  su  corres- 
pondiente astil.  Sobre  él  léese  AGNVS, 
y  debajo  DEL  Por  último,  en  dos  ins- 
cripciones laterales  que  se  desarrollan 
transversalmente,  distínguense  estas  pa- 
labras: ADEFONSVS  REX:  SCEMENA 
REGINA. 

Esta  preciosa  indicación  es  lo  que  más 
importancia  presta  á  la  arqueta,  al  par 
que  le  proporciona  notorio  valor  históri- 
co. ¿Perteneció  exclusivamente  aquel  ob- 
jeto á  Alfonso  el  Magno  y  á  su  esposa, 
pasando  después,  por  vicisitudes  de  la 
suerte,  al  dominio  de  la  catedral  de  As- 
torga?  ¿Fué  acaso  un  don  del  esforzado 
y  religioso  rey  á  la  iglesia  asturicense? 
Sea  como  quiera,  por  figurar  en  la  ar- 
queta los  nombres  de  los  dos  cónyuges, 
íuerza  es  suponer  que  hubo  de  labrarse 
antes  de  su  separación  y  de  los  disgustos 
familiares  que  desde  el  año  908  acompa- 
ñaron á  aquel  soberano  digno  de  mejor 


74 


boletín 


suerte;  correspondiendo,  por  tanto,  al 
último  tercio  del  siglo  ix  ó  á  los  primeros 
años  del  x,  cuyos  caracteres  artísticos 
acusa  perfectamente. 

X. 


■c^<5^'3  íVJtv  c,^  y-t- 


INSCRIPC  ÓN  ÁRABE 

DE  LA 

CAPILLA  DE  SANTA  CATALINA  EN  TOLEDO 


RECTIFICACIÓN 

En  el  número  26  de  nuestro  Boletín  se  publicó  un 
artículo,  en  el  que  se  pretende  rectificar  lai-lectura  de 
una  inscripción  árabe  publicada  por  raí  en  el  Boletín 
de  la  Real  Academia  de  la  Historia:  como  el  articu- 
lista indica  que  incurrí  en  algún  error  grave,  además 
de  no  haber  acertado  á  leer  palabras  que  se  dice  es- 
tán claras  en  el  original ,  creí  que  debía  dar  explica- 
ciones á  la  Real  Academia  de  la  Historia,  por  cuyo 
acuerdo  se  había  publicado  el  artículo  en  cuestión. 

Enemigo  de  polémicas  literarias,  invité  en  carta 
particular  al  articulista  á  que  rectificara  lo  dicho, 
haciéndole  notar  los  errores  en  que  había  incurrido 
al  querer  corregir  lo  ajeno;  pero  como  no  haya  creído 
oportuno  hacerlo,  me  ha  sido  preciso  pedir  al  Direc- 
tor de  nuestro  Boi.etíx  que  ,  como  rectificación  nece- 
saria para  mí,  accediera  á  publicar  el  adjunto  escrito, 
para  defenderme  de  la  ligereza  que  se  me  atribuyó 
en  nuestro  excelente  Boletín  de  la  Sociedad  Espa- 
ñola DE  Excursiones  ,  cuyos  lectores  se  verán  priva- 
dos con  este  motivo  de  algún  trabajo,  cuj-a  lectura 
sería  más  amena  é  instructiva. 

N  sesión  de  13  de  Octubre  de  1893 
tuve  el  honor  de  leer  ante  la  Real 
Academia  de  la  Historia  un  corto 
artículo,  dando  cuenta  de  una  ins- 
cripción árabe  descubierta  por  aquellos 
días  en  las  obras  de  reparación  de  la  ca- 
pilla de  Santa  Catalina  de  Toledo,  y  de 
la  cual  me  había  remitido  un  buen  calco 
el  Académico  Correspondiente,  excelen- 
tísimo señor  conde  de  Cedillo:  la  Acade- 
mia acordó  que  se  publicase  en  el  Bole- 
tín, como  efectivamente  fué  publicado  en 
el  tomo  XXIII,  páginas  434  á  437. 

En  el  número  26  del  Boletín  de  la  So- 
ciedad ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES,  Corres- 
pondiente al  1.°  de  Abril  de  este  año.  se 
ha  publicado  por  el  Sr.  ü.  Rodrigo  Ama- 
dor de  los  Ríos  un  artículo  de  casi  doble 
extensión,  en  el  que  el  articulista  cree  ha- 
ber probado,  no  sólo  que  en  la  lectura  de 
la  inscripción,  tal  como  se  leyó,  hay  una 
falta  grave  de  gramática  árabe,  y  otras 
dos  de  lectura  de  palabras  de  las  cuales, 
al  menos  la  una  está  clara  según  el  arti- 


culista, sino  que  casi  todas  las  considera- 
ciones que  me  permití,  ó  no  hacen  al  caso 
ó  son  desacertadas. 

Ante  afirmaciones  tan  graves ,  sólo  en 
el  supuesto  de  que  el  crítico  hubiera  pro- 
bado sus  asertos,  podía  ó  debía  yo  callar- 
me y  tomar  la  resolución  de  no  despres- 
tigiar con  mis  escritos  el  lustre  de  la  Aca- 
demia; creí,  por  tanto,  que  debía  entrar 
en  el  examen  de  las  apreciaciones  del  ar- 
ticulista, y  molestar  quizá  demasiado  la 
atención  de  los  señores  Académicos;  si 
bien,  por  fortuna,  las  rectificaciones  que 
se  refieren  á  la  parte  técnica  y  que  ha- 
bían de  ser  más  molestas  para  los  no  ara- 
bistas, ocuparán  poco  espacio,  y  no  temo 
asegurar  que  podrían  quedar  rectifica- 
das con  la  proposición  siguiente:  las  tres 
ó  cuatro  rectificaciones  propuestas  son 
absurdas  graniaticabnente ,  al  menos 
analizadas  corno  lo  hace  el  articulista. 

La  primera  de  las  palabras  que  el  ar- 
ticulista rectifica,  de  la  lectura  que  yo 
propuse,  es  la  palabra  c5■^=>-^-^,  que  el  crí- 
tico dice  debe  leerse  ^^^^-.'^^^ ,  diciendo 
"llama  la  atención  el  hecho  de  que...  en  la 
lápida  de  la  capilla  de  Santa  Catalina  en  la 
parroquia  del  Salvador  de  Toledo,  aparez- 
ca clara  y  distintamente  el  dual  e5-:^-^^^ 
(no  (^^.^.s^Lo  como  se  ha  leído).,,  Pasando 
por  de  pronto  porque  aparezcan  clara  y 
distintamente  los  trazos  que  el  articulis- 
ta transcribe  por  ^_5-v-^U3,  esto  no  puede 
en  manera  alguna  ser  dual  de  <_-.-vi>.l^,  al 
que  indudablemente  se  refiere  el  autor,  si 
no  en  las  palabras  copiadas,  poco  más 
adelante  en  el  párrafo  que  habremos  de 
discutir  para  la  traducción  que  deba  dar- 
se del  dual  de  w^2».L^ ,  que  ambos  admi- 
timos. 

Si  en  el  texto  apareciese  clara  y  distin- 
tamente la  palabra  como  la  transcribe  el 
articulista,  podría  recibir  una  explicación, 
posible  gramaticalmente,  pero  en  mi  sen- 
tir poco  aceptable,  y  aunque  confirmaría 
algo  de  lo  que  después  habré  de  discutir, 
no  creo  merezca  la  pena  de  proponerse, 
por  cuanto  considero  seguro  que  el  dibu- 
jante de  la  inscripción  no  dio  á  ese  trazo, 
que  parece  estar  demás,  el  valor  que  se 
le  atribuye:  los  trazos  que  el  articulis- 
ta transcribe  por  (_j^,  son  absolutamente 
iguales  á  lo  que  aparece  en  la  palabra 


\)K  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


75 


anterior  ^o^,  y  que  ambos  transcribimos 
con  un  solo  ^  :  la  única  diferencia  con- 
siste en  que  en  la  palabra  (,^-^^U>  el  últi- 
mo trazo  se  ha  puesto  en  contacto,  es 
decir,  se  ha  unido  á  la  letra  anterior,  y 
en  la  palabra  ^j>^?,  no  se  ha  unido,  porque 
la  letra  j«.  no  lo  consentía. 

Como  las  figuras  que  presentan  las  le- 
tras en  los  manuscristos ,  sirven  no  poco 
para  explicar  en  casos  dados  lo  que  apa- 
rece en  las  inscripciones,  estoy  seguro 
de  que  los  que  hayan  manejado  muchos 
manuscritos  árabes,  no  encontrarán  di- 
ficultad en  admitir  la  explicación  que  aca- 
bo de  dar:  tengo  á  la  vista  el  Ms.  Ar.  N 
35  de  la  Academia,  en  el  cual,  en  una  sola 
página,  encuentro  las  palabras  (^^^Ja>  — 
<^^=-?.  cr^  que  ateniéndonos  al  rigor  de 
la  escritura,  pudiéramos  muy  bien  trans- 
cribir  ,^^JJ^-Ji>  — ,^5^X:£=_^_,^^J  _y  (Je. 

vanarnos  los  sesos  buscando  explicación 
aceptable  de  palabras  conocidísimas  '. 
Quien  no  se  satisfaga  con  las  explicacio- 
nes dadas,  y  crea  que  hay  que  admitir 
una  letra  más  en  la  palabra  ^^'y^l^ ,  bus- 
que la  solución,  sea  poniendo  los  puntos, 
que  pone  el  articulista,  ó  proponiendo 
otras  combinaciones,  que  podrían  ser 
casi  infinitas,  dado  que  de  las  seis  letras, 
en  último  término,  sólo  dos  son  seguras, 
si  prescindimos  del  sentido. 

En  la  palabra  que  yo  leí  ^^^-v-Ux,^í\,  y 
que,  si  gráficamente  ofrece  alguna  difi- 
cultad, por  el  sentido  y  construcción  gra- 
matical nos  parecía  y  parece  aceptable,  el 
articulista  lee  c^^r^'^\ ,  que  no  negare- 
mos pudiera  aceptarse,  si  diera  sentido 
su  traducción;  pero  para  explicarla  se  ha 
visto  forzado  el  articulista,  sin  duda  des- 
pués de  pensar  mucho  en  ello,  á  proponer 


1  Un  ejemplo  concreto  podemos  citar  en  apoyo  de 
la  utilidad  de  manejar  manuscristos  para  tener  fa- 
cilidad de  leer  las  inscripciones  :  en  la  Exposición 
Histónco-europea  ,  figuró  la  bien  6  mal  llamada 
Bandera  del  Salado,  en  cuya  inscripción  la  pa- 
labra ^X^  aparece  con  figura  muy  especial ,  que  no 
había  podido  leer  el  Sr.  D.  Rodrigo  Amador  de  los 
Ríos  cuando  la  publicó  por  primera  vez  en  el  Boletín 
de  la  Academia  :  como  en  la  obra  de  Aben-Alkádhi, 
litografiada  en  Fez ,  que  yo  acababa  de  leer,  había 
visto  esta  palabra  escrita  del  mismo  modo,  aunque 
menos  práctico  en  la  lectura  de  inscripciones,  pude 
leerla  sin  dificultad :  volviendo  sobre  su  trabajo  el 
Sr.  Amador  de  los  Ríos  cayó  en  la  cuenta  de  la  ver- 
dadera lectura  ,  y  rectificó  esa  y  otras  palabras  en  el 
número  siguiente  del  Boletín. 


una  explicación  imposible;  pues  dice,  "ad" 
quiérese  la  convicción  de  que  la  voz  es- 
culpida en  aquel  sitio  es  el  plural  regular 
del  nombre  de  acción  '<L^  de  la  raíz  ^-^¿, 
que  significa  don, presente,  regalo,y\\xQ, 
por  tanto,  á  lo  que  nos  es  dado  entender,' 
sólo  viene  á  expresar  por  superabundan- 
cian  la  naturaleza  graciosa  de  los  habi- 
ses„:  el  inconveniente  de  la  lectura  pro- 
puesta, aunque  las  letras  estuviesen  cla- 
ras con  sus  puntos  correspondientes,  es 
sólo  que  resulta  imposible  gramatical- 
mente, pues  nunca  un  nombre  de  acción 
como  ¿-A  puede  tomar  forma  de  plural 
llamado  regular,  ó  sea  con  terminación 
o?  para  nominativo,  ^.  para  genitivo. 

Mientras  no  se  proponga  una  explica- 
ción, ó,  mejor  dicho,  una  lectura  comple- 
tamente satisfactoria  partiendo  de  la  base 
de  que  la  segunda  letra  después  del  ar- 
tículo es  A,  sin  tener  pretensiones  de 
epigrafista,  creeré  haber  acertado  con  la 
verdadera  lectura,  porque  no  es  seguro, 
ni  mucho  menos,  que  lo  que  yo  creí  -o, 
sea  A  ;  esta  letra  en  el  único  caso  en  que 
no  está  ligada  por  el  principio,  que  es  en 
la  palabra  iJofc,  de  un  modo  claro,  está  li- 
mitada por  una  línea  recta  en  la  parte 
inferior  y  de  un  modo  perfectamente  per- 
ceptible en  los  otros  casos,  y  el  trazo  ó 
letra  en  cuestión  aparece  redondeado  por 
la  parte  superior  é  inferior  de  la  derecha, 
sin  que,  por  el  calco  al  menos,  se  note 
ruptura  del  relieve  por  esa  parte. 

En  la  línea  nueve  de  la  inscripción, 
donde  yo  leí  ^^LiJ\^,  el  articulista  ve  otra 
cosa,  y  dice:  "Clara  aparece  la  última  pa- 
labra de  la  linea  9,  J>J^\,  plural  irregu- 
lar de  0^1S...„  Pase  por  ahora  lo  de  que  la 
figura  de  las  letras  aparece  clara,  no  los 
puntos  que  hay  que  suplir ;  pero  resulta 
q^e  ^^l.jü\  no  puede  ser  plural  regular 
ni  irregular  de  q;l¿",  y  como  para  los  que 
sepan  sólo  muy  poco  de  gramáiica  árabe, 
quizá,  recordando  que  hay  muchas  for- 
mas de  plurales  irregulares,  sospechen 
que  pueda  ser  una  de  las  formas  muy 
raras,  diremos  terminantemente  que  en 
ninguno  de  los  trabajos  especiales  acerca 
del  plural  irregular  encontramos  citada 
esa  forma  entre  las  dadas  á  conocer  por 
Hamaker,  Derenbourg,  Guyard,  Carra 
de  Vaux,  ni  en  el  reciente  trabajo  no 


76 


boletín 


menos  completo  de  la  Gramática  del 
P.  Donat  Vernier,  S.J.:  no  es  esto  negar 
en  absoluto  que  pueda  presentarse  una 
semejante  forma;  pues  así  como  los  tra- 
tadistas anteriores  han  podido  dar  á  cono- 
cer muchas  formas  antes  no  conocidas,  es 
probable  que  se  encuentren  aún  otras; 
pero  nunca  se  justificarán  sólo  por  una 
inscripción. 

Pero  es  el  caso  que,  á  pesar  de  la  ter- 
minante aserción  del  articulista,  no  apa- 
rece clara  la  palabra  <^^^^\:  el  trazo 
que  transcribe  por  las  dos  letras  ^>,  es 
una  línea  quebrada,  compuesta  de  cuatro 
trazos  (en  forma  de  zig-zag),  de  los  cuales 
el  superior  está  inclinado  de  un  modo 
muy  marcado  hacia  la  izquierda,  y  el  in- 
ferior casi  horizontal ,  de  modo  que,  como 
para  que  constituyese  la  letra  >  inicial,  el 
trazo  debería  ser  perpendicular,  en  el 
caso  de  que  haya  más  de  una  letra,  difícil- 
mente podría  admitirse  que  fuese  >  nun 
inicial:  por  tanto,  no  aparece  clara  lapa- 
labra  ^^^^^  como  no  podía  estar  ni  cla- 
ra ni  confusa. 

Pasemos  por  alto  y  achaquemos  á  erra- 
ta de  imprenta  ó  á  inadvertencia,  el  trans- 
cribir ;3"Ua<J\  con  texdid  en  la  última,  en 
vez  de  habérselo  puesto  sobre  la  letra 
anterior,  ya  que  la  traducción  dada  supo- 
ne esta  lectura,  pues  la  transcrita,  aun- 
que posible  gramatical  y  gráficamente, 
no  cabe  por  el  sentido. 

El  articulista  da  por  seguro  que  hay  dos 
erratas  en  la  escritura,  faltando  una  le- 
tra en  las  palabras  J-^  por  <^'^  y  crTrt"^^ 
por  ¿j-w^--L^\:  en  esta  última  encontramos 
que  efectivamente  falta  un  trazo,  pero  no 
era  preciso  advertir  esta  omisión  del  ta- 
llista: en  cuanto  á  la  primera  palabra  no 
encontramos  que  falta  un  ^,  pues  de  las 
cuatro  veces  que  enlainscripción  resultan 
las  letras  finales  ^"l-,  en  las  cuatro  apare- 
cen figuras  diferentes ,  si  bien  sólo  en  la 
palabra  (^^-^  puede  admitirse  que  el  gra- 
bador no  marcara  bien  la  figura  corres- 
pondiente. 

Pasemos  á  examinar  la  traducción  que 
debe  darse  á  las  palabras  que  se  leen  en 
la  inscripción,  dejando  diferencias  de  poca 
monta. 

El  articulista  traduce  "constituid'js  con 


donaciones,,  la  palabra  que  nosotros  tra- 
dujimos "los  dos  directores,,  amines  ó 
fieles,  cuyo  uso  explicaremos  después; 
concertando  las  palabras  "constituidos 
con  donaciones  „  con  la  palabra  habises, 
en  castellano  está  bien,  pero  no  en  árabe, 
cuyos  plurales  irregulares  ó  fractos  es 
regla  elemental  de  sintaxis  que  sean  con- 
siderados como  singulares  femeninos 
para  los  efectos  de  la  concordancia;  de 
modo  que  si  la  palabra  ^^>-v.-.a'^\  fuese  pa- 
labra árabe  y  plural  regular,  como  quiere 
el  articulista,  no  podría  calificar  á  la  an- 
terior, que  es  un  plural  irregular  ó  fracto. 
Después  de  la  fecha,  cuya  correspon- 
dencia á  nuestra  era  se  ha  equivocado 
por  distracción  sin  duda  ',  continúa  la 
traducción:  "Apiádese  Alláh,  legatario 
de  esto,  de  quien  ha  cuidado  de  su  ejecu- 
ción, de  quien  haga  oración  en  este  lu- 
gar y  de  quienes  se  congreguen  en  él„. 
Una  palabra  nuestra,  que  empleamos  con 
gran  impropiedad,  la  palabra  legatario 
ha  extraviado  al  Sr.  Amador  de  los  Ríos, 
y  remachando  el  clavo,  como  suele  decir- 
se, le  ha  llevado  á  aplicar  la  palabra  le- 
gatario á  Alá ;  después  ha  sido  preciso 
suprimir  la  conjunción  de  la  palabra 
j^fcU^M^,  que  había  puesto  en  el  texto,  la 
cual  obliga  á  considerar  este  miembro 
de  la  frase  como  de  la  misma  naturaleza 
del  anterior,  á  no  ser  que  entre  á  formar 
parte  de  una  nueva  oración;  de  modo  que 
si  el  primer  calificativo  se  refiere  á  Alá, 
al  mismo  han  de  referirse  los  que  siguen: 
corrigiendo  la  traducción  que  dimos, 
"compadézcase  Alá  del  legatario  (del  que 
destina  esto  á  usos  piadosos),  del  que 
cuide  ó  tome  parte  en  su  obra,  del  que  en 
él  haga  la  oración  y  del  que  lea  en  él„, 
hoy  traduciríamos  "compadézcase  Alá 
de  quien  haga  legados  á  él  (al  palacio  ó 
edificio  construido),  de  quien  cuide  de  él, 


1  El  mes  de  racheb  del  año  432  de  la  hégira,  comen- 
zó el  día  7  de  Marzo  y  terminó  el  5  de  Abril  de  1041: 
los  días  de  9  de  Noviembre  á  8  de  Diciembre  de  1040, 
correspondieron  al  mes  rebia  l.°,  que  es  el  tercer 
mes  del  año:  véase  Masdeu  ;  Historia  critica  de  Es- 
paña, tomo  XIV.  Tabla.  Reducción  de  hégiras,  pági- 
na 249,  y  Wusteiifeld,  Vergleichniigs- Tabellen  der 
Mnliainincdaiiischcn  uiid  Christlichen  Zcitrech- 
nung,  pág-.  18,  advirtiendo  que  en  el  cómputo  de  am- 
bos autores  hay  un  día  de  diferencia,  y  que  seguimos 
el  cómputo  más  moderno. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


77 


de  quien  en  él  haga  oración  y  lea  (ó  en- 
señe) en  él„,  la  traducción  del  articulista, 
aún  admitido  que  debiera  leerse  (^^^^^ 
y  que  fuera  plural  de  o^^,  no  es  exac- 
ta, pues  no  podría  ó  no  debería  traducir- 
se por  "de  quienes  se  congreguen  en  él„, 
ya  que  el  verbo  ¿jj^  significa  unir,  no 
reunirse,  para  cuya  acepción  debería 
emplearse  otra  forma. 

Discutida  la  lectura  y  traducción,  pa- 
semos á  la  interpretación  ó  explicación 
del  uso  de  ciertas  fórmulas  y  títulos,  que 
se  aplican  á  los  personajes  mencionados 
en  la  inscripción. 

Encontrando  yo  entre  los  literatos  de 
Toledo,  que  vivían  hacia  los  mismos  años, 
un  Abderrahmán  ben  Mcharnad  ben  Al- 
berolo  ó  Alberola,  teniendo  en  cuenta 
las  singulares  coincidencias  de  nombres, 
en  especial ,  como  puede  suponerse,  el  de 
Alberola,  partí  del  supuesto,  aunque  sin 
asegurarlo,  de  que  el  mencionado  por  la 
inscripción  es  el  mismo  cuya  biografía 
ponen  Aben  Pascual  y  Adabbí,  indicando 
que  murió  en  Toledo  en  el  año  465,  ó  sea 
treinta  y  tres  años  después  de  la  fecha  de 
la  inscripción:  en  verdad  que  quizá  hu- 
biera sido  prudente  indicar  de  un  modo 
explícito  que  no  asegurábamos  fuese  el 
mismo;  pero  el  articulista  con  menos  ra- 
zones asegura  que  no  lo  es,  diciendo  que 
uno  y  otro  personaje  son  por  completo 
desconocidos;  pues,  añade,  no  hacen 
al  primero  relación  ostensiblemente  ni 
Aben-Baxcual  ni  Adabbí,  citados  por  el 
Sr.  Codera,  y  en  verdad  que  ni  uno  ni 
otro  autor  dicen  que  sea  el  mencionado 
en  la  inscripción,  y  si  lo  fuera,  pudieran 
haberlo  dicho,  si  lo  sabían. 

Aunque  no  sea  seguro  que  el  Abder- 
rahmán ben  Mohamad  ben  Alberolo  cita- 
do por  Aben  Pascual  sea  el  mismo  de  la 
inscripción,  no  será  fuera  de  propósito 
indicar,  y  los  toledanos  lo  agradecerán, 
que  aunque  en  la  biografía  no  dice  Aben 
Pascual  que  Abderrahmán  escribiera  libro 
alguno,  en  dos  partes  (páginas  198  y  261], 
le  cita  como  fuente  histórica;  por  tanto, 
deberemos  admitir  que  escribió  de  histo- 
ria de  Toledo,  pues  le  cita  con  motivo  de 
las  biografías "c¡e  dos  toledanos;  por  su- 
puesto, que  nadie  le  conoce  como  histo- 
riador, así  que  no  figuia  en  la  obra  del 
T.  III 


Dr.  Wustenfeld  Los  Historiadores  ara- 
bes  y  sus  obras. 

La  indicación  hecha  por  nosotros  de 
que  la  expresión  ^_y^~^.sJ^^\  v_^í>>l^  quizá  no 
deba  tomarse  como  prefecto  de  los  lega- 
dos piadosos,  sino  simplemente  como  in- 
dividuo de  la  obra  pía,  es  decir,  uno  de 
tantos  de  los  que  constituyeran  la  junta 
ú  oficina  que  tuviera  á  su  cargo  la  admi- 
nistración de  estos  bienes,  ha  debido  ex- 
trañar al  articulista  y  parecerle  un  atre- 
vimiento contra  la  autoridad  de  los  Dic- 
cionarios y  arabistas,  que  generalmente 
traducen  esa  palabra  por  prefecto,  y 
como  tomada  esta  palabra  castellana  en 
su  sentido  estricto,  no  cabe  que  haya  dos 
prefectos  de  una  cosa,  á  pesar  de  recono- 
cer que  en  la  inscripción  se  mencionan 
dos,  acude  al  recurso  de  suponer,  ó,  me- 
jor dicho,  de  dar  como  indudable,  que  los 
dos  prefectos  mencionados  debieron  de 
ser  sucesivos,  no  simultáneos. 

Pocas  veces  se  empla  la  palabra  »_-*.=». to 
en  dual  ó  en  plural,  á  no  ser  en  las  acep- 
ciones de  amigo  ó  compañero;  cuando 
forma  parte  de  títulos,  generalmente  se 
emplea  en  singular,  acompañada  de  una 
palabra  que  la  determina,  y  viniendo  ésta 
á  suprimirse  muchas  veces,  resulta  que 
el  nombre  >_;---a.Lo  tiene  multitud  de  acep- 
ciones, que  sólo  el  contexto  puede  deter- 
minar; de  aquí  que  Mr.  Dozy,  en  el  Suple- 
mento á  los  diccionarios,  ha  debido  con- 
signar varias  que  no  constan  en  el  Dic- 
cionario de  Freitag,  con  cuya  autoridad 
se  ha  escudado  el  articulista  copiando  sus 
ejemplos:  pudiera  haberse  apoyado  en  el 
testimonio  más  valioso  de  Dozy,  que  pone 
este  mismo  título,  y  que  traduce  como  el 
articulista  por  inspector  de  los  legados 
piadosos:  á  pesar  de  tales  autoridades 
sostengo  que  v_--^s..l^  no  debe  traducirse 
por  prefecto,  ni  señor,  ni  amigo^  sino  en 
su  acepción  primitiva,  por  compañero  6 
el  de,  á  no  ser  cuando  conste  que  se  trata 
del  compañero,  del  señor,  ó  del  que  pre- 
side ó  dirige  una  cosa:  veamos  la  prueba. 
Si  >_-^i>»U<o  se  ha  de  tomar  como  pre- 
Jeclo  en  sentido  estricto,  admitiremos  que 
no  cabe  más  que  uno,  y  así  ¿U3;-i¿J\>-^-^^l-o 
será  el  prefecto  de  la  guardia,  en  la  cual 
no  habrá  <_jIs'^\  prefectos. 
El  historiador  Aben  Hayyan,  en  el  tomo 

lO 


78 


boletín 


de  su  historia  existente  en  la  biblioteca 
familiar  de  ^idi  Hamuda  en  Constanti- 
na',  nos  suministra  datos  irrecusables, 
en  mi  sentir,  para  asegurar  que  la  expre- 
sión iÜ3,.Jü\^_-..i».V^  no  indica  en  muchos 
casos  el  jefe  de  la  guardia  preíoriana, 
como  se  ha  dicho,  sino  uno  de  la  guardia. 
Al  hablar  de  las  solemnes  recepciones 
en  honor  de  Alháquem  II,  indica  el  orden 
de  colocación  de  las  diversas  clases  de 
empleados,  y  distinguiendo  I  res  guardias 
pretor  i  anas  (ya  que  así  se  ha  llamado 
á  la  única  conocida)  ^J-aJ\  'i]=>j¿:^\\— guar- 
dia superior  — ,^J=^^^\  ¿.l3j.^\  —  guardia 
inedia — \Sf^^'^  ¿Ü3j.¿3\  —  guardia  me- 
nor, al  fol.  118  V.  de  la  copia  de  la  Aca- 
demia menciona  los  ^-^^'^  ^^j-¿J\  ^-_>li'^\ 
— los  de  la  guardia  superior:  en  varios 
puntos  menciona  hasta  nueve  individuos 
á  quienes  llama  ^J^^  ó^syJu^\  ^.^.-^íí-I^ 
el  de  la  guardia  mayor;  pues  no  vamos 
á  suponer  que  en  los  cuatro  ó  cinco  años 
de  que  trata  en  este  tomo,  cada  año  se  va- 
riase de  j eje  de  la  guardia:— sil  fol.  129 
vuelto  menciona  el  autor  á  los  '--->Us.^\ 
^^Á^\  ó¿3jJcJi\  los  soldados  de  la  guar- 
dia menor,  y  en  otros  puntos  menciona 
á  tres  individuos  á  quienes  llama  w^^l-o 
^jÁ^\  ¿¿ajJuW  y  á  uno  á  quien  da  el  tí- 
tulo de  ^$  ivall  de  la  guardia  menor, 
que  supongo  seria  el  iefe:  con  aplicación 
á  los  individuos  de  la  guardia  media  no 
tengo  anotado  que  Aben  Hayyan  emplee 
la  palabra  v^^^^\;  pero  encuentro  que  cita 
tres  individuos  á  quienes  llama  u.--^íí.Lo 
con  la  particularidad  de  que  da  este  título 
al  que  supongo  era  verdadero  jefe,  al  me- 
nos honorario,  pues  es  el  futuro  Alman- 
zor,  de  quien  al  fol.  73  v.°  dice  que  Alhá- 
quem, en  el  mes  de  Xawal  del  año  362 
(de  5   de  Ju  io  á  2  de  Agosto  de   973) 

<*wi>_*Í^J\         ,Xk:L      -vvo    8^¿X>     Lo    ,  J\     lc<v^s'" 

le  confirió  en  este  tiempo  el  mando  de 
los  cadies  en  la  parte  opuestafel  actual 
Marruecos),  unido  á  lo  que  ya  le  había 
confiado  de  las  dos  dignidades  (ó  direc- 
ciones) de  la  guardia  media  y  superior, 
de  las  herencias  y  del  cadiasgo  de  la 


cora  de  Sevilla  *.  Cuando  Mohamad 
ben  Abu  Amir,  el  futuro  Almanzor,  re- 
unía en  su  persona  todos  estos  títulos,  no 
es  de  suponer  que  fuese  un  simple  solda- 
do ó  individuo  de  las  guardias  media  y 
superior,  sino  jefe  efectivo  ú  honorario, 
que  esto  no  hace  al  caso;  tenemos  por 
tanto  una  prueba  de  que,  á  pesar  de  la 
preeminencia  de  condición  que  (según  el 
articulista),  supone  el  participio  ^-^sa-Ua 
tan  ¿üa^-^M  ;_,o>.Lo  era  el  último  soldado 
de  la  guardia,  como  el  jefe  que  la  manda- 
ba, y  esto  sin  pensarlo  lo  ha  reconocido 
en  otra  parte  el  articulista  al  traducir  las 
palabras  ¿^^^^  <^\^'^\  que  se  refieren 
á  los  tres  personajes  que  se  mencionan 
como  inspectores  de  una  obra,  por  de  la 
guardia  del  prefecto  ^. 

Como  es  natural,  no  de  todos  los  car- 
gos que  hasta  ahora  conocíamos,  se  en- 
cuentra en  Aben  Hayyan  mención  de 
t_jls:^\  individuos  del  cuerpo  ó  depen- 
dencia; pero  sí  de  varios;  así  encuentro 
^¿;\^\  <_jIs:'*^\  —  los  de  la  corasa,  — 
i^J>-^ls^^\  «>_jI^'^\  —  los  de  los  caballos 
cubiertos  de  placas  de  hierro  —  «^ls.^\ 
J^y^]\^  C>^jS¿\  —los  de  las  espadas  y 
tambores  —  CjI¡\j}U  j^3\  <^\^'^\  —  los 
de  los  pendones  y  banderas— '^^'^\ 
Cj\j^\  —  los  del  almacenaje  —  ^Ls-^l 
'<i-s)^\-¿losde  lalugartene>iciaP—^^'^\ 
Jj^\—¿los  del  tribunal  de  casación? — 
J¿LojJ\  i-_jUs.-^\— /os  de  la  secretaria,— 
^\¿j^i \  ^U'^\—  ¿los del est riboP—^^^ \ 
J^\y!¿\  —  ¿los  de  la  revista  P  —  y  otros, 
cuyas  transcripciones  no  ponemos  por 


1  El  futuro  Almanzor  había  sido  nombrado  para 
alguno  de  estos  últimos  cargos  en  el  mes  de  chumada 
primero  del  año  261,  como  dice  el  autor  al  fol.  40,  v." 

(léase  áJJ\>>.-»fi  )  eXJJo\  j^^*  ^  '^■^^'^  ^"^3 
¿.kíL  ^xi  í^j  j^yS  L<!  ^^\  «o  Ifi^s"^  (^_ylx*o^)\)■ 


.¿^\     ¿ÜlS'_o,_5     ¿cJi-y^b     fiUaJü 


1  Véase  Boletín  déla  AcadetHia,  t.  Xiii,  pág.  53;  xvr, 
pág.  377. 


•y  -' 

»l-iÍXA    J^^J^\    ,  _>\   y  nombró  á  Mohamad  ben  Ab- 

dalá  ben  Abu  Amir  para  la  dirección  de  la  guardia 
media,  agregando  estos  cargos  á  los  que  ya  tenía  de 
la  dirección  de  las  herencias,  del  cadiazgo  en  Sevi- 
lla y  de  la  intendencia  del  príncipe  Abu  Alwalid 
Hixem. 
2  Inscripciones  árabes  de  Córdoba.— FAg.  231:  las 

palabras    áJ^^io    i jIs."'^\    están  leídas  k í\js.'^\ 

¿.•.>i>j.J  ;  transcripción  que  no  admite  la  tr.iducción 

que    da  el  autor,   y  que  difícilmente  admitiría  una 
explicación  satisfactoria. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


79 


ser  poco  seguras  ciertas  letras  y  no  en- 
contrar nada  parecido  en  los  Dicciona- 
rios. 

En  confirmación,  si  se  necesitase,  de 
que  u^'O.-'-'^  no  puede  traducirse  por 
señor  ni  prefecto,  mientras  no  conste,  en 
trabajo  publicado  muy  recientemente  en 
el  Journal  Asiatiqíie^  encuentro  la  ex- 
presión ¿^^i\  t— ->ls.'^\  los  de  los  fundos , 
los  cultivadores,  quizá  enfiteutas,  en  con- 
traposición á  f.^~y<^\  V'^-i)^  ^os  señores 
de  las  aldeas,  doniini  solí,  como  dice 
Mr.  J.  Goeje  *. 

Hasta  en  cargo  más  importante,  como 
es  el  de  hachib  ó  primer  ministro  ,  en- 
contramos en  Aben  Hayyan  el  plural 
v_jIs^,  indicando,  según  creemos,  á  to- 
dos los  individuos  de  su  departamento. 

De  empleados  ó  prefectos  de  la  obra 
pía  no  hace  mención  Aben  Hayyan,  pro- 
bablemente por  no  ser  corporación  de- 
pendiente directamente  del  Califa,  sino 
meramente  religiosa. 

Veamos  si  el  título  amiii  se  emplea 
para  designar  cargos  y  puede  tener  apli- 
cación en  el  caso  de  la  inscripción  de  To- 
ledo; y  sobre  todo,  si  puede  haber  dos  al 
mismo  tiempo. 

Con  la  palabra  ¿^■rr'O^  ha  sucedido  lo 
mismo  que  con  la  palabra  ;_^=>.Lo;  su 
significado  ha  dependido  del  nombre 
que  le  determina:  el  fiel  de  pesos  y  -me- 
didas,—el  fiel  (juez)  de  los  edificios — el 
inspector  de  las  aguas— el  fiel  de  los 
perfumistas  (jefe  del  gremio  de  perfu- 
mistas, etc.:  (Dozy,  Suplemento  á  los 
Diccionarios)  y  suprimido  el  nombre  de- 
terminante, podrá  siempre  traducirse  por 
el  fiel  de  una  cosa  ó  de  una  corpora- 
ción (jefe  de  ella);  las  acepciones  concre- 
tas sólo  podrán  admitirse  cuando  por  el 
contexto  ó  por  otro  medio  puedan  ser  co- 
nocidas. 

En  la  citada  obra  de  Aben  Hayyan  en- 
contramos citados  varios  personajes  con 
el  título  de  amin  (fiel),  sin  añadir  deter- 
minante ,  y  sólo  en  un  nombramiento 
encuentro  la  determinación  :  en  el  mes 
de  chumada  primero  del  año  361 ,  Alhá- 


1  La  fin  de  l'empire  des  Cannathes  dit  Bahrain, 
por  M.  J.  de  Goeje,  extrait  du  Journal  Asiatique, 
París  1895. 


quem  II  ¿,.j  ^^S  f->^"  i^^  c^-?  -Sr^^'"  f-^* 

*l, s^^\    ¿3L«\    ^\    ^^^3    ^^    ^Ki 

nombró  á  Mohamad  ben  Abu  Kddim 
y  á  Ahmed  ben  Ká^im  ben  Kalsam 
para  el  fielato  de  los  graneros  rea- 
les; tenemos,  por  tanto,  un  testimonio 
auténtico  de  que,  al  menos  para  alguna 
dependencia ,  los  amines  eran  dos,  y,  por 
tanto,  nada  tiene  de  particular  que  la  cor- 
poración de  los  legados  piadosos  en  To- 
ledo tuviese  dos  amines,  como  dice  la 
inscripción  de  la  capilla  de  Santa  Cata- 
lina en  la  parroquia  del  Salvador. 

El  título  cr:^^  consta  casi  con  seguri- 
dad en  la  inscripción  de  Sevilla  á  que  el 
Sr.  Amador  de  los  Ríos  se  refiere  con 
frecuencia  en  su  artículo,  pretendiendo 
probar  que  si  en  Sevilla  había  un  solo 
j_j^Ur>.^í\  i_^2».l.^  administrador  de  los 
habises,i?iVí\hién  en  Toledo  debía  ser  uno 
solo  "cuando  no  hay  causa  justificada  por 
la  cual  se  acredite  que  los  toledanos  se  hu- 
bieran apartado  de  los  usos  y  de  las  cos- 
tumbres seguidas  en  las  demás  regiones 
musulmanas,,:  el  ^\.'^>^\  ._^í!i-l^  de  la 
inscripción  de  Sevilla  lleva  el  título  de 
j-'^^^\  el  amir,  según  se  ha  leído,  y  como 
entre  j-^"^\  y  ^-^^\  en  las  inscripciones, 
al  menos  en  algunas,  dada  la  figura  de  las 
letras  j-  y  ¿^  finales,  no  es  posible  encon- 
trar diferencia ,  no  es  de  extrañar  que  se 
haya  leído  lo  uno  por  lo  otro,  tanto  más, 
cuanto  parece  que  no  se  hizo  la  publi- 
cación en  vista  del  original,  sino  de  da- 
tos anteriores:  lo  mismo  sospechamos 
deba  leerse  en  la  lápida  llamada  de  San 
Juan  de  la  Palma ,  publicada  también  por 
el  Sr.  Amador  de  los  Ríos,  donde  el  ii- 
t\x\o  j^'^\  el  que  manda,  aplicado  á  un 
wasir  y  escribiente  ó  secretario ,  nos 
parece  casi  imposible;  en  esta  inscrip- 
ción, que  aparece  grabada,  resulta,  como 
hemos  dicho ,  la  absoluta  identidad  de 
las  letras  finales  c?  Y  >"  i  poi"  tanto,  no  es 
de  extrañar  que  se  haya  leído  de  un 
modo  ó  de  otro,  no  siendo  conocido  el 
personaje  á  quien  se  da  ese  título;  pero, 
de  todos  modos,  ^r:^'^\  parece  que  no  pue- 
da aplicarse  sino  á  individuos  de  la  fa- 
milia real,  en  realidad  al  príncipe  he- 
redero, aunque  no  esté  en  edad  de  po- 
der mandar:  en  el  mencionado  tomo  de 
Aben  Hayyan  no  encuentro  que  se  dé 


9o 


BOLETÍN 


este  título  más  que  al  príncipe  heredero 
Hixem. 

Aunque  el  articulista  no  discute  ni  re- 
prueba la  indicación  que  hicimos  de  la 
vaguedad  de  las  palabras  <V.^?.  uy^',  di- 
gamos algo  de  esto,  ya  que,  como  diji- 
mos, se  han  traducido  generalmente  estas 
palabras,  por  mano  de  él ^  tomándolo  en 
las  obras  artísticas  como  indicación  del 
artista,  y  otras  veces,  por  intennedio 
de,  bajo  la  dirección  ó  cotí  auxilio  de: 
indicamos  que  quizá  debieran  tomarse 
alguna  vez  en  el  sentido  de  á  costa  ó  d 
expensas  de ;  y  como  esta  acepción,  si 
pareciese  aceptable,  cambiaría  el  modo 
de  apreciar  el  mérito  ó  estimación  de 
ciertos  objetos  arqueológicos,  creo  me- 
rece alguna  consideración. 

Un  texto  de  la  obra  traída  de  Marrue- 
cos y  ofrecida  á  la  Real  Academia  de  la 
Historia  conotras  por  el  Correspondiente 
en  Zaragoza,  D.  Julián  Ribera,  titulada 
El  Buen  olor  de  los  ¿méritos  repetidos 
ó  virtudes P,  por  Abu  Abdald  ^eidi  Mo- 
hanmiad  ben  Attayib  ben  el  imam  Qeidí 
Abdeffalam  el  xerij  el  kadiri  *,  nos  hizo 
comprender  que  alguna  vez  la  expresión 
^.  U5^*  indica  d  expensas  de;  pues  ha- 
blando de  los  acontecimientos  ocurridos 
en  el  año  1066  de  la  hégira  (de  31  de  Oc- 
tubre de  1655  á  19  de  Octubre  de  1656), 
dice  que  en  este  año  ó  en  el  anterior  fué 
renovado  el  sepulcro  del  wali ,  el  co- 
nocido, feidi  Ali  el  Sanan,  que  (está) 
entre  la  puerta  de  la  Alhambra  y  la 
mosala  de  Fes ,  por  mano  ( ¿d  expen- 
sas?) de  geidi  assaguir  ben  Alkadhi 
con  la  riqueza  que  heredó ,  ^s  ^  «í^^áj 

y^J^¿^\    f^^\     íi-r-'O     JJvia-     dXy^i     s^^\     ^IjiJ 
fi^Tj-^^   '-r*^    C-y'^í    ^'^^   (_^>Ij!.-^-^\  ^^i-C   j^iX-^-i*) 


s.¿-«oJ\ 


^,>>-s-*0       >>.3 


CS^ 


C5" 

l9 


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<*-^;)3  nJ^TT?  (^-^^\  tomo  I,  página  216;  en 
el  tomo  II,  página  75,  encontramos  la  mis- 
ma fórmula  y  creemos  que  tiene  la  misma 
acepción,  si  bien  hay  que  convenir  en 
que  no  resulta  tan  claro. 

Como  el  nombre  oo  entre  sus  muchas 
acepciones  tiene  las  de  mano,  beneficio, 
riqueza,  auxilio,  y  no  consta  que  tenga 


también  la  de  dirección ,  resulta  que  en 
la  traducción  de  la  fórmula  ^^,  ^^^^  por 
bajo  la  dirección  de,  todos  nos  hemos 
permitido  una  libertad  quizá  no  justifi- 
cada, y  que  deberá  traducirse  literalmen- 
te con  auxilio  de,  sin  fijar  que  fuera  á 
sus  expensas ,  pero  sin  que  tampoco  se 
excluya  esta  acepción;  cuando  en  la  fór- 
mula se  use  la  palabra  ^3->^í.,  si  supone- 
mos que  la  palabra  está  en  dual ,  pare- 
ce que  debe  indicar  el  artífice  ;  si  se 
considera  que  está  en  plural,  deberá  tra- 
ducirse por  con  auxilio  de  ó  á  expen- 
sas de. 

Creo  haber  probado  que ,  si  me  equivo- 
qué en  alguna  cosa  al  dar  noticia  á  la 
Real  Academia  de  la  Historia  de  la  ins- 
cripción encontrada  en  la  capilla  de  San- 
ta Catalina  de  la  parroquia  del  Salvador 
de  Toledo,  no  incurrí  en  los  graves  erro- 
res que  el  articulista  supone.  Si  rae  he  ex- 
tendido más  de  lo  necesario,  sírvame  de 
disculpa  el  deseo  de  ilustrar  algunas 
cuestiones  histórico-lexicológicas  rela- 
cionadas con  la  cuestión  capital,  aprove- 
chando datos  no  utilizados  por  descono- 
cidos. 

Francisco  Codera. 

Madrid  10  de  Mayo  de  1895. 


SECCIÓN  DE  LITERATURA 

EL- PAN  NUESTRO  DE  CADA  DÍA 
(artículo  que  no  se  pone  duro) 

^'engo  yo  un  tío  por  parte  de  ma- 
dre, natural  y  vecino  de  Villafrita, 


1  Véase  Boletín  de  la  Real  Academia  de  la  His- 
toria, tomo  XXIV,  pág.  375. 


[i  a)"  pintiparado  para  servir  deprota- 
?^j  gonista  á  una  de  esas  piezas  que, 
rebosando  chiste,  suelen  representar  en 
Lara. 

Es  mi  pariente  hombre  que  frisa  en 
los  sesenta  y  cuatro,  sano,  coloradote, 
con  dos  patillas  como  el  ampo  de  la  nie- 
ve, ágil,  despejadísimo,  erudito  y  muy 
poco  tolerante  con  la  injusticia  ó  el  abu- 
so. No  sale  jamás  del  pueblo  y  eso  que 
da  en  arrendamiento  toda  su  hacienda 
rural,  menos  una  hermosa  viña  que  él 
plantó  y  labra  siempre  con  gran  esmero, 
para  cosechar  el  vino  que  consume. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


Si 


Sostiene  mi  tío,  con  muchas  y  buenas 
razones,  "que  en  ninguna  casa,  cuyo  due- 
ño se  estima,  deben  faltar  biblioteca  y 
bodega...,,  ^^ Remedios  del  alma  la  pri- 
mera, como  dijo  el  Rey  egipcio  Osiman- 
dias,  y  puso  sobre  la  puerta  de  la  suya 
en  grandes  letras  (de  la  librería,  ¿eh?),— 
y  salud  del  cuerpo  la  segunda,  porque  en 
ella  se  guarda  el  don  más  preciado  del 
cielo,  según  Gilbert.,,  "La  biblioteca, — 
añade,— es  el  vasto  almacén  donde  duer- 
men tranquilamente  las  ideas  de  nuestros 
padres.,,  "La  bodega,  el  campo  virgen  en 
donde  hierve  en  germen  la  inspiración  de 
nuestros  hijos...,,  Y  así  sigue  establecien- 
do comparaciones  entre  los  estantes  y  les 
toneles.  Ello  es  que  el  hermano  de  mi 
madre  (D.  Paco,  como  todos  le  llaman) 
vive  feliz  en  Villafrita,  merced,  según  él 
dice,  á  aquellas  dos  bien  provistas  ofici- 
nas, sin  familia,  y  servido  por  un  matri- 
monio que  nació  en  la  casa,  y  de  ella  y 
del  señor  cuidan. 

Mi  tío  aborrece  la  política  militante, 
en  cuyo  espigado  campo  cosechó  los  úni- 
cos desengaños  de  la  vida,  ya  que  desde 
muy  joven,  se  encontró  sin  familia,  y  no 
trató  jamás,  por  otra  parte,  de  llenar  es- 
te vacío  con  el  matrimonio. 

Don  Paco  no  visita  á  nadie  en  el  pueblo, 
pero  recibe  á  todo  el  que  va  á  verle  ;  re- 
huye que  le  cuenten  chismes  de  localidad; 
se  defiende,  como  gato  panza  arriba,  de 
pertenecer  al  Ayuntamiento,  y  no  hojea, 
en  clase  de  publicaciones  periódicas,  más 
que  la  Gaceta  y  alguna  que  otra  ilustra- 
ción española  ó  extranjera. 

En  fin,  mi  pariente  tiene  cosas,  y  todos 
allá  le  quieren  bien,  otorgándole  esa  es- 
pecie de  protectora  condescendencia  con 
que  el  vulgo  suele  premiar  ciertos  mé- 
ritos que  no  comprende.  Diariamente  re- 
cibo un  gran  paquete  de  cartas,  firmadas 
por  las  personas  de  más  suposición  en  el 
pueblo,  interesándose  por  la  salud  de  mi 
querido  enfermo. 

El  pobre  de  D.  Paco  atrapó  una  pulmo- 
nía de  p  p  y  IV. 

Muchos  años  hace  que  acariciaba  yo  el 
deseo  de  que  viniese  á  Madrid  una  tempo- 
radilla,y  por  fin  lo  conseguí.  ¡Nunca  lo 
hubiera  intentado! 

Mi  tío  llegó  tal  día   como  hoy,  á  las 


siete  de  la  mañana,  y  á  las  doce  y  media 
de  la  noche  se  metió  entre  sábanas  para 
no  volverse  á  levantar  quizá.  El  buen  se- 
ñor no  había  estado  nunca  en  la  corte,  si 
bien  conoce  á  fondo  por  los  libros  la  his- 
toria de  la  villa  y  sus  pocos  monumen- 
tos, y,  por  mis  cartas,  la  vida  que  aquí 
hacemos  chicos  y  grandes. 

Al  bajar  del  vagón  para  arrojarse  en 
mis  brazos,  tropezó  D.  Paco  con  un  chi- 
cuelo  que  corría  voceando  El  Imparcial' 
y  dio  en  tierra,  revuelto  con  la  maleta  y 
un  cesto  de  huevos  de  sus  famosas  galli- 
nas, que  me  traía  de  regalo. 

Había  olvidado  decir  que  es  inteligentí  - 
simo  en  avicultura. 

*  —La  verdades,— exclamó,  levantándo- 
se con  presteza  y  algo  mohíno ,— que  no 
entro  en  Madrid  con  muy  buen  pie...  ¡ya 
tropecé  con  la  política!  Vamos  á  tu  casa; 
me  asearé  un  poco ,  y  comenzaremos  á 
aprovechar  el  día.  ¿Dónde  hay  simones, 
como  vosotros  decís?  No  me  gusta  ir  en 
ómnibus. — Allí  veo  uno. — ¡Eh...  cochero, 
cochero!  —  ¡Hombre!  ¿También  ese  zan- 
guango atiende  más  al  periódico  que  á  su 
negocio? 

El  auriga  estaba  encantado,  al  parecer 
con  la  lectura  de  El  País. 

— A  la  calle  de  la  Independencia,  nú- 
mero 1. 

El  cochero  dobló  el  papel  con  mucha 
cachaza,  y  arreó  de  mala  gana. 

Cuando  mi  señor  pariente  hizo  sus  ablu- 
ciones, cambió  de  traje  y  se  desayunó, 
como  acostumbra,  con  una  taza  de  café 
con  leche,  me  dijo : 

—Oye,  Juan ,  aunque  yo  me  afeito  siem- 
pre solo,  como  tú  sabes,  porque  no  me 
gusta  que  nadie  me  sobe  la  cara,  hoy  has 
de  llevarme  á  la  peluquería;  es  preciso 
conocerlo  todo. 

—Vamos  allá 

—¿Qué  va  á  ser,  caballero? 

—Afeitarme. 

Reclinó  D.  Paco  la  venerable  cabeza  en 
el  respaldo  del  sillón,  y  el  mancebo,  des- 
pués de  ponerle  un  paño  al  cuello  á  ma- 
nera de  babero,  comenzó  á  enjabonarle  la 
barba  que  muy  pronto  se  confundió  con 
las  patillas. 

Luego  se  puso  á  suavizar  la  navaja  en 
la  correa,  y  mientras  tanto  reanudó  la 


82 


boletín 


discusión  que  tenía  emprendida  con  un 
parroquiano  que  se  rizaba  el  pelo,  ó  se  lo 
rizaban,  en  el  tocador  inmedi^ito. 

El  barbero,  á  cada  tajo,  interrumpía  su 
tarea,  y  con  una  mano  en  la  cara  de  mi 
tío  para  estirarle  la  piel,  se  volvía  de  me- 
dio lado  accionando  con  la  navaja  al  aire 
como  si  de  este  modo  reforzase  sus  argu- 
mentos. 

El  mancebo  y  el  parroquiano  comenza- 
ban ya  á  dar  grandes  voces,  cuando  mi 
tío,  con  sólo  media  barba  afeitada,  se  puso 
en  pie  de  pronto,  se  arrancó  el  paño  de 
un  tirón,  se  enjugó  la  espuma,  sacó  una 
peseta,  que  dejó  sobre  el  mármol  del  to - 
cador,  y  encarándose  con  el  barbero: 

—Vd. perdone— le  dijo;— soy  nuevo  enla 
corte,  y,  sin  duda,  tomé  el  Congreso  por 
peluquería  y  á  Vd.  por  barbero.  Beso  á 
Vd.  la  mano,  Sr.  Diputado. 

—¡Pero,  tío!...  por  María  Santísima,  esta 
ha  sido  una  salida  de  saínete— le  dije  ya 
en  la  calle. 

—¡Qué  quieres!...  Aunque  he  leído  aque- 
lla sabia  máxima  del  P.  Coloma,  que  dice: 
"  Mu}^  superior  á  la  caridad  que  consiste 
en  dar,  es  la  que  consiste  en  soportar  las 
humanas  flaquezas,,,  pienso  que  no  gana- 
ré la  gloria  ejercitando  aquella  virtud 
en  semejante  forma.  Puede  que  ese  rapa- 
barbas sea  un  Bismarck  en  canuto,  pero 
en  punto  á  afeitar,  que  es  lo  que  debía 
saber  en  primer  término,  está  aún  en  el 
silabario:  ¡pensé  que  me  dejaba  sin  un 
cañón ! 

Dime,  esa  de  enfrente  es  la  antigua  Casa 
de  Correos^  hoy  Ministerio  de  la  Gober- 
nación, ¿verdad? 

—Sí,  señor. 

—Pues  vamos  allá  que  quiero  infor- 
marme del  estado  de  un  expediente  sobre 
el  pósito  de  mi  pueblo:  es  encargo  espe- 
cial de  nuestro  alcalde. 

— ¿S.  E.  el  Sr.  Director  de  Administra- 
ción local? 

—Está  en  el  Congreso— respondió  con 
malos  modos  y  sin  levantarse  de  la  silla 
portero  que  leía  El  Liberal  junto  á  un 
choubersky  al  rojo  cereza. 

Mi  tío,  que  se  había  descubierto  al  en- 
trar en  la  portería,  se  puso  el  sombrero 
de  golpe. 

—¿Y  el  señor  jefe  de  la  sección  de...? 


—No  hay...  fué  nombrado  Gobernador 
de  Burgos. 

—¿Y  el  jefe  del  negociado  de  pósitos? 

—Enla  redacción  estará...  ¿no  sabe  V. 
que  es  director  de  El  Centinela  Admi- 
nistrativo? 

—No,  señor,  ni  me  importa;  lo  que  voy 
aprendiendo  es  que  Vd.  no  tiene  crianza 

y-- 

— ¡Caballero! 

— Pocas  palabras...  Yo  represento... 

El  portero  se  puso  en  pie  de  un  brinco. 
Comprendí,  en  seguida,  que  tomaba  á  mi 
pariente  por  diputado  de  la  mayoría.  Sólo 
ellos  se  atreven  á  alzar  el  gallo  en  los 
Ministerios. 

— V.  S.  disimule...,  ¿podría  saber  lo  que 
desea? 

— Averiguar  el  estado  en  que  se  en- 
cuentra un  expediente  relativo  al  pósito 
de  V^illatrita,  pueblo  de... 

— Sí,  sí  señor...,  ya  comprendo:  sírvase 
V.  S.  venir  conm^go  junto  á  Rapila,  que 
él  le  pondrá  al  corriente...  Lleva  el  nepo- 
ciado  en  la  punta  de  los  dedos. 

En  efecto,  el  Sr.  Rapila,  empleado  de 
menos  sueldo  que  el  portero,  dio  á  mi  tío 
cuantas  noticias  podía  apetecer. 

El  expediente  estaba  á  la  firma,  hacía 
un  mes,  ¡pero  vaya  Vd.  Acogerla  á  los 
jefes  en  aquellos  días  de  grandes  campa- 
ñas parlamentarias! 

D.  Paco  sintió  desde  el  primer  momen- 
to muchas  simpatías  por  aquel  modesto 
funcionario,  tan  inteligente  como  ama- 
ble. La  oficina  tenía  seis  mesas,  sin  con- 
tar la  del  director  de  El  Centinela  ;  aca- 
baba de  dar  la  una,  y  el  único  puesto 
ocupado  era  el  de  Rapila,  quien  para 
responder  á  mi  tío  no  necesitó  ni  con- 
sultar el  registro  de  la  dependencia. 

D.  Paco  sacando  un  magnífico  veguero 
lo  ofreció  al  covachuelista. 

—Mil  gracias,  no  fumo ;  es  demasiado 
lujo  para  mí,  que  tengo  mujer,  siete  hijos 
y  5.000  reales  con  descuento. 

— ¿Y  cuántos  años  de  servicios? 

—Quince...  con  treinta  y  dos  cesan- 
tías... 

— "De  la  Subsecretaría,,— dijo  el  porte- 
ro de  marras,  dando  un  pliego  á  Rapila, 
que  se  puso  más  amarillo  que  níspero  del 
Japón  maduro. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


83 


—  ¿Vd.  me  permite?...  ¡¡Mentía,  señor 
de...!! 

—Francisco  Mirallcs,  servidor  de  Vd. 

— Pues  bien,  Sr.  Miralles...,  las  cesan- 
tías son,  con  esta,  tantas  como  los  años  de 
Cristo.  ¡El  señor  Subsecretario  acaba  de 
dejarme  á  pedir  limosna  con  mis  pobres 
hijos ! 

Y  el  infeliz  de  Rapila  cayó  en  el  si- 
llón desfallecido  estrujando  el  maldito 
oficio. 

Se  había  hecho  tarde  y  propuse  á  mi  tío, 
al  salir  del  Ministerio,  que  fuésemos  á  al- 
morzar al  Hotel  Inglés. 

D.  Paco  quería  comer  ostras,  marisco 
desconocido  en  Villafrita. 

— Se  han  concluido -dijo  el  mozo;— las 
consumieron  todas  en  un  almuerzo  que 
acaba  de  dar  el  diputado  electo  por  Zam^ 
pal  taifa  al  Subsecretario  de  Goberna- 
ción y  á  otros  políticos  de  los  que  tnan- 
dan,  que  acaban  de  marcharse  al  Con- 
greso. 

—Se  me  han  quitado  las  ganas  de  al- 
morzar, pide  tú  lo  que  quieras— exclamó 
mi  tío. — No  haría  más  Felipe  II  que  lo  que 
ese  político  acaba  de  hacer  con  el  desdi- 
chado Rapila.  Mientras  que  éste  irá  aho- 
ra probablemente  camino  del  viaducto  de 
la  calle  de  Segovia,  el  señor  Subsecreta- 
rio digiere  las  ostras  recostado  en  un  es- 
caño del  Depósito  de  Sanguijuelas  del 
país. 

—Vamos  á  paseo ,  necesito  respirar  el 
aire  libre. 

— ,;Ese  es  el  palacio  de  la  Marquesa  del 
Aljibe? 

— El  mismo. 

—Aguarda  un  poco,  vo}''  á  entrar  un 
momento  á  saludar  á  la  señora;  ya  tú  sa- 
bes que  medio  Villafrita  es  suyo...,  y  que 
cuando  visitó  sus  estados  tuvo  conmigo 
grandes  atenciones. 

—¿La  Sra.  Marquesa? 

— No  está  en  casa;  la  señora  asiste  aho- 
ra todas  las  tardes  á  la  tribuna  diplomá- 
tica del  Congreso. 

—Está  bien:  hágame  Vd.  el  favor  de 
darle  esta  tarjeta. 
— Sigamos  al  Retiro. 
¡Hombre,  tiene  gracia !  El  contribuyen- 
te paga  los  carruajes  de  los  Ministros 
para  que  éstos  paseen  á  las  niñeras  con  la 


prole;  ¡la  Guardia  Civil  se  pasa  la  tarde 

saludando  amas  de  cría!! 

"¿y  para  vei-  tal  situación, 
se  armó  la  gran  revolución?,, 

como  cantan  en  una  zarzuela  bufa.,, 

Después  de  comer  dimos  con  nuestros 
cuerpos,  á  primera  hora,  en  Martín.  Re- 
presentaban una  revista  política  intitula- 
da "Padrino  te  dé  Dios,  hijo,  é  irregula- 
risay  poco  te  importe.» 

Más  tarde  fuimos  al  Ateneo. 

La  sección  de  Literatura  celebraba  se- 
sión. Los  oradores  comenzaron  á  discu- 
tir sobre  Calderón  de  la  Barca,  conclu- 
yendo por  disputar  sobre  Moret  y  Pidal. 

Quisimos  luego  tomar  un  helado  en  El 
Suizo,  y  también  allí  se  ^hablaba,  en  va- 
rias mesas,  deSagasta,  Cánovas  y  Ruiz 
Zorrilla  á  grito  pelado.  Como  en  todas 
partes,  más  que  los  hechos  se  discutían 
las  personas,  poniéndolas  como  la  alfom- 
bra del  Salón  de  Conferencias,  en  el 
Congreso. 

Mi  pobre  tío  estaba  furioso  y  creo  hasta 
que  sudaba  cuando  llegamos  á  la  puerta 
de  casa. 

Yo  me  desgañitaba  llamando  al  sereno, 
y  la  autoridad  nocturna  no  parecía  por 
ninguna  parte,  cosa  que  ocurre  muy  fre- 
cuentemente en  España  cuando  aquélla 
hace  falta.  De  pronto  se  levantó  el  aire- 
cilio  asesino  del  Guadarrama;  D.  Paco 
tuvo  que  abrocharse  el  gabán  y  subirse 
el  cuello.  Por  fin  vimos  salir  á  Pepe,  con 
chuzo  y  farol,  de  la  taberna  inmedia- 
ta, seguido  de  una  bulliciosa  turba  de 
borrachos  y  dos  ó  tres  individuos  de 
Orden  Público  que  trataban  de  ponerlo 
entre  aquella  gente.  En  la  tasca  se  había 
armado  una  bronca  regular  entre  el  ta- 
bernero, alcalde  del  barrio,  que  defen- 
día al  gobierno,  y  los  parroquianos  que 
representaban  la  oposición  en  semejante 
Parlamento.  Excusado  es  decir  que  el 
motivo  de  la  polémica,  de  los  palos  y  las 
Jsofetadas,  había  sido  la  política. 

Mi  tío,  con  aire  muy  triste  y  dando 
diente  con  diente,  murmuraba  al  subir  la 
escalera: 

— Según  D.  Antonio  Cánovas,  la  len- 
gua es  el  alma  exteriorizada;  sí,  y  el 
altna  de  toda  esa  ciencia,  que,  en  gene- 
ral, persigue  en  España  el  vil  garbanzo, 


84 


boletín 


burlándose,  en  el  fondo,  de  otros  princi" 
píos  más  sólidos...  es  la  lengua,  verdade. 
]-a  palanca  de  Arquímedes  de  los  tiempos 
presentes.  ¡Hay  algo  "más  regugnante 
que  una  salsa  vista  al  sol,,  que  decía  Sa- 
varin:  ese  algo,  querido  sobrino,  es  Ma- 
drid político; 

Aquí  acometió  á  mi  tío  un  fuerte  golpe 
de  tos  seca  y  cavernosa. 

— Me  parece  que  la  cogí...  Vine  á  la 
Corte  para  verte  y  por  la  maldita  polí- 
tica, me  va  á  costar  caro  el  viaje.  Llama 
á  tu  médico  en  seguida,  me  siento  muy 
mal. 

—¿Quiere  Vd.  los  periódicos  de  por  la 
noche?— dijo  la  criada  al  abrir  la  puerta 
del  cuarto. 

—No,  hija  mía,  guárdalos;  estoy  ya  sa- 
tisfecho de  el  pan  nuestro...  (es  decir, 
vuestro...)  de  cada  día,  que  ya  me  lo  die- 
ron hoy  en  bollos,  en  tortas  y  en  hogazas 
de  á  quintal. 

El  Conde  de  las  Navas. 


-^'c~-^,,<s<iiit9y'&^sy-^~a  - 


SECCIÓN  DE  BELLAS  ARTES 


EL  RETRATO   EN   ESPAÑA 


(CONCLUSIÓN  ) 

Considerando  á  la  humanidad  siempre 
la  misma,  lógico  será  también  deducir 
que  todo  aquel  que  por  algún  concepto 
llegara  á  distinguirse,  quisiera  ó  procu- 
rara su  retrato,  y  que,  otros  menos  se- 
ñalados, sirvieran  de  modelo  á  los  artis- 
tas en  sus  concepciones,  como  efectiva- 
mente fué  costumbre,  especialmente  en 
los  asuntos  sagrados  que  se  hicieron 
para  los  retablos  délos  siglos  xv  al  xvii. 

A  ser  esto  cierto,  como  lo  es ,  ¡cuántos 
retratos  habrá  esparcidos  sin  poderse 
señalar  de  quiénes  sean,  como  sucede  con 
el  que  nos  dice  Cervantes,  le  hizo  en 
Sevilla  su  amigo  Jáuregui!  Y  también 
con  los  170  que  dibujó  Francisco  Pache- 
co, de  los  cuales  una  pequeña  parte  afor- 
tunadamente han  parecido  '. 

La  miniatura  sobre  marfil,  desde  que 


apareció  en  Alemania  en  el  siglo  xvii ,  y 
pasó  á  Francia  en  los  primeros  años  del 
siglo  pasado,  hasta  el  descubrimiento  del 
daguerreotipoy  fotografía,  su  mayor  ene- 
migo, alcanzó  tal  boga,  que  fué  hasta 
nuestros  días  un  artículo  de  lujo,  del  que 
ciertas  clases  de  la  sociedad  no  pudieron 
prescindir. 

Llegó  á  generalizarse  tanto  la  costum- 
bre de  retratarse  en  miniatura,  que  en 
brazaletes,  collares,  pendientes  y  meda- 
llones, fué  el  mayor  y  más  estimable  dije 
de  las  damas,  sin  contar  las  cajas  de  ta- 
baco, guardapelos,  relojes  y  sellos,  que 
en  tanta  abundancia  han  llegado  á  nos- 
otros '. 

No  sólo  retratos,  sino  también  asuntos 
tomados  de  la  fábula,  se  hacían  sobre 
delgadas  láminas  de  marfil  y  cobre,  exis- 
tiendo muchos  de  tamaños  reducidos  eje- 
cutados en  los  siglos  xvi  y  xvii. 

No  se  crea  que  fuesen  artistas  adoce- 
nados los  que  se  dedicaron  á  estos  traba- 
jos, pues  son  conocidos  algunos,  pintados 
al  óleo  por  Velázquez  -,  Murillo,  Mazo, 
Pantoja  de  la  Cruz,  Sánchez  Coello,  Lia- 
ño,  Escalante  y  Mateo  Zerezo,  á  los  que 
deben  agregarse  los  hechos  sobre  mar- 
fil por  Huerta,  Méndez,  Ugalde,  Muñoz 
Rivero  ,  Ana  Mengs  ,  Goya  ,  Duquer, 
Corro,  Reygón  y  Balaca.  Las  medallas 
acuñadas  ^  han  sido  otro  de  los  triunfos 
conseguidos  por  el  grabado  en  hueco, 
por  cuyo  medio  se  perpetúa  la  memoria 
de  los  grandes  hombres;  los  notables  he- 
chos de  la  historia  y  los  más  famosos 
edificios  de  la  antigüedad,  cuyas  ruinas 
el  tiempo  ha  respetado. 

El  origen  de  esta  clase  de  grabados  no 
se  puede  precisar;  sólo  se  sabe  que  en  la 
octava  Olimpiada  se  fundó  en  Egina  la 
primera  fábrica  de  moneda.  Después  de 
algún  tiempo  que  vino  grabándose  en  las 
monedas,  la  forma  de  una  concha  ó  figura 


1  Hoy  los  posee  D.  José  María  Asensio,  y  hace  al- 
gún tiempo  comenzó  á  publicarlos  por  medio  del  fo- 
tograbado. 


1  El  miniaturista  D.  Antonio  Beygón,  llegó  á  reunir 
una  numerosa  y  escogida  colección  de  retratos  en 
miniatura,  en  su  mayor  parte  de  artistas  españoles, 
procedentes  de  los  objetos  antes  citados. 

2  Uno  posee  excelente  nuestro  amigo  D.  Luis  de 
Madrazo. 

2  El  Sr.  Nogués  ha  conseguido  reunir  una  curiosa 
colección  de  medallas  y  otra  de  retratos  pequeños 
importantes,  en  su  mayor  parte  procedentes  de  la  co- 
lección Carderera. 


DE    LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


85 


de  tortuga,  se  emplearon  escudos,  abejas 
y  cabezas  de  divinidades,  adoptando,  por 
último,  la  de  ciertos  juegos  olímpicos, 
representaciones  mitológicas  y  cabezas 
de  los  dioses,  de  las  que  tantas  preciosida- 
des se  hicieron  en  Grecia,  cuyos  artistas 
se  vieron  obligados  á  buscar  refugio  en 
Roma,  amparándose  de  sus  mismos  ene- 
migos. 

La  moneda  entre  los  r<. manos,  fué  de 
grosera  ejecución,  hallándose  muchas 
acuñadas  de  familias  consulares  en  las 
que  aparecen  por  un  lado  una  cabeza  en 
representación  de  la  ciudad;  y  por  el  otro, 
un  carro  tirado  por  caballos. 

Poco  á  poco  fueron  mejorándose  los 
cuños,  y  así  vemos  que  llegaron  á  regu- 
lar perfección  en  tiempo  de  los  empera- 
dores Julio  y  Flavio,  mejorándose  en  las 
medallas  de  Nerón,  desde  cuya  época 
decayeron  hasta  el  extremo  de  que  los 
bustos  no  son  conocidos  más  que  con  au- 
xilio de  las  inscripciones. 

Con  la  irrupción  de  los  vándalos  des- 
apareció la  civilización  romana,  quedan- 
do, por  lo  tanto,  las  artes  en  el  ma^'or 
abandono,  hasta  que  apareció  con  Teo- 
dosio  el  estilo  bizantino,  adoptándose  po- 
ner las  cabezas  de  frente,  en  vez  de  per- 
fil, como  había  sancionado  la  costum- 
bre. 

Con  relación  al  grabado  de  las  piedras 
duras,  no  puc  de  precisarse  la  época  en 
que  dio  principio,  pero  sí  que  siguió  á 
las  monedas  y  medallas,  sufriendo  las 
mismas  alteraciones  de  progreso  y  de- 
cadencia. 

Con  el  renacimiento  de  las  artes  y  su 
completo  desarrollo  en  el  siglo  xvi,  se 
elevó  el  grabado  en  Italia  á  la  mayor  al- 
tura de  perfección,  y  sus  artistas  nos  han 
dejado  una  importante  y  rica  colección 
de  medallas  conmemorativas. 

A  esta  feliz  región  de  las  artes,  siguie- 
ron después  Alemania,  Francia,  é  Ingla- 
terra; y  á  España  vinieron  los  maestros 
más  eminentes,  llamados  por  el  empera- 
dor Carlos  V,  y  Felipe  11;  siendo  estos, 
entre  otros,  León  Leoni  )'■  Jácome  Trezo, 
cuya  primera  obra  fué  el  famoso  Taber- 
náculo del  monasterio  de  El  Escorial,  y 
la  medalla  que  hizo  á  Juan  de  Herrera. 

A  tan  gran  maestro  sucedió  Pompeyo 
T.  III. 


Leoni,  autor  de  las  mejores  medallas  de 
Felipe  II. 

Otro  grabador  en  hueco,  Clemente  Vi- 
rago, se  hizo  célebre  con  el  retrato  en 
piedra  dura  del  príncipe  Carlos,  suce- 
diéndole  Cambiago,  Pogini ,  Rodríguez 
del  Castillo,  Bautista,  Jacobo  y  Diego  de 
Estor;  y  en  tiempo  de  Felipe  V,  Monte- 
mar,  Hernández,  Fernández  de  la  Peña  y 
Prieto. 

La  gran  cantidad  de  retratos  en  meda- 
llas que  las  ilustres  casas  españolas  co- 
leccionaron, en  muestra  de  su  ilustración 
y  sus  viajes  por  Italia,  desde  los  tiempos 
de  D.  Alfonso  V  de  Aragón,  han  desapa- 
recido, quedándonos  solo  su  recuerdo, 
en  Alfonso  Vde  Aragón,  por  Víctor  Pisa- 
no,  que  también  grabó  el  de  D.  Iñigo 
Dávalos;  el  Gran  Capitán;  Cardenal  Cis- 
neros;  D.  Iñigo  López  de  Mendoza,  se- 
gundo conde  de  Tendilla;  doña  Margari- 
ta de  Austria,  hija  de  Carlos  V;  D.  An- 
tonio de  Leyva;  duque  de  Alba;  D.  Pera- 
fan  de  Ribera;  Gonzalo  Pérez,  secretario 
de  Felipe  II;  D.  Pedro  de  Toledo,  mar- 
qués de  Villaíranca;  D.  Luis  de  Reque- 
sens;  D.  Martín  de  Aragón,  conde  de  Ri- 
bagorza  y  duque  de  Villahermosa;  don 
Francisco  Fernández  de  Liévana,  graba- 
do por  Pompeyo  Leoni;  D.  Fernando  de 
Moneada;  D.  Juan  Figueroa,  virrey  de 
Milán;  marqués  de  Mondéjar,  virrey  de 
Ñapóles;  Cardenal  Quiroga,  Arzobispo 
de  Toledo;  D.  Juan  de  Austria;  Honorato 
Juan,  Obispo  de  Albarracín;  D.  Antonio 
Agustín,  Arzobispo  de  Tarragona;  Beato 
Nicolás  Factor,  y  las  labradas  en  el  si- 
glo XVII,  de  San  Ignacio  de  Loyola,  Mateo 
Vázquez  de  Luca,  D.  Francisco  de  Mon- 
eada, marqués  de  Aj^tona ,  D,  Pedro  Gi- 
rón, duque  de  Osuna,  duque  de  Alcalá, 
virrey  de  Ñapóles;  D.  Antonio  P.  Alva- 
rez  Osorio,  marqués  de  Velada;  Carde- 
nal Portocarrero,  virrey  de  Sicilia;  du- 
que de  Montalbo;  D.  Gaspar  de  Braca- 
mente y  Guzmán,  duque  de  Alcalá;  don 
Tomás  Enriquez  de  Cabrera,  conde  de 
Melgar;  duque  de  Montemar;  Luis  Ve- 
lasco  y  Vicente  González,  defensores 
del  Castillo  del  Morro  en  la  Habana. 

Hoy  la  fotografía,  con  sus  grandes 
triunfos  y  adelantos,  se  ha  encargado  de 
dejar  al  porvenir  la  fisonomía  especial  y 


86 


boletín 


las  costumbres  del  siglo  presente,  en  sus 
hombres,  artes  y  monumentos,  conclu- 
yendo, á  nuestro  juicio,  con  el  grabado, 
como  sucedió  con  la  miniatura.  Ahora 
bien;  ¿llegará  su  poder  á  tanto,  que  alcan- 
ce arrebatar  á  la  naturaleza  sus  brillan- 
tes colores?  Si  lo  consiguiera,  grande  se- 
ria la  impresión  que  el  arte  pictórico  su- 
friría, pero  dudoso  nos  parece  consiga 
vencer  al  ingenio  del  artista  en  sus  con- 
cepciones, pues  siempre  tendrán  el  pri- 
vilegio de  pasar  á  la  posteridad,  como  el 
mejor  y  más  seguro  medio  de  expresar 
los  mayores  entusiasmos  del  alma,  tra- 
ducidos por  el  color  y  el  sentimiento  de 
la  forma. 

Vicente  Poleró. 


BIBMOOI^flHIH 


Anatomía  pictórica.  Ensayo  de  An- 
tropología artística,  por  José  Parada  y 
Santín,  catedrático  por  oposición  de  di- 
cha asignatura  en  la  Escuela  Especial  de 
pintura,  escultura  y  grabado  de  Madrid. 
(Madrid,  Viuda  de  Hernando  ,  1894.) 

Entre  los  trabajos  más  sólidos  y  serios 
de  la  moderna  cultura  científica  española 
debe  contarse  la  obra  que  nos  ocupa; 
obra  en  que  la  erudición  y  la  crítica  se 
dan  la  mano,  levantando  un  monumento  á 
la  íntima  relación  que  enlaza  la  ciencia  y 
el  arte. 

El  distinguido  catedrático  de  la  Escuela 
de  Bellas  Artes  divide  su  amplio  trabajo 
en  cuatro  partes.  Tras  razonada  intro- 
ducción, historia  en  la  primera  la  Ana- 
tomía artística,  partiendo  de  los  pueblos 
más  remotos ,  hasta  nuestros  días ;  inclu- 
ye una  abundante  bibliografía,  sazonada 
con  observaciones  críticas;  considera  al 
hombre,  en  su  doble  concepto,  de  objeto 
de  estudio  del  anatómico  y  del  artista,  y 
recorre  en  toda  su  extensión  el  ancho 
campo  de  la  Antropología  artística.  De- 
dícase la  segunda  parte  á  la  Fisiología; 
la  tercera,  á  la  Morfología,  y  á  la  Etno- 


logía, la  cuarta:  estudiándose  en  las  tres 
las  diferentes  ramas  de  la  Anatomía  pic- 
tórica con  un  acierto  y  lucidez  que  hacen 
igualmente  recomendable  tal  estudio  al 
artista  y  al  antropólogo. 

Acompañan  á  la  obra  163  fotograbados, 
reproducción  de  dibujos  y  obras  de  otros 
géneros  de  artistas  antiguos  y  modernos. 
Citaremos  entre  aquéllos  á  Arfe  y  Villa- 
fañe ,  Alberto  Durero,  Rafael,  Vinci, 
Miguel  Ángel,  Velázquez  ,  Le  Brun,  Au- 
drán,  Sagredo,  Rubens,  D.  Vicente  Ló- 
pez ,  y  entre  los  contemporáneos  á  Aran- 
zadi,  Arroyo,  Alvarez  Dumont,  Amérigo, 
Domínguez ,  Garnelo ,  García  Sampedro, 
Haes,  Madrazo,  Urgell,  Villodas  y  otros 
muchos,  sin  excluir  al  mismo  autor  de  la 
obra. 

Entendemos,  pues,  de  acuerdo  con  el 
informe  del  claustro  de  profesores  de  la 
Escuela  de  pintura,  escultura  y  grabado, 
que  acompaña  al  libro,  que  éste  viene 
á  llenar  un  gran  vacío  en  dicha  Escuela; 
y  hacemos  nuestra  la  recomendación  que 
á  los  artistas  dirige  el  Sr.  D,  Julián  Ca- 
lleja en  el  preámbulo  que  precede  al  volu- 
men asegurando  "que  no  harán  cosa  que 
de  más  provecho  les  sea ,  que  ocupar 
mucho  tiempo  en  la  lectura  de  esta  exce- 
lente obra,  que  merece  figurar  entre  las 
buenas  de  Anatomía  pictórica^. 


Una  excursió  á  Londres  (1893).  Con- 
Jerencias  donadas  en  lo  Centre  excur- 
sionista de  Catalunya  ab  exposició  de 
Jotografias,  per  Ramón  Arabía  y  Sola- 
nas. (Barcelona,  L'Avenf,  1894.) 

El  Sr.  Arabía,  probado  y  erudito  ex- 
cursionista, ha  concentrado  en  cuatro  con- 
ferencias, escritas  en  su  materna  lengua 
catalana ,  una  verdadera  Guía  de  Lon- 
dres,  que  puede  prestar  indudables  ser- 
vicios á  nuestros  compatriotas  que  visi- 
ten la  gran  ciudad.  Comenzando  por  dar 
cuenta  de  ciertas  generalidades,  del  as- 
pecto, carácter,  alojamiento,  medios  de 
locomoción,  datos  estadísticos ,  etc.,  en- 
tra luego  el  autor  á  describir  los  monu- 
mentos, edificios  notables,  jardines,  vías 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


87 


públicas  y  Museos.  No  faltan  noticias  cu- 
riosas acerca  de  la  vida  y  usos  del  pueblo 
londonense,  como  tampoco  una  descrip- 
ción y  reseña  de  los  alrededores  de  la 
Metrópoli  inglesa. 

En  suma,  recomendamos  la  lectura  de 
este  folleto,  en  que  son  de  notar  correcto 
lenguaje  ,  fácil  estilo  ,  espíritu  observa- 
dor, atinados  juicios  é  indicaciones  prác- 
ticas de  verdadera  utilidad  para  el  via- 
jero. 


ta,  por  las  reproducciones  monumentales 
á  que  antes  hicimos  referencia. 


Retratos  de  antaño,  por  el  Rdo.  P.  Luis 
Coloma,  déla  Compañía  de  Jesús.  Publí- 
calos la  duquesa  de  Villahermosa,  conde- 
sa viuda  de  Guaqui.  (Madrid,  Tello,  1895.) 

Magnífico  volumen  de  597  páginas  en  8.° 
mayor,  editado  con  esplendidez  verdade- 
ramente regia  por  una  de  las  más  ilustres 
representantes  de  nuestra  aristocracia. 
Desarróllase  principalmente  en  él  la  bio- 
grafía de  los  duques  de  Villahermosa,  Don 
Juan  Pablo  Aragón  Azlor  y  Doña  María 
Manuela  Pignatelli  de  Aragón,  durante  el 
período  de  su  matrimonio  (1769-1790);  pero 
con  este  motivo  y  con  carácter  episódico, 
el  historiador  presenta  los  retratos  de  per- 
sonalidades más  ó  menos  salientes  de  la 
época,  relata  curiosas  anécdotas  y  com- 
pone, en  suma,  una  narración  en  alto  gra- 
do interesante  y  amena,  cuya  lectura  es 
difícil  interrumpir  una  vez  comenzada. 

Avaloran  más  aún  el  libro  seis  magní 
cas  heliografías,  que  son  los  retratos  del 
autor,  del  duque  de  Villahermosa,  de  la 
duquesa  de  Medinaceli  y  las  vistas  del  pa- 
lacio de  Pedrola,  del  claustro  de  Veruela 
y  del  castillo  de  Javier.  Acompañan  tam- 
bién veintiocho  facsímiles  y  transcripcio- 
nes de  cartas  autógrafas  de  Beaumar- 
chais,  Galiani,  D'Alembert,  Polignac,  La- 
valliére,  Geoffrin,  Grimaldi,  Mayans  y  el 
conde  de  Aranda,  con  muy  buen  acuerdo 
extraídos  para  su  publicación  del  archivo 
de  Villahermosa. 

Encierra,  pues,  la  obra  en  que  nos  ocu- 
pamos, notoriointerés  para  el  historiador, 
para  el  literato  y  aun  para  el  excursionis- 


Víctor  Balaguer,  de  las  Reales  Acade- 
mias Española  y  déla  Historia.— £"w  Bur- 
goSj  recuerdos  de  esta  ciudad  insigne. 
(Madrid,  El  Progreso  editorial,  1895.) 

Forma  este  bello  volumen,  publicado 
recientemente,  una  colección  de  estudios 
históricos  y  literarios,  que  ya  habían  vis- 
to la  luz  con  anterioridad  en  la  obra  del 
mismo  autor  titulada  Añoranzas^  en  su 
Historia  de  los  Reyes  Católicos  y  en  la  re- 
vista Pro  Patria.  He  aquí  el  interesante 
contenido  del  libro.  Glorias  y  ruinas  (car- 
tas á  una  dama).— La  casa  del  Cordón.— 
El  castillo  de  Burgos.— El  cuento  del  Cid. 
—La  cuesta  de  la  Reina. 

Excusamos  elogiar  estas  producciones 
del  insigne  académico  y  vate  catalán,  so- 
bre las  cuales  ya  la  crítica  dictó  favorable 
fallo;  y  sólo  diremos  aquí  que  la  reunión 
en  un  volumen  de  aquella  serie  de  traba- 
jos acerca  de  Burgos  y  su  comarca  ha  si- 
do excelente  idea,  tan  útil  para  el  excur- 
sionista, como  propia  del  benemérito  Pre- 
sidente de  la  Sección  de  Literatura  de  la 
Sociedad  Española  de  Excursiones. 

Víctor  ^dL\2ígyxQr .—Los  Jue gos  florales 
en  España,  memorias  y  discursos. 

Acaba  también  de  aparecer  este  tomo, 
que  forma  el  xxxii  de  la  colección  de  las 
obras  completas  del  Sr.  Balaguer.  Encié- 
rranse  en  él  varios  trabajos  ya  anterior- 
mente publicados  y  otros  nuevos,  que  el 
público  saboreará  con  delectación.  Entre 
ellos  se  cuentan  los  discursos  pronuncia- 
dos en  Barcelona,  Valencia,  Pontevedra, 
Granollers,  Reus  y  Zaragoza  con  motivo 
de  la  celebración  de  juegos  florales,  y 
otros  leídos  en  las  Reales  Academias  Es- 
pañola y  de  la  Histeria,  en  el  Ateneo  de 
Madrid  y  en  el  Circulo  de  Bellas  Artes, 
con  motivo  de  recepciones,  contestaciones 
y  sesiones  públicas. 


boletín 


Fechas  prehistóricas  y  porvenir  de  las 
^'flá'ffs.— Conferencia  dada  en  la  Sociedad 
Geográfica  de  Madrid ,  el  2  de  Abril 
de  1893,  por  Rafael  Alvarez  Sereix.  inge- 
niero de  montes.  (Madrid,  Rojas,  1895.) 

Interesante  por  más  de  un  concepto  es 
este  trabajo,  que  su  autor  divide  en  dos 
partes,  como  el  mismo  título  indica.  En  la 
primera  afirma  resueltamente  la  apari- 
ción del  hombre  sobre  la  tierra  en  el  pe- 
ríodo cuaternario;  examina  las  diferentes 
opiniones  de  los  sabios  sobre  la  duración 
de  los  períodos  geológicos;  bosqueja  rá- 
pidamente las  primitivas  civilizaciones 
históricas  de  Caldea,  de  Egipto  y  de  los 
primitivos  europeos;  y  proclama  que  la 
humanidad  no  procede  del  estado  bestial, 
como  se  ha  pretendido  vanamente. 

La  segunda  parte  de  la  conferencia  es, 
si  cabe,  más  notable  que  la  primera.  Fun- 
dándose el  conferenciante  en  la  resurrec- 
ción contemporánea  del  Japón  y  en  otros 
hechos  y  observaciones,  combate  la  gene- 
falizada  creencia  de  la  superioridad  abso- 
luta y  perdurable  de  nuestra  raza  caucá- 
sica, y  el  subsiguiente  desdén  con  que  mi- 
ramos las  demás  razas,  juzgándolas  infe 
riores.  Examina  y  analiza  los  grandes 
problemas  europeos  contemporáneos  en 
su  relación  con  la  lucha  de  razas,  y  res- 
pecto de  estas  últimas,  concluye  que  las 
hoy  existentes  han  de  sufrir  notables  mo- 
dificaciones, sin  que  desaparézcanlos  dos 
tipos  cardinales,  el  blanco  y  el  negro,  en 
tanto  que  el  planeta  no  sufra  un  completo 
trastorno  de  esos  que  separan  entre  sí  las 
edades  geológicas. 

El  Sr.  Alvarez  Sereix  ha  dado  en  este 
trabajo  nueva  muestra  de  la  erudición  y 
atinada  crítica  que  tanto  avaloran  sus  es- 
critos. 


El  Dominio  del  capital. — Conferencia 
dada  en  el  Círculo  de  Contribuyentes  de 
Alcalá  de  Henares,  el  5  de  Mayo  de  1895; 
por  Rafael  Alvarez  Sereix,  Ingeniero 
de  montes. 

Folleto  de  gran  actualidad,  debido  á  la 
pluma  del  mismo  distinguido  publicista, 


en  que  se  aborda  la  cuestión  social  con 
tan  sana  tendencia  como  atinada  crítica. 
"Determinar  el  alcance  de  la-revolución 
que  va  á  verificarse,  señalar  las  causas 
que  la  hacen  inevitable,  analizar  las  ten- 
dencias que  pretenden  dominar  en  lo  fu- 
turo,,; tal  es  el  objeto  de  la  disertación. 

En  el  curso  de  ella  marca  su  autor  la 
debida  distinción  entre  la  propiedad  y  el 
capitalismo,  proclamando  las  excelencias 
de  aquélla  y  condenando  este  último  como 
explotación  que  es  del  hombre  por  el  hom- 
bre. Examina  las  soluciones  que  tienen 
relación  inmediata  con  el  sistema  social 
existente,  á  saber:  el  llamado  socialisino 
cristiano  y  el  socialismo  del  Estado. 
Hace,  por  último,  un  llamamiento  á  los 
hombres  de  buena  voluntad  para  evitar 
en  lo  posible  la  violencia  de  la  revolución 
que  amenaza.  La  disertación  que  nos 
ocupa  es  digna  en  todos  conceptos  de  su 
autor  el  infatigable  publicista  Sr.  Alvarez 
Sereix. 


La  Decena  (cuentos  y  chascarrillos), 
por  el  Conde  de  las  Navas.  (Madrid,  Du- 
cazcal,  MDCCCXCV.) 

Ya  el  Conde  de  las  Navas  venía  mos- 
trándose en  anteriores  producciones 
como  discreto  novelista  y  cuentista  exce- 
lente, y  uniendo  en  ellas  al  fin  moraliza- 
dor,  á  la  consoladora  máxima  ó  al  agudo 
pensamiento,  una  concepción  vigorosa, 
limpieza  de  frase,  gran  fuerza  de  obser- 
vación y  acierto  en  la  pintura  de  tipos  y 
caracteres. 

Todas  estas  condiciones  y  otras  más 
hallará  el  lector  en  La  Decena.,  especie 
de  mosaico  literario,  cuya  amena  lectura 
no  es  dable  interrumpir  una  vez  empren- 
dida. 

Cuentos  llama  el  autor  á  El  Cura  de 
Retamales  y  á  María  de  la  Purifica- 
ción, y,  sin  embargo,  el  heroico  sacrifi- 
cio del  simpático  P.  Alfredo,  y  el  arran- 
que y  noble  desprendimiento  de  la  pobre 
inclusera,  más  nos  parecen  que  cuentos 
narraciones  impregnadas  de  realidad  y 
de  vida.  Cosas  del  mundo  es  un  cuadro 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


89 


muy  sentido,  en  que  se  destacan  vigoro- 
sos contrastes.  En  Ríñones  salteados  el 
autor  emprende  opuesto  camino,  atacan- 
do la  nota  cómica.  Hay,  en  fin,  en  el  libro 
chascarrillos  (que  por  su  extensión  pu- 
dieran más  bien  llamarse  cuentos  en  ¡ni- 
niatura)^  en  que  el  donaire  andaluz  cam- 
pea; citemos  entre  ellos  Un  adverbio  y 
una  liebre,  Caracoles^  Política  y  arru- 
gas y  El  Oidor,  en  nuestro  concepto  el 
más  donoso  de  todos.  , 

Con  lo  ya  dicho,  y  con  recomendar  á 
nuestros  consocios  la  lectura  de  tan  sa- 
broso libro,  nos  creemos  dispensados  de 
insistir  en  su  elogio. 


Historia  y  Arte.  —  Revista  mensual 
ilustrada.  Director:  Adolfo  Herrera. 

Aún  no  se  habían  hecho  eco  estas  co- 
lumnas de  la  aparición  de  aquella  impor- 
tante Revista,  que,  por  el  excepcional  lujo 
con  que  viene  presentada  y  por  las  firmas 
que  la  autorizan,  merece  protección  deci- 
dida de  los  amantes  del  arte  y  de  la  histo- 
ria. La  circunstancia  de  ser  el  Sr.  Herre- 
ra Vocal  de  la  Comisión  ejecutiva  de 
nuestra  Sociedad  no  puede  impedir  que  á 
la  publicación  por  él  dirigida  tributemos 
los  elogios  que  merece,  y  que  en  justicia 
deben  también  alcanzar  á  los  editores  se- 
ñores Hauser  y  Menet,  quienes,  al  arries- 
gar sus  intereses  donde  por  desgracia 
no  alcanza  todavía  la  afición  á  los  estu- 
dios serios  el  desarrollo  que  debiera,  me- 
recen todo  género  de  alientos  y  de  éxitos. 

He  aquí  ahora  el  sumario  de  los  tres  nú- 
meros publicados ,  que  constituyen  por  sí 
mismos  el  mejor  encomio  que  de  la  obra 
pudiera  hacerse. 


MARZO 


Texto:  Del  carácter,  por  D.  José  Eche- 
garay,  de  la  Academia  Española.— A  un 
ruiseñor  cautivo,  por  D.  Gaspar  Núñez 
de  Arce,  de  la  Academia  Española. — La 
cuchillería  en  España  (siglo  xvii),  por  don 


Manuel  Ricoy  Sinobas,  de  la  Academia 
de  Ciencias.— En  Montserrat,  por  D.  Víc- 
tor Balaguer,  de  la  Academia  Española. 
— Canova  y  Thorvaldsen,  por  D.  Augusto 
Danvila,  C.  de  la  Academia  de  San  Fer- 
nando.—La  agrupación  de  los  grandes 
hombres  que  personificaron  la  cultura 
española,  por  A.  —  Varia,  por  R. 

Láminas  sueltas  en  fototipia:  Cuchi- 
llería española  (siglo  xvti).— Marte  y  Ve- 
nus (escultura  de  Antonio  Canova).— 
Mercurio  aprestándose  á  matar  á  Argos 
(escultura  de  Alberto  Thorvaldsen). — La 
agrupación  de  los  grandes  hombres  que 
personificaron  la  cultura  española  (cartón 
de  D.  José  Garnelo). 

Láminas  intercaladas  en  el  texto  en 
fototipia  y  fotograbado:  Tijeras  mejica- 
nas (siglo  xvii).  —  Tijeras  de  Jaén  (si- 
glo xvii).— Tijeras  de  Albacete  (siglo  xvii). 
—Museo  Nacional  de  Madrid. — Alberto 
Thorvaldsen  (Museo  de  Copenhague).— 
Antonio  Canova  (de  una  medalla  italiana). 
—Alegorías. —Viñetas . 


ABRIL 


Texto:  El  Arte  como  propagandista,  por 
D.  Eduardo  Benot,  de  la  Academia  Espa- 
ñola.—Espadas  benditas,  por  D.  Cesáreo 
Fernández  Duro,  de  la  Academia  de  la 
Historia.— Calvario,  por  D.  Federico  Ba- 
lart,  de  la  Academia  Española.— Espejos 
etruscos  que  se  conservan  en  el  Museo 
Arqueológico  Nacional,  por  D.  Juan  de 
Dios  de  la  Rada  y  Delgado,  de  la  Acade- 
mia de  la  Historia.— La  copa  de  Ayson, 
vaso  griego  del  Museo  Arquelógico  Na- 
cional, por  D.  José  Ramón  Mélida.— Sor- 
presa, por  D.  Ricardo  Gil. 

Láminas  sueltas  en  fototipia:  Espejo 
etrusco  que  se  conserva  en  el  Museo  Ar- 
queológico Nacional  núm.  1.  —  Espejo 
etrusco  que  se  conserva  en  el  Museo  Ar- 
queológico Nacional,  núm.  2.— Teseo  ven- 
cedor del  Minotauro,  pintura  del  interior 
de  la  copa  de  Ayson,  vaso  griego  del 
Museo  Arquelógico  Nacional.— Sorpresa, 
cuadro  de  D.  José  Garnelo. 

Lámina  suelta  en  fotograbado:  Haza- 
ñas de  Teseo,  pintura  del  exterior  de  la 


90 


boletín 


copa  de  Ayson,  vaso  griego  del  Museo 
Arqueológico  Nacional. 

Láminas  intercaladas  en  el  texto  en 
fototipia  y  fotograbado:  Espada  donada 
por  el  Papa  Paulo  V  á  Felipe  IV.— Espada 
donada  por  el  Papa  Clemente  VIH  á  Feli- 
pe II.— Espada  donada  por  el  Papa  Euge- 
nio IV  á  Juan  II.— Hoja  de  la  espada  con- 
cedida por  el  Papa  Calixto  III  á  Enrique  IV 
de  Castilla.— Hoja  de  la  espada  concedida 
por  el  Papa  Clemente  VII  ál  Emperador 
Carlos  V.— Hoja  de  la  espada  concedida 
porelPapa  Paulo  III  á  Felipell.— Hoja  de 
la  espada  concedida  por  el  Papa  Pío  I V  á 
Felipe  II.— Hoja  de  la  espada  concedida 
por  el  Papa  Pío  IV  á  Felipe  II.— Hoja  de 
la  espada  concedida  por  el  Papa  Pío  V  á 
D.  Juan  de  Austria.— Hoja  de  la  espada 
concedida  por  el  Papa  Gregorio  XIV  á 
Felipe  III.— Alegoría.— Perfil  de  la  copa 
de  Ayson. 


MAYO 


Texto:  Ideal  en  el  arte,  porD.  Eduardo 
Benot,  de  la  Academia  Española.— Las 
locas  por  amor,  por  D.  Ramón  de  Cam- 
poamor,  de  la  Academia  Española.  — Es- 
pejos etruscos  del  Museo  Arqueológico 
Nacional,  por  D.  Juan  de  Dios  de  la  Rada 
y  Delgado,  de  la  Academia  de  la  Histo- 
ria.—Fragmento  (poesía),  por  D.  Gonzalo 
de  Castro.— Antigüedades :  El  Renaci- 
mieto  italiano.  Su  introducción  en  Espa- 
ña y  carácter  nacional  que  adquiere.  Sus 
dos  géneros  especiales.  Mesa  de  plata  de 
los  señores  marqueses  de  Viana,  por  don 
Enrique  de  Leguina,  C  de  la  Academia 
de  la  Historia.— Carlos  de  Haes,  por  don 
Augusto  Danvila,  C.  de  la  Academia  de 
Bellas  Artes.— Varia,  por  R. 

Láminas  sueltas  al  agua  fuerte:  El 
Otoño,  por  D.  Carlos  de  Haes, 

Láminas  sueltas  en  fototipia:  Espejos 
etruscos  del  Museo  Arqueológico  Nacio- 
nal, números  3  y  4,— Plancha  de  plata  re- 
levada y  cincelada  (siglo  xvi),  propiedad 
de  los  señores  marqueses  de  Viana.— Ca- 
nal de  Mancorbo  en  los  Picos  de  Europa, 
cuadro  de  D.  Carlos  de  Haes. 
Láminas  iittercaladas  en  el  texto  en 


fototipia  y  fotograbado:  Espejo  etrusco 
del  Museo  Arqueológico  Nacional,  núme- 
ro 5.— Espejo  griego  del  Museo  Arqueo- 
lógico Nacional.  —Pie  de  mesa.  Platería 
de  Córdoba. — Carlos  de  Haes.  Márgenes 
del  Lozoya.— Alegorías. 


Por  ambos  mundos.  Narraciones  cos- 
mopolitas. (La  Arqueología  entre  nues- 
tra juventud:  arqueólogos  y  anticua- 
rios. '■^ Los  antiguos  campos  góticos^, 
por  el  Dr.  Simón  y  Nieto.  ''Cervantes 
vindicado  de  su  supuesto  antiviscainis- 
mo„,  por  el  Dr.  Apraiz),  por  I).  Ricardo 
Becerro  de  Bengoa. 

No  se  trata  aquí  de  un  libro,  sino  de  un 
artículo  publicado  en  La  Ilustración  Es- 
pañola y  Americana  y  su  número  del  8 
del  pasado  mes  de  Mayo:  pero  artículo  de 
que  debe  hacerse  eco  este  Boletín^  por  el 
espíritu  que  le  informa ,  conforme  en  un 
todo  con  el  que  inspira  á  nuestra  Socie- 
dad. 

El  Sr.  Becerro  de  Bengoa  levanta  acta 
de  un  hecho  consolador  para  el  presente 
y  el  porvenir  de  la  cultura  nacional.  "Un 
nuevo  género— dice — de  exquisita  cultura 
para  la  generación  joven  que,  en  bien  de 
la  patria,  va  poco  á  poco  levantando  su 
inteligencia  y  sus  corazones,  como  con 
gran  complacencia  lo  vemos  todos  cuan- 
tos de  cerca  la  tratamos,  es  el  de  los  es- 
tudios artísticos,  y  singularmente  el  de  la 
arqueología,  antes  reservada  á  excéntri- 
cos exploradores  y  sabios,  á  quienes  el 
vulgo  miró  como  á  gentes  raras,  un  si  es 
no  es  tocadas  de  lastimosa  chifladura,  sea 
dicho  en  verdad,  sin  ningún  eufemismo 
atenuante.  La  historia  de  nuestro  pueblo 
estudiábase  poco  menos  que  de  memoria, 
en  hbros  viejos  y  nuevos,  en  manoseados 
impresos  y  en  ocultos  ó  bien  guardados 
manuscritos;  pero  muy  pocos  eran  los 
que  completaban  su  conocimiento,  reco- 
rriendo los  pueblos  y  admirando  lo  que 
aún  queda  en  pie,  ó  cayéndose,  ó  en  rui- 
na, ó  restaurado  y  adulterado  por  manos 
tan  cuidadosas  como  profanas...,. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


01 


"Hoy,  aunque  todavía  en  ningún  grado 
de  la  enseñanza,  salvo  en  la  Escuela  de 
Arquitectura  y  en  algún  Seminario,  se 
estudia  el  arte,  su  desarrollo  y  su  histo- 
ria en  España;  hay  mucha  juventud  entu- 
siasta que  es  a  niga  de  estos  conoci- 
mientos, y  que  los  cultiva  y  practica,  no 
por  interés  positivo,  porque  nada  pecu- 
niario dan  de  sí,  sino  como  placentera 
satisfacción  para  la  inteligencia,  ávida 
de  tan  hermosos  y  elevados  goces.  No 
es,  pues,  extraño  el  que  hayan  aparecido 
en  nuestros  días  asociaciones  amistosas 
de  excursionistas  arqueólogos,  ni  que  en 
los  Ateneos  y  círculos  haya  cátedras  de 
arte  español,  ni  que  muchos  hombres  de 
carrera,  y  de  muy  distintas  carreras  por 
cierto,  viajen,  estudien  y  publiquen  sus 
investigaciones  en  periódicos  diarios  y 
revistas  ilustradas.  Este  avance  de  la 
cultura  pública,  este  evidente  síntoma  de 
la  elevación  intelectual  de  nuestra  juven- 
tud, es  un  hecho.  Yo  lo  afirmo  sin  reparo 
alguno,  porque  por  necesidad  conozco  á 
mucha  parte  de  la  generación  que  estu- 
dia desde  hace  treinta  años.  Y  todos  los 
lectores  aficionados  á  este  asunto  espe- 
cial, recordarán  haber  leído  curiosas  des- 
cripciones de  los  restos  arqueológicos,  y 
memorias  de  muchos  y  muy  entendidos 
jóvenes  que  en  todas  las  provincias,  y 
algunos  en  olvidados  pueblos,  dedican 
las  horas  sobrantes  de  sus  faenas  pecu- 
liares al  sabroso  esparcimiento  de  las 
investigaciones  artísticas  de  los  pasados 
tiempos.  Pagan  gustosos  su  contribución, 
como  se  dice  en  el  extranjero,  á  estos 
estudios,  y  de  cuando  en  cuando  obse- 
quian á  sus  amigos  y  al  público  con  el 
delicado  regalo  de  sus  obras.,, 

Tras  estos  expresivos  párrafos,  y  en 
confirmación  de  sus  asertos,  cita,  analiza 
y  encomia  el  Sr.  Becerro  de  Bengoa  la 
colección  de  excursiones  que  bajo  el  títu- 
lo de  Los  antiguos  Campos  góticos  pu- 
blicó no  ha  mucho  en  estas  columnas 
nuestro  consocio  el  Sr.  Simón  y  Nieto, 
"médico  joven  muy  reputado  en  aquella 
tierra  (Falencia),  escritor  serio  y  correc- 
to, arqueólogo  entusiasta  y  bien  cono- 
cido y  estimado  en  la  Academia  de  la 
Historia  y  en  la  Sociedad  Española  de 
Excursiones». 


Más  adelante  el  docto  articulista  dedica 
también  su  atención  á  otro  excursionista 
infatigable,  el  Sr.  D.  Julián  Apraiz,  de 
quien  dice  el  Sr.  Becerro  de  Bengoa,  an- 
tes de  examinar  alguna  de  sus  produc- 
ciones que,  "excursionista  andante,  bien 
espolvoreado  en  el  campo  y  bajo  techo, 
ha  andado  á  menudo  por  los  montes  y  va- 
lles vascongados,  en  busca  de  sepulturas 
prehistóricas,  de  cuevas  troglodíticas  y 
de  dólmenes  celtas,,. 

Es,  pues,  un  hecho  el  desarrollo  suce- 
sivo del  excursionismo  combinado  con  la 
afición  á  los  estudios  retrospectivos,  he- 
cho que  satisfará  seguramente  á  cuantos 
forman  parte  de  nuestra  Sociedad  de  Ex- 
cursiones. 

P. 

LAS  CATACUMBAS  DE  ROMA 

-pOR 

JOAQUÍN  PAVÍA  Y   BERMINGHAM 


(Un  tomo  de  240  páginas.— Madrid,  Imprenta  de  los 
Huérfanos,  1895.) 

ox  este  título  acaba  de  publicarse 

una  interesantísima  obra,  que  no 

AWW'^yti  podemos  por  menos  de  dar  á  cono- 

c^'l  cer  á  nuestros  lectores.  Consiste 
ésta  en  tres  conferencias  que  acerca  de 
asunto  tan  complejo  é  importante  bajo  el 
punto  de  vista  del  Arte  y  de  la  Ciencia 
arqueológica,  como  son  los  hipogeos  cris- 
tianos de  Roma,  ha  pronunciado  el  Sr.  Pa- 
vía y  Bermingham  en  el  Centro  Católico 
de  la  capital  de  Guipúzcoa. 

El  arquitecto  Sr.  Pavía,  que  ha  sido 
pensionado  de  mérito  en  la  Academia  de 
Bellas  Artes  de  España  en  Roma,  ade- 
más de  sus  estudios  del  Arte  pagano, 
como  la  notabilísima  restauración  del 
templo  de  Vesta  en  el  Foro  Romano,  obra 
premiada  con  medalla  de  primera  clase 
en  la  Exposición  internacional  de  Bellas 
Artes  de  1892,  ha  hecho  también,  durante 
su  permanencia  en  la  Ciudad  Eterna,  es- 
tudios no  menos  interesantes  del  primi- 
tivo Arte  cristiano,  y  en  estas  tres  confe- 
rencias ha  reunido  cuantos  datos  pueden 


9^ 


boletín 


constituir  la  historia  de  estos  cemente- 
rios subterráneos ,  desde  su  ejecución 
hasta  nuestros  días. 

Dedica  la  primera  conferencia  á  des- 
cribir las  Catacumbas,  viendo  su  origen 
y  disposición,  sus  inscripciones  y  pintu- 
ras murales,  compendiado,  sí,  en  los  lí- 
mites de  una  conferencia,  pero  sin  dejar 
de  anotar  lo  más  interesante  y  de  mayor 
alcance. 

La  segunda  comprende  el  estudio  del 
periodo  histórico  en  que  se  construyeron 
estos  cementerios  y  desarrollo  que  fue- 
ron tomando  desde  la  predicación  apos- 
tólica hasta  la  paz  de  Constantino. 

En  la  tercera  conferencia  abarca  el  pe- 
riodo desde  que  las  Catacumbas  fueron 
objeto  de  la  veneración  pública,  pasadas 
las  persecuciones,  su  devastación  y  aban- 
dono, hasta  su  descubrimiento  en  el  si- 
glo XVI,  enumerando  los  trabajos  de  Bo- 
sio,  y  por  último  los  más  importantes  y 
modernos  del  P.  Marchi  y  del  gran  ar- 
queólogo de  nuestro  siglo ,  el  insigne 
Juan  Bautista  de  Rossi ,  el  verdadero 
descubridor  de  las  Catacumbas,  y  que 
con  sus  notables  trabajos  es  el  que  ver- 
daderamente trazó  las  bases  de  la  cien- 
cia arqueológica  cristiana. 

Con  gran  copia  de  datos,  á  la  vez  que 
con  suma  claridad  y  sencillo  lenguaje, 
están  escritas  estas  conferencias,  donde 
el  docto  encontrará  un  resumen  admira- 
ble de  materia  tan  vasta  y  objeto  de  tan- 
tas y  tan  voluminosas  obras,  y  el  que  no 
lo  sea,  puede  estar  al  corriente  con  su 
lectura  de  lo  que  son  estos  cementerios 
y  de  los  descubrimientos  más  modernos 
en  ellos  verificados. 

Un  apéndice  acompaña  á  estas  tres 
conferencias,  si  cabe  más  interesante  que 
ellas  mismas,  pues  es  un  estudio  biográ- 
fico de  Juan  Bautista  de  Rossi,  quizá  el 
primero  que  se  hace  en  nuestra  patria,  y 
desde  luego  el  más  completo,  haciéndose 
mención  de  las  fiestas  que  se  celebraron 
en  Roma  para  festejar  el  septuagésimo 
aniversario  del  nacimiento  del  gran  ar- 
queólogo ,  y  en  cuyas  fiestas  tomaron 
parte  todas  las  naciones,  á  las  que  se 
unió  España,  que  en  esa  ocasión  fué  de 
las  primeras  en  tributar  su  homenaje  al 
verdadero  talentp. 


Para  terminar,  la  obra  resulta  suma- 
mente amena,  la  presentación  excelente, 
y  la  precede  una  buena  fototipia,  hecha 
por  los  Sres.  Hauser  y  Menet,  de  un  pre- 
cioso bajo  relieve  del  eximio  escultor 
Aniceto  Marinas,  nuestro  consocio,  que 
tiene  por  asunto  la  primera  visita  de 
Pío  IX  á  la  cripta  de  los  Papas  en  la 
Catacumba  de  San  Calixto.  La  obra  es 
propiedad  de  las  Hermanitas  de  los  Po- 
bres, pues  á  ellas  ha  sido  regalada  por 
su  autor,  el  Sr.  Pavía,  á  quien  damos 
nuestra  enhorabuena  por  su  trabajo. 


A.  A. 


==a<=3í>á^g©í>-® 


sa@@IOR  0HI@IS]2 


La  Sociedad  de  Excursiones  en  Junio. 

La  Sociedad  Española  de  ExcursiOxNtes 
realizará;  una  á  Villa  del  Prado,  Ca- 
dalso DE  los  Vidrios,  Guisando  y  San 
Martín  DE  Valdeiglesias,  el  viernes  28 
de  Junio,  con  arreglo  á  las  condiciones  si- 
guientes: 

Salida  de  Madrid  (estación  de  Naval- 
carnero):  el  28,  á  las  siete  y  media  de  la 
noche. 

Regreso  á  Madrid:  el  domingo  30,  á  las 
ocho  de  la  noche. 

Monumentos  que  se  visitarán:  Iglesia 
y  picota  de  Villa  del  Prado,  palacio  de 
D.  Alvaro  de  Luna,  en  Cadalso  de  los  Vi- 
drios ;  monasterio  de  Guisando  y  restos 
diversos  en  San  Martín  de  Valdeiglesias. 

Cwoííí.'Cuarenta pesetas,  en  que  se  com- 
prende el  billete  en  segunda  clase  de  ida 
y  vuelta,  coches,  hospedaje,  manuten- 
ción, gratificaciones,  etc. 

Para  las  adhesiones  á  esta  excursión, 
dirigirse  de  palabra  ó  por  escrito,  hasta 
el  día  27  á  las  ocho  de  la  noche,  acompa- 
ñando la  cuota,  al  Sr.  D.  Enrique  Serra- 
no Fatigati,  presidente  de  la  Sociedad, 
calle  de  las  Pozas,  núm.  17. 

Madrid  1.°  de  Junio  de  1895.— El  secre- 
tario general,  vizconde  de  Palas uelos.— 
V.^'B.'^— El  presidente,  S^;'rawoFa/2á'«/í. 

l.ni.  Establecimiento  tipográfico  de  Agustín  Avrial, 
San  Bernardo,  92.— Teléf.  3074 


BOIvBTlN 


DE  LA 


SOCIEDAD  ESPAIOLA  DE  EXCÜRSIOIES 


DIRECTOR: 
EL  VIZCONDE  DE  PALAZUELOS,  Secretario  general  de  la  Sociedad. 


AÑO  III 


Ivladrid  1."  de  J"vilio  de  1895 


NÚM.  29 


SECCIÓN  DE  CIENCIAS  HISTÓRICAS 


Ei^ia-iE 


DE 


NUESTRA    SEÑORA  DEL    CLAUSTRO 

EN  LA   CATEDRAL  DE   SOLSONA 


p^.  STA  efigie,  cuya  fototipia  aparece 
'*^  ^  en  el  presente  número,  es  uno  de 


los  más  bellos  ejemplares  de  icono- 
grafía cristiana  de  la  Edad  Media 
que  tenemos  en  España.  Mide  de  alto  un 
metro  cinco  centímetros,  y  está  hecha  de 
una  piedra  de  color  obscuro  y  ceniciento. 
El  asiento  de  la  V^irgen  es  un  taburete  con 
almohadón  encima,  todo  de  la  misma  pie- 
dra y  con  algunos  detalles  decorativos. 
Los  pies  de  la  Señora,  separados  uno  de 
otro,  descansan  sobre  dos  monstruos  que 
se  parecen  al  león  y  al  águila.  Sóbrela 
rodilla  izquierda,  algo  más  levantada  que 
la  otra,  tiene  sentado  á  su  divino  Hijo, 
sosteniéndole  con  la  mano  izquierda,  y 
en  la  derecha  lleva  un  cetro  que  figura 
en  :  u  base  un  pomito  y  en  el  remate  una 
pina  ó  granada  que  están  picando  dos 
.avecitas. 

Contra  el  uso  dominante  en  las  estatuas 
de  la  Virgen,  la  del  Claustro  tiene  la  ca- 
beza sin  manto  ni  velo  dominical  que  la 
cubra;  pero  ciñe  una  corona  ó  diadema 
con  adornos  esculturados  de  pedrería 
T.  m 


que  remata  en  tres  florones  formados  por 
el  combinado  repliegue  en  doble  voluta 
del  borde  superior  de  la  misma  corona. 
Lleva  partido  el  cabello,  que  luego  se  re- 
coge en  dos  soberbias  trenzas  que  caen 
graciosamente  á  lo  largo  de  los  hombros 
y  bajando  por  los  lados  vienen  á  termi- 
nar más  abajo  de  las  rodillas.  De  la  parte 
posterior  de  la  corona  se  desprende  una 
especie  de  cinta  de  once  centímetros  de 
ancho  por  veinte  de  largo,  que  puede  ser, 
ó  bien  un  adorno  de  la  corona  parecido  al 
que  se  ve  en  coronas  ác  las  Catacumbas 
y  á  semejanza  de  las  ínfulas  de  las  mi- 
tras, ó  bien  una  redecilla  para  recoger 
los  pelos  de  la  cabeza. 

Viste  la  Virgen  una  túnica  muy  ajusta- 
da que  le  llega  hasta  los  pies,  formando 
menudos  y  delicados  pliegues.  De  dere- 
cha á  izquierda  cruza  su  pecho  una  ban- 
da adornada  de  pedrería  é  hilos  de  per- 
las; y  por  debajo  de  la  rodilla  derecha 
ostenta  un  hermoso  festón  adornado  de 
la  misma  manera,  y  si  bien  corresponde 
al  manto,  parece  indicar  la  orilla  inferior 
de  una  sobrevesta  griega.  El  manto  que 
cubre  sus  hombros  está  orlado  de  vistosa 
y  rica  cenefa  ,  se  abrocha  al  pecho  con 
una  grandiosa  fíbula  calada  y  genimata, 
y  al  recogerse  sus  caídas  por  encima  de 
las  rodillas,  forman  en  sus  extremos  al- 
gunos amplios  cañones  por  delante  de  la 
túnica  que  se  quedan  más  cortos  que  ésta. 

12 


94 


feOLETÍN 


Enseña  los  pies  parca  y  modestamente,  y 
su  calzado  es  puntiagudo  y  con  adornos 
de  pedrería.  Las  manos  tienen  alguna 
rigidez  é  impropiedad,  sobre  todo  la  de- 
recha que  sostiene  el  cetro  por  la  base, 
cuando  parece  más  natural  empuñarlo 
por  el  fuste. 

El  semblante  de  la  Virgen  es,  á  la  par 
que  grave,  apacible  y  dulce;  su  boca  pe- 
queña, aguileña  la  nariz,  y  éstas,  lo  mis- 
mo que  los  ojos  y  mejillas ,  están  perfec- 
tamente esculturadas. 

El  Niño  Jesús  tiene  la  cabeza  y  los  pies 
desnudos,  y  éstos  se  apoyan  ligeramente 
en  la  rodilla  derecha  de  la  Virgen.  Viste 
túnica  primorosamente  adornada  de  pie- 
dras y  perlas  en  la  parte  que  cubre  el 
pecho  y  en  las  bocamangas  ;  y,  además, 
manto  orlado  de  finísima  greca.  Está  un- 
un  poco  vuelto  hacia  el  pueblo,  con  la  ma- 
necita  derecha  levantada  en  actitud  de 
bendecir,  y  con  la  izquierda  se  recoge 
graciosamente  el  manto  sobre  sus  rodi- 
llas. Su  semblante,  más  bien  que  el  de  un 
niño  de  corta  edad,  representa  ya  el  de 
un  adolescente. 

A  pesar  de  que  el  grupo  escultórico  de 
Nuestra  Señora  del  Claustro  adolece  de 
cierta  tiesura  y  sequedad  de  contornos  y 
del  amaneramiento  general  de  las  figuras 
bizantinas,  tales  defectospreséntansebas- 
tante  velados,  y  los  compensa,  por  otra 
parte,  la  perfección  y  riqueza  de  algunos 
detalles. 


II 


¿Cuándo  fué  construida  esta  efigie  de  la 
catedral  de  Solsona?  No  hay  documento 
alguno  que  nos  diga  en  qué  tiempo  y  por 
quién  fué  esculturada,  y  por  lo  mismo  de- 
bemos limitarnos  á  su  examen  arqueoló- 
gico y  artístico.  En  nuestro  humilde  jui- 
cio, hay  que  fijar  la  fecha  de  la  construc- 
ción de  esta  imagen  en  la  época  de  la  do- 
minación carlovingia  en  Cataluña,  ó  sea 
en  el  tiempo  que  media  entre  la  segunda 
mitad  del  siglo  viii  y  la  primera  del  ix. 

Las  persecuciones  levantadas  en  Orien- 
te por  el  iconoclasta  León  Isáurico  (año 
726)  motivaron  la  emigración  de  muchos 


artistas  á  Italia,  y  á  ellos  se  debe  el  rena- 
cimiento del  Arte  en  Occidente,  y  ellos 
fueron  los  íundadores  de  aquel  estilo  es- 
pecial que  llamamos  latino-bizantino,  pro- 
pio de  los  países  más  occidentales  de  Eu- 
ropa, y  que  participa  del  estilo  románico 
y  bizantino,  si  bien  predomina  sobre  la 
influencia  que  pudiéramos  llamar  roma- 
na la  de  Bizancio,  Los  Papas  primero,  y 
más  adelante  Carlo-Magno,  dispensaron 
generosa  protección  á  estos  artistas  ex- 
pulsados de  Oriente,  é  impulsaron  pode- 
rosamente el  renacimiento  de  las  Bellas 
Artes  en  las  regiones  occidentales.  Esta 
influencia  é  intervención  gloriosa  de  Car- 
lo-Magno aparece  comprobada  en  varias 
obras  de  su  tiempo  en  Francia  y  Alema- 
nia, y  debió  también  dejarse  sentir  en 
España,  y  particularmente  en  las  regio- 
nes pirenaicas  ;  y  por  más  que  sea  pro- 
blemática su  venida  á  Cataluña,  no  puede 
negarse  su  protección  eficaz  en  todo  lo 
referente  al  bien  y  esplendor  de  las  igle- 
sias de  esta  región,  como  tampoco  puede 
negarse  la  parte  personalísima  que  su 
hijo  Ludovio  Pío  tomó  en  la  reconquista 
de  Cataluña  y  en  la  erección  y  restaura- 
ción de  varias  iglesias   y  monasterios. 
Solsona  fué  definitivamente  reconquista- 
da por  Ludovio  Pío  en  el  año  798,  y  apa- 
rece desde  esta  fecha  como  plaza  forti- 
ficada y  cuidadosamente  defendida  por 
los  cristianos,  á  causa  de  su  posición  to- 
pográfica é  importancia  estratégica. 

Pues  bien;  esta  época  de  la  dominación 
carlovingia  en  Cataluña,  es,  á  nuestro  en- 
tender, la  en  que  fué  labrada  la  hermosa 
efigie  que  nos  ocupa ;  y  dejándonos  de  su- 
posiciones más  ó  menos  fundadas,  vienen 
en  prueba  de  nuestra  opinión  los  mismos 
caracteres  arqueológicos  y  artísticos  que 
presenta  la  venerada  efigie  de  Solsona. 
Ella  tiene  sin  género  de  duda  los  tres  ele- 
mentos que  dan  vida  y  distintivo  á  las 
obras  del  arte  latino-bizantino  en  la  esta- 
tuaria; base  marcadamente  clásica,  ras- 
gos decididamente  orientales, 'expresión 
y  esplritualismo  cristianos.  La  actitud  de 
la  Virgen  y  la  del  Niño  es  seria,  majestuo- 
sa, reposada  y  profundamente  espiritual 
y  ascética.  El  dibujo  de  las  figuras  no  cho- 
ca por  lo  desproporcionado,  y  si  bien  se 
nota  algo  de  incorrección  en  los  brazos  y 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


9$ 


manos  de  la  Virgen,  hay  en  cambio  pure- 
za y  corrección  suma  en  otros  miembros 
de  la  misma  y  en  los  pies  y  manos  del 
Niño.  Esto,  unido  ala  belleza  y  majestad 
de  los  plegados  de  los  paños  y  á  la  ga* 
llardía  y  variedad  de  la  ornamentación 
de  la  efigie,  que  sin  querer  nos  recuerda 
la  ornamentación  bizantina  de  las  esta- 
tuas descubiertas  en  las  ruinas  de  Pal- 
mira,  de  los  mosaicos  de  San  Venancio 
de  Letrán  y  de  San  Apolinar  de  Rávena, 
y  de  los  dípticos  del  museo  de  Berlín  y  de 
la  catedral  de  Monza,  revela  desde  luego 
que  su  autor  no  tenía  olvidadas  las  tradi- 
ciones de  un  estilo  clásico  y  grandio- 
so que  había  florecido  en  siglos  anterio- 
res. 

Sabemos  que,  según  la  creencia  gene- 
ral, el  estilo  latino-bizantino  no  comenzó 
á  vulgarizarse  en  España  antes  del  si- 
glo x;  pero  también  es  indudable  que  á 
partir  desde  este  siglo,  aquellas  formas 
agraciadas  y  bellas  propias  del  estilo, 
cuyo  ejemplar  se  halla  en  el  templo  de 
Santa  Sofía,  de  la  antigua  Bizancio,  de 
generan  en  toscas,  pobres  y  amaneradas. 
Esto  explica,  por  qué  desde  el  siglo  vi 
alx,  los  ejemplares  de  estatuaria,  orfe- 
brería y  arquitectura  bizantina  son  tanto 
más  perfectos  cuanto  más  antiguos,  como 
que  se  acercan   más    á  los  tipos  ejem- 
plares de  Santa  Sofía  de  Bizancio  y  de 
San  Marcos  de  Venecia.  Hágase  un  es- 
tudio comparativo  de  la  Virgen  del  Claus- 
tro con  otras  efigies  marianas  de  estilo 
románico  ó  bizantino  que  se  veneran  en 
España  construidas    desde    últimos  del 
siglo  IX  al  XI  inclusive,  y  se  verá  que  no 
tienen  ni  la  pureza  de  líneas,  ni  la  correc- 
ción de  dibujo,  ni  la  riqueza  de  ornamen- 
tación de  la  efigie  de  Solsona. 

Esto  nos  confirma  en  nuestra  opinión 
de  que  la  del  Claustro  fué  labrada  duran- 
te la  dominación  de  los  reyes  francos  en 
Cataluña.  Y  por  más  que  se  nos  objete 
que  en  este  período  no  estaba  vulgariza- 
do en  España  el  estilo  latino-bizantino, 
contestaremos  que  tampoco  las  demás 
regiones  ibéricas  estaban  entonces  en  las 
condiciones  favorables  de  la  cataláunica 
para  que  á  la  vez  que  en  ésta  se  labraran 
estatuas  parecidas  á  la  que  nos  ocupa. 
En  una  extensa  Memoria  histórica  que 


sobre  esta  imagen  tenemos  publicada  ', 
llevamos  expuestas  las  razones  que,  á 
nuestro  entender,  militan  en  contra  de 
aquellos  que  sostienen  haber  sido  e^ta 
efigie  importada  de  Oriente  y  anterior  al 
siglo  VIII,  y  de  aquellos  otros  que  preten- 
den ser  posterior  al  siglo  xii.  A  dicha  Me- 
moria podrán  acudir  los  que  quieran  te- 
nerlas en  cuenta  para  formar  su  juicio 
propio  sobre  la  época  en  que  fué  labrada 
la  efigie  del  Claustro,  y  quieran  á  la  vez 
conocer  la  tradición  popular  sobre  esta 
imagen  y  la  devoción  ferviente  de  que  es 
objeto  en  la  ciudad  de  Solsona  y  en  toda 
la  comarca. 

Ramón  Riu  y  Cabanas. 

Toledo,  20  Junio  1895. 


TRÍPTICJ  DE  RÓ.>IULO  CINCINATO 


Sala  XXVI.— Tabla  pintada  al  óleo.— Tríptico.— Fcli- 
lipe  el  Hermoso  y  su  familia  adorando  á  la  Virgen. 
Siglo  XVI.  — Original  de  Rómulo  Cincinato.— Fir* 
raado.-Alto,  0,69;  ancho,  0,44. 


E  esta  manera  consigna  el  "Cátalo. 

Vjjfi  ^^  ^^  ^^  Exposición  Histórico-eu- 

ropea„   el  notable  tríptico,  cuya 

W#  descripción  intentamos,  á  pesar  de 
que  nuestra  notoria  incompetencia  nos 
impide  entrar  de  lleno  en  su  estudio  bajo 
el  punto  de  vista  artístico,  que  es  el  que, 
por  tratarse  de  una  obra  pictórica,  pare- 
cía llamado,  más  que  otro  alguno,  á  fijar 
nuestra  atención. 

Pero  desgraciadamente  para  el  pintor, 
no  es  así.  Ni  el  tríptico  de  Cincinato  es, 
en  sentir  de  competentísimas  personalida- 
des por  mí  consultadas,  una  de  esas  obras 
que  descuellan  entre  las  de  su  clase,  ni 
de  las  que  revelan  personalidad  en  el  au- 
tor, siquier  fuera  ésta  de  un  orden  secun- 
dario. Es  una  pintura  más,  en  el  siglo  xvi, 
de  transición  bien  marcada,  pero  sin  re- 
miniscencia alguna  de  lo  bueno  que  tienen 
las  pinturas  de  la  época  inmediatamente 
anterior,  ni  de  la  grandiosidad  del  rena- 
cimiento subsiguiente. 

A  pesar  de  este  juicio  de  mis  buenos  y 


1  Lérida,  imprenta  Mariana,  año  1891. 


q6 


boletín 


doctos  amigos,  y  que  á  alguno  podrá 
parecer  severo  en  extremo;  á  pesar  de 
esto,  decimos,  el  cuadro  está  muy  dis- 
tante de  ser  una  de  esas  obras  llamadas 
á  perderse  en  la  noche  del  olvido,  no 
sólo  porque  hay  en  ella  algo  de  agrada- 
ble y  correcto  bajo  el  punto  de  vista  del 
arte,  sino  porque  las  seis  figuras  (cinco 
de  ellas  orantes)  que  acompañan  á  la 
santa  imagen,  y  el  letrero  que  rodea  á  la 
pintura  central,  hacen  referencia  á  eleva- 
dísimas  personalidades  de  nuestra  histo 
ria;  y  tanto  éstas  como  el  nombre  del 
autor,  bien  poco  vulgarizado  entre  nos- 
otros, merecen  cumplidamente  que  dedi- 
quemos algunas  líneas,  recordando  algo 
de  lo  que  fueron  unas  y  otro,  con  lo  cual 
demostraremos  la  relativa  importancia 
que,  en  nuestro  sentir,  reviste  el  tríptico 
en  cuestión. 

Y  como  el  método  es  útil  para  todas 
las  cosas,  bueno  será  que  adoptemos  uno 
cualquiera;  y  para  ello,  empecemos  por 
describir  lo  que  el  pintor  ha  trazado;  que 
sigamos  determinando  lo  que  el  pintor 
representó,  y  que  terminemos  recopi- 
lando las  cuatro  noticias  biográficas  que 

'del  mismo  hemos  logrado  reunir. 

Y  empezando  por  el  principio,  esto  es, 
por  lo  que  no  se  ve  en  la  lámina  que 
acompaña  á  este  artículo,  diremos  que 
cerrado  el  tríptico,  en  cada  una  de  sus 
puertas,  hay  un  óvalo  pintado  de  blanco. 
Sobre  el  de  la  puerta  de  la  izquierda  se 
ve  el  escudo  de  armas  de  los  Dehesa  ó 
Hedesa  y  Verástegui ,  y  sobre  el  de  la 
derecha  las  armas  reales  con  castillos, 
leones,  granada,  flores  de  lis  y  toisón 
de  oro.  Dentro  de  ambos  óvalos  se  halla 
repartida  la  inscripción  siguiente: 

"Razones  fueron  tales  los  fechos  de  los 
«progenitores  de  la  casa  de  los  Dehesa  ó 
„ Hedesa  y  Verástegui,  que  llamaron  la 
«atención  de  nuestro  amado  rey  D.  Car- 
„los  el  segundo.  Pidió  á  D.  J.e  Ramón 
„  Verástegui  sacara  certificación  de  di- 
„chos  fechos  de  su  noble  familia  en  el 
„año  de  1672,  por  D.  Juan  de  Mendoza.  En 
„vista  de  éstos  Su  Majestad „ 

"Rectificó  el  escudo  de  armas  que,  se- 
„gún  sus  dichos,  pueden  ponerlas  en  todo 
„lo  que  sea  de  su  propiedad,  y  esta  con- 
„formidad  autorizó  ponerlas  en  el  real 


„regalo  que  el  católico  rey  D.  Felipe  II 
„hizo  á  D.  Juan  Manuel  Verástegui  del 
„famoso  tríptico,  que  representa  la  acción 
„de  gracias  de  Felipe  el  Hermoso  y  doña 
„ Juana  (la  loca)  '  con  su  real  familia  á  la 
«inmaculada  Virgen  del  Consuelo,  pin- 
„tada  por  el  muy  noble  Rómulo  Cinci- 
,,nato,  en  el  año  de  1545  „ 

Dejemos  á  la  consideración  del  lector 
curioso  la  gratitud  que  revela  en  el  noble 
Verástegui  el  hecho  de  apellidar  "la  loca,, 
á  la  abuela  del  augusto  donante  del  tríp- 
tico ,  el  de  llamar  en  cambio  muy  noble 
al  pintor,  de  cuyos  antecedentes  de  fami- 
lia muy  poco  ó  nada  se  sabe,  el  de  fijar 
en  1545  la  fecha  en  que  el  tríptico  se  pin- 
tara, y  por  último,  en  ser  el  año  de  1672 
en  el  que  Carlos  lí  mandara  sacar  la  cer- 
tificación de  nobleza  de  aquella  ilustre 
familia,  hecho  que  revela  que  los  letreros 
de  los  óvalos  son,  cuando  menos,  poste- 
riores en  ciento  veintisiete  años  á  la  épo- 
ca en  que  suponen  pintado  y  tal  vez  do- 
nado el  tríptico  ,  todo  lo  cual  hace  que  no 
haya  medio  de  conceder  absoluta  fe  y 
crédito  á  lo  en  ellos  consignado. 

Abierto  el  tríptico,  que  es  como  está  en 
la  lámina  correspondiente,  se  hallan  en 
las  puertas  laterales  las  imágenes  de  San 
Pedro  y  San  Pablo,  representadas  por  an- 
cianos de  luenga  barba  coronados  con 
sus  correspondientes  nimbos,  vestidos  con 
túnicas  azules,  mantos  rojos  recama- 
dos de  oro,  y  ostentando,  el  Príncipe  de 
los  Apóstoles,  las  doradas  llaves,  y  el 
Apóstol  de  las  gentes,  la  espada  y  el  libro 
que  constituyen  respectivamente  los  atri- 
butos con  que  se  les  representa. 

Contiene  el  cuerpo  central  una  concha 
muy  bien  dibujada  que  forma  la  hornaci- 
na, ceñida  por  dos  arcos  concéntricos 
guarnecidos  de  dorado  follaje  sobre  fon- 
do oscuro  y  sostenidos  por  dos  pilastras. 
Dentro  de  esta  hornacina  se  halla  la  ima- 
gen de  Nuestra  Señora  del  Consuelo,  de 
rubia  cabellera  y  vestida  con  imperial  co- 
rona de  oro  guarnecida  de  perlas,  hermo- 
sa túnica  roja  y  rico  manto  de  terciopelo, 
también  recamados  de  oro,  de  cuyo  me- 
tal son  los  lazos  y  borlas  de  la  faja  de  seda 
verde  que  ciñe  la  noble  figura  de  María, 


1    Sic. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


97 


cuyo  brazo  izquierdo  sostiene  al  Niño 
Dios  que  inclina  su  preciosa  cabecita  ru- 
bia sobre  el  tierno  regazo  de  su  bendita 
Madre. 

A  ambos  lados,  y  en  actitud  orante,  se 
hallan  seis  figuras,  tres  de  varón  al  lado 
izquierdo  y  tres  con  femeniles  tocas  al 
lado  derecho.  Rodean  á  este  cuerpo  cen- 
tral del  tríptico  dos  inscripciones  en  ca- 
racteres romanos  que  dicen  así. 

La  de  la  parte  superior  del  arco :  Tota 

PULCHRA  EST  MaRIA. 

La  que  empieza  á  la  Izquierda  en  el 
arranque  del  arco  y  baja  bordeando  el 
cuadro  hasta  subir  á  igual  punto  del  lado 
derecho: 

Philippus  alemanie  (fermosüs)  primogé- 
nito suü  Carolo  Uxor  M.''  Joana  et  im- 

PERIALIS  EJUS  SUCESSIO  PETEXTES  GRATIA 
NOSTRA  SANCTA  MATER  CONSOLATRIX. 

Esta  inscripción,  indudablemente  coe- 
tánea de  lapintura, revela  quiénes  son  las 
personas  retratadas  en  el  tríptico,  y  deci- 
mos retratadas,  porquecomparadala  ima- 
gen del  personaje  que  se  supone  ser  Fe- 
lipe el  Hermoso  con  el  retrato  del  mismo 
original  de  \'ander  Goes,  existente  en  la 
catedral  de  Brujas,  y  del  cual  poseemos 
un  excelente  grabado  de  J.  Delboéte,  no 
cabe  la  menor  duda  de  que  el  personaje 
representado  en  el  tríptico  es  el  propio 
Felipe.  No  será,  pues,  muy  aventurado  el 
suponer  la  misma  autenticidad  en  los 
otros  retratos. 

Hállase  en  el  término  más  próximo  á  la 
Virgen  Felipe  el  Hermoso,  con  un  ropón 
de  terciopelo  guarnecido  de  pieles  y  cue- 
Uode  encaje  rodeadopor  elToisóndeOro. 
Delante  de  éste  3'  al  mismo  lado  izquier- 
do, el  primogénito  D.  Carlos,  de  cabellos 
rubios,  vestido  con  traje  azul  celeste  y 
adornos  negros,  forrado  todo  de  seda  co- 
lor y  ocre;  sosteniendo  á  D.  Fernando,  ni- 
ño, desnudo  y  de  cabellos  también  rubios. 

Al  lado  derecho  y  por  el  mismo  orden 
está  la  reina  doña  Juana,  cuyas  tocas 
blancas  y  traje  negro  violáceo  caracteri- 
zan severamente  su  noble  figura. 

Sigue  doña  Leonor,  con  un  traje  de  co- 
lor obscuro ,  alto  cuello  forrado  de  pieles 
y  la  blanca  toca  cuya  larga  cola  viene 
rodeando  todo  el  vestido. 

Por  último,  una  niña,  doña  Isabel,  que 


por  cierto  lleva  un  traje  color  salmón 
con  adornos  de  oro  y  encajes,  cuyo  gusto 
y  hechura  no  habría  rechazado  hace  po- 
co, años  ninguna  de  nuestras  más  ele- 
gantes señoritas:  lleva  en  la  cabeza  un 
cidasis  bordado  ricamente,  y  en  la  mano 
un  rosario,  cuyas  cuantas  de  oro  pasa. 
Como  todos  los  demás,  está  arrodillada 
sobre  el  rico  tapiz  oriental  que  cubre  el 
pavimento  de  todo  el  cuadro. 

Sabido  es  que  Felipe  el  Hermoso  y 
doña  Juana  tuvieron  seis  hijos,  á  saber: 
Doña  Leonor,  que  nació  en  Flandes  el 
14  de  Noviembre  de  1498,  y  más  tarde  fué 
reina  de  Portugal  por  su  matrimonio  con 
D.  Manuel;  y  á  la  muerte  de  éste,  reina  de 
Francia  por  su  matrimonio  con  Francis- 
co L 

D.  Carlos,  nacido  en  Gante  el  25  de  Ju- 
lio de  1500,  y  que  después  fué  rey,  el  pri- 
mero de  este  nombre  en  España  y  V  em- 
perador de  Alemania. 

Doña  Isabel  que  nació  en  Bruselas  el  15 
de  Julio  1501,  reina  después  de  Dinamar- 
ca, por  su  matrimonio  con  Cristierno  II. 
D.  Fernando  que  nació  en  Alcalá  el  10 
de  Marzo  de  1503,  rey  de  Hungría  y  de 
Bohemia,  y  emperador  de  Alemania  por 
renuncia  de  D.  Carlos. 

Doña  María  nacida  en  Bruselas  el  15  de 
Septiembre  de  1505,  que  casó  con  D.  Luis, 
rey  de  Bohemia,  de  Hungría,  y  después 
de  enviudar  en  1526,  fué  gobernadora  de 
Flandes  por  su  hermano  Carlos  V.  y 

Doña  Catalina,  que  nació  en  Torquema- 
daá  14  de  Enero  de  1507,  y  fué  reina  de  Por- 
tugal por  su  casamiento  con  D.  Juan  III. 
Si  D.  Felipe  y  doña  Juana  no  tuvieron 
más  hijos  varones  que  D.  Carlos  y  D.  Fer- 
nando y  éste,  D.  Fernando,  es  á  su  vez  el 
menor  de  los  cuatro  hermanos  retratados 
en  el  tríptico,  no  cabe  duda  de  que  doña 
María  y  doña  Catalina,  nacidas  dos  y  cua- 
tro años  respectivamente  después  que 
■  D.  Fernando,  no  pudieron  serlo  en  aquella 
época.  Pero  aún  hay  más:  como  doña  Ma- 
ría nació  en  Septiembre  de  1505  y  no  está 
retratadaconlaRealfamilia,no  cabe  duda 
de  que  D.  Fernando  tendría  á  lo  sumo  en 
la  época  á  que  se  refiere  la  pintura,  unos 
dos  años  y  medio,  que  es  justamente  la 
edad  en  que  el  pintor  le  ha  representado; 
doña  Isabel  tendría  unos  cuatro  años  y  me: 


q8 


boletín 


dio,  D.  Carlos  cinco  años  y  medio,  y  doña 
Leonor  siete  años  y  medio.  D.  Felipe  vein- 
tisiete años  y  doña  Juana  veintiséis.  Con 
estos  datos  no  puede  considerarse  aven- 
turada la  afirmación  que  antes  hicimos 
y  es  la  de  que  los  príncipes  retratados  no 
pueden  ser  otros  que  doñaLeonor,  D.  Car- 
los, doña  Isabel  y  D.  Fernando. 

Pocos  cuadros  de  aquella  época  logran 
reunir  mayor  grandeza  en  los  personajes 
representados. 

Dos  reyes,  otros  dos  que  más  tarde  fue- 
ron emperadores  y  cuatro  reinas,  las  de 
Francia,  Dinamarca,  Bohemia  y  Hungría, 
y  entre  ellos  nada  menos  que  un  Carlos  V. 
Verdaderamente  que  Cincinato  no  podía 
aspirar  á  más.  Pintó  á  los  reyes  y  princi- 
pes del  cielo  y  retrató  á  los  de  la  tierra... 

Pero  ¿quién  fué  éste  Rómulo  Cincinato? 
Pocas  son  las  noticias  que  de  él  se  tienen, 
y  á  no  ser  por  Ceán  Bermúdez  y  por  Ponz, 
casi  ignorado  de  todos  quedaría  el  nom- 
bre del  pintor  de  Felipe  II.  Según  Ceán 
Bermúdez  *,  Rómulo  Cincinato  fué  natu- 
ral de  Florencia;  estudió  su  profesión  con 
Francisco  Salviati,  y  fué  condiscípulo  en 
Roma  de  nuestro  Pedro  Rubiales,  donde 
tenía  gran  reputación  cuando  Felipe  II 
escribió  á  D.  Luis  de  Requesens,  su  em- 
bajador en  la  corte  pontificia,  que  le  en- 
víase algunos  pintores  de  habilidad.  En- 
vió á  Cincinato  y  á  Patricio  Caxesi,  el 
año  1567,  concertados  á  trabajar  tres  años 
por  20  ducados  al  mes. 

Llegaron  á  Madrid  y  pintaron  dos  ha- 
bitaciones al  fresco  ,  en  el  Alcázar,  á  sa- 
tisfacción de  S.  M.  Pasados  los  tres  años, 
S.  M.,  por  Real  cédula  de  3  de  Septiembre 
de  1570,  mandó  que  continuasen  con  el 
el  mismo  salario.  Más  tarde  pintó  los  dos 
oratorios  del  ángulo  entre  S.  y  E.  del 
monasterio  de  San  Lorenzo ,  y  esta  obra 
le  elevó  al  grado  de  ciencia  y  conocimien- 
tos que  el  que  tuvieron  los  demás  pinto 
res  que  han  trabajado  en  aquel  sitio.  En- 
tre sus  obras  está  un  fresco  que  pintó  de 
prestado  en  la  sacristía  en  1571. 

Por  Real  cédula  en  el  Pardo  á  3  de  Agos- 
to de  1572  le  concedió  S.  M.  licencia  para 


ir  por  tres  meses  á  Cuenca  sin  que  se  le 
descontase  nada  de  su  salario,  y  en  1573 
otra  por  tres  meses  también  y  en  la  mis- 
ma forma. 

Pintó  en  Cuenca  la  famosa  Cincuncisión 
tan  celebrada  por  una  figurra  arrodillada 
y  puesta  de  espaldas  que  arroja  un  pie 
con  tan  buen  arte  que  parece  salir  fuera 
del  cuadro,  de  lo  que  estaba  tan  satisfe- 
cho el  autor,  que  respondió  al  que  cele- 
braba sus  obras  del  Escorial :  "Vale  más 
un  zancajo  que  pinté  en  los  Jesuítas  de 
Cuenca  que  todo  lo  que  he  hecho  en  aquel 
monasterio.,, 

Por  otra  cédula  en  San  Lorenzo  á  l.°de 
Septiembre  de  1579,  mandó  S.  M.  á  D.  Luis 
deRibera  le  pagase  su  salario  por  entero, 
sin  embargo  de  haber  estado  pintando 
en  Guadalajara  para  el  duque  del  Infan- 
tado; y  finalmente,  por  otra,  fecha  en  el 
Escorial  á  21  de  Septiembre  de  1591,  le 
concedió  el  rey  vivir  con  su  sueldo  en 
aquella  ciudad  por  estar  tullido  é  impo- 
sibilitado para  poder  trabajar.  Palomino 
alarga  su  vida  hasta  el  año  1600,  y  dice 
que  falleció  en  Madrid  con  sentimiento 
de  los  profesores  por  su  trato  amable  y 
gran  habilidad.  Dejó  dos  hijos,  Diego  y 
Francisco  Rómulo,  que  siguieron  su  es- 
cuela. 

Hasta  aquí  Ceán  Bermúdez,  que  sólo 
añade  una  ligera  noticia  de  las  obras  de 
este  pintor. 

No  así  Ponz  (1)  que  como  datos  biográ- 
ficos ,  consigna  sólo  que  Cincinati  vino 
de  España  al  servicio  de  Felipe  II,  que 
trabajó  en  el  Escorial ,  Guadalajara  y 
Cuenca,  etc.,  etc.,  y  que  "no  fué  falto  de 
invención,,,  como  le  tachaban,  según  re- 
fiere Palomino. 

Dice  que  Rómulo  pintó  en  el  Escorial 
el  cuadro  de  San  Mauricio  y  compañeros 
que  está  en  uno  de  los  altares,  y  en  el 
coro  cuatro  lienzos,  que  representan  la 
prisión  de  San  Lorenzo;  este  santo  pre- 
sentando los  pobres  á  los  tiranos;  San 
Jerónimo  escribiendo,  y  el  mismo  ense- 
ñando á  los  monjes  la  Sagrada  Escritura. 
En  los  oratorios:  la  Transfiguración,  la 
Cena,  y  en  sus  puertas  la  Samaritana,  la 


1  Diccionario  de  los  más  ilustres  profesores  de  las 
Bellas  Artes  en  España,  por  D.  Juan  Agustín  Ceán 
Bermiidez.  Madrid,  1800,  tomo  i,  pág.  332. 


(1)     Viaje  de  España  por  D.  Pedro  Antonio  de  la 
Puente.  Madrid,  1772,  18  vol.,  8.» 


DÉ  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


99 


Adúltera,  la  institución  del  Santísimo  Sa- 
cramento ,  la  entrada  en  Jerusalén  y  el 
Lavatorio. 

En  el  palacio  del  Infantado,  en  Guada- 
lajara,  pintó  varias  fábulas  y  adornos,  y 
en  la  iglesia  de  los  jesuítas  de  Cuenca, 
dos  figuras  representando  San  Pedro  y 
San  Pablo,  y  el  cuadro  principal,  que  es 
sin  duda  la  mejor  pintura  del  artista,  que 
representa  la  Circuncisión.  Componen  el 
cuadro  (1)  unas  doce  ñgunis,  entre  las 
cuales  son  bellísim.as  una  mujer  sentada 
con  su  niño,  en  primer  término  á  la  de- 
recha, y  otro  de  pie  á  la  izquierda,  que 
está  de  espaldas  leyendo  en  un  libro 
mientras  se  realiza  la  ceremonia,  á  que 
asisten  Nuestra  Señora  y  San  José  en 
actitudes  muy  propias  y  devotas.  El  cam- 
po es  una  bellísima  arquitectura,  en  lo 
que  se  conoce  que  tenía  mucha  inteligen- 
cia y  genio,  como  lo  dio  á  entender  en  sus 
cuadros  del  Escorial. 

Con  estas  noticias  y  con  añadir  que  Se- 
rrano (2)  se  contenta  con  decir  que  fué 
pintor  florentino ,  discípulo  de  Salviati, 
que  nació  en  1302  y  murió  en  1593,  y  que 
sus  principales  obras  son  frescos  y  los 
dos  cuadros  de  San  Jerónimo  y  la  Cir- 
cuncisión ,  quedan  consignadas  cuantas 
noticias  hemos  podido  procurarnos  del 
autor  del  Tríptico. 

Pero  la  lectura  de  las  diversas  techas 
que  dejamos  consignadas  en  el  curso  de 
este  artículo  nos  sugiere  algunas  conside- 
raciones que  nos  permitimos  sólo  apun- 
tar, para  que  el  docto  curiosolectorsaque 
de  ellas  las  conclusiones  que  su  buen  jui- 
cio, á  su  vez,  le  sugiera. 

Se  dice  que  Cincinato  nació  en  1502,  y 
como  D.  Fernando  nació  en  1503,  claro 
está  que  el  tríptico  no  pudo  ser  pintado 
en  la  época  que  los  personajes,  por  sus 
edades  respectivas,  representan.  Fué  sin 
duda  trazado  de  memoria  y  pintado,  tal 
vez,  en  vista  de  miniaturas  ó  de  retratos 
auténticos  (como  lo  prueba  el  de  D.  Feli- 
pe) de  los  reyes  y  principes  en  él  repre- 
sentados. 
¿Fué  pintado  en  1545?  Entonces,  ¿cómo 


se  explica  que  no  estuvieran  en  él  retra- 
tadas las  princesas  doña  María  y  doña  Ca- 
talina? ¿Es  que  doña  Isabel  es  la  que  no 
está  representada  por  que  había  falleci- 
do en  1527?  ¿Porqué  no  lo  está  doña  Ca- 
talinn?  Y  sobre  todo,  ¿dónde  pudo  pintar 
este  cuadro  Cincinato,  cuando  consta  que 
no  vino  á  España  hasta  1567?  Y  si  lo  pintó 
después  de  su  venida,  como  parece  pro- 
bable, ¿por  qué  no  fueron  retratadas  to- 
das las  tías  de  Felipe  II? 

Preguntas  son  estas  que  suscitan  un  mar 
de  confusiones,  délas  cuales  no  vemos  por 
ahora  otro  medio  de  salir  que  con  una  de 
esas  respuestas  que  se  califican  con  el 
nombre  de  verdades  de  Perogrullo.  Como 
Felipe  II  fué  quien  mandó  pintar  el  tríp- 
tico, designó  para  que  aparecieran  en  él 
á  los  personajes  que  tuvo  por  convenien- 
te, quién  sabe  si  por  tener  de  éstos  los 
retratos  al  óleo  ó  las  miniaturas  que  los 
recordaban.  Grato  será,  al  que  estas  lí- 
neas escribe,  el  ver  que  con  las  noticias 
incompletas  que  deja  apuntadas,  se  des- 
pierta la  curiosidad  de  alguna  persona  de 
autoridad  y  competencia,  y  resuelve  ésta 
el  cúmulo  de  dudas  que  suscita  el  exa- 
men comparativo  del  trabajo  pictórico 
con  las  fechas  irrebatibles  que  la  historia 
consigna,  referentes  al  autor  y  á  los  per- 
sonajes por  él  representados. 

Manuel  de  Foronda. 


'^=^-^^¥^- 


ESCllITURAS  MOZÁllABES  TOLEDANAS 

Procedentes  de  Ja  Catedral  de  Toledo  se 
conservan  en  el  Archivo  Hi?tórico  Nacional 
de  esta  corte  buen  número  (pasan  de  250) 
de  pergaminos  escritos  en  caracteres  arábi- 
gos, que  hasta  ahora  no  lian  tenido  la  for- 
tuna de  encontrar  un  arabista  que  se  haya 
consagrado  á  su  detenido  estudio,  comuni- 
cando al  público  los  resultados  de  su  inda- 
gación. 

Llamó  ya  sobre  tales  documentos  la 
atención  de  los  eruditos  el  docto  y  laborioso 
P.  Burriel  1,  y  muy  recientemente  han 
sido  estudiados  con  fines  puramente  filoló- 
gicos  por  el   Sr.    Simonet   *,   sacando    de 


(IJ    Está  en  la  Real  Academia  de  San  Fernando 
(2)    Diccionario  universal. 


•     Burriel,  Paleogr.,  pái^s.  307  y  siguientes. 
"     Giosario  de  voces  ibéricas...  Pról.,   pá- 


»oo 


boletín 


ellos  abundantes  materiales  para  su  Glosa- 
rio de  voces  latinas  é  ibéricas  usadas  por  los 
Mozárabes  españoles,  obra  calificada  de  mo- 
numental por  el  incomparable  autor  de  la 
Historia  de  las  ideas  estéticas.  Y  esto  es  todo 
lo  que  hasta  la  fecha  se  ha  intentado  con 
respecto  á  las  citadas  escrituras. 

Cuando  allá  por  el  año  iS88  fui  adscrito 
al  referido  Archivo,  hubo  de  llamar  mi  aten- 
ción aquella  confusa  baraúnda  de  perga- 
minos arábigos,  sin  el  menor  asomo  de  que 
nadie  hubiese  puesto  mano  en  ordenar  aque- 
lla colección,  ni  menos  en  dar  al  mundo  li- 
terario minuciosa  noticia  de  lo  que  allí  se 
contenía.  Sólo  el  lápiz  del  Sr.  Simonet  ha- 
bía dejado  brevísimas  notas  sobre  dos  ó  tres 
de  estos  pergaminos,  y  la  indicación  numé- 
rica en  casi  todos  ellos  del  año  en  que  se 
otorgaron.  En  suma,  las  escrituras  mozá- 
rabes toledanas  continuaban  siendo  un  arca- 
no impenetrable  para  la  generalidad  de  los 
eruditos. 

Traté,  pues,  de  llenar  este  vacío,  proce- 
diendo desde  luego  á  redactar  las  corres- 
pondientes papeletas  que,  ordenadas  crono- 
lógicamente (bien  así  como  los  documentos 
á  que  se  refieren)  y  siguiendo  numeración 
correlativa,  han  venido  á  formar  el  índice 
que  hoy  someto  al  juicio  de  los  inteligentes, 
no  sin  decir  antes  dos  palabras  acerca  de  la 
importancia  que,  á  mi  juicio,  tienen  los  tales 
documentos  ,  y  para  indicar  mis  propósi- 
tos de  darlos  á  conocer  tan  cumplidamente 
como  posible  sea  á  mis  fuerzas,  dadas  las 
circunstancias  no  del  todo  favorables  que 
en  mí  concurren  para  acometer  tamaña  em- 
presa. 

Los  documentos  á  que  me  refiero  no  son, 
considerados  en  sí  mismos,  piezas  de  alto 
interés  histórico,  dado  que  todos  ellos  son 
documentos  particulares,  escrituras  de  com- 


gina  CLViu:  «Entre  las  fuentes  arábigas  de 
nuestro  trabajo,  debemos  mencionar  muchas 
escrituras,  siendo  las  mns  numerosas  é  impor- 
tantes las  arábigo-mozárabes  de  Toledo  y  las 
arábigo- granadmas.  De  las  primeras  hemos 
consultado  hasta  500,  escritas  desde  el  siglo  xi 
hasta  ün  del  xiu.  habiendo  algunas  de  la  Era 
1133  (1095).  y,  por  tanto,  próximas  á  la  restau- 
ración de  Toledo  (1085);  ^'^  cuyos  preciosos 
diplomas,  entre  muchos  vocablos  castellanos 
introducidos  después  de  la  reconquista,  hemos 
hallado  no  pocos  más  antiguos  y  que  convie- 
nen á  veces  con  los  encontrados  en  documen- 
tos fidedignos  de  la  época  arábiga. 


pra-venta,  de  permuta  ó  cambio,  de  dona- 
ción, testamentos...,  etc.,  sin  más  alcance, 
por  consiguiente,  que  el  que  pudiera  tener 
cualquier  instrumento  notarial  de  nuestros 
días.  Tienen,  sí,  alguna  importancia  para 
la  historia  y  geografía  de  la  comarca  tole- 
dana, por  las  personas  y  lugares  que  en 
ellos  se  citan,  y  les  concedetnos  con  el  se- 
ñor Simonet  especial  interés  lingüístico, 
tanto  por  las  palabras  aljamiadas  que  en 
ellos  se  encuentran,  cuanto  por  las  anoma- 
lías que  presentan  con  respecto  á  la  analo- 
gía y  sintaxis  del  árabe  clásico. 

Creemos,  además,  que  alguna  nueva  luz 
podrán  comunicar,  bien  que  indirectamente, 
á  la  historia  patria,  cuando  trate  de  estudiar 
la  condición  social,  usos  y  costumbres,  ins- 
tituciones jurídicas...,  etc. ,  de  los  Mozára- 
bes españoles. 

Pero  el  título  principal  que  á  nuestro 
aprecio  y  consideración  ostentan  aquellas 
escrituras,  cualquiera  que  sea  su  importan- 
cia intrínseca,  consiste  en  ser  reliquias  ve- 
nerables de  aquella  raza  latino- visigótica 
que,  aunque  rodeada  durante  los  cuatro  si- 
glos anteriores  por  los  sectarios  del  Islam, 
conservó  inmaculado  el  depósito  de  las 
creencias  cristianas,  de  la  ciencia  isidoria- 
na  y  de  las  tradiciones  nacionales.  El  idio- 
ma árabe  que  en  ellas  se  emplea  no  es  ins- 
trumento de  invectivas  contra  los  discípu- 
los de  Cristo  y  de  su  Iglesia,  ni  escarnece 
y  menosprecia  el  augusto  misterio  de  la 
Trinidad  cristiana,  ni  prorrumpe  en  en- 
comiásticos ditirambos  al  Enviado  de  Alali: 
nada  de  todo  esto,  que  parece  connatural  á 
la  lengua  árabe  clásica,  tiene  cabida  ni  re- 
motamente en  nuestras  escrituras;  antes, 
por  el  contrario,  el  idioma  árabe  es  allí 
elocuente  expresión  de  la  más  pura  orto- 
doxia católica:  en  él  se  formulan  explíci- 
tas y  solemnes  profesiones  de  fe  «en  el  Pa- 
dre, en  el  Hijo  y  en  el  Espíritu  Santo,  un 
solo  Dios»;  se  invoca  la  protección  de  San- 
ta María  y  de  los  Santos,  y  se  confiesa  y 
proclama  el  dogma  católico  en  su  integri- 
dad, «tal  como  lo  anunciaron  los  Apóstoles 
y  lo  expusieron  los  Santos  Padres  '».  Bien 
pudiéramos  decir,  por  consiguiente,  que  el 


«  Formúlanse  estas  explícitas  profesiones 
de  fe  en  los  testamentos  principalmente,  se- 
gún veremos  en  su  lugar. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


lenguaje  que  aquí  se  emplea,  fiel  reflejo  de 
las  más  arraigadas  creencias  y  de  los  más 
puros  sentimientos  cristianos,  es  un  árabe 
especial,  que  dista  tota  coció,  del  que  emplean 
los  escritores  musulmanes;  es  el  árabe,  por 
decirlo  así,  cristianizado  y  españolizado. 

La  historia  del  pueblo  árabe,  aun  pres- 
cindiendo de  las  relaciones  íntimas  que  al 
nuestro  le  ligan,   nos  interesa  ciertamente 
bajo  el  aspecto  científico,  pues  ante  la  in- 
teligencia humana,  como  ante  Dios,  no  hay 
aceptación  de  personas:  todos  los  pueblos, 
todas  las  razas  y  las  instituciones  todas  de 
la  humanidad  se  prestan  á  su  investiga- 
ción, sin  que  nada  sea  capaz  de  satisfacer 
su  insaciable  voracidad.  Pero  cuando  nos 
entramos  por  la  historia  de  los  Mozárabes 
españoles  y  estudiamos  sus  monumentos; 
cuando  nos   ocupamos   principalmente   en 
lo  que  concierne  á  los  Mozárabes  de  To- 
ledo, esa  ciudad  que  parece,  en  los  tiem- 
pos á  que  nos  referimos,  una  España  en 
miniatura  dada  la  variedad  de  gentes  de  to- 
das partes  que  la  habitan,  y  que  hizo  las  ve- 
ces, como  ha  dicho  muy  bien  el  P.  Burriel, 
del  corazón  en  el  organismo  de  nuestra  na- 
cionalidad, parece  como  que  éste  se  ensan- 
cha, y  á  más  del  deleite  puramente  científi- 
co, percibimos  en  estos  estudios  otra  satis- 
facción más  intensa,  más  íntima,  resultado 
de  las  simpatías  que  engendra  la  homoge- 
neidad de  raza  y  de  creencias  que  nos  une 
á  ese  pueblo  varonil  que  no  se  avergüenza 
ni  intimida  de  proclamar  su  fe  y  practicar 
su  culto  á  la  vista  de  sus  infieles  y  en  algún 
tiempo  poderosos  adversarios. 

Estas  debieron  ser  las  razones  que  movie- 
ron al  Sr.  Simonet  á  escribir  su  Historia  de 
los  Mozárabes  españoles,  cuya  tardanza  en 
hacerse  pública  es  el  tormento  de  los  erudi- 
tos. Con  esta  obra  creemos  que  el  ilustre 
arabista  no  sólo  merecerá  bien  de  las  letras 
patrias,   consolidando  más  y  más  el  buen 
nombre  de  que  goza  en  el  mundo  literario, 
si  que  también  llenará  un  vacío  que  ofrece 
los   caracteres  de  una  verdadera  injusticia 
nacional.  Y  á  estas  mismas  razones  obede- 
cía también,  sin  duda,  el  Sr.  Simonet,  cuan- 
do en  distintas  ocasiones  nos  ha  honrado 
con  sus  amistosas  excitaciones  para  que  dié- 
semos á  la  prensa  el  presente  trabajo,  que 
teníamos  escrito  y  casi  olvidado  hace  ya 
algunos  años. 


La^  repetidas  instancias  de  nuestro  ilus- 
tre amigo  no  dieron  resultado,  por  motivos 
que  no  hay  necesidad  de  exponer  tratándo- 
se de  españoles  y  de  trabajos  de  erudición; 
ni  la  publicación  por  cuenta  propia  era  em- 
presa llana  para  un  modesto  empleado,  ni 
podía  ofrecerse  á  ningún  editor  como  nego- 
cio. A  decir  verdad,  no  sentíamos  grandes 
entusiasmos  por  dar  á  luz  el  resultado  de 
nuestra  labor,  en  atención  á  que  ésta,  por 
su  propia  índole  y  por  ser  nuestra,  habría 
de  resultar  doblemente  imperfecta.  Por  esto 
nos  resignábamos  sin  esfuerzo  á  que  nues- 
tros apuntes  quedaran  para  siempre  conde- 
nados á  la  obscuridad  en  el  fondo  de  nues- 
tro pupitre. 

Creíamos,  en  efecto,  y  seguimos  creyen- 
do, que  para  sacar  de  las  escrituras  mozá- 
rabes toledanas  todo  el  partido  posible,  de- 
biera encargarse  de  su  estudio  un  arabista 
toledano,  es  decir,  un  literato  que  á  la  su- 
perior pericia  en  la  lengua  arábiga,  uniera 
extensos  conocimientos  sobre  la  historia  y 
topografía  de  la  comarca  á  que  dichas  es- 
crituras se  refieren:  de  este  modo  se  hubie- 
sen identificado  personajes,  reconocido  lu- 
gares y  relacionado  acontecimientos,  con  in- 
dudable utiUdad  de  la  historia  y  geografía 
patrias.  Pero,  por  desgracia,  entre  los  que 
cultivan  las  letras  en  la  famosa  ciudad  de 
los  Concilios,  no  tenemos  noticia  de  ningún 
arabista  que  se  haya  dedicado  con  empeño  á 
esclarecer  los  restos  de  la  cultura  oriental 
que  allí  tanto  abundan;  y  ésta  es  la  razón 
por  qué,  en  el  asunto  concreto  á  que  nos  re- 
ferimos, viene  á  esbozar  el  trabajo  un  des- 
conocido en  la  república  literaria,  que  ni  es 
toledano  ni  presume  de  docto  arabista. 

Por   otra  parte,  trabajos  de  esta  índole 
ofrecen  dificultades  tales,  que  sólo  los  á  ellos 
avezados  son  capaces  de  comprender.  No  se 
trata  sólo  de  aquellas  dificultades  en  el  tra- 
zado de  las  letras,  que  proceden  de  la  im- 
pericia, descuido  ó  mal  gusto  de  los  ama- 
nuenses ó  de  los  que  redactaron  tales  es- 
critos; pues  en  los  tiempos  antiguos  y  éh 
los  modernos,  entre  los  Árabes  y  Mozárabes 
como  entre  los  que  no  lo  son,  siempre  ha 
habido  y  habrá  escritores  que  parecen  pro- 
ponerse como  fin  principal  en  sus  escritos 
ejercitar  la  paciencia  de  los  que  hayan  de 
leerlos :   ni    son    tampoco    factores   únicos 
de    esa   dificultad    que    encarecemos     los 


102 


boletín 


desgastes  y  destrozos  que  la  incuria  del 
tiempo  y  la  acción  de  los  elementos  han  cau- 
sado en  mayor  ó  menor  grado  sobre  toda 
escritura  antigua.  Defectos  son  éstos  que 
comparten  nuestros  documentos  con  los 
demás  de  su  época,  y  aun  anteriores  y  pos- 
teriores, sin  que  haya  razón  para  que  de  ellos 
se  hallasen  exentos.  Los  que  hayan  maneja- 
do documentos  escritos  en  las  letras  llama- 
das de  albalaes  y  procesal,  nos  comprenderán 
fácilmente  si  les  decimos  que  no  son  menores 
las  innovaciones  y  los  abusos  que,  en  cuan- 
to al  trazado  de  los  caracteres  arábigos,  se 
presentan  en  algunas  de  las  escrituras  á  que 
nos  referimos.  Si  á  esto  se  añade  ahora  la 
casi  absoluta  carencia  de  vocales  y  aun  de 
los  puntos  llamados  diacríticos  (parte  inte- 
grante de  la  letra);  si  se  repara  además  en 
que  el  lenguaje  que  allí  se  emplea  adolece  de 
ciertos  resabios  ajenos  á  la  pureza  clásica  de 
la  lengua  árabe  (ya  de  por  sí  la  más  compli- 
cada y  difícil  de  las  semíticas)  *;  y  si  se  con- 
sidera, finalmente,  que  abundan  en  semejan- 
tes documentos  los  nombres  propios  de  po- 
blaciones y  caseríos,  y  algunos  nombres  co- 
munes del  lenguaje  hispano-latino  de  aque- 
llos tiempos,  transcritos  con  arreglo  á  un  sis- 
tema de  pronunciación  que  dista  bastante  del 
que  hoy  damos  á  los  caracteres  árabes;  si  se 
atiende,  digo,  á  todo  este  cúmulo  de  dificul- 
tades, capaces  de  poner  miedo  en  el  ánimo 
más  resuelto  y  esforzado,  se  comprenderá 
nuestra  anterior  indiferencia  tocante  á  la  pu- 
blicación de  un  trabajo  que  considerábamos 
ví\uy  distante  de  la  perfección,  no  ya  abso- 
luta, que  hemos  convenido  en  considerar 
incompatible  con  la  imperfección  y  debili- 
dad humanas,  sino  aun  de  aquella  perfec- 
ción relativa  y  razonable  que  la  crítica  está 
en  el  derecho  de  exigir. 

Hoy  las  cosas  han  cambiado.  La  dificul- 
tad económica  se  ha  vencido,  gracias  á  la 
generosidad  literaria  del  señor  Vizconde  de 
Palazuelos,  quien,  no  contento  con  poner  á 
nuestra  disposición  las  columnas  del  Bole- 
tín DE  LA  Sociedad  española  de  Excursio- 
nes, todavía  nos  ha  favorecido  con  libros 
y  noticias  que  nos  servirán  para  el  mejor 
desempeño  de  nuestro  cometido.  Además, 
en  la   revisión   que    recientemente  hemos 


emprendido  de  nuestro  anterior  trabajo,  he- 
mos podido  ampliarle  con  nuevos  datos 
de  que  entonces  prescindimos;  hemos  acer- 
tado á  leer  palabras  que  antes  no  logramos 
descifrar,  y  aclarado  conceptos  que  anterior- 
mente no  entendimos.  Esto,  unido  al  valioso 
concurso  del  Sr.  Simonet,  que  tan  á  fondo 
conoce  los  tales  documentos,  y  á  quien  pen- 
samos consultar  todas  nuestras  dudas,  se- 
guros de  merecer  su  amable  y  docta  coope- 
ración, como  también  la  del  egregio  ara- 
bista Sr.  Codera,  el  cual  ha  puesto  gene- 
rosamente á  nuestra  disposición  su  rica  li- 
brería arábiga ,  hace  que  consideremos  hoy 
nuestra  obra  menos  indigna  de  la  atención 
de  los  lectores ,  y  principalmente  de  los  ara- 
bistas ,  á  quienes  de  una  manera  especial  va 
dirigida. 

Para  que  así  sea,  y  á  fin  de  que  los  docu- 
mentos puedan  ser  apreciados  en  todas  sus 
fases,  distribuiremos  nuestra  labor  con  arre- 
glo al  siguiente  programa: 

L  Breve  noticia  de  cada  uno  de  ellos,  ó 
sea  publicación  de  las  notas  que  dan  idea 
del  contenido  de  cada  documento. 

II.  Texto  árabe  y  traducción  íntegra  de 
algunos  entre  los  que  conceptuemos  más 
importantes. 

III.  Ligeras  consideraciones  lingüísti- 
cas, geográficas,  jurídicas,  etc.,  etc,  que  nos 
sugieren  las  dichas  escrituras. 

IV.  índice  general  de  personas,  lugares 
y  vocablos  del  lenguaje  vulgar  que  en  ellos 
se  citan  *. 

Aun  contando  con  los  nuevos  elementos 
que  perfeccionan  hoy  nuestro  trabajo  sobre 
el  que  realizamos  hace  algunos  años,  sería 
suprema  insensatez  el  suponerle  tan  acaba- 
do y  perfecto  que  alejase  de  sí  toda  tenta- 
tiva de  rectificación  y  mejoramiento.  Lejos, 
muy  lejos  de  nosotros  tamaña  estolidez.  Los 
que  hemos  visto  á  todo  un  Dozy,  el  maes- 
tro de  los  maestros,  rectificar  y  enmendar 
sus  propias  rectificaciones  y  enmiendas  ', 


'    Derenbourg,  Crestotnathie:  Avant-pro- 
pos,  pág.  V. 


*  Supeditada  nuestra  publicación  á  la  del 
Boletín  de  la  Sociedad  española  de  Excursio- 
nes, no  contraemos  con  el  público  el  compro- 
miso de  dar  cima  á  nuestros  propósitos,  aun- 
que sí  nos  obligamos  á  hacer  cuanto  esté  de 
nuestra  parte  para  cumplir  nuestra  oferta. 

*  A  ios  dos  tomos  de  su  obra  Scriptorum 
Arabum  loci  de  Abbadidis,  publicados  en  1846 
y  1632  respectivamente,  añadió,  en  1863,  un 
tercer  lomo  con  las  rectificaciones  que  hubo 


DE   LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


103 


estamos  curados  a  pviori  de  semejantes  ton- 
terías y  pujos  de  propia  infalibilidad.  Lo  que 
sí  podemos  afirmar  es  que ,  si  no  siempre  he- 
mos acertado,  al  menos  hemos  puesto  para 
ello  los  medios  que  han  estado  á  nuestro 
alcance,  y  que  ni  hemos  disimulado  nues- 
tras dudas  en  los  puntos  dudosos,  ni  ocul- 
tado nuestra  ignorancia  en  aquellos  que  se 
han  resistido  tenazmente  á  nuestra  diligen- 
cia, pues  á  defecto  de  otras  condiciones  que- 
remos que  resalte  en  nuestras  obras  la  sin- 
ceridad y  buena  fe  que  tan  bien  sientan  en 
los  que  á  las  letras  consagran  todo  su  tiem- 
po y  todas  sus  energías. 

Y  estamos  tan  lejos  de  creer  que  hayamos 
agotado  la  materia  de  investigación  que  nos 
ofrecen  las  escrituras  mozárabes  toledanas, 
que  veríamos  con  el  mayor  gusto  una  serie 
de  trabajos  de  índole  biográfica  y  propia- 
mente histórica  donde  se  tratase  con  ampli- 
tud y  conocimiento  de  causa  de  los  perso- 
najes que  aquí  se  mencionan,  y  se  mostrase 
con  más  luz  que  hasta  el  presente  esa  socie- 
dad toledana  de  los  siglos  xii,  xiii  y  xiv  con 
sus  famosas  escuelas,  que  atraen  alumnos  de 
las  más  lejanas  regiones;  con  ese  colegio  de 
traductores  latinos  de  las  obras  arábigas  que 
difunden  el  saber  oriental  por  toda  Europa, 
según  nos  han  enseñado — ¡vergüenza  da  el 
decirlo! — eruditos  extranjeros  como  Jour- 
dain,  Leclerc,  Wustenfeld  y  otros. 

Creemos  que  fué  tal  la  importancia  de  To- 
ledo en  estos  siglos,  que  nos  parecerá  siem- 
pre poca  la  diligencia  que  se  ponga  en  am- 
pliar los  conocimientos  que  sobre  ella  posee- 
mos. La  patria  literaria  de  los  Gundisalvos, 
Avendaud  y  Gerardo  de  Cremona;  la  sede 
de  D.  Raimundo,  D.  Martín  López  y  Don 
Rodrigo  Jiménez  de  Rada  (citados  con  fre- 
cuencia en  nuestras  escrituras);  la  ciudad, 
en  fin,  convertida  por  Alfonso  el  Sabio  en 
emporio  de  la  ciencia  hispano-arábiga  y  en 
foco  de  cultura  que  se  difunde  por  todos  los 
ámbitos  de  la  Península  y  aun  por  las  na- 
ciones extranjeras,  bien  merece  que  á  ella 


dediquen  sus  investigaciones  los  sabios  es- 
pañoles, siquiera  sía  para  encontrar  en 
nuestras  glorias  pasadas  lenitivo  á  nuestras 
desdichas  presentes.  Y  esa  sociedad  cris- 
tiana que.  al  propio  tiempo  que  vierte  al  la- 
tín las  producciones  del  ingenio  musulmán, 
redacta  en  árabe  sus  instrumentos  públicos, 
y  acude  en  el  terreno  artístico  á  la  técnica 
musulmana  con  ornamentación  genuinamen- 
te  cristiana  ',  bien  acreedora  es  á  más  serios 
estudios  de  los  que  hasta  ahora  ha  mereci- 
do. No  parece  sino  que  esa  sociedad  tole- 
dana á  que  me  refiero  trata  de  llevar  á  cabo 
una  especie  de  fusión  entre  los  elementos 
compatibles  de  ambas  civilizaciones,  recon- 
ciliando al  islamismo  con  el  cristianismo,  é 
intentando  realizar  con  respecto  á  la  civili- 
zación musulmana  lo  que  con  relación  á  la 
griega  expresaba  aquella  hermosa  frase:  «La 
Grecia  en  gracia  de  Dios.»  Vengan,  pues, 
esas  monografías  sintéticas  que  nos  presen- 
ten rodeada  de  abundante  luz  esa  extraña 
sociedad,  oriental  en  la  forma  y  cristiana  en 
el  fondo,  que  al  propio  tiempo  que  nutre  los 
ejércitos  para  combatir  á  la  morisma,  adop- 
ta de  ésta  lenguaje,  costumbres,  institucio- 
nes jurídicas,  adelantos  científicos  y  cuanto 
no  se  halle  en  oposición  con  su  índole  cris- 
tiana y  española,  proporcionando  con  ello 
un  singular  contraste,  como  ha  indicado  el 
sabio  Leclerc. 

Nosotros  dejamos  íntegra  para  otros  la 
gloria  de  tales  trabajos,  aspirando  tan  sólo 
á  preparar  el  camino  (parare  vias  ejus)  á 
quien  se  halle  en  disposición  de  empren- 
derlos. 

Francisco  Pons. 
(Se  continuará.) 


*  Recientemente  se  ha  descubierto  en  la  sa- 
cristía de  la  iglesia  de  San  Justo  una  bellísima 
labor  mudejar  con  adornos  cristianos.  Puede 
verse  su  descripción  en  un  artículo  de  D.  R  Lo- 
rente  publicado  el  10  de  Junio  en  La.  Corres- 
pondencia de  España  con  el  título  de  Un 
moderno  monumento  toledano. 


de  hacer  sobre  lo  contenido  en  los  dos  prime- 
ros; pues  todavía  en  el  ejemplar  de  su  uso  de 
este  tercer  tomo,  ejemplar  adquirido  por  el  se- 
ñor Codera  á  la  muerte  del  autor,  hay  un  buen 
número  de  notas  manuscritas  corrigiendo  nue- 
vamente lo  que  antes  había  corregido. 


^^r^rS^rt^^*' 


194 


boletín 


LAPIDA  ARÁBIGA 

conmemorativa  de  la  Capilla  de  Santa  Catalina 
en  Toledo. 


RECTIFICACIÓN  '. 

N  el  número  28  de  nuestro  Boletín, 
aparece  un  largo  artículo,  firmado 
por  el  Sr.  D.  Francisco  Codera  y 
Zaidín,  pretendiendo  rectificar  la 
lectura  de  una  lápida  arábiga,  por  mí  pu- 
blicada en  el  número  26  de  esta  misma 
Revista.  Por  circunstancia  semejante,  y 
porque  el  articulista  hace  mención  de 
una  carta  particular,  que  me  dirigió  efec- 
tivamente, y  en  la  cual  no  me  invitaba, 
sino  me  exigía  con  bastante  descompos- 
tura me  confesase  públicamente  equivo- 
cado en  todo,  poniéndome  en  el  caso  de 
no  darle  respuesta  alguna,— acudo  hoy  al 
Boletín,  con  ánimo  de  rectificar  breve- 
mente, á  fin  de  no  ocupar  espacio  que  po- 
drá ser  útil  para  cosa  más  interesante. 

Con  tal  objeto,  pues,  señalaré  los  pun- 
tos de  controversia,  y  procuraré  huir  del 
ejemplo  que  me  da  el  articulista,  sin  de- 
tenerme en  las  insinuaciones  malévolas, 
ni  en  las  frases  de  mal  gusto  que  me  de- 
dica. 

Primer  punto. — El  articulista  dice  que 
propuso  la  lectura  j_^s.-.i>.Uo,  y  que  el  crí- 
tico, es  decir,  yo,  afirmé  debía  leerse 
^-^-^Lo.  No  es  cierto.— Lo  que  yo  escri- 
bí, después  de  consignar  que  es  notable 


1  La  interpretación  de  una  lápida  arábiga  hallada 
en  Toledo  viene  dando  lugar  á  una  discusión  ó  con- 
troversia de  carácter  técnico  entre  dos  consocios 
nuestro,s,  distinguidos  catedráticos  y  académicos  am- 
bos, los  Sres.  Codera  y  Amador  de  los  Ríos.  Con  este 
motivo,  al  director  del  Boletíx  de  la  Sociedad  Espa- 
ñola DE  ExcuRsioxhs  cabe  manifestar:  1.",  que  ni  el 
BoLETfx  ni  la  Sociedad  se  hacen  solidarios  de  las  opi- 
niones y  doctrinas  sustentadas  en  los  artículos  de 
aquellos  señores,  á  quienes  alcanza  únicamente  la 
responsabilidad  de  los  escritos  publicados  bajo  su  fir- 
ma; y  2.",  que  siendo  ya  cuatro  los  artículos  motiva- 
dos por  la  lectura  de  la  lápida  (dos  del  Sr.  Codera  y 
dos  del  Sr.  Amador  de  los  Ríos),  de  los  que  tres  Se 
publicaron  eñ  nuestro  Boletín,  juzga  la  cuestión  sufi- 
cientemente debatida,  y  cierra  la  discusión  por  lo  que 
respecta  á  las  columnas  de  nuestra  Revista.— (Nota 
DE  LA  Dirección.) 


este  monumento  epigráfico  por  las  faltas 
de  ortografía  en  él  reparables,  es  que 
"llama  la  atención  (y  si  hubiera  sido  cosa 
natural,  no  la  llamaría)  que...  aparezca 
clara  y  distintamente  el  dual  ^^^-y^^  (no 
j^_y^:^Lo  como  se  ha  leído),,;  esto  es:  que 
el  lapidario  colocó  en  la  palabra  una  le- 
tra de  más,  lo  cual  constituye  en  todas 
partes  una  falta,  igual  á  la  que  cometería 
quien  escribiese  hoy  Enrrique  ^ov  Enri- 
que. El  epigrafista  tiene  la  obligación  de 
reproducir  fielmente  el  epígrafe,  y  de  ad- 
vertir todos  sus  errores  y  defectos;  y 
cumpliendo  este  deber  elemental,  hice 
notar  el  yerro,  que  el  articulista  no  había 
advertido,  sin  pretender  yo  que  sea  tal  la 
forma  del  dual  gramaticalmente,  ni  mu- 
cho menos.  El  autor  del  artículo  me  dis- 
pensa el  honor  de  "pasar  por  de  pronto„ 
el  que  aparezca  ese  trazo  más,  cosa  de 
que  puede  convencerse  quien  quiera,  con 
sólo  la  mera  inspección  de  la  palabra,  en 
la  reproducción  á&\3h'tseo  Arqueológico 
Nacional;  y  "sin  tener  pretensiones  de 
epigrafista,,,  agrega  razones  y  argumen- 
tos, los  cuales  persuaden  de  que  confun- 
de lastimosamente  la  escritura  monu- 
mental cúfica  con  la  escritura  ordinaria 
nesji,  suponiendo  que  el  dibujo  y  el  des- 
arrollo de  los  signos  en  la  una,  son  los 
mismos  en  la  otra,  y  por  tanto  que  el  ^ 
final  se  desenvuelve  de  idéntica  forma  en 
ambas,  cuando  no  es  así,  por  lo  cual  huel- 
gan, á  mi  juicio,  las  comparaciones  pa- 
leográficas  en  que  se  engolfa,  como  huel- 
ga por  impertinente  la  nota  ilustrativa, 
con  la  que  procura  molestarme. 

Segundo  punto. — En  la  palabra  que  el 
articulista  leyó  c;:.'^^^  Y  yo  c;■:^-^*''^^  po- 
dría tener  razón  gramaticalmente,  si  di- 
cha voz  se  hallare  escrita  con  toda  orto- 
grafía, lo  cual  no  sabemos  ni  él  ni  yo,  por 
más  que  no  ofrezcan  garantía  alguna  de 
ello  las  faltas  de  esta  naturaleza  que  en 
el  monumento  aparecen,  á  despecho  del 
Sr.  Codera.  En  lo  que  entiendo  no  está 
en  lo  cierto,  es  en  decir  que  la  letra  s  (*) 
"en  el  único  caso  en  que  no  está  ligada 
por  el  principio...  está  limitada  por  una 
línea  recta  en  la  parte  inferior,  y  de  un 
?nodo  perfectamente  perceptible  en  los 
otros  casos„;  porque  en  el  cúfico  epigrá- 
fico, la  letra  á  que  se  refiere,  es  lo  mismo 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


105 


al  principio  que  al  méllio  de  dicción,  y 
termina  sietnpre  por  la  parte  inferior  en 
la  línea  horizontal,  común  á  las  demás 
letras  que  no  exceden  de  aquella,  decla- 
rando ser  para  mí  ininteligible  lo  subra- 
yado, pues  en  todos  casos,  la  terminación 
horizontal  del  indicado  signo  es  perfecta- 
mente perceptible.  En  la  reproducción 
del  Museo  aparece  el  borde  que  podría- 
mos llamar  externo,  algo  redondeado, 
circunstancia  que  podría  inducir  á  creer 
que  la  referida  letra  fuere  un  inim,  si  no 
fuese  porque  éste  en  el  cúneo  anterior 
al  granadino  es  todo  él  circular,  y  tenien- 
do su  eje  en  la  línea  horizontal  mencio- 
nada, excede  de  ella  por  consiguiente, 
cosa  que  no  ocurre  en  el  monumento,  ó 
por  lo  menos  en  la  reproducción  por  mí 
conocida,  á  que  me  refiero,  distinguién- 
dose en  cambio  en  la  letra  dudosa  algo 
que  pudo  ser  las  dos  pequeñas  incisiones, 
características  del  ».  Por  lo  demás,  yo  no 
pretendo  imponer  á  nadie  mi  lectura. 

Tercer  piinto.~A\  final  de  la  novena 
línea  del  epígrafe,  entendió  el  articulista 
la  última  palabra  de  ella  por  ^^Uül.  No 
debía  estar  sin  embargo  muy  seguro, 
cuando,  en  señal  de  duda,  la  colocó  entre 
interrogantes;  yo  leí  ^j5^^^^\,  y  creo  ha- 
ber acertado,  pues  unida  al  ^  final  hay 
ostensiblemente  otra  letra,  la  cual  puede 
ser  el  nún;  el  articulista,  firme  en  la  con- 
fusión del  cúfico  y  del  nesji,  trata  de  de- 
mostrar que  no  hay  tal  letra,  y  yo  em- 
plazo á  quien  quiera  para  que  lo  vea  en 
la  reproducción  del  Museo.  Si  la  palabra 
^^liJ\  no  fuere  plural  irregular,  no  hay 
duda  que  puede  serlo,  así  porque  confor- 
me al  sistema  actual  de  los  gramáticos, 
toda  palabra  cuyo  vocalismo  del  singu- 
lar experimenta  alteración  al  pasar  al 
plural,  se  llama  plural  fracto,  según  De- 
renbourg  y  Guyard,  sino  porque  el  pro- 
pio articulista  declara  que  no  niega  "en 
absoluto  que  pueda  presentarse  una  se- 
mejante forma„,  aunque  líneas  anteriores 
afirma  íernii'nantemente  lo  contrario. 

Cuarto  punto.— Reconoce  el  autor  del 
artículo,  que  en  ¿r:^->^\  falta  un  ^,  lo  cual 
constituye  una  falta  de  ortografía,  de 
cuya  mención  no  puede  prescindir  el  epi- 
grafista, por  lo  que  significa;  pero  según 
aquel,— que  no  quiere  reconocer  que  so- 


bra otro  ^  en  ^-^-;o^'^\  ,— "no  era  preciso 
advertir  esta  omisión  del  tallista„,  ignoro 
por  qué  causa. 

Quinto  punto.— Asegnr a.  que  "los  plu- 
rales irregulares  ó  fractos  es  regla  ele- 
mental de  sintaxis  que  sean  considerados 
como  singulares  femeninos  para  los  efec- 
tos de  la  concordancia,,;  pero  en  la  Chres- 
toinathia  de  Kosegarten,  que  él  conoce 
muy  bien,  hay  en  el  Cuento  del  Cambista 
de  Bagdad,  tomado  de  las  Mil  y  una  no- 
clies,  un  ejemplo  terminante  de  lo  con- 
trario, pues  en  él  (pág.  4,  línea  10)  se 

dice :     cy-í^-^'-i'J^     ^  ^^ 

Sexto  punto.— Afirma,  el  articulista  que 
la  correspondencia  de  la  fecha  está  equi- 
vocada; y  tiene  razón,  y  confieso  que  tal 
yerro  mío  me  sorprende  y  no  sé  explicár- 
melo, pues  el  mes  de  Récheb  de  432  co- 
menzó el  6  de  Marzo  y  terminó  el  4  de 
Abril  de  1041.  Suuní  cuique. 

Séptimo  punto.— Considero  que  por  lo 
menos  fué  mi  trabajo  de  alguna  utilidad, 
cuando  mi  impugnador  confiesa  que  si  es 
infalible  en  árabe,  no  lo  es  tanto  en  cas- 
tellano, al  declarar  que  empleó  con  "gran 
impropiedad„  la  palabra  legatario  en  la 
traducción ,  y  al  corregir  ésta  cual  lo 
hace.  Como  yo  no  tenía,  ni  tengo,  espíri- 
tu alguno  de  hostilidad  hacia  el  articu- 
lista, no  dije  palabra  de  esto,  pues,  con 
efecto,  más  que  impropiedad  es  olvido 
manifiesto  del  idioma  llamar  legatario  á 
quien  hace  el  legado.  A  estas  bizarrías,  ú 
otras  por  el  estilo,  nos  tiene  acostumbra- 
dos mi  impugnador,  quien,  hablando  en 
su  gramática  árabe  (pág.  54)  de  los  géne- 
ros del  nombre,  sienta  textualmente  como 
regla  que  "son  masculinos  los  que  no  son 
femeninos„  *.  Por  lo  demás,  haciéndose 
las  mandas  piadosas  para  implorar  la  gra- 
cia y  el  perdón  de  Dios,  no  creo  violento, 
sino  muy  natural,  que  se  entienda  ser 
Dios  el  legatario,  tanto  más  cuanto  que 
la  amplificación,  reconstrucción  ó  repa- 
ración de  la  mezquita  á  que  alude  la  lá- 


1  Como  el  articulista  tiene  el  prurito  de  corregir  á 
los  demás,  recuerdo  ahora  que  en  un  trabajo  suyo  re- 
cientemente publicado  en  el  Boletín  da  la  Real  Aca- 
demia de  la  Historia ,  corrige  á  un  escritor  francés, 
entendiendo  caprichosamente  la  locución  les  deux 
iinatiies. 


io6 


boletín 


pida,  eran  en  la  casa  de  Dios  hechas,  y 
para  gloria  del  mismo  ejecutadas. 

Octavo  punto.— Rs  empeño  pueril  es- 
forzarse en  demostrar  que  era  hombre 
conocido  el  Alberolo  ó  Alberola  de  la  lá- 
pida toledana,  y  esto  á  nada  conduce,  se- 
gún habrán  advertido  los  lectores. 

Noveno  punto.— ^o  es  menos  pueril  é 
inútil  para  la  cuestión  epigráfica  suscita- 
da, la  lucubración  referente  al  título  de 
ashah;  no  puede  negar  que  significó  siem- 
pre preeminencia,  en  el  sentido  en  que  se 
halla  en  este  y  otros  muchos  casos.  Si 
siempre  fuera  lo  que  asegura  ¿cómo  en- 
tendería las  frases  tan  frecuentes  en  ca 
píteles,  basas,  arquetas  y  otros  objetos, 
que  terminan  diciendo:  «^..^^a^UJ,  ^^_^^^\^ 
ó  <íJ-U¡i.Uai ,  si  no  las  traduce  por  "para 
su  dueño,,,  "para  mi  dueño,,  ó  "para  su 
señora?,.  De  la  preeminencia  no  es  posi- 
ble dudar,  y  así  se  confirma  una  vez  más 
por  el  ejemplo  de  otros  muchos  epígrafes, 
y  muy  en  especial  por  el  que  ofrece  la  lá- 
pida conmemorativa  de  Mérida  del  año 
220  de  la  H. ,  donde  se  declara  que  la 
obra,  á  que  alude,  fué  ejecutada  por 
orden  del  Califa,  y  bajo  la  dirección  (no  á 
expensas)  entre  otros,  del  ot^J\  ^^^s^Lo 
el  jefe  ó  director  de  la  obra,  no  el  compa- 
ñero, socio,  ni  empleado  de  la  misma. 

Por  lo  que  hace  á  la  frase  »3>>^.  ,^^,  nada 
dije,  y  nada  digo;  pero  sí  me  será  permi- 
tido declarar,  contra  lo  aseverado  gra- 
tuitamente por  el  articulista,  en  cuanto  á 
la  confusión  del  ra  y  del  nún  á  fin  de  dic- 
ción, que  ésto  podrá  ocurrirle  á  él,  que  no 
presume  de  epigrafista,  cuando  se  trata 
de  la  escritura  cúfica,  estando  en  su  mano 
convencerse  de  ello,  con  examinar  la  co- 
lección epigráfica  del  Museo  Arqueoló- 
gico Nacional:  todo  consiste  en  la  erró- 
nea creencia  de  que  el  cúfico  y  el  nesji 
son  la  misma  cosa. 

Para  concluir:  el  articulista  presume 
que  los  musulmanes  eran  incapaces  de 
cometer  faltas  de  ortografía  y  de  sinta- 
xis, como  hoy  día  las  comete  entre  nos- 
otros el  vulgo,  con  letreros  como  los  de 
Se  gisan  callos  y  caragoles,  Mediaspara 
clérigos  de  lana,  Sombreros  para  niños 
de  paja,  y  el  muy  reciente,  que  he  leído 
hace  pocos  días,  de  Se  peinan  señoras  de 
real  y  medio  en  adelante;  cree  también 


el  articulista  que  todos  los  musulmanes 
en  España  hablaban  y  escribían  gramati- 
calmente, no  existiendo  ni  locuciones  par- 
ticulares, ni  provincialismos,  ni  modis- 
mos, ni  barbarismos,  ni  nada  de  eso;  y  yo 
estimo  que  tales  presunciones  y  tales 
creencias  no  son  en  buena  lógica  admisi- 
bles, aunque  no  hubiera,  que  los  hay,  tes- 
timonios fehacientes  de  estas  faltas  entre 
los  musulmanes  españoles. 

Nadie  debe  hacerse,  por  último,  la  ilu- 
sión de  que  ningún  ramo  de  la  ciencia 
sea  patrimonio  exclusivo  suyo,  ni  de  que 
sus  obras  se  hallan  exentas  de  error  ó  de 
descuido,  ni  de  que  es  infalible;  porque 
los  que  para  el  público  escriben,  lo  hacen 
para  ser  por  el  público  libremente  juzga- 
dos, y  sienta  mejor  la  modestia  en  el  sa- 
bio que  el  desvanecimiento  y  la  soberbia, 
pues,  como  dice  el  vulgo,  todos  los  días 
aprendemos  algo,  debiendo  recordar  siem- 
pre aquellas  palabras  de  Cristo:  "El  que 
se  halle  limpio  de  culpa,  arroje  la  prime- 
ra piedra.,,  ¡Dichoso  quien  pueda  tener  la 
seguridad  de  haber  acertado  una  vez  en 
la  vida! 

Rodrigo  Amador  de  los  Ríos. 

18  Junio  de  1895. 


-<  .irKa  ^^'tt^yiCr-Sy^  s- 


SECCIÓN  DE  CIENCIAS  NATURALES 


CIENCIA  ESPAÑOLA 


I  O  es  cosa  frecuente,  y  antes  bien  de- 
be tenerse  por  extraña  é  inusitada, 
ver  citadas  en  Revistas  y  Acade- 
mias extranjeras  ó  traídas  á  cuen- 
to como  autoridad,  investigaciones  de  sa- 
bios españoles,  que,  siendo  poco  lo  que 
aquí  se  hace  de  original  en  tal  sentido, 
tiene  su  importancia  é  indica,  cuando  me- 
nos, algo  de  vitalidad  científica,  siquiera 
ésta  haya  de  ser,  por  ahora,  muy  limita- 
da. Y  es  bien  particular  que,  por  males  de 
nuestros  pecados,  no  pocas  veces  tenga 
que  venir  de  fuera  el  relato  de  las  pro- 
pias investigaciones  y  el  favorable  juicio 
de  la  labor  meritísima,  hecha  por  los  con- 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


107 


tados  que  en  España  consagran  su  vida 
á  la  experimentación  y  se  afanan  por  aña- 
dir datos  nuevos  y  de  propia  cosecha  á  lo 
ya  sabido  y  recibido  en  la  ciencia.  Sin  em- 
bargo, recorriendo  las  publicaciones  ex- 
tranjeras de  estos  últimos  años,  suele  en- 
contrarse citado  alguno  que  otro  trabajo 
español,  siempre  con  elogio  á  decir  ver- 
dad, y  en  varios  casos  no  ha  parecido  su- 
ficiente la  sola  noticia  y  se  ha  extractado 
ó  publicado  íntegro,  si  su  importancia  así 
lo  requería;  siendo  de  advertir  cómo  el 
conocimiento  de  estos  mismos  trabajos 
se  tiene  entre  nosotros  por  lo  que  de  ellos 
han  dicho  fuera,  que  en  achaques  de  cien- 
cia pura  no  somos  ciertamente  muy  da- 
dos á  lecturas  que  nada  tienen  de  amenas, 
y  carecemos,  por  lo  general,  de  la  pacien 
cia  necesaria  para  seguir  paso  á  paso  to- 
do el  trabajo  de  pormenor  y  detalle  que  ha 
sido  necesario  al  buen  experimentador  an- 
tes de  alcanzar  una  ley  ó  principio  que 
generalice  el  dato  que  la  propia  obser- 
vación de  las  cosas  ha  suministrado,  y 
acontece  también,  muy  á  menudo,  que  el 
medio  no  es  adecuado,  y  en  general  falta 
ambiente  propicio  al  desenvolvimiento  de 
cierto  género  de  estudios,  y  la  cultura 
científica  de  la  generalidad  es  inferior  á  lo 
que  debiera  ser,  dado  el  actual  progreso 
de  las  ciencias,  y  aun  habiendo  cuenta  de 
nuestra  antigua  tradición,  que  tenemos 
tan  abandonada,  como  si  en  España  ja- 
más se  hubieran  cultivado  las  ciencias. 
Al  registrar  un  nombre  español,  consig- 
nado con  elogio  en  acreditadas  publica- 
ciones extranjeras,  ó  al  ver  en  ellas  cual, 
quiera  trabajo  de  investigación  hecho  en 
nuestra  tierra,  se  experimenta  casi  casi  la 
misma  alegría  que  haciendo  un  descubri- 
miento, y  nacen  en  nosotros  esperanzas 
de  una  regeneración  científica,  ya  co- 
menzada en  nuestros  nacientes  laborato- 
rios y  en  algunas  cátedras  de  las  Facul- 
tades, en  las  cuales  impera  como  sobe- 
rano el  criterio  experimental,  y  á  él  se 
subordina  todo  conocimiento,  particular- 
mente en  el  orden  de  las  ciencias  de  la 
naturaleza. 

Por  más  que  se  trata  de  algo  que  está 
todavía  en  sus  comienzos  y  de  un  movi- 
miento científico  apenas  iniciado,  ya  se 
advierte  en  todo  una  nota  característica, 


cierta  originalidad,  algo,  en  fin,  que  es 
propio  de  nuestro  carácter  é  ingenio,  me- 
nos dado  de  lo  que  parece  á  cosas  sutiles 
y  á  sublimidades  teóricas,  á  fantasías  y  á 
imaginaciones,  por  lo  menos  cuando  de 
ciencia  se  trata,  justificando  de  tal  modo 
nuestro  abolengo  en  estas  materias ;  pues 
apenas  hay  libro  científico  de  nuestra 
buena  época  que  no  tenga  carácter  prác- 
tico y  de  inmediata  aplicación,  hecho  que 
explica  la  carencia  casi  total  de  libros  de 
alquimia  en  la  bibliografía  científica  es  - 
pañola ,  porque  lo  que  en  ella  hay  refe- 
rente á  la  materia,  es  traducido  ó  trans- 
crito de  antiguos  manuscritos.  Verdad 
es,  por  lo  menos,  respecto  de  ciertas  ma- 
terias, que  caminamos  muy  despacio  y 
vamos  á  la  zaga  del  progreso  científico; 
pero  esto  no  implica  desconocimiento  de 
las  ciencias,  ni  carencia  de  investigadores 
y  trabajos  originales,  contándose  algu- 
nos de  grandísima  importancia,  y  como 
tales  considerados  y  tenidos  por  los  más 
doctos  y  muy  apreciados  en  las  corpora- 
ciones científicas  que  gozan  de  mayor 
renombre  y  fama.  Acaso  debido  á  su  mis- 
ma índole,  no  llegan  á  la  generalidad  los 
trabajos  experimentales  á  que  me  refie- 
ro, porque  aquí  carecemos  de  una  cultu 
ra  general  suficiente  para  apreciarlos,  y 
no  existe  lo  que  se  llama  medio  científi- 
co ;  pero  su  desconocimiento  no  es  moti 
vo  para  que  nosotros  mismos  nos  colo- 
quemos en  lugar  todavía  más  bajo  del 
que  nos  corresponde  en  este  gran  movi- 
miento progresivo  de  las  ciencias,  que  es 
la  mayor  gloria  del  siglo  que  alcanzamos. 
Podrá  nuestra  escasa  cultura  ser  causa 
de  que  los  extranjeros  tengan  que  seña- 
larnos los  trabajos  de  experimentadores 
españoles;  mas  no  debemos  nunca  po- 
nerlos en  lugar  inferior,  ni  confundí;-, 
como  se  hace  con  gran  daño  de  la  cien- 
cia española,  lo  que  tiene  valor  real  y  po- 
sitivo con  las  quimeras  y  fantasías  de  los 
que  teorizan  sin  ton  ni  son,  desconociendo 
en  absoluto  los  fundamentos  de  toda  cien- 
cia, que  nunca  han  entendido  y  ni  siquie- 
ra saben  que  tales  principios  existen. 

En  este  mismo  año  se  han  ocupado  va- 
rias Revistas  extranjeras  en  el  relato  de 
trabajos  científicos  realizados  en  España, 
que  han  merecido   grandes  elogios  de 


io8 


boletín 


parte  de  sabios  eminentes  y  el  honor  de 
ser  traducidos  íntegros  ó  extractados  lar- 
gamente. Inútil  es  decir  que  el  lugar  pre- 
eminente en  esto  corresponde  al  gran  his- 
tólogo D.  Santiago  Ramón  Cajal,  nuestra 
más  pura  gloria  científica  en  el  presente, 
tanto  que  es  ya  corriente  que  todos  sus 
trabajos,  no  sólo  se  acojen  como  corres- 
ponde aun  sabio  de  primer  orden,  sino  que 
se  esperan  con  verdadera  ansia,  anun- 
ciándose sus  descubrimientos;  mas  sién- 
dome desconocida  la  materia  á  que  se  re- 
ñiré la  asidua  labor  científica  de  mi  ilus- 
tre amigo,  no  puedo  entrar,  bien  á  pesar 
mío,  en  el  relato  de  sus  últimos  y  más 
trascendentales  trabajos,  los  cuales,  si  de 
una  parte  resuelven  interesantes  proble- 
mas acerca  de  la  constitución  íntima  de 
los  órganos  del  sistema  nervioso  tocan 
de  otra  en  las  más  elevadas  cuestiones 
de  la  psicología  experimental,  suminis- 
trando preciosos  datos  sobre  los  cuales 
se  han  de  fundar  los  términos  de  rela- 
ciones que  entre  lo  físico  y  lo  psíquico 
pretende  establecer,  de  una  manera  ra- 
cional y  positiva,  la  ciencia  moderna.  En 
otro  trabajo  español  se  han  ocupado  los 
sabios  extranjeros  en  lo  que  va  de  año: 
hace  ya  algunos  publicó  el  Sr.  D,  Federico 
de  Botella  y  de  Hornos,  Inspector  gene- 
ral del  Cuerpo  de  Ingenieros'de  Minas,  y 
geólogo  muy  distinguido  y  notable,  cuyos 
trabajos  son  bien  conocidos  en  el  mundo 
científico,  un  voluminoso  libro  que  lleva 
este  título;  Apuntes  paleográficos,  mor- 
fología,  etiolgoia,  orografía  é  hidro- 
grafía de  la  Península,  España  y  sus 
antiguos  mares,  las  formas,  las  causas, 
las  leyes,  ilustrado  con  multitud  de  lámi- 
nas y  planos.  Resultado  de  minuciosas  y 
prolijas  observaciones,  llevadas  á  cabo 
con  rigurosa  escrupulosidad  y  prosegui- 
das durante  largos  años,  tiene  el  libro  del 
Sr.  Botella  grandísimo  interés  nacional, 
y  refiriéndose  todo  á  España,  sirve  para 
darse  cuenta  de  las  vicisitudes  y  meta- 
morfosis por  que  ha  pasado  este  pedazo 
de  la  corteza  terrestre,  sobre  el  cual  nos 
ha  tocado  vivir.  Unidas  y  relacionadas  la 
observación  geológica,  en  la  que  es  el 
autor  peritísimo  y  maestro ,  y  el  conoci- 
miento geográfico  y  orográfico  más  per- 
fecto y  minucioso,  resulta  el  libro  del  se- 


ñor Botella  una  obra  de  capital  importan- 
cia, un  libro  verdaderamente  fundamen- 
tal, en  el  que  ha  sido  menester  gran  tra- 
bajo de  pormenor,  y  como  si  dijéramos 
preparatorio,  indispensable  para  llegar  á 
la  exposición  de  doctrinas  muy  origina- 
les, apoyadas  directamente  en  hechos  de 
propia  observación,  que  nos  consienten 
asistir,  si  así  vale  expresarse,  á  la  serie 
de  fenómenos  acaecidos  en  la  evolución 
de  los  antiguos  mares  de  la  Península. 
Con  ser  tanta  y  tan  grande  la  importan- 
cia de  este  hermoso  libro,  bastante  para 
hacer  la  fama  y  la  gloria  de  un  sabio,  na- 
die aquí  habló  de  él,  ni  tengo  noticia  dé 
ninguna  nota  bibliográfica  referente  al 
trabajo  del  Sr.  Botella,  tan  rico  en  datos 
como  afortunado  en  la  doctrina  en  ellos 
fundamentada:  verdad  que  no  se  trata  de 
una  obra  popular;  pero  atendiendo  á  que 
constituye  un  estudio  original  y  propio, 
apoyado  en  observaciones  hechas  sobre 
el  terreno  y  á  la  vista  de  los  objetos,  con 
muy  pocos  antecedentes,  paréceme  que 
valia  la  pena  de  haberle  consagrado  cuan- 
ta atención  merece,  que  no  es  frecuente 
entre  nosotros  contemplar  el  espectáculo 
de  una  vida  con.'- agrada  á  investigacio- 
nes que  reclaman  muchísima  atención  y 
exigen  conocimientos  muy  especiales. 

Por  fortuna  un  sabio  extranjero,  que 
goza  de  grande  y  merecida  fama,  el  emi- 
nente Daubrée,  bien  conocido  en  el  mun- 
do científico  por  sus  trabajos  de  Minera- 
logia  y  de  Geología  sinténtica,  fijó  su  aten- 
ción en  el  libro  del  Sr.  Botella,  y  á  los  an- 
tiguos mares  de  la  Península  consagró 
un  artículo  notabilísimo,  que  vio  la  luz 
pública  en  la  Revista  denominada  yo wr- 
nal  des  savants,  en  el  número  corres- 
pondiente al  mes  de  Abril  del  año  corrien- 
te. M.  Daubrée,  no  sólo  se  ocupa,  en  el 
artículo  de  referencia,  en  el  libro  del  se- 
ñor Botella,  sino  que  tomando  como  pun- 
to de  partida  este  admirable  trabajo,  para 
el  que  tiene  grandes  elogios,  trata,  al 
propio  tiempo,  de  la  obra  general  llevada 
á  cabo  por  los  geólogos  españoles  é  ini- 
ciada ya  por  Ángulo  en  los  últimos  años 
del  pasado  siglo.  Es  en  verdad  muy  grato 
ver  así  ensalzada  una  labor  casi  descono- 
cida entre  nosotros  y  que  tiene,  sin  em- 
bargo, altísima  importancia,  no  ya  sólo 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


10(^ 


dentro  de  las  puras  especulaciones  cien- 
tíficas, sino  también  en  el  terreno  de  las 
aplicaciones  prácticas :  el  conocimiento 
de  la  Geología  en  España  está  en  el  mo- 
mento presente  muy  adelantado,  desde 
aquel  gran  impulso  que  le  comunicara,  no 
hace  muchos  años,  el  por  tantos  títulos  fa- 
moso D.  Casiano  de  Prado,  y  de  ello  son 
pruebas  los  trabajos  de  la  Comisión  del 
Mapa  Geológico,  organizados  por  D.  \'a- 
nuel  Fernández  de  Castro,  muerto  en  es- 
tos días,  y  consignados  en  muchos  tomos 
de  Memorias  originales  y  descriptivas  de 
varias  provincias  y  en  el  Boletín  de  aque- 
lla Comisión;  el  hermoso  Mapa  Geológico 
de  la  misma;  los  estudios  publicados  en 
los  Anales  de  la  Sociedad  Española  de 
Historia  Natural  y  las  magníficas  inves- 
tigaciones de  los  Sres.  D.  José  Macpher- 
son,  D.  Salvador  Calderón,  D.  Lúeas  Ma- 
llada,  D.  Daniel  Cortázar  y  otros  muchos, 
sin  olvidar  al  profesor  D.  Juan  Vilanova. 
Para  todos  tiene  Daubrée  en  su  artículo 
una  palabra  de  elogio,  y  no  es  ciertamente 
parco  en  encomiar  una  obra  que  le  es  co- 
nocida en  todos  sus  pormenores  y  deta- 
lles,  cumpliendo    asi  un  deber   de  jus" 
ticia,  ya  que  nosotros  no  hemos  querido 
cumplirlo,  faltando  al  patriotismo  con  que 
es  preciso  ver  tales  cosas.  Al  dar  esta 
ligera  noticia  del  artículo  escrito  por  el 
eminente  profesor  de  París,  que  es  uno 
de  los  primeros  sabios  de  Francia,  quiero 
consignar  la  manera  cómo  la  Comisión  del 
Mapa  Geológico  anhela  completar  su  obra: 
los  materiales  reunidos  en  sus  ricas  co- 
lecciones, permiten  hacer  un  reparto  á 
todos  los  Establecimientos  científicos  de 
España,  á  los  cuales  se  van  á  donar  co- 
lecciones completas  de  minerales,  fósiles, 
y  rocas  de  España,  con  admirable  preci- 
sión clasificadas,  teniendo  como  base  lo 
recogido  en  la  provincia  donde  radique  el 
centro  docente  ;  cada  ejemplar  lleva  una 
etiqueta  detalladísima  precisando  todas 
las  circunstancias,  sino  nimia  y  localidad 
donde  se  halla,  y  de  ello  tengo  para  mí 
que   ha   de   venir   gran   provecho  á  la 
cultura  general  delpaís,  llegando  á  todos 
el  resultado  de  las  investigaciones,  se- 
guidas durante  muchos  años,  con  objeto 
de  conocer  y  describir  el  suelo  de  España. 
En  otra  especie  de  trabajos  originales 
T.  III 


ocuparéme  ahora,  tratando  de  un  artícu- 
lo que  publicó,  en  el  mes  de  Marzo  del 
año  corriente,  la  Reviic  Scientifiqiie  de 
París,  cuyo  artículo  es  un  resumen,  muy 
bien  hecho  y  detallado,  de  los  experimen- 
tos que  llevaron  al  Sr.  D.  Victorino  Gar- 
cía de  la  Cruz,  en  la  actualidad  profesor  de 
Química  Orgánica  de  la  Facultad  de  Cien- 
cias de  la  Universidad  Central,  al  descu- 
brimiento y  enunciado  de  las  leyes  me- 
cánicas de  los  gases  nebulosos  y  de  los 
líquidos  turbios.  No  era  la  primera  vez 
que  el  Sr.  García  de  la  Cruz  veía  sus 
trabajos  en  lengua  francesa,  porque  en  el 
Bulletin  de  la  Soci^té  Chimique  de  Pa- 
rís, se  han  publicado  varios,  todos  ellos 
de  carácter  experimental,  al  igual  de  este 
.que  últimamente  ha  parecido  en  una  de 
las  más  acreditadas  Revistas  de  Europa, 
y  mucho  tiempo  hace   que  el  profesor 
noníbrado  viene  consagrándose  al  estu- 
dio de  referencia,  añadiendo  datos  y  ex- 
perimentos para  dar  á  las  le^^es  que  des- 
cubrió maj'or  carácter  de  generalidad  y 
á  sus  demostraciones  precisión  matemá- 
tica; prueba  de  ello  es  el  nuevo  estudio 
de  líquidos  turbios  y  gases  nebulosos, 
publicado  este  mismo  año  en  La  Natura- 
lesa,  cuyo  estudio  bien  puede  asegurar- 
se que  es  lo  más  extenso  y  períecto  y 
aun  pudiera  decirse  lo  único  sistemático 
y  completo  conocido  acerca  del  particu- 
lar; puesto  que  fuera  de  algún  experi- 
mento aislado  y  curioso,  referente  á  ca- 
sos especiales  de  líquidos  turbios  y  gases 
nebulosos,  sólo  cuenta  la  ciencia  con  las 
prolijas  y  minuciosas  investigaciones  del 
Sr.  García  de  la  Cruz,  y  son  éstas  de  tan- 
ta importancia,  que  le  consintieron  llegar 
á  establecer  leyes  generales,  de  carácter 
mecánico,  demostrándolas  por  medio  de 
experimentos. 

Cuando  se  estudian  las  propiedades  ge- 
nerales de  los  líquidos  y  sus  relaciones 
con  los  cuerpos  en  ellos  sumergidos,  no 
se  acostumbra  á  parar  mientes  en  las  que 
pueden  establecerse  entre  el  fluido  y  el  só- 
lido, en  el  de  ser  éste  pulverulento  y  ha- 
llarse en  estado  de  grandísima  división:  la 
mezcla  del  líquido  con  el  sólido  constitu- 
ye entonces  lo  que  se  denomina  un  líqui- 
do turbio,  en  el  cual  pueden  acontecer  dos 
series  de  fenómenos,  á  saber:  ó  el  sólido 

14 


i  10 


boletín 


se  deposita  en  el  fondo  de  la  vasij  a,  con  ve- 
locidad bastante  considerable  y  en  tiem- 
po no  muy  largo,  dependiendo  el  hecho, 
no  sólo  del  peso  específico  del  sólido, 
sino  también  del  tamaño  de  sus  partícu- 
las, ó  el  depósito  se  hace  y  lleva  á  cabo 
con  lentitud  extraordinaria,  tardando  á 
veces  muchos  meses  en  efectuarse,  de 
lo  cual  tenemos  magnífico  ejemplo  en 
ciertas  arcillas  finísimas  y  coloridas  de 
amarillo  ó  rojo,  suspendidas  en  algunas 
aguas,  la  de  Lozoya  entre  ellas,  que  pa- 
san á  través  de  los  filtros  de  papel  y  no 
se  reúnen  en  el  fondo  de  las  vasijas  y  se 
mantienen  en  el  agua  hasta  transcurridos 
algunos  meses,  formando  sus  depósitos 
los  ocres  más  finos  que  se  conocen. 

José  Rodríguez  Mourelo. 
(Concluirá.) 


-  t,<r  <feK5"<¡'^¡r<í>''t>'S>'^>  -J  - 


SECCIÓN  DE  BELLAS  ARTES 


RESTAURACIÓN 


CASA  DE  POLENTINOS  EN  AVILA 


A  ciudad  de  Ávila  es  un  rico  museo 
W-^  arquitectónico  cuyos  ejemplares  se 
hallan  esparcidos  por  todas  sus  ca- 
lles, en  términos  que  no  se  da  un 
paso  por  ellas  sin  tropezar  con  algo  inte- 
resante. Aparte  de  sus  monumentos  reli- 
giosos y  de  sus  incomparables  murallas, 
el  antiguo  caserío  ofrece  al  artista  ejem- 
plos notables  que  estudiar,  correspon- 
dientes, en  su  mayor  parte,  á  la  época  de 
transición  del  ojival  estilo  al  del  Renaci- 
miento. Las  casas  de  los  repobladores, 
pegadas  á  las  murallas,  son  de  las  más 
antiguas,  y  en  las  de  lo  interior  vense  los 
rasgos  característicos  de  estilos  más  mo- 
dernos. 

Entre  estas  últimas  ocupa  uno  de  los 
primeros  lugares  la  que  perteneció  al 
Conde  de  Polentinos,  y  que  adquirida  por 


el  Ayuntamiento,  que  la  tuvo  por  alber- 
gue durante  la  construcción  de  su  actual 
Casa  Consistorial,  ha  sido  destinada  al 
establecimiento  de  la  Academia  de  Ad- 
ministración militar ;  destino  apropia- 
do, no  sólo  por  su  amplitud  y  disposición, 
sino  por  la  ornamentación  guerrera  de 
su  portada. 

Nada  podemos  decir  de  su  historia  ni 
de  la  época  de  su  construcción,  si  bien, 
correspondiendo  al  estilo  plateresco,  debe 
datar  del  siglo  xvi.  Hállase  situada  en  la 
antigua  calle  de  la  Rtia,  que  era  la  prin- 
cipal de  la  ciudad,  y  cuyo  tradicional 
nombre  ha  sido  recientemente  sustituido 
por  el  de  Vallespín^  en  honor  del  malo- 
grado Director  que  fué  de  dicha  Acade- 
mia, quien  por  sus  especiales  dotes  y  sim- 
patías ha  merecido  tal  honor.  Pero,  sin 
negársele  en  modo  alguno,  creemos  que 
hubiera  sido  preferible  dar  su  nombre  á 
otra  calle  de  la  ciudad,  para  que  no  des- 
apareciera el  típico  de  la  Rúa,  existente 
en  todas  las  ciudades  castellanas,  para 
indicar  la  calle  por  excelencia  de  las  po- 
blaciones, la  ruta  de  los  mercaderes  y  la 
principal  arteria  que  las  cruza,  comuni- 
cando, en  ésta  de  Ávila,  el  puente  sobre 
el  Adaja  con  el  centro  comercial. 

La  fisonomía  exterior  de  la  casa  en 
cuestión  por  la  Rúa  era  por  demás  ex- 
traña. Retirada  su  fachada  de  la  línea  de 
la  calle  y  resguardada  por  un  pretil,  com- 
poníase de  fuerte  maro  de  granito  de  es- 
casa altura,  coronado  de  sencilla  imposta 
y  ostentando  en  su  centro  magnífica  por- 
tada, que  se  remataba  por  amplia  y  de- 
corada barbacana  elevada  sobre  dicha 
fachada  y  acodándose  con  su  cornisa  por 
medio  de  graciosas  curvas.  Á  cada  lado 
de  la  puerta  dos  ventanas  bajas  y  otras 
dos  sobre  ellas,  sin  ornamentación  alguna 
y  tapiadas.  La  fachada  quedó  así  suelta, 
sin  crujía,  como  muro  de  cerramiento  del 
solar;  y,  paralelo  á  ella,  uno  de  los  lados 
del  patio,  también  sin  terminar.  Mas  aho- 
ra, felizmente  el  Ayuntamiento  ha  cos- 
teado la  terminación  del  edificio,  levan- 
tando su  fachada  principal,  estableciendo 
en  dos  pisos  la  crujía  entre  ella  y  el  patio 
y  terminando  éste  con  su  ornamentación 
escultórica.  Semejante  obra  ha  sido  pro- 
yectada y  dirigida,  con  noble  entusiasmo, 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


III 


por  el  inteligente  Arquitecto  municipal 
D.  Ángel  Barbero,  á  quien  debemos  los 
dibujos  que  se  acompañan  y  quien,  con 
celo  nunca  bien  ponderado,  ha  estudiado 
todos  los  detalles  de  la  ornamentación  y 
construcción  y  ha  modelado  con  sus  ma- 
nos los  bajo-relieves  del  patio,  imitando 
concienzudamenle  el  estilo,    hasta   con 
sus  incorrecciones.  Corresponde  también 
parte  de  gloria  al  contratista  D.  Antonino 
Prieto,  experto  constructor,  de  inteligen- 
cia é  instrucción  poco  comunes,  y  con  la 
rara  cualidad  de  poseer  tan  acendrado 
amor  á  su  profesión  y  á  las  obras  por  él 
ejecutadas,  que  llega  á  anteponerle  á  sus 
intereses.  Reciban  ambos  nuestros  pláce- 
mes por  sus  trabajos  en  esta  ocasión, 
como  con  notoria  justicia  los  han  recibido 
de  los  ilustrados  Director  y  Profesores 
de  la  Academia  y  de  cuantas  personas 
entendidas  han  visitado  las  obras. 

Casi  huelga  la  descripción  cuando  se 
acompañan  dibujos  como  los  del  Sr.  Bar- 
bero, por  lo  cual  seremos  muy  concisos, 
haciendo  sólo  notar  algunas  particulari- 
dades del  edificio. 

Como  casi  todos  los  de  la  época,  cons- 
tituye su  núcleo  un  gran  patio  decorado, 
rodeado  de  galerías;  y,  contiguas  y  para- 
lelas á  éstas ,  sendas  crujías  de  buen  an- 
cho, donde  se  distribuyen  las  habitacio- 
nes, con  amplia  escalera  en  un  costado 
para  acceso  del  piso  principal.  En  éste 
tiene  el  patio,  que  es  cuadrado,  unos  13 
metros  de  lado,  3^,40  las  galenas  y  de  6 
á  7  las  crujías.  Opuesta  á  la  fachada  prin- 
cipal hay  otra  á  la  Plaza  de  Santo  Do- 
mingo, con  entrada  que  ostenta  un  deco- 
rado dintel. 

La  puerta  de  la  primera  es  un  ancho 
hueco  cerrado  por  arco  circular,  bordea- 
do de  una  faja  decorada  con  perlas,  ba- 
quetones y  palmetas,  y  flanqueado  por 
anchas  pilastras  sobre  basas,  conteniendo 
en  su  parte  superior  cabezas  de  leones, 
de  cuyas  fauces,  y  atadas  con  cintas  for-^ 
mando  lazos,  cuelgan  piezas  de  armadu- 
ras y  trofeos  de  armas  ofensivas;  una 
impostilla  tangente  á  la  archivolta  recua- 
dra el  hueco,  en  cuyas  enjutas  campean 
medallones  con  bustos,  y  sobre  ella  corre 
un  friso  con  un  escudo  central  rodeado 
de  corona  de  laurel  y  tenido  por  dos  gri- 


fos sujetos  con  cadenas,  y  otros  dos  es- 
cudos correspondiendo  á  las  pilastras,  te- 
nido el  de  la  izquierda  por  un  águila  pas- 
mada y  coronado  por  cimera  el  de  la  de- 
recha. Claro  es  que  dichos  escudos  co- 
rresponderán á  la  casa  de  Polentinos. 
Una  cornisa  decorada  corona  este  friso, 
y  sobre  ella  ábrese  en  el  centro  una  ven- 
tana, flanqueada  también  por  pilastras 
decoradas,  acompañadas  de  rica  orna- 
mentación que  llena  los  espacios  de  ambos 
lados,  y  cuyo  dintel,  tallado  en  forma  de 
cornisamento,  está  también  muy  decora- 
do ,  existiendo  sobre  él  ornatos  hasta  el 
arranque  de  los  canes  de  la  barbacana. 
Son  éstos  en  número  de  ocho,  compuestos 
cada  uno  de  tres  piedras  talladas  en  cur- 
va y  decoradas,  y  sobre  ellos  una  moldu- 
ra que,  como  la  imposta  del  resto  de  la 
fachada,  está  decorada  con  coronitas,  y 
encima  de  ella  el  pretil,  terminado  tam- 
bién por  otra  decorada  moldura. 

En  la  restauración  se  ha  levantado  la 
fachada  hasta  la  altura  del  arranque  de 
los  citados  canes,  coronándola  con  una 
sencilla  cornisa  del  estilo,  y  se  han  abier- 
to las  ventanas,  proveyéndolas  de  artís- 
ticas y  típicas  rejas. 

Cada  frente  del  patio  está  constituido 
por  cinco  columnas  (contando  las  dos  an- 
gulares), cuyos  fustes  son  monolitos,  con 
basas  áticas  sobre  plintos  decorados,  ca- 
pitel dórico,    con  modillones  formando 
zapatas,  donde  se  apoyan  los  dinteles  que 
cierran  los  espacios,  hermosas  piezas  de 
granito  de  Cardeñosa  de  unos  tres  metros 
de  largo,   decorados   con  bajo-relieves 
distintos  compuestos  con  cabezas  en  me- 
dallones, grifos  y  hojarasca,  y  separados 
por  escudos  que  corresponden  á  las  co- 
lumnas. Otra  serie  de  éstas,  de  menor 
altura,  constituye  la  galería  del  piso  prin- 
cipal, y,  de  modo  análogo,  sostienen  din- 
teles tallados  y  escudos,  coronando  el  todo 
una  pequeña  y  decorada  cornisa.  El  an- 
tepecho de  esta  galería  alta  está  consti- 
tuido por  balaustres  de  piedra  con  hojas 
talladas  sobre  plinto  y  sosteniendo  un 
curvo  pasamanos. 

Tiene  el  patio  un  aspecto  elegante;  y  si 
los  bajo-relieves  acusan  en  detalle  falta 
de  dibujo  é  incorrección  de  ejecución, 
producen  en  conjunto  buen  efecto,  espe- 


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114 


boletín 


cialmente  los  escudos,  que  se  destacan 
vigorosamente  con  formas  acentuadas. 

Dos  de  los  lados  del  patio,  que  estaban 
sin  terminar,  se  han  terminado  con  tal 
perfección,  que  no  parecen  hechos  ahora; 
se  han  derribado  los  tabiques  que  cerra- 
ban las  galerías  altas,  dejándolas  diáfa- 
nas y  restaurando  y  reponiendo  muchos 
balaustres.  Tienen  éstos  0m,80  de  alto  por 
Ora,  18  de  diámetro,  son  de  piedra  graníti- 
ca blanca  de  Cardeñosa,  y  ha  costado  cada 
uno  30  pesetas;  los  trozos  de  pasamanos 
son  de  una  pieza,  de  2m,S0  en  cada  inter- 
columnio; los  frisos  tallados,  de  3m,25 
X  0^,50  X  0m,30,  han  costado  á  365  pese- 
tas, y  los  escudos,  de  0ni,70x0m,70x0m,50, 
á  170.  Son  también  de  notar,  por  sus  di- 
mensiones extraordinarias ,  los  peldaños 
del  vestíbulo,  pues  miden  6ra,80  de  longi- 
tud y  pesan  1.750  kilogramos  cada  uno. 

Con  las  obras  ejecutadas  y  las  de  deco- 
ración interior  y  remates  que  al  presente 
se  están  haciendo ,  el  antiguo  palacio  de 
los  Condes  ;de  Polentinos  ofrece  á  la 
Academia  de  Administración  militar  un 
albergue,  no  sólo  cómodo  y  amplio ,  sino 
elegante  y  artístico;  y  dignos  son  también 
de  aplauso  el  Ayuntamiento  de  la  ciudad 
y  su  entonces  Presidente,  D.  Bonifacio 
Jiménez,  por  el  empeño  mostrado  para 
llevar  á  feliz  término  tan  importante  tra- 
bajo, así  como  el  celoso  é  ilustrado  Direc- 
tor de  la  misma  Academia  D.  Adolfo  Pas- 
cual, por  sus  iniciativas, 

Enrique  M.  Repulles  y  Vargas 

(Resumen  de  Arqtiitecttira). 


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LA  SOCIEDAD  DE  EXCURSIONES  EN  ACCIÓN 


Sabido  es  de  todos  cuantos  conocen 
nuestra  Sociedad  que  el  objeto  de  sus  ex- 
cursiones no  se  reduce  sólo  al  de  procu- 
rar á  los  que  á  ellas  concurren  un  grato 
al  par  que  instructivo  solaz,  que  venga 
á  ser  como  un  higiénico  paréntesis  de  más 
arduas  y  sedentarias  ocupaciones. 

Fomentar  el  amor  á  los  monumentos, 
coadyuvar  á  su  conservación,  inculcar  en 


los  pueblos  el  convencimiento  de  que  esas 
manifestaciones  de  cultura  que  preceden- 
tes generaciones  nos  legaron,  permanez- 
can respetadas  y  sobrevivan  á  nuestras 
edades,  como  testimonio  fehaciente  de  lo 
que  en  otro  tiempo  fueron  nuestra  gran- 
deza y  esplendor,  esos  son  los  fines  que 
nuestra  Sociedad  persigue.  Si  se  realizan 
ó  no,  ahí  están  las  reseñas  de  las  excursio- 
nes verificadas.  Recordemos  sólo  la  vela- 
da de  Brihuega,  en  la  que  todos  los  que  en 
ella  tomaron  parte  dirigieron  sus  notables 
improvisaciones  á  ensalzar  la  importancia 
y  hermosura  de  los  monumentos  visita- 
dos, á  realzar  su  historia,  á  vulgarizar  la 
idea  de  su  conservación  hasta  el  punto  de 
que  el  último,  de  los  que  dirigieron  la  pa- 
labra á  tan  abigarrado  concurso,  para 
hacer  más  comprensible  y  simpática  la 
idea,  comparó  aquellos  monumentos  y 
objetos  de  arte  con  los  que,  por  haber 
pertenecido  ó  haber  sido  obra  de  algún 
antepasado ,  conservan  las  familias  como 
recuerdo  de  religiosa  veneración  y  alta 
estima. 

Algunas,  veces,  estas  manifestaciones 
suelen  ser  oídas  como  sermón  en  el  de- 
sierto ;  pero  otras ,  en  cambio ,  producen 
resultados  tan  satisfactorios  cual  lo  fueron 
el  acuerdo  del  Ayuntamiento  del  mismo 
Brihuega,  de  erigir  una  lápida  conmemo- 
rativa del  Arzobispo  D.  Rodrigo  Jiménez 
de  Rada,  y  dar  su  nombre  á  uno  de  los  pa- 
rajes más  principales  de  la  población,  y 
el  de  haber  podido  nuestros  consocios  ad- 
mirar en  toda  su  belleza  y  despojada  de 
las  anacrónicas  vestiduras  con  que  la  pie- 
dad más  antiartística  cree  adornar  la  no- 
tabilísima imagen  de  Nuestra  Señora  de 
la  Peña,  cuya  reproducción  acompañó  al 
número  de  nuestro  Boletín  correspon- 
diente al  mes  de  Septiembre  de  1893. 

Como  siempre  es  grato  el  saber  que 
nuestras  desinteresadas  observaciones  y 
sanos  consejos  son  de  vez  en  cuando  fa- 
vorablemente atendidos,  vamos  á  consig- 
nar un  hecho  que  revela,  lo  bien  que  fruc- 
tifica el  grano  que  cae  en  terreno  abonado 
y  la  satisfacción  que  la  Sociedad  experi- 
menta cuando  consigue  salvar  algún  obje- 
to artístico  de  una  inminente  desaparición 
ó  ruina. 

Es  el  caso  que  en  la  excursión  á  Ules- 


bE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


n5 


cas,  el  28  del  pasado  Abril,  visitando  la 
iglesia  del  convento  de  la  Madre  de  Dios, 
fundado  por  el  Cardenal  Cisneros ,  halla- 
mos una  hermosa  imagen  de  Nuestra  Se- 
ñora, tallada  en  piedra  en  el  siglo  xv,  de 
bastante  belleza  artística  y  colocada  en  un 
altar  próximo  á  la  entrada  del  templo, 
donde  por  las  especiales  condiciones  de 
situación ,  podría  fácilmente  hacérsela 
desaparecer  si  algún  inteligente  especu" 
lador  en  antigüedades  acertaba  á  descu- 
brirla. 

Nuestra  inesperada  visita,  á  hora  in- 
tempestiva para  la  comunidad ,  excitó  la 
curiosidad  de  ésta,  y  tanto  la  madre  aba- 
desa, como  algunas  de  las  religiosas  se 
aproximaron  á  la  reja  del  coro  bajo,  y 
con  amabilidad  extrema,  satisficieron  has- 
ta donde  las  fué  posible  á  nuestras  pre- 
guntas referentes  á  los  objetos  artísticos 
que  estábamos  examinando. 

Llegó  su  turno  á  la  efigie  de  que  nos 
ocupamos,  y  por  los  allí  reunidos  se  hizo 
comprender  á  las  madres  el  valor  artísti- 
co de  la  imagen;  que  no  era  apropiado  el 
título  de  El  Carmen  con  que  poco  ha  se 
la  designaba;  que,  según  todos  los  indi- 
cios, procedía  de  la  derruida  ermita  de 
la  Vega,  y,  por  último,  que  debería  colo- 
cársela en  lugar  menos  expuesto  á  una 
desaparición,  y  más  adecuado  á  la  repre- 
sentación y  al  valor  artístico  de  la  escul- 
tura- 

Que  aquellas  indicaciones  no  cayeron 
en  saco  roto,  lo  demuestra  la  carta  recibi- 
da poco  tiempo  después  por  el  que  estas 
líneas  escribe,  carta  que  hiriendo  tal  vez 
la  modestia  de  su  autora,  nos  atrevemos  á 
publicar  á  continuación,  para  honra  de  tan 
respetable  abadesa  y  comunidad,  para 
satisfacción  de  la  Sociedad  Española  de 
Excursiones,  y  como  ejemplo  digno  de  ser 
imitado  por  cuantos,  por  su  posición  ó 
circunstancias,  se  hallan  en  posibilidad 
de  contribuir  á  la  conservación  de  los  mo- 
numentos enclavados  dentro  de  sus  res- 
pectivas jurisdicciones. 

Dice  así: 

"Convento  de  la  Madre  de  Dios.— Ules, 
cas. — Sr.  D,..— Muy  señor  mío  y  de  mi  ma- 
yor consideración  y  respeto:  Aunque  han 
transcurrido  algunas  semanas  sin  tener 


el  gusto  de  poder  escribir  á  V.  dándole 
un  millón  de  gracias  por  haberme  servi- 
do con  prontitud  y  caridad  como  había 
prometido  esa  distinguida  Sociedad,  no 
por  eso  nos  hemos  olvidado  de  Vds.,  y 
prueba  dé  ello  es  la  presente,  que  no  tiene 
más  objeto  que  saludar  á  V.  y  á  toda  la 
Sociedad  y  decirles  á  Vds.  que  ya  hemos 
trasladado  á  otro  sitio  mejor  la  imagen 
que  tanto  nos  ponderaron  y  á  la  que  hon- 
rábamos bajo  el  nombre  del  Carmen;  la 
hemos  quitado  los  escapularios,  y  hoy  la 
apellidamos  Nuestra  Señora  de  la  Vega.,, 
Sigue  enumerando  las  fiestas  con  que  van 
á  solemnizar  este  acontecimiento  y  las 
obras  que  realizan  para  decorar  el  nuevo 
sitio,  y  termina  diciendo:  "Por  lo  tanto, 
Sr.  D...  le  supUco  notifique  esta  nueva  á 
todos  sus  señores  compañeros,  haciéndo- 
les presentes  nuestros  respetuosos  re- 
cuerdos, muy  especialmente  los  de  esta 
humilde  afma.  s.  s..  Sor  Josefa  María  de 
LA  Purificación,  Abadesa.  —yí?iy o  26 
de  1895. 

Grande  fué  nuestro  sentimiento  al  ver- 
nos imposibilitados  de  publicar  esta  carta 
en  el  número  del  Boletín  de  Junio  pró- 
ximo pasado,  á  causa  de  hallarse  ya  el 
mismo  en  prensa  el  día  en  que  recibimos 
aquélla.  Disculpado  lo  involuntario  del 
retraso,  estamos  seguros  de  que  nues- 
tros compañeros  de  excursión  han  leído 
con  sumo  gusto  las  noticias  que  por  nues- 
tro conducto  se  les  comunican,  y  agrade- 
cen las  corteses  frases  de  tan  respetable 
señora  en  todo  lo  que  valen. 

En  cuanto  á  la  sociedad,  satisfecha  del 
éxito  alcanzado,  envía  á  tan  respetable 
comunidad  sus  más  sinceros  plácemes,  á 
los  cuales  se  unirán,  desde  luego,  los  de 
todos  cuantos  se  interesan  por  la  conser- 
vación de  las  obras  de  arte  en  España, 
entre  los  cuales  figura,  en  primer  térmi- 
no, el  sabio  Cardenal  Monescillo,  que, 
estamos  seguros,  aplaudirá  en  cuanto  de 
ellas  tenga  noticia,  las  muestras  de  cul- 
tura y  piedad  ofrecidas  por  las  religiosas 
de  la  Madre  de  Dios  de  Illescas;  ejemplo 
digno  de  ser  imitado  por  todos  los  que, 
poseyendo  obras  de  arte,  se  hallen  en  las 
condiciones  que  motivaron  las  iniciativas 
de  la  Sociedad  Española  de  Excursiones, 


ii6 


BOLETÍN 


tan  pronta  y  hábilmente  realizadas  por 
aquella  venerable  comunidad. 


En  la  fecha  y  forma  previamente  anun- 
ciada, verificóse  en  el  pasado  mes  de  Ma- 
yo la  excursión  á  Ocaña  y  Yepes,  que  re- 
sultó de  no  escaso  interés  desde  los  pun- 
tos de  vista  histórico  y  arqueológico.  Los 
excursionistas,  guiados  y  colmados  de 
atenciones  por  nuestro  digno  socio  dele- 
gado en  Ocaña,  Sr.  Gálvez,  recorrieron 
ambas  villas,  examinando  los  notables 
monumentos  y  detalles  arqueológicos  y 
sacando  fotografías  de  varios  de  ellos. 
En  su  día  se  publicará,  como  de  costum- 
bre, en  el  Boletíx  la  crónica  de  la  excur- 
sión. 


Para  cubrir  las  vacantes  que  por  de- 
función ú  otras  causas  habían  resultado 
en  las  juntas  de  Sección  de  la  Sociedad,  y 
atendida  la  dificultad  de  cumplir  por  aho- 
ra la  última  parte  del  texto  del  capítu- 
lo IV,  art.  3."  del  Reglamento,  en  tanto  la 
Sociedad  no  cuente  con  domicilio  propio 
definitivo,  la  Comisión  ejecjutiva  ha  acor" 
dado  los  siguientes  nombramientos: 

Sección  de  Ciencias  Naturales.— Y o- 
cal,  limo.  Sr.  D.  Perfecto  María  Clemen- 
cín.— Vocal,  Sr.  D.  Felipe  Mora. 

Secciónde  Literatura.— Secretario  2.'^, 
Sr.  D.  Marcelo  Cervino. 

Sección  de  Bellas  Artes. — Presidente, 
Excmo.  Sr.  D.  Pedro  de  Madrazo.— Vo- 
cal, Sr.  D.  Felipe  Benicio  Navarro.— Vo- 
cal, Sr.  D.  José  María  Florit. 


Con  motivo  de  haberse  constituido  en 
el  Círculo  de  la  Unión  Mercantil  de  Ma- 
drid una  comisión  para  el  estudio  de  los 
nuevos  reglamentos  del  Canal  de  Lozoya, 
nuestro  consocio  y  amigo  D.  Felipe  Mora, 
autor  y  concesionario  del  proyecto  del 


Canal  de  Guadarrama,  ha  dirigido  á  di- 
cha comisión  nna  importante  proposición 
que,  en  su  concepto,  resuelve  el  proble- 
ma de  abastecimiento  del  agua  necesaria 
en  Madrid. 

Fundado  el  Sr.  Mora  en  que  el  facilitar 
agua  ilimitada  merece  el  apoyo  del  go- 
bierno, autoridades  y  particulares,  y  que 
el  monopolio  de  este  elemento  produciría 
la  muerte  de  las  industrias,  siendo  al  pro- 
pio tiempo  imposible  que  el  Canal  de 
Lozoya  amplíe  la  venta,  ni  atienda,  por 
falta  de  presión,  á  los  servicios  de  deter- 
minadas zonas  de  Madrid,  propone  abrir 
una  subscripción  en  que  todo  propietario 
podrá  adquirir  el  agua  que  necesite  del 
nuevo  Canal  del  Guadarrama,  el  cual  se 
compromete  á  hacer  á  sus  expensas  una 
conducción,  y  establecer  depósitos  á  la 
altura  de  25  metros  sobre  el  nivel  de  los 
del  Lozoya. 

Con  esta  construcción  se  evitaría  la 
falta  de  agua  y  que  las  turbias  fueran 
generales,  puesto  que  el  nuevo  Canal  po- 
dría proporcionar  52.000  reales  fontane- 
ros, ó  sea  una  cantidad  igual  á  la  sumi- 
nistrada por  el  Lozoya. 

Para  las  atenciones  de  la  Real  Casa ,  el 
Estado,  la  provincia  y  los  Municipios, 
tanto  de  Madrid  como  á  los  que  esto  al- 
canza, será  el  50  por  100  del  precio  fijado 
de  2.000  pesetas,  mientras  no  utilicen  la 
canalización  del  Lozoya,  en  cuyo  caso 
este  descuento  será  á  favor  de  este 
Canal. 

Esto  es,  en  resumen,  lo  esencial  de  la 
proposición  Mora,  que  por  su  importan- 
cia merece  ser  estudiada.  Felicitamos 
por  su  oportuna  idea  á  su  autor,  cuyo 
proyecto  del  Canal  es  ya  conocido  y  apre- 
ciado en  lo  que  vale  por  nuestra  Socie- 
dad, que  en  27  de  Mayo  de  1894  realizó 
una  excursión  á  Villalba  con  objeto  de 
estudiar  las  importantísimas  obras  pro- 
yectadas por  el  Sr.  Mora  ', 


1  Vid.  Excursión  á  Villalba  el 27 de  Mayo  de  1894, 
por  D.  Manuel  Marchámalo  y  Sanz.— Tomo  n  de 
nuestro  Boletín,  pág.  101. 


1.20'7.  Establecimiento  tipográfico  de  Agustín  Avrial, 
San  Bernardo,  92. 


BOLKTIN 


DE  LA 


SOCIEDAD  ESPAIDLA  DE  EXCURSIONES 


DIRECTOR: 
EL  VIZCONDE  DE  PALAZUELOS,  Secretario  general  de  la  Sociedad. 


AÑO  III 


Iwflladrid.  1.°  de   A.gosto   de  1895 


NÜM.  30 


SECCIÓN  DE  CIENCIAS  HISTÓRICAS 


LA  ESTACIÓN  PREHISTÓRICA 

DE 


(Ooxxtixxu.acióxa..) 


II 


unos  trescientos  metros  del  río 
''^^  Giguela,  en  una  de  las  vertientes 
l|!  que  derivadas  de  la  sierra  de  Al- 

tomira  van  á  desembocar  en  la 
vega  del  mencionado  río,  al  Oeste  del  ce- 
rro denominado  Cabeza  del  Griego  (Se- 
góbriga),  se  abre  una  cueva  de  gran  pro- 
fundidad, horadada  en  las  estravas  del 
terreno  cretáceo. 

La  entrada,  elevada  á  unos  ochenta  y 
cinco  metros  sobre  el  nivel  del  río,  da 
acceso  á  la  galería  principal,  que  mide 
diez  y  seis  metros  de  longitud  y  ramifi- 
case en  diversos  puntos  formando  otras 
galerías  secundarias,  viniendo  á  terminar 
en  una  con  una  pendiente  de  cincuenta 
centímetros  por  metro,  á  cuyo  fin  hay 
una  balsa  de  agua  salobre  con  un  nivel 
oscilante,  según  la  sequedad  de  los  años, 
entre  tres  y  cuatro  metros. 

No  fué  cosa  fácil  dar  con  la  entrada 
primitiva  de  la  caverna.  La  abertura,  ta. 
piada  con  enorme  cantidad  de  piedra  y 
arciUa,  había  desaparecido  por  completo 
bajo  la  espesa  capa  de  tierra  con  la  que 


se  había  nivelado  el  suelo  por  la  parte 
exterior  de  la  gruta,  de  tal  manera,  que 
el  techo  formaba  el  piso  del  valle. 

No  es  extraño,  pues,  que  tuviéramos 
que  bajar  á  la  cueva  por  una  especie  de 
pozo  vertical  como  de  uno  ó  dos  metros  de 
hondo,  cuyo  orificio,  practicado  en  la  pie- 
dra viva,  apenas  si  podía  dejar  paso  á 
una  persona.  Del  fondo  de  este  pozo  na- 
cía un  pequeño  caño  que  desembocaba  en 
una  galería  central,  donde  más  tarde  en- 
contramos una  tosca  sepultura  completa- 
mente desprovista  del  menor  vestigio 
funerario. 

Al  empezar  nuestras  exploraciones,  la 
galería  principal  estaba  interceptada  con 
grandes  piedras  corridas  desde  la  en- 
trada y  mezcladas  con  una  regular  can- 
tidad de  tierra.  Sin  embargo  de  lo  cual 
quedó  una  estrecha  senda  por  la  que 
solían  penetrar  los  zorros  y  conejos,  cau- 
sa ocasional  del  hallazgo,  pero  no  cier- 
tamente humano  ser  alguno,  pues  sólo 
los  primeros  exploradores  de  la  gruta 
pueden  comprender  las  muchas  dificul- 
tades y  apuros  que  era  necesario  sufrir 
para  llegar  hasta  la  primera  sala.  Echa- 
dos en  el  suelo,  y  empujando  con  los  pies 
las  piedras,  que  rodando  con  estrépito  se 
precipitaban  por  la  pendiente,  pudimos 
al  fin  llegar  á  una  excavación  bastante 
ancha  para  caber  todos  y  andar  de  pie. 
En  la  extremidad  de  esta  cámara  empal- 


ii8 


boletín 


ma  el  caño  ó  galería  central  formando  un 
islote  ó  promontorio  de  piedra,  al  rede- 
dor del  cual  habíanse  amontonado  multi- 
tud de  restos  de  cerámica  y  varios  útiles 
de  hueso.  Los  fragmentos  de  esta  primiti- 
va cerámica  abundan  en  todas  las  galerías 
superiores,  y  hubiera  sido  fácil  llenar  con 
ellos  varios  carros.  El  sendero  después 
empalma  y  nos  lleva  por  la  bifurcación 
de  la  izquierda  á  uno  de  los  departamen- 
tos más  espaciosos  de  la  caverna,  cuyo 
suelo,  lleno  completamente  de  cacharros» 
trigo  carbonizado,  huesosyotros  objetos' 
atestigua  que  fué  pisado  por  varias  ge- 
neraciones. 

Algunas  galerías  secundarias  princi- 
pian en  este  departamento,  que  fué,  según 
parece,  especialmente  habitado ,  y  en  las 
que  puede  el  explorador  ver  muchas  hen- 
diduras disimuladas  con  arcilla,  especial- 
mente algunas  sin  salida,  preparadas  para 
habitaciones  ó  sepulturas. 

A  menudo  aparece  la  bóveda  ennegre- 
cida con  el  humo  de  los  hogares  y  hasta 
de  las  antorchas,  como  puede  testificarse 
examinando  detenidamente  algunos  es- 
pacios ahumados  en  el  techo  de  algunas 
cámaras. 

Si  en  lugar  de  seguirse  por  el  lado  de 
la  izquierda  lo  hacemos  por  la  galería 
principal,  tendremos  que  andar  aun  unos 
cien  metros,  atravesando  muchas  cavi- 
dades de  dimensiones  distintas,  aunque 
ninguna  se  aproxime  por  su  belleza  á  las 
espaciosas  y  magníficas  de  los  Pirineos. 
Dejando  acá  y  allá  una  infinidad  de  bo- 
cas de  galerías  secundarias,  acábase  por 
llegar  á  una  excavación  honda  y  ancha, 
en  la  que  resplandece  á  la  luz  de  las  an- 
torchas un  agua  muy  pura  y  cristalina. 
En  la  galería  central  se  encuentran  muy 
pocas  estalactitas;  la  caliza  del  techo  acri- 
billada con  muchos  nichos  y  agujeros  de 
todos  tamaños,  ofrece  á  veces,  sobre  el 
humo,  una  red  de  brillantes  cristalizacio- 
nes de  carbonato  de  cal,  cuya  transparen- 
cia es  notable. 

En  las  salas  inferiores,  las  formaciones 
cretáceas  presentan  la  figura  de  gigan- 
tescos liqúenes  pegados  en  las  paredes. 
Las  estalactitas  sólo  se  encuentran  en 
en  una  galería  lateral  muy  húmeda.  Esta 
galería  desemboca  por  sus  dos  extremi- 


dades en  la  calle  central,  pero  de  ella 
parten  hacia  el  interior  de  la  colina  fre- 
cuentes ramificaciones,  por  algunas  de 
las  cuales  seguimos  durante  tres  ó  cuatro 
horas  sin  poder  llegar  al  fin.  No  tienen 
ningún  interés  desde  el  punto  de  vista 
arqueológico,  pues  en  ellas  no  se  nota 
ni  humo,  ni  huesos,  ni  resto  alguno  de  ce- 
rámica, siendo  su  acceso  muy  penoso, 
tropezando  á  cada  momento  con  pozos 
verticales  adonde  no  puede  bajarse  sin 
peligro  de  rasgarse  los  vestidos  ó  produ- 
cirse alguna  herida  con  las  innumera- 
bles asperezas  del  risco.  En  la  parte  cen- 
tral de  este  caño,  dispuesto  en  arco  de 
círculo,  encontramos  el  esqueleto  entero 
de  un  hombre ,  pero  sin  vestigio  alguno 
de  sepultura  ni  resto  de  armas  ú  otros 
objetos. 

P.  Eduardo  Capelle. 

(Se  continuará.) 
= ^=^-^^P- — 


ESCRITURAS  MOZÁRABES  TOLEDANAS 


(Continuación.) 
ADVERTENCIAS    PREVIAS 

I.''  En  la  transcripción  de  nombres  pro- 
pios árabes  hemos  seguido  el  sistema  usado 
comunmente  por  los  arabistas  españoles,  y 
que  hemos  expuesto  detalladamente  en  otro 
trabajo  nuestro  que  espera  ver  la  luz  públi- 
ca en  plazo  no  lejano. 

2.^  Los  nombres  propios  latino-hispa- 
nos  y  los  comunes  del  lenguaje  vulgar  los 
hemos  transcrito  vertiéndolos  á  la  forma  que 
tienen  actualmenteentrenosotros:así,  en  vez 
de  decir  Bithro ,  Yoaiiex,  Dominqnis,  Be- 
láis,  hemos  escrito  Pedro,  Juan.,  Domínguez, 
Peláez;  en  vez  del  archiprexte  (otras  veces 
ayxiprexie),  archidiakono...  etc.,  escribimos 
arcipreste,  arcediano,  etc. ;  es  decir,  que  la 
forma  latina  ó  del  romance  antiguo  que  ofre- 
cen estos  nombres  en  el  texto  árabe,  se  con- 
vierte aquí  generahnente  en  la  forma  actual 
correspondiente. 

3.*  Por  la  razón  anterior,  y  en  corrobo- 
ración de  nuestras  afirmaciones  al  interpre- 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


119 


tar  estos  documentos,  hemos  prodigado  los 
textos  árabes,  cosa  que,  sia  estorbar  á  los 
no  arabistas,  es  de  gran  utilidad  para  los 
que,  siéndolo,  se  ven  imposibilitados  de 
consultar  los  originales. 

4.^  Para  no  aumentar  desmesuradamen- 
te el  número  de  notas  aclaratorias  al  pie  de 
cada  página,  seremos  parcos  por  ahora  en 
este  punto,  dejando  para  la  tercera  parte  de 
este  trabajo  llenar  los  vacíos  que  ahora  se 
noten. 


líos  en  que  diez  dirhames  componen  un  miz- 


iJ 


UM 


jL 


,,.J!  ^, 


^z.   i.^3   L^.^ 


J  ,L)1    \J.S>     .,^^   ¿..liaiL 


cal,« 

...  Jliu. 

Otorgóse  esta  venta,  según  la  legislación 
musulmana  ^  (  f-s^Lv^f  'ix^  ^^),  en  el  mes 
venerando  del  Ramadán  del  año  475  de  la 
Hégira  (1083  de  J.  C.)  2.  ^k%i\   ,,l^^     J) 


.(;^jUaJ,L         .-.: 


r 


u 


II 


Venta  de  la  mitad  de  una  viña  i  sita  en  el 
término  del  lugar  de  Chalaneas  2,  que  es  una 

de  las  alquerías  de  Toledo,     y^  ^_ ^_^^_;.J' ) 

(^ilJa  J.ja  ^  j5     .  y^  ^jíSA:s^  h  y3  ¿''js-;'  . . .    *  i-X.' ! 

y  que  linda:  al  S.  con  el  camino  '¿X^\     J) 

{^ ^  j.]=J!;  al  N.  con  la  propiedad  3  de  Aben 

Porthal  (JIL^  ^^)i  Jib.  _Jj^\  ^.y,  al 
E. ,  la  viña  de  Aben  Franchil  J  ^^j^^^^  c?^) 
[j.-sr'ji  yA  >jí\  al  O.,  el  camino,  3^  en  él 
la  puerta  ó  entrada  de  la  finca  en  cuestión 

Otorga  esta  venta  Chamila  (hermosa)  5, 
hija  de  Farach  5'  esposa  del  Beliuxi  i•i^y=^) 
(  ^jAj\  -.  ^\  ^  j3  C^uj,  í\  favor  del  judío 

Rabí  Bu  Ishak  b.  Lahmaix  v^_^"'ljf     -J  .) 

(,  vi.^^,3r^  ,.fj  por  el  precio  de  «300  mizcales 

de  la  moneda  corriente  en  Toledo  al  tiempo 
de  otorgarse  la  presente  escritura,  de  aqué- 


i'  La  viña  que  aquí  se  indica  era  conocida 
por  un  sobrenombre  cuyo  sijíniñcodo  no  acer- 
tamos á  precisar.  Dice  el  texto:  ^_^j;  ^«!'  r'J-^"^' 
jlaa^üJu,  la  vina  conocida  por  el  Cojiielo? 

2  La  montaña  de  Charancas  hiíllase  citada 
en  la  toma  de  Toledo  por  Abdeirahman  III 
{Dozy,  Hisí.  II,  349). 

3  No  tenemos  seguridad  en  la  lectura  de 
esta  palabra,  pero  la  que  tenemos  por  más  pro- 
bable es  la  que  damos  en  el  texto  con  signirt- 
cado  de  campo  destinado  á  cereales. 

4  En  el  texto  sólo  lleva  puntos  el  *. 

5  En  el  original  no  lleva  punto  la  primera 
letra. 


Venta  de  una  huerta  u^-U!  «-«^a^)  sita  en 
el  parador  ó  posada  de  Moxca  (i.Ci*--  ^j-'^) 
y  cuyos  lindes  son:  al  S.  y  O,,  una  posesión 
del  K.r.,lení  3;  al  E.  y  N.,  dos  caminos 
grandes,  uno  de  los  cuales  va  desde  Toledo 
á  Alcardet  ^^  iOLJl  i^f-i!  ^j^^i     -Sj) 

Otorgan  esta  venta  Pedro  Alfonso  4  y  su 
mujer  Justa  (¿.zú,j  '^■^jj^  ^wjj.áj'  ¡fjl^^j)  á 
favor  de  Yahya  b.  Jalaf  y  Yah3'a  b,  Koraix 

El  precio  de  la  venta  es  de  82  dinares  de 
los  que  circulan  en  Toledo,  cediendo  ade- 
más los  dos  compradores  á  los  vendedores 
ima  pequeña  viña  (♦jj.-CJ|)  sita  en  el  mismo 

pago  donde  está  enclavada  la  dicha  huerta; 
viña  que  también  se  conoce  con  nombre  pa- 
recido al  que  encontramos  en  el  documento 
anterior  (Jj=s-^Ij  ^ ?«;»-it),  y  cuyo  signifi- 
cado á  ciencia  cierta  desconocemos. 


1  Es  éste  uno  de  los  pocos  documentos  mu- 
sulmanes de  la  colección. 

2  El  hallarse  tan  maltratado  el  pergamino 
y  carecer  casi  por  completo  de  vocales  y  pun- 
tos, hace  muy  embarazosa  y  difícil  su  lectura. 
Otro  tanto. pudiera  decirse  del  siguiente  docu- 
mento; sobre  uno  y  otro  abrigamos  todavía 
algunas  dudas. 

3  En  el  original  parece  leerse:  i— J  t — ^— -" 
^áJL-Jj-ííJi  que  podría  interpretarse  la  gran 

tienda  del  de  Crevillente  (   ¿■^J^'  iÜJm  ó  del  de 

Corella     c-i^»— '  j¿^^  según  que  se  suplan  uno 

o  dos  puntos. 

4  En  el  texto  Anfonxo  ó  Anfunxo. 


120 


Boletín 


Esta   escritura  está   fechada  en   Abril 

(Jj  .í!)  del  año  1133  de  la  Era  de  (^ofar 

(Española). 

Entre  las  suscripciones  podemos  leer  las 

siguientes:  Abdelmelic  b.  Amir  ^-l-l!  -^-c) 
(  .^Lt  yi;  Abdalah  b.  Chelabert  JJl  ^~^_^) 
(^l^.JU.  yj ;  Ornar  b.  Amir  b.  Al-Laits 
(ó-^^l  i^f  y^^  ívTÍ  >-K^j)'  Abdelaziz  b. 
Saíd,    «se  escribió  por  él  á  su  mandato.» 

zaragozano,  idem  ¿w^-c 


fecha,  ^^-  ^^^iii  jLj:)  ^^r:-^■'^''  *-''-^  ^«^;') 
(^j jUJ!      .jw=^    ijiLs-^   -^«h^-'l,   advirtiendo 

que  el  mizcal  oriental  de  Almamún  consta 
de  dos  dinares  y  un  sexto...  í^í^A.J!  JLái^lj) 

(^-V^j  y.U-O  iJj^U!,  y  añadiendo  que 
los  vendedores  recibieron  del  comprador  el 
precio  estipulado,  transfiriendo  á  él  el  do- 
minio que  les  correspondía  sobre  la  finca 
mencionada  ^ 


^' 


9) 


.{syL 


III 


Venta  de  la  mitad  de  un  huerto  >i^^9-) 

(  .lUar'l  ^ 6^3  sito  en  el  pago  de  Al--Lai- 

tic  I,  que  pertenece  á  la  jurisdicción  ó  go- 
bierno de  la  ciudad  de  Toledo  t3-..-;iM  l^j^) 
(^iUsAh  i^jJ^  kJáJ  ^,  y  con  los  siguientes 
límites:  al  E.  y  S.,  el  río  Tajo  (¿.^vb  ..^3); 
al  O.,  el  cercado  de  tierra  blanca  2  pertene- 
ciente al  jeque  Aben  Moxkik  L^j  ^Lv::^) 
(v^-^íí^^-^  ¡ji^  ¿~^-')  y  al  N.,  el  gran  camino 
que  por  allí  pasa  (ixJL^J!  ¿¿^4']. 

Otorgan  esta  venta  Elvira,  esposa  de  Fer- 
nando Muñoz  {,y^j.^X^  SJj.Jj3   ^jj    5,-Jt), 

y  sus  hijos  Munio,  Gonzalvo  y  Xóli  3  íj^j^) 
(  ^J^-i-j  ...  ^~^L^x¿,  á  favor  deMicael  ben 
Baqui  (  ^¿J  yj  JjU.^'),  por  precio  de  200 
dinares  de  las  monedas  corrientes  en  esta 


Fecha  á  fines  de  Febrero  (  »j  ».^3  >. 

del  año  1149  de  la  Era  de  Cofar  (Española). 

Firman  como  testigos:  Sahl  b.  Jalaf  b.  Alí 

(«^      lJ'  '^ ^       llT'  '-^■'r**')'  Hasán  b.  Cha- 

™il?  (J-^s^  l^rf  lO^'***^)'  Abdalah  b.  Hasán 
(  ,1,^.0^  ^_j  i-Ul  -V^)>  y  Salema  ó  Selma 
b.  Sadrún,  que  firma  por  mano  ajena  kJ-^j 


Cj~^\ 


ii^y 


IV 


Venta  de  toda  una  viña  2  (  .^_CJ1  >s.^v^) 
sita  en  Alcardet  3  (Í:_j¿^¿JLj),  al  oriente  de 
Toledo,  y  con  los  siguientes  lindes:  al  E., 
otra  viña  del  judío  Ishac  b.  Alafthas  ^j^) 

(^cX.Jl    ^li'^y    ^j:    v_^-^^;  al  O.,  la 
viña  de  Estéfano  Xalvathores  aclualmente 


^^  ^^j 


»  .j^);  al  S. 


tie- 


1  Los  nombres  Lailic  y  Letic  (con  el  ar- 
tículo, Al-Laitic,  Al-Letic)  corresponden  á  un 
pago  próximo  á  Toledo,  bastante  citado  en  es- 
tas escrituras,  cuya  situación  no  podemos  de- 
terminar ahora. 

2  El  caliñcativo  blanca  aplicado  á  la  tierra 

('■'^:^f  Ct'y)  ^^^  tanto  se  repite,  entendemos 
significa  tierra  sin  árboles  como  todavía  se  la 
llama  en  Valencia;  más  en  alguno  de  los  do- 
cumentos bilingües  hemos  visto  traducida  di- 
cha frase  por  térra  inculta. 

3  Opina  el  Sr.  Simonet  que  éste  es  un  nom- 
bre híbrido  equivalente  á  ^^^  Mi-Sol. 


rra  blanca  del  judío  Hakaí  (?)  L.^^j.j  lJ^j^) 
(^J5_^Jl  ^LiLsr^^  y  al  N.,  viña  de  Ciprián 
b.  Salema?  (¿a.^1^     y>    _X^  j^  cJ^)' 

Otorgan  esta  venta  Pelayo  Pithris  ó  Pérez 
(,  f-^Jsjj  ^3-if)  y  su  esposa  Dueña  Balensia 
(ijwv^^j  ¿,3 1^3  *-*!?;>)  ^  favor  de  Pedro  Muñoz 


I  En  la  redacción  de  estas  papeletas  pres- 
cindimos, como  es  natural,  de  todo  lo  que  sea 
puramente  formulario,  lo  cual  entrará  de  lleno 
en  los  estudios  que  reservamos  para  la  tercera 
parte  del  presente  trabajo. 

i  Aunque  tal  parece  el  significado  de  esta 
palabra  según  los  diccionarios,  en  el  reverso  de 
alguno  de  estos  documentos  y  de  letra  antigua, 
se  halla  traducido  por  huerta. 

3  Hoy  Villanueva  del  Cárdete  á  15  leguas 
de  la  capital  en  el  partido  judicial  de  Quinta- 
nar  (Madoz). 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


ni 


(j^^jL^  Sj]a^_>)  y  su  mujer  Ximena  Rodríguez 
(^.¿j  ji,  d.'Á^L),  por  precio  de  33  mizcales 
de  oro  almoravide  (iLÍ2j|j.i]  v,.^s«iJ)  ^.y'»). 
Fecha  en  Diciembre  {j^'-=^  ^)  del  año  1 157 
de  la  Era  de  Cofar  ó  Española  ^  ^  i^-j     y/=). 

Firman  como  testigos  entre  otros:  Gothar- 
do  [s:>jhi),  Martín  Yoannix  (jf^j'j;|  ii.'f^j^^' 
Martín  b.  Jalaf  (,^i¿^  ^Ji  l^^l^'')'  ^^'^" 
tía  Pithris  (^-^Ja^  (jrrl)-^)'  O'^^^r  b.  Abde- 
rrahman  ((^^=^•'1  ^^  ^ri  jis^)>  ^^  todos 
los  cuales  se  dice  que  se  escribió  por  ellos 


jer  Dominga,  hija  de  Melendo  Arias  «tó^^  ;  j) 
(^ji^  1!  íJ-U^  c^sij  ii;^^  por  precio  de  40 
dinares  en  moneda  corriente. 

Fecha  en  Enero,  Era  de  1159. 

Firman  como  testigos:  Dommgo  b.  Yahya 
(   ^^i     y-i  ii^/»v5),  Abú  Omar  b.  abí  Ornar 

(/Tf^  ^i^  (ji  jyF-  _?f  ^j)»  Xuan  (Juan)  Melen- 
des  (^J.Á-.l-'  _^^.L,^,  repitiéndose  del  pri- 
mero y  último  la  fórmula  »(./>Lj  Ut  ^^--^  «se 
escribió  por  él  á  su  ruego.»  Y  en  caracteres 
latinos  (muy  mal  trazados),  Didacu  Albariz. 


VI 


V 


Venta  de  toda  una  casa  exterior  ~  con  una 
entrada  ó  pasillo  á  la  habitación  interior 

(iJ.ii.ijJ!  jIjJI,  sitas  en  el  arrabal  de  la 
iglesia  3  de  Santa  Inés  en  Toledo  y—^  ...) 
(...  iklJa-*_A_Jaj  ¿  yM^»)  •.^^.XJ:^  'i^^S  ¡i^^j, 
y  cuyos  lindes  son:  al  E.,  la  casa  ó  habita- 
ción interior  (iJ^^fj  Jl  il^-Jf);  al  O.,  casa  de 
Suleimán  Ar-Raxah  (~L^Jl  i^^  .]:>); 
al  S.,  la  vía  pública  (¿IJl  ^^^jh),  á  la  cual 

da  la  puerta  de  a  casa  en  venta  L_^_jL_j) 
(c,  j\ — :„,  y  al  N.,  también  el  camino  ó  calle 
que  acabamos  de  citar  (^J  J3  ^_4jí5rM  s^). 
Otorgan  esta  venta  Suleimán  b.  Meruan 
(  O^  ijf'.  r,'  m  )  y  su  hijo  Yaix  b.  Sulei- 
mán (  ,L^y_J — ,  .j  ¡r^.  ^'^i^j)  ^  favor  de 
Domingo  Sides  ((^-w.  ^a.:^^^)  y  de  su  mu- 


1  Entiéndase  en  adelante,  mientras  no  se 
advierta  otra  cosa,  que  se  trata  de  los  años 
computados  con  arreglo  á  la  Era  Española  ó 
de  Cofar  (del  cobre),  seí^ún  la  denominación 
arábiga, 

2  Sobre  las  voces  albarrán  y  albarrana 
pueden  consultarse  los  Glosarios  ác  Dozy-En- 
gelmann  y  de  Eguilaz. 

3  I^a  metátesis  ¿L^^xT  por  L^S  es  muy  co- 
riente  en  estas  escrituras. 


Testimonio  en  que  constan  las  gestiones 
hechas  y  las  condiciones  impuestas  para  la 
plantación  de  un  predio,  ya  de  mucho  tiem- 
po abandonado,  llamado  Dny  Al-Hácin 
(  , jLs-Mj!jí),  sito  en  la  parte  occidental  de  la 
ciudad  de  Toledo,  y  en'el  cual  se  compren- 
dían dos  heredades,  pertenecientes  luia  á 
Santa  Leocadia  de  fuera  y  la  otra  á  San  Mar- 
tín. Hecha  la  plantación  y  reconstruida  la 
noria  ó  azuda  (Si^^LJl),  surgieron  ciertas  di- 
ficultades para  la  partición  de  los  beneficios 
entre  los  que  se  encargaron  de  los  trabajos  y 
sufragaron  los  correspondientes  gastos,  has- 
ta que  por  fin  se  resolvieron  dichas  dificul- 
tades con  la  intervención  del  Arzobispo  de 
Toledo  y  en  beneficio  de  la  iglesia  de  Santa 
Leocadia. 

Fecho  en  Agosto  de  la  Era  1159. 

(Documento  bilingüe,  texto  árabe  y  tra- 
ducción latina  en  la  cual,  después  de  varias 
suscripciones,  se  lee  la  del  Arzobispo  de  To- 
ledo concebida  en  estos  términos:  «(Ego.  R. 
(Raimundus)  toletanus  archiepiscopus  con- 
cedo domno  B.  zamurensi  episcopo  supra 
scriptam  uineaní  ecclesie  sánete  leocadie  in 
uita  sua.  Post  decessum  uero  eius  predicte 
ecclesie  restituatur.») 


VII 


Testimonio  por  el  que  se  afirma  el  otor- 
gamiento de  un  contrato  de  compra-venta, 


boletín 


y  la  legitimidad  del  documento  redactado 
con  tal  motivo. 

(La  escritura  objeto  de  este  cotejo  está  fe- 
chada en  Febrero  de  IÍ49,  5'  se  refiere  á  la 
venta  de  la  mitad  de  una  hueita  sita  en  Al- 
Laitic,  siendo  el  comprador  Micael  ben  Ba- 
qiií  y  vendedores  Elvira,  esposa  de  Fer- 
nando Muñoz,  con  los  hijos  de  ésta  Munio  y 
Gonzalbo  y  su  hermana  Mi  Sol.) — Es  la  que 
figura  en  el  número  III  de  este  Catálogo. 

Fecha  en  Septiembre,  Era  de  1166. 


VIII 


Copia  del  testamento  otorgado  por  el 
Presbítero  Mayr  '  Abdelaziz  b.  Sohail,  en 
8  de  Diciembre  de  la  Era  1163,  y  un  testi- 
monio fecho  en  Julio  de  la  Era  1167,  mani- 
festando que  se  han  cumplido  las  disposi- 
ciones del  testador. 

(En  la  segunda  p^rte  de  nuestro  trabajo 
procuraremos  dar  un  extracto  del  presente 
documento). 


IX 


Venta  de  un  trozo  de  huerta  y  de  la  tie- 
rra blanca  que  está  al  N.  del  mismo  >í-^9^) 

sitas  en  el  pago  de  Al-Laitic,  al  oriente 
de  Toledo  (iiklL  ^^  ^J^^}-^  l^jér^,) 
y  con  los  lindes  que  se  expresan:  al  E.,  el 
río  Tajo  (¿>=s.lj  j^y,  al  O.,  viña  ó  huerta  de 
los  herederos  de  Ponce?  (^^j  íijj}  fj^)\ 
al  S.,  huerta  de  los  compradores  i-«.^.-») 
{,^.r^r^\  y  al  N.,  el  plantío  de  Estéfano 
b.  Jalaf  As-Sectani  ^Id»  ^>  yslxú,)  ,  ►-/) 
.(^LxCJl 

Otorga  esta  venta  Doña  Justa,  hija  de  Sid 


b.  Hachama  (¿--Ls^  ^j  -X^  CI^j  ¿,xá.j)  á 
favor  de  Sit-Amira  {jij-^A  w^-)  y  de  sus  hi- 
jos Hosain,  Julián,  Sancho  y  Pedro     »^«.:2>.) 


(s^Ja^jj  ¿^•'Li.^  -y-T^  ^  P*^"^  precio  de  seis 
mizcales  de  oro  almoravide,  con  la  condi- 
ción de  que  así  los  compradores  como  la 
vendedora  cesen  en  los  litigios  y  demandas 
que  sostenían  con  motivo  de  la  herencia  de 
Micael  b.  Tomé  y^yo  ^¡  J.jlil^). 

Fecha  en  Diciembre  {j^x.^:>),  de  la  Era 

II73- 

Firman  como  testigos,  entre  otros:  Yah- 
ya  b.  Mofárrich  (~.  ^¿^  ^-í  í;c=^-)5  ^^bde- 
rrahman  b.  Mofárrich  ^_í  ^-^-a^Jl  -v^j) 

(-J.  ji/»,  Gálib  b.  Abdelmelic  ^~¡  >, aJI-¿j) 

(.¿Jil  J-c,  Bahlul  b.  Omar  ( j.^  ^j  Jj^f  j)> 
Felis  b.  Ibrahim  (a^»|;-.j1  ^í  it^)-  Y  en  ca- 
racteres latinos:  Domimcns  Mavünix  iestis  ^. 


Convenio  entre  Domno  2  .Raimundo,  Arzo- 
bispo de  la  Sede  toledana  , .  Jj'^-'  ^-^yJ,  1  i-^^) 
(¿JiisJis  LjJ.^     ¿>~'P  ,  y  Don  Pedro,  Arce- 

V  ..  ..  o    ^ 

diano  de  Segovia  ^sUja^l  ^j^':.i  ,-)3^j) 
(L-j  J-i.  íaj^v»,  para  la  construción  de  una 
rueda  hidráulica  (noria)  {ijy.lj )  en  la  pre- 
sa ó  azud  3  de  Algondari  4  (^jAAi't  J,^}), 

cerca  de  la  tierra  del  citado  Arcediano. 

Oblígase  éste  á  sufragar  la  tercera  parte 
de  los  gastos  de  la  construcción,  teniendo 
derecho  á  la  tercera  parte  del  agua  y  de  to- 
dos los  beneficios  del  canal:  y  asimismo  el 
dicho  Arzobispo  poseerá  la  tercera  parte  de 


»  Título  honorífico  usado  por  los  Mozára- 
bes toledanos,  correspondiente  al  ?J2a/o/- lati- 
no usado  tn  la  Edad  Media  (V.  Simonct,  Glo- 
sario de  voces  ibéricas...,  etc.) 


I  Citada  por  el  P.  Burriel:  pág.  344,  lámi- 
na xvni,  núm.  i. 

i  A  las  personas  constituidas  en  altas  dig- 
nidades eclesiásticas  se  les  da  este  tratamiento 
en  vez  del  Don,  que  suele  aplicarse  también  al 
vulgo. 

3  La  palabra  _\-.Jl  se  halla  traducida  en 
P.  de  Alcalá  por  represa  de  agua,  acuda;  en 
R.  Martín  por  obex.  (Eguilaz,  Glosario.) 

4  Hubo  dos  pagos  con  este  nombre:  Algou- 
deri  el  Mayor  y  Algonderi  el  Menor  ó  Al- 
gonderinejo,  citado  este  último  por  el  Sr,  Ca- 
mero en  sus  Cigarrales  de  Toledo,  pág.  74, 
como  uno  de  los  en  que  se  subdividía  antigua- 
mente la  Vega  de  San  Román. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


'23 


la  tierra  inculta  que  eu  dicho  sitio  pertene- 
cía al  Arcediano,  con  los  derechos  adjuntos. 

Fechada  en  Agosto  [-JL^ ¿i)  de  la  Era 

1176. 

De  este  documento  hay  texto  árabe  y 
versión  latina  i.  Firman  el  primero,  Pedro 
Marof,  testigo,  j  se  escribió pot  él  en  su  presen- 
cia (...  J-aLí.  ^^jj.«.í  ij]a^),  y  Mikael  ulia- 
niz,  éste  último  en  caracteres  latinos. 

En  la  versión  latina  aparecen  las  siguien- 
tes confirmaciones:  «Ego  R.  gratia  dei  tole- 
tana  sedis  archiepiscopus  confirmo  supra- 
dictam  conuentionem. —  Ego  A.  prior  testis. 
— Ego  P.  secobiensis  archidiaconus  confir- 
mo supradictam  conuentionem.  —  Ego  P. 
presbyter  testis. — Petrus  magister  testis. — 
Ego  Petrus  huius  cartule  scribtor,  presbiter 
testis. — Gauzelmus  de  a9el<a  testis,  Munial- 
fons  testis. 


XI 


Venta  que  otorga  Mitho  Arias  y  su  hijo 
Fernando  a  favor  de  Balduino  Goliau  2  y 
de  su  mujer  Munina,  de  un  corral  3  con  la 
vivienda  cubierta  de  teja  que  en  él  edificó  el 
comprador,  sito  todo  ello  en  la  colación  de 
Santa  María  (catedral),  y  con  los  lindes  si- 
guientes: al  E.,  las  tiendas  de  los  legados 
piadosos  ó  habices  y  las  tiendas  del  Sultán  •» 
(protéjale  Dios);  al  O.,  la  parte  del  citado 
corral  perteneciente  á  los  vendedores;  al  S., 
la  tienda  de  los  compradores  y  sobre  ella  la 


1  Ambos  publicados  por  el  Sr.  Simonet  en 
su  Crestomatía. 

2  Sospecha  el  Sr.  Simonet  que  este  nombre 

sea  Guillen  ó  Guillermo  (^Ll¿);  pero  consul- 
tado nuevamente  el  original,  veo  que  no  hay 
lugar  á  dudas:  hállase  escrito  con  toda  clari- 
dad (cosa  poco  común)  y  vocalizado  según  apa- 
rece en  el  texto.  Es  sin  duda  nombre  extranje- 
ro; uno  de  los  confirmantes  lo  es  también. 

3  La  palabra  corral  {^}\^\)  es  de  uso  fre- 
cuentísimo en  estas  cscriiui  as,  y  en  alguna  de 
ellas  se  le  traduce  por  solare,  solar,  sobre  cu- 
ya palabra  puede  verse  el  libio  de  Godoy  Al- 
cántara sobre  los  Apellidos  castellanos,  pági- 
na 47. 

4  Entiéndase  el  rey  de  Castilla, 


algorfa  ',  y  al  N.,  las  tiendas  de  losalfaha- 
reros  del  Sultán.  ^LU    .^>  .J._Lj     .r,  :-:  A.j) 


J_;J._.Lj  C 


Xiyi 


^^X^     LV-tLJLJl     'í^j^^     i/i-t!    JJ^vÜ-'l     l-3-»j 


•■■"'l^   0.^•^^'   ^^ 


»J. 


^5.  ^,^xjLU  jSxú  j\jii\  i^.js  -^yJ^ 

i,  ...  i. — Le  Í3,¿»  .^U.il  ji.>jL->.  iJLiiJI 
(...    .,LLUJU    .,.  ,L¿¿M  OoL:.   ^4^M 

Precio,  30  mizcales  reales  de  oro  almo- 
ravide  (...  i^CJL-  'L1íj\j.^  La.5  ^IsX'    .^jiS'). 

Fecha  en  Octubre  (^f-j^-X-iT)  de  la  Era 
1177. 

Suscriben,  entre  otros:  Hasán  b.  Abdel- 

melic  {^i\  -\£  ^^3  ^j^=>^),  Estéfano  b.  Jalaf 
As-Sectaní  (  jLCJI  ,^_^  .j,3  ^Ui,!^), 
Abderrahman  b.  Suleimán  b.  Banal?  J-cj) 

(¿JL^Í  ^rf  ^r^\-  ^rí  ^^Jl  Yahya  b.  Mo- 
farrich  {...  ^yu»    ^^    ^.s-.-'.j),  Hirbau  el 

francés  (...   ^^^--^31  j^j^j)- 

Y  en  caracteres  latinos:  «iulian  dominici 
testis;  papin  testis;  et  populin  testis.» 


XII 


Venta  de  la  cuarta  parte  de  la  alquería  de 

Villa  Algariba  2  (i.J^-l  ^-^j  'i-^j^  ^.j  «-;^) 

«que  es  una  de  las  alquerías  de  la  ciudad  de 
Toledo. »  Hállase  la  finca  objeto  de  este  con- 
trato en  el  territorio  de  la  Sagra,  inmediata  á 
la  fortaleza  de  Canales,  sobre  la  acequia  de 


1  Habitación  en  la  planta  alta.  R.  Martín 
traduce  esta  palabra  por  solarium.  El  P.  Al- 
calá «celda  cámara,  cenadero  en  sobrado,  cá- 
mara donde  dormimos,  cámara  corro  quiera  » 

2  Se  llamó  también  Villafranca  en  tiempos 
posteriores. 

(*)  Esta  palabra  aparece  siempre  escrita  sin 
el  ^  de  prolongación,  según  uso  corriente  del 
árabe  vulgar, 


124 


boletín 


Camarena  y  próxima  á  la  alquería  de  Mura- 
dle! I  (P^^-^  .r^^  -r"  ^•rfl  >^'  ¿jÁ-i^  •••) 
.'  Lo,'»^-   h  Js¿   í,  .Ls4t   áJ^-^2    A-iL..     Js. 

Aparece  como  vendedor  D.  Estéfano...?... 
y  como  comprador  Abdalah  b,  Suleimán  Al- 

Policheni   (  ^¿L^rM   Jl^^^    ^ri    ^^J'    J-0, 

siendo  el  precio  de  la  venta  cuatro  mizcales 
de  oro  almoravide. 

Fecha  en  la  primera  decena  de  Diciembre 

de  la  Era  1178.^^^   ^^^    Jjr^^  j^*.i\    ^5) 

Comparecen  como  testigos,  entre  otros: 
Jair  b.  Jair  (  ,-¿-  .^f  y^),  Hasán  b.  Abdel- 
melic  (jJ..U!  -V^  .r^  ,,L..^«),  Yahya  b.  Isa 
b.  Yahya  (  c-^:'  r^.  c-*^  -tf  Q-i-r^-j)' 
Yaix  b.  Coraix  (,  ^  3  ,.r-»   .  — *J  ')  ^. 


XIII 


Gloria)  se  adjudicará  forzosamente  á  la  parte 
de  María,  y  otra  esclava  llamada  Xoli  (  ~L¿-) 
á  la  parte  de  Clemente,  é  indicando,  final- 
mente, las  consecuencias  del  contrato  en  el 
caso  de  que  cualquiera  de  los  contratantes 
fallezca  antes  de  verificarse  la  partición. 

Fechada  en  Diciembre  (^-áss..^).  Era  de 
1181. 

Suscripciones:  «ioan  petriz  testis;  tirsus 
presbyter  testis;  petrus  presbyter  testis; 
iohanes  presbyter  testis;  petrus  iben  marc- 
tin  testis;  iulian  dominicis  testis;  donna  do- 
minica uxor  iben  lanpader  confirmo;  eulalia 
petriz  confirmo,» 

Y  en  caracteres  árabes:  Domingo  b. 
Jair...  testigo?  (¿JlsLl  ...  ..01.  ..^  ¿.ü^Jíj), 
Moflih  b.  Yahya  atestiguó  y  escribió  de  su 

mano  (í-J-;-J   > ■•■^j  ^-^  ,crr^-     'í  -<"^)  Y 

Abdelaziz  b.  ^ofian  testigo,  y  se  escribió 
por  él  á  su  ruego  ó  mandato  .rf   í-'  '^-'^^  '^^j) 


.[íjÁi, 


X 


J.íU 


Escritura  de  convenio  ó  avenencia  entre 
Clemente  el  Monje  ó  Ermitaño  3  01^3 UjIí) 
( . ^í!  K  \  y  María ,  hija  del  difunto  wizir  Mair 


Temám  i-..,=^, 


,A.    .  ;J| 


(JJí,  por  la  cual  reúnen  en  un  fondo  común 
los  bienes  de  que  ambos  son  copartícipes,  es 
á  saber:  una  casa  con  su  huerta  y  demás  ac- 
cesorios de  labranza,  bestias,  esclavos,  etc., 
estipulando  que  cada  uno  de  los  contratan- 
tes tendrá  derecho  á  la  mitad  de  este  fondo 
el  día  en  que  se  verifique  la  partición;  las 
condiciones  en  que  ésta  habrá  de  verificarse 
á  demanda  de  cualquiera  de  ellos,  que  una 
de  las  esclavas  por  nombre  Izzi  (^  ^t  Mi- 


1  Camarena,  á  cinco  leguas  de  la  capital; 
conñna  al  E.  con  Chozas  de  Canales,  al  S.  con 
Arcicollar  (Madoz).  Ignoramos  la  correspon- 
dencia exacta  de  Almuradie],  pues  no  creemos 
deba  identificarse  con  la  actual  Puel)la  de  Al- 
moradiel,  en  el  partido  judicial  de  Quintar  de 
la  Orden,  dada  la  distancia  que  la  senara  de  las 
otras  poblaciones  aquí  citadas. 

2  Hali/mdose  muy  maltratado  el  pergami- 
no, se  hHce  imposible  la  lectura  de  algunas  pa- 
labras. 

3  El  Sr.  Simonet  sospecha  que  fuese  algún 
mozárabe  emigrado  que  llevase  este  apodo^ 


XIV 


Venta  del  octavo  de  la  alquería  de  Villa 
Algariba,  cerca  de  la  alquería  de  Morale- 
ja? I  y  de  Arcicollar  ^  en  la  jurisdicción  de 

Toledo  á^-J  ^¿•''  i-J  j.i.'f  Í.L  h  ji  ^^      r-^^í) 

(...  ¿.J^sj  jb  ^Aj  í.J.J!^  h  yí  ^^  como  asi- 
mismo de  una  casa  y  del  tercio  del  corral  en 
el  interior  de  la  citada  alquería  ...  j-li-O  «) 

Otorga  esta  venta  Pedro  b.  Isa   .y>  St.Js^-') 

(   ^*w^  á  favor  de  Juan,  hijo  de  Abú-l-Ha- 

sán,  conocido  por  Abú-Hadida  ,  ,_j      iI»-j) 

^   ■    ^  ^  " 
(2<,Vj^2>.     ¿.>\.!       ¿„y9.\,\    .w^stM     -.'Kascen- 


1  No  tenemos  completa  seguridad  ni  en  la 
lectura  ni  en  la  interpretación  de  este  nombre 
geográfico;  pero  entre  los  lugares  que  com- 
prendió el  arciprestazgo  de  Canales,  encontra- 
mos dos  caseríos  con  el  nombre  de  Moraleja. 

2  .Arcicollar  á  cuatro  leguas  de  Toledo 
en  el  partido  judicial  de  Tornjos  (Madoz). 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


'25 


diendo  el  precio  de  la  venta  á  cinco  mizca- 
les  de  oro  almoravide,  de  la  real  acuñación 
de  Almería  LvJU  ¿Jaj]^-'  L^^  J::^^  ^'"í^) 

Fechada  en  Abril  ( Jj^  1)  de  la  Era  1 182. 
Firman,  entre  otros,  como  testigos:  Do- 
mingo b.  Abde-1-Hacam  w>-«.c     wj  ¿._J¿_^_o) 

(♦\3r^!,  Pethrob.  Yusuf...  (, ¿^^     yj  s^iaS) 

\  _  ^-  L.  •   -    ••■ 

Jair  b.  Jair  (^^-=i.  ^^j  ^::=^;))  Bahlul  b.  Ornar 

Y  en  caracteres  latinos:  «Ego  giza  ibn 
abib  bra3'm  confirmo  quod  est  supra  scrib- 
ta  (sic)  et  scvipserimt  pro  eo.»  ^  Dominico  fe- 
IÍ9ÍS  testis. 


importando  el  precio  siete  mizcales  de  oro 
almoravide,  de  la  real  acuñación  de  Almería. 

Fechado  en  Enero  {j-_--^-i  j^-i^  ^i)  de  la 
Era  1184. 

Entre  las  subscripciones  está  la  del  ven- 
dedor que  dice  así:  «Yo  Ayub  b.  Athaf  he 
vendido  todo  el  lote  citado  en  la  parte  supe- 
rior de  esta  escritura,  con  el  favor  de  Dios  '; 


Domingo  b.  Abdelaziz,  testigo  ^j   íJL^O) 
(AíLi.  cj  Y*i\  J^;  Yoanex  b.  Ayub,  testigo 

(jjrU,  . y\     ^j      -jUj);  Miguel  b.  Sid  b. 

Xabl  (J.,i,  ^,^  J.1  ^,^  jLi^O. 

Y  en  caracteres  latinos:  Ego  gonsalbo  pe- 
tris  testis.. 


XV 


Venta  de  una  yugada  de  tierra  2  sita  en 
Olías  la  Mayor  3,  de  la  jurisdicción  de  Tole- 

do  (...  J.^  ,^y>  ^-CJt  ^j^}-\  hjíl  ^jj'J.^), 

y  asimismo  de  un  corral  situado  entre  dos 
caminos  de  la  dicha  población  ...  ■^JJSj) 

cuyos  lindes  son:  al  E.,  un  camino  que  con- 
duce á  la  fuente  ((.y-*-'í  Jl  l^.j^)>  al  O., 
un  segundo  camino  (  ^iU  ^jh);  al  S.,  ca- 
sa de  Aben  Alba90  4  (¿^^Ul  ^A  j\^),  y  al 
N.  un  lugar  de  ruinas  en  un  baldío?  h  y=^) 

Otorgan  esta  venta  Pedro  b.  Jalaf  í;^Lj) 
(^ ^\-i>.  ,.y-¡_,  como  comprador  y  Ayub  b. 

Athaf  (^l-b_i    .»j  w-'jjI)  como  vendedor; 


I     Esta  es,  á  nuestro  juicio,  la  traducción  de 

la  fórmula  ¿-^  <^_^:S  que  tanto  se  repite  en 

las  suscripciones. 
í     Literalmente,  labor  de  un  par  ó  yunta. 

3  También  llamada  Olías  del  Rey,  á  dos  le- 
guas de  la  capital  (Madoz'. 

4  Aben  Aibaco,  el  hijo  del  Baco,  Este  es 
un  apodo  conocido  que  sii^nifica  moreno  ama- 
rillento ó  trigueño.  Godoy  Alcántara  [Apelli- 
dos castellanos,  pág.  ^4  nota),  cita  un  Avolfa- 
can  Avemba^o.  que  es  evidentemente  Abu-1- 
Hasán  ben  Aibaco.  nombrado  en  varias  de  es- 
tas escrituras. 

T.  III 


XVI 


Venta  que  otorga  el  Pbro.  Estéfano  b.  Su- 
leimán  (?)  (¿  j^;^.^  ¡j^.  ^J^'^^  ^^^-^,  ads- 
crito al  clero  de  la  iglesia  de  San  Cipriano 
(  ,,L  J..^9.  ■j:^x^  i^^;.r  i^j|    .r*)  á  favor  de 

Juan  b.  Hadida  (5_\j-Vcs.  .^j  ,.il?í)'  ^^  ^^^^ 
la  parte  que  le  corresponde  en  la  alquería  de 
Villa  Algariba,  próxima  á  las  de  Moraleja?  y 

Arcicollar  -  u>  i-' j-9     £-'    i^^-^=^ 


^' 


r:-K^ 


(J<>_3;  ib,  por  precio  de  cinco  mizcales  de 
oro  almoravide. 

Fechada  en  Octubre  (ji  yf\  j:^^  ^3)  de 
la  Era  1184. 

Testigos:  Suleimán  b.  abí-1-Hasan  b.  Al- 

ba90  (^^LJ^  ^y}  ^^r*^^^  ^'^  c^-    J^C^^)- 
Y  en  caracteres  latinos:  «Johannes  pres- 
biter  ecclesie  sancti  nlcolai  testis. — Ego  do- 
minicus  diaconus  sancti  nlcolai  testis.» 


1  Esta  última  fórmula  a.-1jÍ  LL     ,1  es  fre- 

exentísima  entre  los  musulmanes  cuando  se 
trata  de  cualquier  acto  futuro,  conforme  con  la 
prescripción  del  Corán,  XVIII,  i}.  En  algunos 
casos,  come  nota  Bresnier  en  su  Crestomatía 
(p.  286),  equivale  á  nuestra  palabra  5/,  para 
afirmar  con  más  fuerza. 

2  Es  la  posesión  á  que  se  refiere  el  núme- 
ro XIV. 

16 


126 


boletín 


XVÍI 


SECCIÓN  DE  CÍENCUS  NATURALES 


CIENCIA  ESPAÑOLA 


Escritura  de  venta  otorgada  por  Alba- 
nia? 1,  hija  de  Abú  Yahia?  ¿.A  JL.-.:.-^  i-vl) 
(l.^.,  á  favor  de  Domingo  b.  Abdelaziz 
{jjy-\  --;-  . ri  i-i-' -),  de  la  parte  que  aqué- 
lla heredó  de  su  padre,  es  á  saber:  dos  yuga- 
das menos  cuarto  de  tierra  en  Olías  la  Mayor 


(Jü!  i.^j  L^._j!.  Incluyese  en  la  venta  la 
mitad  del  solar  de  una  casa  derruida,  del 
pozo  y  demás  accesorios  de  la  finca  en  cues- 
tión, perteneciendo  la  otra  mitad  á  los  hijos 

de  Lázaro  b.  abú  Yalva   «-vi' 

(...j_»rj.4l  l~--5^'.     -;''   ^_^r:'   ^jj^V  pero  ex- 

clu3'endo  del  contrato  las  plantaciones  he- 
chas antes  de  la  fecha  de  esta  escritura,  las 
cuales  no  entran  en  la  venta  ,^j.ji.}\     ^■~^^) 


J  ^!  ^..,SJ\  !J^  ^;  ,b  J.,.5 


k^ 


L' 


4! 


Precio:  diez  mizcales  de  oro  almoravide 
de  la  acuñación  real  de  Almería. 

Fechada  en  Marzo  (  ,  v^',L_/» )  de  la  Era 

1185. 

Aparecen  como  testigos,  entre  otros:  Mi- 
guel b.  Sid  b.  Xabl  ( J-^-^  ^^^  ---->  ¡^ 
Juan  b.  Abdalah  b.  Imrán  J-_--£    .^j 


C' 


^;:^'j. 


(  .,^.^    .yj  ¿.IJt,  Tomé  b.  Obaidallah  ^j^j) 


'C 


\  ...       ^r, 

Y  en  caracteres  latinos:  micael  dnis  (domi- 
nici?)  Ustis. 


Francisco  Pons. 


(Continuara.) 


1     Tal  vezAlbonaiya  (¿^a^J|),  equivalente  al 
latino  Filióla. 


(Conclusión.) 

Se  trata,  pues,  de  saber,  en  las  inves- 
tigaciones del  Sr.  García  de  la  Cruz,  cuá- 
les son  las  propiedades  de  estas  mezclas 
homogéneas  de  sólidos  mu}"-  divididos  con 
líquidos,  que  constituyen  lo  que  en  senti- 
do general  se  denomina  líquido  turbio. 
Existen,  no  obstante,  fluidos  de  esta  mis- 
ma especie  producidos  cuando  á  un  líqui- 
do homogéneo  y  transparente  se  mezcla 
otro  de  diferente  densidad,  y  dividido  en 
menudísimas  gotas  y  líquidos  turbios 
prodúcense  asimismo  si  en  la  masa  de 
uno  claro  y  transparente  se  interpone 
un  gas  cualquiera  con  tal  de  estar,  de 
la  propia  manera,  fraccionado  en  muy 
pequeñas  burbujas.  En  estas  materias 
realizó  el  Sr.  García  de  la  Cruz  sus  expe- 
rimentos, valiéndose  de  muy  sencillos  é 
ingeniosos  medios,  como  son:  un  aparato 
de  vasos  comunicantes  y  un  densímetro, 
y  utilizando  además  cuerpos  flotantes  y 
sumergidos  en  los  líquidos.  De  tal  mane- 
ra, y  sin  otros  artificios  complicados,  fué 
completando  el  hábil  experimentador 
nuestro  conocimiento  respecto  de  las  mez- 
clas de  líquidos  con  sólidos ,  de  líquidos 
con  líquidos  y  de  éstos  con  gases,  llegan- 
do á  esta  primera  ley:  "Los  fenómenos 
mecánicos  de  los  líquidos  turbios  no  co- 
rresponden á  la  densidad  del  verdadero 
fluido  que  en  ellos  existe.  Para  explicar- 
los hay  que  admitir  una  densidad  media, 
igual  al  cociente  que  resulta  de  dividir  la 
suma  de  las  masas  de  las  substancias  mez- 
cladas por  la  suma  de  los  volúmenes  de 
las  mismas  substancias.,,  De  donde  infe- 
rimos cómo  la  densidad  de  un  líquido  tur- 
bio aumenta  si  la  materia  que  lo  enturbia 
es  algo  más  densa  que  él;  pues,  en  caso 
contrario,  actúa  el  fluido  como  si  su 
peso  específico  hubiera  disminuido.  Se 
comprende  bien ,  por  virtud  de  la  propia 
ley,  cómo  en  igualdad  de  peso  y  volumen 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


127 


de  la  substancia  sólida  y  del  fluido  al  que 
se  mezcla,  el  líquido  turbio,  en  cuanto  á 
los  fenómenos  mecánicos,  ha  de  presen- 
tarse como  si  estuviera  claro  y  transpa- 
rente, y  también  que  dos  líquidos  de  di- 
versa densidad  3^  variadas  condiciones 
mecánicas,  puedan  hacerse  idénticos,  des- 
de este  punto  de  vista,  dejando  uno  de 
ellos  claro  y  enturbiando  al  otro  por  me- 
dio de  un  cuerpo  sólido  pulverizado  que 
compense  la  diferencia  de  densidad. 

Prescribe  el  Sr.  García  de  la  Cruz ,  tra- 
tando de  la  demostración  experimental 
de  la  ley  de  los  líquidos  turbios,  y  ocu- 
pándose ya  en  el  mecanismo  de  las  ope- 
raciones,  las  reglas  prácticas  que  han  de 
tenerse  presentes  para  llegar  á  estable- 
cer las  convenientes  relaciones  entre  las 
masas,  volúmenes  y  densidades  de  dos 
substancias  que  han  de  mezclarse,  y  las 
masas,  volúmenes  y  densidades  de  las 
mezclas  resultantes;  y  empleando  fórmu- 
as  muy  sencillas,  cuya  demostración  ex- 
perimental redúcese  á  medir  volúmenes 
con  una  probeta  graduada  y  pesos  espe- 
cíficos con  un  densímetro,  llega  á  esta- 
blecer, de  manera  cierta  y  positiva,  que 
"los  volúmenes  de  dos  substancias  que  se 
unen  constituyendo  una  mezcla,  están  en 
razón  inversa  de  las  diferencias  entre  sus 
densidades  y  la  densidad  media  del  con- 
junto que  resulta,,,  é  introduciendo  en  la 
fórmula  que  representa  esta  ley  la  ex- 
presión de  la  densidad,  llega,  valiéndose 
de  sencillísima  ecuación,  á  esta  otra 
ley:  "La  razón  de  los  pesos  de  las  dos 
substancias  mezcladas  es  igual  al  pro- 
ducto de  la  razón  de  sus  densidades,  por 
la  razón  inversa  de  las  diferencias  entre 
éstas  y  la  densidad  media. „ 

Inmediatamente  surgen  las  aplicaciones 
de  los  principios  enunciados  los  cuales  se 
emplean  en  la  resolución  de  problemas 
tales  como  estos,  que  el  autor  presenta 
en  su  último  trabajo:  "Averiguar  el  peso 
de  una  materia,  en  polvo  impalpable  y 
de  conocida  densidad,  que  es  menester 
añadir  á  determinado  volumen  de  agua, 
para  conseguir  un  líquido  turbio,  de  den- 
sidad media  que  se  fija,  comprendida  en- 
tre la  del  sólido  y  la  del  agua;  averiguar 
el  volumen  de  agua  que  hay  que  añadir 
á  un  volumen    de  líquido   turbio    cuya 


densidad  media  es  conocida,  para  lograr 
una  mezcla  de  cierta  densidad,  inferior  á 
la  de  aquel  y  superior  á  la  unidad;  y  ave- 
riguar los  pesos  de  las  materias  sólidas, 
parafinay  minio,  por  ejemplo,  de  densi- 
dad conocida,  que  deben  mezclarse  para 
formar  un  conjunto  cuya  densidad  sea 
igual  á  la  del  agua  y  que  quede  equilibra- 
do en  el  interior  de  este  líquido.,,  Por  lo 
referente  á  los  medios  experimentales  y 
demostrativos  de  las  leyes  de  los  líqui- 
dos turbios,  válese  el  Sr.  García  de  la 
Cruz,  en  primer  término,  de  unaparato  de 
dos  tubos  comunicantes  por  otro  más  es- 
trecho, provisto  de  llave,  y  sabiendo  que 
el  equilibrio  se  consigue  cuando  la  altura 
de  los  líquidos  en  las  dos  ramas  se  halla  en 
razón  inversa  de  las  densidades,  con  una 
medida  bien  sencilla  llégase  á  demostrar 
la  ley;  el  densímetro  se  utiliza  asimismo  y 
es  de  excelente  resultado,  y puedeapelar- 
se  á  los  cuerpos  sumergidos,  lo  mismo  si 
son  flotantes,  que  cuando  se  sumergen 
hasta  llegar  al  fondo  de  las  vasijas  que 
contienen  los  líquidos,  y  como  estos  fe- 
nómenos dependen,  en  definitiva,  de  las 
densidades  de  los  líquidos,  compréndese 
cómo  por  medio  de  los  turbios  es  dable  mo- 
dificar las  condiciones  mecánicas  de  los 
cuerpos  flotantes,  consiguiendo  demos- 
trar el  principio  fundamental. 

En  cuanto  á  los  gases  nebulosos,  pueden 
originarse  mediante  partículas  sólidas  tan 
leves  que  se  sostienen  sin  depositarse  en 
el  seno  de  una  atmósfera  gaseosa,  ó  por 
incorporación  de  líquidos,  ó  mediante  ac- 
ciones químicas,  la  combustión  entre  ellas, 
ó  también  mediante  aquellas  precipita- 
ciones de  líquidos  por  medio  de  la  ley,  que 
T3'ndall  utilizó  en  sus  clásicos  experi- 
mentos. Por  cualquier  medio  que  se  pre- 
paren gases  nebulosos,  en  ellos  se  mani- 
fiesta la  ley  que  el  Sr.  García  de  la  Cruz 
enuncia  en  estas  palabras:  "Los  hechos 
mecánicos  comunes  á  líquidos  y  á  gases, 
se  verifican  también  con  gases  mezclados 
con  partículas  sólidas  ó  líquidas,  y  pue- 
den explicarse  ó  calcularse  admitiendo 
una  densidad  media  igual  á  la  suma  de  las 
masas  de  las  diversas  substancias  mez- 
cladas dividida  por  la  suma  de  los  vo- 
lúmenes de  las  mismas.,.  Para  la  demos- 
tración experimental  de  esta  ley  válese  el 


128 


boletín 


autor  del  cálculo  de  la  fuerza  ascensional 
de  un  globo,  lastrado  con  peso  conocido, 
en  el  seno  de  una  atmósfera  limitada  y 
que  se  ha  hecho  previamente  nebulosa 
por  un  procedimiento  cualquiera,  que  es 
de  ordinario  una  combinación  química. 
Basta  enunciar  el  fundamento  del  mé- 
todo, y  saber  cuánto  influye  la  densidad 
en  la  fuerza  ascensional  y  al  punto  se  en- 
tiende cómo  la  ley  enunciada  recibe,  de 
esta  suerte,  la  sanción  experimental  más 
completa,  pudiendo  aplicarse,  al  igual  del 
caso  anterior,  en  la  resolución  de  proble- 
mas referentes  á  mezclas  de  gases  y  só- 
lidos muy  divididos,  gases  y  líquidos  y 
gases  de  distinto  peso  específico. 

Tal  es,  reducido  á  sus  términos  más 
esenciales,  el  trabajo  del  Sr.  D.  Victorino 
García  de  la  Cruz,  que  ha  merecido  el  ho- 
nor de  ser  publicado  en  el  primer  número 
del  mes  de  Marzo  de  este  año  de  la  Revue 
Scientifique  de  París.  Refiérese  á  un 
asunto  poco  estudiado;  pues,  aparte  de  los 
fenómenos  de  precipitación,  debidos  á  la 
luz,  que  Tyndall  ha  investigado  para  lle- 
gar á  su  teoría  del  color  del  cielo  y  de  las 
acciones  de  los  rayos  luminosos  sobre  el 
liquido  turbio  que  resulta  cuando  se  mez- 
cla con  agua  una  disolución  alcohólica  de 
resina,  poquísimo  se  conoce  de  líquidos 
turbios  y  gases  nebulosos  y  las  notas  re- 
ferentes al  particular  sólo  tratan  de  casos 
aislados  y  de  hechos  curiosos  una  sola 
vez  observados.  El  trabajo  del  Sr.  García 
de  la  Cruz ,  sobre  ser  la  labor  metódica 
de  un  experimentador  hábil,  prosegui- 
da asiduamente  durante  mucho  tiempo, 
tiene  carácter  de  generalidad  y  consiente 
enunciar  leyes  aplicables  sin  excepción 
á  todos  los  casos  y  demostrables  por  me- 
dio de  bien  sencillos  experimentos;  de 
suerte  que  la  ciencia  española,  esta  vez 
por  lo  menos,  se  ha  adelantado,  alcanzan- 
do resultados  que  nadie  había  previsto. 
Quizá  á  los  poco  avezados  á  lides  expe- 
rimentales podrá  parecerles  nimio  y  pe- 
queño el  objeto  de  tantos  trabajos  y  cosa 
de  poco  momento  para  ocupar  la  atención 
de  un  profesor  tan  notable  como  el  señor 
García  de  la  Cruz.  Sobre  que  en  la  cien- 
cia nada  hay  pequeño  ni  desprovisto  de 
fin  práctico  y  utilidad  más  ó  menos  in- 
mediata, bien  pueden  recordar  los  que 


así  opinan  los  siguientes  versos,  que  he 
visto  en  las  primeras  páginas  de  una  an- 
tigua edición  de  la  famosa  Mosquea  del 
buen  D.  Joseph  de  Villaviciosa  y  di- 
cen así: 


"Dirá  viendo  el  fundamento 
y  la  materia  que  eliges, 
alguno,  con  mal  intento, 
que  en  la  arena  escribes 
y  ha  de  llevársela  el  viento. 
Mas  si  ve  el  Arte  que  da 
á  la  materia  hermosura, 
sobre  el  cielo  la  pondrá, 
y  como  no  hay  viento  allá 
en  la  arena  está  segura. „ 


José  Rodríguez  Mourelo. 


-==»<=3$x5^g^e»®=«=- 


SECCIÓN  DE   LITERATURA 


ALCALÁ    DP:    henares 


PARA  EL  ÁLBUM  DE  D.  LUCAS  DEL  CAMPO 

Yo  he  pisado  tus  calles,  y  el  alma  mía 
no  sé  qué  deliciosos  goces  sentía; 
eran  goces  que  embargan,  goces  que 

[llevan 
deliciosos  sonidos  que  el  alma  elevan. 

Explicarme  no  pude  por  qué  sentía 
en  mi  pecho  tan  dulce,  grata  armonía, 
cuando  con  acogida  muy  lisonjera 
penetré  en  tu  recinto  por  vez  primera. 

Mas  ayer,  meditando  tranquilamente, 
escuchaba  unas  voces  interiormente, 
como  modulaciones  del  vago  viento, 
y  era  que  me  decía  mi  pensamiento: 
¡Esos  goces  son  propios  en  los  amantes 
del  autor  del  Quijote,  del  granCervantesI 


Cuando  la  negra  noche  tendió  su  velo 
por  los  tonos  azules  del  puro  cielo. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


129 


contemplé  del  archivo  la  mole  escueta, 
los  hermosos  perfiles  de  su  silueta, 
y  en  aquellas  almenas  y  torreones 
que  edificaron  otras  generaciones 
ver  creí  la  figura  de  Catalina 
reina  de  los  ingleses  y  alcalaína. 

Vi  aquel  otro  notable,  gran  monumento, 
cuya  fachada  estilo  Renacimiento, 
de  gallarda  presencia,  trae  á  las  mientes 
épocas  más  felices,  más  florecientes, 
y  vi  el  balcón  del  centro,  donde  es  sabido 
que  estando  en  un  enorme  cesto  escondido, 
una  noche  á  la  ronda  dijo  Quevedo: 
"Yo  ni  subo,  ni  bajo,  ni  me  estoy  quedo.,, 


Con  qué  placer  nueve  horas  pasé  á  tu 

[lado 
y  cuánto  el  pecho  mío  se  ha  deleitado, 
pues  á  más  de  lo  bella,  Cómpluto,  que  eres . 
guardas  en  tu  recinto  tales  mujeres, 
que,  aunque  á  mi  me  empalagan  los  ideales 
las  comparé  aquel  día  con  las  Vestales. 
¡Bendito  una  y  mil  veces  sea  tu  suelo, 
donde  tanta  hermosura  colocó  el  cielo, 
y  dichososloshombres  que  allí  han  nacido 
allí,  donde  Cervantes  tuvo  su  nido! 
Yo  he  pisado  tus  calles  tan  sólo  un  día 
y  en  mi  pecho  he  sentido  gran  alegría, 
¡Alegrías  innatas  en  los  amantes 
del  autor  delQutjote,  del  gran  Cervantes! 

Luis  Cordavías. 


<S»<í  <*"*c>'chsy-^ -3  - 


SECCIÓN  DE  BELLAS  ARTES 


BALANCE  DE  LA  EXPOSICIÓN  DE  BELLAS  AETES 

o  se  crea  que  pretendemos  poner 
de  manifiesto  aquí  los  resultados 
positivos  de  1^  Exposición  del  95; 
¡tristes  resultados,  en  verdad,  tan- 
to si  se  busca  la  proporción  entre  lo  bue- 
no presentado  y  lo  vendido ,  como  si  se 
busca  entre  lo  comprado  por  los  particu- 


lares y  lo  adquirido  por  el  gobierno!  Am- 
bos resultados  estaban  previstos:  el  pri- 
mero porque,  aparte  lo  difícil  de  escoger 
un  puñado  de  firmas  entre  un  millar  de 
ellas,  la  elección  de  cosas  de  arte  siem- 
pre estará  expuesta  á  irreflexivas  prefe- 
rencias que  el  vulgo  trata  de  justificar  con 
la  frase  "de  gustos  no  hay  nada  escrito,,, 
que  sería  cierta  si  no  existieran  libros  de 
Estética;  y  el  otro  resultado  porque  des- 
graciadamente es  harto  cierta  la  frase 
axiomática  de  "no  se  vende  un  cuadro,,, 
tan  repetida  por  nuestros  artistas,  que 
tienen  que  ganarse  el  pan  pintando  retra- 
tos y  el  cielo  con  la  dificilísima  ascensión 
de  un  lienzo  grande  á  las  alturas  de  la 
protección  oficial. 

Quien  dice  lienzos ,  apenas  habla  de  es- 
culturas. 

Pero,  en  fin,  sin  plagiar  á  Jeremías,  ni 
sacar  en  cifras  exactas  el  total  de  lo  que 
la  Exposición  ha  producido  á  los  exposi- 
tores tanto  en  metálico  como  en  honores 
que  no  siempre  se  cotizan,  vamos  á  hacer 
otro  balance,  el  que  cabe  hacer  en  el  te- 
rreno de  las  ideas. 


Nada  más  útil  y  necesario  para  la  vida 
progresiva  del  arte  que  las  Exposicio- 
nes, palenque  de  emulación  y  de  triunfo 
para  los  artistas,  materia  de  instrucción 
y  de  recreo  para  el  público;  pero  nada 
más  estimulador  de  pasiones  vehemen- 
tes, más  ocasionado  á  promover  acerbas 
y  personales  censuras,  lamentables  y  ve- 
jatorias injusticias.  En  la  memoria  de  todo 
el  mundo  están  los  patentes  errores  co- 
metidos respecto  de  la  admisión  y  coloca- 
ción de  las  obras  expuestas  este  año,  y 
de  la  adjudicación  de  premios  entre  los 
notables.  Tales  hechos,  sin  el  temor  de 
que  se  repitan,  solamente  merecerían  ol- 
vidarse. Admitir  todo  lo  que  se  presente 
es  quitar  estímulos  al  perfeccionamiento 
y  acrecentar  injustas  pretensiones.  La 
selección  es  más  beneficiosa  que  los  pre- 
mios. Respecto  de  la  colocación,  separar 
las  obras  de  un  mismo  artista  es  impedir 
que  se  juzgue  á  éste  de  un  modo  comple- 
to, pues  la  comparación  de  aquéllas  entre 


130 


boletín 


sí  es  un  medio  poderoso  de  apreciar  la 
personalidad  del  autor;  y,  pov  otra  parte, 
colocar  los  cuadros  tan  juntos,  formar  el 
mosaico  que  se  acostumbra,  contrapo- 
niendo asuntos,  estilos,  valores  de  to- 
no, etc.— quizá  sea  un  capricho  nuestro, 
pero  ya  lo  hemos  indicado  en  otra  parte, 
—nos  parece  perjudicial  para  los  cuadros 
y  para  quien  los  mira.  De  los  premios 
hace  tiempo  que  creemos  una  cosa,  y  es 
que  lo  mejor  era  suprimirlos.  El  premio 
es  un  honor,  y  como  tal,  debiera  dispen- 
sarse con  suma  parquedad;  prodigados 
hasta  el  exceso,  han  perdido  su  verda- 
dera significación.  Sustituyase  con  la  ad- 
quisición de  la  obra  por  el  Estado,  para 
lo  cual  pudieran  fijarse  tres  ó  cuatro  tipos 
de  precio,  según  la  importancia  de  aqué- 
llas. ¿Qué  mejor  recompensa  que  ver 
luego  la  obra  en  el  Museo  Nacional,  don- 
de los  cuadros  y  esculturas  notables  de 
cada  certamen  deben  ser  los  que  formen 
las  páginas  de  la  historia  de  nuestras  ar- 
tes plásticas? 

Pero  dejando  á  un  lado  estos  reparos 
al  reglamento  de  las  Exposiciones  nacio- 
nales, volvamos  los  ojos  á  esa  nueva  y 
última  página  de  la  historia  del  arte  es- 
pañol. 


Todavía  es  voz  general  que  la  Exposi- 
ción ha  sido  "floja„.  Entre  los  discrepan- 
tes de  esta  opinión  nos  contamos  desde  el 
día  en  tuvimos  la  suerte  de  asomar  la  ca- 
ra á  aquellas  salas,  antes  de  que  fuesen 
colgados  los  cuadros.  Ya  se  reconoce  por 
muchos  que  el  celebrado  certamen  reve- 
la adelantos  en  la  técnica  de  la  pintura; 
luego  no  habrá  sido  tan  "flojo„.  De  la  mis  • 
ma  opinión  es  nuestro  muy  querido  ami- 
go D.  Zeferino  Araujo  Sánchez,  quien, 
sin  haber  visto  la  Exposición,  ha  dicho, 
con  el  acierto  que  le  da  su  experimentado 
saber  en  la  materia:  "Si  en  la  Exposición 
hay  cien  cuadros  buenos,  que  sí  los  habrá, 
y  diez  ó  doce  superiores,  que  también  los 
habrá,  no  hay  por  qué  llorar,  ni  creer  que 
el  edificio  del  arte  se  hunde.,,  Con  efecto, 
y  como  ha  dicho  muy  oportunamente  otro 
amigo  nuestro,  Pero  Pérez,  contestando 


y  comentando  las  anteriores  frases,  han 
pasado  de  doce  los  cuadros  superiores  y 
de  ciento  pasarían  los  buenos.  Fácil  es  de 
sacar  la  cuenta  con  un  de  poco  memoria 
y  un  repasón  al  Catálogo  de  las  obras  ex- 
puestas. Si  dejando  la  cantidad  de  éstas, 
atendemos  á  las  calidades  de  las  mismas, 
en  'o  que  á  primera  vista  resulta  más  pa- 
tente aún  el  adelanto  que  revela  el  nuevo 
certamen,  es  en  los  asuntos.  Después  de 
tantas  y  tantas  Exposiciones ,  en  que  se 
nos  ofrecían  como  obras  obUgadas  para 
la  misma  aquellas  páginas  de  la  Historia 
oficial  de  España,  rara  vez  bien  encon- 
tradas y  rarísima  vez  sentidas,  al  pasar 
la  vista  por  los  cuadros  de  esta  Exposi- 
ción percibíase  algo  como  una  oleada  de 
vida  moderna,  de  modernismo ,  puesto 
que  ya  quiere  la  Academia  que  así  se  diga 
Parecía  como  si  los  artistas ,  cansados  ó 
desengañados  de  mirar  hacia  lo  pasado, 
con  empeño  de  resucitarlo,  hubieran  vuel- 
to los  ojos  hacia  lo  presente,  hacia  lo  que 
^es  rodea  y  dejádose  llevar  por  las  seduc- 
ciones de  la  palpitante  existencia.  ¿Han 
perdido,  se  han  empequeñecido  los  idea- 
les del  Arte  con  este  nuevo  derrotero  por 
el  cual  le  llevan  sus  cultivadores?  Por 
nuestra  parte,  no  acertamos  á  contestar 
esta  pregunta,  ni  quizá  es  ocasión  de  con- 
testarla; que  el  juicio  de  tales  hechos  no 
cabe  formarlo  hasta  que  la  evolución  á 
que  responden  toque  á  su  término.  En  ge- 
neral, toda  novedad,  todo  cambio  de  rum- 
bo en  la  marcha  del  arte,  trae  aparejados 
por  el  pronto  no  pocos  desaciertos  ó  in- 
tentonas fallidas,  exageraciones  y  extra- 
víos, males  de  que  sólo  el  tiempo  y  la  ex- 
periencia pueden  curar  á  los  secuaces  de 
la  nueva  idea.  Notorio  resultaba  que  mu- 
chos artistas  por  buscar  lo  real  se  mostra- 
ban harto  positivistas;  y  esto  es  lo  que 
podía  justificar  la  frase  cáustica  de  un 
pintor,  que  al  oir  hablar  de  que  en  el  ad- 
mirable cuadro  Loca,  de  Jiménez  Aranda 
(para  nosotros  lo  mejor  de  la  Exposición), 
el  muñeco  que  aquella  infortunada  mujer 
oprime  contra  su  seno,  creyéndole  su  hijo 
parecía  en  efecto  de  carne,  dijo:  —"¡No  lo 
ha  de  parecer,  si  está  rodeado  de  tantos 
muñecos!...,,  Pocas  eran  en  verdad  las 
figuras  animadas  de  la  vida  que  sólo  á  los 
grandes  artistas  está  reservado  el  privi- 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


»3> 


legio  de  darles;  y  en  cambio,  ¡cuántas 
cosas,  cuántos  accesorios,  cuántas  ropas 
pintadas  con  extremada  verdad,  destaca- 
ban con  poderoso  relieve!  Pero  cuando  el 
artista  había  encontrado  la  vida  en  las 
mismas  exuberancias  de  la  naturaleza, 
como  el  Sr.  Bilbao  en  La  siega  en  Anda- 
lucia,  otro  cuadro  portentoso  de  la  Expo' 
sición,  el  triunfo  era  completo. 

Durante  mucho  tiempo,  los  artistas  han 
rehuido  lo  moderno  ,  especialmente  la 
levita.  Buscaban  los  efectos  pintorescos 
en  los  asuntos  históricos ,  que  podían 
revestir  las  riquezas  indumentarias  de 
otros  tiempos,  y  hasta  el  género;  busca- 
ban los  casacow^s  de  antaño  ó  los  tipos 
lugareños,  para  sus  composiciones.  Hoy, 
la  gran  pintura  busca  sus  asuntos  en  los 
talleres,  en  los  centros  de  la  vida  fabril, 
donde  se  agitan  los  problemas  del  socia- 
lismo; en  las  costas,  donde  los  azares  de 
la  vida  marinera  provoca  dramas  pavo- 
rosos; en  el  hogar,  donde  las  enfermeda- 
des ó  los  extravíos  afligen  con  terrible 
crueldad.  ¡Cuántos  cuadros  bien  pensa- 
dos y  ejecutados  de  una  manera  débil  ó 
inexperta  había  en  la  exposición!  Al  ver- 
los, se  comprendía  que  los  artistas  em- 
piezan á  pensar  más  que  antes,  pensar 
por  sí,  de  un  modo  más  individual.  ¿Po- 
drá negarse  que  esto  es  un  adelanto? 


En  cuanto  al  adelanto  técnico,  quiza  no 
haya  influido  poco  en  él  esa  misma  eman- 
cipación de  aquellas  antiguas  y  más  ó 
menos  convencionales  corrientes.  A  me- 
dida que  el  artista  se  pone  en  relación 
más  directa  con  el  natural,  le  estudia  más, 
y  para  dar  realce  artístico  á  lo  que  ve- 
mos todos  los  días,  ha  menester  buscar 
sus  efectos  en  la  precisión  y  carácter  del 
dibujo,  en  los  efectos  de  luz,  en  los  con- 
trastes y  armonías  del  color.  Perdida 
desde  mucho  tiempo  la  tradición  del  di- 
dibujo purista  y  justo,  sólo  el  esfuerzo  in- 
dividual de  los  artistas  que  por  convic- 
ción han  vuelto  los  ojos  hacia  la  correc- 
ción griega,  y  los  vigorosos  trazados  por 
los  grandes  maestros  del  Renacimiento, 


han  conseguido  dibujar  bien  y  promover 
con  su  ejemplo  una  reacción  saludable. 
Pero  durante  estos  años  pasados,  ¡qué  lu- 
cha tan  despiadada  y  loca  entre  las  aca- 
démicas tradiciones  del  dibujo  y  las  vio- 
lentas libertades  del  color!  El  genio  me- 
ridional desbordaba  por  este  lado;  y  todos 
nuestros  lectores  recordarán  aquellos 
triunfos  ruidosos  de  cuadros  que  subyu- 
gaban ó  deslumhraban  por  la  magia  del 
color. 

Ahora,  indudablemente  se  dibuja  más, 
empiézase  á  estudiar  lo  que  se  dibuja; 
pero  todavía,  ¡qué  poquísimos  desnudos! 
Quizá  no  había  una  docena  de  ellos  en 
toda  la  Exposición.  El  desnudo  es  la  pie- 
dra de  toque  del  dibujante.  Por  eso  los 
artistas  contemporáneos,  coloristas  acé- 
rrimos, le  han  rehuido  más  que  á  lalevita. 

Al  templarse  aquella  lucha,  al  renacer 
las  excelencias  del  dibujo,  se  buscan  con 
el  color,  no  los  efectos  mágicos,  sino  esas 
armonías  en  que  las  finezas  de  tono  y  la 
nota  sincera  y  justa  del  natural  dan  la 
expresión  de  la  verdad.  Empléanse  hoy 
mucho  más  que  antes,  las  medias  tintas, 
las  gradaciones  de  tono;búsquese  el  efec- 
to en  los  derroches  de  la  luz  meridional  ó 
en  la  nebulosa  claridad  del  Norte,  hay 
en  los  lienzos  de  hoy  una  riqueza  de  va- 
lores que  rara  vez  había  antes.  Sin  con- 
tar un  Sorolla,  que  con  prodigiosa  facili- 
dad consigue  peregrinos  y  dificilísimos 
efectos  contraponiendo  valores  iguales  ó 
casi  iguales,  dando  un  color,  una  vida  ex- 
traordinaria á  las  medias  tintas,  y  un  vi- 
gor colosal  á  los  tonos  enteros  y  vivos, 
hácese  hoy  en  general  un  empleo  del  co- 
lor, más  sabio  y  provechoso  que  antes. 


Para  completar  en  cierto  modo  este  re- 
cuerdo de  la  Exposición  del  95,  y  apreciar 
esos  adelantos ,  los  lectores  del  Boletín 
pueden  contemplar  en  fieles  reproduccio- 
nes dos  obras  importantes/escogidas  al 
azar  entre  las  excelentes  que  figuraron 
en  aquella.  Las  dos  obras  indicadas  son 
La  tarde  en  el  Pardo,  hermoso  paisaje 
de  D.  Juan  Espina, y  Tulia,  precioso  mar- 


13^ 


boletín 


mol  de  D.  Agustín  Querol.  El  cuadro  del 
Sr.  Espina  es  una  prueba  manifiesta  del 
sentimiento  naturalista  del  color  á  que 
nos  hemos  referido;  su  autor  ha  conse- 
guido, contraponiendo  valores  y  grandes 
finezas  del  color,  expresar  ese  momento 
de  la  tarde  en  que  las  lozanas  verduras 
de  un  paisaje  espléndido  se  muestran  en 
todo  su  vigor  de  colorido,  antes  de  que 
las  grises  tintas  del  crepúsculo  las  apa- 
guen y  ennegrezcan.  ¡Cuánta  verdad  y 
cuánta  poesía  en  aquellas  grandes  masas 
de  árboles,  de  verde  aterciopelado,  que 
contrastan  con  el  tono  de  las  laderas  y 
con  la  mancha  blanca  del  Guadarrama 
que  limita  el  horizonte!  Es  un  cuadro  que 
representa  mucho  estudio,  mucho  traba- 
jo y  de  un  efecto  grandioso  y  severo;  es 
un  paisaje  que  convida  á  amar  á  la  natu- 
raleza y  á  gustar  de  su  solemne  reposo. 
El  mármol  del  Sr.  Querol  es  un  busto 
de  una  dama  romana,  que  aún  conserva 
abrochada  la  túnica  sobre  el  hombro  de- 
recho; pero  es  un  busto  clásico,  sin  aque- 
lla sequedad  de  líneas  del  purismo  gre- 
co-romano y  moderno;  por  el  contrario, 
encontráis  en  él  las  mórbidas  redondeces 
y  el  acento  vigoroso  de  la  vida,  á  cuyo 
efecto  contribuye  sin  duda  ese  algo  de 
desdén  que  tiene  en  la  expresión.  Por  pe- 
regrino contraste,  ese  marmol  clásico 
moderno  ofrécese  como  [^despedazado  en 
algunos  sitios,  como  los  mármoles  anti- 
guos. Este  busto  notable  es  de  lo  mejor 
que  ha  figurado  en  la  sección  de  Escultu- 
ra en  la  Exposición,  y  demuestra  que  los 
escultores  caminan  también  por  una  sen- 
da de  perfeccionamiento  en  los  asuntos  y 
en  la  ejecución,  en  este  ejemplar  muy 
cuidado  y  hábil. 

José  Ramón  Mélida. 

La  acreditada  revista  Pro  Patria,  que 
dirige  nuestro  consocio  y  amigo  D.  José 
Marc,  trae  en  su  número  de  Julio  de  1895 
el  siguiente  sumario: 

Introdiícción  de  un  libro  inédito ,  por 
D.  Ángel  Lasso  de  la  Vega. 

El  Trabajo ,  por  doña  Joaquina  Balma- 
seda  de  González. 

Más  sobre  Par emiologia  toledana,  por 
el  presbítero  D.  José  María  Sbarbi. 

Tn  medio  virtus,  por  D.  Abdón  de  Paz. 


//  terso  centenario  di  Torquato  Tasso, 
por  el  profesor  Arnaldo  Bonaventura. 

Las  fiestas  reales  en  Badajos,  por  don 
Nicolás  Díaz  y  Pérez. 

A rs  est  Poesis,  por  D .  J .  Fabré  y  Oliver . 

El  ajedres  jugado  de  ineínoria  (con- 
clusión), por  D.  Andrés  Clemente  Váz- 
quez. 

La  enredadera  y  la  violeta,  fábula, 
por  D.  Nicolás  Pérez  Jiménez. 

El  teatro  lírico  catalán,  por  D.  Rafael 
Mitjana. 

Notas  y  lecturas ,  por  D.  Constantino 
Román. 

Costas,  las  de  Levante...^  por  D.  Ma- 
nuel Amor  Meilán. 

Academias  y  Sociedades^  por  Sinesio. 

Notas  bibliográficas,  por  Amando. 

Anuncios. 

■<t- 

He  aquí  el  sumario  de  Junio  de  1895,  de 
la  Revista  critica  de  Historia  y  Litera- 
tura españolas: 

Libros  españoles.— Menén-iez  y  Pela- 
yo,  Antología  de  poetas  líricos  (E.  Co- 
tarelo). — J.  Catalina,  La  Alcarria  (J.  R. 
Lamba).— R.  Altamira,  La  Enseñanza 
de  la  Historia  (E.  Ibarra). —Libros  ex- 
tranjeros.—A.  Parnell,  Guerra  de  Suce- 
sión en  España  (J.  Maldonado  Macana z). 
—  Dr.  Gr\xwwsi\á^  Dialectología  (R.  Me- 
néndez  Pidal).  —  Justi,  Palacios  de  los 
Hapsburgos  (J.  Suárez  Bravo). — Laug- 
thon.  Papeles  de  la  Armada  Invenci- 
ble (J.  Fitz-Maurice-Kelly).— E.  Berger, 
Blanca  de  Castilla  (E.  Sanz  v  Escartín). 
=  Notas  bibliográficas.  =  Revista  de 
revistas.=comunicaciones  v  noticias.— 
Nueva  lus  sobre  Bernardim  Ribeiro, 
por  Th  Braga.— yo5í'  Lxart  — A.  Braga. 
—Los  Libros  de  F.  de  Holanda.— San- 
che s  Calvo ,  por  J.  O — Séneca  en  Espa- 
ña.— Noticias  =Ámena  literatura.— Ru- 
siñol.  Desde  el  molino  (R.  Soriano).— Z,f- 
bros  de  viaje  (R.  A.) — Publicaciones  li- 
terarias periódicas  (C) — Libros  recibi- 
dos.— Noticias. 

Sumario  de  Historia  y  Arte,  en  su  nú- 
mero de  Julio  de  1895,  revista  publicada 
bajo  la  dirección  del  vocal  de  la  comi- 
sión ejecutiva  de  nuestra  sociedad,  se- 
ñor D.  Adolfo  Herrera:  La  bellesa  obje- 
tiva,  por  D.  José  Elchegaray,  de  la  Aca- 
demia Española.— J//  único  enemigo  (so- 
neto), por  D.  Ricardo  G'ú.— Contraste  (en 
la  pérdida  del  crucero  ReinaRe gente), 
por  D.  Federico  Balart,  de  la  Academia 
Española.— Z,a  cithillcría  en  España  (si- 
glo xviii),  por  D.  Manuel  Rico  y  Sinobas. 
—Bacanal  (oda  sáfica),  por  D.  Alejandro 
Harmsen ,  barón  de  Mayáis .  catedrático 
de  la  Academia  de  la  Historia.  —  Las  ar- 
mas del  Licenciado  Pedro  Gasea,  paci- 
ficador del  Perú,  por  D.  Marcos  Jimé- 
nez de  la  Espada,  de  la  Academia  de  la 
HistoviR.— D.  Federico  Madraso  y  Kujtts, 
por  D.  Francisco  Alcántara. 

A  este  número  acompañan,  como  de 
costumbre,  preciosas  láminas  en  fototipia 
y  fotograbado. 

1289.— A.  AVRIAL,  impresor.— San  Bernardo,  92. 


■■■  n.nix.,-  !i  M, 


T  U  L  I  A 

Busto  de  d.  Agurtín  qu.erol 


BOLKTIN 


DE  LA 


SOCIEDAD  ESPAIOLA  DE  EXCURSIOIS 


DIRECTOR: 
EL  VIZCONDE  DE  PALAZUELOS,  Secretario  general  de  la  Sociedad. 


AÑO   III  T  Is^Eadria  1.°  de   Septierxi-bre  de  1895  ^  NOM.  31 


EXCURSIONES 


[RECUERDOS  DE  UNA  EXCURSIÓN 


A  LAS  ISLAS  CANARIAS 


^  O  hace  aún  mucho  tiempo  que,  lle- 
vado á  las  islas  Canarias  por  las 
obligaciones  propias  de  mi  carre- 
c^.^vví  ra,  sentí  gran  satisfacción,  como 
excursionista  ferviente  que  soy,  en  reco- 
rrer aquellas  hermosas  islas  tan  poco 
conocidas  por  la  inmensa  mayoría  de  los 
españoles  y  de  que  tanto  provecho  po- 
drían sacar  nuestros  gobiernos  si  las  pu- 
sieran ala  altura  que  merecen  en  atención 
á  su  clima,  bellezas  naturales  y  situación 
estratégica  frente  á  la  costa  africana. 

Embarcado  en  el  hermoso  trasatlántico 
Antonio  Lopes,  salí  de  Cádiz,  y  después 
de  cincuenta  horas  de  plácida  navegación, 
dimos  fondo  en  el  puerto  de  Santa  Cruz 
de  Tenerife.  La  hora  de  llegada  (serían 
las  seis  y  media  de  la  tarde),  la  falta  de 
crepúsculo  y  la  tristeza  que  prestan  á  la 
ciudad  las  peladas  montañas  que  la  ro- 
dean, me  impresionaron  bastante  desfa- 
vorablemente acerca  de  la  situación  de  la 
capital  del  archipiélago. 

Pero  la  mala  impresión  se  desvaneció 
pronto.  Santa  Cruz,  no  obstante  ser  la 
primera  población  que  se  construyó  en  la 
isla  por  los  conquistadores,  tiene  aspecto 


moderno  y  encierra  edificios  dignos  de 
ser  visitados.  Llamó  particularmente  en- 
tre ellos  mi  atención,  la  parroquia  de  la 
Concepción,  templo  de  orden  toscano  y 
cinco  naves :  encierra  hermosos  cuadros 
y  esculturas  y  conserva  en  su  recinto  dos 
banderas  cogidas  en  1797  á  los  ingleses 
durante  el  ataque  que  dio  á  la  ciudad  el 
almirante  Nelson,  quien  de  resultas  per- 
dió el  brazo  derecho  y  más  de  la  mitad 
déla  gente  que  mandaba.  Dignos  tam- 
bién de  mención  son  la  Capitanía  gene- 
ral, residencia  de  la  auto:  idad  superior 
de  las  islas,  y  el  Hospital  militar,  cons- 
trucciones modernas  ambas,  debidas  al 
interés  que  por  esta  provincia  española 
se  tomó  el  general  Weyler,  cuando  ejer- 
ció aquí  el  supremo  mando  de  la  milicia. 

Casi  todas  las  calles  de  la  población 
están  tiradas  á  cordel ;  enbellécenla  her- 
mosos paseos  en  todo  tiempo  cuajados  de 
flores;  y  préstale  importancia  su  puerto, 
todavía  no  del  todo  terminado ,  de  los 
más  frecuentados  y  comerciales  de  la 
nación  española. 

Entre  las  varias  carreteras  de  la  isla 
de  Tenerife,  es  la  principal  la  que  pone 
en  comunicaciónála  capital  con  La  Lagu- 
na y  La  Orotava.  Desde  este  punto,  la 
carretera,  parte  en  construcción  y  parte 
en  proyecto,  recorre,  entre  otros,  los  lu- 
gares de  Icod,  Garachico  y  Buena  vista, 

17 


'34 


boletín 


este  último  situado  á  75  kilómetros  de  la 
capital.  La  excursión  más  importante  por 
esta  carretera  es,  pues,  la  de  La  Orotava. 
Dejada  atrás,  á  los  9  kilómetros  de  Santa 
Cruz,  la  ciudad  de  La  Laguna,  con  su 
ostentosa  Catedral  y  sus  hermosas  casas 
particulares,  llégase,  á  los  35  kilómetros 
recorridos  por  muy  buena  carretera,  que 
se  desarrolla  pasando  por  terrenos  cu- 
biertos de  vigorosa  vegetación,  al  céle- 
bre valle,  el  más  hermoso  del  mundo, 
donde  se  crían  al  aire  libre  las  plantas  de 
los  climas  frios  al  lado  de  las  que  vege- 
tan en  la  zona  tórrida.  Los  ingleses,  más 
prácticos  que  nosotros,  han  hecho  de  este 
valle  la  más  importante  mansión  de  in- 
vierno de  las  islas,  construyendo  para 
este  objeto,  entre  otros  muchos,  el  magní- 
fico Hotel  Balcón,  dotado  de  todos  los 
adelantos  modernos  y  capaz  para  más  de 
cuatrocientas  personas. 

¿Quién  no  conoce  por  su  fama  el  tan 
renombrado  Pico  de  Teide?  Desde  la  Oro- 
tava hácese  esta  excursión,  la  que  tan 
sólo  suele  verificarse  durante  los  meses 
de  Agosto  y  Septiembre;  guías  conoce- 
dores del  país  conducen  á  los  excursio- 
nistas montados  en  caballerías  hasta  Es- 
tancia, desde  cuyo  punto  es  forzoso  con- 
tinuar la  marcha  á  pie.  Pero  aunque  la 
jornada  sea  ruda,  el  espectáculo  que  se 
desarrolla  ante  el  viajero  premia  con  cre- 
ces sus  fatigas;  desde  el  vértice  del  Teide, 
situado  á  37b0  metros  sobre  el  nivel  del 
mar,  contempla  á  sus  pies  la  isla  de  Te- 
nerife, todas  las  Canarias  y  la  inmensidad 
del  Océano:  panorama  grandioso,  que  á 
desarrollarse  en  día  claro  y  á  través  de 
una  atmósfera  diáfana,  no  tiene  rival  en 
el  mundo. 

Los  vapores-correos  interinsulares  po- 
nen en  comunicación,  tras  cómoda  trave- 
sía, unas  islas  con  otras.  El  viajero  que 
procedente  de  Tenerife  arriba  al  puerto 
de  La  Luz,  situado  en  Gran  Canaria  y  el 
principal  de  las  islas,  observa  al  punto 
que  se  halla  en  una  comarca  laboriosa ;  y 
acredítalo  así  el  gran  movimiento  de  los 
muelles,  la  carga  y  descarga  de  frutos 
y  maderas,  y  en  suma,  la  actividad  que 
promueve  la  entrada  de  unos  diez  vapo. 
res  que  por  término  medio  recalan  dia- 
riamente en  este  puerto  de  refugio. 


Aspecto  británico  más  que  español  tie- 
ne el  caserío  formado  junto  al  puerto. 
Las  muestras  de  las  tiendas  están  pues- 
tas en  inglés;  y  en  el  mismo  idioma,  un 
anuncio  compuesto  de  letras  de  unos  diez 
metros  de  alto ,  que  en  el  centro  de  una 
montaña  que  domina  al  puerto  se  le  ocu- 
rrió poner  á  la  fecunda  imaginación  in- 
glesa. 

Por  una  de  las  fototipias  que  acompa- 
ñan á  este  esbozo  de  artículo,  puede  for- 
marse exacta  idea  de  la  situación  de  la 
ciudad  de  Las  Palmas  y  sus  inmediacio- 
nes en  dirección  del  puerto  de  La  Luz. 
Une  á  ambos  una  carretera  que  se  reco- 
rre en  tranvía  de  vapor.  Hacia  la  mitad 
del  camino  hállase  el  Holel  de  Santa  Ca- 
talina, bonita  edificación  de  estilo  inglés, 
saiiatoriwn  concurridísimo  durante  los 
meses  de  invierno;  y  frente  al  mismo, 
construyó  un  acudalado  armador  una 
preciosa  casa  de  recreo,  convertida  hoy 
en  Hotel  Métropole. 

Las  Palmas  parece  una  ciudad  andalu- 
za. Alegre  y  simpática  á  primera  vista, 
con  sus  calles  rectas,  bellos  jardines  y 
casas  provistas  de  terrados  y  miradores, 
hácese  doblemente  agradable  por  el  buen 
carácter  y  cultura  de  sus  habitantes  y  por 
las  comodidades  que  en  sus  excelentes 
hoteles  se  disfrutan. 

Entre  sus  mejores  edificios,  no  es  posi- 
ble dejar  de  citar  la  Catedral,  comenza- 
da en  el  siglo  xvi,  con  sus  dos  torres  de 
cuatro  cuerpos,  su  fachada  de  orden  jó- 
nico y  los  laboreados  ornatos  que  al  ex- 
terior la  acompañan.  Forman  el  interior 
tres  extensas  naves,  sostenidas  por  diez 
columnas  de  ciento  veinte  pies  de  altura, 
que  finas  y  esbeltas  sobre  toda  pondera- 
ción, semejan  palmeras,  comunicando  al 
recinto  elegante  carácter.  El  altar  mayor, 
el  coro,  algunos  cuadros  y  alhajas  hacen 
además  á  esta  iglesia  digna  de  una  dete- 
nida visita  por  parte  del  viajero. 

Hacia  la  parte  izquierda  de  la  fototipia 
que  acompañamos,  alcánzase  á  ver  el 
Teatro  ,  edificio  grandioso  y  elegante, 
muy  recientemente  terminado,  que  por 
su  hermosura,  solidez  y  elegancia  puede 
competir  con  los  mejores  de  España.  La 
Audiencia  territorial,  la  casa  consisto- 
rial, el  gobierno  militar,  y  las  parroquias 


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13 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


•35 


del  Carmen,  San  Francisco  y  Santo  Do- 
mingo, son  otros  tantos  buenos  edificios 
que  realzan  notablemente  el  valor  de  la 
población.  Dominándola  completamente 
álzase  el  castillo  del  Rey,  en  que  está  el 
vigía  del  puerto  y  donde  actualmente  se 
construyen  magnificas  baterías. 

Agradables  y  variadas  excursiones  pue- 
den efectuarse  desde  Las  Palmas,  excur- 
siones que  realicé  varias  veces,  aprove- 
chando los  expeditos  medios  de  comuni- 
cación de  que  se  halla  provisto  el  país. 
Tres  carreteras  que  parten  de  Las  Pal- 
mas, enlazan  á  esta  capital  con  los  prin- 
cipales pueblos  de  la  isla.  La  del  Oeste 
llega  hasta  Gáldar,  pueblo  en  que  todavía 
se  conservan  curiosas  cuevas  y  pinturas 
propias  de  los  guanches ,  primitivos  po- 
bladores del  archipiélago.  Numerosos  in- 
genios y  fábricas  de  azúcar  establecidos 
en  esta  comarca  contribuj^en  á  su  actual 
riqueza,  que  sustituye  á  la  hace  tiempo 
perdida  por  la  falta  del  cultivo  de  la 
cochinilla. 

La  carretera  del  centro  discurre  por 
pueblos  deliciosos  como  Tafira,  Santa 
Brígida  y  San  Mateo;  la  hermosura  de 
sus  valles,  lo  accidentado  del  terreno  y  la 
constante  temperatura  primaveralqueen 
ellos  reina  han  hecho  de  aquellos  pue- 
blos otros  tantos  puntos  de  cita  veranie- 
ga para  los  habitantes  de  Las  Palmas, 
que  han  construido  en  sus  cercanías  pre- 
ciosas quintas  de  recreo. 

Otra  carretera,  la  del  Este,  conduce 
hasta  el  pueblo  de  Telde,  después  de  pa- 
sar por  otros  de  menor  importancia,  en 
todos  los  cuales  se  observa  el  estado  flo- 
reciente en  que  se  halla  la  agricultura, 
auxiliada  grandemente  por  la  abundan- 
cia de  aguas  de  que  goza  la  isla.  La  ca- 
rretera habrá  de  enlazar  con  la  del  cen- 
tro, y  uno  de  sus  ramales  llegará  hasta 
Gando,  donde  se  ha  construido  un  laza- 
reto, notable  por  la  amplitud  de  los  edifi- 
cios que  le  componen. 

Todas  las  Canarias  merecen  en  mayor 
ó  menor  escala  una  visita,  á  que  las  ha- 
cen acreedoras  su  suave  clima,  costum- 
bres de  iius  habitantes  y  accidentes  de 
su  terreno.  En  la  isla  de  la  Palma  debe 
verse  la  Caldera,  espantoso  barranco  de 
veinte  kilómetros   de    circunferencia  y 


tres  mil  pies  de  profundidad.  En  la  Go- 
mera es  particularmente  notable  el  sis- 
tema de  silbidos  que  emplean  sus  habi- 
tantes, manera  especial  de  entenderse  á 
largas  distancias.  La  isla  de  Hierro,  la 
más  occidental  de  todas,  es  famosa  por 
haber  servido  de  meridiano  en  tiempos 
antiguos.  En  cambio,  Fuerteventura  y 
Lanzarote  poco  tienen  de  notable;  su  es- 
casa población  atraviesa  una  situación 
bastante  precaria,  á  causa  de  la  falta  de 
agua  y  de  las  malas  cosechas. 

Mucho  más  podría  agregarse  si  se  hu- 
biera de  hacer  una  reseña  de  las  islas 
Canarias.  Como  no  es  ese  mi  objeto  y  sí 
sólo  el  de  coordinar  algunos  recuerdos 
de  mi  excursión  por  aquel  hermoso  ar- 
chipiélago, tan  codiciado  por  los  ingleses, 
hago  aquí  punto,  deseando  tan  sólo  que 
las  antiguas  Afortunadas  merezcan  al- 
guna atención  á  la  vida  excursionista, 
que  tanto  va  desarrollándose  en  nuestra 
patria. 

Mariano  López  de  Ayala. 


--^■-#-^5^ 


SECCIÓN  DE  CIENCIAS  HISTÓRICAS 


MUSEO  ARQUEOLÚGICO  DS  CÁDIZ 
sala  fenicia 

ON  grandes  dificultades,  con  muy 
grande  falta  de  recursos,  y  con 
grandísima  fuerza  de  voluntad  por 

-^/x^-  ,  parte  de  todos,  se  dio  principio  á 
la  obra,  que  quedó  terminada  en  el  mes  de 
Septiembre  del  pasado  año. 

Orientada  esta  sala  de  S-0,  á  N-E.  y  re- 
ducida á  pequeñas  dimensiones,  pues  sólo 
mide  6  metros  70  centímetros  de  largo 
por  4,90  de  ancho,  es  una  representación 
de  las  cámaras  encontradas  en  los  hipo- 
geos tebanos. 

Rodéala  un  ancho  friso  donde  están  co- 
locadas de  relieve  las  monedas  fenicias 
gaditanas,  y  sobre  éste  descansa  el  techo, 
plano,  pintado  de  color  gris  azulado,  en 
medio  del  cual  se  ve  dibujado  el  conocido 
zodíaco  del  templo  de  Denderak,  con  sus 
decanos,  ó  sean  las  treinta  y  seis  divini- 
dades inferiores,  á  quienes  los  egipcios 


136 


boletín 


atribuyeron  para  regir  los  destinos  del 
hombre,  un  gran  poder  sobre  el  bien  y 
el  mal. 

Situada  la  puerta  en  el  lado  SO.,  imita- 
ción de  los  píleos  que  aún  existen  en  el 
alto  Egipto,  se  ve  en  su  coronamiento  el 
disco  del  sol  alado  con  las  serpientes 
úrseus,  adorno  característico  de  la  ar- 
quitectura egipcia,  y  que  representa  al 
Dios  Fre,  tercera  divinidad  de  la  triada 
cosmogónica,  ó  sea  la  luz  del  universo 
convertida  en  luz  solar. 

En  el  dintel  y  las  jambas  están  escul- 
pidas las  representaciones  de  la  navega- 
ción, la  agricultura,  la  caza  y  las  artes, 
siendo  de  notar  que  algunas  de  éstas  se 
practican  hoy  del  mismo  modo  que  las 
praclicaron  aquellos  pueblos,  hace  trein- 
ta siglos. 

Dos  simbólicas  guarniciones,  la  una 
formada  por  serpientes  ui  seus  ( adorno 
exclusivo  de  los  dioses  y  de  los  reyes)  3- 
el  disco  solar,  y  la  otra  por  las  plumas  de 
Osiris,  el  disco  solar  y  la  llave  del  Nilo, 
adornan  la  parte  alta  del  muro  encima  de 
la  puerta,  y  debajo  de  éstas,  escritas  en 
jerogliflcos  azules,  se  leen  dos  inscrip- 
ciones que  dicen:  la  de  la  derecha,  "Rey  y 
Señor  del  mediodía  y  del  norte,,  (estos 
son  los  títulos  del  Sol),  y  la  de  la  izquier- 
da "Tun  qiil  se  acuesta  en  Mamu„,  esto 
es,  el  Sol  poniente  que  va  á  dormir  con 
su  madre  la  noche. 

En  ambos  lados  de  la  puerta  se  ve  otra 
leyenda  jeroglífica,  y  sobre  dos  guana- 
clones  de  fondo  verde  compuestas  de  el 
cetro  de  los  dioses  y  la  llave  del  Nilo, 
descansan  dos  figuras  de  ambos  sexos, 
sentadas  delante  de  dos  mesas  con  algu- 
nas ofrendas. 

>Ocho  piedras  imitadas  ocupan  los  án- 
gulos de  este  muro,  copia  de  las  estelas 
ó  lápidas  encontradas  en  Cartago,  cuyas 
traducciones  son  debidas  á  M.  Renán  y 
otros  sabios  egiptólogos ,  de  las  que  sólo 
copiamos  una,  tanto  porque  se  encuen- 
tran publicadas  en  la  otra  titulada  Cor- 
pus inscriptioíimn  seniiticarwn,  cuan- 
to porque,  á  excepción  de  los  nombres  y 
ocupaciones  de  los  individuos  á  quienes 
fueron  destinadas,  son  iguales  las  invo- 
caciones: dice  asi  la  tercera  de  la  derecha 
de  la  puerta. 


Lápida  232  del  Corpus. 

DOMINAE  TANITIUI  FACIEI  BAALIS, 

ET  DOMINO  BAALI  HAMMONi; 

QUOD    VOVIT    ASDANITA    UXOR    MAGONIS 

FILII  AZRUBAALIS  PRINCIPII  FILII 

MELGARTHILLESI. 

Tanitide  ó  Tanita,  según  Maneton,  cé- 
lebre sacerdote  egipcio  que  floreció  ha- 
cia el  año  SOJ  antes  de  Jesucristo,  se  dice 
de  los  Reyes  de  la  vigésimaprimera  di- 
nastía egipcia,  que  duró  desde  1101  hasta 
971,  y  de  la  vigésimatercera  desde  851  á 
726.  Tanis  fué  ciudad  muy  comercial  y 
residencia  de  los  reyes  de  Egipto. 

Baal  fué  en  el  Sur  la  primera  persona 
de  la  triada  fenicia. 

Debajo  de  estas  estelas  en  dos  pilares, 
representaciones  de  Demarkun,  están 
escritas  con  letras  rojas  sobre  marm.ol 
blanco  las  innscnpciones  siguientes: 

1.''*  Ninguno  de  los  autores  que  se  ocu- 
paron de  las  antigüedades  de  la  Isla  ga- 
ditana, señaló  monumento  conocido  que 
testificara  la  existencia  de  los  fenicios  en 
dicha  Isla. 

2.'^  Al."  de  Junio  de  1887  se  descubrió 
el  sarcófago  fenicio  que  aquí  se  conser- 
va, en  el  sitio  denominado  Punta  de  la 
Vaca  en  esta  ciudad  de  Cádiz. 


Cual  celosos  centinelas  en  un  inaltera- 
ble reposo,  dos  estatuas  de  grandes  pro- 
porciones, imitación  de  granito  rojo,  arri- 
madas al  muro ,  completan  el  adorno  de 
esta  parte  de  la  sala. 

Cada  una  de  estas  estatuas  contione 
una  leyenda  jeroglífica,  cuyas  traduccio- 
nes son  las  siguientes:  la  del  lado  dere- 
cho dice  Adoraciones  á  Rá  l  nandú  se 
levanta  al  día  y  la  otra  Tú  le  calmas  al 
acostarse  en  la  vida,  aludiendo  ambas  al 
Orto  y  el  Ocaso,  pues  ios  egipcios  llama- 
ban Rá  al  Sol  durante  su  carrera  por  el 
espacio. 

Dividido  en  tres  grandes  cuadros  al 
lado  SE.,  llenan  el  del  centro  cuatro  imi- 
taciones de  lápidas  fenicias. 

Una  ancha  guarnición  ocupa  la  parte 
alta  de  los  otros  dos,  donde  se  ve  el  bus- 
to de  una  diosa,  un  cartel,  y  el  buitre  sa- 
grado, símbolo  de  la  maternidad. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


•37 


Debajo  de  esta  guarnición  hay  otra 
faja  con  signos  jeroglíficos  pintados  en 
azuL  Los  restos  de  estos  cuadros  están 
ocupados  por  escenas  de  adoración,  imi- 
tación de  los  bajo  relieves  del  templo  de 
Denderak ,  pertenecientes  á  la  última 
época  de  la  civilización  egipcia. 

En  el  primero  está  representado  un 
Faraón  ofreciendo  su  homenaje  á  la  diosa 
Hathor,  divinidad  primitiva,  transforma 
ción  de  la  inteligencia  suprema ,  que  re- 
presentaba el  principio  húmedo  en  cuyas 
entrañas  se  elaboró  el  universo,  y  que 
llegó  á  confundirse  con  el  planeta  Venus. 

Sentada  sobre  su  trono,  tiene  por  insig- 
nias en  la  cabeza  el  buitre  (adorno  pecu- 
liar de  las  divinidades  que  tienen  carácter 
de  madre),  los  cuernos  del  macho  cabrío 
y  el  disco  solar;  y  en  las  manos  el  litus, 
símbolo  del  poder  soberano,  con  la  flor 
del  loto  y  la  llave  del  Nilo. 

Detras  de  esta  divinidad  está  sentado 
en  el  mismo  trono  el  dios  Tañen,  que 
también  se  llamó  Seb,  representación  de 
la  tierra,  padre  del  Sol,  ostentando  en  la 
cabeza  dos  plumas,  el  disco  solar,  las 
serpientes  úrseus  y  los  cuernos  como  la 
diosa  Hathor. 

En  otro  cuadro  se  ve  de  pie  á  Sate,  lla- 
mada también  Ma,  diosa  de  la  verdad  y 
de  la  historia,  adornada  con  un  pluma  de 
avestruz ;  y  de  frente  á  ésta  sentada  en 
su  trono,  á  la  diosa  Isis,  personificación 
de  la  luna  fecundadora  de  la  tierra,  acom- 
pañada de  Horo,  tercera  divinidad  de  la 
triada  terrestre,  considerada  como  el  sol 
naciente. 

Completan  el  adorno  de  estos  cuadros 
abundantes  leyendas  jeroglíficas,  conte- 
niendo invocaciones  á  las  divinidades. 

En  el  centro  del  muro  N-E.  de  la  sala, 
en  un  cuadro  coronado  con  la  guarnición 
de  la  serpiente  úrasus  y  el  disco  solar,  se 
ve  al  dios  Melkarth  (el  Hércules  tirio) 
una  de  las  principales  divinidades  del 
pueblo  fenicio. 

Joven  y  cubierto  de  una  piel  de  león 
como  se  le  representa  en  las  antiguas  mo- 
nedas gaditanas,  y  vencedor  de  dos  leones 
de  la  Mesopotamia,  como  se  ve  en  el  es- 
cudo de  esta  ciudad,  simbolizaba  la  fuer- 
za y  la  sabiduría.  Navegante,  guerrero 
y  comerciante ,   era  el  lazo  federativo 


entre  la   metrópoli   fenicia   y  sus  colo- 
nias. 

Debajo  de  esta  figura  hay  dos  barcos 
fenicios,  y  entre  ellos  está  el  disco  del 
sol,  dentro  del  cual  se  contienen  el 
escarabajo  sagrado,  representación  de 
Ammon.  Nilo,  símbolo  de  la  vida  eterna, 
y  el  dios  solar  con  cabeza  de  carnero. 

En  ambos  lados  de  este  cuadro,  en  otros 
más  pequen  is,  separados  por  bandas 
perpendiculares  de  leyendas  jeroglíficas 
en  elogio  del  sol,  como  son  Humetiaje 
á  ti  viajero  limiinoso.  Homenaje  á  ti  el 
más  grande  de  todos  los  dioses,  etc.^  es- 
tán representadas  la  primera  y  segunda 
divinidades  de  la  triada  terrestre  Osiris 
é  Isis. 

En  Isís  (que  ocupa  el  lado  izquierdo), 
hermana  melliza  y  esposa  de  Osiris,  uni- 
da con  él  desde  el  seno  materno  donde 
concibió  á  Horo,  tercer  dios  de  la  misma 
triada,  estaban  reunidas  todas  las  calida- 
des de  las  diosas  superiores. 

Ella  enseñó  á  cultivar  el  trigo  y  la  ce- 
bada, y  gobernó  los  estados  de  su  esposo 
mientras  éste  se  ocupó  de  la  conquista 
del  mundo.  Cubierta  con  una  túnica  blan- 
ca y  ceñida,  tiene  en  la  mano  la  llave  del 
Nilo,  y  en  la  cabeza  el  disco  solar  y  los 
cuernos  de  vaca. 

Osiris,  también  con  túnica  blanca,  os- 
tenta en  la  cabeza  el  pschent,  especie  de 
mitra,  y  en  las  manos  el  báculo  ó  cetro 
augural,  y  el  azote,  insignias  del  poder 
supremo. 

Este  dios,  el  más  popularmente  adora- 
do en  el  valle  del  Nilo,  fué  sabio  y  bien- 
hechor; á  él  se  debió  la  fundación  de  la 
ciudad  de  Tebas,  él  enseñó  á  cultivar  la 
vid,  á  trabajar  los  metales  construyendo 
instrumentos  para  labrar  la  tierra ,  y  de- 
rramó entre  los  hombres  la  benéfica  se- 
milla de  la  civilización. 

El  buey,  símbolo  del  trabajo,  represen- 
taba á  este  dios,  que  fué  considerado 
como  el  sol  luchando  con  las  tinieblas 
durante  la  noche,  para  convertirse  en 
Horo  (el  sol  naciente)  al  amanecer,  y  en 
Ra  (el  sol  adornado  de  todo  su  esplendor) 
durante  el  día.  Lucha  incesante  entre  el 
bien  y  el  mal;  entre  la  aurora  y  el  cre- 
púsculo de  la  vida. 

Dfcbajo  de  esta  divinidad  y  de  su  espo- 


•38 


boletín 


sa  Isis,  se  ven  dos  figuras  de  ambos  se- 
xos arrodilladas,  presentando  algunas 
ofrendas. 

Dan  entrada  á  la  luz  de  la  sala  dos  ven- 
tanas situadas  en  el  muro  N-0.,  entre  las 
que  se  repiten,  como  en  los  ángulos,  cua- 
tro estelas  cartaginesas. 

Dichas  ventanas  están  decoradas  con 
figuras  funerarias ,  escudos,  carteles  y 
jeroglíficos. 

Junto  á  la  de  la  izquierda,  esculpido  en 
el  muro  se  ve  un  esclavo  fenicio,  y  enci- 
ma de  éste  una  leyenda  en  jeroglíficos 
azules  que  da  vuelta  á  la  ventana  y  dice: 
lliot ,  inspirador  de  los  divinos  escritos. 
Encima  del  genio  funerario,  en  un  jero- 
glífico del  mismo  color,  se  lee:  Isis  la 
grande,  y  en  la  otra  ventana,  en  igual 
situación,  Nul  la  grande. 

Una  guarnición  de  rosetones  (adorno 
empleado  por  los  fenicios)  y  un  zócalo  de 
un  metro  noventa  centímetros  de  alto, 
imitando  el  granito  gris,  decorado  con 
flores  de  loto,  rodean  la  sala. 

Grandes  losas  de  dos  metros  de  largo, 
forman  el  pavimento  de  la  misma,  y  en 
medio,  sobre  dos  plataformas  de  piedra 
negra,  está  colocado  el  hermoso  sarcó- 
fago fenicio,  joya  inestimable  que  posee 
este  Museo. 

También  está  instalada  en  el  fondo  de 
la  sala  una  tumba  de  piedras  toscas, 
igual  á  las  que  se  conservan  en  la  Necró- 
polis de  la  Punta  de  la  Vaca,  con  la  sola 
diferencia  de  tener  en  el  fondo  una  espe- 
cie de  cruz  formada  con  las  mismas 
piedras. 

En  breve  serán  colocados  en  instala- 
ción digna  de  su  mérito,  los  amuletos  ex- 
traídos de  las  tumbas  fenicias,  entre  los 
que  se  encuentra  una  triada  de  inestima- 
ble valor  por  su  significación  histórica. 
Esta  sala  fué  construida  en  lo  que  antes 
era  depósito  de  leña,  por  el  distinguido 
artista  cuanto  modesto  é  ilustrado  gadi- 
tano D.  Pedro  Sánchez  Acuña,  sin  otra 
cooperación  que  la  de  un  oficial  de  alba- 
ñil,  y  percibiendo  sólo  las  reducidas  can- 
tidades de  que  podía  disponer  la  Dipu- 
tación Provincial,  guiado  únicamente  solo 
de  su  amor  á  la  localidad. 

FkamciíjCO  Asís  de  Vera. 


ESCRITURAS  MOZÁRABES  TOLEDANAS 


CCoMtinitación.) 

XVIII 

Testimonio  de  Julián  Domínguez,  hijo  del 
platero  (...  ¿A^)!  aJj.  ^w^Üx^^    .,L1j  -^i^l), 

por  el  cual  consta  que  se  asoció  á  Lázaro 
b.  Alí  para  verificar  á  meiias  la  plantación 
de  una  tierra,  sita  en  el  pago  de  Mauzil  Yaíx 
(parador  ó  posada  de  Yaix),  y  que  dicho  Lá- 
zaro había  tomado  del  difunto  Julián  b.  Es- 
teban con  aquel  objeto:     Ji  ^Ü^^l  J.^  ¿.jf) 

(...  j)¿^J.  Linda  esta  tierra:  al  E.  y  O.,  con 
otras  del  citado  Julián  Esteban;  al  S.,  el 
monte  (J^¿!),  y  al  N.  el  camino  que  condu- 
ce á  Corral  Rubio  ^  , ^  ^.JaJi  ,^ ¿s¿!     ^Jj) 

Hicieron,  pues,  la  plantación  de  cepas 

(^^^.vtjiJ!  '^ 'j^^,)  según  se  había  convenido 

con  el  dueño  del  campo;  mas  luego  vendió 
Julián  á  su  compañero  Lázaro,  por  14  miz- 
cales,  el  cuarto  del  terreno  plantado  que 
le  correspondía  por  derecho  de  plantación^ 
quedando  Lázaro  dueño  de  la  mita'l  de  la 
dicha  tierra,  y  excluyendo  á  Julián  de  todo 
dominio  en  ella.  ^iJ-lv»  vjJ.Jj  j  hj^^  u^^'^j) 


j.jt  íj.»   ^..   _v. 


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.*    *'^5''    <»«*->-' 


V   ^. 


w^^ 


b5^  íj^J\ 

Fechada   en  la  última  decena  de  Abril 
II9I. 


^'  jÁ^i\  ^)  de  la  Era 


1  El  antiguo  pago  de  este  nombre,  en  el 
término  de  la  capital,  hállase  citado  y  en  parte 
descrito  por  el  Sr.  Ga-mei  o  en  sus  Cigarrales, 
cap.  Vlll.  Existe  también  un  lugar  con  la  mis- 
ma denominación  en  el  partido  judicial  de 
Puente  del  Arzobispo  (Madoz).  Aquí  se  refiere 
jndudablemeotc  al  primero. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


139 


Suscripciones:  Jair  b.  Jair  {j-^^l  y)  »t:^)i 
Hasán  b.  Chafar  b.  Hasán  ^Ájta.  ^  ^**»=s.j) 
(,.,.v-cs.  yi,  Farach  b.  Zacaria  b.  Ishak 
(s^^=sr-|  ^^j  1)  jíj  ^í  TJ^S)'  Julián  b.  Re- 
bia  Al-Ahcam  (el  muy  docto?)  ,.^  .,Llj  ^) 
(...  Ak^t  ^j,  Pedro  b.  Abdalah  b.  Ma- 

SUd    (Jj»—^        ^^      ¿DI      J-.C  yJ       ^Is^-'    o)    1. 

Y  en  carácter  latino:  «Petra  petri^,  tes- 
tis — ego  gorisalbo  petris  testis»  2. 

XIX 

Venta  de  un  corral  (JI)ÜJ!  «-t;»^)  situado 
en  la  demarcación  de  la  iglesia  de  Santa 
María  Magdalena  de  Toledo  3  'i^^s:^,    ^JJl) 

(...  ¿lii.ii;   ¿.^JJ-yJ    íJJAs"**   i)    ►>  iJU-i-  íLvw^J 

y  con  los  siguientes  límites:  al  E.,  la  casa  de 
Justa,  madre  de  Raimundo  Mineo  4  vxL.¡    \S) 

(j.X>'  Jj^j  ,  }\  al  O.,  otra  casa  de  los  vende- 
dores; al  S.,  otra  casa  perteneciente  al  com- 
prador, y   al  N.,    la  vía  pública    ,^ '^^  y=>) 

Otorgan  esta  venta  Cristian,  hijo  de  Pe- 
dro de  Cuenca,  y  su  mujer  Urraca  Pethres  ó 
Pérez  ^^\   (^^j  ¿JvO^   s^isb       .j     .,L;:^^íi) 


1  De  los  dos  últimos  se  dice  que  es'cribie- 
ron  otros  por  ellos  por  su  mandato  ¿-^^  > ^3)' 

2  Esta  escritura  lleva  en  el  reverso,  y  de  le- 
tra antigua,  la  siguiente  leyenda:  «Carta  de  tes- 
timonio de  una  tierra  que  es  la  vega  de  San 
Martín»;  y  más  abajo  se  lee:  Corral-Rubio.  En 
vista  de  esto,  nos  inclinamos  á  creer  que  el  pa- 
go titulado  Mandil  Y'atx  era  uno  de  los  en 
que  se  dividía  la  dicha  Vega  de  San  Martín 
(véase  Cigarrales.,  pág.  89),  si  es  que  no  deba 
identificarse  con  ella  por  completo. 

3  Puede  verse  una  descripción  detallada  de 
este  templo  en  la  Guía  artístico-práclica  de 
Toledo  del  Sr.  Vizconde  de  Palazuelos,  pági- 
na 1065  y  siguientes, 

4  El  documento  no  indica  la  vocal  de  la 
primera  letra,  aunque  suponemos  haya  de  vo- 
calizarse de  este  modo,  pues  el  apellido  Min- 
eo ó  Mingo  (derivado  de  DominicusJ,  suele 
ser  bastante  frecuente.  (Véase  Godoy  Alcánta- 
ra, op.  cit.,  pág.  151,  y  Camero,  op.  cit.,  pá- 
gina 1 36,  donde  cita  á  cierta  María  Mingo.) 


(,  f^visu  i'^\j\,  á  favor  de  D.  Raimundo,  so- 
brino de  Pelro  Tolosa    .fj^  "^^  J    ■)J^) 

(¿ — ^_.Lja  ^^J^L),  por  precio  de  42  mizcales 
de  oro  bueno  y  de  jubto  peso,  expresándose 
además  que  el  citado  D.  Raimundo  levan- 
tará á  su  costa  la  pared  que  divida  el  corral 
en  venta  de  la  casa  de  los  vendedores. 

Fechada  en  Noviembre  {j--jy)  de  la  Era 
1191. 

Aparecen  como  testigos:  Yahya  b.  Mofa- 
rrich,  que  estuvo  presente  y  escribió     ^rr^O 

(y ^xT ,    ►^;a:s.  -►  Jj>   ,..j;   Abdelaziz  b,  Su- 

leimán  (^«íJ--  ^J',  f..}*^^  -V^)'  Ahde-s-Sa- 
lám  b.  Pethres  L  '^y^Ai  .,j  >}.J\  _V.), 
Bernaldo  de  sant  Facundo  1   ^   jJL;>-'_3j 

Y  en  caracteres  latinos:  «Joan  ordoniz 
testis  —  micael  portagira  testis — martin  filiz 
testis». 

XX 


Venta  de  la  mitad  de  un  rmjuelo  y  de  la 

tierra  blanca  que  le  está  adjunta  ,^ ^^_j) 

,  ^hiJ^  íLvs;;^!  La-.Jl  .  >:íi'j!j  {sic)  J.J.J  irn*-^^ 
[>Sx^\  [i    ^ji]j),  que  se  hallan  á  la  otra 

parte  del  Tajo,  sobre  el  molino  del  arcediano 
D.  Salvador?,  en  el  sitio  denominado  Borch 
Ax-Xaycithin  (torre  de  los  demonios),  ,^ ^-Lk) 


c 


^\  ^,^  t- 


J! 


^.v 


.1. 


en  los  alrededores  de  Toledo.  Lindan:  por 
el  E.,  con  viña  del  Presbítero  D.  Martín,  del 
clero  parroquial  de  Santa  Justa,  y  con  otra 
viña  de  Domingo  Micael;  al  O.,  tierra  blan- 
ca, que  fué  corral  en  tiempos  pasados,  don- 
"de  estuvo  la  citada  torre.,.  1-^,1  ^j^^  ^) 

J^  ^^v--  _,^^  U-t^3  J'^5  ^Lr  L^,j 

(jj-rj^Jl  .^  j'}y  y  un  plantío  «  de  Farach 
b.  Moluc  (dir-i-^   ^.rf   •?:  y-^   l^-T^j)'  ^^  ^•' 


1  De  los  dos  últimos  se  dice  que  escribie- 
ron otros  por  ellos  (i-^   ^.-^j)- 

2  Esta  palabra  ¡'-■r^  indica  también  huerta 
en  el  dialecto  marroquí.  Lerchundi,  Gramá- 
tica, passim. 


I40 


boletín 


otro  plantío  del  cita  lo  D.  M  ir;í  i. 

Santa  Justa,  y  al  N.,  el  río  Tajo  ^^\^j^'^) 

Otorgan  esta  venta,  como  co  nprador  Don 
Sancho  el  Diácono  (^^s'-jjJ!  i.sr'^  ^>J^)' 
y  como  vendedor  D.  Pedro  Chilabert  j  ^^) 
(^l^^^Lx  í^la-f ,  ambos  adscritos  al  clero  de 
Santa  Marí.i  (i^y  ¿.^^  l^j.f  lj\  ^},  y 
el  importe  de  la  finca  vendida  asciende  á  15 
mizcales  de  oro  nlbayesí  ó   de  Baeza  (.y— '•) 


deYulianis,  convertida  recientemente  al  cristia- 


^     ^    \^  ^        —        ' 


.*.^ 


msmo  ¿»j 

Fecha  en  Junio  (J^^J^)  de  la  Era  12 ji. 
Suscriben  esta  escritura:  Ornar  b.  abi  Al- 
iara ch  C^y^l  j:>\  ^^,  j-rff"),   Aixún  b.  Alí 


(J 


y^   1-^-?^)'  Abderrahmán  b.  Hárits 


c^-   c' 


(^^L;:^  ^y}  o'-'-'V'''  -^-rj)'  A-bdelmélic  b.  Ab- 


(  ^L  J!  A>jJ!,  indicándose  expresamen-  derrahmán  {^,^y\  J^  .y  -^-U  - -^j),  Mi- 
te  que  si  la  finca  vendida  fuese  objeto  de  al-  cael  b.  Alwádiaxi  i  (  i^Lo!  Jj  j  J-Aü^^^), 
guna  demanda  judicial  y  se  adjudicase  al  ^^^^j^j^  ^^  Suleimán.  ( .^L  ,/ Jjí  .C.,)! 
demandante,  entonces  el  vendedor  entrega-  ^  "  ^-  " -^ 
ría  al  comprador  el  precio  que  alcanzase  la 
finca  al  tiempo  de  posesionarse  de  ella  el 


)jy 


demandante  (...  i^    míIsj] 

Fecha  en  Abril  (J._j^j))  de  la  Era  1194. 

Todos  los  testigos  que  aquí  intervienen 
firman  en  caracteres  latinos:  «Ego  petrus 
confirmo — ^Petrus  petri  filius  sancti  andree 
presbiter  testis  —  Ego^dominicus  presbiter 


(De  los  dos  últimos  se  dice  que  firman  otros 
por  ellos  en  su  presencia  y  por  su  mandato 

XXIII 

Venta  de  un  plantío  3  que  radica  en  e!  si- 
tio denominado  Torre  de  los  diablos,  al  otro 


testis— Ego  Martinus  presbiter  et  canonicus      lado  del  Tajo  y  distrito  de  San  Félix  =.^^9.) 


sánete  Marie  testis». 


XXI 

Copia  del  testamento  del  wazir  y  cadhí 
(alguacil  y  ^alcalde)  D.  Domingo  Antolín 
(  yJ:j|  ¿.£:^0  ^-s.)]  yi  \j-\),  fechada  en 
27  de  Diciembre  de  la  Era  1199. 

Empieza  con  una  explícita  profesión  de 
fé,  según  es  costumbre  en  estos  documen- 
tos, dando  luego  numerosas  disposiciones 
sobre  la  solemnidad  con  que  desea  se  cele- 
bren sus  exequias  y  la" distribución  de  sus 
riquezas. 

Daremos  al  fin  de  este  índice  un  extracto 
de  tan  curioso  documento,  verdaderamente 
importante  para  la  historia  de  los  Mozára- 
bes españoles. 

XXII 

Acta  de  emancipación  otorgada  por  D.  Ro- 
mán b,  Selma  ó  Salema  (¿.^Ll  »j  ,U,  ..^) 
á  favor  de  una  esclava,  por  nombre  María 


J^ 


5.J.& 


JA.JuJ  '       —    y>         't>J>jS:\ 


(^-i^ 


•Ju,  i-íjús.  v3  ¿-^ '-■'',  y  cuyos  lin- 
des son:  al  E.,  plantío  de  D.  Esteban,  el 
de  Camarena  (    j\y~^Si}\      .jL;uÍo|     .ij^); 

al  O.,  senda  pequeña  que  conduce  desde  el 
citado  río  á  los  caminos  (]ue  hay  en  el  si- 
tio mencionado  y  á  otros  i-ii^^i.  ^_^*J^  \S) 


(lsIo.^  JL  5i_^5'j.^j|  i-^.:S.b;  al  S.,  plan - 
lío  dé  Andrés  Al-Baichenisí?  ,  ^Ij  JjJ  i_^j^) 
(¿  ,^^x=».tJí,  y  al  N.,  otro  plantío  de  Pedro 
IzquierJo  (?VV^1   ^y^}-    i/-'y^)  ^' 

Otorga  esta  venta  D.  Pedro  Chilabert 
(^l^.Jj2>.  aJa^j  iJLxJ5)  á  favor  del  diácono 
Domno  Domingo  Negro  A.i--'» i  ¿-i-»-^  ^t'^--  ) 


1  El  guadixiíño,  de  Guadix. 

2  Este  documento  ha  sido  publicado  por  el 
Sr.  Simonet  en  su  Crestomatía. 

3  De  viña  probablemente. 

4  Adviértese  al  fin  del  documento  que  se 
anexionaron  á  la  tinca  descrita  otros  tres  tro- 
zos de  viña  que  le  eran  contiguos. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


141 


(»^¿j,  ambos  adscritos  al  clero  de  Santa  Ma- 
ría de  Toledo,  por  precio  de  13  mizcales 
y  medio  de  oro  bnyesi,  burilo  y  de  justo  peso. 

Fecha  en  Marzo  (rr-r-')  de  la  Era  1202. 

Aparecen  como  testigos,  entre  otros: 
«dominicas  archipiesbiter  testis,  benedic- 
tas sancti  salvatoris  (?)  presbiter  testis,  Ego 
Ro  lericus  diaconus  testis,  Ego  petrus  con- 
firmo» I.  , 

XXIV 

Cambio  ó  permuta  de  dos  casas,  pertene- 
ciente una  de  ellas  á  los  bienes  ó  legados 
piadosos  de  la  iglesia  de  Santa  Leocadia 

(...  ¿j^LjftJ  J!^x^  'L.^xSi.j]  ^xí  wii-^ci.),  ca- 
sa que  habitó  el  difunto  Presbítero  D.  Pe- 
dro, el  conocido  por  Fanbaco  2    ^[f  ^Jj\) 

(iJLxh,  y  la  otra  á  D.  Clemente  el  Monje,  co- 
nocido por  el  Santo?  v>_,^^Jl  J^X^xí  .j^) 
f  ..ja^'Lj  ^ á^,x^M,  hallándose  la  una  fren- 
te á  la  iglesia  por  la  parte  de  levante  y  la 
otra  por  la  parte  norte. 

Otorgan  este  contrato  de  permuta:  por  una 
parte,  los  ministros,  los  presbíteros  y  los 
notables  3  de  la  iglesia  de  Santa  Leocadia 


1  Pergamino  muy  deteriorado  y  borroso  en 
algunos  puntos. 

2  Sin  vocales  en  el  texto.  Desconocemos 
este  apodo. 

3  Entendemos  por  .,_^jJ.y-M,  los  clérigos 
no  presbíteros  que  están  en  vías  de  llegar  al 
sacerdocio;  por  r^jJÜ]  creemos  se  significa 
los  presbíteros,  según  el  significado  del  griego 
TtpEaSu-Epof,  ancianos,  respetables;  .j — n~*^^ 
son,  á  nuestro  juicio,  los  que,  entre  éstos, 
ejercen  alguna  autoridad.— Sobre  el  significa- 
do de  estas  tres  palabras,  mi  respetable  amigo 
el  Si  .  Simonet  me  escribe  lo  siguiente:  «¿No  po- 
dría traducirse  ios  ordenados  (es  decir,  la  cle- 
recía), los  ancianos  y  los  magnates  (ó  nota- 
bles} de  la  iglesia  (parroquial)  de  Santa  Leoca- 
dia?» Tal  vez  volvamos  sobre  el  particular  en 
el  transcurso  del  presente  trabajo.— Escrito  es- 
to, llega  á  nuestras  manos  un  documento  bi- 
lingüe en  que  la  palabra  _.  .jj»  aparece  tradu- 
cida por  portionarius^  el  racionero  ó  benefi- 
ciado. 


(...  ioUy,  que  consideran  justa  esta  per- 
muta y  conveniente  á  los  intereses  de  la  di- 
cha iglesia;  y  por  otra,  el  referido  D.  Cle- 
mente, contando  ambas  partes  con  la  auto- 
ri-'íación   y  el  consejo  del  seiior  Arzobispo 

Oblíganse,  además,  el  Presbítero  D.  Cris- 
tóbal, D.  Juan  Mozárabe,  D.  Pedro  Al-Bak- 
kal  (el  comerciante  en  legumbres)...,  á  en- 
tregar todos  los  años  al  dicho  D.  Clemente 
tres  cahíces  de  trigo,  sesenta  arrobas?  i  de 
vino  y  mizcal  y  medio  de  oro...;  y  cuando 
Dios  disponga  de  su  vida,  se  compromete 
el  clero  de  Santa  Leocadia  á  celebrar  sufra- 
gios por  su  alma.  ,.(_5-^   (J       Uísj  !  ^)2S ^ 


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Fecha  en  i.°  de  Abril  del  año  1202  j^l  ^) 

Siguen  las  suscripciones,  cuyo  número 
excede  de  cincuenta,  pues  suscriben  todos 
los  clérigos  de  Santa  Leocadia  y  bastantes 
testigos.  Reproducimos  casi  todas  ellas. 

En  carácter  latino:  «ego  xpoforus  presbi- 
ter outurgo,  ego  felix  presbiter  similiter,  ego 
dominicus  diaconus  concedo,  et  ego  iulia- 
nus  presbiter  outurgo.  Ego  pelagius  diaco- 
nus similiter,  Ego  iohannes  presbiter  si- 
militer, Sompnia?  diaconus  outurgo,  Ego 
iohannes  diaconus  similiter,  dominicus  sub- 
diaconus  similiter,  Ego  micael  tizón  simi- 
liter». 

Y  en  carácter  árabe:  Pedro  b.  Yahia  b. 
Said?  {i\.x~.  ^y¡     ^..  ^y}  í^ia^J^),  Miguel 

b.   Abderrahim  b.    Asad   A^o      ^    J.jU^^) 

(X.^\    .yi  * ^y^y  Abderrahmán  b.  0090 

(  .^¿  y}  ^yf^y^  ^■^^S)>  Hátim  b.  AIí  b. 
Selma  b.  Mayón  ¿L^l^  ^yf  ^Ic  ^^^  ^^^) 
(  .i_j^  ^i,  Martín  b.  Yohannis     y)     y^y^) 

I  La  palabra  aj  Jt  significa  «cuartal,  me- 
dida, cuarta  parte  de  la  cosa »,  en  P.  de  Alcalá, 
Rosal,  Cañes  y  Marina.  {Glosario  de  Eguílaz, 
en  la  voz  Arroba.) 

18 


£42 


boletín 


(    A3U,  Pedro  de  Curaca  I  í3  íi:  n')  pK-    é  jestos  ténniaDí:    «I.    dii    gratia   tholítaau 


archiepiscopus  et  ¡spaniarum  primas  coa- 
firmo». 


XXV 

Venta  de  un  plantío  ^  sito  en  el  pago  de 

ras  2 


á  su  mandato  w^^j  jJJ^.S'  i-Cj/  ¿  ^^^•' j) 
(íf-,A.j  j..^-:;,  Julián  Pithris  ó  Pérez,  idem 
(...  oX'j/  ^.^^e  j'-n^:'.j)'  Gonzalbo  Pe- 
láis el  galgo?  el  gallego?  J^^^.  i-^-^^j) 
(...  ^UM,   Miguel  b.  Julián   ,j>   jM.r'j) 

(  .Ll)    Domineo  de  Marhamdun?  ^  i.¿^:>j)  o /ó  ^'7'"     ^^T\  ''",'"'  ^'^^ 

Ij  »  ,.»  ■^'^"""^^                                            -^^  fií>'-/l/;/mm?  (Pozo  Amargo?)  en  las  afue 

C;    ..A.  -s^f--*   i,  Gonzalbo  Pérez  á,J^^¿)  ,     ,       .    ,  j    r    -n  i  j                   •  t» 

U^i>-^— «■  r^^         '                                    •         ^  de  la  ciudad  de  Toledo    ...      ^.^xJ)    ^s.. 

(^^L^,  Domingo  Joannis  3  (^üL.  ^..O^.),  (^ILij,  •,,,.,,  ^  ,U  ...  !  Ji   ,..  i'.^^^y  cu^ 

Juan  Xanchón  {^-^^    j^-^  ^),    Andrés  ^^^^  j¡^^^;  ^^^^;^  ^^  J"^;^  ^  ¡¡^^^    ^¡^  g^_ 

Zapatero?  (¿^^.-^-.-^  j^.!jJ-jU),   Yolafi?  4  villano,  el  carnicero  judío  ^L^¿.^J  ,  r^-¿) 

Bermondes  (Bermudes?)  el  gallego  j%)  ^^^^^s^  ^|.¿,.  ^^  ^^^  ^j  ^j^^^^  ^^^^  p^^_ 

(..£^.UJi   ^^.,-^y,  Rodrigo  Peláez  .5,^^)  ^^^g^j.  ^^  j^^,^  (^j^j^^^   ^.^Jj    _¿)   ^^_ 

(,  v«j^,  Martín  Domínguez  (,  ^.£;^0    ^^jy),  xt  >  ^  /,\      i  c       ^        i     ^     •-      j     tvt-       i 

^L/^-   •'                           ^         ^   ..       ^"-^  Naba  (?);  al  S.,  otra  plantación  de  Miguel 

Martín  Granadino  (   -.íu^k-'c     .^'V'),  Martín  ,  ./     ,1  ••    t 

^C^    "   J    U"^          ^  Selma  (i.^.U  JIj!.^J  ^^^s);  y  alN.,otrapo- 

Crespo  (L^/   ^,^y),  Petrero?  {ij\j^i),  sesión  de  la  misma  índole,  perteneciente  á 

Juan  Domínguez  (^..£a^^  ^,b_.).  Miguel  b.  j^^^^  Cristóbal  (J^>:^y  ^,y  ^^^^¿). 

Abdenahman...   Martín  Crespo  5  ^y-^Jy)  Otorga  esta  venta  el  judío  Yehuda  b.  Am - 

(í.^/,   Juan  Habib    (^^.^.^^  jW.j)'  Ser-  Daud  (?)  (^3^^Jt  ^^3  *^  ^,.'  ^^j-^.)  á  fa- 

vando  b.  Isa  (^...^-^      ^j  jJ'.^^^),  Pedro  b.  ,,^^  ^^  p    p^]^^,^  Calvo  (^JL?   _c^      ,  .-^) 

Loyón    {  .\^    ,. tf    ^-^n:')'  Juan   Mostárab  por  precio  de  cuatro  mizcales  de  oro  alba- 


ca 


,^\j¡),  Pedro  Rodríguez  ^i=-Jj;)      3'^^^'  ^^"^no  y  de  justo  peso 


{sic  ^j 

(^.ii.'  ,:).,  Mineo  (Domingo?)  Félix  i-s.^^) 
(  V...I5,  Juan  Gallego  (iJi-«.¿  .,I^j,),  Pedro 
Forcón  {^/y  ^jK.^^)- 

Al  final  de  todas  estas  confirmaciones,  en 
el  centro  del  pergamino  y  con  bien  traza- 
dos caracteres ,  se  lee  la  del  Arzobispo  en 


Fecha  en  la  última  decena  de  Septiembre 

[j-  .^^-^    ^^•i^      y^  j^^  j¿^»^\   ^)  de  la  Era 


1204. 

Intervienen  como  testigos  Yakub  b.  Al- 

chazzar  (?)  (¿  ,L^!    .y>  <^j£jo),  Ibrahim  ibn 

Yakub  (...  ^j¿*:    ^J>\    r;^-í),  Otsmán  b. 

Yahya  (JjL^     ^n=^:'.  ^J>  j^v^s_?).  Antonino 

L.      o    ,.„;x3L) 


1  En  el  original  S S  por  i.-Oj>  ;  ó  tal  vez 
de  (Joca,  sin  errata  en  el  original. 

2  Suponemos  con  el  Sr.  Simonet  que  éste 
es  un  nombre  geográfico  convertido  en  apelli- 
do, aunque  por  ahora  no  barruntamos  á  qué 
población  corresponda. 

3  De  casi  todos  estos  se  repite  la  tan  cono- 


b.  Selma  b.  Masód     ^j   ó- 


U' 


•Pj 


XXVI 


cida  fóimula  íj'Vi   ¿.x^ 
él  á  su  ruego. 

4  Me  indica  el  Sr.  Simonet  que  acaso  este 
nombre  pudiera  ser  ^a>^^J  Pelayo,  Consulla- 
do  de  nuevo  el  original,  me  ratifico  en  la  pri- 
mera lectura.  Están  muy  claros  los  dos  puntos 
de  la  primera  letra. 

5  Antes  aparece  un  Martín  Crespo  ..r-'c'*) 


Venta  de  una  mitad  de  la  mezquita  que 


s^,  escribieron  por      ge  halla  en  el  distrito  ó  colación  de  Santa 


I  De  viña  probablemente.  Véase  la  nota 
del  núm.  20  acerca  de  esta  palabra  t^j^- 

i  En  el  interior  de  la  ciudad  aparece  un  ba- 
rrio con  el  mismo  título. 

3  Este  documento  es  uno  de  los  pocos  es- 
critos en  papel. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


143 


María  de  la  corte  de  Toledo  ^ ^^\   í^^^^) 

(i-Ha-ilí,  señalada  con  los  siguientes  límites: 
al  E.,  la  otra  mitad  de  la  dicha  mezquita 
perteneciente  á  Xóli,  hermana  de  la  vende- 


dora 1. 


-^- 


3 


_5J.J!     M)]  ^^J|)     u 


(  Jj^;  al  O.,  una  habitación  de  Mariam  ^  la 
musulmana,  la  que  fué  esposa  de  Abu-1- 
Chazzar  ^-1  S^L-ll  *j^-1  s^5^  ^^jij]  ^j) 
{j\js:r'\  ^j-.  WjJ  C^-jl-^;  al  S.,  la  casa 
que  íué  de  Abrasia?  2  c^jL^  ^,J!  ,bJ') 
(i^^jjJ,  y  al  N.,  la  vía  pública  á  la  cual  da 
la  puerta  de  la  finca  vendida  ¿.J!«  ^^_p  fLJl) 

.{■, >LJ|     5-    r-^ 

Otorga  esta  venta  Dominga,  hija  de  Sal- 
vador (  ijJa-^-l —  vju-— X-J  ¿JLl-O),  en  presen- 
cia y  con  consentimiento  de  su  marido  Do- 
mingo Yulianis  (  ....31 — L;  ¿.¿a^;;),  á  favor 
del  muy  ilustre  Arcipreste  ilomno  Nicolaus 
.(,  v.-^b5¿j  i^O  J.cv"^!!  .Ji^^^^ow,^!!)  por  pre- 
cio de  18  mizcales. 

Fecha  en  la  última  decena  de  Mayo  {i>'>^-') 
de  la  Era  1205. 

Aparecen  como  testigos:  Abderrahmán  b. 
Abdelmelic  (cJJ.,J|  -X^.t  ^,j  ^J^J'^  '?')' 
Domingo  Pethrix?  Al-Bayesí  (el  de  Baeza) 
(   -i.LJt       ±jjL.}    i^i.^-.Oj),  Abdalah  b. 

Ümar  (  K;^  ^.^J   ¿'^■''   -"^r^^).  Yoannex  b.  Su- 

leimán  (  .*^1~>      »j    ,  ¿j^.j),  Gáfir  b.  Yahya 

^y_'   ••       {¿,'.    ^     ^■. 

1).  Pela  yo  {^%  ^Jri     ¿^-    ^^J  y^;)• 

Y  en  carácter  latino:  mertin  (sic)  Joannis 
ttstis. 

XXVII 

Venta  que  hacen  Domingo  Joannix  y  su 

esposa  Justa  (LíLj  j-^^Jj,  •••   [/"j'jJ    ¿•¿^-5) 
de  la  parte  que  poseen  (mitad?)  en  una  ca- 


sa, sita  en  la  demarcación  de  la  iglesia  de 
San  Sebastián,  parte  que  adquirieron,  á  tí- 
tulo de  compra,  de  Miguel  Domínguez  y  de 
su  esposa  Xóli,  á  quien  pertenecía,  en  unión 
con  su  hermana  María  ^-.'1  jh^i]   ^^^) 


J' 


Cr^    c»' 


"i-t^í  L^!  hj^jj 


'¿Jjíj^i\ 


(.-W 


I  Nótese  que  el  nombre  María  es  Mariam 
(*j  j.^)  entre  los  musulmanes,  mientras  que  en 
las  mujeres  cristianas  que  aquí  se  citan  es  siem- 
pre María  (í.j  i-"). 

3  Ignoramos  qué  nombre  sea  éste:  ¿será  Eu- 
frasia; será  Brasia  por  Blasa?  Nada  de  esto  nos 
satisface. 


xS:^  L"*J^.  Linda  dicha  casa: 
al  E.,  con  otra  de  los  herederos  del  wazir 

Sid  (a^  jijj^  ^jJ  ;'^);  ^^  O-'  ^°"  "^  '^^" 
lie  ó  camino  que  conduce  cerca  de  la  Puerta 

de  los  Curtidores  s >u  jsr-   >^JL^  ^^ '^.j^) 

(  .^¿bjJl,  y  á  esta  vía  se  abre  la  puerta 
(^Ul  ^  ,.á.j  *rr'j);  3I  S.,  un  corral  perte- 
neciente á  los  citados  herederos  'üjS^  Jl;^) 
(¿".y'j^l.  y  al  N.,  la  otra  parte  de  la  casa  en 
cuestión  {SjS^J  j  t-J^  ,^^^  ^jlíJl  ^IsiJ!). 
Aparecen  como  compradores  D.  Pedro 
Al-Karman  y  D.  Lázaro  b.  Alí,  albaceas 
testamentarios  de  Xamsi  (Mi  Sol),  hija  de 

Chafar   ^,^3^    J-^J^^^  J^T.'.    JJ^    ^J^^) 

^¿.^io  j.^  :>U3    J.Í  J^-^J\  ^^  ^Ji  ^jy 

{jS.3^  C^f,  y  para  cumplir  la  voluntad  de 
la  testadora,  qtie  lega  20  mizcales  á  los  al- 
baceas para  que  se  compre  con  ellos  una 
casa  á  María  Yoannis.  Y  siendo  el  precio  de 
la  media  casa  que  ahora  se  adquiere  catorce  • 
y  medio  mizcales  de  oro,  restan  á  favor  de 
dicha  María  Yoannis  cinco  y  medio  mizcales, 
de  los  cuales,  así  como  de  la  expresada  me- 
dia casa  y  de  otros  legados  á  su  favor,  se  le 
pone  en  posesión  por  el  presente  documen- 
to, fecho  en  Noviembre  de  la  Era  1206. 

Suscripciones:  Esteban  b.  Ismail    ,j^:;í-i_.) 
(J.^jt^^\  ,,yi,  Domingo  b.  Jalaf  ^yj  i.'¿x^:>^) 

( ^.l¿^ ,  J  ua  n  Domínguez  '  ( (^¿^-"  ^  ^j  [$'  j ) . 

Xalmón  b.  Alí  b.  Waid     Js,  ^^j  ^i_?^j) 

Y  en  carácter  latino:  «aluaro  diez  testis, 
dominico  iulian  testis». 


1     De  este  testigo  se  dice  que  firmaron  otros 

por  él  en  su  presencia  5^'»'-^    *---=   ■^-^■•-^j) 


144 


boletín 


XXVIII 

Venta  que  otorgan  Alvaro  b.  Pedro,  co- 
nocido por  Aben  Gobdina  (?),  3'  su  mujer 
Mi-Sol,  hija  de  Juan  >^ éjj*J^  ^j,.^.  i-'í  ^rO 

de  un  tercio  de  la  viña  que  poseen  junta- 
mente con  Pedro  Peláez  (^«jX-  5)J=^j),  en 
el  pago  de  Torres  {ir-:y='  i--"^:'),  déla  juris- 
dicción de  Toledo,  perteneciendo  los  dos 
tercios  restantes  uno  á  los  vendedores  y  el 
otro  á  Pedro  Peláez.  Linda  dicha  viña  en  su 
totalidad:  al  E.,  con  otra  de  Aben  Bahlul 

(Jj-^^f  ^Ji^  (/y^  ^^  ^•'  °'ra  viña  de  Rai- 
mundo Crespo  (i.~i.;J    ^\^  y    'j^)''  ^l  S., 

con  el  camino  (oJl»   ^^ n  j]s),  y  al  N.,  el 

río  Tajo  (¿cvij'^j). 

Interviene  como  comprador  Yah3'a  b.  Ga- 


hb 


JL¿ 


u 


-:',),  ascendiendo  el  im- 


porte de  la  venta  á  diez  mizcalesde  oro  al- 
bayesí. 

Fecha  en  Noviembre  (  ,JJ)  de  la  Era 
1207. 

Firman  como  testigos:  Haquem  b.  Jalaf 

b.  abi-1-Haquem     ^¡\      .j   ^^ |.)¿^     vJ  S=^) 

(*X-5.|,  Abderrahmán  b.  Chabir  ,^=-^31  >.u-) 
(¿  ^.•'•^  í-if'  J^li<J  ^-  Jalaf  b.  abi-1-Hasán? 

Ibrahim  b,  Sejma  (oJii-^  ¿-J-^  ,j  ^-.2'^Jl.) 
y  Domingo  b.  Xaluih  \)o\l.     .j  íü^^-j^). 

Francisco  Pons. 


(Continuara.) 


-c_<r  vfc>»  (."'jr'v  t-*>- 


SECCIÓN  DE  BELLAS  ARTES 


TRÍPTICO  DE  ROMULO  CINCINATO  ", 


Excmo.  Sr.  D.  Manuel  de  Foronda. 

1  querido  amigo:  ¡Qué  lástima 
que,  dejándose  llevar  de  su  ex- 
cesiva modestia  haya  V.prcs- 
^^^^:^*í  cindido  del  Triplico  de  Rómu- 
lo  Cincinato  como  obra  de  arte,  para 


1     Véase  el  numero  de  1.°  de  Julio  de  1695,  pág.  95. 


considerarlo  solamente  como  objeto  his- 
tóricol  ¡Qué  lástima  que  los  anacronis- 
mos y  otros  dislates  que  su  buen  juicio 
le  advirtió  á  tiempo  no  le  hiciesen  desis- 
tir de  emplearlo  en  tan  candorosa  super- 
chería! 

Si  V.,  que  por  más  que  diga,  tiene  tan- 
tos conocimientos  artísticos,  no  se  hubie- 
se dejado  cegar  por  esa  veneración  á  las 
personas  y  familias  de  los  reyes  absolu- 
tos que  tanto  le  ha  perjudicado  en  su  vida, 
hubiera  visto  que  los  tableros  laterales 
del  tríptico  en  cuestión  son  italianos  y 
malos,  mientras  que  el  cuadro  central  es 
una  copia  en  miniatura  de  la  celebérrima 
Madona  de  Holhein,  llamada  del  Burgo- 
luacstre  Meyer,  y  conocida  en  todas  par- 
tes por  la  Madona  de  Dresde.  El  tre- 
mendo desconcierto  que  resulta  de  estilo 
y  mérito  tan  distintos  hubiera  indudable- 
mente chocado  á  su  gusto  exquisito,  ha- 
ciéndole sospechar,  cuando  menos,  de  la 
autenticidad  del  conjunto. 

No  hablemos  de  los  postigos,— que  no 
valen  la  pena, — y  ocupémonos  del  cuadro 
principal.  Hasta  hace  pocos  años  se  con- 
sideraba que  la  Madona  de  Dresde,  re- 
petición con  algunas  variantes  de  la  de 
la  Princesa  de  Hesse,  era  la  obra  maes- 
tra de  Hans  Holbein,  el  Joven,  pero  en 
1871,  para  disipar  ciertas  dudas,  se  expu- 
sieron juntas  y  desde  entonces  se  cree 
generalmente  que  la  auténtica  es  la  de 
Darmstadt,  y  que  la  de  Dresde,  aunque 
admirable,  no  es  de  la  propia  mano  dei 
maestro.  Sea  de  ello  lo  que  quiera,  que 
para  el  caso  no  nos  importa,  lo  sabido,  lo 
indudable  es  que  una  y  otra  representan 
la  honrada  y  plebeya  familia  del  burgo- 
maestre de  Basilea  dando  gracias  á  la 
Virgen  por  el  hecho  de  haber  sanado  de 
una  enfermedad  el  más  pequeñito  de  los 
Meyer.  Allí  están  todos:  el  padre,  en 
quien  ve  V.  tanto  parecido  con  Felipe  el 
Herm.oso;  la  madre,  que  en  el  tríptico  pasa 
por  Doña  Juana //a  Zoca/ y  los  demás 
hijos  é  hijas  del  matrimonio. 

Tal  vez  cuando  Holbein  pintaba  el  cua- 
dro, en  1525,  interrumpían  el  rtposo  de  su 
estudio  el  rumor  y  los  lamentes  de  los 
fugitivos  de  Pavía  que  atravesaban  pre- 
surosos las  calles  de  Basilea  para  llegar 
cuanto  antes  á  su  patria.  ¡Y  quién  sabe  si 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  J^E  EXCURSIONES 


145 


el  hijo  del  burgomaestre  levantó  la  rodi- 
lla del  suelo  abandonando  la  postura  en 
que  el  maestro  le  retrataba  para  asomar- 
se y  verlos  pasar!  Si  acaso,  ¿cómo  había 
de  imaginar  que  andando  el  tiempo  le  to- 
marían á  él,  mozalbete  de  diez  ó  doce 
años,  por  el  héroe  del  día,  por  el  que 
acababa  de  hacer  prisionero  al  rey  de  los 
franceses? 

Pero  todavía  hay  otra  cosa  más  extra- 
ordinaria. ¿Sabe  V.  quién  es  el  niño  des- 
nudo del  primer  término?  Nada  menos 
que  el  Niño  Jesús,  pues  el  delicado  y  tí- 
mido infante  que  se  ve  lleno  de  vergüen- 
za en  los  brazos  de  la  \'irgen  es  el  tier- 
no convaleciente  de  losMeyer,á  quien 
la  Madre  de  Dios  ampara  como  á  hijo, 
dejando  por  un  n  omento  que  la  divini- 
dad del  suyo  condescienda  á  colocarse 
entre  los  individuos  de  la  piadosa  fami- 
lia. 

La  idea  tiene  algo  de  heterodoxa,  ya 
lo  dice  Luis  Viardot:  "Hay  en  este  cam- 
bio algo  tal  vez  muy  atrevido  y  muy  te- 
merario bajo  el  punto  de  vista  del  dog- 
ma, pero  considerándolo  sin  salirse  de  la 
esfera  del  arte,  resulta  una  idea  feliz  y 
conmovedora,  que  pinta  con  rasgos  sen- 
cillos la  franqueza  y  la  cordialidad  de  los 
alemanes. „  Sí,  señor;  el  emperador  Fer- 
nando del  tríptico  es  el  Niño  Dios  que 
comparte  con  la  Virgen  la  adoración  del 
devoto  concurso. 

Ya  ve  V.,  amigo  Foronda,  que  el  cua- 
dro no  pierde  en  grandeza  sustituyendo 
á  unos  personajes  por  otros,  siquiera  los 
verdaderamente  representados  no  sean 
reyes  y  emperadores. 

Con  lo  dicho  desaparece  el  mar  de  con- 
fusiones de  que  V.  habla  y  se  disipa  el 
cúmulo  de  dudas  en  que  le  envolvía  la 
ignorancia  ola  presunción  socarrona  del 
Verástegui  de  Carlos  11.  ¿Qué  tiene  que 
ver  Cincinato  con  la  Madona  de  Hol- 
bein?  ¿De  dónde  sacaron  la  fecha  de  1545? 
En  el  terreno  de  las  conjeturas,  podemos 
suponer,  para  armonizar  datos  tan  dispa- 
ratados, que  Felipe  11  hubiese  hecho  sa- 
car en  1545  una  copia  en  miniatura  del 
célebre  cuadro,  y  que,  pasado  ya  el  1567, 
en  que  vino  á  España  Cincinato,  le  diese 
la  orden  de  pintarle  unos  postigos  para 
convenirlo  en  altar  de  viaje.  Una  vez 


hecho  el  tríptico,  no  había  de  gustar  al 
rey  seguramente;  y  así  es  muy  verosí- 
mil y  aun  laudable  que  lo  regalase  al 
Sr.  Verástegui...  ó  á  cualquiera;  yya  está 
esa  noble  familia  en  posesión  del  donati- 
vo regio.  Al  principio  á  nadie  se  le  ocu- 
rría, naturalmente,  hacer  aplicaciones  de 
los  personajes  á  la  familia  real,  pero, 
andando  el  tiempo,  algún  erudito  encon- 
tró parecido  entre  el  burgomaestre  y  Fe- 
lipe el  Hermoso,  como  le  sucede  á  V.,  le 
pintaron  un  toisón  de  oro,  y  ya  tenemos 
á  la  familia  republicana  de  Suiza  conver- 
tida en  familia  imperial  de  Austria.  Y 
como  esto  daba  más  valor  al  regio  don  y 
por  lo  tanto  mayor  brillo  á  los  pergami- 
nos de  los  Dehesa  ó  Hedesa  y  Veráste- 
gui, es  natural  que  al  sacudirles  el  polvo 
en  1672  hiciesen,  con  esa  buena  fe  que 
inspira  la  Vanidad,  pintar  la  leyenda  que 
le  ha  seducido  á  V.,  y  cuyo  latín,  entre 
paréntesis,  acusa  la  época  á  mayor  abun- 
damiento. 

Dispénseme  la  pesadez  de  esta  carta 
escrita  en  vista  de  las  frases  con  que  ter- 
mina V.,  su  artículo,  y  aunque  no  me  creo 
con  autoridad  ni  competencia,  me  he  per- 
mitido responder  á  su  invitación  por  la 
indignación  verdadera  que  me  produjo 
ver  en  la  Exposición  del  Centenario  como 
obra  de  un  tal  Cincinato  uno  de  los  cua- 
dros que  más  han  contribuido  á  mis  an- 
dones artísticas. 

Siendo  muy  joven  visité  el  Museo  de 
Dresde,  cuyas  dos  pricipales  joyas,  ex- 
puestas cada  una  enteramente  sola  en  un 
gabinete  ad-lioc,  son  la  Madona  Sixlina, 
de  Rafael,  y  la  del  burgomaestre  Meyer, 
de  Holbein.  Las  dos  escuelas  se  presen- 
tan allí  en  todo  su  esplendor,  y  al  ver  es- 
tas soberbias  manifestaciones  de  cada 
una,  nadie  que  haya  experimentado  la  pro- 
funda emoción  que  producen  puede  olvi- 
darlas en  su  vida,  ni  siquiera  en  el  más 
pequeño  de  sus  detalles.  En  frente  de 
ellas,  pasando  varias  veces  de  una  á  otra, 
se  llega  á  la  conclusión  de  que  los  estilos, 
las  escuelas,  todo  es  secundario  para  la 
realización  de  la  sublimidad  en  el  arte. 
Y  si  tal  impresión  he  conservado  de  la 
obra  de  Holbein,  ¿  cómo  no  he  de  aprove- 
char la  ocasión  de  deshacer  una  impos 
tura  que  la  achica  y  la  rebaja? 


146 


BOLETÍN 


Ya  sabe  V.  que  es  siempre  suyo  afec- 
tísimo y  antiguo  amigo 

Pablo  Bosch. 


•f-40f-l* 


DESCRIPCIÓN 


REAL  PALACIO  DE  EL  PARDO 


-,  „„  STE  Real  Sitio,  distante  de  la  corte 
"^-  '  unas  dos  leguas,  fué  siempre,  hasta 
los  últimos  años  del  reinado  de 
>[  Carlos  IV,  el  lugar  predilecto  de 
los  "monarcas  españoles,  así  para  las 
grandes  cacerías,  como  para  residir  en 
él  durante  los  meses  de  Diciembre,  Ene- 
ro y  Febrero,  por  su  temperatura  suave 
y  benigna,  mucho  más  grata  y  lleva- 
dera que  la  de  Madrid  en  la  estación  de 
invierno. 

Sus  dilatados  y   anchurosos  bosques, 
cuyos  límites   se  extienden   hasta  muy 
cerca  de  las  elevadas  cumbres  del  Gua- 
darrama, están  accidentados  por  varie- 
dad de  clases  de  terrenos,  como  valles, 
collados ,  llanuras ,  prados  y  colinas,  po- 
blados de  árboles,  arbustos  y  matorrales, 
de  robustas  y  corpulentas  encinas,   de 
chaparrales  bajos  y  extensos  tomillares, 
sobre  los  que  destaca  la  olorosa  retama, 
formando  todo  con  la  alfombra  del  tomi- 
llo y  cantueso,  un  armonioso  y  delicio- 
so conjunto.  El  río  Manzanares,  que  le 
baña  de  Norte  á  Sur,  comunica  al  sitio 
una  agradable  frescura,  y  variedad  de  pa- 
jarillos  dan  nuevo  atractivo  á  aquel  vas- 
to y  amenísimo  recinto.  En  sus  muchos  y 
dilatados  cuarteles,  ricos  en  pastos,  se 
cría    abundante    caza   mayor  y  menor, 
compuesta  de  jabalíes,  venados,  gamos, 
liebres  y  conejos,  abundando  también  las 
perdices,  las  chochas  y  los  ánades,  con 
otras  muchas  aves  de  distintas  especies. 
Prendado  D.  Enrique  111  de  la  ameni- 
dad de  un  sitio  tan   á  propósito  para  el 
descanso  de  los  cuidados  del  reino,  de- 


terminó la  fabrica  de  una  casa  fuerte  ó 
pequeño  palacio  con  torreones,  en  don- 
de con  frecuencia  pasaba  largas  tempo- 
radas, siempre  que  venia  al  morisco  alcá- 
zar de  Madrid. 

D.  Juan  II  y  D.  Enrique  IV  siguieron 
visitando  la  pequeña  casa  de  El  Pardo,  á 
la  que  demostró  éste  último  singular  pre- 
dilección, habiendo  recibido  en  ella  á  va- 
rios embajadores. 

Por  los  años  de  1543,  el  emperador 
Carlos  V  mandó  demoler  el  primitivo 
palacio,  encargando  los  planos  y  edifica- 
ción de  otro  nuevo  y  de  mejores  condi- 
ciones, al  arquitecto  Luis  de  la  Vega, 
que  no  lo  dio  por  terminado  hasta  el  año 
de  1558,  cuando  ya  no  pudo  disfrutarlo 
su  regio  fundador,  por  haber  muerto  en 
el  propio  año  tn  su  retiro  de  Yuste. 

Durante  las  largas  ausencias  del  Em- 
perador ,  su  hijo  D.  Felipe  II  cuidó  con 
particular  esmero  de  la  fabricación  del 
palacio,  compartiendo  su  atención  entre 
ella  y  las  obras  de  restauración  de  los 
alcázares  de  Madrid  y  Toledo,  que  por 
entonces  se  estaban  ejecutando.  Conclui- 
do el  palacio  de  El  Pardo,  quiso  el  Monar- 
ca adornarlo  y  enriquecerlo  con  diver- 
sidad de  objetos  artísticos,  encargando 
las  pinturas  de  los  muros  y  bóvedas  á 
los  más  eminentes  y  renombrados  pinto- 
res de  la  época,  entre  los  cuales  sobresa- 
lían, Gaspar  Becerra,  Jerónimo  de  Cabre- 
ra, Teodosio  Mingot  y  Juan  Bautista 
Castelio  Bergamasco,  sin  olvidar  los  cua- 
dros de  cacerías  y  retratos,  estos  últimos 
en  número  de  cuarenta  y  siete  entre 
príncipes,  reyes  é  infantes  y  famosos 
capitanes,  ejecutados  por  Ticiano,  Anto- 
nio Moro,  Alonso  Sánchez  Coello,  Panto- 
ja  de  la  Cruz  y  otros  no  menos  afamados 
artistas,  cuya  descripción  hizo  Argote  de 
Molina  en  su  libro  de  la  montería  que  de- 
dicó á  Felipe  II. 

Un  voraz  incendio,  acaecido  el  13  de 
Marzo  de  1604  y  que  no  fueron  parte  á 
contener  los  desesperados  esfuerzos  que 
para  atajarle  se  hicieron ,  ct  ncluyó  para 
siempre  con  la  maycr  parte  de  las  pre- 
ciosidades que  la  solicitud  del  monarca 
había  ido  acumulando ,  sufriendo  igual 
suei  te  gran  parte  de  la  fabrica,  que  quedó 
resentida  en  su  totalidad. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


147 


Deseoso  D.  Felipe  III  de  reparar  en  lo 
posible  tan  lamentable  pérdida,  dispuso 
que  á  la  mayor  brevedad  se  diese  prin- 
cipio á  su  restauración,  á  cuyo  fin  expi- 
dió Real  cédula  en  Valladolid  á  5  de  Julio 
del  mismo  año,  fijando  en  80.000  ducados 
la  cantidad  que  se  calculaba  necesaria 
para  las  obras.  De  su  ejecución  fué  encar- 
gado el  arquitecto  Francisco  de  Mora, 
quien,  dando  inmediatamente  principio  á 
los  trabajos,  no  pudo  menos  de  introdu- 
cir varías  reformas  que  la  conveniencia 
requería,  entre  ellas  la  nueva  distribución 
de  algunas  habitaciones,  quedando  empe- 
ro la  forma  exterior  del  edificio  iguálala 
que  tenia,  es  decir,  un  cuadrado  perfecto 
con  una  torre  en  cada  uno  de  sus  cuatro 
ángulos  y  rodeado  todo  de  un  foso  muy 
capaz,  sembrado  de  cuadros  de  boj,  en 
los  que  se  plantaron  muchos  árboles 
de  sombra  y  frutales. 

Las  pinturas  de  las  bóvedas  fueron 
encomendadas  á  los  más  distinguidos 
artistas  y  estuquistas  de  S.  M.,  distribu- 
yéndose el  decorado  en  esta  forma.  A 
Eugenio  Caxés  la  sala  de  audiencia,  y  la 
galería  de  la  Reina  á  Bartolomé  y  Vicen- 
te Cardúcelo;  la  galería  de  Mediodía  del 
cuarto  del  Rey  y  el  tocador  de  la  Reina  á 
Juan  de  Soto;  los  dormitorios  á  Fabricio 
Castello,  á  Luis  de  Carvajal;  y  á  Alejan- 
dro Semán  dos  piezas;  la  escalera  que 
sube  á  la  cámara  de  la  Reina,  á  Jeróni- 
mo de  Mora,  y  á  Francisco  López  la  que 
da  á  las  habitaciones  del  Re}' ,  en  una  de 
de  las  cuales,  que  fué  la  sala  de  vestir  de 
S.  Rí.,  se  colocaron  una  serie  de  retratos 
de  la  casa  real  de  Austria,  en  su  mayor 
parte  pintados  por  Bartolomé  González. 
Durante  los  reinados  de  D.  Felipe  I V ,  Car- 
los II  y  Felipe  V,  permaneció  este  real 
sitio  sin  reformas  de  ninguna  especie  en 
su  planta,  hasta  que  D.  Carlos  III  deter- 
minó darle  mayores  proporciones  y  co- 
modidad, á  cuyo  fin  encargó  en  1772  á  su 
arquitecto  D.  Francisco  Sabatini,  que, sin 
variar  la  primitiva  forma,  aumentase 
otro  cuadro  por  la  parte  del  Este,  igual 
en  un  todo  á  la  que  existía.  A  este  efecto, 
fué  preciso  derribar  dos  torres,  y  prolon- 
gándose sus  resaltos ,  se  formaron  dos 
puertas  principales ,  la  una  mirando  al 
Sur,  y  la  otra  á  la  fachada  del  Norte, 


ambas  en  comunicación  por  medio  de  un 
patio  central  que  da  paso  cómodo  á  los 
coches,  con  lo  que,  y  otro  patio,  puede 
asegurarse  que  Carlos  III  hizo  más  de  la 
mitad  del  palacio  fundado  por  Carlos  V. 

Con  esta  acertada  mejora,  cobró  el 
edificio  mayor  majestad  y  más  severidad 
de  líneas,  resultando  la  figura  de  un 
paralélogramo  rectángulo,  cuya  área  es 
poco  masó  menos  de  72,260pies  cuadrados. 

Sin  detenernos  en  más  detallada  expli- 
cación del  palacio  y  de  las  muchas  de- 
pendencias que  se  le  agregaron,  diremos 
que  sólo  quedan  cinco  salas  decoradas  de 
las  sesenta  y  tres  de  que  se  componía 
en  la  época  de  la  reedificación,  mandadas 
hacer  por  Felipe  III,  cuyos  techos  paten- 
tizan el  gusto  de  su  ornamentación  y  la 
importancia  de  los  frescos  que  hubieron 
de  lucir  las  demás. 

Las  reedificaciones  sucesivas,  con  el 
aumento  de  tabiques,  dividiendo  grandes 
salas  y  rebajando  los  techos  á  otras, 
fueron  parte  á  que  las  pinturas  de  los 
unos  desmerecieran,  y  las  de  otros  con 
sus  adornos  desaparecieran  por  completo. 

D.  Antonio  Ponz,  en  su  obra  titulada 
Viaje  por  España,  asegura  que  en  su 
tiempo  aún  llegó  á  ver  algunas  bóvedas 
pintadas  por  Becerra  y  el  Bergamasco, 
siendo  una  de  ellas  la  que  afortunada- 
mente se  conserva,  perteneciente  sin  duda 
á  las  que  mandó  hacer  Felipe  II  y  que 
corresponden  á  la  torre  del  Oeste,  de  las 
cuales  hace  mención  Vicente  Carducci 
en  sus  Diálogos  de  la  pintura  y  D.  An- 
tonio Palomino  en  su  Arte  pictórico. 

No  sólo  en  tiempo  de  Carlos  III  se  pin- 
taron algunos  techos,  una  vez  terminadas 
las  obras  de  ensanche,  sino  que  D.  Car- 
los IVy  también  su  hijo  D.  Fernando  VII, 
encomendaronálos  artistas  de  su  tiempo 
la  ejecución  al  fresco  de  varios  techos 
en  esta  forma.  Las  salas  señaladas  con 
los  números  ocho  y  nueve,  fueron  pinta- 
das por  D.  Francisco  Bayeu  y  represen- 
tan á  Apolo  premiando  las  artes ,  y  en  la 
segunda,  que  es  el  suntuoso  comedor,  la 
monarquía  española  en  un  trono,  acom- 
pañada de  las  artes ,  con  otras  figuras 
alegóricas. 

La  sala  tercera  es  de  Maella,  en  la 
que  se  representa  la  Justicia  con  la  Abun- 


148 


boletín 


dancia  y  en  otra  bóveda  la  diosa  Palas 
abatiendo  los  vicios. 

En  la  sala  sexta  fingió  D.  Juan  Ribera 
la  España  acompañada  de  los  más  emi- 
nentes artistas,  poetas,  escritores  y  con- 
quistadores. 

El  techo  de  la  sala  séptima  ,  que  es  de 
los  Embajadores,  fué  pintado  al  tem- 
ple por  D.  Juan  Gálvez,  representando 
el  cornisamento  las  provincias  de  España, 
significadas  por  jóvenes  con  los  trajes  y 
atributos  que  las  distinguen. 

La  bóveda  de  la  once,  fué  pintada  por 
D.  Zacaríasi  Velázquez,  en  la  que  repre- 
sentó la  España  victoriosa  con  la  Sober- 
bia y  la  Discordia  á  sus  pies. 

La  sala  cuarenta  y  tres  fué  ejecutada 
al  temple  por  el  antedicho  artista,  y  re- 
presenta los  cuatro  episodios  más  culmi- 
nantes de  la  historia  de  Isabel  I,  per- 
teneciendo los  adornos  de  las  restantes, 
en  su  mayor  parte  de  estucos  y  dorados, 
á  D.  Roberto  Michel,  cubriéndose  por 
último  los  muros  con  ricos  tapices  la- 
brados en  la  famosa  fabrica  de  Madrid, 
los  cuales  constituyen  sin  duda  el  mejor 
adorno  del  palacio,  por  la  belleza  de  sus 
tintas,  por  lo  exquisito  de  su  tejido  y  por 
la  exactitud  de  la  copia  de  los  bocetos 
hechos  por  Goya,  Bayeu ,  y  D.  José  Cas- 
tillo, con  otras  más  de  cuadros  de  Te- 
niers  ,  representando  cacerías ,  costum- 
bres españolas ,  escenas  campestres,  ti- 
pos, costumbres  de  Madrid  y  de  otras 
provincias,  con  varios  paisajes  de  la  his- 
toria del  famoso  hidalgo  manchego  don 
Quijote  *. 

Pasemos  ahora  á  las  cinco  salas  que 
ostentan  su  decoración  primitiva,  ó  sea 
las  bóvedas  que  fueron  pintadas  después 
del  incendio  de  1604. 

En  la  galería  llamada  de  antiguo  ga- 
lería de  la  Reina,  donde  Felipe  II,  dispu- 
so la  colocación  de  los  cuarenta  y  siete 
retratos  de  que  antes  se  hizo  mención, 
se  formaron  en  tiempo  de  Carlos  III,  las 
salas  cuarenta  y  cuatro ,  cuarenta  y  cinco 
y  cuarenta  seis :  dicha  galería  mira  al 


1  Los  bocetos  de  estos  tapices,  y  algunos  otros  que 
se  hallan  en  el  palacio  del  monasterio  de  San  Loren- 
zo, están  colocados  en  las  salas  altas  del  Museo  del 
Prado. 


Norte  y  su  grandiosa  bóveda  esta  pintada 
por  Eugenio  Caxés.  Entre  la  variedad 
de  adornos  relevados  de  estuco,  pintados 
unos  y  dorados  otros,  así  como  todo  el 
cornisamento,  con  la  escocia  que  corría 
por  sus  cuatro  lados,  fórmanse  recua- 
dros y  medallones,  consagrados  exclusi- 
vamente á  la  representación  de  los  prin- 
cipales pasajes  de  la  vida  del  casto  José* 

La  sala  cuarenta  y  ocho,  cuyo  frente 
da  á  la  fachada  de  Oeste,  que  es  donde 
se  encuentra  la  puerta  principal,  de  or- 
namento plateresco  muy  sencillo ,  prime- 
ra que  tuvo  el  palacio,  se  halla  decorada 
con  el  mismo  gusto  que  la  anterior,  y  fué 
pintada  por  Vicente  Carducci,  que  repre- 
sentó una  cacería  de  venados  en  un 
ameno  y  frondoso  país.  En  el  cielo,  apa- 
rece la  Aurora  guiando  su  carro,  tirado 
por  tres  caballos,  y  esparciendo  flores 
por  el  campo.  Esta  bóveda  se  halla  divi- 
dida por  doce  lunetos ,  en  cuyo  centro 
vense  países  alusivos  á  los  meses  del 
año. 

Adornan  la  bóveda  de  esta  sala  varios 
episodios  de  la  vida  de  Ester,  encerrados 
en  recuadros  guarnecidos  de  adornos 
de  estuco,  pintados  y  con  toques  de  oro, 
y  en  las  enjutas  se  ven  matronas  simboli- 
zando virtudes:  contiene  como  la  anterior 
doce  lunetos,  sobre  los  cuales  se  ven  los 
signos  del  Zodíaco. 

La  sala  cincuenta  y  cuatro  se  halla 
situada  en  la  torre  que  mira  á  Ponien- 
te y  Mediodía,  y  su  bóveda  conserva 
como  muestra  de  las  antiguas  techumbres 
que  decoraban  la  regia  estancia,  una  re- 
liquia gloriosa  del  afamado  pincel  de 
Gaspar 'Becerra,  que  tantas  pruebas  dejó 
de  su  talento  en  este  real  sitio. 

Episodios  de  las  fábulas  de  Andróme- 
da, Medusa,  Danae  y  Perseo,  son  los 
asuntos  que  decoran  la  bóveda,  agrupa- 
dos con  exquisito  gusto,  y  realzados  por 
figuras  alegóricas  talladas  en  madera  y 
doradas,  que  desgraciadamente  han  su- 
frido no  muy  acertadas  reformas  en  épo- 
ca no  muy  lejana. 

Vicente  Poleró. 


1.291.  Establecimiento  tipográfico  de  Agustín  Avrial, 
San  Bernardo,  92. 


BOLKTIN 


DE   LA 


llflli  ¥  P^ 


I      U 


DIRECTO  R  : 
EL  VIZCONDE  DE  PALAZUELOS,  Secretario  general  de  la  Sociedad. 


ANO  III 


MadPid    1."  de  Octabpe  de    LS05 


NUM.  32 


EXCURSIONES 


Los  túmulos  de  Canillas  del  Serrano. 


lo   por  virtud,    sino   por   vicio, 


como  diría  el  otro,  por  mis  afi- 
^i^  ciones  á  la  Arqueología ,  antes 
de  honrarme  con  pertenecer  á  la  Socie- 
dad Española  de  Excursiones  perte- 
necí á  la  sevillana  (de  la  que  fui  uno 
de  sus  once  fundadores),  y,  bajo  la  di- 
rección del  sabio  catedrático  D.  Ma- 
nuel Sales  y  Ferré,  no  dejé  de  tomar 
parte  en  cuantas  exploraciones  se  em- 
prendieron, realizando  otras  muchas 
por  mí  solo. 

Si  no  siempre ,  algunas  veces  vi  co- 
ronados por  el  éxito  mis  asiduos  y  pe- 
nosísimos trabajos ;  pero  de  todos  los 
pequeños  descubrimientos  hechos  du 
rante  mi  estancia  en  la  región  andalu- 
za, ninguno  fué  tan  pregonado  como  el 
que  menos  fatigas  me  costó  y  en  el  que 
tuve  por  compañero  á  mi  buen  amigo 
D.  Feliciano  Candau  y  Pizarro. 

Me  refiero  á  los  túmulos  de  la  dehe- 
sa de  Canillas  del  Serrano,  denuncia- 
dos por  nosotros  el  7  de  Noviembre  de 
1890,  y  de  los  que  casi  al  otro  día  da- 
ban cuenta  en  la  siguiente  forma  los 
Anales  de  la  Sociedad  Española  de  His- 


toria Natural  (tomo  XIX,  pliego  3, 
pág.  33),  en  el  extracto  de  las  últimas 
sesiones: 

"El  Sr.  Calderón  envió  esta  nota. 

„En  una  excursión  emprendida  á  la 
dehesa  de  Canillas,  término  de  Guille- 
na,  los  Sres.  D.  Feliciano  Candau  y 
Pizarro  y  D.  José  Cáscales  y  Muñoz, 
han  descubierto  recientemente  un  im- 
portante túmulo  prehistórico  que,  se- 
gún la  noticia  de  estos  exploradores, 
representa  la  transición  de  los  primi- 
tivos dólmenes  de  la  edad  neolítica  á 
los  túmulos  de  corredor  de  la  época  del 
bronce.  El  plano  de  la  construcción 
forma  un  trapecio  de  7,15  metros  de 
de  altura ,  cuyas  bases  paralelas  tienen 
respectivamente  1,43  y  0,83  metros  de 
longitud;  los  lados  paralelos  están 
construidos  por  enormes  piedras ,  no 
talladas,  de  l,2v5  metros  de  altura  me 
día  que,  colocados  verticalmente,  sin 
cemento  de  ninguna  clase,  sostienen  el 
considerable  peso  de  otros  monolitos 
largos  que,  puestos  horizontalmente, 
forman  la  techumbre. 

„Hay  en  este  curioso  monumento 
una  parte  ensanchada,  que  serviría  de 
cámara  funeraria,  en  la  que  se  deposi- 
taría el  cadáver  sentado  ó  acurrucado; 

19 


150 


BOLETIX 


modo  de  enterramiento  distinto  del 
usado  más  tarde  en  las  épocas  del 
bronce  ó  del  hierro.  No  se  han  hallado 
objetos  en  este  túmulo,  que  sin  duda  ha 
debido  ser  profanado ;  pues  el  nombre 
de  Puerto  de  los  entierros  que  tiene  el 
sitio,  indica  que  de  antiguo  son  conoci- 
dos en  el  país  estos  monumentos,  se- 
gún ocurre  de  ordinario  en  análogos 
casos.  „ 

La  Crónica  Científica  de  Barcelona, 
en  su  número  313,  la  Reviie  Archéolo- 
gique  de  París  en  su  tomo  XVI,  pági- 
na 287,  y  otros  muchos  periódicos  y 
revistas  extendieron  la  noticia  con  pas- 
mosa celeridad;  no  faltando  quien  al 
darla  hiciese  alarde  de  su  erudición, 
cual  lo  demuestran  estos  párrafos  que 
copio  de  El  Posihilista  de  Sevilla,  nú- 
mero del  14  de  Noviembre  de  aquel 
mismo  año: 

"Los  progresos  que  en  estos  últimos 
años  ha  alcanzado  la  prehistoria   son 
patentísimos,  y  á  ninguna  persona  me- 
dianamente instruida  se  oculta  la  mar- 
cha lenta,  pero  segura,  de  la  ciencia 
que  trata  de  reconstruir,  en  lo  posible, 
la  historia  primitiva  del  hombre  á  tra- 
vés de  la  dilatada  época  en  que  se  ca- 
rece de  todo  testimonio  y  no  se  cuenta 
con  otra  ayuda  que  la  prestada  por  la 
Geología,  la  Antropología,  la  Arqueo- 
logía y  la  Paleontología;  ciencias  cuyo 
auxilio,  si  bien  no  deja  de  ser  bastante 
poderoso,  es,  sin  embargo ,  deficiente 
„Hoy  hay  que  añadir  nuevos  mate- 
riales, que  aumentarán  seguramente  el 
caudal  de  datos  con  que  actualmente 
cuenta  la  prehistoria,  para  establecer 
sus  admirables  conclusiones.  El  hom- 
bre, cuya  aparición  data,  de  una  mane 
ra  cierta,  del  comienzo  de  la  época  cua- 
ternaria, no  obstante  encontrarse  hue 
Has  de  su  presencia  en  la  época  tercia- 
ría, á  partir  del  período  eoceno,  no  se 
ocupó  en  sepultar  á  sus  cadáveres  has- 
ta los  comienzos  del  período  neolítico. 
Desde  la  época  en  que  el  hombre  pu- 
limenta la  piedra  sin  abandonar  por 


completo  la  talla  y  en  la  que  la  raza  de 
Furfooz  emigra  del  Oriente  al  Occiden- 
te, donde  se  cruza  con  los  restos  deca- 
dentes de  su  antecesora  la  raza  de  Cro- 
Magnón;  desde  ésta  época,  repetimos, 
aparecen  por  vez  primera  los  lugares 
de  sepultura  tales  como  los  dólmenes, 
túmulos,  crom'lechs  y  menhires;  las 
sepulturas  de  gigantes  de  Cerdeña,  los 
chulpas  del  Perú  y  los  motinás  de  la 
América  del  Norte. 

„A  la  segunda  de  estas  diferentes 
clases  de  sepultura ,  á  los  túmulos,  se 
refiere  el  descubrimiento  recientemen- 
te realizado  en  la  dehesa  de  Canillas, 
por  los  Sres.  Cáscales  y  Candan,  discí- 
pulos del  ilustre  profesor  de  Historia 
Universal  de  esta  Universidad,  Sr.  Sa- 
les y  Ferré, 

„ Guiados  por  el  nombre  de  Puerto 
de  los  entierros  con  que  es  conocida 
una  parte  de  aquellas  tierras,  y  por 
la  forma  característica  de  algunos 
montículos  que  en  este  sitio  se  levan- 
tan, hicieron  cavar  en  uno  de  ellos, 
consiguiendo  que  la  realidad  respon- 
diese á  lo  imaginado. 

En  este  monumento  ,  único  en  su 
clase  que  sepamos  existe  en  Andalu- 
cía, la  parte  ancha  hacía  el  oficio  de 
cámara  funeraria,  en  la  que  se  coloca- 
ba el  cadáver 

« 

Reproducidas  las  anteriores  líneas, 
que  me  economizan  describir  la  natu- 
raleza y  el  actual  estado  del  megalítico 
monumento,  daré  á  conocer  con  más 
detalles  cómo  y  por  qué  se  descubrió  el 
citado  túmulo,  al  que  rodean  otros  mu- 
chos de  su  clase,  y  una  extensa  necró- 
polis romana;  habiéndome  movido  á 
tratar  esta  cuestión  la  lectura  de  dos 
libros  impresos  hace  muy  poco  (ambos 
con  el  título  de  Prehistoria  de  la  pro- 
vincia de  Sevilla,  y  escritos  por  mi 
compañero  el  Sr.  Candan  y  el  laborio- 
so D.  Carlos  Cañal),  donde  he  visto 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


nuevamente  citados  los  enterramientos 
prehistóricos  de  Canillas. 


*  * 


Aún  no  había  obtenido  ni  el  grado 
de  Bachiller,  é  ignoraba  por  entonces 
hasta  el  nombre  de  las  ciencias  arqueo- 
lógicas, cuando  estando  un  día  de  caza 
en  la  ya  dicha  finca  de  mi  padre,  me 
senté  á  descansar,  acompañado  de  uno 
de  los  guardas,  sobre  unos  enormes  pe- 
druscos  que,  colocados  horizontalmen 
te  encima  de  otros  verticales,  consti- 
tuían una  especie  de  albañal. 

Como  llamara  mi  atención  la  forma 
de  aquellos  monolitos,  satisfizo  mi  cu- 
riosidad el  campesino  diciéndome  que 
eran  parte  de  un  entierro  de  los  moros^ 
semejante  al  cual  podía  enseñarme 
otros  muchos  de  los  que  extraían  fre- 
cuentemente piedras  de  yesca  y  esque- 
letos muy  grandes. 

Me  di  por  satisfecho  con  tan  sencilla 
explicación  y  no  volví  á  pensar  en  tan, 
para  mí,  originales  sepulcros,  hasta 
que  siendo  alumno  de  la  Universidad  de 
Sevilla  hice  una  excursión  á  los  dól 
menes  de  Castilleja  de  Guzmán ,  en 
compañía  de  D.  Manuel  Sales  y  de 
otros  estudiantes,  quienes,  como  yo, 
cursaban  la  Historia. 

Aunque  de  época  y  carácter  distin- 
tos á  las  construcciones  de  Canillas  del 
Serrano,  la  vista  de  aquellos  dólmenes 
me  sugirió  la  idea  de  que  las  sepultu- 
ras de  que  tan  poco  caso  había  hecho 
siendo  niño,  debieran  ser  prehistóri 
cas,  y  no  del  pueblo  árabe. 

Hice  un  esfuerzo  para  recordarlas 
bien,  y  las  describí  á  los  demás  excur- 
sionistas, quienes  convinieron  en  dar- 
me la  razón,  animándome  á  que  visita- 
ra otra  vez  aquellos  sitios  y  les  traje- 
se datos  más  concretos,  para  secundar- 
me ellos  si  la  cosa  lo  merecía. 

Ofrecí  complacerlos  en  la  primera 
ocasión  que  mis  ocupaciones  de  esco- 
lar lo  permitiesen;  y  aunque  por  va- 
rios motivos  no  pudo  ser  tan  pronto 


151 


como  todos  deseábamos,  algún  tiempo 
después  de  licenciado,  no  habiendo 
echado  en  olvido  mi  palabra,  invité 
para  la  empresa  al  Sr.  Candau  y  Piza- 
rro,  y  con  tan  selecto  acompañante 
marché  á  Canillas  en  Noviembre  de 
1890. 

De  dos  medios  disponíamos  para 
realizar  la  expedición:  hacerla  toda  á 
caballo,  pasando  por  Guillena,  ó  to- 
mar la  diligencia  hasta  las  Ventas  de 
la  Pajanosa  y  desde  aquí  dirigirnos  en 
caballería  á  la  dehesa,  distante  unos 
seis  kilómetros. 

Optamos  por  este  último,  y  á  las  ocho 
de  la  mañana  del  día  6,  salimos  de 
Sevilla  en  tan  molesto  coche,  llegando 
á  las  famosas  ventas  á  la  una  de  la 
tarde. 

Antes  de  emprender  la  segunda  jor- 
nada creímos  oportuno  reparar  las 
fuerzas,  y  en  demanda  de  alimento 
nos  encaminamos  á  uno  de  los  meso- 
nes. Al  preguntar  á  la  posadera  por 
los  comestibles  de  la  casa  ,  nos  contes- 
tó, como  suelen  hacerlo  todas  las  pa- 
tronas  de  su  clase ,  "  que  ella  tenía  de 
todo  y  podíamos  pedir  cuanto  quisiéra- 
mos. „  Sin  embargo,  resultó  que  no  tenía 
de  nada;  mas  al  fin  compró  unos  pollos 
que,  aderezados  con  arroz,  nos  supie- 
ron á  gloria,  merced  á  nuestro  apetito; 
y,  satisfecho  éste,  reanudamos  el  viaje. 

Mal  lo  habíamos  pasado  hasta  allí, 
oprimidos  como  sardinas  en  banasta, 
y  martirizados  por  el  zarandeo  del  ve- 
hículo; pero  desde  la  carretera  á  la  fin- 
ca no  lo  pasamos  mejor,  subiendo  y 
bajando  empinadas  cuestas,  marchan 
do  siempre  por  estrechísimas  veredas, 
al  lado  de  las  cuales  se  abrían  profun 
dos  precipicios,  en  los  que  mi  compa 
ñero,  menos  avezado  que  yo  á  tales  pe  • 
ligros,  creía  caer  á  cada  instante,  y  re- 
cibiendo, por  añadidura,  las  expresi- 
vas caricias  del  monte  que  á  veces  azo- 
taba nuestros  rostros. 

Por  todos  estos  inconvenientes  an 
dábamos  tan  despacio,  que  cuando  lle^ 


152 


boletín 


gamos  á  la  casa  de  Canillas  no  era 
hora  de  ir  á  ver  los  túmulos,  sino  de 
cenar  y  acostarse,  hasta  que  Febo  vol- 
viera á  iluminarnos. 

Apenas  amanecía  cuando,  seguidos 
por  varios  obreros,  provistos  de  aza- 
dones y  piquetas,  nos  dirigíamos  impa- 
cientes al  Puerto  de  los  entierros. 

Para  llegar  al  anhelado  Puerto,  que 
se  encuentra  á  media  legua  de  la  casa , 
necesitábamos  cruzar  un  ancho  valle, 
cubierto  de  los  fragmentos  de  roca 
(convertidos  en  cantos  rodados)  y  de 
la  tierfa  y  malezas  que  las  lluvias,  de 
muchos  siglos  quizá,  habían  ido  arras- 
trando de  las  montañas  laterales ,  for- 
mando uti  vasto  depósito,  con  todo  el 
aspecto  de  los  terrenos  de  aluvión. 

Mientras  yo  caminaba  silencioso, 
tratando  de  reconstruir  en  mi  cerebro 
la  sepultura  que  íbamos  á  ver,  mi 
amigo,  ante  el  carácter  de  aquel  suelo, 
me  suponía  equivocado  y,  acusándome 
de  iluso,  se  mostraba  arrepentido  de 
haber  hecho  tan  incómodo  viaje  para 
encontrarse  tal  vez  con  alguna  cone- 
jera. Cuando  mayor  era  su  disgusto 
distinguí  sobre  la  falda  de  una  cuesta 
el  montículo  artificial  que,  interrum- 
piendo la  pendiente  de  aquélla,  se  des- 
tacaba á  lo  lejos,  indicando  el  lugar 
que  perseguíamos,  hacia  el  que  llamé 
en  seguida  la  atención  de  Feliciano 

Verlo  éste,  lanzar  una  exclamación 
de  alegría,  y  echar  á  correr  hacia  el 
pequeño  monte,  fué  todo  obra  de  un 
momento. 

Una  vez  sobre  el  curioso  túmulo,  hi- 
cimos arrancar  las  espesas  matas  de 
cascajo  y  jara  que  lo  cubrían  por  com- 
pleto y  se  procedió  á  sacar  la  tierra 
que  cegaba  al  corredor  y  á  la  rotonda. 
Después  tomamos  las  medidas  que  ya 
conoce  el  lector,  y, animados  con  aquel 
primer  hallazgo ,  reconocimos  minucio 
sámente  todo  el  término ,  practicando 
exploraciones  que  no  resultaron  in- 
fructuosas. 


Existe  en  aquellos  campos  una  ver- 
dadera población  de  túmulos  que  se 
destacan  á  la  simple  vista,  no  ya  del 
arqueólogo,  sino  de  persona  más  in- 
competente, á  quien  por  lo  menos  ha  de 
sorprender  la  presencia  de  tantos  mon- 
tones de  tierra  colocados  en  las  ver- 
tientes y  en  las  cúspides  de  los  cerros. 
Muchos  de  ellos  han  sido  registrados, 
y  otros,  como  ocurre  con  uno  del 
"Barranco  de  los  junciales„  muestran 
hundidos  la  cámara  y  el  corredor,  re- 
velándose su  plano  en  la  depresión  del 
suelo;  pero  los  más  permanecen  in- 
tactos, y  es  de  suponer  que  si  se  ex- 
ploraran discretamente,  aportarían 
gran  número  de  osamentas  humanas 
y  objetos  de  la  manufactura  primitiva. 

Al  lado  de  estos  túmulos,  aunque 
abundando  más  que  en  Canillas  en  la 
inmediata  dehesa  del  Campillo  (pro- 
piedad de  D.  Andrés  Parladé),  se  des- 
cubren á  cada  paso  otros  sepulcros  de 
forma  cuadrangular,  tan  toscamente 
fabricados,  que,  al  ver  uno  que  se  ha- 
llaba descubierto,  lo  supusimos  al 
pronto  obra  de  los  trogloditas.  Mas  no 
tardó  en  desvanecerse  tal  creencia 
así  que  hicimos  excavar  en  otro  seme- 
jante, en  cuyo  interior  aparecieron, 
mezclados  con  ceniza,  varios  huesos 
carbonizados  y  diferentes  piezas  de 
cerámica   romana. 

J.  Cáscales  y  Muñoz. 


i-=oijaJO»30oar— M 


SECCIÓi^  DE  CIENCIAS  HISTÓRICAS 


LA  ESTACIÓN  PREHISTÓRICA  DE  SEGÓRRIGA 


(Contintiación.) 
III 

Residuos  alimenticios. 

i\f  consecuencia  de  un  aconteci- 
I5  miento  cuya  naturaleza  me  pa- 
rece imposible  determinar  con 
precisión,  fué  la  cueva,  mucho  antes 
de  amanecer   los  tiempos  históricos, 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


153 


trastornada  y  vuelta  de  arriba  abajo. 
Los  hombres  que  en  ella  habían  esta 
blecido  su  morada  ó  encontrado  un  re- 
fugio, perecieron  víctimas  de  una  im- 
prevista catástrofe.  Me  parece  inútil 
detenerme  en  discutir  las  hipótesis  que 
un  atento  examen  ha  despertado,  y  ten- 
go por  mejor  y  más  científico  pregun- 
tar al  mismo  suelo  de  la  caverna  lo 
cierto  que  nos  pueda  revelar  por  lo 
que  toca  á  las  generaciones  que  lo  han 
pisado  y  no  poner  el  pie  en  el  terreno 
de  las  conjeturas.  En  las  diversas  ca- 
pas de  tierra  del  dicho  suelo  conviene 
buscar,  como  en  las  hojas  de  un  libro, 
la  historia  de  esas  edades  tan  lejanas. 

Hállase  el  piso  primitivo  de  la  cueva 
cubierto  con  varias  capas  de  tierra  y 
residuos  sobrepuestos  unos  á  otros,  y 
cuyo  número  variable  en  las  distintas 
salas,  es  generalmente  tanto  mayor 
cuanto  menor  es  el  declive,  5'-  llega  en 
algunos  puntos  hasta  doce.  En  todas 
hemos  observado  restos  de  cerámica, 
pedazos  de  carbón ,  huesos  humanos  y 
de  animales,  armas,  instrumentos,  ob- 
jetos de  diferentes  formas  y  usos,  de  los 
cuales  unos  parecen  haber  servido  de 
adorno  á  los  trogloditas,  y  otros  á  al- 
gún culto  religioso. 

Todos  estos  restos  se  presentan  sin 
orden  á  la  vista  del  explorador,  de  tal 
suerte,  que  sólo  con  gran  temeridad 
podría  tomarse  su  diversa  posición  en 
las  estratas,  como  base  de  una  distin 
ta  época  y  civilización:  por  esta  razón, 
sin  preocuparme  más  de  lo  que  con  • 
viene  del  lugar  en  que  los  encontré,  los 
daré  á  conocer  sucesivamente. 

La  estrata  inferior  está  generalmen 
te  formada  con  tierra  rojiza  proceden- 
te del  mismo  piso  de  la  gruta  ;  á  dicha 
estrata  se  sobrepone  en  muchos  puntos 
otra  capa  de  ceniza  de  color  gris  ó 
blancuzco,  en  la  cual  es  bastante  fre- 
cuente el  encontrar  pedazos  de  carbón 
medio  quemado ,  y  aun  de  leña  respe- 
tada por  las  llamas.  Algunas  veces  es 
tan  abundante  el  carbón  que  llega  á 


formar  un  lecho  del  todo  distinto,  en 
el  que  aparecen  montoncitos  de  fosfa- 
to de  cal,  residuo  de  la  combustión  de 
los  huesos;  lo  mismo  se  ha  notado  en  la 
cueva  de  Gourdon  visitada  por  Mon- 
sieur  Piette. 

Parece  que  la  carne  formaba  la  parte 
principal  de  la  alimentación  de  nues- 
tros trogloditas;  así  fué  en  muchas  re- 
giones, como  lo  observa  el  Sr.  Mar- 
qués de  Nadaillac  en  su  hermoso  libro 
McEiirs  et  moHitments  des  peuples  pré- 
historiques.  Los  restos  de  venado  y 
animales  domésticos  que  abundan  alre- 
dedor de  los  hogares  son  una  prueba 
de  dicha  opinión.  Entre  ellos  he  podi- 
do clasificar  huesos  de  ciervos ,  corzos, 
cabras,  carneros,  bueyes,  caballos  y 
cerdos,  unos  medio  tostados  y  otros 
que  parecen  haber  sido  descarnados 
sin  pasar  por  el  fuego. 

Los  huesos  largos  están  partidos  á 
veces  de  una  apófisis  á  otra,  y  aun  di- 
vididos y  quebrantados  en  un  sinnú 
mero  de  fragmentos. 

Sólo  encontramos  dos  cráneos  ente- 
ros, uno  de  perro  y  otro  de  carnero; 
parecen  los  demás  haber  sido  abiertos 
para  extraer  los  sesos. 

Con  algún  interés  puédese  notar  que 
los  huesos  de  animales  completamente 
desarrollados,  no  se  encuentran  tan  á 
menudo  como  los  de  individuos  de  me- 
nor edad,  sin  duda  porque  estos  podían 
procurárselos  con  más  facilidad,  bien 
con  lazos  ú  otros  útiles  de  caza;  pero 
siendo  de  notar  que  no  sólo  con  el  ve- 
nado, sino  también  con  los  animales 
domésticos  se  observa  lo  mismo. 

También  se  han  recogido  huesos  de 
aves,  pero  en  menor  cantidad  que  de 
mamíferos;  puedo  señalar  el  cisne,  el 
tetras,  el  pato  silvestre,  y  la  avutarda. 

Mezclados  con  estos  huesos,  quebra- 
dos y  tostados  del  mismo  modo,  yacían 
entre  los  residuos  de  los  hogares  res- 
tos humanos,  lo  que  indica  que  los  pri- 
meros moradores  de  la  península  fue- 
ron antropófagos. 


154 


boletín 


La  tesis  del  canibalismo  en  España 
merece  detenido  examen  y  no  la  puedo 
tratar  en  esta  breve  reseña.  Mr.  Car- 
tailhac  y  otros  antropólogos  han  rehu- 
sado con  bastante  ligereza- aceptar  las 
conclusiones  que  presentaban  varios 
exploradores  españoles,  portugueses 
y  franceses,  conclusiones  fundadas  en 
serios  y  auténticos  descubrimientos. 

Además  de  la  carne  de  los  animales 
y  del  hombre,  se  alimentaban  los  tro- 
gloditas con  otras  substancias  en  cuya 
enumeración  nadie  se  extrañará  encon- 
trar trigo,  almendras,  bellotas  y  ceba- 
da, cuyos  restos  ó  cascaras  conserva- 
das por  el  fuego  y  encontradas  en  dos 
ó  tres  salas  de  la  caverna  no  nos  dejan 
la  menor  duda  de  que  hayan  sido  utili- 
zados dichos  alimentos  en  los  primiti- 
vos tiempo  de  nuestras  civilizaciones. 

Dos  moluscos,  el  Mytüiis  edulis,  L. 
y  el  Bulimiis  decollatus,  L.  aparecen 
también  de  vez  en  cuando  en  las  estra- 
tas que  se  aproximan  á  la  entrada. 

P.  Eduardo  Capelle. 


ESCRITURAS  MOZÁRABES  TOLEDANAS 


(CoatinltuCiÓll.) 


XXIX 


Cesión  hecha  por  D.  Hátim  b.  Hátim  y 
su  hermana  Doña  María  en  favor  del  muy 
ilustre  D.  Juan,  Sactistán  de  la  catedral  de 
Santa  María  de  Toledo,  y  como  represen- 
tante de  esta  iglesia,  de  toda  la  tierra  blan- 
ca, sita  en  el  pago  de  Alcardete,  que  perte- 
neció á  Doña  María,  tía  de  los  donantes, 
quien  la  había  adquirido  de  su  marido  Do- 
mingo b.  Yahya  b.  Barbír.  ^i'L-v     .^J)  J^il 

^^r^    J   •••    ky    '^-^-^    ^"-^^    ^'-'l^^.   ^)J^ 


c' 


^^■'  'r 


,i.:>  UJL¿  ^3 ir 


vJ   ¿wav. 


^..  ^r.  ^-  -  ^-,-^,.  Linda 
dicha  tieria:  al  E.,  con  tierra  blanca  de  los 
herederos  de  Sancho  b.  Bezetix?     ,.'  ¿.s^-^) 


(  l^jtjlj;  al  O.,  ídem  de  Pelayo  Pethresde 
Fromista  (üxiu-^y  :>  (^^■5=Lj  ^I^j);  al  S., 
con  la  hoya  ú  hondonada,  en  la  cual  está 
el  prado  (^  jj\  ^^,^  cr^\  'í^^^),  y  al  N., 
con  la  tierra  de  Juan  b.  Barbír    ,,Uj  ¡J^j\) 

Hacen  esta  donación  los  citados  Hátim  y 
María  cumpliendo  una  disposición  testa- 
mentaria de  la  dicha  Doña  María,  su  tía,  y 
para  sufragios  por  su  alma. 

Fecha  en  Febrero  {y  ,^.9)  de  la  Era  1208. 

Firman  como  testigos:   Juan   b.   Pedro 

(í^Ja/;j      yj     y¿.3lj,j),  Domingo  b.  Esléfano  b. 

Aixón  (  .)j^^'  j.y'  (.)3L;;ál  ,j  á.ji;^0_a),  Ma- 
teo b.  Esteban  Al-Karman?  yjLxi;,!  ,j  L¿»_j) 
(¿  _,L.í^,JiJi,  Tomé  b.   Yahya  b.  Pelayo?... 

XXX 

Venta  que  otorga  Doña  Sacrata Colomba', 
hija  de  Obaidalah  y  esposa  que  fué  de  Pe- 
dro el  Zapatero,  á  favor  de  Domingo  b.  Ja- 
laf,  de  toda  la  parte  de  tierra  que  poseía  en 
la  alquería  de  Olías  la  Grande...  ^j;j.x¿-') 


^^ 


u: 


,  _..  ^..1 .1)1 

(^  j.Aj|  ,  ►"^^Jj!  Íj  yi  L^^^cv,  por  precio 
de  15  mizcales  de  oro  alhayesí. 

Fecha  en  Junio  (¿■~-'y)  de  la  Era  1208. 

Aparecen  como  testigos:  Esteban  b.  Is- 
mail  (J,;ji.j^^)  y)  ^¡v-j^]),  Domingo  b.  Mar- 
tín (...  f^y  ^  i.iÍÁ'=J>j),  Lázaro  b.  Alí 
(  ^  y  »ijb5_.),  Juan  Domínguez  2  •ji?-'j) 
(^^x^^  y  Domingo  b.  Xaluth...  ^)  ¿JÍÁ/>Jj) 

(%U  3. 

Y  en  carácter  latino:  dominco  sabastati. 


1  Sacrata  Colomba,  en  significación  del  Es- 
píritu Sirnto,  era  nombre  conocido  entre  los 
Mozárabes  toledanos,  según  me  advierte  el  se- 
ñor Simonet. 

2  De  éste  y  los  dos  anteriores  se  dice:  Se 
escribió  por  ellos  á  su  ruego  y  en  su  presen  - 
cia  {i.'iy£¡sr^,j  Jfy^i  ^^  ^ ^^j). 

3  Pergamino  muy  malirado  y  borroso. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


155 


XXXI 

Venta  de  una  casa  sita  en  el  distrito  de  San- 
ta María  la  Mayor,  en  el  interior  de  la  ciu- 
dad de  Toledo  ifA-LiJ!  i^^srJ  ...jUJ!    fL^^s^) 

(...  ük.ljr  iL<j^  J-¿<b    Cí^*^í  '^^ y  ^^-^-^ 

y  lindante:  al  E.,  con  casa  de  Pedro  Jalil 
(JJaw  í^ls^');  al  O.,  con  la  calle  que  baja 
al  Pozo  Amargo  ^  J\  laA^-M  ^'  f^-'') 
(\y^j\  ^-J|;  al  S.,  con  la  casa  de  Juan  Do- 
mínguez (  v-ii;^3  .\Uj),  y  otra  de  los  here- 
deros del  Bernithí  (  ^laJ^Jl  ¿Jjj'  lí-i),  y  al 
N.,  con  un  callejón  al  cual  da  la  puerta  de 
la  algorfa  ¿^--^fj  'Jib  (Jils;     .^ ¿,^A\  3^) 

.(jjfj.j\         SL..^J!        IJJS       ^yA        lÍj¿        ^.J  ''"    J^t 

Otorga  esta  venta  Doña  María,  hija  de 
D.  Martín  Albernithí,  en  presencia  y  con  el 
consentimiento  de  su  esposo  D.  Martín  Gar- 
cía (i;.-~j¿  K^y  -^j-^)'  á  favor  del  canónigo 
D.  Jordán  [^  •^í^xsü\  .,f^»=s.  ,.,  .^),  por  pre- 
ció  de  160  mizcales  de  oro  alfonsí. 

Fecha  en  Enero  (  t^')  de  la  Era  1210. 

Suscripciones:  Alíb.  Said?  b.  Gania    <..U) 


{'¿.^Xi  ,.^ 


U 


1^,  Pedro  b.  Domingo  Alber- 


Precio  de  la  venta,  12  mizcales  de  oro  al- 
bayest. 

Fecha  en  la  segunda  decena  de  Junio 
(...  hJiy  jH^io  ^^A  is__,^  jL%]\  ^J)  de  la  Era 

1210. 
Figuran  entre  las  suscripciones:  Lázaro  b. 

Rebiab.  Wazlan?(  .,^J^  ^  ^¡  ^  y¡  ¡Sj^), 
Esteban  b.  Ismail  testigo  ^.i  ^jL_x_¿,!j) 
(Jjdi;,  J*».,f~'!,  Domingo  b.  Xaluth  ¿-iú/»Jj) 
(Ja-Lx.  ^j,  los  cuales  testifican  sobre  lo  con- 
tenido en  el  documento  (^J--'  íjA^I). 

Y  en  carácter  latino:  tego  gonzalbo  petriz 
testis,  petrus  iulian  testis». 

XXXIII 

Venta  que  otorga  D.  Gonzalbo,  hijo  de 
Miguel  b.  abí-1-Hasán  b.   Al- Bago    .,jJ) 


[i.^ 


&'  lt-^'  ^'.^  ij'-  ^^^"V  C'-  ^■ 


\.^x¿. 


nithí  (  ^kj^Jí  a^^-^  ^^js^Lj^),  Nicolaus  el  ^  favor  de  D.  Servando  b.  Tami  J^^j^  jji) 
presbíí¡ro?'  (¿  ^¡Ó\  ^..^ii^a^ Julián  Martí-  ^^'^  &■'  ^^  '^  "^'^"^  ^"^  ^^  pertenece  de 
nez  (,  ><^xJf.'    .,Llj),  Xalmón  b.  Alí  b.  Waid 


\o   ^.    ,,,yi.) 


Y  en  carácter  latino:   «micael  iben  heza 
azafar,  paulus  ioannes  testis». 


una  viña  sita  en  Olías,  y  cuya  segunda  mitad 
es  propiedad  de  Doña  María,  hermana  del 
vendedor  y  esposa  del  comprador.  Linda  al 
E. ,  con  un  camino;  al  O. ,  con  viña  de  Pedro 
Domingo  b.  Al-Fullús  '  ^,¡  iiL^^^Ja^J  ^y) 


XXXII 


(jy^JJí)\\  al  S.,  un  plantío  de  viña  de  Jor- 
dán {  .■^\:¡j^  *^  Lj-'f^'  y  al  N.,  la  viña  de 
Venta  que  otorgan  los  hermanos  Bahlul      yahya  el  alfarero  (.Uri^l  ^^^t  ./). 
y  Pedro,  hijos  de  Julián  el  herrero,  á  favor  r^      •      j     ,  .  -^..i  .  j 

de  D.  Domingo  b.  Jálaf,  de  la  parte  de  tie- 


rra que  poseen  en  Olías  la  Grande,  parte  que 
adquirieron  por  herencia  de  su  abuelo  Jair 
b.  Rachel?  y  que  tiene  de  cabida  lo  que  se 
calcula  labor  de  un  par  ó  yunta  de  bueyes 
ó  vacas  ^  i^U.  ^  iilL-O    .,_«:>  ^j^\) 


i^l 


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\Ú\     ,LL 


^ijii 


J^ 


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I  Citado  por  el  Sr.  Gamero  (Cigarrales, 
pág.  109,  nota)  Este  célebre  pozo  ha  dado 
nombre  á  una  calle,  según  puede  verse  en  el 
plano  que  acompaña  á  la  Guia  del  Sr.  Vizcon- 
de de  Palazuelos. 


Precio  de  la  venta:  15  mizcales  de  oro 
alfonsí. 

Fecha  en  Junio  (¿^j^j)  de  la  Era  121 1. 

Suscripciones:  Abdelmelic  b tes- 
tigo y  escribieron  por  él  por  su  orden  y  en 

su  presencia  J.»L¿.  ¿(.»j¿'  ^\  dil^'t  -^-c^j) 
(¿.j\.^ai.j  íjAj  ¿.;.c.  ^,.^'Sj.  Yo  Gonzalbo, 
hijo  de  Miguel  b.  abí-1-Hasán  b.  Al-Ba90, 
otorgo  la  venta  ^^i  J^^  /-rf   >Ji^^   ul) 


I     Del  latino  puUus,  pollo,  según  adverten- 
cia del  Sr.  Simonet. 


156 


boletín 


'£= 


J]        ^Z^..^.*]        i-^^LJl  _J  .1**^^ 


Fernando  b.  Miguel  b.  abí-1-Hasán  b.  Al- 


•♦:  u 


tL 


U' 


.i   í_\a3J.) 


Y  en  carácter  latino:   «muniu  micael  tes- 
tis^  giiter  pedrex». 


XXXÍV 

Venta  del  tercio  de  una  viña 


í...^--'! 


L}-' 


j^M) 


sita 


XXXV 

Venta  de  un  mesón  {  ,  a.s>sj|  ;í.*^=.)  sito 
en  el  distrito  de  Alcudia,  cerca  de  las  tien- 
das, en  el  interior  de  Toledo  ÍjJ.-01  l-ysr^) 

y  cuyos  lindes  son:  por  levante,  casa  que 
fué  de  Doña  Mayore,  hija  de  Abdelmelic,  y 
que  ahora  se  halla  convertida  en  mesón... 

(  ^Jsr■■^^•,  por  poniente,  mesón  que  perteneció 
á  Albaro  y  que  es  ahora  de  los  peregrinos  (?) 

U<^  J^J^i   ^j^^   J-^  ^)J---);  ni  5.,  el 

camino  (calle?)  al  cual  dan  las  dos  puertas 

de  este  mesón  en  venta  v^il^Jf  ^^ ¡ij  ^JaJl) 

(...  ^,^-.M   ! J.^)  .(**)  ^„.b    ^j^-   J\j,y 

al  N.,  casa  de  Pedro,  el  comerciante  al  por 

menor  (^llJ!  í.LJ   ,b). 

Otorga  esta  venta  Doña  María  Domín- 
guez, la  que  fué  esposa  de  Domingo  Joan- 


2.*„cv  siua  en  Torres  f,  '¿^-^h  Iaus-^), 
cuyos  límites  son:  al  E..  otra  viña  que  fué 
de  Aben  Bahlul  (JjU,>  ^y¡)^  jií  .<\  al 
O.,  otra  Ídem  de  Raimundo  Crespo  X'^^i  .); 

(i^fi  al  S.',  un  camino  (jJ.JL^.  ^^ p  ^Íj),  y 

al  N.,  el  río  Tajo  (i.^^l-''   ».^3)  i. 

Intervienen:  como  comprador  Yahj^a  b. 
Gálib  (>^^^-''-¿  ^r:  crr^)'  Y  como  vendedor 
Pedro  Peláez  (,  >^¡^>    ív^'-O,  ascendiendo 

la  cuantía  del  precio  á  nueve  mizcales,  de 

los  cuales  se  entregaron  cinco  en  el  acto  del 

otorgamiento,  debiendo  satisfacer  los  cuatro 

restantes  en  la  fiesta  de  San  Juan  más  pro-      nis  y  lo  es  actualmente  de  Juan  (?)  ^    .,Lj) 

xima  á  la  fecha  en  que  se  otorgó  la  presente 

escritura   ¿.-.sLJ!    J.jL¿o    'ix¡  j¡(   ^   2<^¿^a  «) 

.(J  1^,3 jj  ^-LCJl 

Fecha  en  Febrero  (j-J^c-J)  de  la  Era  1212. 

Hay  además  un  testimonio  fechado  en 
Septiembre  del  mismo  año,  por  el  cual  Juan 
Miguélez,  albacea  testamentario  de   Pedro 

Peláez  ^LÁjt      ^L      ^^yi    ^JL£.     .,L0 

(^Tí  .  ^j^"-:^  ^^-,  confiesa  que  se  han  re- 
cibido los  cuatro  mizcales  á  que  se  alude 
anteriormente. 

Entre  las  suscripciones  aparecen  las  de 


c- 


(ijSs  — el  cual  asistió  al  acto  y  manifestó 

su  consentimiento, — á  favor  de  D.  Jordán, 
canónigo  de  Santa  María  la  Mayor  de  Tole- 


do ¿1j  j.'  i^^-^-  í^-clh 


•;^jxs}\  ^!^_^:> 


^ 


o 


^) 


(  p^iaJ^,  importando  el  precio  35  mizcales 

de  oro  alíonsí. 

Fecha  en  Marzo  de  la  Era  1212. 

Entregó  el  comprador  á  la  vendedora,  en 
el  acto  del  otorgamiento,  la  citada  cantidad, 
y  recibió  de  ella  tres  escrituras  en  confirma- 
ción de  su  dominio  sobre  la  finca  objeto  del 
contrato  2. 


Parece  leerse  j^»^ 


iÜl 


Xalmón  b.  Alí  b.  Waid     Jo    .,.«   ,.,  -_k) 
{•'■■r-Pj    fji_,   Maslema  b.   Abdela/iz?  ¿-^1— *) 

Y  en  caracteres  latinos:  «andreas  presbi- 
ter  testis,  román  micael  testis». 


'     Véase  supra  núm.  XXVI II. 


(**)     En  vez  de    _,Ijlj,  según  uso  muyfre- 

cuente  en  estas  escrituras. 

1  Dudosa  la  primera  letra  (que  podrá  ser  i 
ó  9),  y  careciendo  de  vocales  en  absoluto,  no 
nos  atievemos  á  transcribir  este  apellido. 

2  En  el  reverso  aparece  escrito  con  letra  tal 
vez  contemporánea  del  documento:  «hec  est 
carta  de  mesonibus  Jordani  in  alcudia»,  y  más 
abajo,  de  letra  más  moderna:  mesones. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


157 


Firman,  entre  otros:  Servando  b.  Pethro 
{...yAi  .^  ^vj^i.),  Xalmón  b.  Alíb.  Waid 
(-^J  C^f  ^  C^  Jj>c^).  Felis  b.  Yoa- 
nes  b.  Alí  b.  Waid  ^j    ij-"^tí-'   í-rí    r,  «  ^) 

Y  en  carácter  latino:  «andreas  Johannis 
testis,  petrus  diachonus  testis  (?),  sancti  mi- 
caelis,  petrus  ecclesie  sancti  micaelis  diaco- 
ñus  testis». 


XXXVI 

Escritura  i  por  la  cual  Pedro  Cauxa  em- 
peña en  poder  de  Justa,  la  que  fué  esposa  de 
Suleimán  Al-Marur,  todo  el  mesón  que  po- 
see en  el  distrito  de  la  catedral,  en  el  sitio 
conocido  por  Alcudia,  en  el  interior  de  To- 
ledo O^jt-5'       "'t   'i^t.¡    J>.Xí   ii^5   Sfla^       .!bj) 

(...  ilkaJs.  Linda  dicho  mesón  con  otros 
dos,  uno  del  que  empeña  y  otro  que  fué  de 
su  hermano  Sancho,  y  que  pertenece  ahora 
á  la  catedral,  sin  que  sea  necesario  puntua- 
lizar más  sus  linderos  á  causa  de  su  notorio- 

dad  ^j^J   Uí    ^f-^J'    jj^,J\  j^j) 

Empeñóse  en  siete  mizcales  de  oro  alfon- 
sí,  de  buena  acuñación,  pesados  en  la  zeca  ó 


casa  de  moneda 


(¿>;l\- 


,a3L/1^    ¿.X-S.VV 


i) 


La  que  exigió  la  prenda  (la  prestamista) 
entregó  la  citada  cantidad  de  oro  al  que  dio 
dicha  prenda,  el  cual  la  tomó  de  ella,  y 
quedó  en  su  poder  y  en  su  dominio  y  á  su 


I  Por  ser  éste  uno  de  los  documentos  cuya 
lectura  nos  ha  costado  mayores  esfuerzos  y 
ejercitado  más  nuestra  paciencia,  daremos  en 
gran  parle  su  texto  árabe,  allanando  así  el  ca- 
mino á  los  arabistas  que  quieran  consultarle: 
así  podrá  rectificarse  también  si  hemos  incu- 
rrido en  algún  error  al  interpretarle. 


disposición  y  responsabilidad,  por  lo  cual 
púsola  en  posesión  de  la  finca  empeñada, 
para  que  pudiera  percibir  el  alquiler  y  apro- 
vecharse de  ella  en  cambio  de  la  utilidad 
que  él  reportaba  del  referido  oro,  durante  un 
año,  que  empezaría  en  el  mes  de  la  fecha  de 

esta  escritura  ijj^X^j]    ¿Us^Xw.^J!    .j:.^^^) 


,a.-^A 


i.__^2>3JLj       i.£.L¿XJ)        ,     w«        L:5aC        iJ  ftJSjJt         51  H 


c 


^^5^ 


Jjl 


\ 


w9j 


Jt 


Al  expirar  este  plazo  convenido  entre  am- 
bos, él  pagará  á  ella  la  indicada  suma  de 
oro,   devolviéndose  á  él   la   dicha  prenda 


Us,)- 


^X 


)\    ^^^\ 


Jl 


Se  posesionó  la  prestamista  de  la  casa  em- 
peñada con  las  condiciones  indicadas,  des- 
pués de  enterarse  ambos  contratantes,  y  en 
virtud  de  esta  pignoración  y  del  convenio  mu- 
tuo, y  según  la  ley  de  los  cristianos  en  seme- 
jantes contratos  ^ ^y^^^\  ^^*y\  \J-  ^JL^y^) 


J!   .]= 


"^j-i 


j^r^- 


^U,x.^j!    13.  , 


L, 


Js, 


>^j^ 


Y  manifestó  el  que  daba  laexpresada  pren 
da  que  él  tomaba  en  arriendo  el  mesón  de  la 
dicha  pignoración  por  cinco  mizcales  de  oro 
durante  el  tiempo  indicado,  y  que  se  obliga- 
ba á  pagar  á  la  citada  Justa  al  fin  del  año, 
con  el  favor  del  Dios  excelso,  el  oro  de  la 
citada  pignoración  (del  préstamo)  y  además 

los  cinco  mizcales  del  arriendo  , ^j.^íU) 


c- 


/Jjl 


iJ^ 


)\ 


U' 


L^J5  JjL; 


Declara  asimismo  la  prestamista  que  el 

30 


158 


boletín 


dinero  del  préstamo  y  del  alquiler  pertene- 
cen á  sus  hijos  Juan,  Lázaro  y  Domingo  por 
la  parte  que  les  correspondía  del  precio  de 
una  casa  que  vendió  en  el  distrito  de  la 
Puerta  de  Hierro,  y  así  se  obliga  el  pigno- 
rante con  todos  sus  bienes...    v^_3J>— Jj) 

Y  si  ocurriera  la  muerte  de  éste  antes  de 
solventar  su  deuda,  que  pueda  cobrar  la  ci- 
tada Justa  de  los  bienes  que  aquél  dejare, 
con  preferencia  á  todos  los  demás  (aeree  - 
dores),  sin  que  se  la  oponga  obstáculo  en 
esto   por   ninguno  de   los   herederos     .,L) 

Fecha  en  i.°  de  Mayo,  Era  de  1213. 

Suscripciones:  Ornar  b.  abí-1-Farach 

(-.jáJ!    ^\  ,.y^  j^j).  Suleimán  b.  Hayún? 


quien  en  unión  de  aquéllos  pertenecía  la  ca- 
sa vendida;  y  como  comprador  el  Presbíte- 
ro D.  Jordán,  adscrito  al  clero  de  la  cate- 
dral, en  representación  y  con  dinero  de  Don 
Martín   Garcés,   mayordomo  del  Arcediano 

D.  Gonzalbo  ...    .j^«5).=i>-    .)_;>5  lT^^^  ■Jrj''-^^) 


SXi\ 


..i 


.( 


c^^  U 


^7Í^""U  ) 


Precio  de  la  venta,  52  mizcales  de  oro  al- 
fonsí. 

Se  menciona  el  testimonio  de  Martín  Gon- 
zalbes,  padre  de  los  vendedores,  aprobando 
y  ratificando  el  presente  contrato  celebrado 
por  sus  dos  mencionados  hijos. 

Fecha  en  Septiembre  de  la  Era  12T3. 

Suscripciones:  Estéfano  b.  Abdalah  Al- 

hach  (¿;^L¿!  í-Ui  J,^c    ,y)   ..liUá'),  Xalmón 

b.  Alíb.  Waid  (^^c_.     y}     J.&     yj    .,j^láj). 

Y  en  caracteres  latinos:  «Michael  sub- 
diaconus  sancti  nicholai  testis,  aluaro  diez 
testis». 

XXXVIII 


XXXVII 

Venta  de  una  casa  sita  en  el  arrabal  de 
Bab-Sncra  (Puerta  de  la  Sagra),  en  el  distrito 
de  la  iglesia  de  Santiago  de  Toledo  ^J¡£t-} ,  ^] 

(iXhAh,  y  con  los  lindes  que  se  expresan  á 
continuación:  al  E.,  el  camino  ó  vía  públi- 
ca al  cual  da  la  puerta  uí\  , >U|_.  ^^ ^'  ^ü í) 

(f"  ^'  '  ^^  ^'  y  ^•'  ^^'^^  ^^^^  perteneciente 
á  Pedro  Miguel  y  á  su  hermano  Domingo 
Rubio  (i^)  .  .  í1xa:>  ^^^_;  J^-^'  2f,l=-J  ,':>), 
y  al  N.,  la  casa  del  Presbítero  D.  Guillen 

Intervienen  como  vendedores  los  herma- 
nos Pedro  y  Ximena,  hijos  de  Martín  Gon- 
zalbes,  los  cuales  otorgan  dicha  venta  en 
nombre  propio  y. en  el  de  su  citado  padre,  á 


Acta  de  la  demanda  presentada  por  Mi- 
guélez,  hijo  de  Pedro  (de)  Zaragoza  el  escu- 
dero (,  f.!,:;!  Ih^Sy^  ^t-^*''  i-\i  ,vV'J.¿;;'=),  en 
nombre  de  su  sobrina  María,  hija  de  su  her- 
mana Urraca  ^y.^^  J^xj  í.í  y^  í::x:  y^  yí) 
{iS\j\,  acerca  de  ciertos  bienes  que  poseía 
Pascuala,  hija  de  Juan  de  Madrid  iJuN^) 


•>  kS-""      <r. 


O'- 


.*^,   por  cuanto,  en 


concepto  del   Miguélez,    pertenecían    á   su 
sobrina. 

Exigió  el  demandante  que  la  citada  Pas- 
cuala renunciase  á  la  posesión  de  las  tres 
cuartes  partes  de  la  casa  que  había  sido  em- 
peñada en  favor  de  su  padre  -r  j=^^  W  3^^S^ 

ijyí^i!  jIjJl  (*)   f-b  j'^t   "t¿^\       yJ'    •-tIjA-j   L^^ 


(*)     Conste,  de  una  vez  para  siempre,  que 
el  artículo  árabe  se  separa  aquí  con  mucha 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


159 


.X.J 


^   ...  JjJ', 


jLr 


Demandóla  también  por  los  esclavos  que 
se  había  apropiado  su  padre,  y  además  por 
los  muebles,  lo  poco  y  lo  mucho,  etc.,  etc., 

LíjJL     **Ád^!     ,^jlJ     U;í     l^v»     ^ik) 


u-,. 


ii\  ^.^hj^j/ii\ 


Interpusiéronse  gentes  que  los  invitaron  á 
una  avenencia  ^j\  «--j-jf-J  .^^  l^x^)jAs:sr^ ) 
(...  _^x^\,  como  así  sucedió,  comprome- 
tiéndose la  mencionada  Pascuala  á  satisfa  - 
cer  al  demandante  cinco  mizcales  deoroal- 
fonsí,  y  renunciando  éste  á  ulterior  recla- 
mación. 

Fecha  en  Febrero  (  y)  ^J),  Era  de  12 14. 

Suscripciones:  Felis  b.  Guilielmi  testigo 
(j.sLi-  X.\¿  y}  W..J3),  Yoanes  b.  Guiliel- 
mi testigo  J.í'--o  «.l.J¿  ,J  ,  r"j|y  j),  Julián 
b.  abú-1-Chadsil  (Jjil  ,j|  ^,j  .M^.j). 
Munio  Pethri  de  Suc-al-dawab  (de  Zoco- 


dover)    ■ >[«-'.' 

Y  en  caracteres  latinos:  «dominicus  petri 
testis». 

XXXIX 

Acta  de  emancipación  de  un  esclavo  lla- 
mado Domingo  {i3.x^:¡)  con  su  mujer  y  dos 
hijos  I,  mediante  pago  de  lómizcales,  otor- 
gada por  D.  Pedro  Segura  y  su  sobrino  Don 

Sancho?  (as-^     ,«i.  5,Ja«.j      1  9-5). 

Fecha  en  Julio,  Era  1214. 

Entre  las  suscripciones  se  leen  las  siguien- 
tes: «Simón  acolitus  ecclesie  sancti  uincencii 
testis,  micael  ecclesie  sancti  uincentii  acoli- 
tus, Petrus  secura». 

Y  en  caracteres  árabes:  Pithro  b.  abí-1 
Agbag  b...  (...  ^,j  ^^"^l]  ^\  ^,j  ^/^f  j). 


frecuencia  de  las  leyes  que  regulan  su  uso  en 
el  árabe  clásico. 

I     Por  estar  muy  borroso  el  pergamino,  no 
hay  completa  seguridad  en  la  lectura. 


XL 

Contiénense  en  este  pergamino  dos  docu- 
mentos: 

I .°  Venta  de  dos  tercios  i  de  yugada  de 
tietra  laborable,  sita  en  los  octavos  conoci- 
dos con  el  nombre  de  Aben  Badáh  en  el  tér- 
mino de  Olías  la  Mayor,  una  de  las  alque- 
rías de  Toledo...    T  ^j     "^J^    Sts^       c-^) 

Otorga  esta  venta  D.  Gonzalbo  b.  Miguel 
b.  abú  1-Hasán   b.    Al-Baijo   ii.S^xí    ^j^^ 

favor  de  D.  Domingo  b.  Jalaf  ó.a.x^:>     .>j>^) 

(i^ p.¿.      fj,  por  precio  de  nueve  mizcales  y 

un  tercio  de  oro  alfonsí. 

Fecha  en  Julio  (i^ji)  de  la  Era  1214. 

Suscripciones:  Suleimán  b.  Hasán? 
(¿  y^^  yi  .^JL,),  Ornar  b.  abú-1-Farech 
(_^i3l  -j1  y)  h^j),  Domingo  b.  Xaluth 
.(k.U  ^y^  i.aj^:ij) 

Y  en  carácter  latino:  «ego  micael  tizón 
testis,  anericus  (Enricus  )  dominici  testis, 
petrus  dominici  testis». 

2.°  Un  testimonio  otorgado  por  Munio 
b.  Miguel  b.  Abú-1 -Hasán  b.  Al  Ba90*  y 
autorizado  por  Domingo  b.  Xaluth,  por  el 
cual  se  declara  que  el  otorgante  vendió  al 
propio  D.  Domingo  b.  Jalaf  parte  de  la  mis- 
ma finca. 

Fecho  en  15  Septiembre  de  la  Era  1220. 

Suscriben:  Pedro   b.  Omar  b.  Gálib  b. 

Al-Kallás?      j    >._^Jl¿      y)  ^.^-c  ^}    ij^^i) 
( ^b5iü I ,  Pedro  b.  Domingo...?   ^j    ^^fj) 


2  La  palabra  Jm  parece  tener  la  forma  de 
un  dual  con  régimen,  ¡^  por  ,.y^\  sin  em- 
bargo, como  en  alguna  ocasión  creemos  haber 
encontrado  los  adjetivos  partitivos  con  el  ^ 

final,  no  tenemos  por  seguro  que  aquí  se  trate 
de  un  dual. 

I     Hermano  del  anterior  vendedori 


.160 


BOLETÍN 


(  ,|^x¿,  is.xj>:>,  Domingo  b,  Xaluth  íí1a^:>_;) 
(isJli-     .j,  y  Ornar  b.  abú-1-Farach  ^,j  /r^^) 


Francisco  Pon?. 


(Continuará.) 


Ogjg^* 


ÜM  PÁGINA  DE  LA  HISTORIA 

DE  LA  GUERRA  DE   LA  LVDEPENDENCIA 


Entre  los  muchos  hechos  de  armas 
verificados  en  los  principios  de  la  gue- 
rra de  la  Independencia,  fué  uno  la  de 
fensa  de  El  Escorial  contra  las  tropas 
francesas,  que  se  llevó  á  cabo  en  la  no- 
che del  3  de  Diciembre.de  1808.  Como 
quiera  que  los  historiadores  de  aquella 
gloriosa  lucha  no  dieron  noticia  de  la 
acción  á  que  hacemos  referencia,  cree- 
mos no  exento  de  interés  el  parte 'que 
de  ella  dio  desde  Sevilla,  en  26  de  Ju- 
nio de  1 809 ,  D .  Francisco  Carmona ,  jefe 
que  la  dirigió,  al  Sr.  D.  Martín  de  Ca- 
ray, que  entonces  y  más  adelante  asu- 
mió los  cargos  de  individuo  de  la  Junta 
central  gubernativa  de  España  é  In- 
dias, Intendente  de  Extremadura,  Mi- 
nistro honorario  del  Consejo  de  Guerra 
y  primer  Secretario  general  de  la  Junta. 

El  documento  (1)  es  como  sigue: 

"Excmo  Sr.:  Debiendo  dar  parte  á 
V.  E.,  en  cumplimiento  de  mi  obliga- 
ción ,  de  los  sucesos  ocurridos  en  el  go- 
bierno de  mi  cargo  desde  que  por  ha- 
ber entrado  los  franceses  segunda  vez 
en  Madrid  no  lo  he  podido  verificar, 
ya  por  la  absoluta  falta  de  correspon- 


11)  Forma  parte  de  la  escogida  colección  de  autó- 
grafos, papeles  y  documentos  de  la  pertenencia  de 
ntiestro  consocio  3'  amigo  el  Sr.  Marqués  de  Casa-To- 
rres, á  cuya  amabilidad  se  debe  su  publicación  en 
este  Boletín. 


dencia,  y  ya  porque  después  que  he  es- 
tado en  libertad,  no  he  podido  tener 
los  datos  suficientes  para  ello,  lo  eje- 
cuto ahora,  que  con  la  reunión  de  mi 
Ayudante,  me  he  hecho  con  algunos 
apuntes  y  noticias,  que  conservaba  de 
mi  orden,  por  las  cuales  iré,  en  cuanto 
pueda,  cumpliendo  con  este  deber,  que- 
dando sólo  pendientes  los  asuntos  que 
son  relativos  á  documentos  y  papeles 
que  no  he  podido  traer,  y  que  he  dejado 
guardados  para  en  su  día  dar  á  V.  E. 
cuenta  de  lo  que  contienen. 

"Bajo  este  supuesto  y  omitiendo  ma- 
nifestar á  V.  E.  el  pormenor  de  los 
trabajos  ocurridos  en  mi  gobierno  con 
motivo  de  la  inesperada  llegada  del  ejér- 
cito del  general  San  Juan;  con  haber 
de  disponer  al  mismo  tiempo  de  más 
de  118  familias  francesas  de  las  domi- 
ciliadas allí  por  orden  de  la  Junta  á  la 
ciudad  de  Plasencia  ;  con  tener  que 
proporcionar  víveres  y  otros  auxilios 
á  dichas  tropas,  cuando  el  pueblo  es 
taba  exhausto  de  recursos  por  la  larga 
permanencia  de  las  francesas,  españo- 
las y  últimamente  las  inglesas  al  mando 
del  general  Hope,  que  hacía  pocos  días 
se  habían  ido,  y  con  otra  infinidad  de 
asuntos,  que  ocurrieron  y  exactamente 
se  desempeñaron,  como  el  del  suminis- 
tro de  víveres  á  nuestro  ejército,  dando 
todo  aquel  vecindario,  no  sólo  sus  co- 
midas, sino  cómo  el  Real  Monasterio 
hasta  las  provisiones  con  que  se  ha- 
llaba, paso  á  exponer  á  V  E.  lo  ocu 
rrido  posteriormente. 

„Los  habitantes  del  pueblo ,  lejos  de 
desanimarse  viendo  la  salida  del  ejér- 
cito; pasar  por  allí  continuamente  fa- 
milias prófugas  de  Segovia,  al  señor 
Obispo, monjas,  clérigos,  frailes  y  toda 
clase  de  gentes  de  los  pueblos  inmedia- 
tos, ni  por  saber  con  larga  experien- 
cia lo  que  eran  las  tropas  francesas,  se 
me  presentaron  animosos,  manifestan- 
do sus  deseos  de  resistir  al  enemigo  en 
cuanto  alcanzasen  sus  fuerzas,  y  pi- 
diéndome que  los  comandara. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


161 


„Gon  este  motivo  puse  avanzadas  de 
ellos  en  los  caminos  de  Guadarrama  y 
de  Madrid,  y  el  día  2  y  3  de  Diciembre 
anterior  se  pasó  en  el  sitio  y  villa  sin 
novedad  más  que  el  cuidado  continuo 
que  era  consiguiente  y  recogiendo  3' 
dando  viveres,  y  encaminando  al  ejér- 
cito los  soldados  dispersos  que  llega- 
ban. 

„A1  anochecer  del  mismo  día  3  se 
presentó  D.  José  Manuel  Sandoy ,  te- 
niente de  caballería  de  Voluntarios  de 
España,  que  habiendo  estado  de  avan- 
zada en  una  posición  crítica,  que  no 
le  había  permitido  seguir  el  ejército  á 
su  salida  de  Guadarrama  ,  caminaba  á 
incorporarse  con  él. 

No  bien  se  había  separado  de  mí  este 
oficial,  para  ir  á  alejarse  con  los  24  ca- 
ballos que  traía  en  su  partida ,  cuando 
Francisco  Laviada,  uno  de  los  paisa- 
nos apostados  en  el  camino  de  Madrid, 
se  me  presentó  diciendo:  que  había  de- 
jado en  el  Caño  de  los  Moros,  camiíian- 
do  hacia  el  Sitio ,  de  50  á  60  dragones 
franceses  y  que  él  se  había  venido  por 
trochas  y  atajos  corriendo,  por  dar 
parte. 

„Persuadido  de  su  proximidad,  salí 
inmediatamente  á  la  plaza  con  el  sub- 
teniente D.  Miguel  Josef  de  Quevedo, 
mi  aj^udante,  y  reuniendo  á  los  pocos 
paisanos  que  había  en  ella,  di  orden 
al  alguacil  mayor,  y  al  alcaide  de  la 
real  cárcel,  de  que  incontinenti  fuesen 
llamando  á  los  vecinos  que  andaban 
por  las  calles,  á  los  soldados  dispersos 
que  acababan  de  llegar  y  estaban  en 
las  posadas ,  y  al  sargento  y  soldados 
del  corto  destacamento  de  inválidos  de 
residencia  en  el  Sitio ,  previniéndoles 
los  encaminaran  á  la  Parada,  adonde 
yo  me  dirigía,  y  desde  donde  se  les  des- 
tinaría oportunamente. 

„En  dicho  sitio  tuve  por  convenien- 
te oir  el  parecer  de  mi  ayudante  y  del 
teniente  Sandoy ,  y  resolvimos  salir  al 
encuentro  de  los  enemigos;  colocar  los 
soldados  dispersos  y  los  paisanos  en 


emboscada  tras  de  la  tapia  de  la  Gran- 
jilla,  que  va  al  camino  real  y  desem- 
barca en  la  entrada  de  la  villa,  por 
ser  paraje  desde  donde  podía  hacerse 
fuego  ventajosamente,  tanto  porque 
los  enemigos  eran  cogidos  en  aquel 
callejón,  como  porque  siendo  de  caba- 
llería no  podían  saltarla ,  y  en  caso  de 
que  rompiesen  adelante  y  arrollaran 
nuestra  caballería,  que  se  había  de  co- 
locar á  un  lado  de  la  entrada  del  pue- 
blo, allí  podían  ser  contenidos  por  los 
vecinos,  y  siempre  podría  asegurarse 
una  retirada  en  las  fragosidades  del 
bosque. 

„En  consecuencia,  mandé  á  mi  ayu- 
dante y  á  Sandoy  que  con  dos  soldados 
de  caballería  pasasen  á  reconocer  el 
sitio  y  elegir  las  posiciones  que  se  ha- 
bían de  ocupar,  mientras  yo  iba  habi- 
bilitando  de  municiones  las  gentes  y 
soldados  que  iba  reuniendo  y  les  iría 
mandando. 

„Quedé  ocupado  en  esto,  cuando  los 
citados  oficiales  marcharon;  pero  antes 
de  llegar  al  paraje  elegido ,  y  cuando 
se  acercaban  frente  de  la  villa,  se  en- 
contraron con  la  avanzada  francesa, 
que  hizo  fuego  sobre  ellos,  y  retirán- 
dose los  dos  soldados  ,  Sandoy  y  mi 
a3^udante  se  vieron  en  inminente  peli- 
gro de  ser  muertos  ó  prisioneros ,  por 
hallarse  de  improviso  entre  el  fuego  de 
los  vecinos  de  la  villa ,  que  salieron  á 
la  altura  á  defenderla,  y  el  de  los  ene- 
migos que  atacaban,  de  cuyo  riesgo  se 
libraron  pasando  entre  árboles ,  y  por 
fuera  del  camino,  hacia  el  Sitio,  en  me- 
dio de  las  descargas  que  sin  cesar  se 
hacían. 

„Los  franceses,  no  obstante  la  vigo- 
rosa defensa  y  resistencia  que  allí  ha- 
llaron, se  empeñaron  en  seguir  al  Si- 
tio, y  quedando  su  mayor  fuerza  ata- 
cando la  villa,  se  adelantaron  de  doce 
á  catorce  dragones  á  galope  tendido 
hacia  arriba. 

„  Viendo  esto,  y  sin  más  reflexión  que 
considerar  que  si  no  se  les  contenía, 


162 


boletín 


entrarían  sembrando  la  desolación  y 
la  muerte  sobre  tantas  familias  ino- 
centes como  entonces  andaban  por  las 
calles,  me  arrojé  con  dos  soldados  y 
seis  paisanos,  que  á  la  sazón  estaban 
á  mi  lado,  al  mismo  camino  real  que 
traían,  y  esperándolos  de  cerca,  les  di- 
mos á  tiro  de  pistola  una  descarg-a,  que 
fué  tan  acertada  y  surtió  tanto  efecto, 
que  cayendo  muerto  un  dragón  y  he- 
ridos otros,  según  su  desorden,  se  retí 
raron  aceleradamente,  y  del  todo  des- 
ocuparon el  camino  por  el  fuego  de 
los  vecinos  del  Sitio,  que  se  habían 
echado  fuera  de  él,  y  estaban  en  las 
zanjas  por  no  haber  podido  llegar  al 
paraje  de  su  reunión. 

„Desde  entonces  fué  todo  el  punto  de 
ataque  la  villa,  la  que  su  alcalde,  sus 
vecinos  ,  los  soldados  dispersos  y  los 
moradores  del  Sitio,  que  allí  bajaron  y 
se  reunieron,  defendían  con  el  mayor 
tesón. 

(Concluirá.) 


SECCIÓN  DE  BELLAS  ARTES 


UNA  ESCULTURA  Y  UN  CUADRO 
de  la  últ  ma  Exposición  de  Bellas  Artes  de  Madiid. 


;  FRECEMOS  á  nuestros  consocios  la 
reproducción  de  dos  obras  ar- 
tísticas que  llamaron  justamen- 
te la  atención  en  el  certamen  celebrado 
en  Madrid  en  el  presente  año  1895. 

Es  una  de  ellas  la  Estatua  de  don 
Antomo  de  Trueba ,  por  D.  Mariano 
Benlliure,  destinada  al  monumento  que 
en  honor  de  aquel  distinguido  literato 
se  levanta  en  la  capital  de  Vizcaya.  La 
estatua  tiene  tiene  tres  metros  de  al- 
tura. Aparece  la  simpática  figura  de 
Antón  el  de  los  cantares,  sentada  na- 


turalmente en  un  rústico  banco;  y  cau- 
tiva al  espectador  por  lo  sencillo  de  la 
expresión,  la  verdad  en  la  actitud  y  lo 
perfecto  de  la  ejecución,  tanto  de  la 
cabeza  y  manos  como  del  traje.  Si  ya 
con  otras  obras  anteriores  no  hubiera 
hecho  alarde  el  insigne  artista  valen- 
ciano de  su  destreza  y  maestría,  bas- 
taría la  estatua  de  Trueba  para  colocar 
á  su  autor  en  uno  de  los  primeros  lu- 
gares de  nuestra  moderna  escultura  j 
Del  pintor  malagueño  Sr.  Palomo  }'■ 
Anaya  (D.  Antonio),  discípulo  que  fué 
de  los  Sres.  Ferrándiz  y  Muñoz  De- 
grain,  y  ya  premiado  con  mención  ho- 
norífica en  la  Exposición  internacional 
de  1892,  es  la  otra  obra  que  reprodu- 
cimos: la  Muerte  de  la  Virgen,  cuadro 
en  que  su  autor  ha  sabido  elevarse  á 
envidiable  altura  entre  la  moderna  ge- 
neración de  nuestros  artistas.  Mide  el 
cuadro  2,95  metros  de  alto  por  4,95  de 
ancho.  La  solemne  escena  del  tránsito 
de  la  Virgen  está  representada  de  una 
manera  grandiosa.  En  precioso  lecho 
fúnebre,  yace  muerta  la  Madre  deDios, 
perfumado  el  cuerpo  con  preciosos  aro- 
mas y  envuelto  en  un  hermoso  paño 
blanco.  Los  Apóstoles  y  las  santas  mu- 
jeres rodean  en  diversas  y  movidas  ac- 
titudes el  lecho,  que  siembran  de  flo- 
res, esparciendo  también  al  aire  deli 
cados  perfumes.  La  composición  de 
este  cuadro  es  muy  acertada;  correcto 
su  dibujo,  rico  su  color  y  hondo  el  sen- 
timiento: circunstancias  que  avaloran 
notablemente  esta  hermosa  página  de 
nuestra  hoy  harto  decaída  pintura  re- 
ligiosa. 

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D.    ANTONIO    DE    TRUEBA 
Estatua  de  D.  Mariano  Benlliure 


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DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


163 


MISCELÁNEA 


LOS  NUEVOS  JUEGOS  OLÍMPICOS  GRIEfiOS 

Y   LA 

SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


^^L  Congreso  internacional  Atléti- 
}[^  co  reunido  en  París,  en  el  Pala 
cío  de  la  Sorbona,  en  16  de  Ju- 
nio de  1894,  bajo  la  presidencia  del  Se- 
nador Sr.  Barón  de  Courcel ,  decidió  el 
restablecimiento  de  los  célebres  Juegos 
Olímpicos  y  su  primera  celebración  en 
Atenas,  en  el  próximo  año  1896.  Seme- 
jante acuerdo  ha  merecido  en  Grecia 
una  entusiasta  acogida. 

Con  este  motivo  se  ha  constituido  en 
Atenas,  bajo  la  presidencia  de  S.  A.  R. 
el  Príncipe  Real  de  Grecia,  un  Comité 
Heleno  de  los  Juegos  Olímpicos ,  que 
por  conducto  de  su  Secretario  general, 
el  Sr.  Timoleón  J.  Philemon,  ha  tenido 
la  atención,  que  agradecemos,  de  invi 
tar  especialmente  á  la  Sociedad  Espa 
ñola  de  Excursiones  á  los  futuros  y  ya 
restablecidos  Juegos  Olímpicos. 

He  aquí  el  programa  con  arreglo  al 
cual  habrán  de  celebrarse  y  que,  para 
conocimiento  de  nuestros  consocios, 
copiamos  á  continuación: 

F'ROGRArvIA 

DE   LOS   JUEGOS   OLÍMPICOS   DE    1896 

Atenas. 

A.  —  Deportes  atléticos. 

Carreras  á  pie.  — 100  metros,  400 
metros,  800  metros  y  1.500  metros,  en 
llano.  110  metros  con  obstáculos.  Los 
reglamentos  '  .rán  los  de  la  Union  des 


Sociétés  franQaises  de  Sports  Athléti- 
ques. 

Concursos  — Saltos  en  longitud  y  en 
altura  (runniitg  long  et  high  jiimp); 
Salto  á  la  garrocha  (Pole  jump);  Lan- 
zamiento de  pesos  (Ptitting  theweihgt) 
y  del  disco.  —  Los  reglamentos  serán 
los  del  Amateur  Athletic  Association 
de  Inglaterra. 

Carrera  á  pie,  dicha  de  Maratón. 
— Distancia  de  42  kilómetros ,  de  Ma- 
ratón á  Atenas,  para  aspirar  á  la  copa 
ofrecida  por  Mr.  Michel  Bréal,  miem- 
bro del  Instituto  de  Francia. 

(Esta  carrera  terminará  en  el  Esta- 
dio Panatenaico^  restaurado  por  la  mu- 
nificencia del  ciudadano  griego  Jorge 
Averoff. — También  se  verificarán  en 
dicho  Estadio  los  deportes  atléticos  y 
gimnásticos). 

B .  —  Gimnástica . 

Ejercicios  individuales.  —  Cuerda 
lisa. — Ejercicios  diversos  en  la  barra 
fija. — Ejercicios  en  las  anillas. — Para- 
lelas profundas. — Salto  á  caballo. — 
Trabajo  de  pesos. 

Movimientos  de  conjunto.  —  (Las 
Sociedades  no  podrán  presentar  equi- 
pos inferiores  á  10  gimnastas. ) 

C.  —  Esgrima  y  lucha. 

Asaltos  de  florete,  sable  y  espa- 
da.—Aficionados;  profesores  (civiles  }'■ 
militares).— Se  ha  redactado  un  regla- 
mento especial  por  la  Société  d'encou- 
r ágeme nt  d'Éscrime  de  Paris. 

Lucha. — Romana  y  griega. 

D. —  Tiro. 
TiRO.-^Con  arma  de  guerra  y  arma 


164 


boletín 


libre,  á  200  y  300  metros.— Revólver 
de  reglamento,  á  25  metros. — Revól- 
ver libre,  á  30  metros. — Pistola,  á  25 
metros. 

E ,  — Deportes  náuticos . 

Yachting  ( Ante-programa ) .  —  Ca- 
rrera de  Steam-yachts ,  según  regla- 
mento del  Ccrcle  de  la  Voile  de  Paris. 
Distancia,  10  millas. 

Carreras  á  la  vela,  según  reglamen- 
to del  Yacht  Racing  Association  de  In- 
glaterra. 

l.'*^  Barcos  menores  de  3  toneladas 
(Divisible  en  dos  series ,  en  caso  nece- 
sario.) Distancia,  5  millas. 

2.^  Barcos  de  3  á  10  toneladas.  Dis- 
tancia, 10  millas. 

3.3  Barcos  de  10  á  20  toneladas. 
Distancia,  10  millas. 

^.^  Barcos  mayores  de  20  tonela- 
das. Distancia,  10  millas. 

Además  se  reservarán  carreras  es- 
peciales para  los  marinos  y  embarca- 
ciones del  país. 

Remo. — Un  remero,  2.000  metros; 
esquifes. 

Pareja  de  dos  remeros ;  botes  y 
outrigget's. 

Cuatro  remeros;  botes. 

Se  organizará  una  carrera  especial 
para  las  dotaciones  de  las  escuadras. 

Los  reglamentos  serán  los  del  Ro- 
isúing  Club  Italiano. 

Natación.— Velocidad,  100  metros. 
Resistencia  y  velocidad,  500  metros. 
Resistencia,  1.000. 

Juego  de  Water-polo. 

F .  —  Velocipedta . 


sin  entraineurs ;  10.000  metros,  en 
pista;  sin  entraineurs. 

Resistencia.  —  100  kilómetros,  en 
pista,  con  entraineurs. 

Carrera  de  doce  horas,  en  pista, 
con  entraineurs. 

Los  reglamentos  vigentes  serán  los 
de  la  International  Cyclist's  Associa- 
tion. 

G .  — Juegos  atléticos . 

Lawn  tennis. — Sencillo.  Doble. 

Cricket.  —  Los  reglamentos  serán 
los  de  la  All'England  Laiicn  Tennis 
Association  y  del  Alarylebone  Cricket 
Club. 

Firman  este  programa  los  señores  si- 
guientes: N.  Delyanni,  Presidente  del 
Consejo  de  Ministros;.  L.  Deligeorges, 
A.  Zaimis  y  C.  Carapanos,  ex  Minis- 
tros; Coronel  Th.  Mano;  K.  Mavromi 
Chalis,  ex  diputado;  Coronel  N.  Meta 
xas,  Ministro  del  Interior;  Th.Retzinas, 
alcalde  del  Pireo;  G.  Roma,  ex  Vice- 
presidente de  la  Cámara  de  Diputados: 
Al.  Skouzes,  ex  diputado;  Comandante 
A.  Soutzo;  G.  Kozakis-Typaldo,  ex  di- 
putado, individuos  del  Consejo  del  Co- 
mité Heleno;  T.  Philemon,  ex  alcalde 
de  Atenas,  Secretario  general ;C  Mano, 
G.  Melas,  G.  Streit,  A.  Mercati,  Secre- 
tarios. 

Las  fiestas  tendrán  lugar  entre  los 
días  5  y  15  de  Abril  de  1896,  La  Socie- 
dad Española  de  Excursiones  confe- 
rirá gustosamente  su  representación  al 
socio  ó  socios  que  concurran  á  las  fies- 
tas helénicas,  ora  para  tomar  parte  en 
los  Juegos  Olímpicos,  ora  como  simples 
espectadores. 


Velocidad:  2.000  mttro5,-«n  pista, 


BÁCULO  Y  CALZADO 


BOLBTÍN 


DE   LA 


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DIRECTOR : 
EL  VIZCONDE  DE  PALAZUELOS,  Secretarlo  general  de  la  Sociedad. 


ANO  III 


Madrid   1.°  de  Novierabpe  de   1805 


NUM.  33 


SECCIÓN  DE  CIENCIAS  HISTÓRICAS 


BÁCULO  Y  CALZADO 

DEL  OBISPO  DE  MONDOSEDO,  DON  PELAIO  (f  1218). 


gíps  indiscutiblemente  uno  de  los 
fc^' .  medios  más  adecuados  que  pue- 
de emplear  la  Sociedad  española 
de  excursionistas  para  conseguir  el  fin 
que  se  propone,  de  llegar  al  conoci- 
miento completo  de  nuestra  patria,  den- 
tro de  los  aspectos  científico,  histórico, 
artístico  y  literario,  el  continuar  pu- 
blicando en  su  Boletín  noticias  de  los 
objetos  arqueológicos  que  figuraron  en 
\?í Exposición  histór ico-europea  por  los 
años  de  1892y  1893;  llenando  en  parte, 
y  poco  á  poco,  el  lamentabilísimo  vacío 
de  un  Catálogo  que  tal  nombre  mere  - 
ciese,  metódico  y  razonado,  de  aquella 
pasajera  reunión  de  buena  porción  de 
la  riqueza  histórico-artística  disemi- 
nada por  toda  la  Península  y  encerrada 
después,  en  su  gran  mayoría,  en  de- 
pendencias poco  ó  nada  accesibles  de 
nuestras  catedrales. 

No  por  lo  que  á  este  último  extremo 
se  refiere,  sino  por  lo  relativo  al  vacío 
del  Catálogo,  tiene  lo  dicho  particular 
aplicación  respecto  <á  los  objetos  min- 
donienses  enviados   á   la  Exposición 


y  que  llevan  los  números  158  y  159 
(Sala  VI)  del  llamado  Catálogo  general; 
pues  la  noticia  que  de  ellos  se  da  allí 
es  tan  sumamente  vaga,  que  con  ser  el 
báculo  el  único  de  su  clase,  género, 
época  y  materia  que  en  la  Exposición 
figuraba,  se  padeció  el  olvido  de  espe- 
cificar que  era  de  cobre  esmaltado  : 
olvido  tanto  menos  disculpable  ni  aun 
comprensible,  cuanto  que  en  el  Catá- 
logo de  los  objetos  de  Galicia  que  yo 
había  publicado  tiempo  antes  de  im- 
primirse el  oficial,  ni  yo  le  había  pa- 
decido, ni  había  dejado  de  advertir  que 
era  el  único  báculo  éneo  traído  por  las 
catedrales  y  coleccionistas  á  la  Expo- 
sición. 

Al  leer  esto  no  ha  de  entenderse  que 
semejante  báculo  sea  un  objeto  arqueo- 
lógico de  gran  rareza.  Lejos  de  eso, 
y  por  de  pronto,  la  iglesia  toledana 
pudo  traer  á  la  Exposición  aquel  de  la 
misma  clase,  materia  y  aun  época  (que 
tiene  hoy  arrinconado  en  un  estante 
alto  del  actual  depósito  de  alhajas  es- 
tablecido en  la  planta  baja  de  la  torre, 
y  que  antes  se  podía  ver  á  todas  horas, 
colocado  en  su  asta ,  en  un  cuarto  de 
al  lado  de  la  sacristía)  del  cual  se  de- 
cía, por  cierto,  que  provenía  de  los  fa- 

21 


166 


boletín 


mosísimos Concilios  celebrados  en  To- 
ledo durante  la  época  visigoda;  en  las 
iglesias,  y  particularmente  en  los  mu- 
seos del  extranjero ,  se  hallan  repeti- 
dos y  variados  ejemplares  de  báculos 
éneos  esmaltados,  con  la  misma  deco- 
ración iconográfica  que  el  usado  por 
el  Obispo  mindoniense  en  el  siglo  XIII. 
En  la  parte  destinada  á  Vajilla  por 
el  muy  ilustre  señor  canónigo  compos- 
telano  D.  Antonio  López  Ferreiro,  en 
sus  Lecciones  de  Arqueología  cristia- 
na (Santiago,  imprenta  del  Semina- 
rio, 1889)  puso  (no  en  la  lección  XLI, 
á  cuyo  final  trata  en  particular  de  los 
báculos,  sino  en  la  XXXVI,  al  ocu- 
parse del  esmalte  y  á  título  de  ejemplo 
de  los  de  campo  excavado)  un  dibujo 
(figura  260)  de  báculo  tan  semejante  al 
de  Mondoñedo,  que  sólo  se  diferencia 
de  él  en  detalles  poco  perceptibles  sin 
hacer  entre  ellos  alguna  detenida  com- 
paración. No  dice  de  dónde  sea,  pero 
yo  puedo  añadir  (y  adviértolo  para 
que  no  se  caiga  en  el  error  de  tomar- 
le por  el  mindoniense)  que  es  repro- 
ducción de  la  viñeta  que  se  halla  en  la 
página  239  del  Abécédaire  ou  rudiment 
d'archeologie  (  Architecture  religieiise) 
de  Mr.  Caumont,  tercera  edición  del 
año  1855,  representando  uno  del  Mu- 
seo de  Amiens,  ó  del  de  Angers. 

De  los  cuatros  báculos  éneos  ex- 
puestos entre  los  esmaltes  del  Museo 
parisiense  del  Louvre,  uno  de  ellos, 
de  fábrica  lemosina,  que  está  incom- 
pleto (núm.  123)  y  procede  de  la  co- 
lección Durand,  ofrece  identidad  de 
asunto  con  el  mindoniense.  De  los  seis 
que  se  han  reunido  en  el  Museo  llama- 
do des  Thermes  et  de  l'hotel  de  Cluny, 
dos  de  ellos  ,  ambos  de  Limoges ,  tie- 
nen gran  semejanza  con  el  de  Mondo- 
ñedo: el  que  lleva  el  núm.  4.545,  clasi- 
ficado como  del  siglo  XIII;  y  el  seña- 
lado con  el  4.547,  hallado  en  las  exca- 
vaciones practicadas  en  Lu^ón  en  1850 
y  asignado  al  siglo  anterior ,  en  el  Ca- 
tálogo publicado  por  el  director  del 


establecimiento,  Mr.  de  Sommerard, 
en  1883.  Y  en  la  sala  157  del  Museo  de 
Amsterdam  me  he  encontrado  otro 
báculo  de  émail  champlevé ,  XIII  sie- 
cle ,  que  tiene,  como  el  mindoniense, 
doble  representación  del  dragón. 

Avalora  al  de  Mondoñedo  la  circuns 
tancia  de  que ,  al  lado  de  una  autenti- 
cidad sobre  que  no  cabe  abrigar  la 
más  ligera  duda ,  tiene  época  perfec- 
tamente conocida ;  pues  hallado  en  un 
sepulcro  episcopal  de  la  iglesia  que 
muy  pocos  años  fué  catedral  en  Riba- 
deo,  sólo  podía  pertenecer  al  Obispo 
D.  Pelayo  de  Cebeyra  (1199-1218), 
que  fué  el  único  Prelado  que  allí  mu- 
rió y  en  aquella  iglesia  catedral  fué  se 
pultado.  Todo  lo  cual  consignó  ya  el 
P.  Flórez  al  ocuparse  de  ese  Obispo 
mindoniense  en  el  tomo  XVIII  de  la 
España  Sagrada. 

Es  de  cobre,  enriquecido  con  tur- 
quesas. El  tubo  que  forma  la  voluta 
está  brillantemente  esmaltado  de  azul 
y  adornado  de  gracioso  follaje  ser- 
peante dorado;  en  cada  una  de  las  mi- 
tades de  la  poma  se  ven  cuatro  lagartos 
enlazados  y  á  lo  largo  del  cubo  otros 
rectos,  con  la  cola  revuelta  en  espiral, 
el  lomo  realzado  de  turquesas,  y  dora- 
dos como  los  otros.  Ocupa  el  centro 
de  la  voluta  el  arcángel  San  Miguel, 
dorado,  de  cabeza  y  extremidades  des- 
proporcionadas y  actitud  severa,  ves- 
tido de  larga  túnica  menudamente  ple- 
gada, y  provisto  de  grandes  alas  fajea- 
das de  azul,  empuñando  con  ainbas 
manos  una  lanza  que  asesta  al  lomo  de 
un  dragón  que  tiene  á  sus  pies,  tam- 
bién dorado,  y  con  no  menores  alas, 
esmaltadas  de  azul  y  rojo;  el  cual,  con 
la  cabeza  de  serpiente  en  que  termina 
el  tubo  que  forma  la  voluta,  constitu- 
yen la  doble  representación  apocalíp- 
tica del  diablo  y  Satanás  (1). 

Yo  no  he  de  aventurarme  á  decir  ni 
una  sola  palabra  sobre  el  lugar  de  la 


(1)    Apoc,  XII,  7y9. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


167 


fabricación  de  este  báculo,  ni  si  es  ni 
deja  de  ser  de  Limoges ;  y  mucho  me- 
nos de  si  es  ó  puede  ser  obra  de  artis- 
tas g-allegos,  así  de  aquellos  que  for- 
maban parte  del  que  el  citado  señor 
López  Ferreiro  (Fueros  de  Santiago, 
cap.  I,  pág.  90)  llama  Colegio  de  artis- 
tas, al  cual  estaban  confiadas  las  obras 
de  la  Catedral  compostelana,  5''a  desde 
los  tiem-pos  del  Obispo  D.  Diego  Peláez 
(1070-1088),  como  de  aquellos  otros 
fabricantes  de  esmalte  que  el  mismo 
señor  (Lecciones  de  Arqueología,  pá- 
gina 314)  dice  que  florecieron  en  San- 
tiago, durante  los  siglos  XII  y  XIII, 
entre  los  que  figuraban  Arias  Pérez, 
Pedro  Peláez,  Pedro  Martínez  y  Fer- 
nán Pérez.  Y  añado  que  nada  he  de 
decir  sobre  ello,  porque  me  encuentro 
completamente  desprovisto  de  los  da- 
tos más  indispensables  para  entrar  en 
deducciones  firmes,  y  á  la  vez  absoluta- 
mente faltoso  del  necesario  valor  para 
formar  opinión  peligrosa ,  desde  que 
hay  que  hacer  afirmaciones  sin  base 
sólida,  cimentadas  solamente  sobre  su- 
posiciones más  ó  menos  atrevidas,  ana- 
logías más  ó  menos  exactas  y  conje- 
turas que  suelen  ser  visiones  forjadas 
por  el  exagerado  patriotismo,  degene- 
rado al  presente  en  mero  regionalismo. 


II 


Tocante  á  los  que,  empleando  una 
locución  genérica,  creo  poder  llamar 
sotulares  del  Obispo  mindoniense  don 
Pelayo ,  tengo  que  empezar  por  decir 
que  son  ejemplares ,  de  suma  rareza, 
de  la  lujosa  indumentaria  del  siglo  de 
San  Fernando;  pues  en  ningún  Museo 
ni  colección,  no  sólo  de  España,  sino 
del  extranjero,  se  encuentra  nada  igual 
ni  aun  parecido,  que  yo  sepa. 

Pertenecen  á  la  clase  de  calzado 
áureo  usado  por  los  clérigos  y  los  ca- 
balleros de  Compostela  ya  á  principios 
del  siglo  XII  y  en  el  siguiente,  y  pro- 
hibido por  Alfonso  X ,  á  los  moros  de 


la  tierra  de  Santiago,  en  1252,  y  tam- 
bién, después,  en  las  Cortes  de  Valla- 
dolid  de  1258,  á  escribanos,  balleste- 
ros ,  falconeros ,  porteros  y  escuderos. 
Y  muy  bien  pueden  tenerse  como  unos 
de  aquellos  sotulares  cosedizos  ó  pun- 
tiagudos, dorados,  con  las  palas  pinta- 
das y  realzados  de  tiras  de  oro  y  plata 
y  otros  adornos ,  cuyo  uso  prohibió  á 
los  clérigos  el  Concilio  de  Lérida  en 
1229  (1);  pues  coincide  perfectamente 
con  estas  circunstancias  el  corte  y  la 
ornamentación  del  calzado  que  usó  el 
Obispo  D.  Pelayo,  cuya  descripción  de- 
tallada hice  en  el  apéndice  V  de  mi  Ca- 
tálogo de  los  objetos  de  Galicia  en  la 
Exposición  histórico-europea. 

Allí  mismo  se  podrá  ver  algo  de  lo 
que  hay  desparramado  por  libros  y  do- 
cumentos acerca  del  calzado  usado  en 
nuestra  Península  durante  la  Edad  Me- 
dia. A  lo  cual  tengo  que  agregar  aho- 
ra algunos  otras  noticias  novísimas, 
dadas  al  público  recientemente  por  el 
que  bien  pudiera  ser  llamado,  ya  que 
no  dueño,  poseedor  de  la  historia  de 
Galicia ;  pues  que  en  su  poder  y  á  su 
disposición  tiene  el  copiosísimo  caudal 
atesorado  en  los  libros,  diplomas  y  pa- 
peles del  Cabildo  compostelano. 

Son  las  contenidas  en  el  Código  (así 
le  llama  el  aludido  Sr.  López  Ferrei- 
ro) dado  por  Alfonso  el  Sabio  en  Sevilla 
á  15  de  Febrero  de  1252,  á  la  tierra  de 
Santiago ,  con  el  nombre  de  posturas 
quejis  con  conseio  et  con  acordó  de  mió 
tio  don  Alfonso  de  Molina  et  de  mios 
hermanos  et  de  toda  mi  Corte  et  de 
los  Obispos  et  de  los  Ricos  Omes  et 
de  los  Caualleros  et  de  las  Ordenes  et 
de  omes  buenos  et  de  otros  omes  que 
se  acercaron  conmigo;  y  que,  en  suma, 
vienen  á  ser  un  verdadero  ordenamien- 
to de  Cortes  (no  incluido  en  los  publi- 
cados por  la  Academia  de  la  Historia), 


(1;  Soliilaribus  consiitUiis  vel  Yostralis  aiirifri- 
cis ,  pictis  palUs  sérico  stiper  ornatis  fibitlis  aut 
corrigis  aurii  vel  argentis  orttatmn  habentibus  ^  ca- 
non XI; , 


168 


BOLETÍN 


el  mismo  dado  á  Sevilla  por  el  propio 
Monarca  cuatro  años  después,  en  27 
de  Febrero  de  1256,  de  que  puso  frag- 
mentos D.  Juan  Sempere  5^  Guarinos 
en  su  Historia  del  liixo  y  de  las  leyes, 
suntuarias  de  España  (Madrid,  1788, 
t.  I,  pág.  87). 

En  unas  de  estRS  posturas  (XXIX), 
y  bajo  el  título  de  que  ningund  home 
non  hastone  pannos ,  se  dispone  que 
trayades  zapatos  dorados  que  non  sean 
fcrpados  {\),y  que  el  sapatero  que  fer- 
pare  el  mipato...  quel  corten  el  pulgar. 
En  otra  (LXV),  que  trata  de  commo 
anden  los  moros  vestidos^  se  manda 
que  non  t rayan...  qapatos  dorados  nin 
blancos.  Y  en  aquella  (XXXIV)  dedi- 
cada particularmente  á  de  como  anden 
los  <;apatos  se  pone  una  tasa  que  bien 
merece  ser  reproducida  aquí  y  dice: 
zapatos  dorados  que  den  vii  pares  por 
huH  maravedí  de  los  líieiores:  et  de  los 
suecos  (que  el  Sr.  Ferreiro  se  adelanta 
á  traducir  por  borceguíes)  ///  pares 
por  i  maravedí  et  qui  mas  quisier  dar 
que  mas  dé:  et  de  los  ¡zapatos  dorados 
de  vmigier  vi  pares  por  i  maravedi  los 
meiores:  et  gapatos  prietos  de  cabrito 
entallados  et  á  cuerda  v  pares  por  i 
maravedi  los  meiores:  et  de  cordouan 
entallados  et  a  cuerda  vi  pares  por  i 
maravedi  los  meiores  (2)  De  cuyas  cla- 
ses, la  de  entallados  et  a  cuerda  no 
figura  en  las  muy  conocidas  tasas  de 
las  Cortes  de  Valladolid  del  año  1351. 

No  he  de  embargar  yo  las  columnas 
del  Boletín  con  aquello  ya  dicho  y  re- 
petido hace  mucho  tiempo,  que  el  cu 
rioso  puede  ver  en  publicaciones  tan 
conocidas  como  El  Arte  en  España  y 
el  Museo  español  de  antigüedades.  A 
lo  que  escribí  en  el  tomo  III  de  la  pri- 
mera, publicado  en  1865  (páginas  419 
y  425),  tratando  de  la  Catedral  de 
Mondoñedo  su  historia  y  descripción, 
sus  pinturas  murales^  accesorios,  mo 


biliario,  bronces  y  orfebrería ,  vestidu- 
ras y  ropas  sagradas;  y  á  lo  que  puse 
en  el  II,  de  la  segunda,  al  ocuparme 
particularmente  de  los  mismos  objetos, 
remito  á  quien  desee  conocer  algo  al 
por  menor  la  historia  de  ellos  y  ver 
detallada  descripción  de  los  mismos. 
Pero  no  he  de  concluir  sin  decir  que  á 
la  historia  de  estos  objetos  mindonien- 
ses  pertenece  aquel  episodio  parla- 
mentario de  la  sesión  del  6  de  Marzo, 
de  las  Cortes  Constituyentes  de  1869 
(páginas  346  á  354  del  Diario  de  se  - 
síonesj,  lo  que,  por  no  haberlo  consig- 
nado en  mis  anteriores  citados  trabajos, 
no  he  de  callarlo  ahora ;  como  tampo  - 
co  que  incautados  esos  objetos  con 
otros  (al  fin  y  al  cabo)  no  obstante  lo 
dicho  en  esa  citada  sesión,  á  vuelta  de 
tales  y  cuales  vicisitudes ,  se  mandó 
que  fuesen  llevados  al  Museo  Arqueo- 
lógico Nacional  por  una  Real  orden, 
que,  como  tantas  otras,  no  recibió  cum- 
plimiento. 

José  ViLLA-AMiL  y  Castro. 

—— warJíJOJJjTi — — 


LA  VIRGEN  CON  EL  NIÑO  EN  LOS  BRAZOS 

(Escultura  en  marfil, 
propiedad  de  la  catedral  de  Toledo.) 


(1)  Con  puntas. 

(2)  López  Ferreiro,  Fueros  municipales  de  San- 
tiago y  de  su  tierra,  t.  I,  pag.  355.— Santiago,  1896. 


I 

Tan  interesante  es  para  el  conoci- 
miento del  arte  cristiano  el  estudio  de 
la  iconografía  mariana,  como  para  la 
ciencia  arqueológica  en  general  el  de 
la  eboraria,  rama  consagrada  á  los 
objetos  labrados  en  marfil.  Aunándose 
en  la  obra  que  nos  proponemos  exa- 
minar aquella  primera  materia  y  el 
tipo  ó  representación  de  la  Madre  de 
Dios,  creemos  conveniente  anteponer 
á  la  descripción  y  juicio  de  la  efigie 
que  motiva  este  estudio,  algunas  noti- 
cias y  consideraciones  acerca  de  la  es- 
cultura en  marfil  y  sobre  las  imágenes 
de  la  Virgen  María,  creadas  por  el  arte 
cristiano  desde  sus  comienzos  hasta 
el  período  que  cierra  la  Edad  Media. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


169 


El  empleo  del  marfil  como  materia 
propia  de  la  escultura  es  tan  antiguo 
como  la  primitiva  civilización  de  la 
humanidad;  y  para  explicarlo  basta- 
rían su  finura,  la  facilidad  de  su  labor, 
la  belleza  de  tonos  que  imprime  al  ob- 
jeto y  el  aprecio  que  sobre  sí  atraía 
una  materia  considerada  como  precio- 
sa y  no  fácil  de  adquirir.  Usáronlo  los 
egipcios,  y  de  ello  hay  pruebas  feha- 
cientes. El  Museo  del  Louvre  posee, 
entre  los  más  notables  objetos  de  sus 
salas  egipcias,  una  almohada  de  marfil 
que  en  su  base  ostenta  la  leyenda  je- 
roglífica de  Nepherkeres ,  rey  de  la 
quinta  dinastía. 

Los  pueblos  orientales  y  los  euro- 
peos emplearon  el  marfil  con  profu- 
sión. Griegos  y  romanos  aplicáronle 
repetidamente,  tanto  á  la  estatuaria 
como  al  relieve,  y  á  este  propósito  nos 
bastará  recordar  las  estatuas  llamadas 
criselefantinas  (hechas  de  oro  y  mar- 
fil), y  los  dípticos  consulares,  varios  de 
los  cuales  aún  se  conservan. 

Mayor  estima  y  uso  hizo  aún  del 
marfil  el  arte  cristiano  en  sus  diferen- 
tes y  distintas  fases.  Si  la  escultura  la- 
tina sigue  de  más  ó  menos  cerca  las 
huellas  de  la  romana  clásica,  la  bizan- 
tina rompe  los  trillados  moldes,  adop 
tando  nuevos  caracteres  y  formas  me- 
nos acordes  con  el  realismo  y  con  el 
estudio  del  natural,  bien  que  más  con- 
formes, en  cambio,  con  el  idealismo 
cristiano  y  con  la  general  reforma  que 
en  el  campo  de  las  artes  tendía  á  in- 
troducir y  á  consolidar  durante  varios 
siglos  la  nueva  y  verdadera  religión, 
impuesta  ya   en  Oriente  y  Occidente. 

El  olvido  de  las  tradiciones  clásicas, 
la  ruina  del  Imperio  de  Occidente  y 
otras  causas  harto  complejas,  entre  las 
que  fué  una  la  herejía  iconoclasta,  que 
dirigió  hacia  el  centro  y  el  oeste  de 
Europa  una  falange  de  artistas  grie- 
gos,promovieron,  principalmente  des- 
de los  siglos  VIII  y  IX,  la  difusión 
del  bizantinismo ,  y  con  ella  la  afición 


creciente  hacia  la  labor  de  obras  en 
marfil.  En  Alemania,  en  Italia,  en  la 
Francia  merovingia  y  carlovingia  y 
en  la  España  visigoda,  cultivóse  la 
eboraria  artística,  haciéndose  imáge- 
nes, dípticos,  arquetas  esculpidas,  ta- 
pas ó  encuademaciones  y  aun  carros 
de  marfil,  como  el  suntuoso  desde  el 
cual  peleó,  según  la  tradición,  el  últi- 
mo Rey  godo,  en  la  funesta  batalla  que 
le  privó  de  corona  y  vida. 

Desde  el  siglo  XI  hasta  el  XV  es  la 
gran  época  de  la  escultura  en  marfil, 
extensamente  cultivada  por  árabes  y 
cristianos.  Aquéllos  y  sus  descendien- 
tes los  mudejares  esculpen  bellísimas 
arquetas  exornadas  con  leyendas  y 
labor  de  ataurique.  La  eboraria  cris- 
tiana alcanza  ancho  campo  de  acción, 
Lábranse  dípticos  y  trípticos  en  que 
con  maravillosa  finura  á  veces ,  se  re- 
presentan escenas  del  Antiguo  Testa- 
mento ó  de  la  vida  de  Jesucristo;  reli- 
carios, arquetas  y  cofrecillos  profusa 
y  variamente  adornados;  imágenes  del 
Crucificado  y  de  la  Santísima  Virgen; 
bocinas,  báculos  episcopales,  marcos 
de  espejo,  grupillos  escultóricos,  pei- 
nes, cucharas,  y,  en  suma,  cuantos 
objetos  de  uso  más  ó  menos  común 
eran  susceptibles  de  entallarse  en 
aquella  preciosa  materia,  tan  apropia- 
da para  la  pequeña  escultura. 

Cierto  que  en  los  últimos  cinco  si- 
glos de  la  Edad  Media  los  caracteres 
artísticos  no  son  los  mismos,  antes  va- 
rían considerablemente,  y  la  escultura 
en  marfil  no  podía  escapar  á  esta  ky 
general.  Un  arqueólogo  moderno  mar- 
ca á  este  propósito  tres  fases  ó  perío- 
dos dentro  de  la  Edad  Media;  el  de  la 
infancia,  que  abarca  hasta  el  siglo  XII 
inclusive;  el  de  completo  desarrollo, 
durante  los  siglos  XIII  y  XIV,  y  el  de 
decadencia,  en  el  siglo  XV.  La  clasifi 
cación  es  exacta;  pero  no  debe  tomar- 
se tan  á  la  letra  que  se  pretenda  no 
existir  obras  muy  bellas  de  aquel  gé- 
nero, comenzada  ya  la  XV  centuria. 


17Ó 


BOLETÍN 


En  los  interesantes  ejemplares  existen- 
tes en  los  Museos  del  Louvre  y  de  Clu- 
ny,  en  París,  y  en  el  nuestro  Arqueo- 
lógico Nacional  de  Madrid,  pueden 
apreciarse  y  estudiarse  las  condicio- 
nes y  diferencias  que  caracterizan 
aquellos  diversos  períodos,  al  último 
de  los  cuales  puso  fin  y  remate  el  Re- 
nacimiento, que  aunque  cultivó  tam- 
bién la  escultura  en  marfil,  la  empe- 
queñeció en  realidad,  despojándola  de 
su  especial  sello  y  de  su  verdadera  im- 
portancia (1). 


TI 


La  tradición  y  el  recuerdo  venidos 
de  Judea  á  las  comarcas  de  Occidente 
influyeron  notoriamente  en  las  repre- 
sentaciones atribuidas  á  la  Virgen  por 
los  primitivos  artistas  cristianos.  Las 
más  venerables  por  su  remota  antigüe- 
dad hállanse  en  las  Catacumbas,  y,  se- 
gún Rossi,  pasan  de  veinte  las  escenas 
pictóricas  en  que  la  Virgen  constituye 
la  figura  principal.  En  conformidad 
con  la  edad  y  el  aspecto,  no  de  aquella 
tierna  doncella   desposada  con  José, 


(1)  El  Sr.  Assas,  á  quien  nos  hemos  referido  en  el 
texto,  enumera  los  objetos  de  marfil  que  posee  el 
Museo  Arqueológico  Nacional.  Entre  otros  figuran 
los  siguientes: 

Siglo  X/.  — Crucifijo  labrado  para  los  Reyes  de 
León  y  Castilla  D.  Fernando  I  y  Doña  Sancha. 

Siglo  XII.-  Arqueta  con  figuras  grabadas;  18  cen- 
tímetros de  altura  por  16  de  longitud. 

Siglo  A'/K- Arqueta  de  madera  con  esculturas  de 
marfil,  que  representan  pasajes  de  ia  vida  de  San 
Jorge,  en  el  cuerpo  de  la  caja,  y  asuntos  del  Antiguo 
Testamento  en  la  tapa. 

Hoja  de  díptico,  dividida  en  dos  partes,  con  esce- 
nas de  la  vida  de  Cristo. 

Díptico  con  escenas  de  la  Sagrada  Pasión. 

Sí'g/o  XF".— Estatua  de  la  Virgen  en  pie,  con  el 
Niño  en  los  bi'azos  (15  centímetros  de  base  por  39  de 
altura.) 

Hoja  de  díptico,  representando  la  Adoración  de  los 
Santos  Reyes  (11  centímetros  de  altura.) 

Dos  figuritas,  detalle  de  ornamentación. 

Grupo  con  figuras  decorativas. 

Otro  grupo  representando  animales,  adorno  de 
arqueta  ó  mueble. 

Cuchara  con  seis  cocodrilos  esculpidos  en  el  man- 
go (  25  centímetros  de  longitud  ) 

{Objetos  artísticos  de  marfil  que  se  conservan  en 
el  Museo  Arqueológico  Nacional,  etc.,  por  D.  Ma- 
nuel de  Assas.  Musco  español  de  antigüedades, 
tomo  VII,  pág.  114.) 


sino  de  la  Madre  del  Dios  ya  muerto 
por  amor  del  género  humano,  de  aque- 
lla á  quien  conocieron  y  veneraron  los 
Apóstoles  y  los  primeros  fieles  de  la 
grey  cristiana,  aparece  generalmen- 
te la  Virgen  representada  como  una 
grave  matrona  sentada,  que  suele  lle- 
var á  su  divino  Hijo  en  los  brazos  ó 
sobre  las  rodillas.  La  figura  joven  y 
graciosa  de  la  Virgen  es  una  excepción 
en  los  primeros  siglos  del  Cristianis- 
mo; esto  ocurrió  más  adelante,  princi- 
palmente desde  las  tres  últimas  centu- 
rias de  la  Edad  Media  en  lo  sucesivo. 
Obsérvese  aquí  que  lo  contrario  acae- 
ció con  Jesucristo ,  á  quien  se  repre- 
sentaba en  un  principio  apenas  en  la 
edad  de  la  pubertad  y  casi  en  la  de  la 
infancia,  figurándosele  después  como 
hombre  llegado  á  la  edad  madura. 

Como  no  puede  menos  de  suceder, 
en  estas  efigies  primitivas  refléjase  aún 
el  naturalismo  clásico  y  se  adivina  sin 
dificultad  la  cercana  fuente  en  que  para 
la  reproducción  de  la  humana  forma 
bebieron  los  artistas  romano-cristia- 
nos. 

La  metamorfosis  operada  en  el  arte 
clásico  déjase  observar  bien  pronto  en 
la  iconografía  de  la  Virgen,  á  medida 
que  se  suceden  los  siglos.  Durante  el 
período  llamado  latino,  el  tipo  corróm- 
pese y  se  transforma.  La  sencillez  y 
naturalidad  de  la  época  clásica  con- 
viértense  en  incorrección  y  dureza  en 
los  miembros  y  facciones.  El  rostro 
prolongado,  el  luengo  y  rígido  cuerpo, 
las  facciones  inexpresivas  que  se  atri- 
buyen entonces  á  la  Virgen  marcan 
bien  la  decadencia  apoderada  del  arte. 
El  escultor  y  el  pintor  quieren  contra- 
rrestar su  escasa  destreza  cubriendo 
los  vestidos  con  piedras  preciosas,  lujo 
de  detalles  y  recargados  adornos  que 
anuncian  el  predominio  del  gusto  orien- 
tal. Pero  la  posición  ó  actitud  seguía 
siendo  la  misma,  con  ligeras  variantes, 
que  la  preferentemente  adoptada  en  el 
anterior  período  histórico. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


171 


El  arte  bizantino^  que  al  lado  del  la- 
tino y  con  más  pomposos  éxitos  que 
éste,  vio  extenderse  su  crédito  y  sus 
influencias,  creó  ó  acentuó  ciertos  ti- 
pos de  la  Virgen  que,  repetidos  hasta 
lo  infinito,  se  sucedieron  durante  siglos 
en  Oriente  y  Occidente.  La  Virgen  se- 
dente, con  ó  sin  Jesús  en  los  brazos  ó 
sobre  las  rodillas,  sigue  en  boga;  pero 
la  delgadez  y  alargamiento  de  formas 
y  proporciones  son  más  extremadas, 
la  actitud  más  rígida  y  hierática,  los 
accesorios  y  vestiduras  más  cuidados 
y  lujosos  aún  que  entre  los  artistas  lati- 
nos. También  representaron  con  gran 
frecuencia  los  bizantinos  á  la  Virgen 
orante,  con  las  manos  y  brazos  le- 
vantados, en  actitud  verdaderamente 
oriental. 

Entre  nosotros,  los  moldes  propios 
de  la  escultura  latino-bizantina  perma- 
necieron desde  el  período  visigodo,  y 
durante  los  llamados  latino  y  románi- 
co, hasta  bien  entrado  el  siglo  XIIL 
Un  estudio  comparativo  de  las  imáge- 
nes y  relieves  marianos  que  en  nuestra 
patria  se  conservan  de  esta  larga  épo- 
ca, sería  muy  conveniente  y  aprove- 
chado para  el  conocimiento  del  arte 
cristiano.  Recordemos  solamente,  en  su 
cualidad  de  muy  conocida,  la  Virgen 
con  el  Niño  en  los  brazos,  que  fué  del 
monasterio  de  Sahagún  y  hoy  se  con- 
serva en  el  Museo  arqueológico  na- 
cional. Por  la  doble  filiación  y  tenden- 
cia que  en  ella  se  observa,  es  á  la  vez 
latina  y  bizantina.  Por  la  incorrección 
de  su  dibujo,  lo  prolongado  de  sus  for- 
mas, el  arcaísmo  de  los  pliegues  y 
vestiduras  y  lo  característico  de  cier- 
tos d.^talles,  tales  como  las  coronas  que 
ostentan  ambas  figuras  y  el  libro  que 
sostiene  el  Niño,  puede  considerarse 
este  relieve,  que  se  remonta  al  siglo  XI 
ó  principios  del  XII,  como  una  de  las 
más  características  obras  del  período 
é  índole  que  nos  vienen  ocupando. 

En  los  siglos  XII  y  XIII  fueron  es- 
pecialmente frecuentes  (aunque  tam- 


bién se  fabricaron  en  siglos  posterio- 
res) ciertas  imágenes  de  la  Virgen, lla- 
madas aby lentes,  porque,  en  efecto,  se 
abren  á  manera  de  díptico  ó  tríptico, 
conteniendo  en  su  interior,  ora  algu- 
na decoración  esculpida,  ora,  más  fre- 
cuentemente, alguna  piadosa  reliquia. 

Como  por  lo  general  ocurre  con  las 
demás  ramas  del  arte  cristiano,  cuan- 
do las  representaciones  de  la  Virgen 
alcanzan  el  más  supremo  grado  de  esa 
belleza  ideal  que,  sin  desdeñar  el  estu- 
dio y  la  reproducción  de  la  forma  hu- 
mana, cifra  su  verdad  y  su  mérito  en 
la  compenetración  con  el  sentimiento 
espiritualista  propio  del  Cristianismo, 
es  durante  el  último  período  de  la  Edad 
Media,  en  lo  que  se  relaciona  con  la 
esfera  del  arte  tan  impropiamente  lla- 
mado gótico. 

Por  lo  mismo  que  la  arquitectura  oji- 
val es  un  arte  nuevo  y  libre  que  sacu- 
de lejos  de  sí  las  obligadas  trabas  pro- 
pias del  románico  y  el  bizantino,  la  es- 
cultura de  la  época  no  va  en  zaga  á  la 
arquitectura  en  ese  gran  movimiento 
entusiasta  y  progresivo  hacia  la  posi- 
ble perfección,  dentro  del  arte  religio- 
so. En  las  estatuas  y  relieves  de  la  Vir- 
gen nótase  este  cambio  de  frente  ope- 
rado desde  el  siglo  XIII.  El  artista  com- 
plácese en  libertarla  de  ese  hieratismo 
y  envaramiento  excesivos  que  predomi- 
naban en  las  centurias  anteriores.  Re- 
preséntala generalmente  de  pie,  dótale 
de  mayor  naturalidad  en  las  actitu- 
des y  flexibilidad  en  los  movimientos. 
Estos  simulacros  de  la  Virgen,  por  lo 
común  con  el  Niño  en  los  brazos,  bro- 
tados en  los  siglos  XIV  y  XV  al  calor 
de  la  inspiración  artística  cristiana  y 
del  culto  poético  y  amable  de  la  Madre 
de  Dios,  suelen  ser  obras  más  que  apre- 
ciables,  y  á  las  veces  del  más  alto  inte- 
rés para  el  arqueólogo.  Juntamente 
con  este  tipo,  no  es  raro  encontrar  du- 
rante el  período  gótico  el  de  la  Virgen 
sentada  y  aun  de  rodillas  ante  su  divi- 
no Hijo;  actitudes  aprovechadas  para 


172 


boletín 


el  cuadro  y  para  el  relieve,  principal- 
mente en  aquellas  escenas  en  que,  como 
en  el  Nacimiento,  la  Adoración  de  los 
Reyes  y  de  los  Pastores,  la  fig-ura  de 
la  Virgen  Madre  es  más  episódica  que 
principal. 

Ese  arte  escultórico  de  los  siglos  XIV 
y  XV,  tan  variado,  tan  libre,  tan  inge- 
nuo y  espontáneo  las  más  de  las  veces, 
aventaja,  en  lo  que  respecta  á  la  repre- 
sentación plástica  de  la  Virgen,  al  del 
Renacimiento,  no  obstante  sus  perfec- 
ciones y  mag-nificencias,  que  no  es  po- 
sible negar.  En  tanto  que  la  plácida 
sonrisa  ó  la  vaga  expresión  de  dolor 
que  iluminan  el  semblante  de  una  Vir- 
gen gótica  dan  idea  de  algo  sobrena- 
tural, más  que  humano  y  no  sentido 
por  los  demás  mortales,  las  estudiadas 
actitudes,  la  sabia  ejecución  y  el  natu- 
ralismo que  campea  en  análogas  efi- 
gies de  los  siglos  XVI  y  XVII  (por  no 
mentar  las  de  época  más  moderna), 
traen  á  nuestra  mente  recuerdos  y  se- 
mejanzas de  placeres  y  dolores  más 
parecidos  á  los  nuestros,  más  comunes 
á  la  generalidad,  con  detrimento  en 
muchos  casos  del  efecto  y  del  senti- 
miento verdaderamente  religioso. 


III 


A  ese  tipo  gótico  á  que  poco  ha  ha- 
cíamos referencia,  corresponde  la  ebúr- 
nea efigie  que  va  á  ocupar  nuestra 
atención,  y  que,  fielmente  reproduci- 
da, acompaña  á  estas  páginas.  Propie- 
dad del  Cabildo  catedral  de  Toledo  (1) 
figuró  en  la  Exposición  histórico -euro 
pea  de  Madrid,  donde  pudimos  exami- 
narla. El  Catálogo  de  aquel  certamen 
sólo  decía  acerca  de  dicha  obra  lo  si- 
guíente: 

"Una  Virgen  de  marfil,  gótica,  de 
65  centímetros  de  altura,  teniendo  en 
sus  brazos  al  Niño  Jesús,  y  coronada 


con  la  diadema  flordelisada,  tan  común 
en  el  siglo  XV,  á  que  pertenece„  (1). 

Ampliemos  esta  descripción,  cuya 
sobriedad  es  excesiva.  La  Virgen  apa- 
rece de  pie,  algo  inclinada  hacia  atrás 
en  gracioso  movimiento,  que  imprimió 
el  artista  aprovechando  la  natural  cur- 
vatura del  colmillo  que  le  servía  de 
materia  laborable.  Cubre  la  rizada  ca- 
bellera de  la  Virgen  sutil  manto  ,  gra 
ciosamente  plegado,  sobre  el  cual  asien- 
ta la  floreada  corona,  cuya  mitad  iz- 
quierda se  halla  rota. 

Ciñe  el  cuerpo,  bajando  hasta  los 
pies,  una  túnica  en  parte  cubierta  por 
un  manto  recogido  por  delante  en  airo- 
sos pliegues.  En  lo  alto  de  la  túnica, 
bajo  el  cuello  de  la  Virgen,  vese  la 
inscripción  AVE  MAR  (principio  de 
la  salutación  angélica)  en  letras  góti- 
cas mayúsculas. 

Con  el  brazo  y  mano  izquierdos  sos- 
tiene la  Virgen  á"  Jesús  niño,  y  con  la 
diestra  ofrécele  una  flor,  como  en  infan- 
til presente.  El  Niño,  por  su  parte,  ase 
con  la  manita  derecha  la  toca  ó  velo 
de  su  Madre,  por  detrás  de  la  cabeza 
de  ésta.  En  la  espalda  de  la  efigie  abre 
se  un  gran  hueco  ó  espacio  rectangu- 
lar, sin  tapa  ni  guarnición  adosada, 
que  debió  de  contener  tiempo  atrás  al- 
guna reliquia. 

Tales  son  los  rasgos  principales  que 
ofrece  esta  imagen ,  muy  notable  por 
cierto  entre  sus  congéneres  y  entre  las 
obras  de  eboraria  artística  de  la  Edad 
Media.  Algunas  particularidades  ofre- 
ce además,  en  que  es  conveniente  nos 
fijemos.  Según  práctica  frecuente  en 
los  tiempos  medios,  y  también  en  los 
antiguos,  el  trabajo  del  escultor  vese  ó 
más  bien  vióse  aquí  realzado  con  el 
del  pintor  ó  iluminador.  El  cabello  de 
la  Virgen  conserva  restos  del  dorado 
con  que  se  quiso  imitar  el  color  rubio. 
En  el  interior  de  la  corona,  en  los  ves- 
tidos y  también  en  las  caras  de  la  Vir- 


il) Consérvase,  juntamente  con  multitud  de  riquí- 
simas alhajas  y  obras  artísticas,  en  la  antigua  capi- 
lla de  San  Juan,  de  la  dicha  Catedral  de  Toledo. 


( 1 )    Catálogo  general,  sala  V,  núm.  8. 


\ 


LA  VIRGEN  CON  EL  NIÑO  EN  LOS  BHAZOS 
Escultura  en  marfil,  propiedad  de  la  Catedral  de  Toledo 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


173 


gen  y  del  Niño,  nótanse  muchas  hue- 
llas de  la  pintura ,  principalmente  roja, 
que  les  prestara  ma5^or  brillantez  y  vi- 
sualidad. 

La  excelente  conservación  de  la  efi- 
gie permite  apreciar  de  lleno  sus  rele- 
vantes dotes  artísticas.  El  escultor  qui- 
so hacer  gala  en  esta  obra  de  exquisi- 
to gusto  y  delicadeza  de  cincel.  Anima 
la  cara  de  la  Virgen  una  graciosa  son- 
risa é  inefable  expresión  de  bondad; 
los  rasgos  fisonómicos  son  finos ,  co  - 
rrectos,  y  aun  pudiéramos  decir  aris- 
tocráticos. Bellísimos  son  los  partidos 
de  paños,  y  hechos  con  un  esmero  y 
prolijidad  que  en  nada  perjudican  al 
grandioso  efecto  estético  del  conjunto. 
La  esbeltez  de  la  imagen,  evidentemen- 
te excesiva  si  se  la  contempla  á  la  luz 
del  canon  realista  y  naturalista,  com- 
pone muy  bien  aplicada  á  este  trozo  de 
marfil  que  parece  animado  por  un  so- 
plo de  la  belleza  ideal. 

Muy  inferior  se  mostró  el  artista  al 
esculpir  el  Niño,  que  en  este  grupo 
sólo  tiene  un  valor  secundario.  Pres- 
cindiendo de  la  desproporcionada  pe- 
quenez de  la  figura  y  de  lo  diminuto 
de  la  cabeza,  en  la  factura  de  la  cara, 
de  los  cabellos,  de  la  túnica  y  del  pie 
que  sobresale,  descúbrese  menos  arte, 
hállanse  mayores  incorrecciones  y  aun 
antojase  cierto  carácter  vulgar  que  se 
compadece  mal  con  la  figura  delicada 
de  la  Virgen. 

IV 

¿Cuándo  y  dónde  se  labró  esta  efigie? 
¿Cuándo  y  por  qué  vino  á  acrecentar 
el  tesoro  artístico  de  la  Catedral  de 
Toledo?  Faltan  noticias  sobre  unos  y 
otros  extremos,  que  deberemos  tratar, 
por  tanto,  guiados  tan  sólo  por  deduc- 
ciones y  conjeturas. 

Atendiendo  á  sus  caracteres  artísti- 
cos, parécenos  la  imagen,  más  bien 
que  del  siglo  XV,  como  reza  el  Ca- 
tálogo de  la  Exposición  retrospectiva, 
de  la  segunda  mitad  del  XIV.  El  si- 


glo XIV  es  el  de  oro  de  la  escultura  en 
marfil;  en  él  alcanzó  el  arte  de  la  ebo- 
raria una  perfección  técnica  y  una 
elegancia  tal,  como  nunca  obtuvo  en  lo 
sucesivo,  siendo  más  bien  aquel  perío- 
do culminante  el  punto  á  partir  del 
cual  se  inició  la  decadencia.  La  obra 
que  examinamos  conviene  más  bien 
con  un  período  de  gran  florecimiento 
que  con  otro  ya  decadente;  y  aun  pare- 
cen percibirse  en  la  cara  de  la  Virgen, 
y  en  la  del  Niño,  ciertos  signos  y  hue- 
llas de  atenuado  arcaísmo  que  no  des- 
dice de  los  primores  que  trazó  el  cincel 
en  la  delicada  materia  sobre  que  se 
ejercitaba. 

Vese  usada,  tanto  en  el  siglo  XIV 
como  en  el  XV,  la  forma  de  corona 
que  aparece  en  la  imagen.  No  hay,  para 
cerciorarse  de  ello,  sino  contemplar 
los  sellos  mayestáticos  de  Alfonso  XI, 
Enrique  I]  y  Juan  I  de  Castilla,  y  las 
monedas  de  los  Juanes  I  y  II  y  de  los 
Enriques  II,  III  y  IV. 

La  corta  inscripción  trazada  en  la 
estatuíta  ayuda  también  á  inquirir  la 
fecha  en  que  se  labró.  Las  letras  son 
mayúsculas,  del  carácter  monacal  muy 
usado  en  la  segunda  mitad  del  si- 
glo XIV  y  en  el  transcurso  del  XV. 

Cuanto  á  la  procedencia,  no  creemos 
sea  éste  un  trabajo  español ;  parécenos 
francés,  y  aun  labrado  en  el  Norte  de 
Francia,  donde  en  los  siglos  XIII y XÍV 
florecía  una  notable  escuela  de  artis- 
tas en  marfil,  y  donde  debe  buscarse  la 
cuna  y  el  asiento  del  puro  arte  del  perío- 
do ojival  en  todas  sus  manifestaciones. 
Procediendo  además  por  compara- 
ción, dos  obras  del  mismo  género,  evi- 
dentemente francesas,  conocemos,  con 
las  cuales  la  de  la  Catedral  de  Toledo 
tiene  estrecho  parentesco.  Es  una  de 
ellas  una  estatuíta  de  marfil  que  figuró 
en  la  inolvidable  Exposición  histórica 
de  Madrid  (Sala  IV).  Inferior  en  arte 
y  bastante  más  pequeña  que  la  de  To- 
ledo, es,  en  nuestra  opinión,  algo  más 
antigua.   La  efigie  adopta   la  misma 


174 


BOLETÍN 


graciosa  postura  ó  inclinación  hacia 
atrás ;  la  faz  sonríe  ligeramente  y  los 
paños  están  tratados  con  inteligencia. 
Sobre  el  manto  ó  toca  ostenta  la  Virgen 
una  especie  de  diadema  ó  corona  lisa, 
de  forma  rudimentaria.  Conla  mano  de- 
recha sostenía  ó  presentaba  un  objeto, 
hoy  desaparecido, y  sóbrela  izquierda 
y  el  correspondiente  brazo  soporta  al 
niño  Jesús,  quien,  en  vez  de  extender  el 
brazo  derecho  para  coger  el  manto  de 
la  Virgen,  lo  tiene  recogido  sobre  el 
pecho.  Faltan  á  esta  imagen  casi  todo 
el  brazo  derecho  y  los  pies,  y  al  Niño 
la  cabeza  y  parte  del  brazo  izquierdo. 
Aunque  semejantes  mutilaciones  no 
quitaran  á  esta  pequeña  estatua  parte 
de  su  importancia,  sus  condiciones  ar- 
tísticas la  colocan  á  gran  distancia  y 
en  mu}^  inferior  categoría  con  relación 
á  la  efigie  toledana. 

Mucha  mayor  analogía  ofrece  con 
ésta,  otra  que  se  conserva  en  el  Museo 
del  Louvre ;  hasta  tal  punto  se  observa 
la  semejanza  entre  ambas,  que  no  pa- 
rece sino  que  fueron  debidas  á  una 
misma  mano.  Cuando  esto  no  ocurriera , 
el  arte,  la  escuela,  la  filiación  de  una 
y  otra  son  idénticos. 

La  posición  de  la  efigie  de  París  es 
absolutamente  la  misma,  sin  que  en  los 
detalles  dejen  de  observarse  algunas 
diferencias.  La  expresión  del  rostro  es 
aún  más  abierta  y  sonriente,  los  ojos 
más  rasgados  y  las  facciones  más  co- 
rrectas. La  corona  es  más  rica  y  com- 
plicada en  sus  adornos.  Sobre  la  túni- 
ca de  la  imagen  vese  un  cinturón.  La 
Virgen  ofrece ,  no  una  flor ,  sino  una 
manzana  al  Niño,  que  aventaja  en  sus 
buenas  proporciones  y  en  su  factura 
al  del  grupo  de  nuestra  Iglesia  prima 
da.  Exornan  el  pequeño  pedestal  sobre 
que  se  yergue  la  imagen,  menudas  la- 
bores repetidas,  mu}'-  características 
del  siglo  XIV,  en  lo  que  también  se 
nota  diferencia  con  la  nuestra,  cuyo 
pedestal  es  liso.  Por  lo  demás,  la  dis- 
posición del  grupo,  lo  gracioso  del  mo- 


vimiento, la  esbeltez  y  elegancia  de  las 
figuras,  el  gusto  y  la  destreza  con  que 
están  plegados  y  trabajados  los  paños, 
todo  lo  que  el  artista  quiso  hacer  re- 
saltar como  principal,  es  gemelo  en  am- 
bas obras.  La  estatua  de  París  es  tra- 
bajo muy  notable  é  importante ,  hasta 
el  punto  de  que  un  experto  crítico  mo- 
derno (1)  la  considera  como  una  de  las 
dos  mejores  obras  en  marfil  propias  de 
la  Edad  Media,  entre  las  conservadas 
en  el  Louvre,  y  como  obra  maestra  de 
la  escuela  parisiense  de  escultura.  Pero 
aunque  aventaje  desde  ciertos  puntos 
de  vista  á  la  casi  ignorada  efigie  tole- 
dana ,  no  es  pequeña  gloria  para  ésta 
poder  arrostrar  sin  grave  riesgo  el 
parangón  con  su  tan  ponderada  com- 
pañera. 

La  imagen  es,  pues,  probablemente, 
obra  francesa  y  parisiense.  El  cómo, 
cuándo  y  por  qué  vino  á  poder  del 
Cabildo  toledano,  es  punto  más  obscu- 
ro y  que  no  reviste  verdadera  impor- 
tancia. En  la  Catedral  primada  ignó- 
rase su  historia  y  procedencia;  pero 
débase  su  posesión  por  aquella  Iglesia 
á  la  piedad  de  algún  Prelado  ó  á  la 
devoción  de  algún  Monarca,  Reina  ó 
personaje,  en  cualquiera  de  estos  casos 
queda  como  cosa  cierta  y  principal  la 
belleza  y  el  interés  arqueológico  que 
encierra  este  simulacro  de  la  Madre  de 
Dios,  hermoso  producto  de  la  inspira- 
ción y  del  arte  religioso  de  la  Edad 
Media. 

El  Vizconde  de  Palazuelos. 


ESCRITURAS  MOZÁRABES  TOLEDANAS 


fContitittaa'ón.J 

XLI 

Venta  de  una  yugada  de  tierra  labrantía 
sita  en  Olías  la  Mayor,  otorgada  por  Doña 
Mi-Sol  (Xamsí),  la  que  fué  esposa  de  Miguel 


(1)    Gonsc,  L'Ait  Got/tiqíu;  páginas  450  y  451. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


175 


Ad-Dení  (de  Denia),  y  sus  dos  hijos  Juan  y 
Alfonso,  á  favor  de  D.  Domingo  b.  Jalaf, 
por  precio  de  14  mizcales  de  oro  alfonsí.  Há- 
llase la  tierra  objeto  de  este  contrato  en  el 
octavo  I  de  Aben  Abde-s-salam,  y  la  adqui- 
rieron los  vendedores  por  herencia  de  este 
último,  que  fué  abuelo  de  Miguel  Ad-Dení. 


íXz 


yi         ¿.Ai^O         ^,_j)         ^   )^^^) 


^_i^    f^     V ^-"-^     ijri     o^^'^-'     iJJ-'     "^J^ 

•^!í  ^3j  J-r*  j-¿Mj  ^i\j^  l^xA  ^. 


(...  j 


Wt 


Fecha  en  Noviembre  {ji~>y)  de  la  Era 
1214. 

Suscripciones:  Julián  Pethres  hijo  de  Is- 

mail,  testigo  J-^-l  ^j!  ^j-j-^^  j'-c-'W.) 
(j.sl¿.;  Sebastián b.  Abdalahb...  ¿.^x^^j) 
(...  J5|  J.^c  yi,  y  Alfonso  b.  Miguel  de  De- 
nia, testigo     qí\^j\   J._jLjí-/»      y}    ^.új\j) 

XLII 

Testimonio  otorgado  por  D.  Juan  Al- 
Jodsri,  por  el  cual  declara  que  Doña  Hora- 
Bona,  hija  de  Domingo  Peláez,  compró, 
para  sus  dos  hijas  María  y  Xolé  y  con  di- 
nero de  ellas,  una  habitación  ó  aposento 
('¿^^M)  2  sito  en  la  demarcación  de  la  iglesia 

de  San  Justo,  en  el  interior  de  Toledo;  que 
se  ajustó  el  precio  en  cinco  mizcales  y  me- 
dio de  oro  alfonsí,  de  los  cuales  el  vendedor 
recibió  cinco  en  el  acto  del  ajuste,  proce- 


1  En  la  delimitación  de  los  predios  rústicos 
se  lee  con  frecuencia  que  tal  finca  se  halla  en 
el  octavo  (en  el  reverso  de  algún  documento  se 
escribe  también  ochauo)  ú  octavos  de  fulano. 
Entendemos  que  con  esto  se  alude  á  la  división 
de  una  propiedad  en  octavas  partes,  según  las 
leyes  que  regulaban  la  sucesión  hereditaria,  y 
suponemos  que  la  finca  así  dividida  continuaba 
designándose  con  el  nombre  de  aquél  que  la 
poseyó  indivisa,  tal  vez  á  raíz  de  la  conquista 
de  Toledo  por  Alfonso  VI. 

2  En  uno  de  los  documentos  bilingües  apa- 
rece traducida  esta  palabra  por  domuncula 
(casita). 


dentes  de  la  venta  que  hizo  Hora-Bona  de 
unas  ropas  que  pertenecían  á  sus  dichas  hi- 
jas María  y  Xolé,  quedando  por  pagar  el  me- 
dio mizcal  restante,  en  razón  á  lo  cual  se  re- 
trasó la  redacción  del  correspondiente  ins- 
trumento notarial;  que  al  tiempo  de  otorgarse 
éste,  recibió  el  vendedor  de  las  dichas  María 
y  Xolé  un  cuarto  de  mizcal,  perdonándoles  el 
otro  cuarto  por  amor  de  Dios...  y  renunciando 
con  esto  á  todo  derecho  sobre  la  finca  ven- 
dida. K.}\ ...  ^y^M  ^'^\^_  ^,j:>  A^~i) 


-^Xi»J     \^J^XX^    ¿..vumÁJ     i,'^S^^ 


^jJj/¿'Á\    Jy^¿    h  ,^ 


,^! 


i,=i.y     c^>-^5    Q^^ij^^  '^■s^.^jj  (*)    --'''O''' 
V- 

Fecha  en  Diciembre?  de  la  Era  12 15. 
Suscriben:  «iulian  martiniz  testis,  román 
micael  testis». 
Y  en  caracteres  árabes:  Xalmón  b.  Alí  b. 

Waid  {^-^■pj  ^jJ     c^t  ^)i     ,j^Il)  y  Albaro 

b.  Domingo  b.  Alí  b.  Waid  iJü^i     yi  j-JU) 

XLIII 

Venta  de  una  tienda  (O^jL^-l  ^a-^^)  sita 

en  el  distrito  de  los  Herbolarios,  cerca  de 

Santa  María  la  Mayor  de  Toledo...  ¿>.3rf) 

(...  5J^L¿)!  h  ,íUj  ...  ^jLlxJ!,  y  lindante: 

al  E.,  con  otra  tienda  del  Arcediano  D.  Pe- 
dro; al  O.  y  N.,  casa  de  Domingo  Martín,  y 

al  S.,  un  camino  grande  (calle)  .^ '^jjhj\) 

[j^J],   al  cual  se  abre  la  puerta  de  la 

tienda. 


(*)  Suponemos  por  el  contexto  que  aquí  se 
trata  del  partitivo  del  numeral  cuatro,  aunque 
esta  forma  en  el  árabe  clásico  tenga  diferente 
significado. 


176 


boletín 


Intervienen:  como  vendedor  Estéfano  de 
Xetier?  {X^^  ^  (^sLxd,!),  y  como  compra- 
dor el  canónigo  D.  Matías  ,j^  ^-J»--'^) 
(^^^jj-LüJí   (P^s  importando  el  precio  25 

mizcales  de  oro  alfonsí. 

Fecha  en  Abril  de  la  Era  1216. 

Entre  las  suscripciones  sólo  podemos  leer 

las  siguientes:  «micael  iben  besa  azafar». 
Y  en  carácter  arábigo  la  de  Xalmón  b.  Alí 

b.  Waid,  que  tanto  se  repite  ^ 

XLIV 

Venta  de  ima  casa  y  del  estohlo  que  hay 
enfrente,  el  cual  fué  mezquita  en  pasados 
tiempos  á^JLa  ^3-51  J^L^^L  jl^Jt  ^^^) 

(^.viJ!  J  _\sr— -  JS.  'ijS'M\  j\ú),  sito 

todo  ello  en  la  demarcación  de  Santa  María 
de  Toledo.  Linda  dicha  casa:  al  E.,  con 

otra  de  los  herederos  del  caid  D.  Xabib  jb) 

(w»..^    A  ^^  J-jUJ!  ijj_^3;  al  o.,  con  la  vía 

ó  calle  que  baja  desde  la  catedral  hacia  la 

parte  del  Pozo  Amargo  ^»  h¡\j^\  ^ ^^L-M) 

(Lil  jJ)  \  "i^a^     ^  1  JAoUJ! ,  y  á  esta  calle  da 

una  de  las  piuertas  ^  de  la  posesión  en  ven- 
ta; al  S.,  otra  vía  ó  calle,  á  la  cual  da  la 
puerta  principal  de  la  casa  vendida,  y  al 
N.,  casa  del  Capiscol  de  la  iglesia  catedral 

de  Santa  María  h-'J:.    'LvtU    J jüi.  üJ    .b) 

(...  'Ljj^.  Linda  el  establo:  al  E.,  casa  de 

los  herederos  de  Pedro  b.  Hacam  ij-h^.¡) 

{Ss^  ^y,  al  O.,  otra  habitación  (N-S^)  del 

difunto  arcipreste  D.  Nicolás,  cuyos  alba- 
ceos  son  los  vendedores  en  este  contrato;  al 

S.,  casa  que  fué  de  Euf vasto}  Cl^jlT  .1^) 

{b.^j¡^,  y  al  N.,  un  camino  {,^_^  X). 

Otorgan  esta  venta  el  Arcediano  D,  Do- 
mingo Gonzalbo,  D,  Andrés  b.  Abdallah  y 


1  Letra  muy  borrosa. 

2  El  texto  dice:^ki;,Jl  w^L    t,  jLí  ^\^ 

...  ^^^i\  li»  i.lj.=.   ^yA  ^jJ)._Y  á  ella  da 

(ó  en  la  cual  se  abre)  la  puerta  del  sótano  de 
la  totalidad  de  la  finca  en  venta. 


D.  Tomé  Xathurnin  (^^i^Li.),  como  testa- 
mentarios del  Arcipreste  D.  Nicolás  L^^^l'* 
(,  ^to  (jj^  ^JÍ-^Í'j-^-m'^!,  á  favor  del  Arci- 
preste de  Talavera  D.  Pedro  b.  Miguel,  por 
el  precio  de  202  mizcales  de  oro  alfonsí,  que 
habrían  de  invertir  los  albaceas  en  sufragios 
por  el  alma  del  testador,  en  cumplimiento  de 
su  última  voluntad. 

Se  advierte  además  haberse  entregado  al 
comprador  cuatro  escrituras  en  que  constan 
los  derechos  del  testador  sobre  las  fincas 
vendidas. 

Fecha  en  Junio  de  la  Era  1216. 

Suscripciones  de  este  documento:  «Ego 
d.  colar  archidiácono  confirmo,  Ego  F.  ar- 
chidiácono Calatrave  confirmo,  Ego  W. 
prior  testis,  Raimundus  capellanus  testis, 
ego  iohanes  sacrista  testis,  ego  petrus  eccle- 
sie  sancti  micaelis  diaconus  testis,  ego  do- 
minicus  mistarabs  testis,  Ego  Gondisaluus 
archidiaconus  aluacea  archipresbiteri  nicho- 
lai  supradictam  uenditionem  uendo  et  con- 
firmo, Ego  W.  capellanus  altaris  sancti  Tho- 
mae  ecclesie  sánete  Marie  testis,  Ego  petrus 
ecclesie  sancti  micaelis  diaconus  testis». 

Y  en  caracteres  arábigos:  Andrés  b.  Ab- 

dalah  b.  Xabith  ím\  ^^í  ^i  fsic)  r,^'|i-V:) 
(kAi.  ^,i,  Xalmón  b.  Alí  b.  Waid  ^^»J.¿.) 
(J^íi.     yi     ^\z.  ^j,  Pithro?  Abderrahmánb, 


Yahya  b.  Harits 


^■• 


■:•  o^ 


XLV 


.^1 


w\.£.   í 


"J 


-k.-j) 


Partición  que  hacen  entre  sí  Lázaro  b.  Alí 

é  Ismail  b.  Lop,  el  Israelita    Js  ^yi_   ^jj^) 

(     bL^'^  >^_^J     y¡  J-n*fr"b'  ^^  la  viña  que 

compraron  mancomunadamente  de  Juan  b. 
Otsmán  en  el  pago  de  San  Esteban,  á  la 
otra  pai  te  del  Tajo,  en  la  jurisdicción  de  la 

ciudad  de  Toledo  j La  ^JJl  /^j-^Jl  í^-^-^^) 

Se  hacen  tres  partes  de  la  viña  en  cues- 
tión, adjudicándose  dos  de  ellas  (una  á  le- 
vante y  otra  á  poniente)  á  Lázaro  b.  Alí,  y 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


177 


la  que  queda  en  medio  de  ambas  á  Ismail  b. 
Lop,  entregando  éste  á  aquél  la  cantidad  de 
medio  mizcal  alfonsí  para  la  perfecta  igual- 
dad en  la  partición  ^  U^;;^^..?  .j:^j::',\  L^') 

Fecha  á  últimos  de  Agosto  yi^t  ^1  ^) 
(yJU¿-¿l  de  la  Era  1216. 

Firman,  entre  otros:  Domingo  b.  Pethro, 
testigo  (»Xa>Li.  ?j.J=-f  ^y>  ¿.Ü:^^),  Ismail  b.  Lop 
Al-Israilí?,  Ishac  b.  Suleimán  b.  Nuh  tes- 
tificó y  escribió  ^   ^  yj  í-r-<rr^  i-r'.    v ?==^^) 

.0 


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XLVI 


Fecha  en  la  última  decena  de  Diciembre 
(^í-^^  j-^^  ^^'  j¿^^\  ^^xJl  J)  de  la  Era 
I2ig. 

Suscripciones:  Abdallah  b.  Abdelaziz  b. 
Hatháb  (w^lia^  ^j  J¡Jx}\  j^  ^^;  ¿.U!  j..c) 
Vicente?  h.  Abdelaziz  b.  Saad  y¡  ^Jl^x^j  «) 
(j,»^  ^,j  j-O^  "■'^»  Fernando  Yoannix, 
testigo  (-VíLL  i.^^^i?-'  2^-^"=J;3j).  y  Pedro  b. 
Ornar  b.  Gálib  b.  Al-Kalás  j^     yj  íXX.) ^) 

En  el  reverso:  «Carta  de  la  uinea  de  sáne- 
te columbe». 

Francisco  Pons. 

(Continuará.) 


Venta  de  una  viña  sita  en  el  pago  de  la 
igle3Ía  de  Santa  Colomba,  jurisdicción  de 


Toledo   1  LL   1.^S    A^ais-^    ...    j  y-CJ!    >^^.^.=^^) 

(ilLJL  io-U'  J.^i  i-^.li  y  contigua  á  otras 
dos  viñas  de  García  de  Camarena  A;«.^¿) 
(  c}]}T.>^'  y  ^^  Justa,  la  que  fué  esposa  de 
Martín  Mozárabe  {^,x::.^-  rK'^jJ)' 

Intervienen  como  vendedores  Doña  Leo- 
cadia, hija  de  Pedro  So/¿»és.^  (Suelves?)  ij^^) 
(¿  v"4-^  í).ia~^  vJI^iJ  LoLaJ  y  su  hijo  Rodri- 
go b.  Pascual  {J\Sá>)  ,.yj  ¿aj  .J  1  ¡-.^f'j)  á 
favor  de  abú  Z^crym  Yahya  b.  AIí  el  de  Má- 
laga iJ^K^^  ^^  ^J>,  ^^.^'.  (*)  ^/jji^) 

por  precio  de  55  mizcales  de  oro  alfonsí,  y 
haciéndose  constar  que  la  vendedora  adqui- 
rió el  dominio  sobre  la  finca  que  enajena,  por 
herencia  de  su  hijo  Pedro,  que  lo  fué  de  su 

segundo  marido  ,_a5'J^J!  5t---l!  ^j^-^\  ^--^j) 

(...    ^ÁX}\     V^jJ    ^y.     í^yk.     l^.!     ^y^     ^'j)^l  , 

como  asimismo  se  advierte  que  asistió  al  ac- 
to del  otorgamiento  D.  Juan  Pethres  ó  Pé- 
rez, actual  marido  de  la  vendedora,  el  cual 
dio  su  consentimiento  y  aprobación  á  lo  he- 
cho por  su  consorte. 


UNA  PAGINA  DE  LA  HISTORIA 

DE  LA  GUERRA  DE  LA  INDEPENDENCIA 


I  Documento  escrito  en  el  papel  caracte- 
rístico de  fabricación  toledana,  como  el  que 
hemos  encontrado  en  el  núm,  XXV. 

(*)    La  ortografía  clásica  de  este  nombre  es 

byf; 


(Conclusión.) 

„  Yo  seguía  auxiliándolos  con  gfente  y 
municiones ;  pero  debiendo  guardar 
esencialmente  los  caminos  por  donde 
el  Sitio  estaba  más  expuesto  á  ser  nue- 
vamente atacado;  reunido  ya  conmi- 
go mi  Ayudante,  pude  colocar  hasta 
sesenta  hombres  entre  los  soldados  in- 
válidos, los  dispersos  y  los  paisanos 
en  los  puntos  del  camino  de  Guadarra- 
ma, Compaña  y  camino  real,  dirigien- 
do en  aquéllos  á  los  paisanos,  cabos  y 
soldados  de  inválidos  y  recorriendo 
sin  cesar  todos  los  sitios  mi  Ayudante. 
Sandoy  y  yo,  permanecimos  siempre 
más  entre  la  villa  y  el  pueblo  por  ser 
lo  de  más  riesgo,  y  por  estar  más  pron- 
to á  acudir  en  donde  fuese  necesaria 
nuestra  presencia.  Así  se  pasó  hacién- 
dose fuego  hasta  las  doce  de  la  noche, 
hora  en  que  los  enemigos,  incendiando 
el  pajar  y  casa  de  Manuel  Álvarez, 
que  está  á  la  entrada  de  la  villa,  pene- 
traron en  una  de  sus  calles,  forzaron 
algunas  puertas,  y  echaron  fuego  á  to- 
das las  del  recinto  de  la  plaza,  excep» 
to  dos. 

„Entonces,  oyéndoles  tocar  susclari^ 
nes,  y  viéndolos  en  todo  su  número 


178 


boletín 


reunidos,  que  no  bajaban  de  cuatro- 
cientos hombres,  reuní  la  gente  de  arri- 
ba al  camino  real ,  mandé  al  hospital 
por  cartuchos,  que  se  escaseaban,  se 
juntaron  unos  pocos,  y  diez  ingleses 
enfermos  que  tenían  unos  paquetes,  di- 
jeron que  ellos  no  los  daban,  sino  que 
vendrían  á  gastarlos  por  su  propia 
mano,  y  así  fué,  que  seis  de  ellos  que 
estaban  capaces ,  se  vistieron  y  arma- 
ron, y  se  presentaron  en  acción,  sien- 
do tan  constantes,  que  en  ningún  pun- 
to me  desampararon  hasta  que  se  fina- 
lizó. 

^Resueltos  á  resistir  hasta  el  último 
extremo,  preparado  todo  en  la  manera 
dicha  y  en  formación  la  gente  para 
nuevo  ataque,  mandé  tocar  el  fabordón, 
ó  campana  gorda  del  Monasterio,  tan- 
to para  que  las  mujeres  y  gentes  que 
aún  había  en  el  Sitio  se  ausentasen, 
como  para  imponer  más  respeto  al 
enemigo.  Este,  en  efecto,  volvió  á  to 
car  sus  clarines,  y  se  empezó  á  poner 
en  retirada.  El  teniente  Sandoy  fué  si- 
guiéndolo, y  observándole  sus  movi- 
mientos. Seguros  de  ella  oí  el  parecer, 
no  sólo  de  mi  Ayudante,  sino  de  don 
Juan  de  Bartolomé,  D.  Vicente  Rive- 
ra y  otras  personas  del  pueblo,  que 
eran  las  más  respetables,  y  que  tam- 
bién habían  concurrido  á  la  acción,  y 
teniéndose  presente,  entre  otras  refle- 
xiones, que  no  había  municiones  para 
más  defensa,  pues  había  quien  no  tenía 
más  cartucho  que  el  cargado,  se  resol-' 
vio  dejar  la  población,  sin  perderla  de 
vista,  retirándonos  á  la  sierra  hasta 
ver  el  éxito  que  tenía  el  ataque  de  Ma- 
drid, y  si  se  nos  reunía  gente  y  había 
medio  de  adquirir  cartuchos  y  volver 
á  defenderla,  y  si  no,  obrar  según  las 
circunstancias. 

„Con  arreglo  á  esto,  di  orden  para 
que  se  retirasen  los  paisanos  y  solda- 
dos que  estaban  en  las  avenidas  de 
Guadarrama  y  la  Compaña,  y  dirigí 
á  los  ingleses  para  que  se  fuesen  con 
los  soldados  de  caballería. 


„  Mi  ayudante  y  yo  pasamos  á  casa 
á  recoger  las  reales  órdenes  y  los  pa- 
peles de  gobierno,  que  debía  poner  en 
salvo,  y  así  se  hizo. 

„Todo  el  día  4  estuvo  la  villa  y  Sitio 
libre;  pero  á  la  noche,  ya  tomado  Ma- 
drid, llegó  al  Sitio  la  división  de  dra- 
gones del  general  Lahaussaye,  com- 
puesta de  los  regimientos  18  y  19,  que 
no  encontrando  en  el  pueblo  sino  al 
alcaide  de  la  cárcel ,  á  quien  yo  había 
mandado  para  observar,  se  estuvieron 
todos  sobre  las  armas,  rodeándolo. 

„Recibí  por  la  madrugada  la  intima- 
ción de  presentarme  por  la  mañana 
antes  de  las  ocho,  bajo  las  amenazas  de 
incendiar  el  pueblo,  y  ésta,  y  los  cla- 
mores de  los  vecinos  del  Sitio ,  me  hi- 
cieron arrostrar  por  todos  los  peligros, 
y  presentarme  con  mi  ayudante,  al- 
guacil mayor  y  demás  gentes  que  me 
acompañaban ,  á  disposición  de  dicho 
general,  que  volviéndonos  nuestras  es- 
padas, nos  trató  con  honor ,  y  en  ban- 
do, que  publicaron,  y  que  conservo, 
elogiaron  la  lealtad  y  el  valor  de  los 
habitantes  del  Sitio  á  quienes  decían 
perdonaban  las  vidas  por  la  humani- 
dad que  habían  usado  con  los  prisio- 
neros de  estado  franceses. 

„Después  tuvieron  lugar  los  aconte- 
cimientos ulteriores,  de  que  daré  par- 
te á  V.E.,  porque  no  pienso  referir  sino 
lo  que  es  propio  de  esta  acción,  en  que 
tanto  valor,  lealtad  y  espíritu  de  pa- 
triotismo han  desenvuelto  aquellos  ha- 
bitantes, dignos  de  la  piedad  del  Rey, 
añadiendo  que  además  de  lo  que  á  to- 
dos acredita  esta  sencilla  y  verdadera 
relación  del  suceso,  son  muy  dignos 
del  reconocimiento  nacional  D.  Josef 
Manuel  Sandoy,  teniente  de  caballería 
de  Voluntarios  de  España,  y  el  subte- 
niente D.  Miguel  Josef  de  Quevedo,  mi 
ayudante  por  su  actividad  y  resolución 
acreditada  en  los  graves  peligros  de 
que  se  vieron  rodeados  principalmen- 
te en  el  principio  del  ataque. 

„Los  vecinos  del  Sitia  que  me  acom- 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


179 


pañaron  y  que  á  pecho  descubierto  se 
pusieron  en  medio  del  camino  á  con- 
trarrestar la  caballería  francesa,  dan- 
do á  mi  lado  y  á  la  voz ,  la  más  opor- 
tuna descarga  que  se  puede  decir,  fué 
la  que  salvó  á  todos  sus  habitantes. 

„La  actividad  y  celo  del  alcaide  de 
la  real  cárcel,  que  estuvo  conmigo,  no 
sólo  en  la  acción ,  sino  que  me  acom  • 
paño  constante  en  todas  ocasiones. 

„Y  últimamente  es  digna  del  mayor 
elogio  la  respetable  memoria  del  reve- 
rendo P.  Fr.  Silvestre  Ruiz,  monje  de 
aquel  real  Monasterio,  que,  inflamado 
del  celo  que  siempre  le  animó,  desde 
por  la  tarde  en  que  vio  los  preparati- 
vos que  se  hacían  para  la  defensa,  pre- 
sentándose voluntario,  dijo  "que  acre- 
ditaría con  las  armas,  en  la  ocasión, 
lo  mismo  que  había  exhortado  en  el 
pulpito,  que  debían  todos  obrar.  „  Y,  en 
efecto ,  por  la  noche  fué  de  los  prime- 
ros que  salieron  contra  los  enemigos, 
y  haciendo  fuego  murió  atravesado  de 
un  balazo. 

„Tuvimos  de  pérdida,  además  de  es 
te  religioso ,  dos  soldados ,  que  murie- 
ron de  resulfas  de  sus  heridas,  y  un 
paisano  herido,  que  se  retiró  de  la  ac- 
ción, llamado  Josef  Medina. 

„En  la  villa  pereció  un  forastero  que 
estaba  dentro  de  una  de  las  casas  que 
incendiaron  ,  en  venganza  del  fuego 
que  de  ellas  les  habían  hecho.  El  sobre- 
guarda de  los  reales  bosques  y  su  cria- 
do ,  que  cogieron,  fueron  arcabucea- 
dos. El  sacristán  fué  también  acuchi- 
llado terriblemente,  de  modo  que  á  los 
dos  días  murió  de  sus  resultas. 

„La  pérdida  cierta  de  los  enemigos 
fué  de  veintidós  hombres;  esta  es  la 
vista  y  averiguada  con  exactitud;  pero 
se  debe  creer  mayor  por  los  regueros 
de  sangre  y  caballos  muertos  que  se 
vieron  en  todo  el  camino  de  Madrid 
posteriormente,  y  heridos  que  en  la 
misma  noche  que  entraron  condujeron 
al  Hospital.  Es  cuanto  tengo  que  infor- 
mar á  V.  E.  sobre  este  asunto. 


„Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  años, 
como  deseo.  Sevilla  26  de  Junio  de 
lS09.=:Excmo.  Sv.  =  Francisca  Car- 
mona. =Excmo.  Sr.  D  Martín  de  Ca- 
ray. 

-^í^ 

OQl^©EDÁNEA 

El  excursionisrro,práct¡c  I  sana  parael  cuer- 
po y  para  el  espíritu,  va  iotiUrándose  más  cada 
día  en  las  asociaciones  y  aun  en  la  prensa.  El 
Ateneo  Tarraconense  de  la  clase  obrera,  so- 
ciedad la  más  importante  de  Tarragona,  ha 
creado  una  nueva  sección,  cuyo  objeto  será 
practicar  excursiones  por  el  territorio  catalán, 
á  fin  de  estudiarle  y  darle  á  conocer;  y  al  efec- 
to, ya  ha  realizado  colectivamente  algunas 
muy  interesantes. 

También  la  revista  de  Guadalajara  intitula- 
da Flores  y  Abejas,  en  cuya  redacción  conta- 
mos con  algunos  compañeros,  ha  inaugura- 
do una  serie  de  excursiones  por  la  provincia, 
siendo  objeto  de  una  de  ellas  Brihuega,  ya 
visitada  tiempo  atrás  por  nuestra  Sociedad. 
En  su  núra.  5o,  correspondiente  al  1 1  de  Agos- 
to último,  aquella  Revista  insertó  un  intere- 
sante artículo,  ilustrado  con  varios  grabados, 
en  que  se  daba  cuenta  de  la  excursión. 


El  Excmo.  Sr.  Arzobispo  Obispo  de  Madrid- 
Alcalá,  Presidente  de  la  Sección  de  Ciencias 
históricas  de  la  Sociedad  española  de  Excur- 
siones ha  terminado  recientemente  la  visita 
pastoral  hecha  á  la  parte  montañosa  de  las 
iglesias  de  la  diócesis,  que  ha  resultado  nota 
blemente  beneficiosa  para  el  arte. 

A  más  de  dictar  otras  disposiciones,  ha  man- 
dado á  los  párrocos  que  le  remitan  la  reseña 
histérico-artística  de  las  parroquias  y  de  su  en- 
lace con  la  historia  de  la  localidad,  copiando 
inscripciones  y  dando  antecedentes  de  las 
obras  de  arte  en  retablos,  cuadros,  esculturas, 
vasos  y  ornamentos. 

En  los  pueblos  que  vivieron  durante  los  si- 
glos XV  al  XVII,  bajo  influencia  artística  tan 
sana  como  la  ejercida  por  el  Paular,  insigne  rui- 
na que  todavía  es  una  maravilla  del  arte  ,  tales 
como  El  Horcajo,  Buitrago,  Robledo  de  Cha- 
vela  y  otros,  ha  hallado  bellísimos  retablos  gó- 
ticos, ornamentos  bordados  de  imaginería, 
cruces  parroquiales  y  cálices  del  mismo  gusto, 
ordenando  la  formación  de  índices  de  todos 
los  objetos  de  arte  para  cuidar  de  su  conserva- 
ción en  las  localidades  respectivas.  Con  tan 
acertada  medida  se  logrará  en  adelante  defea- 


Í80 


boletín 


der  de  la  rapacidad  de  anticuarios  logreros  las 
joyas  artísticas  que  aún  quedan  en  nuestras 
iglesias. 

Unimos  nuestro  modesto  y  entusiasta  aplau- 
so al  muy  sincero  que  seguramente  tributarán 
los  amantes  del  arte  al  sabio  Prelado  de  Ma- 
drid-Alcalá. 

Nuestro  respetable  amigo  el  Sr.  Obispo  de 
Solsona,  Dr.  D.  Ramón  Ríu,  colaborador  de 
este  Boletín,  dando  nueva  muestra  de  su 
amor  á  los  estudios  retrospectivos,  se  propone 
crear  en  la  capital  de  su  diócesis  un  Museo  de 
arte  cristiano,  que  se  instalará  en  el  palacio 
episcopal.  Felicitamos  al  docto  Prelado  por  su 
pensamiento,  que  desearíamos  repercutiera  en 
todas  las  diócesis  de  España.  La  noble  con- 
ducta de  los  Obispos  de  Vich  y  de  Solsona,  y 
la  protección  que  dispensan  al  arte  y  á  la  his- 
toria, son  dignas  del  mayor  encomio  y  de  ha- 
llar fervientes  imitadores. 


materiales  romanos,  se  ha  descubierto  un  cipo 
funeral,  cuya  copia  ,  hecha  á  raíz  del  hallazgo 
por  don  Faustino  Merlín  Aguilar,  ha  sido  pre- 
sentada á  la  Academia  de  la  Historia,  en  cuyo 
Boletín  (Octubre  de  1895)  acaba  de  publicarse. 
El  epígrafe  se  refiere  á  un  Lucio  Junio  Hebe- 
no,  liberto  de  Lucio,  y  á  su  mujer  Valeria 
Restituta. 


Un  interesante  bronce  romano-celtibérico  se 
ha  descubierto  á  orillas  del  arroyo  de  la  Ave- 
llaneda ,  sitio  de  los  Veneros,  en  término  de 
Arenas  de  San  Pedro  (  Avila).  Es  un  busto  de 
mancebo  con  pátina  verdosa,  cubierta  la  cabe 
za  por  abundante  cabellera,  y  el  hombro  iz- 
quierdo por  un  manto.  Mide  o"'i25,  es  hueco 
en  el  interior,  y  en  la  parte  superior  de  la  ca 
beza  tiene  un  orificio,  con  tapadera  formada 
de  un  trozo  del  peinado,  fija  sobre  la  coronilla 
por  un  gozne. 


El  ilustre  escritor  D.  Víctor  Balaguer,  Pre- 
sidente de  la  Sección  de  Literatura  de  nuestra 
Sociedad,  ha  aceptado  la  invitación  que  le  ha 
dirigido  el  Ayuntamiento  de  Calatayud  para 
que  presida  los  Juegos  Florales  que  el  año  pró- 
ximo se  han  de  celebrar  en  aquella  ciudad. 


Se  ha  descubierto  en  la  Catedral  de  Santia- 
go el  sepulcro  del  célebre  caballero  gallego 
D.  Pedro  Fernández  de  Castro,  Adelantado 
mayor  del  reino  y  generalísimo  de  los  ejérci- 
tos españoles,  que  floreció  en  el  siglo  XVL 
También  se  han  descubierto,  según  noticia 
que  da  un  periódico  valenciano,  en  la  Cartuja 
de  Val-de-Cristo  (diócesis  de  Segorbe)  los  res- 
tos mortales  de  fray  Bonifacio  Ferrer,  general 
que  fué  de  la  Orden  de  los  Cartujos  y  herma- 
no de  San  Vicente  Ferrer. 


En  un  lecho  de  arena  colindante  al  Santua- 
rio de  Nuestra  Señora  de  la  Regla,  cerca  de 
Sanlúcar  de  Barrameda  (Cádiz),  junto  á  las 
ciclópeas  ruinas  de  un  vetusto  castillo,  donde 
se  supone  que  existió  una  población,  hoy  su- 
mergida en  el  mar,  han  aparecido  varias  sepul- 
turas perfectamente  alineadas  y  orientadas. 
La  Comisión  de  monumentos  de  Cádiz  ha 
pasado  á  aquel  lugar  con  objeto  de  practicar 
trabajos  de  excavación,  y  ha  dado  cuenta  del 
descubrimiento  á  la  Real  Academia  de  la  His- 
toria. 

-«I— 

En  término  de  Medina  de  las  Torres,  y  jun- 
to á  su  ermita  de  San  Blas,  construida  con 


La  prensa  de  Lérida  anuncia  el  descubrí 
miento  en  aquella  comarca  de  una  interesan- 
te cueva  prehistórica,  que  acaba  de  explorar 
D.  Luis  María  Vidal,  ingeniero  jefe  de  aque- 
lla provincia.  Hállase  situada  por  cima  de  Po- 
bla  de  Segur,  en  el  llamado  Congost  d'Erin- 
yá,  en  disposición  casi  inaccesible;  y  se  le  con- 
cede importancia  por  el  avance  que  represen- 
ta en  dirección  del  Norte,  y  ya  en  plena  región 
pirenaica,  el  área  conocida  de  la  habitación 
humana  en  la  época  protohist^rica. 


SECCIÓN  OFICIAL 

La  Sociedad  Española  de  Excursiones  reali- 
zará una  el  domingo  i.°  de  Diciembre  al  Mu- 
seo Arqueológico  Nacional  ,  instalado  ya  en 
su  nuevo  edificio,  Palacio  de  Museos  y  Biblio- 
tecas, con  arreglo  á  las  condiciones  siguientes: 

Sitio  y  hora  de  reunión:  Puerta  del  Museo 
(calle  de  Serrano),  á  las  nueve  y  media  de  la 
mañana. 

Cuota.  Cinco  pesetas,  en  que  se  comprende 
el  almuerzo  en  el  restaurant  del  Círculo  de 
Bellas  Artes,  café,  gratificaciones,  etc. 

Para    las  adhesiones  dirigirse,    de   palabra 
ó  por  escrito,  acompañando  la  cuota ,  al  señor 
Presidente  de  la  Comisión  Ejecutiva,  D.  Enri- 
que Serrano  Fatigati,  Pozas,  17,  hasta  el  sába 
do  á  las  ocho  de  la  noche. 

Madrid  i.°  de  Noviembre  de  1895. 

El  Secretario  general,  Vizconde  de  Pala 
!fue¡os.—Y.°  B."— El  Presidente,  Serrano  Fa 
tigati. 


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BOLBTIN 


DE    LA 


DIRECTOR : 
EL  VIZCONDE  DE  PALAZUELOS,  Secretario  genera!  de  la  Sociedad. 


AWO  III 


Madrid   1.°  de  IDieiembr'e  de  189o 


WUM.  34 


SECCIÓN  DE  CIENCIAS  HISTÓRICAS 


ARCA  Ó  BAÚL 

DE  LA  PROBABLE  PERTENENCIA  DEL  CARDENAL 
CISNEROS 


aSnNTRE  los  objetos  que  componían 
J  el  mobiliario  de  la  Edad  Media, 
1  las  arcas  ó  baúles  puede  decir- 
se que  fueron  los  muebles  más  indis- 
pensables para  la  vida,  pues  tan  nece- 
sarios eran  para  el  Rey  como  para  el 
vasallo,  para  el  noble  como  para  el 
sacerdote.  Guardábanse  en  ellos  los 
objetos  preciosos ,  ricas  telas  y  tapices 
del  Señor,  los  vasos  sagrados  y  orna- 
mentos de  la  Iglesia ,  los  archivos  de 
las  familias  y  los  enseres  del  plebe- 
3'0.  Servían  algunos  como  asientos  y 
lechos,  al  mismo  tiempo  que  decoraban 
las  habitaciones;  se  guardaba  en  otros 
el  dinero ,  ocupando  el  lugar  que  hoy 
las  arcas  de  caudales,  y  otros,  final- 
mente ,  se  utilizaban  para  llev^ar  al 
cementerio  á  los  que  pasaban  á  mejor 
vida. 

Distinto  es  su  arte  y  decorado  según 
el  progreso  y  adelanto  de  los  tiempos. 


y  según  los  usos  á  que  se  aplicaban. 

Muchos  y  hermosos  arcones  se  con- 
servan lo  mismo  en  Francia  qué  en 
España,  en  museos  y  colecciones  par- 
ticulares, fabricados  en  los  siglos  XIII, 
XIV  y  XV. 

Poco  sabemos  en  nuestra  patria  so- 
bre autores  de  arcones  ó  cofreros,  que 
se  llamaban  vulgarmente ,  pues  las 
investigaciones  sobre  este  particular 
van  muy  despacio  entre  nosotros ,  sin 
embargo  de  poseer  varios  arcones  muy 
notables;  y  citaremos  entre  éstos  el  de 
doña  Urraca,  que  existe  en  la  Cate- 
dral de  Falencia,  el  llamado  cofre  del 
Cid ,  que  hay  en  la  de  Burgos  y  que, 
según  Orcajo ,  fué  uno  de  los  que  dio 
Martín  Antolinez  lleno  de  arena  á  los 
judíos  Vidal  y  Rachel ,  cuando  de  una 
manera  tan  encarnizada  persiguió  el 
rey  de  Castilla  á  Rodrigo  Díaz  de  Vi 
var;  tradición,  aunque  respetable,  no 
comprobada;  el  que  cedió  el  Cabildo 
de  León  al  Museo  Arqueológico,  siendo 
director  D.  José  Amador  de  los  Ríos,  y 
otros  varios,  en  fin,  que  existen  en  di- 
cho Museo  y  en  casas  particulares, 
entre  otras  la  del  Marqués  de  Monis- 


182 


boletín 


trol,  que  posee  algunos  de  notable  mé- 
rito. 

En  Francia  fueron  muy  usados  los 
arcones  en  la  Edad  Media,  y  nos  ofre- 
cen una  prueba  de  ello  las  hermosas 
delanteras  que  pueden  admirarse  en  el 
Museo  de  Orleans,  obra  acaso  ejecuta- 
da por  alg-uno  de  los  Esteban  Quinerit, 
Mathurin  Thibaul,  Juan  Primelle,  etc. , 
que  tanto  se  distinguieron ,  en  aquella 
época,  en  su  artística  industria. 

El  arca  cuya  reproducción  acompa- 
ña al  texto  es  un  mueble  de  madera 
que  afecta  forma  de  baúl  y  va  forrada 
al  interior  de  un  paño  azul  oscuro,  y 
exteriormente  de  un  terciopelo  rojo,  ya 
muy  deteriorado  por  el  roce.  Las  di- 
mensiones del  arca  son:  altura,  Col"; 
longitud,  1,31"";  anchura,  0'51'".  Toda 
ella,  por  su  frente,  tapa  y  costados  vese 
llena  de  adornos  de  chapa  de  hierro 
repujado,  que  constituye  su  ornamen- 
tación. Muy  común  era  en  el  siglo  XV, 
en  fines  del  cual  debió  construirse  este 
mueble,  hacerlos  cubiertos  de  cuero 
ó  terciopelo  y  con  herrajes ,  pues  en 
Francia  Gilíes  de  Willis,  carpintero  de 
Lila,  hizo  cofres  en  que,  además  de  la 
madera,  entraban  aquellas  otras  ma- 
terias; Gilíes  Bounier,  cofrero  en  1443, 
hizo  otro  cofre,  también  cubierto  de 
cuero  con  flores  y  viñetas  y  con  fajas 
de  hierro;  y  en  1481  el  tapicero  de 
Luis  XI,  Roberto  Gaultier,  suministró 
un  gran  cofre  de  cuero,  herrado,  para 
poner  paños  de  oro  y  objetos  pre- 
ciosos. 

Los  adornos  de  hierro ,  ya  citados, 
constituyen  la  parte  más  interesante 
del  arca.  En  el  frente,  tapa  y  costados 
figuran  representar  un  cuerpo  arqui- 
tectónico ojival,  calado,  con  sus  colum- 
nas de  retorcidos  fustes  y  sus  arcos 
canopiales.  Cinco  intercolumnios  apa- 
recen en  el  frente  y  tapa,  y  dos  en  cada 
costado.  Ocupando  los  aparentes  va- 
nos y  destacando  sobre  el  terciopelo, 
vense  hojas  de  cardo ,  esencialmente 
góticas,  adornadas  con  nervios,  flores 


cuadrifolias  y  circulillos  de  puntos  re- 
pujados. 

Tres  cerraduras  de  gótica  traza,  una 
pequeña  en  el  centro  y  dos  mayores  á 
los  lados,  todas  desiguales,  pero  inte- 
resantes por  la  pureza  de  su  estilo, 
adornan  el  frente.  En  la  de  la  izquier- 
da nótase  figurado  un  dragón.  Bajo  la 
central ,  y  sustituyendo  á  las  hojas  de 
cardo,  vese  un  escudo  de  armas,  con 
capelo  y  borlas,  también  de  chapa  de 
hierro,  con  el  único  cuartel  jaquelado. 
Encuadra  todo  el  frente  del  arca  un 
cordón  de  San  Francisco.  En  uno   y 
otro  costado  del  mueble ,  fíjase  un  asa 
ó  agarradera  con  terminaciones  de  ca- 
beza de  animal  toscamente  forjadas. 
Por  último,  tanto  en  el  frente  como  en 
cada  costado,  hay  un  sumamente  reba- 
jado arco  canopial,  contribuyendo  los 
tres  á  destacar  los  cuatro  pies  del  arca. 
Con  escudo  de  armas  en   el  centro, 
propio  de  la  familia  que  la  poseía ,  co- 
nocemos muchas  arcas,  y  el  detalle  de 
tener  tres  cerraduras  no  es   raro  en 
aquel  tiempo ;  pues ,  entre  otras ,  Juan 
Guiselin,  cerrajero  de  Bruselas,  adornó 
con  tres  cerraduras  un  arca  que  hizo 
Antonio  Gossin  para  Felipe  el  Bueno, 
duque  de  Borgoña. 

El  arca  que  describimos ,  que  indu- 
dablemente puede  considerarse  como 
gasofilácea,  ó  sea  propia  para  guardar 
ornamentos  sagrados  y  objetos  precio- 
sos del  culto ,  debió  de  pertenecer  sin 
duda  al  Cardenal  Cisneros  ,  pues  el 
.  jaquelado  del  escudo ,  el  capelo  y  las 
borlas,  el  cordón  de  San  Francisco, 
propio  de  la  Orden  á  que  pertenecía  el 
Gran  Cardenal,  la  época  en  que  indu- 
dablemente se  construyó  el  mueble  y 
el  haber  sido  adquirido  éste  en  Toledo, 
ciudad  llena  de  recuerdos,  memorias  y 
fundaciones  del  insigne  Regente ,  son 
otras  tantas  circunstancias  que  pare  - 
cen  con  fundamento  así  acreditarlo. 

Manuel  López  de  Ayala. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


183 


ESCRITURAS  MOZÁRABES  TOLEDANAS 


(Continuación.) 


XLVII 


Convenio  celebrado  entre  Berenguer,  hijo 
de  Albellitair  (el  pellejero?)  ',  y  su  esposa 
María,  por  el  cual  se  establece  lo  siguiente: 

Si  muriese  ésta  sin  sucesión,  todos  sus  bie- 
nes pasarán  al  marido,  sin  que  á  ello  se 
opongan  los  parientes  de  la  donante:  el  es- 
poso usará  libremente  de  dichos  bienes,  sa- 
cando de  ellos  cinco  dinares  y  una  medalla  * 

(XJLia^)  que  entregará  á  los  parientes  más 

próximos  de  aquélla  (sean  éstos  muchos,  po- 
cos ó  uno  solo);  también  se  destinan  otros 
cinco  mizcales  para  honras  fúnebres  al  arbi- 
trio del  marido.  Si  falleciese  éste  antes,  pa- 
gadas las  deudas  del  fondo  común,  la  cón- 
yuge sobreviviente  tomará  para  sí  la  mitad 
de  cuanto  el  matrimonio  poseyese  al  tiempo 
de  la  defunción,  así  dentro  como  fuera  de 
Toledo,  en  cualquiera  clase  de  bienes ,  des- 
tinándose á  los  herederos  del  difunto  (no  ha- 
biendo hijos,  como  se  ha  dicho  antes)  la  otra 
mitad,  sacándose  además  cinco  mizcales 
para  las  pompas  fúnebres  '. 

Fecho  en  Julio  de  la  Era  1223. 

Suscripciones:  Yahya  b.  Yaix  b.  abú-1- 

Jair  (j.^1  ¿j1  fj>\  ^J^^i  ^^.  ^r^^)»  Ab- 
delmelic  b.  Abderrahmán  b.  Hothaya?  Xx) 
(i^laa.  yi  ^j-<^J\  ^^  ijri  '■^^^'  Suleimán 
Thaurel?  (¿J!;j^  (jv^j)'  Xalmón  h.  Alí 
b.  Waid  (J.-¿ij  ^ji  ^Ic  (^  (J,»^^í)• 


1  En  el  texto  parece  leerse:  ^^^^J'  \}^y. 
f-^\.  Después  del  J  final  de  la  primera  pala- 
bra sigue  un  j,  como  si  el  amanuense  hubiese 
querido  corregir  Berenguer  en  vez  de  Beren- 
guel. 

2  Moneda  antigua  llamada  también  meaja 
en  los  documentos  castellanos. 

I  Como  consideramos  este  documento  de 
alguna  importancia  y  no  tan  claro  como  fue- 
ra de  desear,  daremos  al  fin  el  texto  y  la  tra- 
ducción de  lo  esencial  en  su  contenido  según 
nuestra  manera  de  entenderle. 


XLVIII 

Testimonio  de  D.  Gonzalbo  Díaz  -^¿.1) 
({J^."^  i.íl~ai¿  ,jj!>  por  el  que  afirma  haber 
entregado  á  su  sobrina  Doña  Sancha,  esposa 
de  D.  Munio  Armilez,  20  mizcales    ^iacj  ¿Jl) 

ii^^J'  jy^  ^^  ^°s  100  que  tenía  en  su  po- 
der y  que  procedían  (de  la  testamentaría?) 
de  Doña  María,  esposa  de  D.  Lope  de  Are- 
nas jj-^-'  Wjj  c^L^  ^:J|  h  ^  iij:>) 
(iT^.y  ^  "r^'  ^°"  '^^  condiciones  y  salve- 
dades que  se  indican. 

Fecha  en  la  segunda  decena  de  Noviem- 
bre, Era  1223. 

Suscripciones:  Fernando  b.  Hasán  escri- 
bió {^^^^  r)^"**^  f¿.ri  '^^^)'  Pethro  b.  Ab- 
derrahmán b.  Yahya  b.  A9bag  Jt^  y)  SjL.>) 
{^-^^  ¡jti  c^.-  [.yJ  (•r-íf^M-'K  Yahya  b.  Wa- 
lid  b.  Kasim  (**-L5  j^^j  aJ^  .í  <;lf^'j)  >' 
Vicente  b.  Abdelaziz  b.  Saad  testificaron 
sobre  esto  Jju-    ^j  j^  y*-^^  ^-^  i^y'  ^-1^~«J  j) 

(Por  estar  maltratado  el  documento  no  te- 
nemos completa  seguridad  en  la  lectura  de 
algunas  palabras,  lo  cual  nos  hace  dudar  res 
pecto  al  sentido  de  algunas  frases). 

XLLX 

Venta  de  una  yugada  y  media  de  tierra  en 
el  pago  ó  término  de  Olías  la  Mayor,  de  la 
jurisdicción  de  Toledo  ^,  como  asimismo  de 


cTÍ 


I     a3> 


ai    ;..J!    11*. 


^ 


;j  r^ 


l^y   ^'j  ;"^!  ¿"^U.  «Y  la  citada  venta  se  ha- 


lla en  el  octavo  de  Aben  Florent?  t:n  la  citada 
alquería  y  forma  parte  del  total  de  los  18  pares 
ó  yugadas  (?)  que  se  conocen  en  los  dichos  oc- 
tavos, según  los  pares  ó  yugadas  que  allí  se 
usan».  Ignoramos  si  habremos  interpretado 
rectamente  estas  palabras. 


18 


boletín 


ua  corral  contiguo  á  otros  dos  de  los  here- 
deros de  Abú  Jair  y  de  Juan  Meléndez  res- 
pectivamente. 
Vende  Abú-1-Hasán  Abdalah  b.  Abdel- 

melic  el  de  ^  ?...  -V-.^  ,.r>  ¿-'Jl  --^  ,.r"¿i  yl) 
(  ^2.  .-V.'"^l  jJM]  á  Doña  Ana,  hija  de  Don 
Pelayo  Calvo  y  esposa  de  D.  Pedro  Martí- 
nez  c^l  iJU    L%    ,.>  c^-j  s:3^  ij„^) 

{^j^y  jí^L^j    .\  3^^^  Tj)   ^,  por  precio 

de  24  mizcales  de  oro  alfonsí,  y  advirtién- 
dose que  no  forma  parte  de  la  finca  vendida 
una  plantación  que  hizo  el  vendedor  y  que 


diano  D.  Domingo  Alpolichení  ^j-x.^\) 


J\     ^,^:^     -i^     J^J    ^Jir 


¿..   lUxJ!  i.-UJí     is,   i.l 


^^U...) 

::}\ 


CJ 


reserva  en  su  dominio  /r^' '  ^ 

Fecha  en  la  última  decena  de  Noviembre 
(le  la  Era  1223. 

Suscripciones:  Abderrahmán  b.  Xabíb 
(s_^-.,^i.  ,,fj  f^3.J!  -X-!^),  Yahya  b.  Abda- 
lah (éM\  -V-.=  ,.r-'     ^-ST'^).  Pedro  b.  Ornar  b. 


Gálib  b.  Al-Kallás  ,.^.j    w_^   ,.^.>   í^isL  ,) 
(    ..^iíJt     ,.'  ^U;  y  yo  Abdalah  b.  Abdel- 


melic  Al he  suscrito   todo   esto  bt 


c' 


Ka  el  dorso:  «hec  est  carta  domine  anne 
filie  pelagii  calui.  de  yugada  et  media  en 
Olias». 


L 


Venta  de  un  mesón,  situado  junto  á  la  ca- 
tedral, con  la  azotea  (algorfa)  que  ha}^  enci- 
ma de  dicho  mesón  y  del  arco  que  le  une  á 
la  torre  mayor  de  la  expresada  catedral,  lin- 
dando al  E.  con  tiendas  de  Doña  María,  mu- 
jer que  fué  de  Pe  1ro  de  Camarena  ;  al  O., 
c  >n  una  plazuela  que  está  delante  de  la  puer- 
ta de  la  citada  iglesia  catedral,  y  á  ella  da  la 
puerta  del  mesón  en  venta;  al  S.,  con  la  ca- 
lle que  pasa  por  debajo  del  arco,  y  al  N., 
con  el  mesón  de  D.  Salvador.  Otorga  esta 
venta  Doña  Plasencia,  esposa  que  fué  de 
n  Pelayo  Garganta,  á  favor  de  D.  Pedro 
ben  Alachamí,  en  representación  del  arce- 


I     Rl  Si-,  Siinoni.-l  sospecha  que  pudiera  ser 
Andújar  con  un  lii;ero  cambio  de  letras. 


^^    ■ 

Precio,  21  mizcales  alfonsíes. 

Eecha  en  el  último  tercio  de  Agosto,  Era 
(le  1224. 

Suscripciones:  Abdelaziz  b.  Abderrah- 
mán (  ^=^3!  wUc  i-yí  j'}*^^  A-I-),  Tomé  b. 
Yah3'a  b.  Pelayo  (^-"-J  ..vf  c^'^^  ,-rf  '-'t?^)' 
Jacob  b.  Abdelaziz  Alchábir  ^}  ^-i^^  j) 
(j.A¿!  i-J  }*'!  '^■f-  y  Pelhro  Yoanex  b.  An- 
tar  {y^^  ..yi  ^j\^^  s^Lj^), 

En  caracteres  latinos:  Polaco  pean    testes. 
(Existe  también  la  traducción  de  este  do- 
cumento.) 


LI 


Venta  de  un  huerto  sito  en  el  término  de 
Alcardet  (L,^j¿j\  i^ysri  ...  (jj*-^^^  /^tf^)  3^ 

coa  los  siguientes  lindes:  al  E.,  un  camino; 
al  O.,  el  río  Tajo;  al  N.,  un  huerto  de  los 
compradores,  y  al  S.,  otro  huerto  de  los  he- 
rederos de  Pedro,  el  comerciante  en  legum- 
bres (Jl-a^l  ^j^,  ^jy  .)*-^  <kL¿il  ¿5_j). 
Figuran  como  compradores  Lob  (Lope) 
b.  Yahya  b.  Hixém  y  su  madre  Doña  Xam-sí 
(Mi-Sol),  hija  de  Abde-1-Mesiah  i;  y  como 
vendedores,  Yahj^ab.  Saidatihi  y  su  hijo  An- 


drés    Aiu» 


U 


L" 


Precio  de  la  venta,  26  mizcales  de  oro  al- 
fonsí. 

Fecha  en  Septiembre  de  la  Era  122^. 

Suscripciones:  Pascual  b.  Domingo...?... 
(...  ¿.ÜÁP^      y¡   Jt^-^Jj),    Suleimán   b.   Alí 


(  [ue)   escribió   (■. ^i. 


^^"    c^^ 


•r-í^n 


?). 


Sebastián  b.   Farach  (.7-  vS    ,  »j      .Lx^u;...), 


I     El  Sieivo  de  Cristo. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


185 


Y  ihya  b.  Said-Allah  {¿¿\  J^  ^ji  í^j)' 
Vicente  b.  Abdelaziz  b.  Saad  ,.vJ  vJI^jLv^o.) 
(Ajuv     yj  jij^^^  ^^>  Oi'iar  b.  abú-1-Farach 

LII 

Venta  de  la  cuarta  parte  de  una  casa,  sita 
en  el  distrito  parroquial  de  San  Justo  X'js-') 
(  j:,.v¿.j  .J^'Jx,  "L^^^  en  el  interior  de  Tole- 
do, la  cual  casa  se  halla  entre  dos  calles,  y 
su  puerta  se  abre  hacia  el  lado  de  Poniente 


(. 


>j^. 


Üt 


Aparece  como  compradora  Doña  Eiiirtlia, 
la  que  fué  esposa  de  Martín  el  Calero,  y 
como  vendedores  sus  dos  hijos  D.  Paris  ^  y 
Doña  Cecilia,  que  heredaron  de  su  difunto 
padre  la  parte  que  ahora  venden  á  la  dicha 
Doña  Eulalia,  su  madre,  la  cual  posee  las 
tres  cuartas  partes  restantes  de  la  casa  en 

cuestión   <^'^S       J!    h}^j^   "^h-^  v3j^^) 


L.^ 


.:> 


Ux.l 


coJí 


:1\  ^„^J  u 


^Jf      aj   ,j     'iúx)\     'ÍzLL\ 


Precio  de  la  venta,  ocho  mizcales  y  me- 
dio de  oro  alfonsí. 

Fecha  en  la  primera  decena  de  Octubre  de 
la  Era  1224. 

Suscripciones  3  :   Estéfano  b.  Yah3''a?  b. 

abú-1-Jair  {j;^\  ¿>\  ..^j  ^s^.  ^j  ,.,ilza|), 
F'arach  b.  Yahya  testificó  y  escribió  con  sus 
manos  (¿.jJ^j  ^^.^^cS" ^  ^.At,       ^^sr^     ,j   -  ^)> 


Yahya  b.   Walíd   b.  Kásim 


.(4.^15 


L}'- 


J. 


I  Hállase  muy  despintada  la  escritura  de 
este  documento. 

3  El  nombre  Paris  procede  de  Apparitio 
(  F.piphanía).  —  Godoy  Alcántara,  Apellidos 
castellanos,  pág.  151. 

3  Están  las  tres  tan  borrosas,  que  no  tene- 
mos completa  seguridad  en  la  lectura  de  todas 
las  palabras. 


Lili 

Venta  de  tma  casa  de  la  demarcación  de 
la  iglesia  de  San  Cebrián  ó  Cipriano,  en  el 
interior  de  Toledo  c^^i-  'i^.^^xS  l^ysr^) 
{UhÁh  i^J->--'  J^^>Xj  ^Lj^^..^,  cuyos  lindes 
son:  al  E. ,  una  casa  de  Domingo  el  Cojitó?, 
el  Pescadero?  (C^Í^M  Jl^:^yj|  íIíajJ  .b); 
al  O.,  casa  de  Martín  Joroba?  ^J^J^  jb) 
(^í  J^^!  al  S.,  otra  casa  de  Doña  Dominga,' 
esposa  que  fué  de  Juan  el  Ancurí  ^3Lj) 


J. 


.iLi_*.3t,  y  al  N.,  el  camino  ó  calle 

(, ^^j^)  á  donde  comunica  la  puerta  de  la 

casa  en  venta. 

Otorgan  esta  venta  el  Presbítero  D.  Mi- 
cael  b.  Yoannes,  del  clero  de  la  iglesia  de 
San  Torcuato,  y  D.  A9an  b.  Maurel  como 
albaceas  de  Abdalyh  b.  Bixar,  á  favor  de 
D.  Micael  el  Snbdiácono  y  de  su  hermano 
D.   Pedro,   hijos  de  D.    Pedro  Al-Hasán, 


.y.  J 

lüU. 

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J--^   c'-- 

\  ^y. 

(^r:»      *^'       -'-.-^       kr^í-^jT^       ^J^^^ 


Precio  de  la  venta,  1 1  mizcales  de  oro  al- 
fonsí, cantidad  que  han  de  invertir  los  testa- 
mentarios en  sufragios  por  el  alma  del  tes  - 


ij 


-  .r^    ^ 


tador   ím\    J.^    L^^-,0»^'    ^ 

Fecha  en  Agosto  de  la  Era  1225. 

Suscripciones:  en  carácter  latino,  «domi- 
nicus  inicael  testis». 

En  caracteres  arábigos:  Lázaro  b.  Do- 
mingo, testigo  (j-íLi..  iA^,o  .,j  ,  ;b5.);  Vi- 
cente b.  Micael  el  diácono  ,j  .ji^-'L^j^) 
('  ^Lj.J!  JjLaL^^;  Miguel  el  Presbítero,  hijo 
de  Juan,  testigo  ,  -3^.'  .»j  ,  y-.¿Jl  J.jlfi*^,) 
(jjsLi,,  y  Vicente  b.  Abdelaziz  b.  Saad,  tes- 
tifican sobre  esto    ,j  \*j^    -^-¡-^     y^  •J^x^i  ^) 

En  el  reverso:  «carta  de  las  casas  de  ssan 
9Íbrian». 


186 


BOLETÍN 


LIV 

Venta  que  otorga  D.  Mido,  hijo  de  Don 
Arias,  á  favor  de  Domingo  Gon9a]bo,  de 
todo  el  patio  del  corral  que  posee  en  Olías 
la  Mayor    .,ji   ^^-^    iJl^xc   ¿Jii/»i    ^jXá,]) 

(...  <C  ^.Ol  :  J\  h  jSJ  ¿.J,  lindando  con 
otros  corrales  de  Pedro  b.  Ajthal  ^j  ^-1=*^) 
(JLLá.)  y  de  Juan  de  Olías  (,  r  ^•'^  ^  r)l>fl  j)' 

y  con  dos  caminos. 

Precio  de  la  venta,  tres  mizcales  menos 
octavo  I  de  oro  alfonsí  y-^  Ls^J  J.*9L¿*   i¿AV) 

Fecha  en  Abril  de  la  Era  1226, 
Adviértese  después  de  la  fecha  que  asis- 
tió al  acto  Domingo  Domínguez,  hijo  del 

Serrano  (ij!^^A.Jt  ^>  ^>«ajo»í  iAt«i),  dicien- 
do que  no  alegaba  derecho  alguno  sobre  la 
finca  vendida,  y  que  se  adhería  al  acto  de  la 
venta,  conformándose  en  un  todo  con  ella. 
Suscripciones:  Abdelaziz  b.  Amir  b.  Ab- 

delaziz  J-^-&  yi  ^^^Lc  yi  jij  '^^ 
(jj  fxJt,  Juan  b.  Abdallah  b,  Jáli?  ^)^j>i.  j) 
(jjaAá.  ^}  iX}\  A^  ^i\,  D.  Domingo  b. 
Julián  b.  abú-1-Hasán  b.  Al-Ba90  2   j^^j) 

{^'J\     ^y,\     ^^\     ^1     ^,.     Jl±      ^y^     .ÍU.O, 

Vicente  b.  Abdelaziz  b.  Saad  ..yi   sJi.-J-^u) 

LV 

Copia  del  testamento  otorgado  en  Mayo 
de  la  Era  1228  por  Doña  Leocadia,  hija  de 

Juan  (    ¿.j|y   «JI^jü    Íj^Lí^J  '¿Jj^). 

(De  este  documento,  como  de  todos  sus 
congéneres,  daremos  un  extracto  detallado 
en  la  segunda  parte  del  presente  trabajo.) 

La  copia  está  fechada  en  la  última  decena 
de  Febrero  de  la  Era  1229, 


1  Véase  supra  núm.  XL  nota  primera  so- 
bre esta  forma  de  partitivo. 

2  Firman  por  él  á  su  orden  y  en  su  presen- 
cia: (iJfc^iacsr^j   ^"í    *^   V^^)* 


LVI 

Venta  de  una  tienda  y  del  edificio  ruinoso 
á  ella  adjunto  en  el  barrio  de  los  Herbolarios 

^J  ^x)\  U  iL^jJl  hjár^j  o^L¿t  ^*>^) 
(  w.jLAjJ|  i^jc^,  colindando  con  otras  tien- 
das y  una  casa  de  los   Señores   Canónigos 


.L.y,,^^xÚ) 


^(¿-^ 


;L.i.U) 


Otorga  esta  venta  el  Arcediano  D.  Domin- 
go Al-Polichení  á  favor  de  los  Canónigos  de 
Santa  María,  representados  al  efecto  por  su 

Prepósito  ó  Preboste  {*)  (^I^^.¿^J»J)D.  Guillen 


¿fJxUJ!    ^j^-y's    ^Jv^jj.j    ^L.-L=^    ^,,_jj) 


^-^.'j-f    ^^-^A'^    jj- 


Precio  de  la  venta,  20  mizcales  de  oro  al- 
fonsí. 

Fecha  en  la  primera  decena  de  Marzo  de 
la  Era  1229. 

Suscripciones:  «petrus  garsie  presbyter 
testis,  Ego  Michael  pe tri  presbyter  testis»  ». 

LVII 

Cambio  ó  permuta  de  dos  lotes  ^  de  tierra 
sitos  en  Olías  la  Maj^or:  el  perteneciente  á 
D.  Domingo  b.  Jalaf,  conocido  por  Mayur- 

nacha  3  (Usr'.^jL^j  >, ?^j-vl).  que  fué  ad- 
quirido por  compra  de  D.  Bahlul  el  herrero, 
en  el  octavo  de  Aben  Bahlul  ^^A  ^^  ^) 
(Jy^j,  y  el  que  posee  D.  Servando  b.  Yu- 
nus  en  los  octavos  de  Aben  Badah  i^^^  \^) 


1  En  una  faja  de  algunos  centímetros  del 
lado  izquierdo  ha  desaparecido  casi  por  com- 
pleto la  escritura  por  efecto  de  la  humedad. 

2  En  el  original  se  emplea  la  palabra  l&ji, 
parece  ser  medida  agraria  por  lo  que  dice  de  la 

segunda  de  dichas  fincas  ílí ^  j.^  ^X.sJ\^  '¿Cj3 

...  ¿s^jS.  Los  diccionarios  le  atribuyen  el  signi- 
ficado de  ¡ote,  parte,  porción,  etc. 

3  Desconocemos  el  significado  de  este 
apodo. 

(*)  Tal  vez  deba  llevar  punto  el  es  aunque 
no  se  distingue  en  el  original. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


187 


(^|jü  ,  yj\,  adquirido  por  herencia  de  Doña 

María,  su  mujer,  hija  de  D.  Miguel  b.  abú- 
1-Hasán  b.  Al-Baco. 

Otorgan  este  cambio  sus  respectivos  po- 
seedores con  las  limitaciones  que  se  indican 
en  el  documento,  poniéndose  mutuamente 
en  posesión  de  sus  nuevas  propiedades. 

Fecha  en  la  última  decena  de  Junio  de  la 
Era  1229. 

Suscripciones:  Julián  b.  Hilal  (Jj-s)  Te- 
mam  b.Zakaría  b.Gálib...  l.j  ySj  ^.j  X^-~') 
(...  v_,JL¿  .j,  Domingo  b.  Jalaf,  testigo 
(jjíLi.  ¿lá.  ..fj  va^^),  Pedro  b.  Omar  b. 
Gálib  b.  Al-Kallás  ^v-j  j^  ,0  s^]sL.j_.) 
(,  ^.j.¿Jt  yi  w^-¿  y  yo  Servando  b.  Yunus 
b.  Tamy  confirmo  la  citada  permuta  l-Mj) 

(SjSlW  y  Abdallahb.  Abdelmelic...  J^j) 
(...  ^yi  J^c  ^^  .Jü! 


Francisco  Pons. 


(Se  continuará.) 


SECCIÓN  DE  LITERATURA 


TAINE,  POETA 

^Íe  ignoraba  que  fuese  poeta  el 
l'í^^i^  ilustre  historiador  y  crítico 
cuyo  nombre  va  al  frente  de 
estas  líneas,  hasta  que  al  ocurrir  su 
muerte,  en  el  año  1893,  se  dio  publici- 
dad á  unos  sonetos  hermosos  que  había 
escrito  y  guardaba  en  su  gaveta  con 
el  decidido  propósito  de  ocultarlos  allí 
como  un  pecado  literario. 

Los  tenía  dedicados  el  autor  á  tres 
gatos  suyos,  y  acaso  por  esta  circuns- 
tancia, entre  las  pocas  personas  que 
conocían  los  geniales  versos,  contába- 
se Lambert,  el  famoso  pintor  de  los 
gatos,  quien  con  inútil  perseverancia 
había  propuesto  á  Taine,  hacer  de  los 
sonetos  una  edición  ilustrada. 

Mientras  acariciaba  el  lustroso  lomo 
de  su  gato  familiar  y  éste  clavaba  en 


él  con  gratitud  sus  ojos  de  esmeralda, 
meditó  sin  duda  el  poeta  esas  compo- 
siciones, convergiendo  en  el  gato,  como 
los  puntos  de  un  círculo  en  el  centro, 
sus  ideas  informadas  por  el  materialis- 
mo positivista:  con  la  pertinacia  con 
que  el  pensamiento  gravita  á  la  obse- 
sión en  el  alucinado,  brotaron  de  su 
pluma,  refiriéndolos  á  aquel  cuadrúpe- 
do, conceptos  sobre  La  Religión  egip- 
cia, La  Sociedad,  Los  recuerdos,  Los 
Penates,  La  Filosofía,  La  doctrina, 
La  práctica,  La  infancia,  La  sensibi- 
lidad, El  piuito  de  vista  y  Lo  absoluto. 

Como  débil  muestra  de  la  forma  de- 
licada de  esas  poesías,  hemos  traduci- 
do tres  de  ellas,  eligiendo  las  que  me- 
nos cantidad  del  veneno  materialista 
y  de  la  hiél  del  pesimismo  llevan  mez 
ciada  con  el  dulce  néctar  poético  que 
escanció  Taine  en  la  cincelada  copa  de 
la  rima. 

He  aquí  la  extravagante  dedicatoria 
que  precede  á  los  sonetos: 

"A  tres  gatos  Puss,  Ébéne  y  Mitón - 
ne,  domiciliados  en  Mentón,  St.-Ber- 
nard.  Alta  Saboya,  dedica  estos  doce 
sonetos  su  amigo,  amo  y  servidor, — 
H.  Taine. — Noviembre,  1883. „ 

LA  RELIGIÓN 

Desde  el  alba,  acudían  como  enjambres, 

Los  peregrinos  ávidos, 

Y  en  confuso  tropel  se  amontonaban 

En  el  umbral  del  pórtico  cuadrado; 

Llenos  de  admiración,  atentos,  mudos, 

Apenas  respirando , 

En  el  sagrado  speos  tenebroso 

Fija  la  vista  con  empeño  vano. 

Aclarando  el  azul  del  cielo  tórrido, 
Iba  el  sol,  paso  á  paso, 
En  la  senda  medida  por  el  hombre, 
Sin  discrepar,  marchando; 
Sus  áureos  resplandores  desfloraban 
El  religioso  antro, 
Al  pie  de  las  pirámides 
Las  fantásticas  sombras  alargando. 

Después,  su  carcax  de  oro 
Vaciaba,  al  surgir  radiante  el  astro; 
Un  dardo  de  su  lumbre  taladraba 
El  corredor  oblicuo,  donde  el  vaho 


188 


BOLETÍN 


Del  incienso  y  la  mirra  se  esparcían, 

Y  dentro,  en  el  abierto  tabernáculo, 
Veíase,  guiñando  un  ojo  verde 

Y  el  corvo  lomo  alzado, 
Al  divino  cuadrúpedo 

Sus  lucientes  pupilas  estrechando. 

LA  SENSIBILIDAD 

Largas  é  hirsutas  pestañas, 
Con  erizadas  ai:tenas, 
Son  de  nervioso  hocico 
Vigilantes  centinelas; 

Y  al  más  ligero  contacto 

De  algo  estraño  que  se  acerca, 
Alarga  sobre  la  frente 
Las  estiradas  orejas. 

Cuando  la  noche  en  sus  sombras 
Las  formas  esfuma  y  mezcla. 
El  ve;  que  las  sombras  abren 
Sus  abismos  de  tinieblas 
A  las  lucientes  miradas 
Qye  la  obscuridad  barrenan. 

Allí  distingue  y  presiente 
Lo  que  á  distinguir  no  acierta, 
Pues  sus  agudos  sentidos 
Sus  pensamientos  aceran. 

Corren  sobre  su  piel  roja 
Chispas  de  luz  que  azulean  ; 

Y  un  dulce  estremecimiento 
A  lo  largo  de  su  médula, 
La  emoción  que  le  provoca 
Conduce  hasta  el  alma  inquieta. 

Al  unísono,  sus  barbas 
Vibran  en  su  nariz  trémula, 

Y  al  espeluzno  divino. 

Su  elocuente  cola  espléndida, 

Como  una  lira  de  oro 

En  manos  de  un  gran  poeta. 

LOS    RECUERDOS 

Reposa  junto  al  fuego. 
Los  párpados  á  medias  entornados, 

Y  el  calor  de  la  brasa,  que  se  extingue, 
Perezoso  aspirando; 

Preso  en  cadenas,  el  perol  borbota 
Con  rugido  metálico, 

Y  aún  llamea  algún  tronco  y  se  ennegrece, 
R'jos  carbones  en  su  extremo  hilando. 

Toma  excelsas  posturas 
El  regio  desterrado. 
Alargando  su  hocico,  lo  acomoda 
Sobre  sus  pies  de  raso, 

Y  con  sublime  hastío,  se  adormece 


Huyendo  así  de  su  destino  ingrato, 
De  la  fatal  caída  de  las  cosas, 
I  Del  hecho  consumado! 

En  su  doliente  corazón,  los  siglos 
Su  noche  condensaron; 
Pero  en  el  fondo  de  él,  inextinguible 
Como  fuego  sagrado , 
Brilla,  entre  soledades  y  tristezas, 
Su  sueño  hereditario: 

Una  tarde  de  oro,  el  sol  bermejo. 
Cayendo  en  el  ocaso, 
Los  negros  troncos  de  un  palmar  erguido 
Sobre  el  fondo  de  un  cielo  arrebolado. 
Un  gran  río  que  rueda  entre  dos  muros 
De  tierra,  suspirando. 

Juan  Menéndez  Pidal. 


SECCIÓN  DE  BELLAS  ARTES 


OASPAR  BECERRA 


APUNTES   BIOGRÁFICOS 

jEiMPO  hacía  que  se  nos  presenta- 
ban á  la  vista  obras  de  anóni- 
^j  mo  autor ,  del  más  consumado 
arte,  ostentando  todas  semejanzas  de 
estilo  y  marcadísimo  carácter  de  la 
época  del  Renacimiento,  que  nos  lle- 
vaban á  meditar  sobre  á  quién  debe- 
ríamos producciones  tan  peregrinas: 
no  se  limitaban  éstas  á  un  solo  género 
de  las  que  llamamos  plásticas,  pues  ya 
eran  pinturas,  ya  esculturas,  ó  dibujos 
y  estampas,  en  las  que  veíamos  lucir 
igual  magistral  mano  5^  calidad  seme 
jante:  recordando  nombres,  reunien- 
do datos  y  comparando  ejemplares  , 
ocurriónos  si  el  insigne  autor,  tan  des- 
conocidocomoeminente,  nopudiera  ser 
el  tan  celebrado  por  sus  contemporá- 
neos, y  algo  dado  al  olvido  después,  el 
ilustre  baezano  Gaspar  Becerra.  Aque- 
lla primera  suposición  constituye  hoy 
ya  en  nosotros  completo  convencimien- 
to; pues  aunque  aún  nos  faltan  por  exa- 
minar bastantes  ejemplares  de  los  que 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


189 


por  de  tal  autor  se  tienen,  nos  parecen 
ya  suficientes  los  descubiertos  y  ana- 
lizados para  trazar  por  lo  menos  las 
líneas  generales  de  lo  que  en  su  día 
pudiera  ser  más  completa  y  acabada 
monografía.  Persiguiendo  estos  datos 
desde  hace  tiempo  y  sallándonos  otros 
inesperadamente  al  encuentro,  nos  atre- 
vemos á  hacer  públicos  algunos  de 
ellos  y  someterlos  al  examen  de  las 
personas  peritas,  considerándonos  por 
lo  demás  muy  honrados  con  que  el 
notable  Boletín  de  Excursionistas  nos 
distinga  con  la  publicación  de  algunos 
de  los  párrafos  de  nuestro  trabajo,  acce- 
diendo así  gustosos  á  que  á  él  corres- 
pondan las  primacías  del  mismo.  Tén- 
gase, pues,  éste  sólo  por  ensayo  y  por 
serie  de  apuntes,  en  los  que  manifesta- 
mos nuestro  pensamiento,  á  reserva  de 
modificarlo  sin  esfuerzo  ante  las  fun- 
dadas razones  que  pudieran  oponér- 
sele. 


X 
X     X 


Corría  el  siglo  XVI  con  todo  sus  es 
plendores  del  renacimiento,  con  todos 
sus  inventosyadelantos,  que  patentiza- 
ban losdestellosdeunanueva  aurora  en 
los  días  de  la  historia;  las  ciencias  y  las 
artes,  de  común  acuerdo,  se  armoniza- 
ban y  apoyaban  mutuamente  para  in- 
formar aquellos  nuevos  impulsos,  á  un 
extremo,  que  nunca  las  ciencias  fueron 
más  artísticas  ni  las  artes  más  cientí- 
ficas que  en  aquellos  tiempos;  genios 
extraordinarios,  hombres  de  múltiples 
talentos,  encarnando  en  sí  distintas  na- 
turalezas, enlazaban  con  sus  prodigio- 
sas intuiciones  ,  con  sus  asombrosas 
clarividencias,  la  interrumpida  cadena 
de  los  grandes  adelantos  en  el  saber  y 
en  las  artes,  del  tiempo  antiguo  con  el 
novísimo  que  inauguraban. 

La  Edad  Media  había  terminado ,  y 
después  de  pasados  aquellos  siglos,  ne- 
cesarios para  que  la  idea  cristiana  di- 
latara sus  raíces  hasta  hacerse  ya  impo- 
sible su  extirpación  en  las  que  á  la  hu- 


manidad resten  de  vida,  volvíase  tras 
esta  regeneración  á  continuar  la  obra 
del  terrenal  progreso  científico  y  artís- 
tico, tan  puramente  formal  antes  de 
obtener  la  redención  del  alma,  morali- 
zada y  humanizada,  para  la  mayor  ex- 
celsitud  del  total  proceder  en  la  vida 
terrena. 

Centro  de  este  gran  movimiento  y 
de  este  enlace  con  la  antigua  civiliza- 
ción, que  había  dejado  su  último  pro- 
ducto en  aquellos  lugares  italianos,  fue- 
ron las  ciudades  principales  de  esta 
península,  suelo  de  donde  brotaban  los 
restos  que  esparcían  una  nueva  luz  al 
volver  á  la  del  día,  después  de  tan  lar- 
go inhumamiento. 

Las  ciudades  italianas  fueron  las 
primeras  en  respirar  libres  de  aquellos 
señores  que,  marchando  á  las  Cruza- 
das, última  empresa  del  militarismo 
romano  por  ellos  heredado,  dejaban 
lugar  á  que  el  Municipio  ,  la  idea  de 
nacionalidad  y  la  noción  del  derecho, 
sustituyese  á  la  edad  de  la  fuerza  por 
ellos  representada. 

Careciendo  los  Papas  del  suficiente 
poder  militar  para  hacerse  los  Reyes 
de  Italia,  y  sin  aspirar  tampoco  nun- 
ca á  ser  el  centro  de  su  unidad  nacio- 
nal ;  entremetidos  los  emperadores  de 
Alemania  en  el  gobierno  de  ella,  hasta 
incorporar  gran  porción  de  su  territo- 
rio al  cetro  imperial,  en  su  parte  Nor- 
te; peleando  constantemente  en  la  del 
Sur  los  duques  griegos  y  longobardos, 
surgió,  á  la  caída  del  feudalismo,  la 
necesidad  de  que  muchas  ciudades  se 
declarasen  completamente  libres,  to- 
mando distintas  formas  en  su  gobierno 
municipal.  Fueron  las  primeras  Vene- 
cia,  Genova  y  Pisa,  erigidas  autónomas 
en  el  siglo  X,  cuando  el  emperador 
Otón  el  Grande  incorporaba  la  Lom- 
bardía  á  su  corona ;  más  tarde  Floren- 
cia se  emancipa  de  Pisa,  y,  constituida 
en  república,  experimenta  distintas  vi- 
cisitudes, sufre  las  luchas  de  opuestos 
partidos  y  la  presión  de  poderosos  se- 


190 


BOLETÍN 


ñores,  hasta  que  en  el  si.2;lo  XV  la  afor- 
tunada casa  de  los  Médicis  vincula  en 
sí  la  gobernación  de  aquella  República. 
En  este  período,  pues,  se  suceden  to- 
dos los  albores  de  la  nueva  edad  que 
se  prepara. 

El  Derecho,  con  el  hallazgo  y  estu- 
dio de  los  textos  romanos  conocidos 
por  el  manuscrito  de  los  Pandectas, 
que  se  traen  los  písanos  como  parte  de 
su  botín  en  la  toma  de  Amalfi,  adquie- 
re la  mayor  atención,  y  esparciendo  su 
luz  por  todas  las  naciones,  produce  en- 
tre nosotros  la  monumental  obra  de  las 
Partidas,  directamente  inspiradas  en 
tan  notable  descubrimiento.  La  política 
con  el  sistema  de  privilegios,  que  hacía 
del  manto  de  los  Reyes  dosel  bajo  el  que 
gustosos  los  pueblos  se  cobijaban;  la 
literatura,  aceptando,  por  fin,  como 
forma  del  pensamiento,  las  lenguas  ro- 
mances, ya  en  estado  de  cultura  sufi- 
ciente para  perder  su  consideración  de 
bárbaras,  5^  tomando  por  guía  á  los  poe- 
tas clásicos  en  sus  más  místicas  excur- 
siones; la  filosofía,  con  el  uso  y  empleo 
de  la  escolástica,  derivación  directa  de 
los  procedimientos  impuestos    por  el 
gran  pensador  del  mundo  clásico,  y  el 
arte,  fijando  sus  miradas  en  los  már- 
moles antiguos  que  á  cada  paso  el  ara- 
do ó  la  casualidad  descubría,  tan  mór- 
bidos y  vivientes,  tan  sonrientes  y  mo- 
vidos, fueron,  con  otros  varios  moti- 
vos, los  que  impulsaron  al  pensamiento 
humano  á  reanudar  sus  trabajos  y  se- 
guir sus  tareas,  interrumpidas  por  al- 
gunos siglos  bajo  la  opresión  de  la  ge- 
neral barbarie.  Así  comenzó  la  Europa 
á  revivir;  así  comenzó  el  renacimiento 
propiamente  en  el  siglo  XIII,  siglo  lla- 
mado de  resumen  y  enciclopedia,  pero 
que  más  bien  apelaríamos  nosotros  de 
portada  y  programa  de  lo  que  después 
había  de  venir. 

Las  artes,  fieles  intérpretes  siempre 
de  su  tiempo  y  de  sus  hombres,  sintie- 
ron al  momento  la  sacudida  de  los  co- 
razones, y  la  literatura,  la  pintura,  }'■ 


principalmente  la  escultura,  se  mani- 
festaron por  los  labios  de  Dante  y  Pe- 
trarca, por  los  pinceles  de  Gioto  y  por 
el  cincel  de  Nicolás  Pisano  y  tantos 
otros  de  sus  discípulos  renacientes. 

Pero  este  volver  al  rnundo,  este  des 
pertar    de  la  nueva  primavera,  tomó 
desde  luego  un  sentido  naturalista,  en 
el  que  tuvo  no  poco  influjo   el  sentir 
de  un  místico,  de  un  Santo,  que  apa- 
rece como  la  más  interesante  figura  de 
su  tiempo:    alabando   á   Dios  en  sus 
obras,  entonando   al    Criador  el  him- 
no más  elocuente  de  reconocimiento, 
arrastraba  tras  sí  Francisco  de  Asís  á 
los  poetas,  á  los  músicos,  á  los  pinto- 
res, haciéndoles  mirar  á  su  alrededor 
el  paraíso  en  que  Dios  los  había  colo- 
cado, para  que  lo  alabaran  cada  cual 
á  su  modo  en  sus  corazones  y  le  de- 
dicaran los  más   tiernos   y  externos 
holocaustos.  Esta  tendencia  á  la  na- 
turaleza hace  tomar  á  las  artes  rum- 
bos de  imitación,  de  atención  al  na- 
tural que  informan  las  producciones  de 
aquellos  tiempos,  y  los  pintores  lla- 
mados cuatricentisti^  continuadores  de 
los  del  siglo  XIII  y  XIV,  representa- 
dos éstos  principalmente  por  el  Gioto, 
imprimen  en  todas  sus  obras  este  acen- 
to, aumentando  cada  día  su  caudal  de 
ideas  para  la  representación  del  mun- 
do externo  en  que  se  inspiran ;   pero 
nuevos  hallazgos  de  famosos  fragmen- 
tos clásicos,  y  sobre  todo  el  entusiasmo 
que  producen  las  ideas  platónicas,  an 
tes  desconocidas,  mueven  todos  los  es- 
píritus al  culto  del  ideal,  que  en  nin- 
guna parte  ven  más  altamente  realiza- 
do como  en  los  más  clásicos  modelos. 
Plethon  es  el  apóstol  del  neoplatonismo 
alejandrino,  que  quiere  sustituir  al  aris- 
totelismo  de  la  Edad  Media  y  que  se 
presenta  en  lucha  con  el  escolasticismo. 
En  1460  funda  Marsile  Ficin,  bajo  la 
protección  de  los  Médicis,  una  Acade- 
mia platoniana,  traduciéndolo  todo  en 
latín,  por  supuesto,  y  aunque  extravia- 
do hasta  el  mayor  absurdo  en  sus  con- 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


191 


secuencias,  produce  la  más  grande 
exaltación  y  adoración  de  lo  genial  é 
inspirado,  que  llega  hasta  los  delirios 
de  Giordano  Bruno  en  Astronomía  y 
Física,  so  color  de  fuerza  é  intuición 
poética.  Un  defensor  sale  aún  A  Aristó- 
teles, Cesalpin  de  Arezzo ;  pero  Cam- 
panella  llama  al  Estagirita  "el  padre 
de  todas  las  herejías,,  y  sostiene  con 
todas  sus  fuerzas  el  platonismo,  que 
por  un  momento  llega  á  dominar  en 
todas  las  esferas. 

Lo  que  los  Diálogos  de  Platón  en  la 
filosofía ,  son  las  últimas  estatuas  en- 
contradas en  el  suelo  italiano  por  la 
escultura;  el  torso  del  Belvedere  pro- 
duce una  explosión  de  asombro  entre 
los  artistas,  y  los  convence  de  que  la 
forma  ideal,  llevada  á  aquel  grado  de 
robustez,  es  la  sola  capaz  de  producir 
las  emociones  estéticas  de  lo  sublime 
y  lo  grandioso;  y  Miguel  Ángel  Buo-' 
narroti,  que  lo  contempla,  admira  y 
hasta  adora,  recibe  y  aspira  de  él  todo 
el  estilo  que  había  de  imprimir  después 
á  sus  grandilocuentes  producciones. 

Antes  de  él  habían  existido  esculto- 
res tan  admirables  como  Donatello, 
que  por  el  estudio  del  natural  habían 
llegado  á  realizar  maravillas  tales 
como  el  Zticofie,  la  estatua  ecuestre  de 
de  Gatamelata  y  los  coros  de  niños  de 
Florencia  y  otras  obras  de  inmortal 
renombre; 'habían  existido  también 
pintores  que ,  ó  naturalistas  como  los 
florentinos,  ó  místicos  como  Fra  An- 
gélico y  los  de  la  escuela  de  Ombría , 
cual  el  Perugino  y  hasta  el  mismo  Ra- 
fael, dejándose  llevar  de  espontáneos 
impulsos,  interpretaron  ó  poetizaron  el 
natural  en  grado  insuperable;  pero  el 
Titán  florentino,  con  sus  colosales  fuer- 
zas personales,  al  decidirse  por  el  cla- 
sicismo grandioso,  concluyó  con  toda 
otra  dirección  y  quedó  como  el  dueño 
absoluto  del  campo  de  las  artes ,  en  él 
reunidas  y  compendiadas. 


X 
X     X 


Muerto  Donatello ,  Florencia  no  te- 
nía ningún  gran  escultor:  hallábase  el 
Verroquio  en  Venecia,  y  Sansovino, 
viejo  y  disgustado  se  retiraba  del  arte: 
sólo  Bertoldi,  mediano  artista,  discípu- 
lo de  Donatello,  encargado  de  la  colec- 
ción de  Lorenzo  de  Mediéis,  regentaba 
una  escuela,   en  la  que  entró  Miguel 
Ángel.  En  ella  aprendía  también,  entre 
otros  discípulos,  el  inquieto Torrigiano, 
que  después  de  pelear  y  señalar  en  el 
rostro  para  siempre  al  insigne  princi- 
piante, había  de  concluir  sus  días  en 
España.  Miguel  Ángel  asombra  á  su 
maestro  y  al  patrono  de  aquella  escue- 
la desde  los  primeros  momentos,  y  cada 
paso  en  su  firme  carrera  hace  que  re- 
caigan en  él  todos  los  aplausos,  consi- 
guiendo supeditar  por  largo  tiempo  el 
arte  del  mundo  entero  á  sus  máximas 
y  prácticas.  Bien  podemos  decir  de  él 
que  llenó  su  siglo ,   ora  haciendo  sus 
palpitantes    mármoles   en    Florencia, 
ora  ocupándose  en  Roma  en  preparar 
las  tumbas  para  los  Papas  ó  subiendo 
á  los  andamios  de  la  Capilla  Sixtina 
para  desarrollar  en  su  extensa  bóveda 
la  composición  inmortal  de  sus  frescos, 
y  más  tarde  el  Juicio  final  en  su  teste- 
ro, ó  ya  encargándose  como  arquitecto 
de  las  obras  de  la  gran  basílica  de  San 
Pedro;  siempre  llevando  á  término  em- 
presas de  tal  importancia,  que  le  dan 
con  sobrados  motivos  el  título  del  más 
colosal  artista  de  su  tiempo. 

Principios  estéticos  que  profesa,  y  á 
que  aspira  en  todas  sus  producciones, 
son  la  grandiosidad  de  la  forma,  lleva- 
da al  mayor  extremo  de  corrección  y 
exuberancia  posible,  y  esto  preferente- 
mente aplicado  á  la  humana  en  toda 
su  desnudez,  pero  también  en  todo  su 
lucimiento  de  espléndida  robustez  y 
desarrollo  de  su  sabia  y  complicada 
arquitectura. 

Por  ello  que  considerara  como  de 
toda  necesidad  conocer  á  fondo  y  en 
todos  sus  partes  el  organismo  de  la  hu- 
mana máquina,  que  de  tal  modo  había 


192 


boletín 


de  hacer  jugar  para  ponerla  en  movi- 
miento y  conseguir  de  sus  colosos  las 
posturas  y  actitudes  más  expresivas  de 
sus  pensamientos  ó  pasiones;  así  que, 
siguiendo  el  camino  ya  emprendido  por 
otros  artistas,  dedicóse  con  el  mayor 
afán  al  estudio  de  la  anatomía  humana, 
no  contentándose  con  la  exterioridad, 
con  la  capa  más  superficial,  sino,  como 
consumado  médico,  llegando  hasta  los 
últimos  y  más  profundos  detalles,  dedi- 
cando años  enteros  á  la  disección  de 
cadáveres,  en  busca  de  un  músculo, 
de  un  tendón  ó  un  ligamento,  que  le 
diera  la  razón  de  una  postura  ó  la  po- 
sibilidad de  un  movimiento. 

Los  estudios  anatómicos  adquirían 
entonces  un  gran  impulso;  las  ciencias 
médicas  dan  en  el  renacimiento  uno  de 
sus  mayores  pasos  conseguidos  en  el 
análisis  y  comprensión  délas  funciones 
del  cuerpo  humano ;  por  aquel  tiempo 
nuestro  Servet  descubre  el  curso  de  la 
sangre  y  la  razón  de  los  movimientos 
cardíacos,  y  el  Vesalio,  el  célebre  mé- 
dico de  Carlos  V,  escribe  admirable 
obra  de  anatomía,  que  el  propio  Ticiii- 
no  ilustra  con  sus  láminas.  Aquellas 
sorpresas  anatómicas  y  fisiológicas  ad- 
miran á  todos  é  interesan  directamente 
á  los  artistas,  y  los  italianos,  que  en- 
tonces llevaban  la  bandera  del  arte,  son 
los  primeros,  como  Leonardo  da  Vinci, 
Rafael  y  Miguel  Ángel,  en  aceptar  y 
reconocer  el  estudio  de  la  Anatomía 
como  indispensable  para  la  mejor  eje- 
cución de  la  figura  humana. 

La  escuela  de  artistas  anatómicos 
dio  lugar  á  dibujantes  tan  analíticos 
que  empiezan  sus  esbozos  por  trazar  el 
esqueleto  de  las  figuras  para  después 
cubrirlo  de  los  músculos  y  así  obtener- 
las como  resultado ,  sin  error  posible 
en  su  contorno  y  movimiento ;  y  de  tal 
modo  consiguen  el  éxito  con  tal  pro- 
cedimiento, que  todo  el  arte  de  este  si- 
glo XVI  presenta  como  carácter  pro- 
pio el  esencialmente  anatómico,  5^  ser 
el  siglo  de  los  desnudos  hasta  exagera- 


damente científicos,  tanto  en  las  escul- 
turas como  en  sus  pinturas  y  dibujos. 
Esto  en  cuanto  á  la  parte  científica; 
porque  en  su  sentido  puramente  estéti- 
co, el  ideal  grandioso  es  el  que  se  per- 
sigue, mediante  la  aplicación  de  las  es- 
beltas y  amplias  proporciones,  la  va- 
lentía en  las  líneas  y  los  escorzos,  con 
abstracción  de  toda  endeblez  y  defecto 
corporal:  ésta  es  la  metafísica  del  arte 
de  Miguel  Ángel  y  Rafael  de  Urbino, 
los  dos  grandes  corifeos  del  Renaci- 
miento clásico  ,  pretendiendo  además 
revestir  á  la  idea  cristiana  con  la  for  - 
ma  pagana,  aunque  resultando  sacrifi- 
cada aquélla  al  admitir  con  demasiada 
pasión  las  bellezas  de  los  mármoles  an- 
guos,  no  por  cierto  éstos  los  mejores  de 
su  edad,  lo  que  constituye  gran  defi- 
ciencia para  el  despertar  clásico  de  la 
décimasexta  centuria,  lo  propio  en  sus 
artes  plásticas  que  en  su  literatura,  por 
ser  todo  entonces  completamente  neo- 
latino ,  y  no  de  directa  derivación  he- 
lénica. 

X 

X     X 

No  podía  limitarse  aquel  gran  mo- 
vimiento al  foco  donde  había  nacido,  y 
dejar  de  llegar  en  sus  ondulaciones 
hasta  los  últimos  países  con  él  relacio 
nados .  La  España  del  siglo  XVI ,  con 
su  unidad  realizada  por  los  Reyes  Ca- 
tólicos, interviniendo  tan  directamente 
desde  antes  en  los  asuntos  de  la  penín- 
sula italiana  por  los  Monarcas  arago- 
neses, que  convirtieron  el  Mediterráneo 
occidental  en  un  verdadero  lago  ibéri  - 
co,  nación  ya  rica  y  afortunada,  nece- 
sitada de  artistas  que  esculpieran  toda 
su  grandeza  adquirida,  los  enviaba  á 
Roma,  á  Florencia  y  demás  centros 
italianos,  para  que  amaestrados  allí 
trajeran  después  los  estilos  que  tanto 
auge  y  tanto  progreso  representaban 
en  el  campo  de  las  bellas  artes. 

La  ojiva  y  sus  consecuencias  artísti- 
cas habían  hecho  entre  nosotros  su 
más  completa  evolución,  y  el  renací- 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


193 


miento  italiano  iba  infiltrándose  en  to 
das  las  esferas  y  adquiriendo  cada  vez 
mayor  auge,  é  impulsando  con  sus  es- 
plendores á  los  artistas  á  marchar  á 
aquella  nación,  en  donde  podrían  con- 
templar en  todo  su  esplendor  al  nuevo 
sol  de  la  belleza  y  del  progreso. 

En  Aragón  sintióse  más  pronto  que 
en  Castilla  esta'  tendencia ,  y  por  allí 
penetraron  realmente  entre  nosotros 
las  auras  del  renacimiento  italiano :  la 
arquitectura  ,    admitiendo    detalles  y 
miembros  que  después  habían  de  cons- 
tituir el  florido  y  lujoso  estilo  plateres- 
co; la  pintura,  adornando  el  lugar  de 
de  sus  escenas  con  perspectivas  de  clá- 
sicos edificios  y  exornos  de  grutescos; 
la  escultura,  ampliando  y  redondeando 
sus  formas  y  rebusteciendo  los  miem- 
bros, y  los  entalladores  alardeando  ya 
de  báquicas  fantasías  al  gusto  clásico, 
preparaban  el  terreno  para  que  los  Ría- 
nos ,  Covarrubias ,  Gil  de  Hontañón  y 
otros  insignes  arquitectos  nos  dejaran 
muestra  de  su  espléndida  fantasía  en 
el  Ayuntamiento  de  Sevilla ,  Alcázar 
de  Toledo,  Palacio  arzobispal  de  Al- 
calá de  Henares,  y  la  misma  Universi 
dad  Complutense,  con  tantos  otros  edi- 
ficios llamados  platerescos,  porque  la 
bor  digna  de  ser  cincelada  en   plata 
nos  ofrecen ,  y  de  los  que  por  fortuna 
tal  abundancia  aún  poseemos.  La  escul- 
tura adquiría  también  el  marcado  sa 
bor  italiano  que  nos  daban  á  conocer 
los  iniciados  en  aquel  renacimiento: 
cada  día  apreciamos  más  los  detalles 
admirables  que  enriquecen  tantos  coros 
de  nuestras  catedrales  y  conventos ,  y 
los  nombres  de  Guas  y  Almonacid  que 
hacían  la  portada  y  el  retablo  mayor 
de  la  primada  de  Toledo,  Damián  For- 
men t,  el  autor  de  los  grandiosos  reta- 
blos del  Pilar  y  la  catedral  de  Huesca, 
con   Morlánez  que  daba  un  paso  más 
hacia  el  estilo  que  venía,  decorando  la 
fachada  de  Santa  Engracia,  en  la  pro 
pia  capital  aragonesa,  van  formando 
el  nuevo  gusto,  manifestado  ya  esplén- 


didamente por  Miguel  Florentino  y  el 
Torrigiano  en  Sevilla,  Bartolomé  Or- 
dóñez  y  Felipe  de  Vigarny ,  Gil  de  Siloe 
y  Juan  de  Colonia,  en  varios  puntos, 
hasta  que  vuelve  de  Italia  Alonso  Be- 
rruguete^  que  á  todos  eclipsa  al  repre- 
sentar más  que  otro  alguno  la  tenden  - 
cia  puramente  clásica  italiana ,  como 
fiel  discípulo  del  titán  florentino,  que 
ilumina  y  fortalece  su  genio  con  las 
máximas  de  su  escuela, 

Alonso  Berruguete,  marchando  á 
Italia,  entra  en  la  Academia  de  los  Me- 
diéis y  allí  traba  amistad  con  el  Buona- 
rroti;  con  él  trabaja  en  Roma  en  com- 
petencia con  otros  artistas  italianos; 
allí  hace,  entre  otras  obras,  una  copia 
en  cera  del  Laoconte,  por  encargo  del 
arquitecto  Brabante,  y  después  de  per- 
manecer varios  años  en  tan  artístico 
centro  vuelve  á  su  patria  trayendo  en 
toda  su  frescura  aquel  estilo,  conside- 
rado en  su  tiempo  como  la  más  alta 
concepción  posible  adquirida  en  el  te- 
rreno del  arte. 

En  Zaragoza,  donde  quiso  conocer  á 
Damián  Forment;  en  Toledo,  trazando 
y  ejecutando  en  gran  parte  el  coro  de 
su  Catedral,  notabilísimo,  y  el  sepul- 
cro del  obispo  Tavera,  no  menos  fa- 
moso; en  Granada,  adornando  el  pala- 
cio de  Carlos  V;  en  Valladolid,  levan- 
tando entre  las  disputas  de  los  aman 
tes  del  gusto  antiguo  el  soberbio  reta- 
blo de  San  Benito  y  el  sepulcro  del 
obispo  Falencia ,  y  en  tantas  otras 
obras  importantísimas  y  de  inaprecia- 
ble valor,  en  que  se  reconoce  general  ■ 
mente  su  cincel,  nos  dejó  las  muestras 
del  arte  que  había  adquirido  en  Italia. 

Eran  aquellos  tiempos  los  de  nuestro 
mayor  esplendor  y  poderío,  y  cuando 
aparecían  entre  nosotros  hombres  dota- 
dos de  múltiples  talentos  que,  no  bas- 
tándoles aplicarlos  á  una  sola  esfera, 
ejercían  á  la  par  los  que  requiren  á  ve- 
ces las  más  variadas  y  hasta  antitéticas 
disposiciones;  siglo  aquel  de  colosos  en 
todos  los  ramos,   con  un  Emperador 


194 


BOLETÍN 


que  emulaba  á  los  Césares,  engrande- 
ciéndonos ante  el  mundo  entero;  de 
conquistadores  que  extendían  nuestros 
dominios  por  los  más  desconocidos 
confines;  con  sabios  teólogos  y  huma 
nistas  que  lucían  su  saber  é  ingenio  en 
ocasiones  tan  solemnes  como  el  Conci- 
lio Tridentino;  con  historiadores  que 
sacaban  la  reseña  de  los  hechos  del 
primitivo  estado  de  la  crónica  y  lo  ele- 
vaban al  más  completo  de  la  historia 
propia;  con  poetas  émulos  de  Virgilio 
y  los  mejores  clásicos  latinos;  prosis 
tas  esculturales,  y  científicos  y  mecáni- 
cos admirables,  elevaban  entonces  la 
cultura  española  á  un  nivel  como  des- 
pués no  volvimos  á  disfrutar,  ni  sos- 
tuvimos, por  desgracia,  por  mucho 
tiempo. 

Pocos  hombres  representan   mejor 
este  momento   entre  nosotros  que   el 
cordobés  Pablo  de  Céspedes:  humanis- 
ta consumado;  poseedor  de  las  lenguas 
sabias  y  de  las  filosofía  antigua  y  cris- 
tiana; artista  de  generales  aptitudes, 
pintor,   escultor  y    arquitecto;    poeta 
grandilocuente  y  correctísimo,  en  todo 
al  igual  eminente,  ya  pintara  la  céle- 
bre Cena  y  otros  frescos  y  tablas  en 
Córdoba  y  Sevilla,   ya  esculpiera  el 
valiente  San  Pablo,  ya  dictara  el  her 
moso  y  didáctico  Poema  de  la  PinUi- 
r«; encarnó  en  él  todo  el  genio  andaluz, 
cual  foco  de  muchos  rayos  y  ejemplo 
de  grandiosos  talentos.  Luis  de  Var- 
gas y  Villegas  Marmolejo  pintaban  en- 
tonces en  Sevilla  tablas  dignas  de  la 
mano  de  Rafael  de  Urbino;  Pedro  To  - 
rrigiano  modelaba  en  la  misma  ciudad 
sus  Vírgenes  y  el  admirable  San  Jeró- 
nimo] el  divino  Herrera  hacía  sonar 
los  bíblicos  trenos  con  acentos  horá- 
danos; pero  Céspedes  los  resume  á  to- 
dos, y  ya  toma  los  pinceles  para  re- 
tratar á Cristo  con  sus  doce  Apóstoles, 
como  deja. correr  la  pluma,  impulsada 
por  la  más  poderosa  pero  disciplinada 
inspiración  poética. 

De  otro  de  estos  genios  múltiples,  de 


otro  de  estos  ilustres  andaluces  tocó 
ser  patria  á  la  ciudad  de  Baeza,  capi- 
tal efectiva  del  reino  de  Jaén  en  aquel 
tiempo,  aunque  las  exigencias  de  las 
guerras  pasadas  la  hubieran  llevado 
oficialmente  á  otro  lugar  más  cercano 
á  la  frontera.  La  ciudad  de  Baeza  ofre- 
cía en  la  primera  mitad  del  siglo  XVI 
una  vitalidad  y  riqueza  que  le  hacían 
ir  adquiriendo  un  aspecto  verdadera- 
mente monumental,  merced  á  las  im- 
portantes construcciones  que  edificaba. 
Situada  en  las  proximidades  de  la  roma- 
na Castulo  derruida,  aprovechábanse 
en  Baeza  aquellas  marmóreas  riquezas 
que  brotaban  de  su  suelo  para  la  cons- 
trucción de  sus  edificios  y  monumen- 
tos públicos.  La  célebre  Casa  del  Pó- 
pulo, en  la  que  columnas,  medallones 
y  frisos  son  romanos,  levantábase  al 
principio  de  la  centuria,  y  poco  más 
tarde  edificaban  el  bellísimo  Palacio 
municipal,  del  más  hermoso  estilo  pla- 
teresco, en  el  que  muchos  creen  distin- 
guir el  cincel  de  Berruguete.  Tales  mo- 
mentos patentizan,  con  otros  motivos, 
el  gran  movimiento  artístico  en  aque- 
lia  localidad  y  la  presencia  en  ella  de 
artistas  eminentísimos,  que  mucho  ha- 
bían de  influir  en  el  ánimo  de  algunos 
que  entonces  por  ellos  despertaban  á 
la  inspiración  estética.  Entre  éstos  se 
encontraba  el  joven  Gaspar  Becerra, 
natural  de  aquella  ciudad  y  gloria  des- 
pués para  ella  y  para  el  arte  español, 
como  á  seguida  veremos. 


X 
X     X 


No  tratamos  de  resucitar  la  memo- 
ria de  un  artista  más  ó  menos  notable 
que  pudiera  servir  de  timbre  de  gloria 
más  especialmente  para  su  ciudad  na- 
tal ó  región  en  que  floreciera ;  trátase 
de  una  de  las  primeras  figuras  del  arte 
español  en  su  época,  de  un  verdadero 
genio,  reconocido  por  sus  contemporá- 
neos y  olvidado  después  un  tanto  por 
la  poca  abundancia  de  sus  obras  y  por 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


195 


la  falta  de  estudio  y  análisis  de  algu- 
nas de  ellas. 

Los  elogios  para  él  de  sus  contempo- 
ráneos no  fueron  escasos  ni  se  dejaron 
desear  un  momento:  Juan  de  Arfe,  el 
famoso  autor  de  tanta  notable  obra  de 
platería  y  de  la  escrita  titulada  Varia 
Comen  sur  ación  ^  decía  en  .ésta,  equi- 
parándolo con  Berruguete:  "ambos  en 
escultura  principales,,  "y  que  por  su 
temprana  muerte  dejó  de  señalarse 
más  „  Insigne  le  apellida  Carducho: 
Pacheco  llega  hasta  decir  de  él  que 
"quitó  á  Berruguete  gran  parte  de  la 
gloria  que  había  adquirido  por  haber 
seguido  á  Miguel  Ángel,  y  ser  sus 
figuras  más  enteras  y  de  mayor  gran- 
deza, y  así  imitaran  su  manera  y  si- 
guiei'an  su  camino  los  mejores  esculto- 
res y  pintores  de  España;  „  y  el  bueno 
del  maestro  Juan  López  de  Hoyos,  con 
su  estilo  harto  llano  decía  que  fué  "el 
que  más  ha  tirado  la  barra  en  materia 
de  obras  artísticas,,;  no  perdiendo  oca- 
sión de  citarlo  con  elogio,  estos  3^  otros 
autores,  como  aún  tendremos  ocasión 
de  ver. 

Hubo  de  conseguir  tan  alta  estima, 
no  tanto  por  la  alteza  de  su  ingenio 
como  por  la  perfección  de  su  obra,  pues 
conjuntáronse  en  él,  por  feliz  coinci- 
dencia ,  la  intensidad  del  genio  con  la 
más  incansable  paciencia  en  la  ejecu- 
ción, con  tal  de  obtener  el  más  perfec- 
to resultado:  y  tiempo  es  ya  de  que 
conozcamos  el  autor  y  sus  singulares 
obras. 

X 

X     X 

Nacido  en  Baeza,  como  decimos,  en 
1520,  debemos  suponer  pasara  en  su 
patria  los  primeros  años  de  la  vida,  ali- 
mentando sus  disposiciones  artísticas 
con  la  contemplación  de  los  modelos 
que  del  arte  romano  se  exhumaban  en 
Castulo ,  ejerciendo  éstos  en  su  ánimo 
semejante  efecto  al  que  producían  en 
los  artistas  italianos  los  que  brotaban 
de  aquel  suelo:  mucho  debieron  influir. 


tanto  tales  fragmentos  como  las  gallar- 
días de  la  decoración  arquitectónica  de 
los  edificios  que  entonces  se  levanta- 
ban en  Baeza ,  en  el  ánimo  del  joven 
artista ,  impulsándole  á  conocer  en  su 
fuente  tan  bello  y  lozano  arte,  que  con 
todos  sus  atractivos  se  presentaba  ante 
sus  ojos. 

Ello  es  que  partió  para  Italia,  donde 
amplió  sus  conocimientos  con  la  socie- 
dad de  los  grandes  maestros,  especial 
mente  con  el  Buonarroti,  por  el  que 
llegó  á  sufrir  una  verdadera  seducción. 
Unido  después  al  Vasari,  por  ausencia 
de  Cristófano  Cherardi,  ayudóle  en  la 
pintura  de  la  Sala  de  la  Cancillería  de 
Roma  para  el  Cardenal  Farnesio,  obra 
que  se  realizó  en  cien  días,  y  en  la  que 
el  mismo  Vasari  confiesa  haber  proce 
dido  demasiado  á  la  ligera,  pero  que 
sirvió  de  gran  ejercicio,  tanto  para 
Bizzerra  como  para  otro  español  lla- 
mado Roviale  (Pedro  de  Rubiales)  que 
assai  vi  lavor araño  con  essa  meco  (1). 

En  1550  la  señora  Lucrecia  della 
Rovera  encargó  á  Daniello  Riciarelli 
la  decoración  de  una  capilla  en  la  igle- 
sia de  la  Trinidad ,  donde  el  joven  es- 
pañol Becerra  obtuvo  ver  colocado  un 
cuadro  suyo  de  la  Natividad  de  la  Vir- 
gen, formando  compañía  con  otros  del 
Pellegrino  de  Bologna  y  Giovan  Paulo 
Rossetti  da  Volterra. 

En  1556  publicó  en  Roma  el  doctor 
Juan  de  Valverde  el  primer  libro  de 
Anatomía  escrito  en  español ,  famosa 
edición  ilustrada  con  magníficas  lámi- 
nas, que  constituye  el  monumento  bi- 
bliográfico más  notable  de  la  medicina 
española  en  el  siglo  XVL  Afirman  Pa- 
checo y  Carducho  terminantemente 
que  estas  láminas  fueron  dibujadas  por 
Gaspar  Becerra;  y  aunque  Valverde 
no  lo  consigna,  diciendo  sólo  que  fue- 
ron tomadas  de  las  que  Ticiano  hizo 
para  el  Vesalio,  "porque  sus  figuras 
están  tan  bien  hechas,  que  me  parece- 


(1)    Tomo  I,  pág.  29. 


196 


BOLETÍN 


ría  enridia  ó  malignidad  no  querer 
aprovecharme  de  ellas,  „  también  ma- 
nifiesta que  muchas  las  modificó,  y 
hasta  otras  las  hizo  completamente 
originales,  siendo  extraño  y  prestan- 


querido  mostrar  lo  que  un  buen  pintor 
suele  mostrar  en  un  cuerpo  con  pellejo 
5'  todo,  á  los  cuales  en  ella  he  querido 
servir,  y  hiciera  gran  estorbo  dejar  los 
morcillos  que  nacen  de  la  tela  carnosa. 


DIBUJO  PROBABLE  DE   GASPAR  BECERRA 

íSala  de  estampas  de  la  Biblioteca  Nacional  de  Madrid.) 


dose  á  algunas  interpretaciones  el  que 
no  citara  á  Becerra,  y  sí  á  su  compa- 
ñero Rubiales.  En  la  explicación  de  la 
Tabla  III  del  segundo  libro,  inserta  el 
siguiente  párrafo,  que  transcribimos 
por  su  interés  y  doctrina,  en  el  que 
dice:   "porque  en  esta  figura  sólo  he 


Aunque  no  solamente  es  necesario  co- 
nocer los  morcillos  superficiales  (si 
quiere  exprimir  bien  las  diversas  pos- 
turas que  el  cuerpo  hace);  pero  tam- 
bién los  que  están  debajo  de  ellos,  así 
el  nacimiento  y  fin  como  el  oficio,  para 
poder  saber  cuándo  han  de  hacer  un 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


197 


morcillo  más  largo  ó  corto,  más  levan- 
tado ó  hundido.  Cuánto  esto  sea  ver- 
dad, nos  lo  han  hecho  ver,  en  nuestro 
tiempo,  Miguel  Ángel  Florentín  y  Pe- 
dro Rubiales,  extremeño,  los  cuales, 
por  haberse  dado  á  la  Anatomía,  jun- 
tamente con  la  pintura ,  han  venido  á 
ser  los  más  excelentes  y  famosos  pin- 
tores que  grandes  tiempos  ha  se  han 
visto.  „ 

No  dice  Valverde  que  Gaspar  Be- 
cerra le  dibujara  sus  láminas;  pero 
ante  la  afirmación  tan  rotunda  de  Pa- 
checo y  Carducho,  no  podemos  dudar- 
lo, y  afírmanos  más  en  ello  el  encuen- 
tro entre  los  dibujos  de  la  Sala  de  Es- 
tampas de  nuestra  Biblioteca  Nacio- 
nal, de  uno  admirablemente  ejecutado 
(que  aquí  reproducimos),  y  que  debió 
servir  de  modelo  para  la  plancha  se- 
gunda del  libro  primero,  representan- 
do un  esqueleto,  de  perfil,  colocado  en 
actitud  meditabunda,  apoyándose  en 
un  pedestal  y  con  una  calavera  en  la 
mano,  como  se  ve  en  el  grabado  en 
cuestión,  y  en  cuyo  dibujo  vemos  apa- 
recer los  caracteres  de  esmeradísima 
conclusión  y  belleza  de  líneas,  propios 
de  los  de  Becerra,  algo  perdidos  en  la 
plancha  por  mano  del  grabador.  Her- 
mosa colección  sería  la  de  todos  los 
demás  dibujos,  incluyendo  la  gallar- 
dísima y  monumental  portada  de  la 
obra,  de  composición  y  dibujo  admi- 
rables. 

Valióle  este  trabajo  el  profundo  co- 
nocimiento anatómico  de  que  luego 
hizo  alarde  en  sus  obras,  siguiendo 
por  esto  con  más  fidelidad  las  huellas 
del  gran  maestro  florentino,  en  cuyos 
moldes  vació  más  directamente  su  es- 
tilo. 

Casado  aquel  mismo  año  de  1556 
en  Roma,  con  su  compatriota  Paula 
Vázquez,  volvió  á  España,  y  desem- 
barcando sin  duda  en  algún  puerto  de 
Cataluña,  pasó  por  Zaragoza,  donde 
fué  muy  bien  recibido  y  admirado  por 
Montánez  el  menor,  á  la  sazón  ocupado 


en  la  decoración  de  los  espacios  exte- 
riores del  coro  de  la  Seo.  Becerra  qui- 
so corresponder  á  aquellas  atenciones 
regalándole  un  relieve  de  alabastro, 
de  gran  composición,  representando  la 
Resurrección  de  los  muertos,  traído 
quizá  de  Italia ,  y  que  se  ve  hoy  en  la 
capilla  de  San  Bermudo  de  la  Catedral 
zaragozana. 

Ignoramos  por  completo  cuáles  fue- 
ron sus  trabajos  hasta  seis  años  más 
tarde,  que  lo  llamó  á  su  servicio  Fe- 
lipe II;  mas  suponiendo  que  no  estaría 
ocioso,  vamos  á  intentar  atribuirle  al- 
gunas obras. 

Después  de  examinar  el  estilo  y  pro- 
porciones de  las  de  este  autor,  tanto 
en  sus  dibujos  para  el  Valverde  como 
en  el  mismo  relieve  de  Zaragoza  y 
otra  que  notaremos,  ocurriósenos  si 
no  sería  de  él  una  famosa  pintura,  de 
todos  notada  y  por  todos  discutida. 
Nos  referimos  á  la  tabla  de  La  Flage- 
lación, de  nuestro  Museo  del  Prado, 
atribuida  generalmente  á  Miguel  Án- 
gel. Esta  tabla,  que  perteneció  á  la 
colección  formada  en  el  Palacio  de  San 
Ildefonso  por  Doña  Isabel  Farnesio, 
registrada  entre  las  que  se  conserva- 
ban en  la  pieza  del  antiguo  oratorio; 
figurando  después  en  la  colección  de 
Carlos  III,  fué  de  alH  transportada 
á  Madrid,  y  hoy  figura  en  nuestro 
Museo  del  Prado  con  el  núm.  69;  de 
su  mérito  artístico  nadie  ha  dudado, 
antes  bien  todos  lo  celebran ,  manifes- 
tándose Madrazo  tan  entusiasta  de  ella 
en  el  Catálogo  extenso,  que  llega  á 
decir  que  puede  sostenerse  que  pudiera 
ser  de  Miguel  Ángel ;  pero  la  carencia 
absoluta  de  cuadroá*  de  caballete  de 
este  autor,  y  algunas  variantes  de  es- 
tilo que,  por  su  examen,  se  notan, 
nos  hacen  proponer  la  atribución  á 
nuestro  Gaspar  Becerra,  apoyándonos 
en  razones  á  ello  conducentes. 

Nada  más  parecido  á  las  láminas 
del  Valverde  que  el  dibujo,  proporcio- 
nes, movimiento  y  acentuación  anató- 


198 


boletín 


mica  de  aquellas  figuras.  La  de  Cristo  que  examinar  el  carácter  de  sus  tintas 
amarrado  á  la  columna  la  encontramos  y  el  empaste  de  su  color;  pero  en  esto 
c'r   epetida  en   alguna  de  aquellas     creemos  aún  más  decisiva  la  compa 


LA  FLAGELACIÓN  DE  CRISTO 
( Cuadro  atribuido  A  Miguel  Ángel  Buonarrotti,  existente  en  el  musco  del  Prado,  de  Madrid. ) 


láminas,  y  su  pierna  derecha,  sobre 
todo,  con  su  aplomo  especial,  y  hasta 
la  pequenez  del  pie  y  separación  del 
dedo  grueso  de  los  demás,  aparece 
como  calcada  de  muchas  de  ellas,  por 
sus  líneas  y  movimientos.  Quédanos 


ración  con  otras  pinturas  de  este  au- 
tor, entre  ellas  la  indubitable  cuanto 
bellísima  del  San  Sebastián,  de  las  Des- 
calzas Reales,  que  examinaremos,  me- 
diante la  cual  parécenos  estar  notando 
la  misma  mano  que  la  del  autor  de  la 


FoMipia  de  fíausur  ii  Mrnnt.-M't'h-i'i 


CRISTO  ATADO  A  LA  COLUMNA 
ESTATUA  DE  PLATA  CINCELADA 

I  Propiedad  de  la  Catedral  dk  San-i  , 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


199 


tabla  de  La  Flagelación.  De  ser  así, 
nos  congratularíamos  de  haber  emitido 
una  opinión  aceptable  sobre  tan  deba- 
tido punto  artístico. 

Otra  de  las  obras  de  aquel  incógnito 
autor  que  nos  salían  al  encuentro,  pre- 
sentando tan  decididos  caracteres  ,  fué 
una  preciosísima  escultura  en  plata, 
también  de  Cristo  á  la  columna^  que 
figuró  en  la  grandiosa  Exposición  His- 
tórico-Europea  del  centenario  ¡del  des 
cubrimiento  de  América,  procedente 
de  la  Catedral  de  Santiago  ( véase  la 
reproducción  fototípica  que  acompa- 
ñamos al  texto)  (sala  VI,  núm.  116),  y 
en  cuyo  diminuto  tamaño,  pues  no  pa- 
saba su  altura  de  0^1^,21  extasiábase  la 
vista  contemplando  tal  grandiosidad 
de  proporciones,  tal  corrección  de  di 
bujo  y  estudio  anatómico,  que  no  pare- 
cía hubiera  manos  posibles  de  llevar  á 
efecto  en  tal  tamaño  aquel  cincelado 
tan  maravilloso  como  concluido.  Mu- 
chos, al  contemplar  la  lámina  fototípi- 
ca de  ella  sacada,  han  creído  corres- 
ponder á  alguna  figura  de  tamaño  na- 
tural; y  sin  embargo,  como  decimos, 
sólo  alcanzaba  unas  tres  pulgadas  de 
altura  la  preciosísima  figura.  Desde 
luego  no  faltó  quien  pensara  si  sería 
aquella  obra  debida  también  á  Miguel 
Ángel; pero  su  pequenez,  tan  contraria 
al  toque  del  coloso  florentino,  y  la  ca- 
rencia de  datos  á  favor  de  él  en  estas 
obras  diminutas,  hízome  también  pen- 
sar si  podría  ser  del  ilustre  baezano,  á 
quien  todos  atribuyen  como  carácter 
suyo  la  más  paciente  conclusión  en  to- 
das sus  obras.  Varias  anécdotas  se 
conservan  á  propósito  del  esmero  in- 
terminable en  sus  trabajos;  y  de  la  com 
paración  en  las  líneas,  proporciones  y 
anatomía  de  la  preciosa  estatuíta  con 
las  obras  que  ya  vamos  conociendo  del 
consumado  maestro  español,  aparecían 
los  propios  rasgos ,  los  mismos  carac- 
teres, hasta  el  punto  que  pudiéramos 
sin  violencia  alguna  á  ellos  asimi- 
larlos. 


En  cambio  nos  satisfacen  poco ,  y  . 
ponemos  muy  en  tela  de  juicio ,  otros 
dibujos  y  obras  atribuidas  á  nuestro 
autor:  de  él  se  ha  dicho  ser  la  mons- 
truosa llamada  figura  anatómica  que 
se  guarda  en  la  colección  de  grabados 
déla  Biblioteca  Nacional,  que  indica 
en  su  grabador  la  carencia  más  abso- 
luta de  conocimientos  sobre  la  mus- 
culatura humana  ,  costándjnos  tam- 
bién trabajo  el  aceptar  como  suyas  las 
copias  al  lápiz  del  Juicio  final  de  Mi- 
guel Ángel,  uno  de  cuyos  trozos  exis- 
te en  el  Museo  del  Prado ,  y  otro  en  la 
referida  dependencia  de  la  Bibliote- 
ca Nacional ,  que  acusan ,  ó  retoques 
posteriores,  ó  falta  primitiva  de  maes- 
tría en  su  autor.  Quizá  sean  estos  di- 
bujos copia  de  otros  de  Becerra  del 
mismo  asunto  que  le  atribuyen  los  au- 
tores. No  hemos  tenido  ocasión  aún  de 
ver  los  que  de  él  existen  en  la  soberbia 
colección  de  dibujos  del  Instituto  de 
Jovellanos,  de  Gijón,  clasificada  y  or- 
denada por  Ceán  Bermúdez;  pero  sí 
llamamos  la  atención  sobre  los  del  Po- 
lifemo  y  unos  caballos  montados  por 
guerreros  romanos ,  que  figuran  entre 
los  grandes  tomos  de  la  Biblioteca  de 
la  Academia  de  San  Fernando,  que 
ostentan  todos  los  caracteres  de  su  es- 
tilo reconocidos  por  Ceán,  no  pudien- 
do  aceptar  la  atribución  á  él  del  nú- 
mero 14,  del  tomo  segundo,  que  repre- 
senta im  proyecto  arquitectónico ,  dis- 
conforme por  completo  con  el  del  reta- 
blo de  las  Descalzas,  de  que  hablare- 
mos, y  firmado,  á  mayor  abundamien- 
to, por  un  Brachius  Grandinos^  si  no  es 
ésta  una  indicación  de  tamaños. 

Desde  el  año  de  1562,  en  que  Feli- 
pe II  le  llamó  á  su  servicio ,  sin  duda 
■  en  atención  á  su  fama,  nos  son  ya  más 
conocidos  los  hechos  de  Gaspar  Bece- 
rra. Cuarenta  y  dos  años  contaba  en- 
tonces de  edad,  y  habiendo  3'^a  muerto 
Berruguete  en  el  anterior  del  61 ,  bien 
podemos  decir  que  quedó  Becerra  sien- 
do el  artista  más  genial  y  completo  de 


200 


JBOLETÍN 


España  ,  pues  lo  mismo  cincelaba  los 
metales  y  tallaba  la  madera,  como  le- 
vantaba proyectos  arquitectónicos  y 
pintaba  cuadros  excelentes. 

Ocupólo  primeramente  el  Rey  favo- 
recedor de  los  artistas,  Felipe  II,  en  las 
obras  del  Alcázar  de  Madrid,  que  en- 
tonces recibían  gran  impulso.  Comen- 
zó por  decorar  el  paso  de  la  Sala  de 
audiencias  de  la  galería  de  Poniente  y 
otra  sala,  en  la  que  representó  alegóri- 
camente los  cuatro  elementos  con  sus 
característicos  atributos,  y  en  el  cubo 
del  Mediodía  de  la  misma  galería  las 
artes  liberales.  El  Rey  le  otorgó  dos- 
cientos ducados  para  comenzar  estos 
trabajos,  y  tan  complacido  quedó  de 
ellos,  que  al  año,  en  1563,  le  nombra- 
ba su  pintor.  También,  ayudado  por  el 
Bergamasco  y  Rómulo  Cincinato,  ita- 
lianos que  habían  llegado  para  pintar 
en  el  Escorial,  decoró  toda  la  estancia 
de  la  segunda  torre  que  miraba  al  Me- 
diodía ,  á  la  que  se  le  dio  la  impor- 
tante aplicación  de  despacho  del  Rey. 
Todas  estas  pinturas  y  decorados  pe- 
recieron más  tarde  por  el  gran  incen- 
dio del  Alcázar,  que  consumió  tantas 
artísticas  maravillas. 

En  el  palacio  del  Pardo ,  verdadera 
casamata  que  aún  conserva  muchos 
detalles  de  la  época  del  Emperador, 
aunque  más  tarde  también  casi  com- 
pletamente reconstruido  tras  de  voraz 
incendio,  tuvieron  aplicación  sus  pin- 
celes, siendo  aún  muestra  de  su  estilo 
la  decoración  de  la  estancia  del  piso 
principal  de  la  torre  angular  del  Sud- 
oeste, en  cuyo  techo,  aunque  bastante 
lastimado^  aún  se  pueden  admirar  las 
bellas  escenas  mitológicas  que  desa- 
rrolló en  sus  medallones.  La  fábula  de 
Medusa,  Andrómeda  y  Perseo  en  todos 
sus  principales  episodios ,  fué  la  esco- 
gida; y  cuéntase  á  propósito  de  su  es- 
mero en  la  ejecución  de  sus  trazados  y 
dibujos  preparatorios,  que  como  pasa- 
ra el  Rey  á  ver  lo  que  tenía  hecho  para 
este  trabajo  y  le  encontrara  aún,   al 


cabo  de  varios  días,  enmendando  la 
figura  de  Mercurio,  que  él  deseaba  re- 
sultara irreprochable,  á  pesar  de  su  di- 
fícil escorzo,  le  dijo  el  Monarca:  "¡Qué! 
¿Y  no  habéis  hecho  más  que  esto?„ 

Pero  aunque  excelente  pintor,  como 
aún  veremos  ,  pertenecía  á  la  escue- 
la de  aquellos  artistas  italianos  entre 
quienes  había  vivido,  que  sintieron  y 
realizaron  mejor  la  forma  tangible  que 
la  simulada;  las  bellezas  reales  de  la  es- 
cultura que  los  espejismos  y  encantos 
del  color.  Así  se  explica  bien  el  dicho 
de  Ceán  "de  que  excedió,  como  escul- 
tor, á  todos  los  españoles  que  le  habían 
precedido,  y  ninguno  le  igualó  de  los 
que  le  siguieron.  „ 

Desde  las  dos  estatuítas  "  desnudos 
anatómicos  que  andan  vaciados  por 
los  talleres  de  los  artistas,  para  el  estu- 
dio de  la  anatomía„  y  el  famoso  esque- 
leto, que  no  sabemos  si  aún  permane- 
cerá en  el  convento  de  San  Francisco 
de  Zamora ,  hasta  otras  obras  recono- 
cidamente suyas,  podemos  formar  una 
serie  de  obras  escultóricas,  entre  éstas 
la  de  la  Virgen  Dolorosa,  que  aún  pa- 
sea las  calles  de  Madrid  en  la  proce- 
sión del  Viernes  Santo,  suficientes  para 
darle  con  sobrados  títulos  el  de  primer 
escultor  entre  los  nuestros.  Pero  sus 
más  importantestrazas  fueron  los  gran- 
des retablos  para  las  iglesias ,  en  que 
armonizó  la  arquitectura  con  la  escul- 
tura y  la  pintura,  correctísima  aquélla 
en  sus  líneas  y  engalanada  con  gran 
gusto ,  como  correspondía  á  un  artista 
del  renacimiento  ,  antes  que  se  impu- 
siera como  supremo  estilo  la  fría  co- 
rrección del  vignolismo. 

En  los  retablos  de  San  Miguel  de 
Valladolid,  en  el  de  Santa  Clara  de 
Briviesca,  dio  muestras  elocuentes  de 
su  gusto  y  profundo  arte;  pero  donde 
alcanzó  mayor  altura  y  lució  todo  su 
ingenio,  fué  en  el  de  las  Descalzas  Rea- 
les de  la  corte ,  desgraciadamente  con- 
sumido por  el  fuego  en  la  noche  del 
15  de  Octubre  de  1862. 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


201 


Los  que  pudieron  contemplarlo  re- 
cuerdan todos  su  hermosura  y  gran 
mérito,  no  acabando  de  lamentar  su 
pérdida,  y  hacen  de  él  los  más  extre- 
mados elogios;  pero  puede  servirnos 
aún  de  algún  consuelo  el  encontrarse 
entre  los  dibujos  de  nuestra  Biblioteca 
Nacional  el  trazado  que  para  él  hizo 
al  negro  y  rojo ,  donde  bien  se  nota  la 
corrección  y  el  gusto  ornamental  tan 
miguelangesco  de  su  autor:  sus  miem 
bros  todos  aparecen  preciosamente  or- 
namentados con  las  fantasías  propias 
de  aquel  florido  estilo,  mil  veces  más 
bello  y  jugoso,  rico  y  excelente  que  el 
frío  y  rígido  vignolista ,  considerado 
más  adelante  como  la  última  palabra 
del  aticismo  y  del  más  depurado  gusto 
arquitectónico. 

Pero  no  pereció  toda  la  obra  de  Gas- 
par Becerra  en  la  iglesia  de  las  Des- 
calzas Reales  con  el  incendio  del  prin- 
cipal retablo;  aún  quedaron  otras,  por 
fortuna,  en  los  cuales  luce  con  todo 
esplendor  el  gusto  soberano  de  aquel 
insigne  maestro,  que  en  su  tiempo  al- 
canzaba la  suprema  perfección  en  el 
ejercicio  de  su  arte-.  Los  dos  correctí- 
simos retablos  laterales,  colocados  en 
los  brazos  de  la  cruz  que  forma  la  plan- 
ta de  la  iglesia,  conservan  aún  hoy  dos 
pinturas  del  insigne  maestro,  á  cual 
mas  notables;  representa  una  de  ellas 
á  San  Juan  Bautista,  de  cuerpo  entero, 
excelente  como  dibujo  y  similar  en  todo, 
por  su  estilo,  con  la  Magdalena  peni- 
tente que  de  él  hay  en  el  Museo  del  Pra- 
do; pero  aún  supera  en  mucho  á  éstas 
la  del  retablo  del  lado  de  la  Epístola, 
en  la  que  aparece  de  completa  figura 
San  Sebastián,  amarrado  al  tronco  y 
recibiendo  las  flechas  con  que  le  mar- 
tirizaron. 

No  comprendemos  cómo  tan  sober- 
bia obra  carezca  en  absoluto  de  nom- 
bre y  haya  pasado  hasta  hoy  casi  in- 
advertida, pues  tanto  por  la  grandio- 
sidad y  perfección  de  las  formas,  como 
por  la  pasta  y  belleza  del  colorido,  pue- 


de disputarse  como  uno  de  los  más 
bellos  cuadros  del  Renacimiento  Espa- 
ñol, y  que  sancionan  por  completo  los 
elogios  de  sus  contemporáneos  para 
con  su  autor. 

Si  la  tabla  de  La  Flagelación  del  Mu- 
seo del  Prado  ha  parecido  á  algunos 
digna  de  Miguel  Ángel,  no  sabemos 
qué  pudieron  haber  dicho  de  esta  obra 
indubitable  de  Gaspar  Becerra,  hecha 
por  cierto  sobre  una  gran  losa  de  pie- 
dra, y  que  supera  en  mucho  á  aquella 
célebre  tabla,  aunque  por  sus  tintas, 
entonación  y  trazos  la  recuerda  bas- 
tante. Esta  hermosa  producción  ha 
sido  el  eje  y  punto  de  partida  de  nues- 
tro trabajo,  pues  al  contemplarla  por 
primera  vez  produjo  en  nosotros  el 
mayor  entusiasmo  por  su  ilustre  autor, 
y  sugiriónos  la  idea  de  la  reconstitu- 
ción de  su  biografía,  siéndonos  muy 
sensible  que  dificultades  mecánicas  in- 
superables nos  hayan  imposibilitado  su 
reproducción  fototípica,  para  así  ha- 
berla hecho  más  conocida  y  llevado 
también  el  convencimiento  á  nuestros 
lectores,  de  que  no  exageramos  en  los 
elogios.  Pero  fácil  es  su  vista,  aunque 
no  á  la  luz  más  propia ,  por  más  que 
nos  desconsuele  con  el  recuerdo  del 
retablo  mayor  de  aquel  templo,  que,  á 
juzgar  por  lo  que  de  su  entallador  en 
él  queda,  debió  ser  una  verdadera  joya 
producto  del  feliz  consorcio  de  las  tres 
artes  reunidas. 

Todas  las  suyas  en  aquel  retiro ,  funda  - 
ción  piadosa  de  la  Infanta  Doña  María, 
princesa  viuda  del  Brasil ,  correspon- 
den á  aquellos  años  de  1567;  ya  más 
tarde  hay  memoria  de  que  viajó  por 
Andalucía,  visitando  sin  duda  su  pa- 
tria, después  de  tantos  años  de  ausen- 
cia, llegando  hasta  Granada;  por  úl- 
timo, en  el  año  de  1569  daba  por  ter- 
minado el  retablo  mayor  de  la  Catedral 
de  Astorga,  quedando  tan  complacido 
el  Cabildo  de  la  obra, que,  á  más  de  su 
respetable  coste  de  30.000  ducados,  re- 
galábale 3.000  de  guantes  y  un  oficio 


202 


BOLETÍN 


de  escribano,  que  enajenó,  según  cos- 
tumbre de  entonces,  en  8.000  ducados. 
Casi  por  este  mismo  tiempo  llevaba 
también  á  efecto  el  retablo  mayor  y 
colaterales  de  la  iglesia  de  las  Monjas 
de  Arriba,  en  Huete,  mas  otras  mil  es- 
culturas y  obras  que  en  Ceán  pueden 
verse  consignadas,  lo  que   indica  el 
alto  renombre  que  ya  había  adquirí 
do;  y  aunque  no  todas  las  conocemos, 
por  algunas  de  ellas  podemos  certificar 
de  la  excelencia  de  su  trabajo  y  exqui- 
sita belleza,  sobre  todo  en  las  que  se 
deben  por  completo  á  sus  manos,  pues 
ya  para  estos  trabajos  dirigía  numero- 
sa cuadrilla  de  excelentes  oficiales,  por 
él  muy  estimados  y  hasta  recomenda- 
dos á  Felipe  II.  Sin  duda  este  Monar- 
ca lo  reservaba  para  los  más  impor- 
tantes trabajos  de  su  competencia  en 
el  Monasterio  del  Escorial,  que  á  la  sa- 
zón se  levantaba,  aunque  por  aquellos 
días  apenas  sobresalían  del  suelo  los 
muros  de  su  enorme  templo.  Muy  útil 
hubiera  sido  sin  duda  su  colaboración 
en  tan  suntuoso  monumento,  y  mucho 
hubiera  ganado  el   decorado   de  aquel 
Monasterio  con  el  consejo  é  inñuencia 
del  Buonarroti  español,  y  hasta  Car- 
ducho  dice  que  llegó  á  pintar  algo  para 
él;  pero  no  tan  robusto  de  constitución 
como  el  titán  florentino,   y  lastimado 
sin  duda  por  las  fatigas  artísticas  que 
su  propio  afán  de  ma3^or  perfección  le 
causaban,  sucumbió  joven  aún,  cuando 
mejores  frutos  comenzaba  á  dar  su  pri- 
vilegiado genio,  en  el  año  de  1570,  en- 
contrándose en  Madrid,   y  á  los  cin- 
cuenta de  su  edad,  siendo  llorado  por 
Juan  de  Arfe  y  cuantos  artistas  había 
entonces  en  España,   que  lo  recono- 
cían y  acataban  unánimemente  como  el 
maestro  por  excelencia  y  el  artista  de 
mayores  talentos  y  esperanzas  que  en- 
tre nosotros  vivía.  Verdadero  faro  del 
renacimiento  clásico  en  su  patria,  sin- 
tético y  múltiple  en  sus  talentos  como 
los  hombres  de  aquel  siglo,  fué  á  la  vez 
el  más  excelente,  pero  también  el  últi- 


mo de  nuestros  grandes  artistas  rena- 
cientes; después  de  él,  bien  pronto  se 
apagó  el  fuego  de  la  inspiración  entre 
nosotros;  5'' cuando  el  Rey  constructor 
del  Escorial  tuvo  que  decorar  aquellos 
muros  de  su  colosal  tumba,  vióse  obli- 
gado á  recurrir  á  Italia  por  pintores 
de  que  en  España  se  carecía,  pero  con 
poca  fortuna  y  notándose  más  la  falta 
de  nuestro  Becerra,  que  de  muy  distin- 
to modo  lo  hubiera  ilustrado  con  sus 
talentos,  á  haber  obtenido  más  larga 
vida. 

Hombre  de  tan  raro  ingenio,  tan 
querido  por  los  su3^os  y  tan  reconoci- 
do eminente  por  los  pocos  que  de  él  se 
han  ocupado  más  tarde,  no  merece  el 
casi  olvido  en  que  lo  tenemos;  y  si  per 
siguiendo  sus  obras,  estudiando  las  que 
de  él  nos  quedan  y  haciendo  las  asimi- 
laciones y  selecciones  convenientes, 
podemos  presentarlo  tal  cual  fué,  y 
con  la  exhibición  de  sus  méritos,  nos 
tendremos  por  muy  satisfechos  y  favo- 
recidos si.  Dios  mediante,  podemos  al- 
gún día  fijar  la  atención  en  lo  debido 
sobre  tan  insigne  hijo  de  nuestra  Es 

paña. 

Narciso  Sentenach. 


BlBDIO^l^AFÍA 


Apuntes  para  ua  estudio  de  los  sellos  del 
Rey  I>.  Pedro  IV^  de  Ai-agón. —  Memoria  leída 
en  Id  Real  Academia  de  Buenas  Letras  de  Barcelona,  en 
sesión  de  25  de  Enero  de  iS^2 ,  por  D.  Fernando  de  Sa- 
GARRA  Y  DE  SiscAR.  (Barcttlona,  J.  Jepús,  1895.) 

El  reputado  historiógrafo  y  arqueó- 
logo catalán  Sr.  Sagarra  ,  impulsado 
por  su  amor  patrio,  ha  tiempo  echó  so- 
bre sí  la  voluntaria  tarea  de  estudiar 
detenida  y  concienzudamente  la  sigilo- 
grafía regional  de  los  Condes -reyes 
aragoneses;  y  frutos  de  su  continuada 
labor  son,  por  una  parte,  la  importante 
colección  de  sellos  originales  y  de  im- 
prontas que  ha  logrado  reunir ,  y  por 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


203 


otra  los  trabajos  que  sobre  aquella  se- 
lecta sección  de  la  Arqueología  brotan 
de  vez  en  cuando  de  su  bien  tajada 
pluma. 

La  Memoria  que  ahora  nos  ocupa  es 
un  acabado  estudio  de  los  sellos  de 
D.  Pedro  IV.  Después  de  consignar  su 
deseo  de  dar  á  conocer  la  interesante 
S3rie  sigilográfica  catalano-aragonesa, 
se  expresa  el  autor  en  estos  términos, 
en  que  están  concentrados  el  pensa- 
miento 3^  plan  que  campean  en  el  tra- 
bajo: "  Quise ,  por  consiguiente,  darlos 
á  conocer  (los  sellos)  comenzando  mi 
tarea  con  los  de  Pedro  IV  ,  en  cuya 
época  aparecen  en  ellos,  en  todo  su  apo- 
geo, los  esplendores  del  arte  gótico;  y 
al  hacerlo,  no  he  querido  limitarme  á 
la  descripción  de  los  mismos  ,  como 
suele  acontecer  en  las  obras  extranje- 
ras, sino  que  he  tratado  de  completar 
el  trabajo  con  datos  y  noticias  referen- 
tes á  la  clase  de  documentos  en  que 
debían  colocarse  ,  á  las  fórmulas  de 
cancillería  empleadas  para  hacer  cons- 
tar su  presencia,  á  los  grabadores  que 
construyeron  las  matrices  ó  moldes,  y, 
finalmente,  con  un  apéndice  de  docu- 
mentos curiosos  é  interesantes,  „ 

En  el  curso  de  la  Memoria  el  autor 
cumple  lo  que  en  la  introducción  ofre- 
ció, dando  muestras  de  su  bien  cimen- 
tada erudición  y  juiciosa  crítica.  Como 
no  se  conservan  bulas  áureas  ó  sellos 
de  oro  de  D.  Pedro  IV,  el  Sr.  Sagarra 
da  á  conocer  los  de  cera  y  de  plomo 
que  de  aquel  Monarca  se  han  salvado 
de  la  destrucción,  los  cuales  reduce  á 
trece  tipos  diferentes,  que  en  su  ma- 
yoría son  de  los  llamados  ecuestres  y 
mayestáticos.  A  continuación  describe 
también  los  sellos  (céreos)  de  las  dos 
reinas  y  esposas  de  D.  Pedro  IV,  doña 
María  de  Navarra  'y  doña  Leonor  de 
Sicilia. 

El  apéndice  consta  de  veintisiete 
documentos ,  cartas  en  su  mayoría  de 
aquel  Monarca  aragonés.  Avaloran  el 
folleto  diez  preciosas  láminas  fototípi- 


cas  en  que  se  reproducen  fielmente  los 
sellos  objeto  de  la  disertación,  entre 
los  cuales  algunos,  como  el  de  la  lámi- 
na VIII,  son  por  su  riqueza  y  perfección 
verdaderas  joyas  del  arte.  Si  no  fuera 
una  verdad  hace  tiempo  demostrada, 
bastaría  aquel  sello  para  acreditar  la 
importancia  que  para  la  historia  artís- 
tica, la  arquitectura,  la  indumentaria, 
la  heráldica ,  la  panoplia  y  la  epigra- 
fía tiene  el  estudio  de  la  Sfragística 
medioeval. 

La  monografía  de  que  tratamos  es 
una  prueba  de  la  amplitud  del  campo 
en  que  pueden  y  deben  desenvolverse 
los  estudios  históricos  en  nuestra  pa- 
tria. Felicitamos  á  nuestro  consocio  el 
Sr.  Sagarra  por  el  desempeño  de  su 
trabajo,  con  el  cual  ha  merecido  bien 
de  la  historia  nacional. 

P. 


OQl^@EIiÁNEA 


En  el  pasado  mes  de  Noviembre  la  Socie- 
dad de  Excursiones  ha  sufrido  la  sensible  pér- 
dida de  dos  distinguidos  socios  suyos. 

El  día  3  de  Noviembre  falleció  el  señor  don 
José  Marco,  distinguido  poeta  y  autor  dramá- 
tico, y  director  que  á  la  sazón  era  de  la  impor- 
tante revista  Pro  Patria.  El  Sr,  Marco  probó 
repetidas  veces  sus  excelentes  dotes  de  escritor 
correcto  é  inspirado.  Dramaturgo  fecundo,  re- 
cordamos entre  sus  obras  las  siguientes:  Li- 
bertad en  ¡a  cadena.  El  sol  de  invierno.  El 
peor  enemi  1^0 ,  Cuestión  de  trámites^  ¡Cómo 
ha  de  ser!,  Hoy\  Los  flacos,  La  feria  de  las 
mujeres^  La  mujer  compuesta....  El  manico- 
mio modelo,  Receta  matrimonial,  La  gran  ju- 
gada, A  pesca  de  marido,  Figuras  de  cera, 
¿Se  puedt?.  Los  conocimientos  y  Roberto  el 
Diablo.  Según  nuestras  noticias,  el  Sr,  Marco 
tenía  presentada  otra  obra  dramática  en  uno 
de  los  principales  teatros  de  la  corte. 

Aún  recordamos  la  participación  que  el  se- 
ñor Marco  tomó  en  la  velada  con  que  la  So- 
ciedad de  Excursiones  solemnizaba  en  i.^de 
Marzo  de  1894  el  primer  aniversario  de  su  fun- 
dación, y  el  justo  aplauso  con  que  fueran  aco- 
gidas las  festivas  poesías  que  en  aquella  oca- 
sión recitara  nuestro  difunto  compañero. 

En  i'i  de  Noviembre  falleció  también  el  se- 
ñor D,  Mario  Navarro  Amandi,  Catedrático 
de  la  Universidad  Central,  escritor  distingui- 
do, autor  de  varios  libros  sobre  procedimiento 
y  reformas  electorales,  estudios  y  comentarios 


204 


boletín 


al  Código  civil  y  otras  materias  de  Derecho. 

La  sólida  inteligencia,  extensa  cultura  y 
amor  al  trabajo  del  Sr.  Navarro  Amandi,  le 
habían  constituido  en  una  délas  figuras  de 
más  relieve  de  la  juventud  española. 

Descansen  en  paz  nuestros  dos  amigos  y 
compañeros,  y  reciban  sus  familias  nuestro 
sentido  pésame. 

El  Boletín  de  la  Sociedad  Arqueológica  Lu- 
liana ^  de  Palma  de  Mallorca,  da  circunstan- 
ciada cuenta  de  un  hallazgo  arqueológico  ve- 
rificado á  principios  de  Septiembre  último  en 
término  de  Lluchmayor,  Removiéndose  el  te- 
'rreno  de  Son  Cresta,  han  aparecido  monedas 
romanas,  lamparitas,  lacrimatorios  y  otros 
objetos  de  cerámica,  trozos  de  urnas  cinericias, 
cráneos  y  osamentas,  ampollas  de  vidrio,  una 
sortija  de  oro  con  una  piedra  engastada  de 
color  obscuro,  y,  en  fin,  diversidad  de  objetos 
de  hierro,  bronce  y  plomo,  de  procedencia  al 
parecer  romana  y  fenicia. 


En  el  mes  de  Junio  del  corriente  año  se  ha 
inaugurado  en  Reims  una  Exposición  retros- 
pectiva de  no  escasa  importancia,  instalada  en 
el  Palacio  arzobispal,  y  principalmente  en  su 
vasta  sala  gótica,  llamada  Sala  de  los  Reyes. 

Son  notables  en  este  certamen,  entre  otros 
objetos  y  colecciones:  la  de  trajes  y  ornamen- 
tos sacerdotales,  expuesta  por  Mr.  Petitjean, 
de  Reims;  objetos  religiosos  y  principalmente 
litúrgicos,  de  Mr.  Chandon;  miniaturas  y  lo- 
zas, de  Mr.  Morel;  cuadros,  estatuas  y  un  libro 
de  horas,  de  Mr.  Hubert;  tallas,  cobres  y  mar- 
files, de  Mr.  de  Muizen;  preciosos  tapices,  en- 
tre los  que  descuellan  algunos  del  siglo  XV; 
históricos  relicarios  y  otros  objetos  donados  á 
la  catedral  de  Reims  por  varios  Monarcas  fran- 
ceses; esmaltes,  abanicos,  estatuillas  de  Sajo- 
nia,  porcelanas  de  Sévres,  encajes,  etc. 

Por  Real  decreto  de  22  de  Noviembre  de 
1895  se  ha  acordado  la  adquisición  por  el  Es- 
tado de  la  colección  de  libros  orientales, 
propia  de  D.  Pascual  Gayángos,  con  destino 
á  la  Real  Academia  de  la  Historia;  y  del  mo- 
netario arábigo  español  de  D.  Antonio  Vives, 
con  destino  al  Museo  Arqueológico  Nacional. 

La  Andalucía,  de  Sevilla,  dedica  un  largo 
suelto  á  un  nuevo  enterramiento  de  la  edad 
del  bronce,  descubierto  á  la  derecha  del  ferro- 
carril, yendo  para  Guadajoz,  á  cuatro  y  medio 
kilómetros  de  Carmona  y  frente  á  un  olivar 
de  la  Mata  del  Toro. 

tLas  sepulturas  que  hemos  visto — dice  el 
colega— están  situadas  en  la  cuneta  de  la  vía, 
en  un  rebajo  de  una  vara  de  profundidad, 
donde  contamos  más  de  veinte,  las  que  se  no- 
tan á  primera  vista  por  la  capa  carbonizada 
que  las  distingue  del  terreno  que  las  rodea. 
Los  trabajadores  del  ferrocarril  llaman  á  estos 
sepulcros  «Carboneras»,  por  la  gran  cantidad 
que  contienen  de  carbón. 

Las  que  nosotros  hemos  visto  no  difieren 
en  su  exterior  de  las  que  ya  hemos  descrito  y 
registrado  en  la  misma  vía  frente  al  ventorrillo 
llamado  de  ela  Cruz  del  Negro>,  distante  dos 
y  medio  kilómetros  de  las  primeras. 


El  sistema  de  enterramientos  de  estos  anti- 
quísimos pueblos,  á  juzgar  por  el  estudio  que 
hemos  hecho  de  sus  sepulcros  y  por  los  obje- 
tos indicados  en  ellos,  es  el  siguiente:  practi- 
cado un  hoyo  irregular,  ponían  el  cadáver  en 
cuclillas  y  lo  calcinaban;  recogiendo  después 
sus  cenizas,  las  colocaban  en  ánforas  redondas, 
donde  se  echaba  á  manera  de  ofrenda  algún 
objeto  de  valor,  según  la  categoría  del  muerto, 
pues  se  han  encontrado,  tanto  en  las  sepultu- 
ras como  en  las  ánforas,  láminas  de  marfil  ó 
de  pasta  con  grabados,  vasos  de  alabastro  que 
contendrían  esencias,  vasijas  de  barro,  con 
frecuencia  lucernas  de  una  y  de  dos  piqueras 
y  algunos  objetos  de  bronce,  éstos  casi  todos 
hebillas  de  cinturones.» 


«-^oQiaijQoajy 


SECCIÓN  OFICIAL 


La  Sociedad  de  Excursiones  en   Diciembre. 
Excursiones  proyectadas. 

Esta  Comisión  ejecutiva  ruega  á  los  seño- 
res socios  tengan  la  bondad  de  fijarse  en  las 
tres  advertencias  siguientes: 

i.^  Desde  el  día  12  del  corriente  mes  de 
Diciembre  comenzará  una  serie  de  visitas  al 
Museo  Nacionalde  Pinturas  y  colecciones  par- 
ticulares de  cuadros,  tapices,  armaduras,  etc., 
que  continuarán  el  21  del  corriente  y  demás 
días  de  la  semana. 

Las  condiciones  para  estas  visitas  serán 
siempre  las  mismas. 

Lugar  de  reunión:  Ateneo  de  Madrid  (calle 
del  Prado). 

Hora:  Las  diez  de  la  mañana. 

Cuota:  Cinco  pesetas,  en  que  se  comprende 
el  almuerzo  en  un  restaurant  de  Madrid,  café, 
gratificaciones,  etc. 

Adhesiones:  A  casa  del  Sr.  Presidente  de  la 
Sociedad,  Pozas,  17,  segundo,  hasta  las  ocho 
de  la  noche  de  la  víspera  de  cada  excursión. 

2.^  Las  excursiones  ya  estudiadas  á  puntos 
interesantes  y  relativamente  próximos  á  Ma- 
drid, como  El  Espinar,  Las  Navas,  Turéga- 
no,  etc.,  no  podrán  anunciarse  hasta  los  meses 
de  Mayo  y  Junio,  por  no  permitirlo  antes  las 
condiciones  climatológicas  de  dichos  puntos. 

3.*  Están  preparadas  dos  excursiones  más 
largas,  que  son: 

La  primera  á  Medina,  Salamanca  y  Valla- 
dolid,  aprovechando  los  días  de  Carnaval. 

La  segunda  á  Valencia  y  puntos  próximos, 
Játiba,  El  Puig,  Sagunto,  etc.,  en  los  días  de 
Semana  Santa. 

Será  conveniente  que  los  socios  que  piensen 
tomar  parte  en  estas  excursiones  manifiesten 
por  carta  su  asentimiento  á  la  Presidencia, 


BOIvKTlN 


DE   LA 


EMi  WBU  II II 


u 


DIRECTOR : 
EL  VIZCONDE  DE  PALAZUELOS,  Secretario  general  de  la  Sociedad. 


ANO  III 


MadPid  1."  de  EneTO  de  lS©e 


KUM.  35 


SECCIÓN  DE  CIENCIAS  HISTÓRICAS 


U  CASA  M  CONDE  DE  ESTEBAN  EN  TOLEDO 

%mmf¡ml^^^^^  veces,  y  con  razón,  se 
W/)  MI  ^^  dicho  que  Toledo  es  un 
^:^^:^  Museo.  La  alta  representa  - 
ción  que  obtuvo  de  los  visigodos,  cual 
metrópoli  y  cabeza  del  Imperio  en  lo 
político  }'■  en  lo  eclesiástico;  el  tesón  y 
la  energía  con  que  sus  moradores,  mu- 
zárabes y  muladíes,  supieron  mante- 
nerse enfrente  de  los  Califas  de  Córdo- 
ba ;  la  autoridad ,  la  representación  y 
la  importancia  que  hubo  de  recibir,  ya 
en  el  siglo  XI ,  de  sus  fastuosos  régu- 
los los  Beni-Dzi-n-Nón ,  que  extendie- 
ron su  poderío  á  Cuenca  y  á  Valencia; 
la  significación  y  la  trascendencia  que 
tuvo  su  rescate  por  Alfonso  VI  para  la 
obra  de  la  Reconquista ;  la  influencia 
que  desde  tal  momento  supo  ejercer, 
y  que  conservó  largo  tiempo  en  el  des- 
envolvimiento de  nuestra  cultura  ar- 
tística é  industrial  —  con  otros  muchos 
más  motivos  que  sería  ocioso  repetir, 
y  que  ha  consignado  la  historia, — títu- 
los son  sobrados  para  justificar  cum- 
plidamente, en  el  terreno  histórico,  la 
frase,  repetida  en  tantas  ocasiones,  y 
con  la  cual  encabezamos  estas  líneas. 


Cierto  es  que ,  en  el  trasiego  á  que 
constantemente  han  sometido  la  ciudad 
los  azares  de  la  patria,  ni  de  los  días  de 
la  dominación  de  Roma,  ni  de  aquellos 
otros  en  los  cuales  fué  corte  y  asiento 
de  los  sucesores  de  Ataúlfo ,  ni  de  los 
tiempos  en  que  se  revolvió  valerosa  y 
decidida  contra  los  Califas  cordobeses, 
ni  aun  de  los  que  exaltaron  su  fama 
bajo  el  gobierno  de  la  dinastía  berbe- 
risca—  de  que  fué  último  representíinte 
el  mísero  Yahya  Al-Cádir-bil-Láh, — 
es  abastado  el  niimero  de  monumentos 
que  hasta  nosotros  ha  llegado  ,  redu- 
cidos en  su  mayoría  á  fragmentos  ó 
miembros  arquitectónicos,  muy  dig- 
nos con  verdad  de  estima ,  y  por  los 
cuales  se  acredita  la  importancia  de 
Toledo  en  tales  épocas;  pero,  en  cam- 
bio, y  á  partir  del  siglo  XII,  y  con  es- 
pecialidad desde  el  XIII  al  XVII,  abun- 
dan los  testimonios  monumentales,  y 
muy  en  particular  con  relación  á  aquel 
peregrino  estilo  que  surge  como  con- 
secuencia de  los  triunfos  de  la  Recon- 
quista, y  que  por  su  naturaleza,  ya  bien 
determinada,  es  con  el  nombre  de  mu- 
dejar reconocido. 

Toledo,  por   tanto,   más  que  nada, 


206 


boletín 


puede  y  debe  ser  reputado  cual  gran- 
dioso y  muy  interesante  Museo  del  es- 
tilo iníídejdr,  p\ies  con  dificultad  habrá 
calle  ó  plaza,  en  las  que  ya  por  medio 
de  edificios  religiosos,  ya  civiles,  y  aun 
militares  á  las  veces  ,  no  se  halle  re- 
presentación genuina  de  él ,  en  su  va- 
riedad característica  toledana;  por  que 
si  bien  esta  afirmación  nuestra  no  ne- 
cesita comprobación  para  los  entendí 
dos,  por  constituir  realmente  arqueo- 
lógico aforismo, — bueno  es  recordar, 
para  quien  lo  hubiere  olvidado  ,  que 
el  estilo  mudejar  presenta  caracteres 
distintos  en  cada  una  de  las  comarcas 
españolas  en  que  aparece,  y  que  no  es 
dable  confundir  sus  manifestaciones 
especiales,  por  más  que  entre  sí  ofrez- 
can aquel  sello  superior  de  la  unidad 
de  origen,  por  el  cual  se  corrobora  y 
fortifica  la  variedad ,  en  que  es  rico  y 
poderoso. 

No  es  ésta,  con  verdad,  ocasión  pro- 
picia ni  adecuada  para  tratar  tal  pun 
to ,  de  no  dudoso  interés  en  el  estudio 
de  la  arqueología  monumental;  pero  s 
lo  es  para  dejar  sentado  el  hecho  de 
que  los  artífices  mudejares  toledanos 
supieron  conservar  gran  supremacía 
con  relación  á  los  del  rei-to  de  Espa- 
ña, no  sólo  por  acreditarlo  así  la  sin- 
gularidad de  haber  recurrido  á  ellos 
Pedro  I  de  Castilla  para  la  labra  ,  por 
lo  menos,  de  las  famosas  Puertas  del 
Salón  de  Embajadores  en  el  Alcázar 
sevillano,  sino  por  demostrarlo  super- 
abundantemente  la  inmensa  variedad 
y  riqueza  de  las  yeserías  existentes  aún 
en  ios  edificios  mudejares  toledanos,  y 
más  que  nada ,  las  vigas  talladas ,  los 
canecillos ,  las  zapatas  ,  las  tabicas ,  y 
todas  las  obras  de  carpintería,  en  fin, 
que  nos  son  conocidas,  y  de  las  cua- 
les, las  unas  figuran  en  el  Museo  Pro- 
viudal  de  Toledo,  y  las  otras,  en  el 
Arqueológico  Nacional,  y  aun  en  los 
mismos  edificios  para  los  que  fueron 
trabajadas,  y  subsisten  todavía,  con- 
tribuyendo á  producir  semejante  ense- 


ñanza ,  la  eficacia  con  que  ostensible- 
mente influyeron  en  el  estilo  ojival  y  en 
el  del  renacimiento. 

Ni  hay  para  qué  individualizar  los 
monumentos  en  que  aquellos  artífices 
ignorados  hicieron  gala  y  alarde  de 
elegancia  y  de  riqueza  en  el  dibujo,  deli- 
cadeza en  la  ejecución  y  maestría  en 
el  conjunto,  bastando  á  nuestro  actual 
intento  traer  á  la  memoria  la  yesería 
del  patio  de  la  llamada  Casa  del  Conde 
de  Esteban,  señalada  con  el  núm.  5  en 
la  calle  de  la  Cuesta  de  la  Ciudad,  que 
se  abre  á  espaldas  del  edificio  del 
Ayuntamiento. 

Octogonales  postes  de  fábrica ,  ha- 
ciendo oficio  de  columnas,  soportan 
en  el  referido  patio  la  galería  superior 
del  frente,  gallardamente  enriquecidos 
por  vistosa  guarnición  de  filigranado 
encaje,  cuyas  flocaduras  caen  sobre 
las  aristas  de  octógono,  y  cuyas  labo- 
res, como  sobre  red  de  malla  traba- 
jadas, se  ofrecen  cubiertas  de  cal  por 
desventura. 

Cortando  á  cierta  altura  la  decora- 
ción por  una  parte  sólo — hácese  ele- 
gante zapata,  á  manera  de  ménsula, 
que  recuerda  en  su  desarrollo  la  del 
ala  que,  en  el  Patio  de  la  Alberca  de 
la  Alhambra,  cae  al  lado  del  Palacio 
del  emperador  Carlos  V,  y  con  ellas, 
las  del  singular  arco  de  la  Casa  del 
Chapis^  en  la  propia  Granada ,  que  hoy 
figura,  por  donación  de  D.  Manuel  de 
Góngora,  en  el  Museo  Arqueológico 
Nacional,  si  bien  se  muestra  la  de  esta 
Casa  del  Conde  de  Esteban  de  mayor 
riqueza  quelas  del  arco  granadino  últi- 
mamente citado,  pues  llenan  en  total 
susescuadras  exteriores  enlazados  me- 
dallones calados,  del  mejor  efecto,  en- 
cuadrándolas y  recortándolas  menuda 
y  sucesiva  serie  de  molduras,  á  que 
sucedía  ancho  y  escodado  friso,  que, 
partiendo  vertical  del  poste  ó  machón, 
se  doblaba  en  sentido  horizontal  para 
recorrer  por  sus  tres  frentes  la  zapata, 
5^  que  hoy  destruido,  no  consiente  com- 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


2Q7 


pleta  la  lectura  del  epígrafe  que,  en 
caracteres  africanos  ó  cursivos,  le  de 
cora  (1). 

Apoyada  en  una  de  las  caras  del 
octógono  del  machón,  aquella  normal 
á  la  línea  trazada  por  las  carreras  de 
la  galería  superior —  á  casi  ia  misma 
altura  de  las  flocaduras  de  la  guar- 
nición antes  mencionada, —  surge,  á 
modo  de  arrahañ,  un  friso  perpendicu- 
lar que  luego  sigue  por  bajo  de  la  ca- 


impcrio    [de    todas   las   cosas   es]  de 
Alláh!  (I) 

En  el  eje  del  patio,  frente  á  la  entra- 
da ,  y  facilitándola  á  departamentos 
interiores— como  resumen  y  compen- 
dio de  los  aciertos  y  de  los  extravíos 
de  los  artífices  mudejares  toledanos  en 
la  XV./^  centuria,  en  que  hubieron 
ostensiblemente  de  labrarle  , — ábrese 
hermoso  arco  de  yesería ,  no  en  gran 
deterioro  aún,  por  fortuna,   y  digno 


DECORACIÓIN  MUDEJAR  EN  LA  CASA    DFL  CONDIÍ   DE  ESTEBAN   ( TOLEDO ) 


rrera,  para  volver  á  descender,  ver- 
ticalmente  adherido  á  otro  machón; 
y  demás  de  la  guardilla  ú  orla  que  en 
plano  más  inferior  le  recorre,  figuran 
en  él,  dentro  de  elíptico  medallón,  las 
siguientes  frases,  trazadas  en  caracte- 
res cúficoornamentales  de  relieve,  las 
cuales  se  reproducen  hasta  llenar ,  no 
con  orden,  pero  sí  completamente,  el 
friso: 

Gracias   [sean  dadas]  á  Allah!  El 


(1)    Parece  entenderse  en  este  friso  las  vulgares 
Felicidad  perpetua.  —  Gloria  permanente. 


por  varios  conceptos  de  la  estimación 
de  los  entendidos.  A  la  usanza  toleda- 
na, encuádrale  en  primer  término,  en 
la  parte  más  externa  de  su  decoración, 
una  faja  como  de  15  centímetros  de 
ancho,  que  constituye  el  primero  y  ge- 
neral arrahañ,  y  en  ella,  sobre  labrado 
frondario  ó  attaítrique,  destacan  en  cíf- 
racteres  cúfico-ornamentales  de  resal- 
to, no  exentos  de  elegancia,  bien  que 
nunca  comparables  á  los  granadinos, 
las  frases,  ya  copiadas  J3j..v¿.)t  vU  ^Ut, 


(1)  Es  de  notar,  con  efecto,  que  en  el  tercio  de  este 
arrabaá,  correspondiente  al  machón  de  la  derecha, 
de  los  dos  del  centro,  el  epígrafe  termina  simplemen- 
te por  la  palabra    Q.J  \ . 


208 


BOLETÍN 


que  se  reproducen  tantas  veces  como 
lo  consiente  la  longitud  de  la  faja. 

Hácese  de  advertir  que,  por  dete- 
rioro sin  duda,  y  en  tiempos  que  no  es 
dado  señalar,  en  el  tercio  vertical  de 
la  izquierda,  y  á  la  altura  del  farjáli 
ó  arquitrabe,  aparece  visiblemente 
restaurada  esta  faja,  pues  sobre  que  la 
leyenda  ya  no  es  la  misma,  los  signos 
cúficos  son  de  dibujo  y  combinación 
distintos,  pareciendo  entenderse  las 
palabras  i^yCJ!,  L»bi\J!,  'ij^\  hasta  la 
casi  terminación  de  la  referida  faja, 
donde  con  la  misma  clase  de  letra  que 
en  el  tercio  de  la  derecha,  prosigue 
repitiendo:  JJ^.CiJ|  VÜ  ^U!,  que  son 
las  frases  propias,  en  esta  parte  del 
arco. 

Estrecha  orla,  de  menudos  enlaces 
calados,  recorre  en  plano  inferior  este 
arrabañ  por  uno  y  otro  lado,  sirviendo 
como  separación  y  límite  al  mismo, 
con  relación  á  los  demás  exornos  de  la 
portada;  y  mientras  le  sucede  al  inte- 
rior ,  con  dimensiones  casi  idénticas 
á  las  del  arrahaá  mencionado  ,  una 
faja  de  gran  relieve,  de  aristas  vivas, 
y  desprovista  de  adorno,  la  cual  cons- 
tituye un  segundo  arrahaá^ — tiéndese 
sobre  éste,  en  la  parte  superior  horizon- 
tal, el  arquitrabe  ó  farjáh,  formado  á 
los  extremos  por  un  cuadrado ,  y  en  el 
centro  por  dos  medallones  oblongos, 
unidos  y  cubiertos  de  peregino  encaje, 
pues  no  á  otra  cosa  es  dable  comparar 
aquella  labor,  de  la  cual  no  puede  dar- 
se con  la  palabra  idea,  tanto  por  su 
delicadeza  y  su  finura ,  cuanto  por  la 
elegancia  y  gracia  del  dibujo. 
,  No  es  éste  en  realidad  granadino,  ó, 
por  mejor  decir ,  no  recordamos  en  la 
yesería  de  la  Alhambra,  ni  de  ninguno 
otro  de  los  edificios  de  Granada,  labor 
alguna  igual  ni  asemejable;  es,  á  nues- 
tro juicio ,  combinación  mudejar  espe- 
cial toledana ,  pero  de  muy  peregrina 
belleza,  en  la  que  se  transparenta  cier- 
ta inñuencia  ojival,  que  no  se  determi- 
na con  claridad  bastante ,  pero  que  se 


siente,  sin  embargo,  por  los  elementos 
que  entran  en  la  composición  de  seme- 
jante exorno. 

Cerrado  por  el  segundo  y  saliente 
arrabañ,  desprovisto  de  labor ,  ya  men- 
cionado,—  hácese  más  al  interior  un 
tercero,  demayores  dimensiones,  algún 
tanto  deteriorado,  acomodado  á  las  cos- 
tumbres mudejares  toledanas.  Consti- 
túyenle,  entre  orlas  de  menudos  enlaces 
calados ,  iguales  á  las  citadas ,  dos  an- 
chos paños  de  yesería  á  los  lados ,  que 
recuerdan ,  con  las  tracerías  más  deli- 
cadas de  la  Alhambra ,  otras  mudeja- 
res de  Córdoba  y  de  Sevilla ,  y  que  se 
hallan  enriquecidas  de  medallones,  te- 
nas, hojas  picadas,  cintas  onduladas  y 
rectas,  festones  y  otros  exornos  de  vi- 
sualidad agradable,  y — entre  dos  cua- 
drados de  menor  belleza  y  de  distinta 
labra — oblongo,  ancho  y  muy  notable 
medallón,  que  ocupa  entero  el  ancho  del 
ingreso,  y  cuyas  cantoneras  resaltadas 
rodea  y  circunscribe  la  orla  de  enlaces 
calados  de  que  queda  hecha  mención 
arriba. 

Es  este  medallón  interesante  el  que 
motiva  principalmente  las  presentes 
líneas,  pues  resulta  hasta  ahora,  que 
sepamos,  muy  singular  especialidad,  y 
pone  de  manifiesto  el  hecho  de  que,  por 
lo  general,  los  artífices  mudejares  tole- 
danos conservaron  y  reprodujeron  de 
unos  á  otros  los  moldes  de  las  inscrip- 
ciones vulgares  con  que  decoraban  fri- 
sos y  arrabacs ,  y  el  de  que ,  ya  en  el 
siglo  XV,  habían  en  mucha  parte  olvi- 
dado el  dibujo  de  la  escritura  monu- 
mental; pues  cuando,  ó  por  destrucción 
de  los  moldes  ,  ó  por  ser  la  leyenda 
nueva  y  distinta  de  aquellas  por  el  uso 
consagradas  ,  tallaron  los  signos  cúfi- 
cos ó  africanos ,  lo  hicieron  con  inco- 
rrección notoria ,  según  lo  persuaden 
multitud  de  testimonios,  y  en  especial 
este  medallón  ,  que  es  esencialmente 
epigráfico.  Fíngese  en  él  una  serie  de 
vastagos  circulares ,  con  hojas  rizadas 
y  picadas,  que  sirve  de  attaurique ;  y 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


209 


sobre  tal  fondo,  queriendo  emular,  ya 
que  no  los  signos  cúfico-ornamcntales 
elegantísimos,  de  que  hay  abundante 
copia  en  la  Alhambra  granadina,  los 
de  los  frisos  al  menos  del  Alcázar  de 
Sevilla,  donde  se  alude  al  Rey  don  Pe- 
dro,— se  desarrolla,  dos  veces  repeti- 
da, singularísima  leyenda,  cuyas  letras 
ofrecen  extraño  carácter,  por  atempe- 
rarse unas  veces  á  las  reglas  de  la  es- 
critura cúfica  monumental,  y  otras  á  la 
africana,  nesji  6  mogrebina,  si  bien  se 
muestran,  no  en  plano  horizontal,  sino 
en  superficies  convexas. 

A  primera  vista,  y  teniendo  en  cuen- 
ta que  las  inscripciones  restantes  son 
arábigas,  aunque  aceptadas  por  los  mu- 
dejares, procúrase  sin  recelo  penetrar 
en  aquel  idioma  la  significación  del 
epígrafe ,  luego  que  se  ha  hecho  posi- 
bl:i  establecer  la  identidad  de  los  sig- 
nos. Las  dificultades  para  ello  son  real- 
mente grandes,  y  así  lo  hicimos  cons- 
tar antes  de  ahora,  cuando  escribía- 
mos ,  transcribiendo  con  error  la  le  • 
yenda  ,  y  traduciendo  la  transcripción 
errónea:  "Confieso,  Excmo.  Sr. — de- 
ciamos  en  1877  al  Director  del  Museo 
Arqueológico  Nacional, — que  la  vaci- 
lación ha  sido  grande  por  mi  parte  para 
entender  este  epígrafe  mural,  pues  de- 
más de  la  inusitada  forma  en  que  se 
enlaza  el  Y  de  ¿:_*^L ,  y  de  la  figura 
del  -í- ,  que  parecen  tener  dos  ^,  al  prin- 
cipio y  al  final  del  trazo  superior,  como 
se  halla  roto  en  algunas  partes ,  no  se 
muestra  con  entera  claridad^  (1):  cosa 
que  también,  y  por  igual  causa,  acón 
tece  respecto  de  alguna  palabra  en  el 
día. 

No  abrigábamos  entonces  la  seguri- 
dad del  acierto,  como  no  la  hemos  abri 
gado  nunca  en  aquello  que  es  dudoso; 
y  reconocimientos  posteriores,  hechos 
sobre  la  excelente  reproducción  que 
procuramos  para  el  Museo  Arqueoló- 


(1}    Memoria  acerca  de  algunas  inscripciones  ará- 
bigas de  España  y  Portugal,  pág.  236.  Madrid,  1883. 


gico  Nacional,  y  que  nos  fué  facilitada 
por  la  galante  intervención  de  nuestro 
buen  amigo  el  docto  í:apitán-profesor 
de  la  Academia  de  Infantería,  D.  Pedro 
Alcántara  Berenguer  ,  —  nos  han  per- 
suadido del  error  en  que  estábamos  al 
estimar  de  arábigo  el  epígrafe.  Sin  que 
pretendamos  hoy  haber  acertado,  pues 
á  tanto  no  llega  nuestra  arrogancia, 
sometemos  al  juicio  de  los  entendidos 
el  resultado  de  nuestras  observaciones. 

Aunque  agrupada  de  distinto  modo, 
la  inscripción  aparece  dos  veces  repe- 
tida, y  da  principio  por  un  xin  inicial 
(~¿'),  letra  que  los  mudejares  y  los  mo- 
riscos transcribieron,  como  es  sabido, 
por  nuestra  5.  Levantado  el  primero 
de  sus  trazos  á  mayor  altura  que  los 
dos  restantes,  y  falto  de  puntuación' 
como  en  el  cúfico,  el  dibujo  de  este 
signo  es,  sin  embargo,  más  cursivo  ó 
tiesji  que  cúfico,  ocurriendo  lo  mismo 
respecto  de  su  enlace  con  el  siguiente, 
que  es  un  uíut  (-),  el  cual  sube  á  toda 
la  altura  del  medallón,  después  de  for- 
mar gracioso  y  bien  dispuesto  nudo.  A 
la  usanza  del  cúfico,  únese  esta  letra  á 
un  ta  final  (w^),  ácuyo  efecto  descien- 
de el  trazo  del  nún  para  subir  luego  á 
la  línea,  donde  no  se  advierte  la  cabe- 
za del  /«,  enlazándose  aparentemente 
el  rasgo  final  nesji  de  este  signo,  con 
el  alif  de  fin  de  dicción  de  la  primera 
sílaba  compuesta,  que  corresponde á  la 
palabra  siguiente. 

Vocalizadas  las  letras  reconocidas, 
en  lo  cual  no  creemos  haya  duda,  re- 
sulta el  adjetivo  femenino  castellano 
SJS,  santa,  de  uso  tan  frecuente  en 
aljamía;  y  prosiguiendo  el  examen  co- 
menzado, encuéntrase  cierta  especie  de 
presilla  circular,  colocada  fuera  de  lí- 
nea y  encima  del  ta  de  santa,  signo 
que  representa,  y  es  un  min  de  princi- 
pio de  dicción  (-^),  unido  por  una  línea 
de  prolongación  al  alif  antes  mencio- 
nado (l).  Detrás,  y  por  bajo  del  ta  refe- 
rido, con  curvatura  que  ni  es  cúfica, 
ni  de  buenos  pendolistas  nesji^  apare- 


210 


boletín 


ce  un  ra  aislado  (j),  y  encima  de  él,  en 
forma  extraña,  muéstrase  un  ye  inicial 
(j),  que  se  une  á  un  he  final  (i),  de  di- 
bujo híbrido,  y  cuyo  trazo  superior  se 
levanta  á  la  altura  del  nihi  y  del  alif, 
después  de  formar  complicado  y  muy 
vistoso  nudo.  Con  sus  mociones  corres- 
pondientes, estas  letras  dan  la  lectura 

del   nombre   de  María  (¿IjjU'),  aunque 

generalmente  se  escribió  '^y>  (Meriem)^ 

y  aunque,  á  seguir  en  este  caso  las  re- 
glas establecidas  para  la  lectura  alja- 
miada, habría  de  leerse  Merla. 

Sigue  en  pos  un  ntipt^  con  la  corres- 
pondiente línea  horizontal  de  prolon- 
gación á  la  altura  media;  y  con  otro 
min^  puesto  al  extremo  de  ella,  conti- 
núa un  chin  de  medio  de  dicción  (^), 
cuyo  trazado  es  del  todo  viesji,  para 
enlazarse  luego  con  un  guau  (_?)  de  ca- 
beza semicúfica,  y  seguir  un  ra  aisla- 
do y  de  dibujo  cursivo.  De  las  combi- 
naciones á  que  puede  ser  sometido  este 
grupo  de  letras,  según  las  vocales  de 
que  se  haga  uso,  resulta  como  la  más 
acertada,  á  nuestro  juicio,  la  lectura 
jjsrr--  ó  .  Js^"  tni  mejor  ó  mi  mejora^ 

que  no  vacilamos  en  proponer,  por  con- 
siguiente; pues  si  bien  es  regla,  á  la 
cual,  sin  embargo,  iio  se  ajustaron  siem- 
pre los  moriscos,  que  para  que  la  mo- 
ción fatha  ó  fetha  se  estime  como  e^ 
debe  ir  seguida  de  Mnalif^  y  parece  que 
debió  escribirse  por  tanto   ''        'i' 

en  los  textos  aljamiados  se  encuentran 
ejemplos  de  que  no  fué  constante  la  ob- 
servancia de  este  precepto,  como  lo 
persuaden,  entre  otros  que  podrían  ser 
citados,  el  que  ofrece  el  verso  17  del 

o 

Poema  de    Yusuf^   donde  se  lee  Jl-^t 

y  yanél  por  y  en  él,  y  el  19,  donde 
aparece  el   adverbio   siempre  escrito 

Islilla,,  sienpare  (1).  En  cambio,  en  el 


verso  6.°  e\  fatha  seguido  de  alif  tiene 
valor  de  a  en  las  palabras  siquiera 

l^Ljíi.  y  toda  \xi  (IaxíLí,  ni  en  toda). 

También  es  regla,  aunque  no  de 
igual  inñexibilidad,  la  de  que  la  mo- 
ción dhaínma  equivale  á  nuestra  o, 
siempre  que  va  seguida  de  guau,  que 
es  su  semivocal  homogénea,  no  obs- 
tante lo  cual,  lo  mismo  en  el  Poema 
citado  que  en  otros  escritos  de  alja- 
mía, se  halla  con  frecuencia  >Sli,  mun- 
do; jsX'/>  Y  j^t-VÁ,  mejor;  ¿Cj^^,  mejo- 
ría; Ji.»^,  hijo;  J.s^  y  ^s^,  ^jo;  £!y  , 

fuego;  jx),  logar;  'j,  no;  XiJ",  guando; 
¿^5',    conmigo,    etc.,    etc.    Dedúcese, 

pues,  en  consecuencia,  que  no  hubo 
verdadera  uniformidad  entre  los  mo- 
riscos al  transcribir  nuestras  vocales, 
y  que  aun  ocurrió  lo  propio  en  orden 
á  las  consonantes,  pues  unas  veces  es- 
criben tá.U,  mejor,   y  otras  I¿,U,tLs-^ 

o      '  ^  I   '  <^    '  '90' 

y.Li,,»,  mujer;  ^^X^  J jL,^Xj!,,fermosa 

y  hermosa;  ^Jlo  yjj,  vo3;yi  yj[^,fi30 

y  fisiera,  indistintamente;  por  otra 
parte,  no  es  de  maravillar,  ni  mucho 
menos,  que  el  artífice  froguista  que  talló 
el  epígrafe  de  la  Casa  del  Conde  de 
Esteban  en  Toledo,  no  estuviera  gran- 
demente versado  en  achaques  de  esta 


(1)    Al  reproducir  el  Sr.  Eguílaz,  en  la  p;lg.  25  de  su 


interesante  Estudio  sobre  el  valor  de  las  letras  ará- 
bigas en  el  alfabeto  castellano,  el  verso  15  del  frag- 
mento que  de  este  Poema  publicó  el  Sr.  Moreno  Nie- 
to en  las  páginas  48  y  49  de  su  Gramática  de  la  len- 
gua arábiga,  leyó  la  preposición  sobre  que  Moreno 

i "'  f 
Nieto  escribió  ]y^X^  sobare,  vocalizándola  de  distinto 

./  /  f 
modo  1.^,  (sobere);^OT\o  demás,  parece  que  siempre 

.'O    * 

se  escribió  )  i^,('so¿?/'ej,  es  decir,  socunandoelfta.En 
el  cuento  del  bebedor  de  vino,  que  publican  en  sus 
Textos  aljamiados  los  Sres.  D.  Pablo  Gil,  D.  Julián 
Ribera  y  D.  Mariano  Sánchez,  se  halla  el  nombre  de  la 

Mecca  escrito  ^_t>^.  Maca;  bien  es  verdad  que  aquí 
podía  estimarse  escrito  en  arábigo;  pero  para  ello 
faltan  letras  y  signos,  pues  la  verdadera  forma  suya 

es  i>v>' 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


211 


naturaleza,  y  que  por  descuido  ó  por 
ignorancia  omitiese  el  alif  que  debía 
dar  el  valor  de  e  al  fatha  de  la  pala- 
bra mejor ^  copiada  arriba. 

Un  gain  de  principio  (¿),  con  un  ye 
final  (^),  aparecen  después  aislados 
respecto  de  toda  otra  palabra,  produ- 
ciendo la  lectura  guia  i  '  ¿  ),  y  siguen 

luego  un  alif  {\),  otro  signo  que  lo 
mismo  puede  ser  un  lam  de  principio 
(J),  que  un  ye,  un  nún,  un  ba  6  un  ta 
iniciales  (j ,  3 ,  J ,  j) ,  cuyo  trazo  supe- 
rior, como  ocurre  con  el  itún  de  santa 
(JuÜ)'  y  ^^  recto  del  »  puntuado  de 
María  (^ly^^*),  ha  podido  ser  levantado 
á  toda  la  altura  del  medallón,  para 
formar  así  con  el  alif  el  primoroso 
nudo  á  la  usanza  cúfica,  que  enlaza  ar- 
tísticamente estas  dos  letras,  como 
alarde  caligráfico,  y,  por  último,  un  sin 

icr>  ^  •^'^^  (l/'^  ^^  ^"^  ^^  dicción  con 
que  concluye  el  grupo;  y  á  la  verdad 
que  si  dificultades  ofrecen  la  inteligen- 
cia, y  por  tanto  la  transcripción  de 
las  anteriores  palabras,  mucho  mayo 
res  son  las  que  brinda  la  presente,  no 
siendo  cumplidera  la  presunción  del 
acierto,  sin  tener  en  cuenta  la  signifi 
cación  más  verosímil  y  probable  del 
vocablo  que  sigue,  y  con  el  cual  da 
término  la  frase. 

Dicho  vocablo,  más  entero  y  percep- 
tible en  la  repetición,  principia  con  un 
rnin  en  forma  de  presilla  (-*),  continúa 
con  un  chin  de  medio  (sr) ,  un  ra  de  fin 
de  dicción  (j- )  y  concluye  con  un  xin 
aislado  (^^i^),  colocado  encima  de  las 
letras  anteriores  de  la  misma  palabra, 
y  cuj'^o  trazo  inicial  excede  del  central, 
como  el  superior  del  rasgo  final  exce- 
de de  éste  y  se  dobla  en  curva  inte 
rior  inusitada.  De  las  varias  combina- 
ciones á  que  se  prestan  estos  signos, 
unidos  á  los  de  la  voz  ó  voces  anterio- 
res, formadas  por  el  alif,  el  signo  alto 
que  le  sucede  y  el  xin  de  fin  de  dic- 
ción,— es,  á  nuestro  juicio,  la  más  acep- 
table la  que  da  por  resultado,  con  olvi- 


do de  reglas  que  no  obedecieron  siem- 
pre ni  los  mudejares  ni  los  moriscos, 
según  hemos  procurado  notar  arriba , — 
la  segunda  parte  del  singular  del  pre- 
sente de  subjuntivo,    ,  ^'¿-    mejores, 

y  en  consecuencia,  como  carecería  de 
sentido  el  suponer  que  los  tres  signos 
de  que  esta  palabra  se  halla  precedida 

pudieran    ser  ^\^  d  los,     Jr^\  ^     y 

Ins  ,  ^j-.jI  y  V0.3,  —  aceptando  la  trans- 
cripción de  los  vocablos  todos  de  la 
frase,  conforme  la  hemos  propuesto, 

se  hace  preciso  leer  estos  signos  (j^-'l 

d  nos,  dando  así  en  conjunto  el  epí- 
grafe el  resultado  siguiente,  que  no  es- 
timamos desacertado : 


■^J 


^  ¿P^  is^  J^^\   'h^^  ^ 


¡Santa  María!  ¡Mi  mejor  guíal  ¡A  nos  mejores! 

Es  decir,  mejóranos;  hasnos  mejo- 
res; ruega  por  nosotros,  para  que  sea- 
mos mejorados;  purifica  nuestro  espí- 
ritu para  que  seamos  mejores. 

En  plano  más  interior,  recogido  á 
los  lados  por  los  dos  paños  laterales  de 
yesería,  ya  mencionados,  y  á  la  parte 
superior,  por  el  interesante  medallón 
epigráfico  cuyo  examen  acabamos  de 
hacer,  extiéndese  el  arco  ó  ingreso,  de 
pronunciado  peralte,  angrelado,  y  re- 
corridos los  angreles  por  una  faja 
ondulada,  que  llenan,  multitud  de  ve- 
ces repetidas  en  caracteres  semicúfi- 
cos,  seminesji  de  resalto,  las  vulgares 
frases: 

y.  J  y 

El  impc    o  perpetuo.— La  gloria  peí    lanente 
(son  atributos  de  AUáh) 

De  dibujo  y  labor  diferentes  entre  sí 
son  las  enjutas;  y  guarneciendo  el  cua- 
dro de  las  mismas,  hácese  estrecha 
cinta,  donde  en  apretados  caracteres 
ncsji  ó  cursivos,  ó  africanos,  de  relie- 
ve y  no  mal  dibujo,  se  halla  otra  ins- 


212 


boletín 


cripción,  cubierta  de  cal  en  unas  par- 
tes, y  en  otras  por  extremo  destruida, 
pero  en  la  que  aún  pueden  ser  enten- 
didas algunas  palabras,  las  cuales  pa- 
recen ser  el  nombre  de  la  Virgen  y  el 
de  su  divino  Hijo,  y  otra  que  acaso 
pudiera  interpretarse  en  el  sentido  que 
propondremos,  arrojando  el  siguiente, 
que  estamos  dispuestos  á  rectificar,  en 
caso  necesario: 

Jesús,  hijo  de  Santa  María- 
Tal,  y  no  otra,  es  la  riqueza  de  la 
yesería  que  aún  conserva  el  patio  de  la 
llamada  Casa  del  Conde  de  Esteban ,  y 
tal  la  importancia  que  desde  el  punto  de 
vista  epigráfico  enaltece  el  medallón  de 
su  gracioso  arco,  siendo  de  sentir  que 
el  lapso  del  tiempo  concluya  por  des- 
truir este  monumento,  cuya  conserva- 
ción es  de  verdadero  interés  para  la  his- 
toria del  estilo  mudejar  toledano:  pues 
si  bien  es  cierto  que  abundan  en  Tole- 
do ejemplares  del  mismo  estilo,  con  ca- 
racteres artísticos  asemejables,— fuera 
de  aquellos  otros  que  son  privativamen- 
te representantes  de  la  variedad  tole- 
dana, ninguno  hay  que  ofrezca  la  vis- 
tosa guarnición  de  los  machones,  ni 
mucho  menos  el  medallón  epigráfico 
aljamiado  cuyo  estudio  hemos  preten- 
dido. 

Bueno  sería  que  la  Comisión  Pro- 
vincial de  Monumentos  interesase  al 
propietario  de  la  finca  para  la  conser- 
vación, no  restauración,  de  la  yesería, 
evitando  obras  y  reparos  que  acaben 
de  destruir  lo  existente,  pues  en  rigor 
constituye  uno  de  los  monumentos  más 
dignos  de  estima  dentro  y  fuera  de  To- 
ledo, y  merecedor  es  de  singular  dis- 
tinción entre  todos  los  que  posee  la 
antigua  y  famosa  ciudad  de  los  Conci- 
lios, correspondientes  al  estilo  mude- 
jar,  dentro  de  la  centuria  de  que  el  pre- 
sente es  producto,  haciendo  por  nues- 
tra parte  fervientes  votos  para  que  no 


llegue  el  día  en  el  cual  tengamos  que 
lamentar  su  ruina,  como  lamentamos 
la  de  tantos  otros  monumentos  de  su 
especie,  aunque  no  de  su  categoría. 

Rodrigo  Amador  de  los  Ríos. 
t^ac^* 


SANTIAGO  PEREGRINO 


(Estatuíta  arge'ntea  de  la  Catedral  compostelana  ) 
I 

^^Li  el  Cabildo  compostelano,  reba- 
Iv^vli  jando  á  la  cuarta  parte  los  51 
números  que  llenó  en  el  Catá- 
logo de  la  Exposición  Histórico-Euro- 
pea  (1),  y  absteniéndose  de  remitir  todo 
aquello  que  allí  se  colgó  por  las  pare- 
des, se  hubiese  reducido  á  exponer  lo 
que  buenamente  cabía  en  una  vitrina, 
aun  sin  colocar  en  ella  más  que  las 
alhajas  que  envió,  habría  quedado  á 
gran  altura  en  la  escala  de  los  oposi- 
tores, ocupando  el  primer  puesto  entre 
los  Cabildos  metropolitanos  en  cuan- 
to á  productos  de  la  orfebrería  medio- 
eval (por  más  que  el  cáliz  santiagués, 
atribuido  á  San  Rosendo ,  esté  muy 
distante  de  alcanzar  la  importancia 
del  traído  de  Toledo,  que  el  Catálogo 
oficial,  con  obstinación  temeraria,  se 
empeña  en  calificar  de  bizantino);  pues 
aparte  del  hermoso  busto  de  Santa  Pau- 
lina (obra  ya  de  muy  entrado  el  siglo 
XVI),  las  tres  imágenes  argénteas  de 
Santiago,  San  Pedro  y  San  Juan,  por  ■ 
sí  solas,  constituían  espléndido  con- 
tingente, que  bien  pudo  haberse  amplia- 
do agregando  alguna  de  las  otras  que 
tanto  avaloran  el  relicario  de  la  iglesia 
de  Santiago. 

Nueve  dice  el  Sr.  López  Ferreiro 
(Lecciones  de  Arqueología  ^  V'^?>-  ^^^)i 
que  son  las  imágenes  de  plata  dorada 
que  se  guardan  en  la   capilla  de  las 


(1)    Núm.  6.  déla  sala  V. 


iíMi^ 


SANTIAGO    PEREGRINO 
íEstatuita  argéntea  de  la  Catedral  cjmpostclana.') 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


213 


Reliquias,  y  debieron  ser  hechas  por 
el  procedimiento  del  embutido  ó  relle- 
no. Y  hacen  este  número:  la  de  la  Vir- 
gen,  que  en  sus  festividades  se  saca 
en  la  procesión  capitular,  y  de  la  que 
se  afirmaba  que  contenía  leche  de  la 
Madre  del  Redentor;  las  dos  del  Após- 
tol Santiago  el  Maj^or,  donadas  ambas 
por  parisienses ,  en  los  siglos  XIV 
y  XV;  las  de  los  Apóstoles  San  An- 
drés y  San  Pedro;  la  de  San  Juan  Bau- 
tista; la  de  San  Dionisio  Areopagita; 
la  de  Santo  Tomás  de  Aquino,  y  la  de 
San  León,  con  tiara  y  triple  cruz,  que 
lleva  el  escudo  de  armas  del  Arzobis- 
po San  Clemente,  muerto  en  1602. 

Poco  es ,  en  verdad ,  lo  que  podría 
hoy  añadir  á  lo  que  dije  sobre  estas 
estatuítas,  llamándolas  "obras  felices 
de  orfebres  que  trabajaron  con  sujeción 
á  los  preceptos  del  arte  ojival,,  en  la 
monografía  acerca  de  El  Tesoro  sagra- 
do de  la  Catedral  de  Santiago,  publica- 
da en  el  tomo  V  (pág.  326)  del  Museo 
español  de  antigüedades ;  pues  no  he 
tenido  ocasión  desde  entonces  de  am- 
pliar ni  corregir,  ni  aun  concretar  lo 
que  allí  puse. 

Tampoco  he  visto  trabajos  ajenos 
que  contengan  noticias  más  copiosas, 
fijas  y  detalladas  de  las  que  yo  pude 
adquirir  durante  mis  breves  estancias 
en  la  ciudad  compostelana,  ni  siquiera 
en  los  luminosos  escritos  de  mi  antiguo 
y  querido  amigo  el  respetable  M,  L  se- 
ñor López  Ferreiro  (á  quien  hay  y 
siempre  habrá  que  citar  cuando  se 
trate  de  algún  asunto  de  índole  histó- 
rica referente  á  Galicia),  que  por  su 
carácter  de  canónigo  de  Santiago  y 
por  la  legítima  é  incontrastable  influen- 
cia que  allí  ejerce,  pudiera  decírsele 
poseedor  de  la  llave  de  la  más  abundo- 
sa y  rica  fuente  de  todo  conocimiento 
histórico,  y  especialmente  arqueológi- 
co, de  Galicia.  Y  esto  no  debe  sorpren- 
der, porque  repartiendo  este  señor  su 
laboriosidad  entre  obras,  ya  de  puro 
misticismo,  como  la  traducción  del  li- 


brito  del  P .  Vadon  titulado  Triunfo  de 
Jesús  Sacramentado  en  Lourdes,  1889 
(Santiago,  imp.  de  Alende,  1892),  ya 
de  mera  amenidad,  cual  su  flamante 
novela  A  tecedeira  de  Bonaval  (La  Co- 
ruña,  1895,  tomo  XL  de  la  Biblioteca 
gallega),  cuando  no  en  libro  de  (según 
hoy  se  llama)  carácter  trascendental, 
á  que  pertenece  el  tomo  I  de  sus  Fue- 
ros de  Santiago  y  su  tierra  (Santia- 
go, 1895),  deja  á  los  arqueólogos  con- 
sumirse en  deseos  de  ver  aclarado 
tanto  misterio  legendario  que  él  sólo 
puede  descubrir,  tanto  problema  artís- 
tico que  él  sólo  puede  resolver,  y  tanta 
tiniebla  histórica  que  él  sólo  y  tan  fá- 
cilmente puede  disipar  sin  más  que 
continuar  sacando  á  luz  los  tesoros  de 
noticias  encerradas  en  la  inmensa  ri- 
queza diplomática  de  la  Iglesia  com- 
postelana, prosiguiendo  (y  cuanto  fuere 
en  mayor  escala  tanto  mejor)  el  ca- 
mino emprendido  con  publicaciones 
como  la  de  Galicia  en  el  último  tercio 
del  siglo  XV,  El  altar  de  Santiago,  El 
pórtico  de  la  Gloria,  D.  Rodrigo  de 
Luna,  etc.,  etc. 

De  todas  esas  estatuítas,  por  lo  que 
recuerdo,  bien  pudiera  darse  como  la 
más  antigua  la  de  San  Dionisio,  que 
parece  representó  primiii\  amenté  á 
San  Francisco,  caracterizado  por  las 
llagas,  de  las  cuales  es  patente  la  del 
costado,  mediante  una  abertura  que  se 
puso  en  el  hábito.  Lo  es  más  que  todas 
las  restantes  la  de  Santo  Tomás,  pues 
la  preciosa  arqueta  cincelada  que  en 
ella  se  encuentra,  acusa  claramente  el 
gusto  del  siglo  XIV.  Las  de  San  Pedro 
y  San  Juan  (que  fueron  traídas  á  la 
Exposición),  y  no  sé  si  también  la  de 
San  Andrés,  pertenecieron  al  Arzo- 
bispo D.  Lope  de  Mendoza  (f  1445),  y 
probablemente,  según  el  Sr.  López 
Ferreiro;  son  obras  de  plateros  com- 
postelanos.  Todas  tres  tienen  ricas 
diademas  ó  nimbos,  y  muy  artístico  el 
de  la  última. 

Pero  la  más  notable  de  las  nueve  es- 

27 


214 


boletín 


tatuítas  es  aquella  de  que  ya  díó  noti- 
cia Ambrosio  de  Morales,  y  repre- 
senta á  Santiago  teniendo  en  una  mano 
preciosa  torrecilla  de  oro,  en  que  está 
encerrado  el  diente  ó  muela  de  que  se 
cuenta  curiosa  historia,  y  en  la  otra 
el  tarjetón  que  dice:  /;/  hoc  vase  aitri 
quod  tenet  ístc  i  mago  est  dens  heati 
iacohi  apostoli,  que  gaufridtts  cogita- 
trei,  ciiiispar. ,  dedit  hiiicecclesie  orate 
pro  eo. 

Cuyo  caballero  parisiense  Gofredo 
Coqueresce,  como  le  llaman  los  seño 
res  P.  Fita  y  Fernández-Guerra  en 
sus  Recuerdos  de  un  viaje  á  Santiago 
de  Galicia  (Madrid,  1880,  página  87), 
bien  puede  ser  aquel  mismo  Geoffroy 
Casatrix,  tesorero  del  Rey  en  Tolosa, 
hacia  el  año  1301,  de  que  da  noticia 
Boutarie  (La  France  sous  Philippe  le 
Bel,  París,  1861,  páginas  227  y  297.) 

No  es  mucho  menos  notable  la  otra 
de  Santiago  de  que  ahora  particular- 
mente trato,  y  de  la  que  Mr.  Emile  de 
Molénes,  en  su  libro  sobre  la  Exposi- 
tion  historique  de  Madrid^  1892-1893 
(París,  1894),  al  hablar  (pág.  168)  de 
les  euvois  de  la  Catedral  de  Santiago, 
dice  que  es  el  objeto  más  curioso,  aña- 
diendo que,  aunque  muy  bella,  no  lo  es 
tanto  como  la  que  recuerda,  de  San 
Jorge  derribando  el  dragón  y  Carlos 
el  Temerario  tirant  la  réverence  que 
posee  la  Catedral  de  Lieja. 

Cuantas  veces  se  trate  de  los  objetos 
reunidos  en  la  Exposición  Histórico 
Europea,  otras  tantas  habrá  necesidad 
de  sacar  á  colación  la  esterilidad  de 
aquel  magno  esfuerzo  empleado  para 
conseguir  la  cooperación  de  las  Cate- 
drales, y  de  aquel  costoso  triunfo  obte- 
nido sobre  preocupaciones  aún  no  del 
todo  desvanecidas  acerca  de  la  conve- 
niencia de  tener  encerrados  los  tesoros 
en  plenas  tinieblas.  Y  todos  cuantos 
escriban  sobre  ellos  habrán  de  lamen- 
tarse.de  que  las  Catedrales,  al  hacer  la 
designación  de  los  objetos  que  habían 
de  remitir  á  la  Exposición,  no  hubie- 


sen procedido  á  reunir  cuantas  noti- 
ciashistóricas  tuviesen  ó  hallasen  sobre 
cada  uno  de  ellos,  y  en  su  compañía 
los  hubieran  enviado. 

Traídos  así  los  objetos  con  su  histo- 
ria, hubieran  venido,  podemos  decir, 
completos;  pues  si  aun  en  aquellos  mo- 
numentos puramente  artísticos  á  que 
por  sí  propios  se  les  concede  valor 
cuantioso,  sin  relación  á  lugar  ni  aun 
á  tiempo  de  producción ,  es  "de  gran 
importancia  que  sean  conocidas  ambas 
circunstancias,  toman  el  carácter  de 
esenciales,  para  la  justa  valoración 
y  perfecto  conocimiento  de  todo  objeto 
que  tenga  carácter  arqueológico,  las 
de  saber,  ya  no  sólo  su  uso  y  destino, 
sino  para  qué,  por  qué,  por  quién, 
cuándo  y  dónde  se  hizo. 

Ninguno  de  los  Cabildos  Catedrales 
(pero,  en  verdad,  tampoco  ninguno  de 
los  opulentos  coleccionistas  que  contri- 
buyeron al  esplendor  de  la  Exposi- 
ción) se  tomó  el  trabajo  ni  hizo  el  gas- 
to, relativamente  exiguo  ,  de  dar  al 
público  noticias  de  los  objetos  que  ex- 
ponía, ni  aun  de  hacer  de  ellos  un  tra- 
bajo descriptivo  de  mera  catalogación. 

El  de  Santiago  dio,  no  obstante,  á  la 
prensa  regional  (como  ahora  es  moda 
decir  en  Galicia),  una  sencilla  lista  de 
los  objetos  que  enviaba,  y  que  fué  re- 
producida en  uno  y  otro  periódico  ga- 
llego. 

De  ella  saqué  yo  lo  poco  que  puse  en 
el  Catálogo  de  objetos  de  Galicia,  por 
impedirme  las  condiciones  en  que  se 
hacían  las  instalaciones  tomar  (cierta- 
mente no  por  falta  de  tiempo)  más  co  - 
piosas,  detalladas  ni  exactas  notas  de 
los  objetos  que  se  colocaban  (y  se  mu- 
daban á  cada  paso)  en  las  vitrinas  y  por 
las  paredes.  Así  es  que  yo  me  tuve  que 
contentar  con  decir  de  esta  imagen  de 
Santiago  que  tiene  sombrero  con  con 
chas,  escarcela  muy  abultada,  túnica  y 
sobretúnica  más  corta ,  y  que  sostiene 
en  las  manos  un  libro  cerrado  y  el  bor- 
dón, y  con  copiar  el  letrero  grabado  en 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


215 


su  hexágono  pedestal ,  con  una  exactitud 
que  recelo  no  ha  de  haber  encontrado 
absoluta  quien  haya  hecho  una  deteni- 
da confrontación. 

Sin  embargo,  tal  como  yo  la  publi- 
qué la  insertaron,  tanto  el  Catálogo 
oficial  (núm.  110  déla  sala  6.*),  como 
el  propio  M.  de  Molénes  en  su  citado 
libro  sobre  la  Exposición,  quien  tam 
poco  añadió  nada  á  la  descripción  de 
la  alhaja,  ni  aclaró  otra  cosa  sino  que 
lleva  la  doble  túnica  del  peregrino.  Yo 
voy  á  reproducir  ahora  la  inscripción, 
pero  tomando  su  principio  en  las  dos 
líneas  que  se  ven  en  el  paño  central 
del  prisma  que  constituye  la  peana,  si- 
guiendo por  la  línea  superior  y  conclu 
yendo  con  las  dos  inferiores  que,  como 
la  anterior,  corren  por  los  seis  lados 
del  hexágono  pedestal: 

DEDERUNT  IST 
AM  YMAGINEM 
NOBILES  VIR  DOMINUS  JOHANNES  DE  ROU- 
CEL  MILES  DE  REGNO  FRANCIE  ET  lEHAN- 
NA  VXOR  EIUS  AD  HONOREM  DEI  ET  SANCTI 
lACOBI  DE  GALECIE  ET  EGO  IHOAJí  APOR- 
TAUIT  DE  PARISSIIS  EX  PARTE  FREFATI 
DOMINI    ORATE    PRO    EIS 

He  de  decirlo  para  concluir:  no  pue- 
do asegurar  si  esta  efigie  del  Apóstol, 
traída  por  Juan  de  Roucel,  es  la  misma 
que  aquella  otra  estatua  de  Santiago  en 
traje  de  peregrino,  de  que  se  ha  escri- 
to que  está  adornada  de  gran  aureola 
realzada  de  pedrería  y  tiene  un  peda- 
zo del  manto  del  Apóstol  dentro  de  un 

libro,  en  cuya  tapa  se  lee:  en  este 

VESTIDO  DEL  PATRÓN,  y  la  cual  Ostenta- 
ba el  escudo  de  armas  de  Sorna  ó  Isor- 
na,  escudo  que  bien  pudo  confundirse 
con  el  que  lleva  en  la  peana  la  estatuí- 
ta  donada  por  el  parisiense,  tomando 
el  cuartel  de  los  cinco  arminios  que  en 
ésta  se  ve,  por  las  cinco  lises  de  los 
Maldonados  que  correspondían  al  es- 
cudo del  Arzobispo  D.  Alvaro  de  Isor 
na,  según  Piferrer.(Nob.  V,  pág.  149.) 

José  Villa- amil  y  Castro. 


ESCRITURAS  MOZÁRABES  TOLEDANAS 


(Continuación.) 

LVIII 

Venta  de  un  trozo  de  tierra  blanca  fí^^=^\ 
Li2-j^Jí  j^'ill  {sic)  isilaüJl  sita  en  Olías  la  Ma- 
yor, de  la  jurisdicción  de  Toledo,  y  cuyos 
lindes  son:  al  E.  y  N.,  tierra  blanca  del  ven- 
dedor; al  O. ,  un  camino,  y  al  S. ,  tierra  blan- 
ca de  Domingo  Estéfano  y  de  su  hermano 

Martín  Esteban    L.^.^j      zo,\  iljü!      Jj) 

.(    yA::^!  ^■^y^  '*'n^-^j  (.j-íl^l  ^Sj^-j 

Intervienen,  como  comprador  D.  Cebrián 
hijo  de  Juan  Bellithis,  y  como  vendedor 
D.  Zacarías,  nieto  de  D.  Pedro  el  Cordobés 

ij'  ¿r^'h  Jy..  ^ri  ^^.^^  ^^^  ^j^S) 

advirtiéndose  que  la  finca  á  que  se  refiere  el 
presente  contrato  está  ya  plantada  en  parte 
por  el  comprador,  en  razón  á  que  la  venta 
quedó  ya  concertada  entre  ambas  partes  en 
el  mes  de  Enero  próximo  pasado,  retrasán- 
dose hasta  la  fecha  la  redacción  del  corres- 
pondiente instrumento  público,  por  lo  cual 

el  comprador  había  empezado  ya  la  planta- 
ción ^U^^l  L^^*J  ^j^^  ^^'  J^)^  ^j) 


Jl 


-r'^ 


W  _,UxJ!    Ij-a  JrJj'j'  ^    'f^^^ 


Precio,  dos  mizcales  de  oro  alfonsí. 

Fecha  en  la  primera  decena  de  Septiem- 
bre de  la  Era  1229. 

Suscripciones:  Domingo  b.  Selma,  testi- 
go (JjrLí-  ^-J-^  L-yf  i¿^^);  Pascual  b.  Ornar 
b,  Jalaf  (^k  ^^  j^c  ^>  ¿\J^>j),  y  Fé- 
lix b.  Yabka  b.  Abdallah  ^a^^_  ^j¡  J^^j) 
.(iJüi  ,X-.c  ^ 


216 


boletín 


LIX 

Venta  de  dos  viñas  ^  sitas  «en  el  pago  de 
Villn  Algariba  que  actualmente  se  conoce 

por  Villn  Franca))  ¿1./..J j._¿_Ji     LLj    L»_as-') 

(iCj.9  'iX^>  ,^  í._^^^3',  adjuntas  á  otras  vi- 
ñas de  Pedro  Domingo,  hermano  de  la  ven- 
dedora, 3'  al  cauce  de  una  acequia  de  riego 

Intervienen:  como  vendedora  Doña  Ma- 
ríq,  hija  deDomingo  Abú  Al- A9Í, la  que  estu- 
vo casada  con  Domingo  Fernández;  y  como 
compradores  los  hermanos  Miguel  y  Cristó- 
bal Zamorano,  hijos  de  Pedro  Zamorano, 

por  partes  iguales  úSy..^  S-}-^  Sj^^^ 
íJíXj>:>    jI^xj    hjfi    hj^    ¡jf'    ^«^^    '^i^^-^ 


iJi_t_>A_5     U 


-5J 


31/     ji\     ^Ul 


Precio  de  la  venta,  12  mizcales  y  medio 
de  oro  alfonsí,  previniéndose  que  en  esta 
venta  se  incluye  tatnbién  la  mitad  de  un  co- 
rral existente  en  la  dicha  posesión,  pertene- 
ciendo la  otra  mitad  al  citado  D.  Pedro  Do- 
mingo, hermano  de  la  vendedora. 

Fecha  en  la  primera  decena  de  Febrero 
de  la  Era  1230. 

Suscripciones:  Juan  Donís?  (Dionisio?), 
testigo,    y   se  escribió  por  él  á   su  ruego 

(íj,Aj   i-is.  ^.^^  J^ftli»  jj^jj^  íj^^.)'  Pedro 

b.  Omar  b.  Gálib  b.  Al-Kallás  ^^   í^ÍsLj  ^ 

(^^a3l  ^>  >,_-^'L¿  ^\  j^y  y  Juan  b.  Julián 

el  Siciliano?     }jL^\    ,,L_*-1-j       y>     .,Uj  *) 

.  (»  J  .^3 

Después  de  las  suscripciones  aparece  un 
testimonio  de  Miguel  Zamorano,  uno  de  los 
compradores,  diciendo  que  la  parte  que  á  él 
pertenece  en  la  finca  por  el  presente  contrato 


adquirida,  es  también  propiedad  de  su  es- 
posa Doña  Valencia  por  partes  iguales    M 

^^j  '-K^j  ^h.^,  j^  ^  _^  ^^^  (^"ir^r^í  j^-^ 
('-tr^'íf  ^í  j-*-  ¿^r"  .  ^Jj"^;  y  suscriben  este 
testimonio  el  ya  citado  Juan  b.  Julián  As- 
Siquilí  (el  Siciliano?)  y  Miguel  b.  Alí  b. 
Omar(j^t  ^y>  ^  ^A  JLjl»j). 

LX 

Venta  de  una  huerta  sita  en  el  distrito  de 
la  iglesia  de  San  Antonino,  con  47  olivos  de 
varias  clases,  cinco  moreras  y  dos  ¿higueras?, 
hallándose  rodeada  por  sus  cuatro  lados  por 
otras  huertas  pertenecientes  al  wazir  y  cadhí 
(alguacil  y  alcalde),  D.  Vicente  b.  Yahya  el 
Sevillano;  á  los  herederos  de  Yahya  b.  Sel- 
ma;  á  Doña  María,  esposa  de  Cebrián  Mu- 
ñoz; á  Doña  Justa,  esposa  que  fué  de  Mar- 
tín ^álih,  etc. 

Intervienen:  como  comprador  el  Arcipres- 
te D.  Pedro  h.  Micael  b.  Amor,  y  como  ven- 
dedores D.  Martín,  Doña  Lucía  y  Doña  Pas- 
cuala, hijos  de  D.  Lope  b.  Farach  ^j.x¿,!) 


^i     'M     JJ5^ 


^-^i\ 


z^ 


,  ^         v^«ft^) 


cnnLíjJI 


I  El  notario  había  escrito  ^j^  en  singular; 
pero  luego  notó  el  error  y  puso  el  nombre  en 
dual  ^^^S-j\,  advirtiénJolo  en  la  fe  de  erra- 
tas que  suelen  tener  al  fin  casi  todos  los  docu- 


mentos. 


(...  ^,.;! 

Precio,   70  mizcales  de  oro  alfonsí,  ad- 
virtiéndose que  entran  en  la  venta  l<3s  dos 

pozos  (¡.v,:^J^  cv.r-'^íír^)  ^"®  ^^y  ^^  ^^  citada 

huerta. 

Fecha  en  la  primera  decena  de  Marzo  de 
la  Era  1230. 

Suscripciones:  Domingo  b.  Yusuf  b.  Gal- 

bón  atestiguó  y  escribió  V ^^   ^y)  -^>^-^) 

(> ^xí^  wV^    .\j-:'^  (.r,-»,  Juan  b.  Pedro  Al- 

Achad  atestiguó  y  escribió  Sj^-i  ^jA  ^l;íj) 
(^_^r.  j.^  JLxa."^!.  Vicente  b.  Abdelaziz 
b.  Saad  (J.*^  ^j-j  Jlj*^\  -V^  ^J^.  C----*^  _;) 
Y  en  carácter  latino:  «domingo  ciprian 
testis». 


DE  LA  SOCIEDAD  ESPAÑOLA  DE  EXCURSIONES 


217 


LXI 


LXII 


Convenio  celebrado  entre  el  judío  Abú 
Harún,  Sahib  alxot'ta  "^  y  Zacarías,  nieto  del 
Cortolí,  poseedores  en  mancomún  de  un  co- 
rral sito  en  Olías  la  Grande,  en  virtud  del 
cual  el  segundo  cede  al  priniero  el  dominio 
que  le  pertenece  sobre  la  mitad  de  dicho  co- 
rral, mediante  la  entrega  de  í8